Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Teatro
Teatro
Teatro
Libro electrónico659 páginas6 horas

Teatro

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

«Teatro» (1912) recoge la mayor parte de la producción teatral de Víctor Pérez Petit, como, por ejemplo: «Cobarde», «Claro de luna» y «Yorick», en el primer tomo de la recopilación; y «El esclavo-rey», «Rondalla» y «El baile de misia Goya», en el segundo tomo.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento2 feb 2022
ISBN9788726681727
Teatro

Relacionado con Teatro

Libros electrónicos relacionados

Clásicos para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Teatro

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Teatro - Víctor Pérez Petit

    Teatro

    Copyright © 1912, 2021 SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726681727

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    TEATRO

    I

    COBARDE

    drama de costumbres nacionales en 3 actos

    Estrenado en el Nuevo Pabellón Podestá-Scotti

    de Montevideo,

    la noche del 3 de Noviembre de 1894

    A los verdaderos precursores del Teatro Nacional, Jerónimo B. Podestá y José J. Podestá, cuyas creaciones en la escena criolla no han sido superadas aún,

    su amigo

    El autor.

    REPARTO

    Soldados, Gauchos Y Criollas

    La acción pasa en Cerro = Largo, en el año 1852.

    ACTO PRIMERO

    La escena representa el patio de la Estancia de don Raimundo Casal. A la derecha, la cocina — un rancho de terrones con techo de paja brava, y puerta baja abriendo sobre el escenario. A la izquierda la fachada de la casa principal de la Estancia. En el centro, segundo plano, el pozo, con alto brocal, balde suspenso de una soga, y á su vera, una tina vieja para el agua. Cerca del foro, á la derecha, un frondoso ombú. Todo el último plano lo ocupa el campo, que se extiende desnudo y triste hasta los confines del horizonte. Es de noche.

    ESCENA PRIMERA

    Cipriano, Daniel y Cosme

    (Al levantarse el telón, Cipriano estará sentado en un banquito rústico, cerca de la cocina, tocando la guitarra; Daniel, en pie ante la puerta de la cocina,le oye silenciosamente. A horcajadas sobre el brocal del pozo, Cosme fuma un cigarrillo mirando las estrellas).

    cipriano

    (Acompañándose con la guitarra, canta con voz monótona y triste):

    Yo soy la nota querida

    Que adormece el sufrimiento;

    Yo soy la queja del viento

    En el pajonal perdida;

    Yo del paisano en la vida

    Soy dulce esperanza en flor;

    Yo apago de su dolor

    La fibra que le desgarra;

    Yo soy, en fin, la guitarra

    Que canta ausencias de amor.

    daniel

    (Se pone en cuclillas y con un mimbre empieza á hacer figuras en la tierra del piso). Lindo, no más. ¿Di ande aprendistes eso, hermanito?

    cipriano

    (A media voz, con pereza; sin dejar de bordonear en la guitarra) Del pueblero.

    daniel

    ¡Mozo ladino! Parece mesmamente del pago. Anoche cantó unas décimas tristonas que hacían Horrar . . . .

    cipriano

    Ya le oí.

    daniel

    No pué negarse. El pueblero que sale criollo, lo es del garrón á las guampas. Este ño Joaquín tiene cada versada que da chuchos . . . .

    ESCENA II

    Dichos y Matilde

    matilde

    (Por la puerta de la cocina, á Daniel que obstruye el paso). Salga, pues.

    cosme

    (A Matilde por el mate que trae en la mano). Largue ese orejano p’acá, comadre, que voy á ponerle marca. (Toma el mate).

    matilde

    ¡Jué perra! Si es más mamón que ternero suelto…..

    daniel

    Al ñudo está con sed el hombre. Teniendo el pozo tan cerquita. . . .

    cosme

    Ni que juera rana, aparcero.

    daniel

    ¿Aparcero? Pencho el mate. . . .

    matilde

    Si ya le está sonando el fondo. . . .

    cipriano

    (Cantando):

    Yo vuelco todas mis flores

    En el seno de mi prenda,

    Yo cruzo toda su senda

    De suspiros y de amores,

    Yo sufro con sus dolores,

    Yo río en sus alegrías,

    Yo cuento todos sus días

    De serena y honda calma,

    Yo junto su alma con mi alma

    Y sus penas con las mías.

    cosme

    Esa versada es como pa Pedro. (Devuelve el mate á Matilde que sale por la cocina).

