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Terracot: Entre contratos y paraguas
Terracot: Entre contratos y paraguas
Terracot: Entre contratos y paraguas
Libro electrónico382 páginas5 horas

Terracot: Entre contratos y paraguas

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Información de este libro electrónico

Luego de una emergencia aparentemente accidental dentro de una empresa, se empiezan a descubrir ciertos hechos que van involucrando poco a poco a un grupo de personas en una amistad que les permite ir descubriendo un encadenamiento de eventos muy bien planificados y complejos con objetivos que les sorprenderán, llevándoles a aventuras que nunca

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento31 mar 2022
ISBN9781685740917
Terracot: Entre contratos y paraguas

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    Terracot - H. Lenzk

    Terracot_port_ebook.jpg

    TERRACOT

    Entre contratos y paraguas

    H. Lenzk

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos e imágenes fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable por los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2022 H. Lenzk

    ISBN Paperback: 978-1-68574-090-0

    ISBN eBook: 978-1-68574-091-7

    Índice

    CAPÍTULO 1

    LA EMERGENCIA

    CAPÍTULO 2

    EL ABOGADO INTENSO

    CAPÍTULO 3

    LA POLICÍA

    CAPÍTULO 4

    EL INSPECTOR ROJAS

    CAPÍTULO 5

    EL ABOGADO Y EL INSPECTOR

    CAPÍTULO 6

    LOS SMOKETEROS

    CAPÍTULO 7

    JUGO VERDE O CAFÉ

    CAPÍTULO 8

    EL PARQUE

    CAPÍTULO 9

    EL CONTROL DE ACCESO

    CAPÍTULO 10

    EL POSTRE PARA LLEVAR

    CAPÍTULO 11

    ENCUBIERTOS

    CAPÍTULO 12

    EL BAJO SUR DE TERRACOT

    CAPÍTULO 13

    LA RAZÓN EN EL CORAZÓN

    CAPÍTULO 14

    LA AMISTAD

    CAPÍTULO 15

    LA CELEBRIDAD

    CAPÍTULO 16

    LA LLAMADA

    CAPÍTULO 17

    EL HIJO PRÓDIGO DE CHINA

    CAPÍTULO 18

    EL TRUENO DE UN DISPARO

    CAPÍTULO 19

    LOS RECUERDOS

    CAPÍTULO 20

    EL CORCEL

    CAPÍTULO 21

    LAS OPCIONES EN LA DUDA

    CAPÍTULO 22

    LA ASAMBLEA

    CAPÍTULO 23

    LA TESIS DE UN PLAN

    CAPÍTULO 24

    EL PRESIDENTE

    CAPÍTULO 25

    LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

    CAPÍTULO 26

    LA FIRMA DIGITAL

    CAPÍTULO 27

    PENDIENDO DE UN HILO

    CAPÍTULO 28

    UN NUEVO CAMINO

    Las tormentas son fenómenos necesarios en la naturaleza, pues desprenden del mismo ambiente natural aquello que le sobra, te permiten recoger aquellos frutos al principio inalcanzables, pero también son un mecanismo de la misma naturaleza para empezar un nuevo ciclo; sin embargo, pasar por una de ellas es ciertamente atemorizante.

    Había entrado un temporal de lluvias y tormentas que ocasionaban que casi cada tarde y noche lloviera en la región; por eso, poco después del mediodía se veía a lo lejos cómo se acercaba una tormenta al centro urbano de Terracot; sin embargo, en ese momento se originaba una muy particular en el salón de juntas del quinto piso del edificio principal de la empresa Multiservicios de la O sociedad anónima.

    CAPÍTULO 1

    LA EMERGENCIA

    En el salón de juntas se desarrollaba una discusión entre algunos jefes departamentales por el hecho de la falta de presupuesto para el mantenimiento del sistema de ventilación y enfriamiento del edificio, adicionando que la mayoría de las computadoras fueron víctimas de un virus que afectó algunos sistemas de la empresa por un descuido de uno de los empleados de alto rango, al permitir abrir un email infectado.

