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Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos
Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos
Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos
Libro electrónico1008 páginas12 horas

Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos

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La Patagonia chilena en el margen occidental de América del Sur, entre el golfo de Reloncaví e islas Diego Ramírez, es uno de los últimos lugares del planeta con extensos ambientes prístinos. Con una línea de costa sobre 100.000 km posee una de las mayores zonas de interfaz marino-terrestre a nivel mundial. Por su larga historia de iniciativas de conservación estatales y privadas, más del 50% de su superficie terrestre y un 41% de su maritorio están oficialmente protegidos y son reservorios mundiales de patrimonio natural, donde objetivos como la conservación de la biodiversidad, servicios ecosistémicos y mitigación del cambio climático pueden ser puestos a prueba. Sin embargo, la Patagonia chilena sigue siendo una región científicamente poco conocida, y que cada vez más convive con fuertes presiones antrópicas, como la salmonicultura, la explotación de turberas y la apertura de nuevas rutas de acceso a sitios remotos y prístinos.

Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del Conocimiento, Oportunidades y Desafíos, libro único en su género, presenta el trabajo colaborativo de 67 investigadores y un grupo de expertos y revisores de alto nivel, con especializaciones en diferentes áreas del saber: biología, ecología, socio-ecología, conservación, pesquerías, acuicultura, antropología, economía, geografía, turismo, criósfera, oceanografía, cambios climáticos y globales. En 18 capítulos se recopila, analiza y sintetiza la información científica y socio-ambiental relacionada con la conservación patagónica. Además, se presentan visiones respecto de los desafíos de conservación en diferentes ambientes, con recomendaciones de prioridades. Se enfatiza la necesidad de incrementar la investigación interdisciplinaria y de establecer en la Patagonia chilena una red integral, operativa y con financiamiento de áreas marino-terrestres protegidas, tomando en consideración los espacios costeros marinos de los pueblos originarios.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento30 jul 2021
ISBN9789561428218
Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos

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    Vista previa del libro

    Conservación en la Patagonia Chilena - Juan Carlos Castilla

    SECCIÓN 1

    SÍNTESIS

    Capítulo 1

    UNA VISIÓN INTEGRADA DE CONSERVACIÓN PARA LA PATAGONIA CHILENA

    AN INTEGRATED CONSERVATION VISION FOR CHILEAN PATAGONIA

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    Resumen. Los grandes territorios y maritorios de la Patagonia chilena se destacan a nivel global por su alta proporción de áreas protegidas, cerca del 55% del área terrestre y, en términos legales, cerca de 41% de los espacios marinos, aunque parte del reconocimiento y gestión de estos últimos es aún incipiente. También son notables sus parajes remotos de islas y montañas, profusos en atractivos para la recreación y el turismo basado en la naturaleza, junto al alto endemismo de su biota. Los capítulos de este libro documentan los impactos más recientes de la influencia humana (e.g., cambio climático, introducción especies exóticas invasoras, crecimiento del turismo, expansión de la salmonicultura) sobre los ecosistemas patagónicos y resaltan la necesidad de proteger sus excepcionales valores para la conservación regional y mundial. Ante el creciente interés científico por la Patagonia chilena en las últimas décadas, este capítulo resume, a través de una síntesis de la literatura, el conocimiento de la biodiversidad, la conectividad y el estado de conservación de sus ambientes costeros, marinos, terrestres y de agua dulce. Sobre la base de los análisis por ecosistemas presentados en este libro, y la evidencia citada en este capítulo, identificamos la necesidad de mayor investigación en torno a la ocupación ancestral de los territorios y la relación ser humano-naturaleza en la Patagonia, la biodiversidad y características físicas de los ecosistemas dulceacuícolas, las interconexiones entre los ecosistemas terrestres y marinos y las relaciones de todos estos con el bienestar humano. Se identifican también oportunidades para avanzar en el manejo efectivo de las áreas protegidas, específicamente dirigidas a la prevención y mitigación de impactos antrópicos actuales y futuros. Es urgente levantar evidencia interdisciplinaria para fortalecer y perfeccionar la planificación del manejo y conservación de ecosistemas en la Patagonia chilena. Al final de este capítulo, proponemos recomendaciones transversales que surgen a partir del libro, con el fin de fomentar una visión regional integrada marino-terrestre-social y fortalecer la conservación en la región patagónica chilena.

    Palabras claves. Patagonia, Chile, conservación integrada mar-tierra, sistemas socio-ecológicos.

    Abstract. Chilean Patagonia is a globally outstanding land-sea-scape notable for the current extent of its protected areas which account for 55% of the terrestrial area, and 41% of coastal waters (in the latter at least in legal terms if not in management), the remoteness of many of its vast landscapes, some of which remain untransformed by humans, the value of its spectacular mountain and island settings for recreation and nature-based tourism, and its highly endemic biota. The chapters in this book document the recent impacts of human influences (e.g., climate change, introduction of invasive exotic species, increasing tourist visitation, the expansion of salmon farming) on Patagonian ecosystems and emphasize the importance of protecting their exceptional values for regional and global conservation. Scientific interest in Chilean Patagonia has increased greatly over the last decades. Through a review of the literature, in this chapter we discuss the state of knowledge of biodiversity and the conservation status of coastal, marine and freshwater environments in Chilean Patagonia. We identify important gaps in knowledge of the ancestral history of human occupation, the impact of present socioeconomic systems on Patagonian environments, the biodiversity and characterization of freshwater systems, and the interconnections of land-ocean-human systems. The review of the literature identifies opportunities to advance in the prevention and mitigation of current and future human impacts on protected areas and the need for interdisciplinary approaches to strengthen and improve the planning, implementation, and management of the current protected areas in Chilean Patagonia. Finally, we summarize specific recommendations based on the analysis of each ecosystem presented in the chapters of this book, and provide general recommendations based on this synthesis with the aim of fostering an integrated vision of land-ocean-human connections and strenthening conservation across the region.