    ESCENA III

    Dichos, menos Matilde

    daniel

    Mesmo. Ai anda con una cara de dijunto que da miedo.

    cosme

    La moza de Gil lo tiene desesperao.

    daniel

    ¿Nativa? No siá lerdo, hombre. La moza se lambe por él; el viejo es quien le estorba.

    cipriano

    ¿Y el patrón?

    daniel

    Riciencito andaba por ái.

    cipriano

    Creiba que había salido. No lo vide dispués de comer. . . .

    daniel

    Está cansao de la faena.

    cosme

    Tamién cuatro días de trilla. . . .

    daniel

    ¡Jué pucha! ¡Qué modo de meniar las tabas!

    cosme

    Pa eso nos dan hoy una fiesta macuca.

    daniel

    ¿Con baile, no?

    cosme

    No, y si no! Esta noche mesmito.

    cipriano

    (Cantando):

    Yo soy la estrella brillante

    Que allá en el cielo aletea;

    Yo soy la amorosa idea

    Con que sueña el pecho amante;

    Yo soy el amor constante

    Sin tempestades ni playa;

    La dulce canción que ensaya

    La calandria en la enramada

    Y la tristeza callada

    De las noches uruguayas.

    daniel

    Ché, Cosme, ¿sabés si Pedro le trujo á ño Joaquín el tabaco?

    cosme

    ¡Pues no! Es mozo de palabra. Lo que promete, cumple. ¿Te acordás de cuando la guerra?

    daniel

    ¡Canejo, acción linda! Un amigo cayó prisionero….

    cosme

    No jué asina, hombre. A Pedro jué al que agarraron, y allí encontró á un alférez amigo. Entonces Pedro, antes de que lo ajusilaran, quiso despedirse de su novia y le dijo al alférez que lo dejara escapar por la noche bajo palabra de que golvería á la mañanita. ¡Caramba! Y golvió el mozo, á entregarse él mesmo.

    cipriano

    ¿Y dispués?

    cosme

    Dispués lo perdonaron no sé como.

    daniel

    Es mozo de honor.

    cosme

    El viejo ño Anastasio asina lo ha enseñao. Delante mío, no más, siempre le está repitiendo: Oíme, Pedro; el gaucho pobre no tiene más prenda que su honor. No te dejés insultar nunca por naides, ni faltés nunca á la palabra empeñada. Asina, pobre y todo, serás el hombre más grande de la tierra

    daniel

    Güen hombre el viejo Anastasio. Valiente como las armas y lial como un perro.

    cipriano

    ¡Me gusta la comparancia! Si te oye el viejo te va á faltar tiempo pa dirte al gallinero con el rabo entre las piernas. (Cambiando de estilo, canta):

    Allá abajito, muy lejos,

    En escondida tapera,

    Tengo una flor perfumada

    A quien yo llamo mi prenda.

    ESCENA IV

    Dichos, Pedro y Joaquín

    joaquín

    Buenas noches. ¿Qué se hace?

    cipriano

    Hablando aquí, mientras llegan los envitaos. (Deja la guitarra á su lado).

    joaquín

    ¿Qué es eso, Cipriano? ¿no toca más?

    cipriano

    Hace rato que toco. (Volviéndose hacia la cocina). Pero, ¡ese mate! ¡Hola, ña Matilde! ¿Qué se ha caído adentro de la cafetera?

    voz de matilde

    ¡Vá, hombre!

    cosme

    ¡Jué perra! Mujer más lerda. Tengo la garganta como boca de sapo. . . .

    daniel

    Quejáte, no más. Si hasta al vuelo cazabas la calabaza. ¡Pucha hombre desagredecío!. . . .

    cosme

    (A Pedro) ¿Ande jueron?

    pedro

    Ai cerquita; hasta el camino.

    cosme

    De juro que á toparse con Nata. . . .

    pedro

    ¿Nativa? Hoy no la vide. . . .

    joaquín

    El viejo la cuida, eh? (á Pedro) ¿Y usted la quiere?

    pedro

    ¡Con el alma! Haría por ella tuitos los sacrificios.

    daniel

    Pero ño Gil es perro de presa. A este (por Pedro) no lo pué ver. . . .

    joaquín

    Pero, ¿por qué?

    pedro

    (Encogiéndose de hombros) Porque dice que soy un muerto de hambre.

