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Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad  ecológica en Colombia
Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad  ecológica en Colombia
Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad  ecológica en Colombia
Libro electrónico603 páginas4 horasCiencias Humanas

Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad ecológica en Colombia

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Es frecuente concebir la consecución de la paz como resultado de operaciones militares o negociaciones adelantadas por el Estado. No obstante, los procesos que llevan a alcanzar la paz también tienen lugar en organizaciones de base, entre las cuales existen comunidades que imaginan y configuran la paz por sus propios medios. La Comunidad de Paz de San José de Apartadó, una organización campesina, no esperó a que un acuerdo de paz fuera producido por la acción de las altas esferas del poder. En contraste, sus miembros se han resistido activamente al desplazamiento forzado y a la coerción que sobre ellos han querido ejercer guerrilleros, Ejército Nacional y paramilitares durante dos décadas en Urabá, una región devastada por la guerra en Colombia. A partir de una etnografía sustentada en métodos de investigación-acción, efectuada a lo largo de doce años, Christopher Courtheyn arroja luz sobre la interpretación que los miembros de la Comunidad dan a la paz y sobre sus prácticas territoriales para afrontar los constantes desplazamientos y masacres que han padecido. La paz de los campesinos de San José, sustentada en la autonomía comunitaria, constituye una alternativa a formas tradicionales de política practicada mediante la representación electoral y la lucha armada. Courtheyn explora el significado de la paz y el territorio, al tiempo que interroga el papel de la raza en la guerra colombiana y la relación entre memoria y paz. En medio de la violencia generalizada que caracteriza a la crisis global actual, Comunidad de Paz ilustra cómo San José ha roto con lógicas del colonialismo y del capitalismo mediante la construcción de solidaridad política y paz comunitaria
IdiomaEspañol
EditorialEditorial Universidad del Rosario
Fecha de lanzamiento30 abr 2022
ISBN9789587848625
Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad  ecológica en Colombia

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    Comunidad de Paz - Christopher Courtheyn

    Comunidad de Paz

    Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad ecológica en Colombia

    Resumen

    Es frecuente concebir la consecución de la paz como resultado de operaciones militares o negociaciones adelantadas por el Estado. No obstante, los procesos que llevan a alcanzar la paz también tienen lugar en organizaciones de base, entre las cuales existen comunidades que imaginan y configuran la paz por sus propios medios. La Comunidad de Paz de San José de Apartadó, una organización campesina, no esperó a que un acuerdo de paz fuera producido por la acción de las altas esferas del poder. En contraste, sus miembros se han resistido activamente al desplazamiento forzado y a la coerción que sobre ellos han querido ejercer guerrilleros, Ejército Nacional y paramilitares durante dos décadas en Urabá, una región devastada por la guerra en Colombia. A partir de una etnografía sustentada en métodos de investigación-acción, efectuada a lo largo de doce años, Christopher Courtheyn arroja luz sobre la interpretación que los miembros de la Comunidad dan a la paz y sobre sus prácticas territoriales para afrontar los constantes desplazamientos y masacres que han padecido. La paz de los campesinos de San José, sustentada en la autonomía comunitaria, constituye una alternativa a formas tradicionales de política practicada mediante la representación electoral y la lucha armada. Courtheyn explora el significado de la paz y el territorio, al tiempo que interroga el papel de la raza en la guerra colombiana y la relación entre memoria y paz. En medio de la violencia generalizada que caracteriza a la crisis global actual, . de Paz ilustra cómo San José ha roto con lógicas del colonialismo y del capitalismo mediante la construcción de solidaridad política y paz comunitaria.

    Palabras clave: comunidades de paz, San José de Apartadó (Colombia), conflicto armado, memoria colectiva, resistencia civil, América Latina, América del Sur, ciencia política.

    Community of Peace: Performing Geographies of Ecological Dignity in Colombia

    Abstract

    Achieving peace is often thought about in terms of military operations or state negotiations. Yet it also happens at the grassroots level, where communities envision and create peace on their own. The San José de Apartadó Peace Community of small-scale farmers has not waited for a top-down peace treaty. Instead, they have actively resisted forced displacement and co-optation by guerrillas, army soldiers, and paramilitaries for two decades in Colombia’s war-torn Urabá region. Based on ethnographic action research over a twelve-year period, Christopher Courtheyn illuminates the community’s understandings of peace and territorial practices against ongoing assassinations and displacement. San José’s peace through autonomy reflects an alternative to traditional modes of politics practiced through electoral representation and armed struggle. Courtheyn explores the meaning of peace and territory, while also interrogating the role of race in Colombia’s war and the relationship between memory and peace. Amid the widespread violence of today’s global crisis, Community of Peace illustrates San José’s rupture from the logics of colonialism and capitalism through the construction of political solidarity and communal peace.

    Keywords: peace communities, San José de Apartadó (Colombia), armed conflict, collective memory, civil resistance, Latin America, South America, political science.