    Keywords. Patagonia, Chile, integrated marine-terrestrial conservation, socio-ecological systems.

    1. INTRODUCCIÓN

    1.1. Contexto

    La Patagonia chilena se extiende por aproximadamente 1600 km a lo largo del margen suroccidental de Sudamérica, a partir del seno de Reloncaví hasta las islas Diego Ramírez (41°42’S 73°02’O; 56°29’S 68°44’O), ocupando un territorio continental intensamente fragmentado por la actividad glacial y por fenómenos tectónicos ocurridos durante el Pleistoceno (los últimos 1,5 millones de años). Es el mayor sistema de estuarios y fiordos del hemisferio sur y una de las mayores extensiones de zonas de contacto entre mar y tierra en el mundo. Su área total alcanza 452.204 km², incluyendo el mar interior y paisaje terrestre. La zona de costa es escarpada, con pronunciados gradientes entre 0 y 3000 m de altura, con presencia de un mar interior de relativamente baja profundidad (entre 100 y 1000 m), separado del océano Pacífico por cadenas de islas (Pantoja et al., 2011). Es en el mar interior protegido y en los canales y fiordos donde se concentra una sorprendente biodiversidad marina, los principales flujos de materia y energía, y donde se han registrado los más altos valores de productividad en las costas de la región (González et al., 2010; Häussermann et al., 2021).

    El extremo sur de Sudamérica es un territorio de grandes contrastes climáticos, desde condiciones híper-húmedas en el margen occidental hasta semiáridas en el margen oriental, que se destaca por la contigüidad espacial entre ambientes marinos, dulceacuícolas y terrestres en un sistema de golfos, fiordos y estuarios, y una cobertura de bosques y humedales con la mayor continuidad latitudinal de todo el hemisferio sur (41°-56° S). Es, sin duda, uno de los paisajes más excepcionales del mundo, con su singular belleza escénica (Guala et al., 2021) y diversidad de ecosistemas, donde se reconocen numerosos enclaves remotos, escasamente transformados por la actividad humana (Pickard, 1971; Pickard y Stanton 1980; Mittermeier et al., 2003; Martínez-Harms y Gajardo, 2008; Rozzi et al., 2012; Iriarte et al., 2014, Astorga et al., 2018).

    La persistencia hasta hoy de estas áreas remotas, muchas de ellas aún no transformadas por el impacto humano, reviste especial interés científico porque son importantes reservorios de procesos ecológicos preindustriales y constituyen enclaves para amortiguar y contrarrestar los efectos del cambio global en el planeta (D’agata et al., 2016; Jones et al., 2018; Watson et al., 2018a, b). La integridad de funciones de los ecosistemas en la Patagonia chilena se ve fortalecida por la gran extensión terrestre dedicada a parques y reservas, que cubren un inusual 55% del territorio, equivalente a un 71% del total nacional de superficie protegida (Jones et al. 2018; Tacón et al., 2021). Por su parte, la conservación oficial de los sistemas marino-costeros patagónicos alcanza al 41%; considerando 11 parques y reservas marinas, áreas marinas costeras protegidas, y santuarios de la naturaleza, con 11.218 km² (6% del maritorio patagónico) y la extensión marina-costera de 7 parques y reservas nacionales del Sistema de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE), con 63.703 km² (35% del maritorio) (Tecklin et al., 2021). Lamentablemente, el reconocimiento de estas áreas marinas costeras del SNASPE por la institucionalidad pública y su gestión han sido muy variables.

    Es notable la ausencia de protección y el limitado conocimiento de las características biológicas y físicas de los sistemas dulceacuícolas patagónicos, representados en Patagonia occidental austral por una diversidad de cuencas de lagos, entre los más transparentes y profundos del mundo, además de los ríos más caudalosos y torrentosos de la Patagonia y de Chile (Reid et al., 2021). Además, los extensos campos de hielo continentales (Fig. 1), los más extensos fuera de Antártica (Rivera et al., 2021), representan importantes reservas de agua a escala regional y global, cuyos flujos alimentan numerosos ríos y humedales. Los amplios humedales costeros dominados por el musgo Sphagnum cubren profundos estratos de suelos ricos en carbono orgánico, de alta relevancia para la regulación del clima (Mansilla et al., 2021). La región tiene una de las cubiertas de bosque más continuas (120.000 km²) y aun escasamente modificada (Grantham et al., 2020), que representa importante almacenamiento de carbono que contribuye a mitigar el cambio climático (Astorga et al., 2018). En esta síntesis se argumenta que para conocer y cautelar los excepcionales valores de estos vastos ecosistemas australes se requiere una nueva visión, conducente a la protección y gestión integrada de la interfaz marino-terrestre y los modos de vida de los habitantes.

    1.2. Visión de conservación en Patagonia occidental austral

    A lo largo de este libro se ha desarrollado una visión de conservación que considera de manera unificada el territorio de la Patagonia chilena (occidental austral), bajo condiciones climáticas templadas a frías, desde el seno de Reloncaví, ca., 41° S, hasta las islas Diego Ramírez, ca., 56° S. Aunque varios autores han subdividido sobre la base de diferencias topográficas, ecológicas e historia de ocupación humana, nuestra visión integrada se sustenta en procesos actuales e históricos que son transversales a toda la Patagonia chilena y que la identifican a escala regional y global. Algunos de los procesos físicos integradores de toda la región, en escala temporal de milenios, son los repetidos ciclos de avances glaciales que fragmentaron y modelaron el territorio (Rivera et al., 2021), creando un extenso sistema de islas, archipiélagos, canales y fiordos.

