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Acercamientos al espacio íntimo
Acercamientos al espacio íntimo
Acercamientos al espacio íntimo
Libro electrónico325 páginas5 horas

Acercamientos al espacio íntimo

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Acercamientos al espacio íntimo es un libro que explora la arquitectura de la intimidad; Por consecuencia, es un libro sobre la corporalidad, sobre el espacio del cuerpo y sobre el cuerpo del espacio. Sin embargo, la exploración nunca es directa o frontal. A la intimidad no se le puede acercar de esa manera, ya que ella por su propia na
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 ene 2022
ISBN9786074176124
Acercamientos al espacio íntimo
Autor

Iván Hernández Quintela

Iván Hernández Quintela estudió la Licenciatura en Arquitectura en Universidad de Texas. Ha impartido clases de proyectos, expresión y arquitectura efímera en el Departamento de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Iberoamericana. Fue sido becario del sistema Jóvenes Creadores, FONCA con el proyecto: “Prótesis Urbanas”. Fue seleccionado ganador del Young Architects Forum 2007 por la Architectural League of New York. Recibió la beca de “Textos Docentes” (Universidad Iberoamericana). Ha tenido exposiciones en Portugal, España, Holanda, Argentina y Nueva York.

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    Acercamientos al espacio íntimo - Iván Hernández Quintela

    Acercamientos al espacio íntimo

    Iván Hernández Quintela

    ACERCAMIENTOS AL ESPACIO ÍNTIMO

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.
    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    [LC] HM 1171 H47.2019                                              [Dewey] 302.13 H47.2019

    Hernández Quintela, Iván

    Acercamientos al espacio íntimo / Iván Hernández Quintela. - México: Universidad Iberoamericana Ciudad de México, 2019. – Publicación electrónica – ISBN: 978-607-417-612-4

    1. Espacio. 2. Espacio personal. 3. Relaciones interpersonales. I. Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Departamento de Arquitectura.

    D.R.© 2019 Universidad Iberoamericana, A. C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Primera edición: 2019

    Versión impresa

    ISBN: 978-607-417-573-8

    Versión electrónica

    ISBN: 978-607-417-612-4

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    MOVIÉNDOSE CON-TACTO

    Where to place intimacy?

    Hélène Cixous (1)

    NO SOY ESCRITOR, PERO POR SEGUNDA VEZ EN MI VIDA SIENTO LA necesidad de escribir. Particularmente, siento la necesidad de escribir sobre un tema con el que me he sentido abrumado, como si me invadiera y no me dejara continuar hasta lidiar con él. La primera vez que decidí escribir un libro vivía en el centro de la Ciudad de México y estaba llevando a cabo un proyecto de investigación sobre la informalidad. Todos los días salía a caminar la zona para documentar y reflexionar sobre eventos efímeros que surgían en la ciudad. Conforme las caminatas se convirtieron en un hábito cotidiano, inconscientemente me encontré hablando conmigo mismo; y así fue como surgió la idea de escribir Guía para la navegación urbana.

    Imaginaba que mis caminatas citadinas no eran en soledad y sentía la necesidad de compartir mis experiencias. Pues, por un lado, cuando caminaba siempre tenía en mente a algún artista, fotógrafo, cineasta, arquitecto, filósofo o escritor que había hecho de la ciudad su tema de obsesión y, por lo tanto, era una inspiración y una referencia en lo que yo intentaba hacer. Por momentos, bastaba imaginarme teniendo conversaciones con ellos sobre lo que iba sucediendo a mi alrededor, tratando de explicar, hablando en voz alta, como si ellos me escucharan, la manera en que yo iba interpretando y procesando los eventos urbanos con los que me enfrentaba. Pero, por otro lado, por más lúcida que mi imaginación fuera, la conversación no dejaba de ser unilateral. Incluso cuando llegaba al punto de la desesperación y fingía una falsa voz de Georges Perec, de Wim Wenders o de Walter Benjamin, una voz que intentaba pensar como ellos, no había manera de escapar al hecho de que era yo platicando conmigo mismo de la ciudad.