    Comunidad de Paz:

    geografías performativas de dignidad ecológica en Colombia

    Christopher Courtheyn

    Traduccion de

    Claudia Ríos


    Courtheyn, Christopher

    Comunidad de Paz: geografías performativas de dignidad ecológica en Colombia / Christopher Courtheyn; traducción de Claudia Ríos. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2022.

    xxv, 355 páginas: ilustraciones.

    Incluye referencias bibliográficas.

    1. Comunidades de paz – Actividades. 2. Comunidad de Paz de San José de Apartadó (Colombia). 3. Paz. 4. Conflicto armado. 5. Memoria colectiva. 6. Resistencia civil. I. Courtheyn, Christopher. II. Ríos, Claudia. III. Universidad del Rosario. IV. Título.

    303.66 SCDD 20

    Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI

    DJGR

    Febrero 14 de 2022


    Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995

    © Editorial Universidad del Rosario

    © Universidad del Rosario

    © Christopher Courtheyn

    © Claudia Ríos, por la traducción

    Primera edición en inglés: Community of Peace: Performing Geographies of Ecological Dignity in Colombia, University of Pittsburgh Press, 2022.

    Editorial Universidad del Rosario

    Carrera 7 Nº 12B-41, oficina 501

    Teléfono 601 2970200, ext.: 3113

    https://editorial.urosario.edu.co/

    Primera edición en español: Bogotá, D. C., 2022

    ISBN: 978-958-784-861-8 (impreso)

    ISBN: 978-958-784-862-5 (ePub)

    ISBN: 978-958-784-863-2 (pdf)

    https://doi.org/10.12804/urosario9789587848632

    Diseño de cubierta: Luz Arango y César Yepes

    Imagen de cubierta: Paz transrelacional radical mediante el arte, cuadro de Brígida González.

    Fotografía: Christopher Courtheyn

    Diagramación y desarrollo de ePub: Precolombi EU-David Reyes

    Hecho en Colombia

    Made in Colombia

    Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.

    Derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.

    Autor

    Christopher Courtheyn

    Es Profesor Asistente en la Escuela de Servicio Público de la Universidad Estatal de Boise. Se graduó como doctor en Geografía de la Universidad de Carolina del Norte (Chapel Hill) y cursó pregrado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de California (Berkeley).

    Contenido

    Siglas y acrónimos

    Reconocimientos

    Prólogo

    Introducción. Comunidades de paz: dignidad ecológica como ruptura anticolonial

    La paz en y contra el mundo moderno

    Modernidad-colonialidad en la Colombia rural

    Comunidades de paz

    El proceso de paz

    Geografías performativas radicales de paz en Colombia

    Capítulo I. Geografía performativa radical: personificar la investigación sobre la paz como solidaridad

    Solidaridad: personificar la investigación sobre la paz en y más allá del campo

    Parte I. ¿Qué es la Comunidad de Paz?

    Capítulo II. Retornos y ruptura: San José de Apartadó, 1997-2016

    Crisis del fracaso político

    Formación de la Comunidad de Paz en 1997

    Evoluciones de la Comunidad de Paz 1998-2016

    Conclusión

    Capítulo III. Desindigenizados pero no derrotados: raza, resistencia y solidaridad transétnica

    Guerra capitalista, enemigos internos y raza

    Mestizaje y multiculturalismo

    Racialización y campesinos en Urabá

    Solidaridad transétnica contra la división multicultural

    Conclusión

    Parte II. ¿Qué es paz?

    Capítulo IV. La paz no viene de ellos: antagonismos en la coyuntura de paz en Colombia

    Perspectivas militares y del Gobierno nacional

    Presentación de las perspectivas de los movimientos sociales

    Perspectivas de los movimientos sociales i: rechazo del discurso de paz

    Perspectivas de los movimientos sociales ii: Estado social de derecho

    Perspectivas de los movimientos sociales iii: transformaciones interpersonales

    Perspectivas de los movimientos sociales iv: redes de autonomía y resistencia

    Conclusión

    Capítulo V. El poder de no participar en la guerra: paz transrelacional radical

    Denunciar la guerra, reafirmar la supervivencia

    Crear comunidad

    La comunidad de paz como rupturas

    Conclusión

    Parte III. ¿Qué es política?

    Capítulo VI. La tierra es nuestra madre: otras territorialidades de dignidad ecológica

    Sobre tierra y territorio

    Caravanas de solidaridad

    Universidad Campesina de Resistencia

    Centros agrícolas

    Fincas autosuficientes

    Conclusión

    Capítulo VII. La memoria es la fuerza de la resistencia: otra política mediante de la conmemoración

    Memoria encarnada y con base en el lugar: conmemoraciones de masacres

    Ausencia y presencia a través de memoria material: piedras

    Conciencia y compromiso

    Defensa de la tierra por medio de redes

    Crear y difundir historia: pinturas folclóricas

    Conclusión

    Epílogo

    Apéndice

    Cronología histórica

    Referencias

    A los miembros del pasado y a los presentes de

    la Comunidad de Paz de San José de Apartadó,

    por inspirarme a mí y a muchos otros con

    su sabiduría y práctica de resistencia.

