Rosa maravillosa: Camino del druida
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Aspirar su fragancia.
Tras un largo y arduo caminar por el polvo del camino, curando dolorosas e infestadas heridas por caídas abismales, el druida logra encontrar lo anhelado. Así, evita el bestial acoso de la locura para desviarlo de su logro final: el amor.
Armando Rodríguez Ortega
Nacido en Madrid el 16 de Noviembre del año 1946, Armando Rodríguez Ortega se dedicó al espectáculo durante su vida hasta que se retiró hace 10 años. Estudió bastante poco, hasta los 12 años por colegios diversos.
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Rosa maravillosa - Armando Rodríguez Ortega
Tierra
La semilla…partida
A ti, que con orgullo has jugado con tus armas de mujer
y cuando amor has notado has deseado vencer…
Te escribo yo estos versos para que te den constancia
que ni armas ni los besos tienen para mi importancia.
Ese juego de tu orgullo te ha jugado una faena
por creer el amor tuyo y dar envite. ¡Que pena!
Apostaste tú bien fuerte por creer tener los triunfos
y el envite fue a perderte. Por el juego yo no sufro.
Ni triunfaba por tu palo ni triunfó por tu color.
En todo tuviste fallo por jugar contra el amor.
Quisiste, al tener la mano, apostar tú la primera.
Si te hubieras esperado el envite ahora fuera.
Como experta jugadora que los triunfos bien maneja
te creíste vencedora por la forma en que tú juegas.
Más no viste mi jugada por confiar en la tuya.
Con una fe cegadora y por farol diste mesura.
Mi jugada era otra a la que tú imaginaste.
En el juego no se nota cuando obligan a pasarte.
Y te pasaste de punto anticipándote al juego.
En vez de envidar lo justo, abusando, diste el resto.
Tu resto ya estaba claro sobre el «tapete» mujer.
Al no tener resto largo ofreciste tú escasez.
Apostaste de farol deseosa por ganar
y el resto se revocó. El juego fue al cerrar.
Bien te bajaste deprisa ansiosa por tu ganancia
disimulando la risa, ufana, con petulancia.
Tu jugada ya ha pasado. Creíste que tú ganabas
Por ser farol apagado que perdías te mostraba
Mi jugada es superior al farol y cuanto tienes.
Mi jugada es el amor y este jamás pues pierde.
Te voy a mostrar mi juego lentamente y sin faroles.
Como jugaste con fuego, el quemarte, son razones.
Cuando veas lo que llevo en mi jugada de triunfos
verás el resto que entrego como se muestra de justo.
Yo te gané la partida. Desde ahora lo verás.
Empiezas a estar pérdida y solo te muestro un as
Mi as, en negro, te encanta. Vivo va en tu sentimiento.
Este as es una carta que bien provoca a tu cuerpo.
Apenas verle en el juego te quedas como extasiada.
Lo has visto, solo, en lo negro al buscarlo tu mirada.
Es un as muy elegante con atracción poderosa.
Es como un diamante que irradia una luz preciosa.
Extasiada y encantada este as pues te cautiva.
Te sientes enamorada cuando tus ojos lo miran.
Este as ya de momento en el juego te ha vencido
en ese primer intento que de triunfo has esgrimido.
Pues creyéndote segura de haber ganado la mano
mi as, con mucha finura, por tu interior ha entrado.
Cuando creíste ganar esa mano, la primera;
tal y como hace un as te dejó solo que vieras.
Y elegantemente pues el juego que tú ofrecías
mi as le ganó mujer. Solo una sota tenías.
Ni rey que hubieres tenido te hubiere dado el triunfo.
Este as, solo, ha podido a la jugada y tal punto.
Más tú, al verle ganar, en tal punto con la sota
siquiera pudiste hablar. Tu voz se quedó bien rota.
Cambias de táctica ahora por llevar nueva jugada.
Te vas mostrando señora y también enamorada.
Y de nuevo te propones el ganarme en esta mano
con un juego de razones. Por razones te has quemado.
Las razones que ahora das es un juego peligroso.
Te acabas de enamorar y ese juego tiene un pozo.
Tú quieres ver mi jugada confiando en las razones
que como señora dabas tal y como explicaciones.
Siendo familiar el tema lo comentas en el juego
porque tratas que no vea tu jugada más yo; ¡veo!