    El proceso de poblamiento prehistórico y el establecimiento de diversas culturas de pueblos originarios de navegantes, cazadores, recolectores y pescadores también es un elemento común a toda la región (Aylwin et al., 2021) que es muy distinto al avance de la colonización extranjera (europea) y de colonos chilenos, desde el sur de Chile, en los siglos XIX y XX. Esta colonización tuvo efectos devastadores sobre los pueblos originarios y sus culturas en toda la extensión del territorio patagónico (Aylwin et al., 2021). Las tendencias históricas de migración de colonos a través de la región patagónica correspondieron a avances espontáneos o fomentados por el Estado, comúnmente originados desde Chiloé, conectando cultural y socialmente gran parte de la Patagonia chilena. Los impactos ambientales de este proceso de colonización fueron frecuentemente desoladores para los territorios patagónicos. Grandes áreas fueron arrasadas por incendios y por la expansión de plagas de conejos, liebres y otros animales exóticos, incluyendo el impacto generalizado del ganado doméstico y animales silvestres como el castor.

    Con respecto al océano, existen procesos comunes a toda la región, como son la mezcla de agua dulce y salada en los numerosos estuarios de la zona, además de los aportes de agua de deshielo provenientes de los campos glaciales continentales, muchos actualmente en retroceso (Rivera et al., 2021). Estos procesos han generado condiciones especiales para la fauna del maritorio patagónico, que tolera amplios rangos de salinidad y nutrientes. Además, la zona de estudio está sujeta a la influencia directa de los vientos del oeste (westerlies), originados por la circulación atmosférica que predomina en estas latitudes y de corrientes marinas que derivan del sistema circum-antártico, que al enfrentar la Patagonia, entre ca., 41°-46°S, se bifurcan y dan origen a la corriente fría de Humboldt, con dirección ecuatorial en el margen continental Pacífico y a la corriente del cabo de Hornos, con dirección polar Antártica (para detalles de variaciones estacionales ver Strub et al., 2019). Estos sistemas de interacción océano-atmósfera mantienen la condición híper-húmeda del margen occidental de la región patagónica y su variación a escala de milenios ha influido en las características de los períodos glaciales e interglaciales, que afectaron el sur de Sudamérica durante el Pleistoceno. Este patrón climático generó, al mismo tiempo, la desecación del sector opuesto del continente, al oriente de la cordillera andina, que produjo la vegetación de estepa, bien representada en Argentina y en sectores limítrofes de Chile (Radic et al., 2021).

    Más de la mitad del territorio continental de la Patagonia chilena está hoy incorporado a parques nacionales y reservas del Estado, en desmedro de lo que ocurre en muchas regiones más centrales del país (Armesto et al., 1998; Pliscoff y Fuentes-Castillo, 2011; Durán et al., 2013; Tacón et al., 2021). La Patagonia chilena incluye dos de las áreas protegidas terrestre-marinas más extensas del mundo, el Parque Nacional Bernardo O’Higgins, con una superficie de ca., 39.000 km² y la del Parque y Reserva Nacional Kawésqar de ca., 52.000 km² (Tacón et al., 2021; Tecklin et al., 2021). La conservación efectiva de estos vastos ecosistemas patagónicos, definida como aquella donde las acciones y estrategias de conservación implementadas contribuyen a mejorar el estado de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, tiene relevancia global, porque son algunos de los sistemas mejor preservados desde el inicio de la era industrial. Sin embargo, la mayor parte de estos ecosistemas terrestres y marinos están hoy amenazados por procesos antropogénicos a gran escala, tales como el incremento del turismo, la expansión hacia latitudes australes de la industria de salmonicultura (Buschmann et al., 2021), la construcción de carreteras y otras infraestructuras y el avance de las especies exóticas invasoras. Para mitigar estas tendencias de cambio acelerado (Marquet et al., 2021) se requiere fortalecer los sistemas de gobernanza, gestión, manejo y fiscalización, en particular en lo que se refiere a las áreas protegidas ya establecidas (Tecklin et al., 2021).

    Una red de áreas protegidas interconectadas y efectivas en la Patagonia chilena sería una estrategia de conservación propicia para reducir las pérdidas de biodiversidad, incrementar la resiliencia de los ecosistemas frente a procesos de industrialización y para atenuar y adaptarse a los efectos del cambio climático. Muchos forzantes del cambio global se originan más allá de los límites de las áreas de conservación. Así, por ejemplo, actividades antrópicas en los continentes tienen consecuencias relevantes para los ecosistemas marinos costeros (Glavovic et al., 2015). Además, las conexiones biogeoquímicas y ecológicas entre los sistemas terrestres y marinos sustentan numerosas cadenas tróficas, a través de flujos de energía y nutrientes (Álvarez-Romero et al., 2011). Los efectos de la intervención humana en el manejo y la extracción desproporcionada de recursos de los sistemas terrestres costeros se transmiten a través de las cuencas hidrográficas hasta el océano, afectando la biodiversidad marina (Stoms et al., 2005). Una limitante del actual sistema de áreas protegidas en la Patagonia chilena es que la extensa interfaz marino-terrestre, contigua a las áreas protegidas, no ha sido plenamente integrada en el diseño y gestión de la conservación. Tampoco ha existido una internalización para la conservación del estrecho vínculo de los ecosistemas terrestres y marinos con la sociedad, en el contexto del actual Antropoceno (Ellis, 2015). Por su configuración geográfica e historia, la conservación real de la Patagonia chilena requiere incorporar explícitamente las conexiones mar-tierra-sociedad en la gobernanza y la planificación. Esto es, sin duda, un gran desafío que exige coordinar esfuerzos de muchos actores con los compromisos ambientales de la región, el país y el mundo.

    Las recomendaciones transversales propuestas al final de este capítulo tienen el propósito de implementar la siguiente visión de conservación integral patagónica: fortalecimiento del sistema de protección de ecosistemas y sus servicios ecosistémicos, integrando el mar y la tierra, e incorporando las expectativas de desarrollo de los habitantes locales y los derechos de los pueblos indígenas, con sustento en la mejor información científica y en los conocimientos tradicionales de las comunidades locales. Proponemos adoptar un enfoque que considere de manera explícita los flujos de energía y las conexiones ecológicas entre los sistemas marinos y terrestres para identificar y analizar las amenazas y diseñar acciones de mitigación.