    Siglas y acrónimos

    acinAsociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca

    agcAutodefensas Gaitanistas de Colombia

    anucAsociación Nacional de Usuarios Campesinos

    aucAutodefensas Unidas de Colombia

    elnEjército de Liberación Nacional

    eplEjército Popular de Liberación

    farc-epFuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia—Ejército del Pueblo (comúnmente, farc)

    forFellowship of Reconciliation (Movimiento de Reconciliación)

    forppfor Peace Presence (for Presente por la Paz)

    moviceMovimiento de Víctimas de Crímenes de Estado

    pcnProceso de Comunidades Negras

    recorreRed de Comunidades en Ruptura y Resistencia

    serpajServicio Paz y Justicia

    upUnión Patriótica

    Reconocimientos

    No puedo enfatizar lo suficiente la vasta dimensión en que este libro es el producto de un pensamiento colaborativo y colectivo con miembros de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, diferentes movimientos sociales colombianos, compañeros acompañantes internacionales y colegas académicos. Asumiendo que cualquier error en el texto es exclusivamente mío, quisiera hacer un reconocimiento a todas las numerosas personas sin las cuales este trabajo no hubiera sido posible.

    Comienzo agradeciendo a Louis Compoginis del Cabrillo College quien fue el primero en animarme a estudiar la política colombiana y el papel de los Estados Unidos allí y en últimas viajar al país. También estoy profundamente agradecido con Arnold Bauer y Candace Slater de la Universidad de California que fueron mis mentores en los proyectos universitarios de pregrado y me alentaron a continuar realizando investigación en ­Suramérica. Asimismo, tampoco hubiera sido posible este proyecto sin los años de apoyo de los geógrafos Claudia Leal y Shawn van Ausdal que me apoyaron como asesores académicos desde aquellos años de estudiante de pregrado. Junto con Andrés Guhl, Claudia y Shawn posibilitaron que me incorporara institucionalmente al Departamento de Historia de la Universidad de los Andes en el año de trabajo de campo para desarrollar mi tesis. También quiero expresar mi gratitud con la Fundación Interamericana (iaf), el Institute for the Study of the Americas de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill (isa), la Tinker Foundation, la Mellon Foundation y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill por haber financiado mi trabajo de campo en la tesis doctoral y la elaboración de ésta. El fondo de arranque de la Dirección de Investigación de la Universidad del Rosario contribuyó en la revisión y la traducción del manuscrito y a que éste se convirtiera en un libro, mientras financiación del School of Public Service de Boise State University aportó a su finalización. Mis agradecimientos están también con la Dirección de Investigación de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario e Ingrith Torres de la Editorial Universidad del Rosario por sus apoyos en el proceso de publicación. Agradezco asimismo a mi traductora, Claudia Ríos, quien fue una editora ejemplar y tradujo al español la versión en inglés publicada por la University of Pittsburgh Press, donde el editor Joshua Shanholtzer y dos pares académicos ayudaron a mejorar de manera sustancial mis argumentos.

    Como estudiante doctoral de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill tuve el honor de contar con la asesoría de un comité de disertación extraordinario. En mi primer semestre Renée Alexander Craft comenzó a formarme como etnógrafo performativo crítico, es decir, desde un abordaje ético, creativo y político de la investigación sin el cual no podría imaginar mi trabajo. Álvaro Reyes me guió en la teorización sobre raza y territorio, así como en el marco de otra política de emancipación, esenciales en mi praxis política. El trabajo teórico de Arturo Escobar y su personificación cotidiana de una política decolonial feminista contribuyeron a mi forma de pensar y de actuar más de lo que él hubiera llegado a imaginar. Estoy profundamente agradecido con Altha Cravey y Banu Gökariksel por su guía como geógrafas feministas, quienes en incontables ocasiones me dieron retroalimentación crítica y ánimo en mi trabajo escrito y performativo. Otros académicos que me apoyaron y ayudaron a conformar mi pensamiento a través de conversaciones personales y sus cursos incluyen a Sara Smith, John Pickles, Della Pollock, Gabriela Valdivia, Dottie Holland, Sherryl Kleinman, Scott Kirsch, Larry Grossberg y Eunice Sahle. Mi gratitud también va dirigida a Philip McDaniel, Matthew Burns y Martín Silva por su asistencia técnica en la elaboración de los mapas incluidos en este manuscrito.