Veo que no es un farol y es posible que en verdad
exista en ti el honor respecto a lo familiar.
Más no creas que me fío de tus razones de ahora.
Como sabes que he vencido; puedes despistar señora.
Voy a esperar nuevo envite interpretando que «paso».
Razones ya antepusiste que fueron como obligando.
Tengo tapado otro as que no será como aquél.
Si quieres disimular, de ese juego, cuídate.
Como adelantas de nuevo el tiempo para el envite
mi as tapado mantengo. El verle no te permites.
Sola, en esta jugada, que es la segunda por cierto
jugarás enamorada. Poco te queda de resto.
Pues te viste sorprendida y perdedora en jugada.
Si el as en negro conquista, este, llegará a tu alma.
Es un as de cuatro esquinas que parece cuatro hojas
que cual trébol denomina la suerte. Gran paradoja.
Pues con tal jugada, ahora, la suerte me la darás
para que este as, señora, también te pueda ganar.
De tu mano, por desquite, la fortuna te somete
a que tú por ese envite al as entregues la suerte.
Porque debido a tu juego y las razones que das
con el amor y su fuego a perder te obligarán.
Pues tu resto ya ha menguado y fortuna vas a darle.
Este as, como le guardo, hasta el alma ha de llegarte.
Y por tal jugada tuya que antepones cual razones
al as que tengo le ayudas con la suerte. ¡Juega entonces!
Al tiempo ya has marcado para mostrar tu jugada.
Por ser tiempo anticipado tu mano la suerte labra.
Y sin darte cuenta pues a mi as le das la suerte
para poderte vencer al ser tu apuesta bien fuerte.
Ya vas pensando en tu juego. Otra vez te ves triunfal.
Mi as tapado mantengo y otra vez vas a envidar.
Pensando en nueva jugada te ha sorprendido saber
que ya estás enamorada y aun así quieres vencer.
Usas de tu maestría como nunca hiciste antes.
Quedas más sorprendida. Por primera vez lo haces.
Antes, con una jugada, lograbas tú desbancar
a quien en contra jugabas. Ahora te va a costar.
No entiendes que te sucede. Sabes bien como jugar.
Pero conmigo, parece, que todo te sale mal.
Te sorprende que tu juego no domine sobre el mío
y dentro llevas un fuego que jamás se había prendido.
Te da rabia y alegría mezcladas con el amor
porque mi juego, creías, que era mero y simplón.
Más sin saber como y cuando volaron aquellos triunfos
que creíste en tus manos pensando tenerles juntos.
Solo por una jugada sin poder hablar siquiera
tu juego se quedó en nada creyéndote tú certera.
Tan solo a mi me bastó mostrar el as que tenía
para anunciarte que yo también el jugar sabía.
Entonces te diste cuenta que si querías ganarme
en tu jugada, de vuelta, razones debías darme.
Porque así, seguramente, al verme tú entretenido
con tu juego realmente me verías ya vencido.
Y tal como lo pensaste has procedido otra vez.
De nuevo te equivocaste. Mi juego, tú, no lo ves.
Tus razones fueron dadas para poder tú actuar.
Estás pensando en jugadas que te permitan ganar.
Y tomándome confiado por tus razones de ahora
al creerme descuidado quieres vencerme señora.
¿No esperas que tenga un as como el que ya he enseñado
y quieres asegurar el ganarme en esta mano?
Pues bien señora, en razones, de momento juegas tú.
Si el ganarme te propones deberás llevar un full.
Dos ases quizá no sean suficientes para ti.
Más como ases no llevas; ¿figuras? puede que si.
Ni con un full que mostraras ni con figuras tampoco
este juego lo ganaras. ¿Los ases? Les llevo todos.
Solo te voy enseñando mis ases uno por uno
porque puedas ir jugando cuatro manos a lo sumo.
Más si envidas a la suerte de antemano me la das.
Ahora te toca bajarte ansiosa por ya ganar.
Tu envite la suerte da. Un farol no puedes darlo.
Con tus razones se van los triunfos; si queda algo.
Pues se realiza el momento para exponer tu jugada
y el as que ahora te muestro es el de la suerte dada.
Y tú, que diste el envite, como tal hiciste antes
la suerte me la remites. De nuevo voy a ganarte.
Enamorada has jugado otra mano anticipada
y los triunfos te han fallado. Farol de luz apagada.