    ESCENA V

    Dichos y Matilde

    matilde

    Aquí está la calabaza.

    cosme

    Sin pecado concebida.

    matilde

    No siá zonzo, pues. A cualquiera se li apaga el juego.

    daniel

    ¡Claro! En cuantito nos hacemos viejos. . . .

    matilde

    Calláte, terutero. Si no juera purita basura la leña que mi has tráido. . . .

    joaquín

    ¿Y verde, también? ¿A qué era leña verde, no es cierto Matilde?

    matilde

    ¡Pues claro! Si estos haraganes, por no dir hasta el monte, están despoblando los ocalitos de ái al lao.

    joaquín

    (Riendo, á Daniel) ¿No vé, amigo? El mal mandado no sirve más que para eso: para hacer humo.

    daniel

    Es pa curar á ña Matilde, como á los chorizos que cuelgan en la cocina.

    pedro

    (A Cipriano) ¿Y á vos quién te lo dijo?

    cipriano

    Ella mesma, pues. Y aluego agregó: que me espere aquí, que yo vendré antes del baile. Conque ya sabés En cuantito estorbemos, me lo decís.

    joaquín

    ¿Qué es eso? ¿Están conspirando?

    pedro

    No, ño Joaquín. Hablábamos de Nativa.

    joaquín

    ¿Entonces, decididamente, el viejo no quiere darle á usted la moza?

    pedro

    (Tristemente) Ya se vé.

    cipriano

    A mí me parece que quié casar su chinita con el gringo Rampli.

    joaquín

    ¿Con quién?

    cipriano

    Con el estranjero de ái abajo. Dicen que el hombre tiene plata escondida en más criaderos que comadreja.

    (Sale Matilde).

    ESCENA VI

    Cipriano, Cosme, Daniel, Pedro, Joaquín

    joaquín

    ¿De dónde ha salido ese Rampli?

    cipriano

    ¡Qué sé yo! Cayó al pago hace tiempo, cuando la última rigolución. Ño Raimundo le arrendó unas cuadras y ái se ha estáo el nación ajuntando pesos y escondiéndolos.

    joaquín

    ¿Y qué dice Natividad? ¿Lo quiere?

    cosme

    Verlo muerto.

    daniel

    De asco no lo mira.

    joaquín

    ¿Y Rampli?

    cipriano

    Ai le arrastra el ala, no más; pero, al ñudo. La moza está empacada con éste. Y es lindaza, Nativa.

    joaquín

    Pues me gusta la cosa para hacerle una fumada al viejo.

    pedro

    (Bruscamente) ¿A ño Gil? ¡No, no, no! ¡Es el tata de ella! ¡Oh, si juera otro! Pero es el tata de Nativa, ¿comprende, ño Joaquín?

    joaquín

    Entonces hay que gozar al nación.

    pedro

    ¿Pa qué, si es un disgraciáo?. . . .

    joaquín

    Una broma, nada más. . . . Mire, sería bueno darle un sustito de noche, disfrazándonos de fantasmas..

    (Entra Matilde con el mate).

    ESCENA VII

    Dichos y Matilde

    matilde

    ¡Ave María Purísima!

    cosme

    (Alarmado) ¡De pantasmas! No es güeno jugar con eso. . . .

    joaquín

    ¡Hombre! ¿Y por qué?

    cosme

    (Siempre serio) Los dijuntos aparecen sin que naide los llame. . . .

    joaquín

    (Sonriendo) ¿Usted ha visto algún aparecido?

    cosme

    (Cada vez más grave) Vide.

    joaquín

    ¡Hola! A ver, cuente.

    cosme

    Una noche de luna, iba yo pá Montevideo, asina, chiflando sobre el pampa, al lao del Santa Lucía. Redepente vide una cosa blanca del otro lao del río, entre los uncos. Al principio me pareció una lavandera; pero, ¡á las doce de la noche! ¡No podía ser! Me puse á mirar, á mirar y vide la cosa blanca que se venía dispacio, dispacio por encimita del agua (Hace el signo de la cruz) ¡Por ésta, que no le miento! Entonces me naquié feo, amigo, no se lo niego. ¡La gran. . . . pa la puerta! ¡Qué susto me he dao! Ya no quise saber más: regolví el caballo, me apreté el sombrero y déjeme chicotiar al pampa. Al dar güelta la cabeza una vez, lo vide al pantasma que se me venía calláito por sobre el agua. . . . ¡Jué pucha! ¡qué cerrada de piernas l’hice al caballo! ¡Ni vía por ande iba! Me metí por las chacras y salí entreverao por un cardal. Al último, dende una cu chillita, lo vide al pantasma parado en la mitad del río. Dispués, se jué perdiendo, perdiendo, hasta que no lo vide más. (Muy grave): No es juguete, amigo.

    cipriano

    (Serio) No es juguete.

    daniel

    Una ocasión mi viejo también vido un aparecido. Se le venía, de nochecita, cambiado en un chancho, á golpiarle la puerta. Y lloraba triste, muy triste. Del julepe casi se muere tata. Yo era chico y no me acuerdo. Pero el viejo nos contaba eso á mí y á mi hermano. Dispués una endevina le enseñó á echar el alma en pena. Colgaba un sapo en la puerta, y el pantasma no se atrevía y se iba.