    Recomendamos aquí que la política general de conservación de los ecosistemas patagónicos esté centrada en el bienestar humano y la conservación de los modos de subsistencia de sus habitantes, en coherencia con el marco teórico propuesto por el Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES, 2018) y Díaz et al., 2018, que destacan las interdependencias entre los habitantes y los ecosistemas, así como la necesidad de conciliar la influencia y percepciones de una diversidad de sistemas de conocimiento y formas de habitar sobre los cambios del mundo natural. Este punto de vista es compartido con la propuesta socio-ecológica para la sustentabilidad de los océanos en la próxima década (2020-2030), que aspira a desarrollar nuevas formas de cooperación basadas en una ética multicultural (Barbier et al., 2018). Ambas visiones son consistentes con una aproximación inclusiva de la conservación que refuerza el vínculo entre la sociedad humana y los sistemas naturales.

    2. ALCANCE Y OBJETIVOS

    Esta síntesis se basa en la premisa de que una revisión sistemática de los estudios científicos, socio-ecológicos y antropológicos publicados, relevantes para la conservación integrada de la Patagonia chilena, puede contribuir a identificar y reforzar aspectos deficitarios de la gobernanza, planificación y gestión que hoy llevan a cabo las entidades gubernamentales, privadas y de la sociedad civil. El capítulo tiene los siguientes propósitos: i) revisar en base a lo discutido en este libro, y un análisis sistémico de la evidencia científica publicada sobre la región (Martínez-Harms, 2021), el estado del conocimiento sobre los ecosistemas patagónicos chilenos, incluyendo ambientes terrestres, marinos, dulceacuícolas, la criósfera y las conexiones de la interfaz mar-tierra; ii) identificar oportunidades y desafíos científicos, socio-ambientales y de cambios globales que enfrenta la Patagonia chilena; iii) sintetizar y resaltar las mayores recomendaciones transversales (teóricas y prácticas) que se desprenden de los capítulos del presente libro y de nuestra visión, tanto respecto a una conservación en acción, como en relación con las políticas públicas.

    3. ÁREA DE ESTUDIO: PATAGONIA CHILENA Y SUS SINGULARIDADES

    En términos geográficos, la Patagonia chilena con una superficie terrestre de 148.000 km², un maritorio de 183.087 km² y 100.627 km de borde costero, con más de 40.000 islas (Tecklin et al., 2021; Hucke-Gaete et al., 2021) es una región con identidad biofísica, política y cultural propia, que se extiende a lo largo de un territorio que presenta grandes distinciones climáticas, bióticas y étnicas que se han usado para definir una diversidad de subregiones, biomas, ecosistemas y ecorregiones terrestres y marinas.

    Para esta síntesis, la región Patagónica chilena comprende la zona entre el seno de Reloncaví (41°42’S, 73°02’O) y las islas Diego Ramírez (56°29’S, 68°44’O), que se localizan aproximadamente 100 km al suroeste del cabo de Hornos y son el punto más austral del continente Sudamericano. La zona abarca archipiélagos cubiertos de bosques templados y subantárticos (Astorga et al., 2021; Rozzi et al., 2021), estepas secas en la zona oriental con sombra de lluvia (Radic et al., 2021), turberas y otros humedales (Mansilla et al., 2021), principalmente en la zona occidental de Patagonia, además de vegetación altoandina por sobre el límite arbóreo (Fig. 1). Se encuentran también grandes campos de hielo (Rivera et al., 2021) en el área continental y en Tierra del Fuego, que alcanzan hasta el borde oceánico.

    3.1. Caracterización

    Por su compleja geografía y topografía, la Patagonia chilena alberga diferentes ecosistemas y ecorregiones terrestres, marinas y de agua dulce, muy relevantes por ser zonas de alimentación, reproducción, desarrollo de parte del ciclo de vida y rutas migratorias de una gran diversidad de organismos (Hucke-Gaete et al., 2021; Häussermann et al., 2021; Reid et al., 2021). La zona centro-sur de la Patagonia chilena (47°-55°S) es refugio de un pool genético endémico de numerosas especies de animales y plantas, una gran reserva de agua dulce mundial (Reid et al., 2021) y una zona que contribuye a mitigar los cambios climáticos a escala global.

    La Patagonia está tectónicamente acotada por tres placas oceánicas (Nazca, Sudamericana y Antártica) que se unen en la llamada falla de Linquiñe-Ofqui, frente a la Península de Taitao (47°S). Esta falla se extiende por más de 1000 km a lo largo de Los Andes, generando numerosos volcanes. En el extremo austral de América, el movimiento de la placa Antártica determina que la Cordillera de Darwin, adquiera una orientación E-O (i.e., canal Beagle), donde la mitad occidental (de mayor altura), presenta grandes sistemas de glaciares (Rivera et al., 2021) y la oriental (de menor altura), sistemas boscosos, matorrales, estepas y turberas (Radic et al., 2021; Mansilla et al., 2021). Esta heterogeneidad de ambientes alberga una notable biodiversidad de organismos terrestres y acuáticos, como lo documentan los capítulos de este libro (Hucke-Gaete et al., 2021, Häussermann et al., 2021, Astorga et al., 2021, Rozzi et al., 2021; Reid et al., 2021).

    El extremo sur de Sudamérica, donde el continente se estrecha con la latitud, es la masa terrestre libre de hielo con mayor proyección en el océano austral, abarcando 22° más al sur del extremo sur de África; 14° más al sur de Tasmania y 9-10° más al sur del extremo sur de Nueva Zelandia. Se trata de un singular y formidable obstáculo natural a los sistemas de vientos de la deriva del oeste y a la Corriente Circumpolar Antártica, que se desplazan de oeste a este, afectando los sistemas oceanográficos, circulación de los vientos y el clima. Además, extiende los ecosistemas terrestres sudamericanos a latitudes sin equivalente en otros continentes del hemisferio sur (Rozzi et al., 2012).