En esta mano de ahora que envidaste a la suerte
esta me la das señora para así poder vencerte.
Ya tu resto ha menguado. Queda escaso y muy sensible.
Como te has enamorado el vencerte es muy posible.
Más vale que tu jugada ahora sea abolida.
Si antes perdiste el habla, ahora, será caída.
Rendida tú has de caer ante mi as tal que trébol.
Ante el diamante también vas a caer sin remedio.
Mis dos ases poderosos ya anulan a tu pareja.
En la mano llevo otros para darte más sorpresas.
Tu pareja, cual caballo, va mostrándose veloz.
Pretende ser como un rayo y galopa dando coz.
Cual caballo, tu pareja, solo tiende a trotar
cuando sin brida le dejas para así poder pastar.
Y pasta por tu terruño como si fuera el terreno
del orgullo de ser tuyo cuando pastando le veo.
Más carece de importancia al no ser como corceles
que tuvieran de crianza las cuadras de tus ronceles.
¿Y tú, teniendo tal par quieres ganar la jugada
a este póker tan real de ases y enamorada?
Ya te llega el momento para tal juego mostrar
y que descienda tu resto rayando con lo total.
Más en la próxima mano como dos ases me quedan
mi póker iré mostrando mientras sin resto te quedas.
La suerte ya me la das porque diste ya el envite.
Dos ases ganan a un par. Perdiste en el desquite.
Revancha no voy a darte si pierdes en este juego.
Otra vez voy a ganarte con los ases que te muestro.
Solo te queda una mano para quedar a la par.
Si sigues así jugando sin resto vas a quedar.
Así que piénsalo bien o abandona esta partida.
Otros dos ases, después, te dejaran bien perdida.
Ya de momento has perdido. Quédate conforme ahora.
Si tu resto yo te quito sin resto quedas señora.
Sabes que llevo dos ases y cual farol lo has tomado.
Del juego yo quise hablarte al notar como has vibrado.
De póker te di respuesta y no creíste en ello.
De tu resto poco resta y la suerte me la llevo.
Ahora que tu jugada ha variado en envite
estás más enamorada y conste que lo predije.
Tú te fuiste nuevamente cumplimentando razones
dejándome como ausente con todas las intenciones.
Más no lograste por ello que mostrara mi jugada.
Vibraste de pies a cuello. Me lo dijo tu mirada.
La mía mostró tristeza. La tristeza reflejó.
Lo mío ya te interesa porque lo exige el amor.
Ya opiné de tu pareja. La mostré como caballo.
Respuesta tal como esa jamás la has escuchado.
Yo me mostré cual deudor que apenas puede pagar
la cama donde durmió; por verte reaccionar.
Y una reacción tuviste. Tu capital era escaso.
Más esperanza me diste de prestarme como saldo.
No sé cómo lo harás. De lo que tienes se acepta.
Y sé bien que me darás, sin prestarme, como intentas.
Ya la suerte, por jugada, me la diste de antemano.
Al estar ya enamorada de tu saldo me has prestado.
Más como soy un señor cumpliré el restituirte.
Así darás más amor. ¡Tu corazón se resiste!
Cuando en la boca te beso tu alma te tiembla toda
por fuerza del embeleso que emana desde mi boca.
Vibras cuando al besarte te atraigo fuerte hacía mí
y te obligo a enamorarte porque te sientes feliz.
Es tanto lo que tú sientes al besarte tal cual hago
que por tu silencio adviertes que de verdad he ganado.
Y tu juego se desmorona. Tus jugadas veo claras.
Con dos ases bien me sobra para la mano anularla.
Y tú que lo has entendido tal y como yo lo expuse
sabes que yo entristecido de tus jugadas bien supe.
Y hora que te alejaste para pensar en los dos
de nuevo te enamoraste del as que te mostré yo.
Por dama tienes la sota. Con un as bien te la gano.
A tu caballo das doma y de reyes también paso.
Pues dos ases valen tanto en el juego que tú llevas
que ni caballos, trotando, tanto poder obtuvieran.
Y si pueden a caballos; ¿Con la dama que no harán?
A reyes pueden ganarlos y estos pueden mucho más.
Yo creo que te equivocas de tu juego y de jugadas.
Si con dama me provocas date por abandonada.