    También quisiera agradecer a una larga lista de colegas y compañeros que me han acompañado en la travesía de este proyecto. A mis compañeros participantes en los grupos de lectura sobre el marxismo tanto como la raza y el espacio: Stevie Larson, Yousuf Al-Bulushi, Adam Bledsoe, Priscilla Ferreira, Willie Wright, Pavithra Vasudevan, Conor Harrison, Laura Gutiérrez, Autumn Thoyre y Kim Engie, nuestros espacios constituyeron en realidad una alternativa de colaboración y pensamiento crítico contrariamente al individualismo y la competitividad tan dominantes en la universidad contemporánea. Lo mismo he de decir acerca de la asesoría e inspiración que recibí de mis compañeros etnógrafos performativos, con muchos de los cuales cofundé el Hurston Collective for Critical Performance Ethnography: Pavithra Vasudevan, Helen Orr, Seana Monley, Eric Sorenson, Marie Garlock, Kashif Powell, Sonny Kelly, Andreina Malki, Anusha Hariharan y Elizabeth Melton. También quiero expresar mi especial agradecimiento a Ahsan Kamal por poner en marcha proyectos colaborativos en la teoría y la política sur-sur alrededor de los marcos de poscolonialidad y decolonialidad. Asimismo, se profundizó mi concepción de paz en el tiempo que estuve en la Corporación Universitaria Minuto de Dios, trabajando al lado de colegas excepcionales en los temas de la paz y el desarrollo Óscar Useche, Ligia Naranjo, Ignacio Holguín, Carlos Eduardo Martínez Hincapié, Amparo Cadavid, Tatiana Gutiérrez y Angélica Nieto. Mi trabajo también se benefició enormemente de las conversaciones y colaboraciones con Julieth Albarracín, Diana Gómez Correal, Laura Gutiérrez Escobar, Eloísa Berman Arévalo, Miguel Rojas Sotelo, Marwa Koheji, Anthony Dest, Gustavo Pérez, Jesús Alejandro García, Arlene Tickner, Sandra Montoya, Gwen Burnyeat, así como miembros del colectivo Estudios de Género en el Sur: Paula Reina, Mariana Silva, Hugo Beltrán, Verónica Castillo, Sofía Guzmán, Karen Yepes, Madelyn Eslava, Laura Calderón, Valentina García, Juanita Roque y Dania Lombana. De igual manera, Yousuf Al-Bulushi, Stevie Larson, Anthony Dest, Chelsea Schields y mi madre, Mary Courtheyn, me brindaron comentarios críticos sobre las versiones preliminares de este manuscrito.

    Un reconocimiento especial hago a todos los miembros de for Presente por la Paz y Red de Acompañantes Internacionales en Solidaridad (rais) con quienes trabajé en Colombia, compartí múltiples bellos momentos y aprendí demasiado sobre lucha política y trabajo en equipo: Mayra Sofía Moreno, Amanda Jack, Sarah Weintraub, Camila Nieves, Marcie Ley, Janice Gallagher, Nico Udu-gama, Marion Hiptmair, Jon Patberg, Martín Cranley, Gina Spigarelli, John Lindsay-Poland, Liza Smith, Candice Camargo, Susana Pimiento, Irmgard Ehrenberger, Peter Cousins, Rebecca Gindele, Irene Benítez, Emily Schmitz, Michaela Soellinger, Tom Power, Adilah Nasir, Kevin Coulombe, Danny Malakoff, Julia Drude, Moira Birss, Rita Carvajal, Paul Kozak, Gilberto Villaseñor, Rachel Dickson, Isaac Beachy, David Benítez, Jaime Connatser, Luke Finn, Jake Jenzen, Gale Stafford, Kaya Sugarman, Isabel Moris, Laetitia Sengseis y Joe DeRaymond. A los anteriores, sumo reconocimientos a Sarah Weintraub, Gale Stafford, Luke Finn y Mayra Sofía Moreno por permitirme utilizar sus fotos, y a Michaela Soellinger por abrirme las puertas a la escuela de investigación de paz transracional. Estoy también agradecido de haber acompañado en San José de Apartadó al lado del equipo de Operazione Colomba, que también generosamente me regaló copias impresas de dos libros del intelectual comunitario Eduar Lanchero.

    Tengo una inmensa gratitud con las personas y organizaciones colombianas que compartieron su tiempo e ideas conmigo a lo largo de todos estos años. Además de con la Comunidad de Paz, estoy muy agradecido por haber entrevistado y haber caminado con el padre Javier Giraldo, al igual que con miembros de Awasqa, Tierra Digna, acin, Hijos e Hijas por la Memoria y contra la Impunidad, Tierra y Vida, Red Juvenil de Medellín, Acción Colectiva de Objetores y Objetoras de Conciencia, serpaj Colombia, Sembrandopaz, cocomopoca, movice, cocomacia, San Basilio de Palenque, Marmato y la Pastoral Social de Quibdó. También quiero expresar mi muy especial agradecimiento a Sebas Patiño, Alejo Vergara y Julián Londoño por nuestras incontables conversaciones sobre política y teoría durante tantos años, conversaciones que influyeron de forma profunda en mi manera de pensar. Por último, también agradezco a doña Edilma, don Dorian y la familia en Medellín quienes tan amablemente me abrieron la puerta de sus hogares cada vez que necesité un lugar dónde quedarme en los años de mi trabajo de campo.

    Siendo yo músico, también quiero hacer un reconocimiento a Steel Pulse, Bob Marley, Midnite, Hugh Mundell, Public Enemy y Rush quienes, a través de las letras de sus canciones me confrontaron, en una edad temprana, con perspectivas críticas sobre la raza, el colonialismo y el capitalismo. Gracias a mi hermano Paul, a Justin, Noel, Dustin, Joel y Dave por conectarme con estos artistas que desempeñaron un papel clave en abrir mi mente a las teorías críticas sobre la violencia y que ahora incorporo en mi actividad académica.