    La sala de reuniones no contenía el alto volumen de las discusiones ahí desarrolladas; el presidente de la empresa no se encontraba ni cerca de dicho epicentro, pero alguien debía hacer algo antes que terminara esta situación en un desenlace dramático de mayor alcance.

    Así, en la sala se mantenía una discusión a gritos entre los presentes, queriendo imponerse unos con otros, con gestos agresivos y hasta amenazantes. Melissa, la coordinadora de presidencia y asistente personal del presidente, decidió intervenir en la reunión.

    Levantándose de su escritorio y acercándose con un enojo evidente, abrió la puerta y, al presenciar tal escena, le dio dos patadas a esta.

    La puerta retumbó contra la pared de vidrio, que vibró fuertemente, y de esta manera obtuvo la atención del personal ahí reunido.

    Melissa se queda en silencio observando a los presentes, mientras detenía con su pie la puerta que se regresaba por el rebote. Entonces, de manera enérgica y segura, les dice:

    —Si no pueden hablar como profesionales y personas civilizadas para resolver sus diferencias, será mejor que se larguen de la empresa, antes que llame a la policía, ¡mal amansados!

    Los presentes empezaron a mirarse entre ellos, pero sin más se sentaron, sin decir nada, como esperando a ver quién sería el valiente en desafiar a la coordinadora de presidencia y aguantarse la retahíla de adjetivos que Melissa le propinaría.

    Cuando Melissa observó que se sentaron en silencio, se volteó hacia uno de sus dos asistentes, fuera de la sala de juntas, indicándole al joven Brando que llamara a la directora de Recursos Humanos para que condujera la reunión, pues era necesario que estuviera ahí presidiendo el actuar de los presentes, y a Angelicé a que revisara la agenda de ocupación de la sala de juntas, para ver si se libraba de ellos de una vez.

    Mientras Melissa esperaba en la puerta de la sala de juntas como si fuera una celadora de una prisión, observando a cada uno de los presentes, se abre a cierta distancia el ascensor, de donde salía un joven subdirector de la empresa saludando alegremente a la recepción de presidencia:

    —Hola, chicos, buenas tardes, espero que todo vaya bien, vengo por un visto bueno del presidente, que mandé por email, ¿estará?

    Melissa suspira como cansada de la misma escena, pues Hiram solía subir a pedir un visto bueno que siempre se quedaba en espera, hasta que al presidente le diera la gana de firmar lo que este subdirector proponía o gestionaba.

    Hiram se queda en espera, notando que algo sucedía; en eso, el joven Brando termina su llamada y le comunica a Melissa lo que le dijo el asistente de la directora de Recursos Humanos:

    —Dice Elías que, si quiere, él puede venir a tomar nota, porque la jefa se encuentra en su momento de meditación de media mañana preparándose para almorzar; de lo contrario, sería luego cuando ella vuelva, o mañana.

    De esta forma, en tanto Melissa escuchaba lo que decía su asistente, su corazón le bombeaba más sangre a sus manos y a sus piernas, que la llevaban fuera de este epicentro directo a la Oficina de Recursos Humanos de la empresa, diciendo mientras se alejaba:

    —No le digas nada, voy para allá. Por cierto, recíbele el documento al subdirector de Operaciones y lo apilas con los otros documentos que tiene que revisar el presidente; hay una carpeta y un servidor de informática solo para este de acá.

    Melissa pasa junto a Hiram y le sonríe con una mueca, a lo que él responde muy simpáticamente, ya que le hacía gracia de repente verla enojada, pero no decía nada pues sabía que lo tomaría como una provocación a discutir.

    Hiram les hace un gesto como ahogando una risa en complicidad con Angelicé y Brando y les dice:

    —Parece que hoy es uno de esos días en que será mejor no ponérsele al frente al toro, ¿no?, y ni siquiera notó que no traigo documento físico, ¿ah?

    Los asistentes ríen en silencio por lo que Hiram dijo, mientras se ve a Melissa entrar al ascensor, siendo así que, en cuanto salió de la vista de la sala de juntas, los jefes departamentales volvieron a sus discusiones ruidosas.