    matilde

    (Que ha escuchado atentamente las narraciones) Eso es verdad, porque también hay hombres que tienen mal de ojo. Si miran á una rez, se muere; si miran una planta, se seca. Ña Celedonia me contaba que su marido ponía una cabeza de güey en un poste alto, y asina el hombre que tenía mal de ojo no podía hacer daño.

    cipriano

    Güeno, no hablen más. De noche es malo, porque se sueña.

    joaquín

    (Burlonamente) ¡Vaya, con los señores fantasmas! Quisiera encontrar alguno. . . .

    pedro

    ¡No tiente al Diablo, amigo!

    joaquín

    ¿Y usted cree en eso, Pedro?

    pedro

    ¿En los pantasmas? (Con seriedad) De juro que creo.

    cipriano

    Voy á dar una güelta.

    joaquín

    Yo también.

    (Salen Pedro, Joaquín, Cipriano y Matilde).

    ESCENA VIII

    Cosme Y Daniel

    cosme

    Ché, Daniel. ¿Agarraste caballo pá mañana?

    daniel

    Ai lo tengo á soga. ¿Qué te parece ño Joaquín? Como todos los de la suidá, se burla de estas cosas.

    cosme

    Ya. Lo hubiera querido ver en el Santa Lucía, cuando se me apareció la lavandera. . . .

    daniel

    Se conoce que no lo han amadrinao los aparecidos. ¡Claro! ¡Cómo no ha visto nenguno! Pero si llegara el caso, calculá vos. . . . Tuitita su sabeduría se l’iba á dir por las ancas. . . .

    cosme

    A ver, echále un versito. . . .

    daniel

    (Coge la guitarra, preludia un momento y luego canta á media voz):

    Ño Joaquín se crée valiente

    y será pura parada,

    si viniera algún pantasma

    verías qué disparada!

    (En este instante, Joaquín y Pedro que han ido á coger unos palos y sábanas para disfrazarse de fantasmas, aparecen por el foro. Cosme y Daniel se echan hacia atrás con espanto; pero al reconocer á los bromistas, sueltan la carcajada, y haciendo comentarios aléjanse por el foro).

    ESCENA IX

    natividad, sola

    (La escena permanece desierta durante breves instantes. A lo lejos se oye, de pronto, el grito del chajá; y luego, más lejos aún, el ladrido de un perro. Luego, todo cae en silencio, bajo el resplandor de las estrellas).

    natividad

    (Aparece en la puerta de la casa, mira á todos lados y, dirigiéndose hacia la cocina, llama): ¡Matilde! ¡Matilde!

    voz de matilde

    Voy, niña, voy.

    (Natividad se ha acercado hasta el banco donde quedó olvidada la guitarra y la toma).

    natividad

    (Sentándose) ¿Qué no ha acabáo entoavía?

    voz de matilde

    Ya, ya. Estoy preparando la olla pá el chocolate. Esos locos mi han tenido hasta aurita no más cebándoles mate.

    natividad

    Pues ande ligero, que el patrón la precisa por allá dentro. (Toca distraídamente la guitarra).

    ESCENA X

    Natividad y Matilde

    matilde

    (Saliendo por la cocina, con una fuente enorme llena de tortas fritas) Aquí estoy. ¿Qué quiere ño Raimundo?

    natividad

    No sé; la precisa. ¿Qué lleva ái?

    matilde

    Tortas fritas. ¿No quiere una?

    natividad

    Gracias, no me pide el cuerpo.

    matilde

    Pruebe una, Nativa; están riquísimas. Mire esta qué doradita. Me salieron de rechupete. Toda la mozada se va á lamber los dedos.

    natividad

    Gracias, ahora no puedo. Luego las probaré.

    matilde

    Es lástima, porque éstas están diciendo: coméme. ¡Qué fiesta, niña, qué fiesta! ¿Vé esta fuentaza? Pues no es nada. Ya hay otra allá arriba. Y dispués el chocolate. ¡Una ollada bárbara! Y nada le digo de las bebidas finas que trujo ño Raimundo. Figúrese: guindao, cerveza, anisete, licor de rosa pá el mujerío, caña juerte pá los viejos ¡qué sé yo! De esta hecha, revienta tuitita la concurrencia. ¡Qué alegría!

    natividad

    (Que estará serenamente triste, muy despacio) Bueno, bueno. Vaya para allá, Matilde. . . .

    matilde

    Voy, voy. ¡Qué lástima que no pruebe esta tortita! (Mientras se encamina hacia la casa y penetra en ella) Lo que es la tigrada d’esta noche, como si lo viera, en cuantito vea la fuente, se vá á armar una de manotones!. . . . (Sale).