    No puedo terminar sin agradecer a mi madre, mi padre, mi hermano y mi madrina Connie Smythe quienes me han apoyado en mi vida activista e intelectual a lo largo de todos los años. Estoy muy agradecido con sus múltiples maneras de apoyo y amor.

    Para concluir, quiero manifestar mi gratitud a los antiguos y a los presentes miembros de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, incluyendo a doña María Brígida González, Javier Sánchez, Doña Fidelina Sepúlveda Puerta, Jesús Emilio Montoya, Berta Tuberquia Quintero, Jesús Emilio Tuberquia, Eduar Lanchero y a todos los demás cuyos nombres y contribuciones permanecen anónimos, con quienes tuve el honor de compartir camino y teorizar sobre cómo lucen en la práctica la dignidad y otro mundo. Espero que este libro haga justicia a la profundidad y la inspiración que su experiencia de paz, la de ustedes, es en realidad.

    *****

    Por razones de seguridad no revelo los nombres individuales de los y las entrevistados, pero me refiero a ellos como miembro de la comunidad, oficial y activista, etcétera. No obstante, respeté la solicitud de algunas personas de identificarlos por su nombre, incluyendo al sacerdote jesuita Javier Giraldo Moreno, a los antiguos acompañantes de for Michaela Soellinger y Luke Finn, así como los miembros de la Comunidad de Paz María Brígida González y Javier Sánchez, entre otros. Por último, cuando se transcriben las voces de eventos, exposiciones o documentales públicos, cito los nombres de las personas. Los voceros de dichas fuentes, citados comúnmente, incluyen a los líderes de la Comunidad de Paz Jesús Emilio Tuberquia y Eduar Lanchero.

    *****

    Algunas de las ideas presentadas en este trabajo se derivan de material publicado anteriormente en otros formatos. El capítulo iii se desarrolló en parte sobre la base de un artículo publicado en Ethnic and Racial Studies (2019), propiedad intelectual de Taylor & Francis, accesible en internet en: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/01419870.2018.1554225, cuya traducción al español fue publicada como Desindigenizados pero no vencidos: raza y resistencia en la Comunidad de Paz y la Universidad Campesina en Colombia en la Revista Colombiana de Antropología 56(1): 143-165 (2020). Apartes del Capítulo vi fueron publicados en el artículo Territories of peace: alter-territorialities in Colombia’s San José de Apartadó Peace Community (2018) en The Journal of Peasant Studies 45(7): 1432-1459, accesible en línea en: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/03066150.2017.1312353, que fue publicado en castellano como Territorios de paz: otras territorialidades en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Colombia en la revista Territorios 40: 291-318 (2019). Una versión abreviada del capítulo vii se publicó como ‘Memory is the strength of our resistance’: an ‘other politics’ through embodied and material commemoration in the San José Peace Community (2016), en Social & Cultural Geography 17(7): 933-958, propiedad intelectual de Taylor & Francis: https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/14649365.2016.1139172, cuya traducción al castellano fue publicada en la revista Polisemia 25: 58-82 (2018). El presente libro también parte de ideas que se expusieron en los artículos Peace geographies: Expanding from modern-liberal peace to radical trans-relational peace (2018), en Progress in Human Geography 42(5): 741-758, propiedad intelectual de sage Publications: https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0309132517727605 y Comunidad de Paz: Una paz ‘otra’ en San José de Apartadó (2016) en la revista Polisemia 22: 55-72.

    Prólogo

    En febrero de 2015 mi comunidad local en Chapel Hill, Carolina del Norte, en donde yo era estudiante en ese entonces, había sido sacudida. Un hombre blanco islamofóbico había masacrado a tres universitarios musulmanes que eran sus vecinos. Algunos estudiantes hicieron una vigilia para denunciar las muertes y conmemorar a las víctimas. Meses después, el día en que comencé a escribir este manuscrito, otra masacre ocurría en los Estados Unidos. Este hecho aumentaba el grave cúmulo de múltiples casos de asesinatos realizados por policías y fuerzas parapoliciales contra negros que estaban siendo denunciados públicamente en Ferguson, Misuri y más allá. El 17 de junio Dylan Roof, un hombre blanco de 21 años, mató a nueve afroamericanos de la Iglesia Africana Metodista Episcopal Emanuel (ame, por sus siglas en inglés) en Charleston, Carolina del Sur. Entre los lugares religiosos asociados con el movimiento negro de liberación, la iglesia ame de Charleston había sido incendiada hasta los cimientos en una rebelión de los esclavos en la década de 1820, historia de resistencia a la que se hace consecuente referencia en los sermones de los pastores. En 2015 volverían a sufrir otro ataque. Estando sentados en un grupo de estudios bíblicos, Roof disparó al pastor, reverendo Clementa Pinckney, al reverendo Depayne Middleton Doctor, así como a Sharonda Coleman-Singleton, Cynthia Hurd, Daniel Simmons, Myra Thompson, Ethel Lance, Susie Jackson y Tywanza Sanders.

    ¡Presentes!