    La sala de juntas volvió a su estado crítico original y sin nadie que interviniera, el joven Brando, volviendo a ver a Hiram con pena ajena, se dirige hacia la sala y, desde afuera, cierra la puerta de esta mientras espera a que Melissa regrese. Así, Hiram toma ventaja y le solicita ayuda a Angelicé para revisar unos emails sobre algunos informes y el estado de unas propuestas pendientes.

    Cuando Melissa salió del ascensor al cuarto piso, observó a su lado, en el amplio balcón, a su mejor amiga, quien era, además, la directora de Asuntos Legales de la empresa.

    Al parecer la licenciada se veía molesta y, al mismo tiempo, casi desesperada, con los ojos a punto de llorar mientras hablaba por su teléfono.

    Melissa olvidó hacia dónde se dirigía desde el momento en que vio a su amiga en tal estado, por lo que con lentitud, y esperando que Gabriela la notara, se fue acercando a la puerta del balcón.

    Gabriela sin soltar la llamada le pide con gestos que se acerque, mientras ella no para de caminar en círculos y negando incrédula lo que escuchaba por su celular; así, Melissa, girando su mirada a varios lados, se percató de que estaban solas y se acercó a un asiento en el balcón mientras terminaba su amiga de hablar.

    Gabriela cuelga y se acerca a Melissa, contándole que su hermana menor está a punto de volver con el exmarido, quien la había maltratado por años, y que tiempo atrás en una fiesta hasta trató de abusar de una de las invitadas. Una causa, y de las más importantes, para que luego se separaran, y donde además fue Gabriela, su propia hermana, quien le había ayudado para interponer el divorcio por muchas de las razones que lograron probar.

    Gabriela continúa diciéndole a Melissa, analizando la situación en general de su vida y familia:

    —Al parecer las mujeres de mi familia no aprenden, primero lo que había vivido con mis padres y ahora mi hermana.

    Bueno, Dios me ha bendecido con el marido que tengo y es un hecho que desde joven le pedí al Señor un buen marido y ahí está, amoroso conmigo y con su mamá.

    Melissa le replica casi de inmediato resaltando ciertas variables:

    —Pero tu padre ya no es el mismo de antes y ha cambiado mucho, vos misma me lo has dicho, que ahora es un hombre un poco más comprensivo.

    Gabriela le contesta:

    —¡Claro!, tuvo que cambiar luego que la familia le dio la espalda, y ahora con una nueva, no puede darse el lujo a su edad de terminar solo.

    Melissa, sabes bien que a veces soy la única que lo escucha, pues mi madre no logra aún desprenderse de reclamarle cosas a pesar de los años separados.

    Luego de lo dicho por Gabriela, ambas se quedaron calladas viendo el horizonte, observando cómo el tiempo cambiaba y oscurecía. De repente una brisa sopló fuertemente y empezó a llover, lo que provocó que se levantaran y corrieran hacia el interior del cuarto piso, al vestíbulo.

    Gabriela y Melissa se resguardan en el interior, cerca de la ventana junto a la salida hacia el balcón, donde se encontraban hace un instante, al mismo tiempo que cada una revisaba y arreglaba su aspecto, después de tal ajetreo ante la inclemencia sorpresiva del tiempo, mientras se notaba que el vestíbulo y los pasillos estaban casi vacíos, pues muchos estaban en sus oficinas o en el campo.

    Mientras se terminaban de arreglar, Melissa le pregunta a Gabriela:

    —¿Y qué le dijiste a tu hermana?

    Gabriela suspira y, levantando las cejas y las manos en gesto de impotencia, le responde a Melissa:

    —Pues que pensara en su hijo de ocho años y en su hija de cinco años, el ejemplo que ya vivieron y en lo que ellos y la familia saben de lo sucedido en aquella fiesta.

    Le recordé sobre las medidas cautelares, y que tuviera cuidado de que no fuese un truco para manipularla y retirar lo que les da algo de seguridad a ella y a sus hijos, básicamente.