    El margen continental de la Patagonia chilena ha sido fragmentado y modelado durante milenios por avances y retrocesos de glaciares (Rivera et al., 2021). Los paisajes terrestres y marinos son producto, por un lado, del hundimiento del valle central de Chile a la altura del seno de Reloncaví (Puerto Montt) y, por otro, de las poderosas fuerzas erosivas de los glaciares, que cubrieron la zona durante todo el Pleistoceno, hasta ca., 15.000 años atrás (Villagrán, 2018). Estos efectos han producido un margen costero irregular y resquebrajado con numerosos canales, estrechos, fiordos, senos, estuarios e islas que se extiende entre los 41° y 56° S.

    La cordillera andina divide la Patagonia entre la vertiente oriental, con extensas planicies, relativamente secas y la vertiente occidental, mucho más angosta, con pendientes pronunciadas, estuarios y humedales costeros. Las pendientes se elevan hasta los 4000 m de altura en el monte San Valentín, a 3600 m en el cerro Murallón y 3400 m en el monte Fitz Roy, donde se encuentran grandes campos de hielos permanentes, entre Aysén y Puerto Natales y en la cordillera de Darwin, con proyecciones que desembocan en lagos o directamente en fiordos patagónicos. Los principales ríos tienen un régimen nivo-pluvial torrentoso y hoyas hidrográficas cortas, con grandes caudales (Dirección General de Aguas, DGA, 2009; León, 2005; Calvete y Sobarzo, 2009; Reid et al., 2021).

    Debido al efecto barrera de Los Andes y la elevación de las cordilleras patagónicas, la Patagonia chilena en su margen occidental concentra una pluviosidad >6000 mm al año (Mansilla et al., 2021, Marquet et al., 2021). Las dinámicas de circulación de los fiordos están influidas por ríos y las escorrentías de aguas dulces. La circulación horizontal de aguas superficiales (<30 m, con baja salinidad) ocurre desde el interior de los fiordos hacia la boca de los golfos y el océano costero, mientras las masas de agua subsuperficiales saladas ingresan por las bocas de los golfos, debido a los fuertes vientos del oeste y amplias mareas, produciendo procesos de mezcla (Pickard, 1971; Pickard y Staton, 1980; Sobarzo, 2009). Sin embargo, el conocimiento de los procesos oceanográficos en la Patagonia chilena es aún incipiente (Iriarte et al., 2014; González et al., 2011). Pickard y Staton (1980) caracterizan oceanográficamente la existencia de 3 zonas en el maritorio patagónico chileno (latitudes aproximadas): i) Patagonia norte, 41°-47°S; ii) Patagonia central, 47°-53°30’S; iii) Patagonia sur, 53°30’- 56°S. Por su parte, Rovira y Herreros (2016), basados en una revisión exhaustiva de la literatura, proponen distinguir en la Patagonia chilena 3 ecorregiones: i) Chiloé-Taitao, 42°-47°S; ii) Kawésqar, 47°-54°S; iii) Magallanes, 54°-56°S (Figura 1). Esta clasificación de tres ecorregiones marinas patagónicas es usada por diferentes autores (incluyendo algunos en este libro) como equivalentes a macrozonas o macro-sectores biofísicos marinos patagónicos, denominándolos: Patagonia norte, central y sur; con límites similares a los usados por Rovira y Herreros (2016) para las ecorregiones (ver Häussermann et al., 2021; Tecklin et al., 2021; Hucke-Gaete et al., 2021; Molinet y Niklitschek, 2021). Previamente, Sullivan Sealey y Bustamante (1999) y Spalding et al., (2007) habían propuesto el reconocimiento de sólo 2 grandes ecorregiones marinas para la Patagonia chilena: i) Chiloense, 41°-47°S; ii) Canales y Fiordos del Sur de Chile, 47°-56°S. En este libro diferentes autores usan estas terminologías para distinguir ecorregiones y/o macro zonas geográficas, entregando en cada caso nuevos antecedentes biológicos/ecológicos.

    4. CONSERVACIÓN BASADA EN LA EVIDENCIA CIENTÍFICA EN LA PATAGONIA CHILENA

    Para la toma de decisiones de conservación informada en la Patagonia chilena es esencial recopilar y sintetizar la evidencia sobre la distribución de la biodiversidad, los procesos ecológicos y el conocimiento de las dimensiones humanas de los problemas ambientales más urgentes (Rozzi et al., 2012). Esto se debe a que las principales causas de la degradación de los ecosistemas, desde las amenazas del cambio climático, las especies invasoras, la pérdida de hábitats, la sobrepesca y el cultivo de salmón (Molinet y Niklitschek, 2021; Buschmann et al., 2021; Marquet et al., 2021; Astorga et al., 2021; Reid et al., 2021; Rozzi et al., 2021), son más evidentes en la interfaz entre los ecosistemas costeros de fiordos, canales y de los mares interiores y las comunidades humanas. Abordar estos problemas requiere un marco interdisciplinario sustentado en diferentes fuentes de información. De particular importancia son disciplinas como la ecología, conservación, pesquería, economía, ciencias políticas, derecho ambiental, geografía, antropología y psicología, para comprender plenamente la diversidad de relaciones de las personas con la naturaleza, especialmente aquellas basadas en el conocimiento tradicional y local (Bennett et al., 2017; Rozzi et al., 2012; Tallis y Lubchenco 2014).

    Vista panorámica sobre Puerto Aguirre e islas Huichas, Región de Aysén. Fotografía de Javier Godoy.

    Figura 1

    Ecorregiones marinas de la Patagonia chilena según Rovira y Herreros (2016) y mapa de las formaciones vegetales terrestres, compilado de varias fuentes, incluyendo descripciones y mapas publicados por Pisano (1977), Veblen et al. (1983), Arroyo et al. (1996), Luebert y Pliscoff (2017) y Martínez-Tillería et al. (2017).