    ESCENA XI

    Natividad, sola

    (Natividad queda un instante en silencio, pensativa. Sus manos, distraídamente, rozan las cuerdas de la guitarra, arrancándole flébiles sones. Poco á poco el sentimiento que la embarga, hácenla buscar en las cuerdas dormidas las notas que traduzcan su pena, y entonces un estilo melancólico, suave, de dulcísima harmonía se desprende calladamente del instrumento). ¡Qué lindos versos me copió mi prima Luisa. A ver si los recuerdo. ¹

    (Canta):

    Tengo en el alma escondida

    Una pasión celestial,

    Una pasión inmortal

    Que es la gloria de mi vida,

    Ella vive allí encendida

    Como una brillante estrella

    Y de mi penar la huella

    Con su lumbre va borrando

    Tanto más sonriente cuando

    Más amarga es mi querella.

    Cuando el dolor me quebranta

    El corazón, fibra á fibra,

    Ella sola es la que vibra,

    Ella sola es la que canta;

    Poco á poco se agiganta

    Esa luz que el alma adora,

    Y, temblando, bullidora,

    En medio de mi ilusión,

    Ilumina el corazón

    Con resplandores de aurora.

    En mi existencia sombría

    Ella es todo mi consuelo,

    Mi afán, mi dicha, mi anhelo,

    La vida del alma mía;

    Y en vano pretendería

    Su hermosa lumbre apagar,

    Que no se pueden borrar

    Los astros del firmamento,

    Ni secar, en un momento,

    Todas las aguas del mar.

    Así siempre, en todo instante,

    Su recuerdo misterioso

    Llena mi pecho amoroso

    Con su fulgor rutilante;

    Mas ¡ay! mi pasión constante

    Debo guardarla escondida,

    Pues la suerte fementida

    Quiso tronchar mi ilusión

    Rompiendo mi corazón

    Y destrozando mi vida.

    ¿Por qué es culpable mi amor

    Si el amor siempre es bendito

    Y puebla hasta el infinito

    Con su lumbre y esplendor?

    Ama el ave en el calor

    Del nido á su compañera;

    Las olas, en la ribera,

    Se besan todas amantes,

    Y las florcillas fragantes

    Se aman en la pradera.

    Ama las cumbres el viento

    Y á las auroras el sol,

    Las nubes al arrebol

    Y el alma su sentimiento;

    También ama el instrumento

    Las notas en él dormidas,

    Y si doquier de dos vidas

    Vemos la unión y la calma

    ¿Por qué mi alma y tu alma

    No pueden verse reunidas?

    ¡Ay! del mundo la encendida

    Saña ahoga al que es dichoso;

    ¡Hay que buscar el reposo

    Donde no aliente la vida!

    Y yo tengo aquí escondida

    Una pasión celestial,

    Una pasión inmortal

    Que si remontara el vuelo,

    Rozaría el alto cielo

    Con sus alas de cristal.

    Mas muero ahogando mi amor

    Como si fuera maldito,

    Y muero ahogando este grito

    Que brota de mi dolor.

    Y en silencio, con temor,

    Sólo me resta el consuelo

    (Soñando en mi loco anhelo

    Que hay una cumbre sagrada)

    De esperar que tu mirada

    Me abra las puertas del cielo.

    (Las últimas notas del instrumento se extravían en la noche. El brillo de las estrellas parece acrecentarse, á medida que el silencio se hace más hondo al través de los campos dormidos. Natividad deja bruscamente la guitarra y pásase la mano por los ojos, como si quisiera borrar de ellos la visión que la obsesiona). — No, no más, Dios mío, no más. . . .

    ESCENA XII

    Natividad y Gil

    gil

    (Entrando bruscamente por la puerta de la casa)

    — ¡Hola! ¿Estabas ahí? ¿No ha venido Rampli?

    natividad

    No, señor.

    gil

    ¡Caramba! Ahora que le necesito no aparece. Y eso que le previne viniera aquí antes del baile. Anoche habló contigo, ¿eh?

    natividad

    Sí, señor.

    gil

    ¿Qué te dijo?

    natividad

    ¿A mí? ¡Qué sé yo! Pavadas. . . .