    Melissa sonrió, respiró profundamente y le dijo:

    —Si tu hermana es la mitad de inteligente que vos, sabrá qué hacer, pues el carácter que manejan es de familia.

    No creo que debas preocuparte, no creo que se deje llevar tan fácilmente; ahora bien, si puedo hacer algo para levantarte el ánimo, me lo dices.

    Gabriela sabía que Melissa era increíble repostera, habilidad heredada del negocio familiar que traía desde su abuela, y que había decidido involucrarse una que otra noche, y fines de semana, para desarrollarse en lo que ella se había preparado y estudiado, empezando por su puesto en la empresa; por eso, ante tal ofrecimiento, inmediatamente Gabriela, sonriendo, le responde:

    —Un pastel de chocolate, pero me lo das este año, porque siempre que me ofreces algo duras meses en traérmelo. Por cierto, ¿llegó Hiram a presidencia?, ahí le revisé un informe con unas propuestas, para que el presidente le diera el visto bueno y presentárselo a Gambas, su jefe y director.

    Melissa, con expresión de no saber qué responder primero, prefiere evadir la primera reacción y le dice:

    —Vos sabés que ahí se quedarán esos informes y las propuestas pendientes hasta que el presidente le vea alguna conveniencia para sus propósitos.

    De verdad que es un tipo lindo, guapo, inteligente, pero qué majadero es al seguir insistiendo por quedar bien con alguien que no lo quiere.

    Gabriela la ve algo extrañada y le pregunta:

    —¿Estás hablando de la novia o del presidente?, porque no sé en qué momento me perdí del contexto.

    Deberías ser más cuidadosa, porque Hiram te quiere mucho como amiga, pero si seguís tratando de seducirlo te podés meter en problemas.

    Melissa exhala con resignación, como incomprendida de lo que escucha, y responde:

    —Siempre te ponés de su lado; además, que le pellizque una nalga no creo que le moleste, y eso no es seducir.

    Gabriela la vuelve a ver, sorprendida de lo que escuchaba, aunque recapacita recordando cómo era su amiga y le dice:

    —El acoso no solo es para las mujeres, amiga, y que Hiram sea nuestro amigo más querido no significa que puedas tomar ventaja de él ni de su género.

    Antes que Melissa dijera algo, pues con su cara lo decía todo, se escuchó en la calle una ambulancia que se acercaba a la puerta principal.

    Gabriela y Melissa salieron bajo la lluvia y se asomaron por el balcón del cuarto piso donde estaban para confirmar que, ciertamente, era en la empresa que se suscitaba la emergencia médica.

    Gabriela vuelve a ver a Melissa y es cuando la nota completamente pálida. Luego de tartamudear esta suelta un grito:

    —¡Se mataron, se mataron, alguien se murió en la sala de juntas!

    Como parte del protocolo de la empresa, en caso de una emergencia se restringe el uso de los ascensores a fin de que estén disponibles para que los paramédicos logren llegar a su objetivo lo antes posible.

    Así que, mientras Gabriela y Melissa decidían qué hacer, sabían que debían esperar a que pasara la emergencia o subir por las escaleras; sin embargo, para sorpresa de ellas, la puerta del ascensor se abre y, saliendo del ascensor, se podía ver a los paramédicos y la camilla de emergencia.

    Mientras ambas veían hacia el ascensor, Elías, el asistente de la directora de Recursos Humanos, salió a recibir a los paramédicos para dirigirlos al lugar del hecho.

    Cuando Elías les explicaba lo sucedido a los paramédicos, Melissa y Gabriela se acercaban con cautela tratando de escuchar y entender, y al parecer quien ocupaba la asistencia médica era la misma directora de Recursos Humanos.

    Ahora bien, había que sumar a esta emergencia actual que esta misma directora, tiempo atrás, había despejado un área de almacenamiento contigua a su oficina para que todo el que quisiera, y como parte de las amenidades de la empresa, pudiera usarla en su tiempo libre.