    Para contribuir a la conservación integrada en la Patagonia chilena, caracterizamos y sintetizamos la evidencia disponible en la literatura sobre la región. Para ello, recopilamos y analizamos los estudios publicados aplicando el enfoque de mapeo sistemático (James et al., 2016), que se define como una síntesis fiable de la cantidad y calidad de la evidencia, en relación a una pregunta de investigación de amplia relevancia (Haddaway et al., 2018). En este estudio la pregunta que nos planteamos fue conocer cuál es el estado del conocimiento sobre conservación y manejo de los ecosistemas de la Patagonia chilena. Este proceso facilitó describir y catalogar la evidencia disponible en estudios publicados de conservación regional, cubriendo la amplitud de la ciencia necesaria para abordar preguntas que tienen impacto en políticas públicas. El equipo de trabajo de este estudio fue liderado por dos expertos senior, los cuales fueron apoyados por una secretaría técnica, quienes tuvieron el rol de recolectar, compilar y catalogar sistemáticamente la evidencia, utilizando el método de mapeo sistemático (Martínez-Harms, 2021). Un panel científico nacional conformado por un grupo interdisciplinario de 8 expertos supervisó la revisión temática y geográfica de la región.

    En los 17 capítulos de este libro se analiza la biodiversidad marina, terrestre y de agua dulce de la Patagonia chilena, la aceleración de las presiones de los cambios globales y locales sobre los ecosistemas, los impactos de la acuicultura y las pesquerías, la interrelación de la interfaz tierra-mar, la conservación de glaciares, turberas, estepas y bosques primarios, la conservación liderada por los pueblos indígenas, la conservación basada en la evidencia, así como el manejo de áreas protegidas y tendencias socioeconómicas en la región. Los capítulos recopilan la información disponible en la literatura, revisan críticamente los temas claves de conservación y formulan recomendaciones específicas para una gestión integrada de la conservación patagónica. La evidencia se codificó con un análisis semántico utilizando el programa informático R Bibliometrix y cada publicación se clasificó en cada uno de los cinco sistemas de estudio: i) terrestre; ii) marino; iii) agua dulce; iv) social; v) otra categoría (Mazor et al., 2018). Consideramos los cinco forzantes directos del cambio de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas identificados por la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (Millennium Ecosystem Assessment, 2005) e IPBES, 2018. Los cinco forzantes son: i) cambio climático; ii) cambios del hábitat; iii) especies invasoras; iv) sobreexplotación; v) contaminación (Mazor et al., 2018).

    Las publicaciones se agruparon en uno o múltiples forzantes y para validar su clasificación, inspeccionamos manualmente la clasificación de los artículos (n= 986) en cada sistema ecológico. El 100% de ellos fueron clasificados en uno de los cinco sistemas de estudio y el 56% de los artículos fueron clasificados por su foco en uno o más de los forzantes de cambio.

    4.1. Tendencia temporal

    Compilamos una base de datos sobre la Patagonia chilena que documenta claramente el aumento en el número de publicaciones durante la reciente década (ver base de datos en Martínez-Harms, 2021). La mayoría de las publicaciones compiladas se refieren a los sistemas ecológicos terrestres y marinos (Figura 2). El mapa sistemático mostró un aumento exponencial de la evidencia durante los últimos 10 años, distribuida en sistemas marinos (325 artículos; 33%), sistemas terrestres (282; 29%), sistemas sociales (205; 21%), de agua dulce (148; 15%) y otros (26; 3%). Un creciente número de publicaciones recientes incluyen variables sociales y dimensiones humanas de la conservación (Figura 2).

    Figura 2

    Número acumulado de estudios sobre la región de Patagonia chilena (publicados entre 1980-2017) clasificados por el sistema de estudio. El eje X representa los años y el eje Y representa el número de publicaciones por año. En términos relativos se destaca el bajo número de trabajos en sistemas dulceacuícolas durante el período, además del crecimiento en décadas recientes en el número de trabajos que incluyen variables sociales.

    4.2. Distribución de la evidencia por forzantes de cambio

    La clasificación por forzantes de cambio global (Figura 3) mostró que la mayoría de los estudios se han enfocado en el cambio climático (191 estudios; 19%), seguidos por estudios de especies invasoras (131; 13%), que abordan especialmente los impactos de la salmonicultura y el castor; seguidos por estudios de contaminación (102; 10%), cambios de hábitat (79; 8%) y sobreexplotación de recursos marinos y terrestres (53; 5%). En cuanto a los sistemas terrestres propiamente tales las publicaciones se ocupan principalmente del cambio climático (56; 6%), las especies invasoras (49; 5%) y cambios del hábitat (34; 3,4%).

    4.3. Distribución espacial de la evidencia

    Al georreferenciar los estudios de las publicaciones de la base de datos (2.059 sitios de muestreo para 986 registros), se observó que el 72% de los sitios analizados corresponden al sistema terrestre y solo un 28% al marino (Figura 2). Al codificar luego la evidencia compilada por forzantes de cambio (Figura 3) y por su distribución espacial en la Patagonia chilena, en sus 11 provincias administrativas actuales y las tres ecorregiones marinas (Rovira y Herreros, 2016), obtuvimos los resultados que se describen a continuación (Figura 4).

    Figura 3

    Distribución del número de publicaciones por forzante de cambio directo en los distintos ecosistemas (eje X) y por ecosistema de interés (colores de barras). El eje Y representa los números de publicaciones acumuladas en el período 1980-2017.

    El cambio climático ha sido el tema más estudiado en la provincia de Última Esperanza (108 sitios; 5%) y Capitán Prat (101 sitios; 5%), donde se localizan los campos de hielo, con estudios que documentan el retroceso de los hielos. Para el caso de especies invasoras, el mayor número de publicaciones se concentra en Coyhaique (115 sitios; 6%), Palena (60 sitios; 3%) y Aysén (53 sitios; 3%). Los efectos de la contaminación han sido poco estudiados a nivel de provincias terrestres debido a su escaso impacto relativo en la región; sin embargo, el mayor número de estudios se concentra en Llanquihue con 33 sitios. El cambio del hábitat y la sobreexplotación de recursos naturales también han sido escasamente estudiados en la literatura referida a los sistemas terrestres, considerando la clasificación administrativa de provincias (Figura 4).