    Fue entonces que me invadió la necesidad de compartir dichas caminatas. Me propuse escribir un libro que le permitiera al lector sentirse acompañado, mientras él mismo salía a caminar y a enriquecerse de la ciudad con dicha compañía. Intenté escribir un libro anecdótico, que estuviera compuesto de historias y de experiencias que me ocurrieron y afectaron como habitante de la ciudad. Con ello, quería hacer también un tributo a todos estos personajes que habían trabajado de manera activa en la ciudad y con los que me hubiera gustado caminar la ciudad. Así, planteé una guía empírica, donde cada lector/caminante tuviera que llevar a cabo su propio recorrido, pero tomando como referencia los pasos que esta gente extraordinaria ya había dado.

    La idea era generar un libro que se leyera como una conversación que llevas a cabo mientras caminas en compañía. En ese sentido, el libro plantea como estrategia principal caminar en los zapatos de alguien más, como una manera de aprender de él, pero también como una manera de reconocer el andar propio en ese acto de apropiación de una acción en particular. De cierta manera, quería que mi libro, que mi voz en él, fuera esa otra voz, esa compañía imaginaria con la que el lector saldría a caminar. Fue mi ilusión que el contenido de Guía de la navegación urbana se convirtiera en el acompañante de otras personas interesadas en caminar y aprender de la ciudad.

    Ahora, conforme intento escribir este prólogo, me propongo escribir en sentido contrario, desde el lado opuesto de mis intereses. Ya no sobre la ciudad; ya no sobre todo lo que rodea al individuo (su contexto), sino sobre todo lo que el individuo contiene como mundo interior (su intimidad). Por eso, mi intención fue escribir un libro sobre el territorio de la intimidad y sobre cómo el espacio, en tanto que requiere que se definan sus límites, juega un papel en esa intimidad. Mi inquietud fundamental ha sido preguntarme: ¿existe un espacio único para la intimidad? Y si sí existe, ¿cómo se llega a él?

    Hasta ahí todo parece claro, mi intención suena concisa. Como ya mencioné, me imagino este libro en sentido contrario al primero que escribí; es decir, no quiero salir a conocer la ciudad, quiero quedarme dentro para conocerme a mí mismo. El conflicto en este planteamiento surge de mi insistencia por mantener la misma estrategia que tomé en el primer libro; quiero volver a proponer una serie de ejercicios que cada lector pueda realizar tomando como referencia a artistas, fotógrafos, cineastas, escritores o filósofos que hayan hecho de la noción de intimidad su materia prima.

    Quiero que este libro tome una dirección opuesta, pero que se estructure de manera similar al primero. Trato de convencerme y, con ello, trato de convencerlos a ustedes, lectores, de que lo hago de esta manera no porque no sepa hacerlo de otra, sino porque estoy convencido de que hay un aprendizaje contundente cuando se hacen las cosas como alguien más ya las ha realizado; particularmente, si las han hecho de manera interesante y propositiva. Entonces, quizá ya sólo me resta aclarar cómo es que he dirigido mi inquietud.

    A mi entender (y desde mi experiencia de más de 15 años como profesor de arquitectura) es bastante común que en las escuelas de arquitectos se discuta sobre lo público. Indagar en la noción de lo público parece territorio de todos, pues se explora por el bien común; así que adelante, que se dé una discusión al respecto. Sin embargo, es notoria la falta de análisis acerca de la noción del espacio íntimo; cuestión que, supongo, se debe resolver por cuenta propia. La ropa sucia se lava en casa parece aplicar también a la intimidad: que la intimidad se lave en casa y no en las escuelas de arquitectura. Esta actitud, me parece, ha creado un enorme vacío en la reflexión académica y profesional sobre el espacio íntimo.

    En ese sentido, es común que la mayoría de los proyectos que se les asignan a los estudiantes traten de resolver cómo insertarse en el tejido urbano, cómo activar o cómo hacer ciudad. En ocasiones, casi como un ejercicio introductorio a la carrera, se les permite desarrollar un proyecto de escala menor, en el cual indaguen inconscientemente en la noción de intimidad. Pero incluso cuando se les pide desarrollar un conjunto habitacional, se les dice que lo hagan como un bloque de viviendas que se relacionen entre sí, pero cuya principal condición resida en la relación que un edificio entabla con otros bloques de la ciudad. Son escasas las solicitudes para proyectar una casa, por ejemplo; y cuando esto se llega a permitir es bajo un marco funcionalista o formalista, donde lo importante es si el baño se ventila adecuadamente o si la volumetría de la casa refleja al pintor en quien se basa el ejercicio de composición y no nociones espaciales que afectan o provocan la intimidad.