    El almacén, aunque pequeño, estaba equipado con artículos de yoga y pilates que en un inicio serían para todo el personal, pero que solo estaba usando la actual paciente en atención quien, por privacidad para sus sesiones, cerraba la puerta.

    El área de recreación era ventilada mediante el sistema del que se tenían serias dudas y que generaba ese día discusiones en el quinto piso. Las ventanas eran fijas, sin posibilidad de abrirse, más que unas ventilas muy pequeñas que permitían apenas el reciclaje con el aire exterior.

    Una vez que los paramédicos entraron y lograron sacar a la directora, no solo se podía concluir que el sistema de ventilación y enfriamiento estaba en mal estado o que el sitio era poco apto para cualquier tipo de actividad de recreación, sino que también había que notar que el humo que salía de dicha habitación no había activado el sistema de alarmas de incendios.

    Al parecer, la directora se desmayó sin causa conocida y, en apariencia, en su caída arrastró una vela que incendió el tapete con el que hacía sus meditaciones de media mañana.

    En el transcurso de la emergencia con la directora se volvió imposible lograr que esta recobrara la conciencia, pero había que rescatar que, para suerte de todos, Elías se había percatado de que el tiempo promedio de meditación se había rebasado casi por el doble.

    Gabriela y Melissa, interesadas en ayudar en lo acontecido, se dirigen hacia las puertas del ascensor y Gabriela, sin pensarlo, oprime el botón para abrirlo. De esta manera, sin retraso alguno los paramédicos ingresan con la camilla que llevaba a una inconsciente directora de Recursos Humanos hacia la ambulancia, y de ahí al hospital más cercano.

    Gabriela se despide de su amiga y se pierde de vista cuando ingresa por un pasillo que llevaba a su oficina, por el cual también estaba el cuarto de máquinas de los equipos de ventilación y enfriamiento.

    Melissa, con claridad absoluta sobre la situación, toma el otro ascensor disponible y, mientras este se dirigía al quinto piso, el sistema de alarmas se activó en todo el edificio, lo que implicó que todo el personal empezara a movilizarse a las salidas de emergencia y saliera de sus lugares de trabajo, evacuando el edificio completo.

    De esta manera concluyó una tarde en la empresa, las oficinas vacías, una ejecutiva de alto nivel en la sala de emergencias de un hospital, los bomberos ingresando a revisar las instalaciones, media tarde perdida, todo el personal afuera de las instalaciones bajo la lluvia y un grupo de empleados que aún continuaban discutiendo los mismos temas, pero bajo una tormenta que parecía dar inicio al temporal de lluvias en Terracot y otras tormentas que vivirían algunos, a partir de este día.

    FIN DEL CAPÍTULO 1

    En la vida nada se puede dar por sentado, ni siquiera lo que naturalmente determinamos como una norma. Los cambios pueden conducirnos a descubrir nuevas habilidades que creíamos no tener, como también nuevas perspectivas a ciertas situaciones que antes ni creíamos tener que vivir.

    El evento de la emergencia en el edificio principal de la empresa condujo a que la misma cerrara operaciones temprano, por lo que algunos tomaron ventaja de su tarde para distraerse un poco.

    CAPÍTULO 2

    EL ABOGADO INTENSO

    Por eso, al atardecer de ese día Hiram se encontraba en el apartamento de Anel; ambos compartían en el área de la cocina una botella de vino mientras sonaba un repertorio de todo tipo de música que ambientaba el lugar, añadiendo además que en el sitio se respiraba un olor a comida horneada.

    Anel estaba sacando del horno una de sus especialidades mientras Hiram, sentado en la mesa de la cocina, revisaba algunos mensajes de texto que le llegaban. Luego de unos minutos, mientras ella servía la comida, le dice a Hiram:

    —No entiendo cómo tu novia no pudo decirte que estaría de viaje esta semana, es que ¡ni siquiera te avisó!

    Ahora bien, esa botella de vino que le llevabas, pues te diré que acá no se va a desperdiciar, al menos de mi parte, ya que noto que apenas has tocado la copa.