    Mientras la noticia se daba en Charleston no pude evitar recordar las historias y la presencia de aquellos asesinados en dos masacres en la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Colombia. Este es un grupo de aproximadamente mil campesinos, quienes en general son descendientes de pueblos indígenas. Desde 1997, en la región de Urabá, azotada por la guerra, ellos se han comprometido con el trabajo comunitario y participan en redes de derechos humanos para hacer resistencia al desplazamiento forzado y la cooptación de las fuerzas paramilitares, del Ejército y de la guerrilla. El 8 de julio de 2000, en la vereda La Unión paramilitares alinearon a seis coordinadores de trabajo comunitario y les dispararon mientras un helicóptero del Ejército sobrevolaba. Uno de los seis, Rigoberto Guzmán, miembro del Consejo Interno de la Comunidad de Paz, se rehusó a obedecer la orden de los paramilitares de arrodillarse. Los paramilitares le dispararan estando de pie: Rigoberto Guzmán, Jaime Guzmán, Humberto Sepúlveda, Elodino Rivera, Diafanor Díaz, Pedro Zapata.

    ¡Presentes!

    La masacre de 2000 en La Unión, pintura de María Brígida González

    Fotografía del autor, con permiso de la artista.

    El 21 de febrero de 2005 en las veredas Mulatos y La Resbalosa una operación conjunta de militares y paramilitares mató otros ocho. Los atacantes descuartizaron con machetes los cuerpos de las víctimas, entre estas se encontraban tres niños y un fundador de la Comunidad de Paz, Luis Eduardo Guerra. En 2009 paramilitares desmovilizados testificaron que, después de asesinar a los adultos, mataron a Santiago, de un año de edad, y a Natalia, de cinco, siguiendo las órdenes de los comandantes de la Brigada xvii del Ejército Nacional para eliminar a estos testigos de la masacre porque era preferible matarlos antes de que crecieran y se convirtieran posiblemente en guerrilleros (Semana 2009; Giraldo Moreno 2010): Natalia Tuberquia, Santiago Tuberquia, Sandra Muñoz, Alfonso Bolívar Tuberquia, Bellanira Areiza, Deiner Guerra, Luis Eduardo Guerra.

    ¡Presentes!

    Esta palabra, presente, comúnmente se acostumbra a decir en voz alta en las conmemoraciones a los muertos en América Latina. También se usa en Estados Unidos y otras partes en encuentros de activistas en solidaridad con migrantes y aquellos asesinados por la violencia política, en especial personas asesinadas por parte de las fuerzas armadas de los países respectivos, entrenadas por las fuerzas militares estadounidenses. El mayor de dichos encuentros es la protesta y vigilia de soa Watch (Vigilantes de la Escuela de las Américas), que se realiza cada año en noviembre en Columbus, Georgia.

    Cuando escucho, digo o escribo presente siento algo. Pero no es algo que pueda explicar racionalmente. Lo siento. A ninguno de los individuos de la Comunidad de Paz o de la iglesia ame Emanuel nombrados arriba los conocía personalmente. Sin embargo, siento que están ahí, están aquí. De acuerdo con los hallazgos de Diana Gómez Correal (de próxima publicación) sobre las conexiones que mantienen los familiares con sus seres queridos asesinados por la violencia política, los muertos siguen existiendo, no solo como una creencia evocada en las mentes de quienes los recuerdan (De la Cadena 2015). Al haber participado en conmemoraciones de las masacres de 2000 y 2005 en San José de Apartadó, siento una conexión especial con estas víctimas que desafían el militarismo. Al evocar a personas, espíritus e historias de violencia y resistencia, la voz de ¡Presente! puede cultivar la comunión con los muertos, al igual que la solidaridad entre aquellos que luchan por un mundo en justicia y dignidad (Taylor 2020). Esta interconectividad no es una realidad inherente, más bien parece ser producida gracias al poder generador de solidaridad de la conmemoración.

    La memoria es uno de los principios fundamentales de la Comunidad de Paz que ellos promulgan al conmemorar su historia comunitaria. En particular, conmemoran a aquellos campesinos que han sido asesinados a lo largo de la guerra. Pronunciar los nombres de las víctimas y proclamar los valores por los que murieron es un acto performativo mediante el cual los actores, unidos por testimonios, crean significado y fuerza política. Como miembro de la Comunidad de Paz, doña Brígida González dijo al abrir mi primera entrevista de trabajo de campo: la memoria es la fuerza de la resistencia (Entrevista personal 2011).

    La resistencia recordada. Pintura de las víctimas de la masacre de 2000 en La Unión

    Fotografia del autor.