    gil

    (Con enojo) ¿Qué es eso? ¿Qué dices ahí? ¿Olvidas que Rampli se va á casar contigo? (Natividad murmura) ¿Qué estás masticando ahí ¡recomba! ¡Cuidadito! Rampli es un hombre serio, trabajador, y no un haragán y un perdido como algunos gauchitos que yo conozco. Por lo menos, si tiene plata, se la ha ganado con el sudor de su frente, y no jugando á las barajas, á la taba y á los gallos como los pordioseros de este pago. (Algo más humanizado ante el silencio de su hija) ¡Vamos! Ven acá, Nativa. Escucha á tu padre que sólo mira por tu bien. ¿Qué puede tener Rampli que te disguste? ¿No es bueno, generoso, divertido, trabajador, honrado? ¿No tiene una fortunita para asegurarle el porvenir á una pobre muchacha como tú? ¿Que es extranjero? ¿Qué mal hay en eso? ¿No lo soy yo también? ¿Y por eso soy una mala persona? Desengáñate, Nativa. Los extranjeros, en este país, son los verdaderos hombres, — los que trabajan, los que adelantan, los que saben juntar plata, los que hacen progresar el país. En cuanto á los hijos de esta tierra, ya los vés tu: no saben más que tocar la guitarra, jinetear potros, hacerse los malos, meterse en revoluciones, dormir á pierna suelta y gastarse en la pulpería los pocos cobres que juntan en dos ó tres días de trabajo. ¿No es así?

    natividad

    Rampli es un tacaño y un payaso. . . .

    gil

    (Estallando) ¡Recomba! ¿Te quieres callar? ¿Qué modo de hablar es ese? Llamar payaso á un hombre que te quiere y que si hace algunas gracias es para serte agradable? ¡Muy bonito! ¿Y por qué tacaño? ¿Porque no despilfarra tanto su dinero como los criollos, que luego andan por ahí muertos de hambre? Ya, ya. Comprendo por donde te apeas. Ese gauchito inservible, que no puede compararse. . . .

    natividad

    (Protestando) Pedro vale tanto como él.

    gil

    (Iracundo). ¿Cómo es eso? ¿Te atreves á contestarme? ¡Recomba! Ese Pedro anda buscando que yo le rompa la crisma. No, no hay duda; el mocito te ha mareado. Pero tú estás lela, Natividad. Tú te figuras que la vida no cuesta nada; que vas á poder vivir del aire al lado de tu gauchito, de ese vagabundo. . . .

    natividad

    (Protestando) ¡Oh!

    gil

    Sí, señor, un vagabundo, un canalla, un bandido. . . .

    natividad

    ¡Tata!

    gil

    ¡Qué te calles, re. . . .! Sí, señor, un bandido. Y para más gracia, un haragán, hijo de ese facineroso Anastasio Gordillo, que ha andado metido en revoluciones para cuerear vacas ajenas y robar á mansalva á los hombres trabajadores. . . . ¡Linda gente, vive Dios! ¡Buena familia la de tu Pedro!

    natividad

    ¡Tatita!

    gil

    (Cada vez más exasperado) Pero tú estás loca, tú estás loca de remate. ¿Qué te ha dado ese pillastre? ¡Bonito novio te has elegido! Un gauchito vicioso, de inmundo chiripá, á quien su señor padre, en vez de enseñarle á trabajar, le ha enseñado á manejar el cuchillo para cuando se le ofenda en su honor. (Con sarcasmo) ¡Vaya con el honor de don Anastasio y de su hijo! ¿Dónde, ¡recomba! tendrá el honor esa gentuza? Pero no vés, desgraciada, que ese botarate te va á dejar morir de hambre. ¿De dónde va á sacar para vivir contigo? ¿Crees tú que domando potros y trabajando hoy aquí, mañana allá, en una trilla ó en una yerra, se alcanza para mantener una mujer? ¡Ah, no, no, no! ¡Basta de zonceras! ¡Basta de locuras! A tí te mando yo, y tú harás lo que yo te ordene. ¡Se acabó, ¡recomba!, se acabó. . . . No quiero más quebraderos de cabezas. . . . Te casarás con Rampli. . . .

    natividad

    Óigame, tata. . . .

    gil

    ¡Silencio, he dicho! ¡Basta ya! No tienes que discutir conmigo. ¡No faltaba más! Ya sabes lo que tienes que hacer. Que yo te vea esta noche bailar con tu gauchito indecente: le armo la marimorena de la temporada y le rompo una pata de un estacazo por añadidura! (Calmándose un tanto, y mirando á Natividad de reojo) — Con que, ya estás prevenida. Rampli vendrá al baile. Como me le pongas mala cara es nada la que te aguarda después en casa. ¿Has entendido? (Nativa guarda silencio, llorosa. Gil la sacude por un brazo) ¿Has entendido?

    natividad

    (Secándose los ojos) Sí.

    gil

    Pues yo me voy á buscar á Rampli, ya que no ha venido aún. ¿Qué no se te olvide lo dicho, eh? ¡Recomba! (Sale por el foro, izquierda).