    Por cierto, ¿le dijiste que venías para acá?

    Hiram exhala con un gesto resignado, pero entonces vuelve a ver la copa y, tomándola, bebe un buen y abundante trago; así, seguidamente le contesta a su amiga:

    —Anel, recordá que a veces por su trabajo en la aerolínea tiene estos imprevistos. Aunque es una lástima, porque quería sorprenderla con el vino y pasar la tarde con ella; pocas veces tenemos tiempo juntos por las tardes. Y a eso último, obvio no le dije, pues ella es muy celosa. Me cela hasta con la señora mayor en silla de ruedas de las verduras, de la esquina de mi barrio. ¡Pero bueno!, no importa ahora, porque con esta comida voy a olvidar mi autocompasión.

    Anel le replica, mientras servía más vino para ambos:

    —Es curioso, y no diré más que esto, pero un imprevisto de una semana donde lleva días afuera es algo extraño. En fin, no es asunto mío y no soy quién para aconsejar en relaciones, si las mías ni existen desde hace mucho.

    Ambos amigos se disponen a comer mientras ella, con un ligero suspiro y terminando con una risa ligera, dice:

    —Quiero a un hombre con experiencia, no jovencitos que no saben nada de la vida, pero mientras me conformaré con el vino y el chocolate, quienes serán mis dos amores a quienes les seré fiel. Por cierto, la noche anterior te soñé con que tenías un carro nuevo, eso me recuerda que deberías cambiar el tuyo, que siempre está en el taller, pues si yo logré cambiar el mío, pues con mayores posibilidades deberías hacerlo vos.

    Hiram ríe levemente y le contesta:

    —Aunque ella me reclama por atención, creo que se maneja bajo mucha presión, permanece muy ocupada, siempre se molesta por todo y a veces no sé qué quiere, pero ante todo eso, ojalá se interesara un poco más en mis cosas. Y hablando de mi carro, este está en el taller, pero por dicha nos encontramos en el supermercado, o mejor dicho, casi me atropellas frente a él.

    Anel le responde en tono de risa y de reclamo:

    —Hiram, por favor, venías caminando con las compras, hablando por teléfono y seguro discutiendo con tu novia porque ella se había fugado del país y solo a vos se te ocurre cruzar sin ver que el semáforo estaba en verde. Creo que deberías agradecer que era yo quien te había reconocido a la distancia, y eso que yo había pensado que me habías visto.

    Con esto último, Hiram y Anel ríen y empiezan a comer, mientras conversaban de otros temas. Al avanzar la tarde, se les veía disfrutando moverse al ritmo de la música contemporánea de discoteca o al otro extremo, donde ambos cantaban, sin reparo alguno, una que otra canción de despecho y libertad de viejas generaciones.

    Esa tarde la lluvia, aunque ligera, acompañaba y daba paso a una noche que sería más larga de lo esperado, pues cuando Hiram sube al taxi de plataforma digital no sabía cómo sus recuerdos en la empresa se relacionarían con esa noche.

    Hiram es de esos empleados que muchos empresarios quisieran tener, pues, con poco tiempo, se había ganado la confianza de muchos, y por mucho, también, la envidia de otros.

    Hiram era un joven profesional que se inició como un empleado de base técnica; sin embargo, desde su primer día se destacó con su atención algo maniaca a su trabajo, pues implementó estrategias para optimizar tiempo y recursos a la empresa en el área de limpieza donde le dieron la oportunidad.

    Este joven profesional saludaba a todos al llegar, abría las puertas de quien le seguía, cuidaba el puesto de algún compañero cuando ocupaba ausentarse por alguna emergencia, hasta le servía el café a la misma señora del servicio.

    Él era un joven que fue madurando con la empresa; con el pasar del tiempo fue ascendiendo de puesto, primero a coordinador de sección, luego a jefe de un departamento, luego a supervisor de procesos de la empresa y ahora a subdirector.

    Lo que no sabía Hiram es que su ascenso a director no se concretó por la misma envidia con que algunos lo impidieron desde sus puestos de poder, como por ejemplo el presidente de la empresa.