    No hago parte de la Comunidad de Paz ni de la comunidad episcopal de Charleston. No pertenezco a sus organizaciones ni a su clase racial. Mi conexión es diferente. He trabajado con los miembros de la Comunidad de Paz desde 2008, cuando trabajé por primera vez como acompañante internacional con la organización Presente por la Paz del Movimiento de Reconciliación (forpp, por sus siglas en inglés: Fellowship of Reconciliation Peace Presence). Enfrentando intensos niveles de violencia, la Comunidad de Paz solicitó a forpp a que ubicara un equipo de observadores permanentes en la vereda La Unión. En 2002 llegaron los primeros acompañantes para servir como testigos del proceso de la comunidad, con la esperanza de que su presencia desalentaría a los grupos armados de cometer ataques. Se trataba de acompañar a grupos en actividades de cultivo o de reasentamiento, en las peregrinaciones de la Comunidad en conmemoración de las masacres, al igual que a líderes que viajaban a otras veredas o ciudades para encontrarse con otros campesinos o sus redes nacionales y diplomáticas. Nuestro trabajo también incluía escribir reportes acerca de la situación de derechos humanos en San José y reunirnos con miembros del Gobierno colombiano, embajadas e instituciones de derechos humanos. Después de trabajar con forpp me matriculé en la universidad para desde la academia analizar el significado de la resistencia de la Comunidad de Paz como parte de mi proyecto intelectual más amplio con miras a teorizar sobre cómo ocurre el cambio político y para crear alternativas al militarismo y la injusticia. Dados los muchos años que he trabajado en solidaridad con la Comunidad de Paz siento una responsabilidad particular por reflexionar de manera crítica sobre mi papel ahí y sobre lo que hago más allá de San José en términos de las repercusiones de mi acompañamiento e investigación.

    En otras palabras, vivo y estoy implicado en el mismo mundo. Como hombre blanco de clase media de Estados Unidos no soy el blanco de esta violencia. Y utilizo el término blanco de manera intencional. En castellano la palabra tiene dos significados que aparentemente no están relacionados: el color blanco y un objetivo, estar en la mira. Sin embargo, si se reflexiona de modo más amplio, estos dos significados sí están relacionados, pero en una relación opuesta entre sí. Ser blanco en el mundo moderno-colonial significa precisamente no ser el blanco de violencia sistemática (Fanon 2008; Wilderson 2010). Es justo por ello que las comunidades de paz y otros defensores de derechos humanos en países del sur global como Colombia invitan a personas como yo para que sirvan de guardaespaldas desarmados (Mahony y Eguren 1997). El acompañamiento por parte de blancos y ciudadanos del norte global busca prevenir violaciones a los derechos humanos ofreciendo presencia física al lado de las comunidades amenazadas y realizando cabildeo político con las autoridades estatales para promover el respeto a los derechos humanos (Koopman 2011, 2014; Pratt 2008). Al hacer esto los acompañantes y otros aliados difunden las experiencias e ideas de los movimientos sociales a un público más amplio. Ésta es una tarea que he mantenido como académico, incluyendo el presente libro.

    El acompañamiento es una estrategia de los defensores de derechos humanos en el sur global. Pero también es utilizado por activistas en el norte global para intervenir contra las políticas militares de sus gobiernos en el extranjero, en especial la cooperación militar de Estados Unidos en Latinoamérica. Debido a las medidas de asistencia del Plan Colombia firmadas en el año 2000 Colombia se convirtió en el mayor receptor de ayuda militar norteamericana del hemisferio occidental. Mientras el acuerdo apoyaba también iniciativas de desarrollo mediante la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (usaid) y reformas al sistema judicial de Colombia, aproximadamente el 68 % del paquete de más de 11 billones de dólares se ha destinado a ayuda militar: helicópteros, fumigación aérea de cultivos de coca, colaboración en inteligencia y entrenamiento de soldados (Lindsay Poland 2020; Tate 2015; Londoño 2015). El Plan Colombia se ha construido a partir de los antiguos lazos entre los dos países, incluyendo, pero no limitándose a la guerra contra las drogas (Gill 2005; Hylton 2006). Dicha asistencia ha sido asociada a representaciones discursivas en Estados Unidos sobre Colombia como una democracia ejemplar, así como otro Vietnam que requiere ayuda (Murillo 2004). Pese a supuestas protecciones a los derechos humanos en el marco del acuerdo, estudios han demostrado una correlación positiva entre el entrenamiento estadounidense y los asesinatos a civiles por parte de soldados colombianos, que llegan a más de 5000 desde que el Plan Colombia entró en vigencia (Fellowship of Reconciliation y Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos 2014). El acompañamiento de protección internacional es por esta razón un método para que los activistas —de Estados Unidos en este caso— den testimonio de los efectos de la ayuda militar con el fin de documentar y oponer resistencia a sus impactos.

    ¿Están conectadas las experiencias de la iglesia ame Emanuel y la Comunidad de Paz? ¿Como se relacionan Charleston, San José de Apartadó y otros innumerables casos de violencia? Algunos argumentarán posiblemente que cada caso es producto de su contexto complejo y único. Sin duda cada cual tendrá sus peculiaridades propias, pero ambos grupos están aun así conformados por sujetos racializados que son blancos de violencia debido a sus historias de resistencia. Mientras tanto, los funcionarios gubernamentales con frecuencia niegan cualquier tipo de naturaleza sistemática que origine tal violencia calificando estas masacres de sin sentido, producto de unas pocas manzanas podridas o de individuos enfermos mentalmente (Butler 2015; Sullivan, Berman y Kaplan 2015; Tate 2007; The Washington Post 2015). Pero, ¿no tienen sentido estos asesinatos?