    ESCENA XIII

    Natividad; Matilde

    (Al salir Gil, Natividad se sienta llorando en el banco y permanece así durante una larga pausa. Matilde entra luego, por la casa).

    matilde

    ¡Qué tortas más ricas! Se deshacen en la boca. . . . Pero, ¿qué hace usted aquí, niña? ¿Está llorando? ¿Qué le pasa, Nativa? ¿Ha sido ño Gil, verdad? ¡Caracho con el hombre! Una rociada por causa de Pedro, no? ¡Claro! ¡Como si lo viera! El hombre se alborotó, empezó con Rampli aquí, con el gauchito allá, y la pobre niña á llorar. . . . Vaya, vaya. . . . No hay que afligirse. . . . Seque esos ojos, niña, que se le van á poner turbios y feos. Mire que lueguito no más hay baile y no es cosa de salir alante de la gente con los ojos como chicharrones. . . . ¡Qué diablo! Por algún láo si ha de romper la soga. Lo malo será que el potrillo no se venga en las apuradas á socorrer á su muchachita. . . . Vaya, calma, calma. . . . (Sintiendo ruido de pasos) ¿Eh? Viene alguno. . . . Enjugue esos ojos. . . . (Viendo entrar á Pedro) ¿No dije? Ai apareció relinchando. . . . Yo me escapo. . . . (Éntrase á la cocina).

    ESCENA XIV

    Natividad y Pedro

    pedro

    (Pedro entra por la derecha del foro. Avanza lentamente, y después, al ver sola á Natividad, se acerca á ella).

    pedro

    (Dulcemente) Nativa! ¿Qué hace, mi vida?

    natividad

    Nada. . . . pensaba. . . .

    pedro

    No me mintás. . . . (Cogiéndola dulcemente las manos) Vos llorabas. . . .

    natividad

    Pedro!

    pedro

    ¿Por qué lloraba mi prenda? Dígamelo. . . . Por mí, china, ¿no es verdad? ¿Por culpa mía? ¿Es el viejo, no? Le vide salir hace un momento, campo ajuera. (Pausa. Después, con acento desesperado). Pero ¡qué cruz de Dios! ¡qué cruz! ¿Qué he hecho yo pa ser tan disgraciáo? ¿Por qué no te puedo querer? (Pausa) Vamos, Nativa; no llorés más. (Estrechándola cariñosamente) Ya estás á mi láo. Yo te quiero. No llore, mi vidita. Mire que yo me pongo muy triste viéndola asina. . . .

    natividad

    (Tristemente) Ya no lloro. . . .

    pedro

    (En voz baja, confesando las ternuras de su alma) Asina me gusta, Nativa. ¿Verdad que siempre me quiere, mi china querida? ¡Yo la quiero tanto á mi viejita! Si supieras cómo pienso en Nativa tuito el día y tuita la noche. . . . Me viene tu recuerdo como un sueño y entonces me parece que tengo aquí (tocándose el pecho) un sol que me da calor, vida, dulzura. . . . ¡Me refriesca el alma! Y me parece, de noche, cuando sueño con vos, que hay mucha luz, una luz celeste sobre mí, y que tuito el trébol del campo me da su perfume. Escucháme, mi Nativa. . . . Quiero tenerte asina, contra mí (la reclina sobre su pecho), siempre ansí, como una palomita en el nido. . . . (Bajando progresivamente la voz hasta el final, cual si siguiera el rumbo de su ensueño) Dispués nos iremos lejos, lejos, lejos, á otros pagos, ande naide nos estorbe; y vos me quedrás un poquito; y yo, á la cáida de la tarde, en esa hora triste como mis penas, te contaré historias muy dulces, muy dulces, al compás de la guitarra, con suspiros quejumbrosos de calandria. . . . (Pausa larga. Pedro vuelve de su ensueño, sacude su cabellera y suspira. Luego, con otro acento): ¡Qué te importa tu viejo! ¡Déjalo, no más! Yo te quiero, te quiero. . . . .

    natividad

    (Bajo) Es que dice que te vá á matar. . . .

    pedro

    (Brillándole los ojos con noble fiereza) ¿A mí? (sonriendo) ¡No te dé pena, Nativa!

    natividad

    (Mirándolo fijamente) ¿Por qué decís asina? Me das miedo. . . . (suplicante) Decí, Pedro; no le harás nada á tata? ¿No es verdad que no le harás nacía? (Pausa. Aterrada con el mutismo de Pedro) Decí, yo quiero que digás; ¿no matarás á tata?

    pedro

    (Brevemente) Si me ataca, me defenderé.

    natividad

    Sí, defenderte, sí; pero no lo matarás. . . . Tú sós más fuerte, podes defenderte sin matarlo. . . . Si lo mataras, ya vés, yo no sé, pero ¿qué pasaría? ¡Yo te perdería, Pedro! ¡Te perdería pá siempre. . . . ¡Pedro! ¡Pedro! ¿No es verdad que no lo matarás?

    pedro

    (Con firmeza) No lo mataré.