    En mis siete años de estudiante de arquitectura y en mis 15 años como profesor, ni una sola vez he visitado un taller de proyectos en donde la reflexión se dirija ya no sólo a una casa (por no decir al significado de lo que conforma un hogar), sino que ni siquiera se menciona la noción del espacio íntimo. ¿Por qué le tenemos pudor a las cuestiones íntimas? ¿Por qué no sólo en la profesión de la arquitectura, sino en general consideramos que la discusión acerca de un mundo interior es ropa que se debe lavar en casa? ¿Sería meternos en territorio ajeno discutir cómo una persona llega a sentirse resguardada?, o ¿cuáles son las condiciones que hacen que su cuarto sea suyo? Y si es un territorio ajeno, ¿no deberíamos, como exploradores del espacio, intentar, por lo menos, tantear sus límites, sus demarcaciones? ¿No deberíamos por lo menos saber cuándo nos estamos acercando a ese terreno que nos da pena invadir?

    Que quede claro: este libro explora el territorio del espacio íntimo y, en consecuencia, busca acercarse a los límites de la condición íntima. Lo irónico, quizá, es mi deseo insistente de hacerlo utilizando la misma estrategia llevada a cabo con mi libro sobre la ciudad. El conflicto surge al plantear ejercicios de exploración de la intimidad a partir del trabajo de otra gente; lo cual, incluso, al escribirlo suena contradictorio. Puesto que, ¿al usar a otra gente como puntos de referencia, no se está ya transgrediendo su intimidad? Además, ¿intentar acercarnos a nuestra propia intimidad a través de la manera en que otra persona se ha acercado a la suya no es ya una interrupción hacia el camino de la intimidad? Si la intimidad la relacionamos con lo que uno resguarda con mayor cautela, ¿cómo puede ser explorada bajo la misma estructura de mi libro anterior, donde propongo caminar en los zapatos de alguien más? ¿Qué puede violentar más la intimidad que tomar prestada una prenda ajena?

    Tan sólo el hecho de que yo planteé (como escritor) ejercicios de exploración íntima para que ustedes (como lectores) los lleven a cabo, en la privacidad de su tiempo y de su espacio, parecería un reto inalcanzable. ¿Cómo indagar en conjunto en la intimidad si reconocemos los roles temporales de mi yo como escritor y de su yo como lectores? Supongo que esto, de inicio, exige una disposición particular. Por mi parte, yo intentaré reforzar los ejercicios con referencias de gente que considero que ha indagado en la intimidad de manera profunda. Por su parte, como lectores, me gustaría pedirles su confianza y, con ello, un ajuste de actitud para permitirse participar en un experimento que de entrada parecería fallido. Háganlo por el puro placer de la experiencia; háganlo por la pura curiosidad de imaginarse descubriendo una nueva faceta de ustedes mismos. Imaginen que los ejercicios en sí son el velo bajo el cual se pueden descubrir otras aproximaciones hacia la intimidad. Tal vez los ejercicios tan sólo se vuelven una pausa; pero quizá, en dicha pausa, se genera un yo antes de leer el libro y un yo después de llevar a cabo los ejercicios. Además, y ésta sería mi expectativa, acaso lo que pueda resultar, con disposición y disciplina, es que, al llevar a cabo los nueve ejercicios que se plantean en este libro, ustedes ejerciten su propio sentido de intimidad y, por lo tanto, descubran su propio territorio de intimidad.

    Sólo como una aclaración introductoria, me gustaría distinguir entre la noción de lo privado y lo íntimo. A mi parecer, la diferencia esencial es que en lo privado se desea que la condición se mantenga de ese modo, privada; con lo privado se busca mantener dicha condición escondida, resguardada. En contraste, lo íntimo busca, aunque de manera sutil, ser compartido. El espacio íntimo, me gustaría argumentar a través del presente libro, se va encontrando en un umbral de confianza en donde lo privado pasa a ser intencionalmente compartido. De esta manera, se puede decir, una vez más de manera introductoria, que lo íntimo es lo que surge en el deseo por compartir lo que solemos resguardar.