Ni póker de damas pues pueden a mis cuatro ases.
Me da la impresión mujer que del juego poco sabes.
Pero yo jamás confío en quien demuestra ignorancia.
Se requiere ser muy vivo para no darse importancia.
Y tú, que te gusta el juego, que conoces los envites;
así tal cual procediendo pretendes que me anticipe.
Ya te di un anticipo de mi juego porque vieras.
Después me fui huidizo por tus razones tan secas.
Tú te hiciste la ignorante habladome de otro juego
cuando comencé a besarte para avivarte ese fuego.
Y toda tú, en tal calor, te olvidaste de jugadas.
Más tu boca me besó ansiosa y enamorada.
Olvidaste en tal momento del juego que pretendías
y todo tu sentimiento por tu mirada salía.
Entonces yo varié de tema y de jugadas.
Del amor solo te hablé mientras tu alma tocaba.
Tan sorprendida quedaste al escucharme tan hondo
que de nuevo tú vibraste sintiendo la forma y modo.
Entonces te disculpaste con el tiempo para irte.
Con la pena me dejaste; porque sin pena te fuiste.
Y allá, donde estés ahora, tu mente y tu corazón
están conmigo señora como lo exige el amor.
Tus razones ya acabaron. Tu jugada finaliza.
Mis dos ases te ganaron y tu resto ya termina.
Perdida te quedas pues. Abandonada te dejo.
Como señora y mujer ni ves ni verás mi juego.
Tus razones te ocuparon ese tiempo que tenías
y tal juego, al realizarlo, te cegó pues no veías.
Y por creer tú ganar te ocupaste de razones
que diste para obligar como dándome lecciones.
Te dejé con tus maneras y tus modos en tal juego
porque supe como eras y por vencerte yo luego.
Más tú, sin ver mi jugada, y sin triunfos en la mano
tu pareja me mostrabas simplemente cual caballo.
También mostraste tu dama. Una sota. ¡Menudencia!
Con dos ases bien se gana a parejas de apariencia.
Los otros ases les guardo. No necesito de ellos.
Te quedas con tu caballo y en esta mano te dejo.
Pues desde este momento la partida finaliza.
Te queda solo un lamento porque te quedas perdida.
De triunfo no tienes nada. La suerte también me llevo.
Te quedas enamorada con razones por consuelo.
Finaliza la partida que sin resto te ha dejado.
Los triunfos que tú tenías en razones se tornaron.
Quédate con tus razones. Quédate con tu pareja.
El juego que tú propones de verdad no me interesa.
Y ya, por finalizar, los ases que te han ganado
ahora van a mostrar el resto que no he mostrado.
Mi resto si aumentó con la suerte desde ahora.
El tuyo disminuyó y nada tienes señora.
Jugaste contra el amor pensando tener ventaja
a cuatro ases que yo guardaba como en baraja.
Con esas razones tuyas que trataste de imponer
te fuiste mostrando dura. No debiste suponer.
Suponer el juego ajeno es un riesgo que se corre
sin conocer el terreno donde el fracaso se esconde.
En el juego, si es de envite, el suponer del contrario
no es ganar y tal consiste basarse en la propia mano.
Ver los triunfos adquiridos y los que resta saber.
Sin los triunfos recibidos el jugar siempre es perder.
Si el resto quedara intacto la oportunidad se iguala.
Con pareja, el contrario, si no la puede se aparta.
Porque el seguir adelante para tirarse un farol
simplemente es arriesgarse. Ganar es otra cuestión.
La pareja pues de ases siempre gana a otras parejas.
Si más de dos se llevare el ganar es cosa hecha.
Con ases, jugando cuatro, la ganancia es total.
Ni con reyes, igualando, hay temor por fracasar.
Por ello quedas perdida. Me niego a seguir tal juego.
Para mí no eres partida. ¿En el amor? Mucho menos.
Quédate con tus razones tu caballo y con tu dama.
El juego que tú propones ni al de montones pues gana.
Así pues, tú jugadora, que acostumbras a ganar
el cuerpo diste, señora. ¿Qué otra cosa puedes dar?
Si de mano das el cuerpo y de resto el corazón
como verás soy honesto, aun ganando; ¡quédalos!
Ni lo uno ni lo otro quiero. Como ves te los devuelvo.
Como perdiste en tal juego, la suerte, si que me