    natividad

    Jurálo.

    pedro

    (Irguiéndose, con asombro y altivez) Yo no juro. Mi palabra vale más. Naide puede decir que la haiga faltáo nunca. . . .

    natividad

    Pero. . . .

    pedro

    Te digo que no lo mataré. Está dada mi palabra.

    natividad

    (Convencida) Asina te quiero, Pedro mío (Se abraza á él) Tata es un poco seco, con mucha palabrería, nada más. . . . A vos, yo no sé por qué te. . . . en fin. . . . como ha de ser. . . . Pero todo es ahora, en los primeros momentos. Cuando vea que yo quedo firme y que me dejo matar antes de que me casen con Rampli, olvidará todo. . . . Y entonces, Pedro, podremos ser felices. . . .

    pedro

    (Cambiando de conversación) Decí, Nativa. . . . Dentro de un rato, en el baile. . . .

    natividad

    Tata dice. . . .

    pedro

    Ya sé, ya adivino. . . . Que no bailés conmigo. Dejá no más, Nativa. Yo sé jinetear ñanduces y no faltará ocasión. . . . Cipriano me alerteará al viejo. . . . Pero tú, ya sabés, no bailás con naide más. . . .

    natividad

    ¡Mi Pedro!

    ESCENA XV

    Dichos y Cipriano

    cipriano

    (Por el foro, tosiendo bien fuerte para advertir á los enamorados de su presencia) ¡Ejem! ¡Ejem! ¡Me ha dáo una ronquera! (Haciéndose que vé á la pareja) ¡Hola! ¿Estaban por aquí? ¿Cómo va, Nativa? ¿Se iba pá dentro? Muy bien hecho, porque ái viene la peonada á preparar esto pá el baile. . . .

    natividad

    Gracias, Cipriano. Hasta luego, Pedro.

    pedro

    (Bajo) Adiós, mi vida.

    (Váse Nativa por la casa, mirando amorosamente á Pedro. Éste se aleja lentamente por el foro).

    cipriano

    (Socarronamente, viéndolos separarse) Paice mentira lo zonzos que se güelven los cristianos con el amor.

    ESCENA XVI

    Cipriano, Raimundo, Daniel y Cosme

    raimundo

    ¡Hála! A arreglar esto prontito pá el baile, que allá por la tranquera ya se vienen los primeros envitáos.

    (Daniel y Cosme cuelgan en las paredes de la casa y de la cocina los faroles que traen de adentro, y secundados por otros paisanos disponen y arreglan los bancos).

    daniel

    Si esto va á quedar como de día con tanta luminaria.

    cosme

    Los únicos que se van á quejar son los que andan de novios.

    raimundo

    ¿Y Matilde? ¿Qué se ha hecho Matilde? ¡Matilde! ¡Matilde!

    ESCENA XVII

    Dichos, Matilde; luegopaisanos y muchachas

    matilde

    ¿Mandaba, patrón?

    raimundo

    Venga p’acá. Usted va á ser la capataza del beberaje, ¿me entiende? A discresión pa todos, pero con orden. Que no haya bochinche. Las tortas pá después del primer pericón y la choeolatada pá las doce y á la voz de ¡aura! ¿Me entiende?

    matilde

    . . . .tá bien, patrón. . . . ¿Y la niña Nata?

    raimundo

    Nativa es como de casa. Le hará los firuletes á las visitas. (Entran en este instante varias muchachas con paisanitos, todos muy endomingados. Saludos, risas, gran confusión) Vaya volando á decirle que aquí se volcó un gallinero. ¡Ya! (Sale Matilde por la casa).

    ESCENA XVIII

    Dichos y Paisano Viejo

    paisano viejo

    (Entrando por el foro) Güeñas noches á tuitos.

    raimundo

    ¡Hola, don Nicanor! ¿Ya se ha entreveráo con las polleras? Mire por ái llega otro que le va á matar el punto.

    paisano viejo

    (Mirando hacia afuera) Pué ser, no más, porque el que llega es ño Anastasio Gordillo. (Adelantándose al que llega) Adelante, amigazo! ¿Cómo dice que le va?

    (Entra Anastasio).

    ESCENA XIX

    Dichos, Anastasio

    anastasio

    Dios guarde á la riunión. ¿Qué tal amigo? (Á los jóvenes) Y esa mozada, ¿aprontando las tabas pá bailar? (Al paisano Viejo) ¿Y usted, aparcero, tamién pó aquí? ¡Aijuna! ¿qué no le pesan los años?

    paisano viejo

    ¡Di ande, mi vida! Si estoy entuavía más juertazo que un tala. A usted sí, amigo Anastasio, que le blanquea la barba. . . .

    anastasio

    (Riendo)

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1