    En ese sentido, quisiera perseguir la idea de que la intimidad no puede existir aislada, por sí sola; ésta, en cambio, debe ser compartida, ya sea con uno mismo, con los objetos que nos rodean o con las personas con las que deseamos acercarnos más. En consecuencia, la intimidad no debe ser un estado fijo, cauteloso, protegido ni resguardado en aislamiento, sino un acto, una aproximación, un movimiento hacia lo otro, hacia lo que nos hace sentir cómodos con nosotros mismos, en tanto que ya no estamos solos. Más que un encuentro, la intimidad se establece a partir de una correspondencia: hay un esfuerzo, una disposición, un acercamiento que exige tomar posición en relación con el otro.

    En algún lugar leí que en época de invierno los puercoespines se ven en la compleja necesidad de acercarse a otros de su especie para generar calor corporal; sin embargo, deben ser muy cuidadosos y medir su acercamiento, ya que una proximidad exagerada causaría daño en ambos puercoespines. Me imagino que en relación con la intimidad se debe requerir una misma precaución. Primero que nada, se debe desear el acercamiento, casi a un grado de necesidad; pero, al mismo tiempo, se debe ser consciente de que, como en toda aproximación, hay una invasión del espacio. Por lo tanto, deberemos plantear dos cuestiones que intentaremos responder en este libro: ¿dónde reside el límite de lo íntimo? y ¿cuál es la espacialidad de la intimidad?

    Como un ciego que intenta reconocer el espacio en el que se encuentra y que se dispone a recorrer, nos iremos moviendo a tientas. Ningún desplazamiento será precipitado. Comenzaremos a paso seguro, poco a poco, y, por ende, con un paso que se arrastra para no perder la noción del espacio que intenta abarcar. Diría yo que estableceremos contacto con la intimidad con el mayor de los tactos. Contacto-(con)tac-to-un acercarse con sensibilidad.

    Tomar a expertos de la intimidad nos servirá para velar nuestra torpeza. Los ejercicios que se irán planteando a través del libro no pretenden mostrar el camino, sino tan sólo insinuar una posible direccionalidad. Está en nosotros, como discapacitados de la intimidad, acentuar nuestros otros sentidos. Y sí, sí estoy planteando que la intimidad es un sexto sentido. La intimidad es una manera de orientarnos hacia lo cercano.

    1. Hélène Cixous, Manhattan. Letters from Prehistory, New York, Fordham University Press, 2007, p. 78.

    ACERCAMIENTOS CORPORALES

    I am the unworked raw material

    Clarice Lispector (2)

    ¿CÓMO ACERCARNOS A LA INTIMIDAD? COMENZAREMOS CON NOSOTROS mismos. Comenzaremos por nuestro cuerpo. Este cuerpo tan familiar que hemos ido cargando toda nuestra vida, pero que, sin embargo, conocemos tan poco. El cuerpo nos refugia. Él es nuestro habitar existencial. Vivo en él y con él. Con nada ni con nadie más en este mundo se podría decir lo anterior de manera literal. Soy (aunque no exclusivamente) cuerpo. Entonces, ¿cómo es que no lo conocemos bien? ¿Será la misma familiaridad lo que nos deslinda de observarlo cuidadosamente? ¿Será la propia cercanía, imposible de evitar, la que nos provoca vivir con él a distancia?

    El cuerpo es lo que nos da lugar, lo que ocupamos; sin embargo, nos gustaría pensar que somos más que su masa, más que su silueta, más que su materialidad. El cuerpo es nuestra herramienta de contacto. Con él nos relacionamos con el mundo. Él toca, él se mueve, él siente. Por supuesto que en todo esto nos debemos incluir: nosotros tocamos, nosotros nos movemos, nosotros sentimos, pero sólo a través de él. El cuerpo es nuestro contacto con el mundo. Por ello comenzaremos el acercamiento a la intimidad por lo más cercano, por lo más tangible; comenzaremos el acercamiento a la intimidad por lo que nos pertenece y a lo que le pertenecemos: nuestro cuerpo.