    El director de Operaciones y el presidente de la empresa se aliaban para opacar cualquier tipo de propuesta y hasta apropiarse de las ideas que Hiram desarrollaba, aunque de una manera diferente para no llamar la atención.

    Por ello, tiempo atrás, cuando Hiram propuso reemplazar la ventanería exterior con vidrios inteligentes con sensores fotovoltaicos, y tomando como ventaja una nueva empresa extranjera de origen holandés dirigida al campo de la energía solar que pretendía iniciar labores en el país, el presidente de la empresa y el director de Operaciones vieron aquello como la amenaza más grande para sus puestos.

    La empresa holandesa buscaba un proyecto modelo para impulsar su marca; así, entonces, Hiram se enfocó en proponerles un convenio para instalar, a un veinticinco por ciento del costo real, toda la ventanería exterior, conectando la energía de estos nuevos paneles, parcialmente, al sistema de energía del edificio principal.

    Este sistema de energía paralelo sería suficiente para abastecer el sistema de ventilación y enfriamiento de todo el edificio, mientras reemplazaban las baterías viejas y recicladas por unas nuevas y de mejor rendimiento.

    La memoria de cálculo de Hiram estimaba recuperar la inversión de ese veinticinco por ciento en menos de tres años, además de impulsar a la empresa hacia el sello verde que le generaría una ventaja sobre los diversos tipos de impuestos ante Hacienda y la competencia en el mercado.

    A pesar de que la propuesta era financieramente viable en ese entonces, el presidente la rechazó y la declaró como riesgosa, inmadura, poco técnica y sin fundamento económico real ante los nuevos cambios que se avecinaban en el mercado.

    Ahora bien, luego de dos años, el sistema de ventilación y enfriamiento no tuvo la atención suficiente y las baterías viejas y recicladas no fueron reemplazadas, ya que el presupuesto nunca se asignó para la renovación ni para dichas tareas de mantenimiento.

    Cuando Hiram llegó a su casa, empezó a recoger la basura para sacarla esperando que el camión de recolección pasara esa noche o en la madrugada, mientras seguía pensando en que la emergencia suscitada podía haberse prevenido con la ejecución de aquella propuesta; sin embargo, había algo que no le calzaba con todo lo acontecido alrededor de la directora de Recursos Humanos.

    Una vez que terminó parte de su quehacer, Hiram se dispone a descansar; por ello, inicia cambiándose la camisa con que andaba por un sweater para el frío que hacía esa noche, mientras llamaba a su novia, quien no le contestó, y le salió con el buzón de voz.

    A los pocos minutos, se decidió a llamar por internet a sus dos amigas y compañeras de trabajo en la empresa, Gabriela y Melissa, para conversar sobre lo sucedido, pues creía que podía desarrollar alguna propuesta partiendo de los detalles del día.

    Al conectarse los tres, se podía deducir claramente el ambiente en que cada uno estaba en ese momento, y era obvio que, del lado de Hiram, él estaba bastante más holgado en compromisos y quehaceres.

    Cuando Melissa contesta, se podía asumir que ella estaba en la cocina con su familia, en el negocio de la panadería, pues era notoria la voz de su abuela al fondo con gritos de autoridad, y hasta desesperación, sobre el proceso de preparación, donde sonaban utensilios y ollas que conducían a pensar sobre la dinámica que tenían.

    De la misma manera, al contestar Gabriela se escucha cómo estaba en conversaciones algo ajetreadas con su marido, sobre su atuendo y el horario de un restaurante. Gabriela les dice entonces, a ambos amigos, que ella estaba maquillándose y preparándose para salir a comer con sus madres, pero que podía hablar de todas maneras mientras se alistaba.

    Hiram no perdió el tiempo e inició diciéndoles lo que pensaba sobre los sucesos de la tarde:

    —Buscaré ser breve para no atrasarlas en sus cosas, pero le estuve dando vueltas en la mente a lo sucedido esta tarde. A mí, en lo personal, me parece extraño que la directora

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