    En efecto, un lente global de análisis revela hilos comunes: racialización, colonialismo, así como la profunda negación a reconocer o afrontar de manera directa estas conexiones por parte de los Estados. Uno de los propósitos de este libro es explorar el rol del racismo en la violencia en contra de la Comunidad de Paz, para participar en el movimiento global y así teorizar la raza y acabar con la supremacía blanca. Otro propósito consiste en describir el proyecto afirmativo de paz de San José de Apartadó. Su resistencia a la guerra por más de dos décadas es uno de los ejemplos de movimientos sociales, en especial en América Latina, que siguen desafiando este sistema de muerte en el mundo moderno. El compromiso intenso de San José de Apartadó de conmemorar continuamente su historia organizacional y a aquellos que han sido asesinados en el transcurso del proceso centra la atención sobre el papel de las acciones performativas de memoria en la lucha política. En un tiempo en el cual la violencia racista pareciera no hacer otra cosa que arreciar, desde los asesinatos de Marielle Franco y Berta Cáceres a George Floyd y Breonna Taylor, conmemorar las historias y estrategias de resistencia es más imperativo que nunca. En un esfuerzo por analizar el significado de la Comunidad de Paz luego de haber sido privilegiado al ser testigo de su construcción de paz por más de una década ofrezco este libro para sumar a este proyecto de memoria.

    Introducción

    Comunidades de paz:

    dignidad ecológica como ruptura anticolonial

    En octubre 2013, un grupo de comunidades rurales de varias regiones de Colombia se reunieron en una pequeña vereda en las lomas de San José de Apartadó para participar en talleres sobre la resistencia a la guerra del país. San José está localizado en la región del Urabá en Colombia, colindando con Panamá. Siendo un lugar de conflicto armado intenso por décadas entre soldados de las Fuerzas Armadas nacionales, escuadrones paramilitares de muerte y guerrillas insurgentes, el Urabá ha estado entre las zonas más destrozadas por la guerra. Es también el lugar donde surgió una de las oposiciones más emblemáticas a la guerra: la Comunidad de Paz de San José de Apartadó. Enfrentando amenazas, asesinatos y desplazamientos forzados, los campesinos¹ de San José se declararon una comunidad de paz en 1997. Prometieron rechazar todo apoyo a los grupos armados con información, provisiones o alimentos. Se comprometieron a tomar decisiones autónomamente, sin involucrar a los grupos armados y a participar en grupos de trabajo que cosecharían cultivos y repoblarían las veredas abandonadas. San José es una de un número de comunidades en Colombia que han opuesto resistencia al conflicto armado creando zonas de paz autónomas a la vez que toman parte en una red de solidaridad que aglutinan dichos grupos. Esta red se reúne periódicamente en lo que ellos denominan la Universidad Campesina de la Resistencia, en la cual las comunidades campesinas, indígenas y negras comparten conocimientos sobre agroecología y derechos humanos para conformar sus estrategias de resistencia al desplazamiento forzado.

    El encuentro de la Universidad Campesina de 2013 fue precedido por días de caminata a través de los caminos de San José para confrontar a los paramilitares en los alrededores que habían inducido otra serie de desplazamientos forzados debido a las amenazas a los pobladores y al secuestro de un joven. Varias comunidades indígenas y campesinas de todo el país, al igual que periodistas y aliados internacionales, incluyéndome, se unieron a la marcha. Caminamos a través de barro espeso y cruzamos ríos para llegar a veredas separadas por largas horas de camino. Los paramilitares huyeron a las montañas y se rehusaron a dar la cara a nuestra caravana, pero nosotros, no obstante, los escuchamos disparando tiros al aire desde la distancia. Encontramos unas pocas familias que aún permanecían viviendo en lo que antes habían sido poblados. Agradecieron a la Comunidad de Paz por su solidaridad y pidieron que hubiera más visitas de este tipo en el futuro.

    De regreso en el terreno de la Comunidad de Paz, los talleres de la Universidad Campesina siguieron su curso. Un tema en discusión fue el proceso de paz, entonces en marcha, entre el Gobierno colombiano y el grupo guerrillero más antiguo y de más larga trayectoria en América Latina, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia—Ejército del Pueblo (farc-ep, más nombrado como farc). Algunas personas que asistían al evento expresaron su esperanza de que un acuerdo de paz ayudaría a desescalar los ataques contra las comunidades rurales y los defensores de derechos humanos. Otros eran escépticos y señalaban que el Ejército nacional y los paramilitares continuaban operando a lo largo de todo el país. Un líder de la Comunidad de Paz observó: La gente cree que en Colombia vamos para la paz. Pero para la paz de los cementerios, pues los asesinatos no cesaban. Este comentario sarcástico provocó risas en los asistentes, burlándose implícitamente del discurso dominante que decía que la paz estaba en camino.

    La conversación se tornó en una discusión acerca de las respectivas estrategias de las comunidades en medio de este contexto. El líder de la Comunidad de Paz manifestó

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