    Él contiene nuestra existencia, nuestra historia, la suma de experiencias que conforman nuestras vidas. Su peso, su textura, su piel, sus arrugas, sus callos, sus lunares, sus cicatrices, todo esto conforma las marcas del vivir, son el registro de nuestras experiencias. Por lo tanto, para comprendernos mejor volvámoslo a ver, a tocar, a entender, volvamos a acercarnos a nuestro cuerpo como si fuera la primera vez que lo hacemos, como si fuera el cuerpo de un amante.

    En esta primera sección vamos a introducirnos a la intimidad reconociéndonos. Comenzaremos por establecer un sentido íntimo con nosotros mismos. No será fácil. Se requerirá de un acto contorsionista. Se requerirá de un doblez hacia uno mismo. Mientras que algunos puntos de nuestro cuerpo serán de fácil acceso, otros requerirán de mucho esfuerzo para llegar a ellos y algunos más parecerán estar fuera de nuestro alcance. En cualquier caso, estamos hablando de una simultaneidad táctil: de tocar y ser tocado en el mismo acto. Piel con doble sensibilidad.

    El cuerpo se mueve; se aproxima y es aproximado; toca y es tocado. Pero también se genera un espacio que tan sólo le pertenece al cuerpo que busca tocarse. Entre el cuerpo que se toca a sí mismo reside el espacio del cuerpo. Pero ¿en qué consiste este espacio del cuerpo? Jean-Luc Nancy aclara que: los cuerpos no están llenos o son espacio relleno: son espacio abierto; lo cual quiere decir, en un sentido, espacio que es propiamente espaciado. (3) El cuerpo hace espacio. Diría yo, el cuerpo se hace espacio en tanto que nos permite acercarnos a él como si se acercara uno desde afuera. Es ahí donde radica su complejidad. Es un cuerpo que se extiende hacia sí mismo; un cuerpo que construye espacio para habitarse. Este espacio no es cuerpo, es espacio entre cuerpo, es espacio que el cuerpo ocupa y que, por lo tanto, también llega a ser parte de su corporalidad. Quizá ahí podemos situar el primer grado de intimidad. Suena claro, parece fácil, se percibe cercano. Sin embargo, como nos iremos dando cuenta a través de este libro, la intimidad opera en lo efímero: en cuanto creemos haberla situado en un punto fijo, se desplaza, en el mejor de los casos; en el peor, se esfuma.

    Por ahora regresemos al cuerpo. Su piel es sensible. Toca y percibe. Toca y registra; registra el efecto del tacto. Se podría decir que el cuerpo no es sólo una herramienta de contacto, sino también una superficie de registro. En el cuerpo se inscriben las experiencias. Una vez más: arrugas, callos, lunares, cicatrices, todas ellas anotaciones de experiencias marcadas en la superficie del cuerpo. El cuerpo es, por lo tanto, también un territorio. Y, como buenos exploradores, debemos aprender a leer y a movernos en dicho terreno. En esta sección del libro, se irán planteando una serie de ejercicios que nos faciliten anotar y registrar el espacio del cuerpo. Se utilizará el cuerpo como herramienta de anotación, al mismo tiempo que como territorio por anotar. La anotación debe ser un apunte de conciencia, de tocar y sentirse tocado, de explorar y sentirse explorado. Tacto erotizado, lleno de deseo, de misterio y de sorpresa. Tocarse una vez más como si fuera por primera vez. Descubrirse a través del tacto. Descubrirse tocándose.

    No obstante, lo que se busca no es tan sólo el placer del contacto, sino la exploración profunda del territorio del tacto. En otras palabras, ¿a partir de dónde el tacto se siente cercano, íntimo?, ¿cuáles son los límites del espacio íntimo?, sobre todo cuando se habla del espacio íntimo con uno mismo. ¿Cómo habitar el espacio íntimo de nuestro cuerpo? Para ello, es necesario saber leerse a uno mismo; saber traducirse a uno mismo. De forma simultánea hay un yo explorador/lector y un yo territorio/texto.

    Peter Greenaway, en su película El

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