    En las ecorregiones marinas patagónicas (Rovira y Herreros, 2016) el cambio climático ha sido abordado con más frecuencia en la ecorregión de Chiloé-Taitao (42 sitios), seguido por la ecorregión Kawésqar (37 sitios) y Magallanes (24 sitios). Los estudios de especies invasoras se concentran por igual en Chiloé-Taitao (30 sitios) y Magallanes (30 sitios), con un número menor en la ecorregión Kawésqar (10 sitios). La contaminación industrial ha sido abordada casi en su totalidad en la ecorregión de Chiloé-Taitao (60 sitios), con muy pocos estudios en las ecorregiones Kawésqar y de Magallanes. El cambio de hábitat ha sido escasamente abordado en las diferentes ecorregiones marinas, mientras que los estudios de sobreexplotación de recursos se han concentrado principalmente en la ecorregión de Chiloé-Taitao (41 sitios), con escasos estudios en Kawésqar y Magallanes.

    Después de espacializar los sitios de estudio a partir de los registros de la base de datos (2.059 sitios de muestreo para 986 registros), se superpuso el mapa de las áreas protegidas terrestres (Tacon et al., 2021) y marinas (Tecklin et al., 2021) con el mapa de evidencia para la región de la Patagonia chilena. Encontramos que menos del 27% de la evidencia se basa en información recopilada dentro de la red de áreas protegidas terrestres y marinas. La mayoría de los estudios se concentraron sólo en los tres parques nacionales más extensos: Bernardo O’Higgins, Laguna San Rafael y Torres del Paine, revelando que una fracción sustancial de esta región permanece escasamente explorada.

    Figura 4

    Distribución espacial del número de publicaciones por provincia administrativa y por ecorregión marina (Rovira y Herreros, 2016) de la Patagonia chilena para el caso de la evidencia codificada por sistema de estudio (A) y por forzante de cambio directo (B).

    5. OPORTUNIDADES Y RECOMENDACIONES PARA LA CONSERVACIÓN DE LA PATAGONIA CHILENA

    La visión integrada e inclusiva del manejo de los ambientes terrestres, marinos, dulceacuícolas y de interfaz mar-tierra, representa una enorme oportunidad para impulsar en la Patagonia chilena un proceso de uso del paisaje distinto al resto del territorio chileno. El pasivo ambiental que ha dejado el modelo de desarrollo extractivista de otras regiones de Chile podría ser evitado en la Patagonia chilena con el impulso de una nueva propuesta de conservación integral mar, tierra y sociedad (Glavovic et al., 2015; Nahuelhual et al., 2021).

    5.1. Bases para un sistema integrado de áreas protegidas en la Patagonia chilena

    La Patagonia chilena cuenta con parques nacionales, reservas nacionales y monumentos naturales (e.g., Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado), muchos de ellos colindantes con sistemas costeros, los cuales cubren aproximadamente la mitad de la superficie terrestre (Tecklin et al., 2021; Tacón et al., 2021; Pliscoff et al., 2021). Esta plataforma de conservación representa una oportunidad única para Chile, e inusual a nivel mundial, para integrar la conservación de grandes ecosistemas terrestres y marinos. Las numerosas áreas protegidas terrestres y marinas (Tacón et al., 2021; Pliscoff et al., 2021, Tecklin et al., 2021) cuentan con reducidos niveles de implementación, particularmente las marinas, y una ausencia total en sistemas de agua dulce; entre sus déficits se cuenta por lo general la ausencia de planes de manejo bien desarrollados, insuficientes monitoreos, limitados recursos financieros y humanos para alcanzar una protección real.

    A fin de avanzar y superar la actual situación de conservación de la Patagonia chilena, frente a esquemas de investigación y conservación fragmentarios y competitivos, en este capítulo (ver más adelante) estimamos de alta relevancia la creación de un Centro Interdisciplinario de Conservación de la Patagonia chilena, con connotación público-privada, incluyendo el desarrollo de incentivos para la colaboración binacional Chile-Argentina.

    El desarrollo de mecanismos para alcanzar un adecuado balance entre la protección de sistemas marinos y terrestres en la Patagonia chilena es una oportunidad y a la vez un importante desafío que puede contribuir también a la propuesta de conservación global para el futuro de los océanos (Jones et al., 2018). Una visión de conservación integrada e inclusiva mar-tierra-sociedad permitirá anticiparse a los desafíos nuevos y crecientes, como son la expansión de la acuicultura, el nuevo interés minero por los fondos marinos, el desarrollo de proyectos costeros de energía renovable, la expansión regional del turismo y la ampliación de derechos de uso y actividades productivas en los maritorios costeros. Estos desafíos están presentes hoy en la Patagonia chilena y llaman a fortalecer un sistema de conservación regional integrado, que vaya más allá de la situación actual de parques y reservas, en su mayoría de papel, es decir sin respaldo real (Tecklin et al., 2021).

    Tacón et al. (2021) señalan que el SNASPE de la región patagónica chilena establece protección legal para ca., el 83% de la superficie de nieves y glaciares (29.784 km²), el 40% de la superficie de los bosques nativos (36.168 km²) y matorrales, un 68% de la superficie de turberas (22.042 km²). Esta proporción de los distintos ambientes sugiere que aún existen desafíos de conservación relevantes, especialmente en las zonas menos intervenidas, que han sido identificadas tanto dentro como fuera de áreas protegidas (Astorga et al., 2021; Pliscoff et al., 2021; Reid et al., 2021). Una omisión importante de la conservación pública son las vastas zonas de humedales y turberas, que son particularmente frágiles a los impactos del cambio climático e intervención humana (Mansilla et al., 2021).

    La mayor parte de los estudios de servicios o beneficios ecosistémicos para la sociedad realizados en Chile se centran en aguas continentales, pero existe escasa información sobre el valor de los ecosistemas de agua dulce de la región patagónica (Reid et al., 2021). Los escasos estudios del tema en la Patagonia occidental austral provienen de la cuenca de Aysén y de isla Navarino/Tierra del Fuego (Bachmann-Vargas et al., 2014). Para comprender mejor la relación entre la provisión de agua para los seres humanos y el bosque bien conservado, se necesita suplementar una red de estaciones pluviométricas en arroyos de cabeceras (que también proveen agua potable a muchas comunidades rurales), distribuidos a lo largo del gradiente bioclimático de la Patagonia occidental. Junto con el monitoreo de los flujos, es importante proteger estas cabeceras de cuenca con alguna figura legal que evite su mal manejo y degradación (Astorga et al., 2021).

    Diversas iniciativas de conservación privada (ICP) han contribuido a mejorar la representatividad, cobertura y conectividad entre los ecosistemas terrestres y acuáticos en la Patagonia chilena. Al año 2014 se identificaban 47 iniciativas de conservación privada entre las regiones de Los Lagos y Magallanes, abarcando una superficie aproximada de 9.640 km², un área equivalente a ca. 57% del total nacional (Núñez-Ávila et al., 2013). Lamentablemente, hoy no se cuenta con una actualización de este catastro para la Patagonia chilena. Algunas de las ICP más extensas del país se han establecido en la Patagonia occidental: Parque Tantauco en Chiloé insular (2003) con 1.180 km² y la Reserva Natural Karukinka en Tierra del Fuego (2004), con 2.700 km². A pesar de que las ICP se han ido consolidando de facto como una figura complementaria de conservación a nivel nacional, estos territorios aún permanecen en una posición incierta a nivel oficial (Tecklin y Sepúlveda 2014), ya que los avances en la materia han sido lentos. Recién en el 2020 se cuenta con una propuesta formal de estándares para la conservación privada en Chile (Ministerio del Medio Ambiente, MMA 2020).

    Otro tipo de áreas de protección de la biodiversidad patagónica que han intentado integrar investigación, educación y participación social en la gestión son las Reservas de la Biósfera (RB). Las primeras dos RB presentes en la Patagonia chilena fueron declaradas el año 1978: Torres del Paine y Laguna San Rafael. Las RB declaradas después del año 2000 se ampliaron para seguir la lógica propuesta por UNESCO de constituir paisajes de conservación, incluyendo áreas núcleo, zonas de amortiguación, corredores biológicos y áreas de manejo de recursos naturales, con apoyo científico en la toma de decisiones y participación ciudadana en la gestión. Sin embargo, en la mayoría de las RB en Chile no se han concretado estos propósitos y no es clara su real inserción en el sistema nacional de áreas protegidas.

    A nuestro parecer, si se cumplieran sus objetivos teóricos, las RB podrían constituirse en modelos de gestión para toda la región patagónica bajo el paradigma de conservación integrada mar-tierra-sociedad, porque se enfocan en paisajes con alta complejidad de ambientes y usos y porque sus habitantes juegan un papel central. Se ha considerado (Rozzi et al., 2012) la adopción de este modelo de RB para conectar los extremos norte y sur de la región patagónica chilena, donde el área actualmente dedicada a la conservación pública y privada alcanza la proporción relativa más alta del país y donde es prioritario extender la conservación, desde el borde costero hacia los océanos que conforman el entorno de archipiélagos y canales. En este esquema se debe considerar que todas las áreas protegidas de la Patagonia chilena albergan actividades turísticas y emprendimientos que impulsan el desarrollo de localidades y comunas aledañas (Guala et al., 2021; Nahuelhual et al., 2021).

    5.2. Resumen de las principales recomendaciones transversales para la conservación de la Patagonia chilena

    A continuación, se presenta una síntesis de las principales recomendaciones transversales para la Patagonia chilena, a escala regional y a distintos niveles de análisis, partiendo con las más urgentes y generales hasta las más específicas o que requieren mayor gradualidad. Las recomendaciones particulares por ecosistema o socio-ecosistema patagónico se encuentran detalladas en cada uno de los 17 capítulos del libro:

    •Recomendaciones para prevenir pérdidas de biodiversidad y servicios ecosistémicos. En nuestra visión, y la contenida en los capítulos del libro, es urgente completar la evaluación de los estados de conservación en la Patagonia chilena, y especificar con nitidez las líneas de base con respecto a las amenazas, oportunidades, desafíos y prioridades de conectividad de los diferentes ecosistemas patagónicos. Las acciones más urgentes son: i) la protección de la biodiversidad amenazada de los sistemas de agua dulce; ii) medidas concretas de prevención del impacto de la salmonicultura masiva en la región, en especial en Magallanes; iii) limitación y regulación del impacto de la actividad turística intensiva en áreas remotas; iv) prevención del riesgo de incendios de bosques y matorrales. Proponemos realizar un análisis integrativo de las estructuras y dinámicas de todos los socio-ecosistemas patagónicos a fin de conectar más adecuadamente las interacciones tierra-mar-sociedad con la protección de los servicios ecosistémicos. Tal evaluación no ha sido utilizada para el diseño y selección de áreas protegidas en Chile. En la Patagonia chilena su implementación es una necesidad urgente, debido a su intricada geografía, singularidades y múltiples actividades productivas (Nahuelhual et al., 2021).

    Una amenaza latente en el margen costero de la Patagonia chilena es el rápido el avance de la industria de la salmonicultura hacia el sur de la ecorregión Chiloé-Taitao, con un creciente número de concesiones en zonas de canales, archipiélagos y fiordos. Es urgente legislar e implementar un sistema de responsabilidad ambiental que norme y penalice el daño ambiental causado por los masivos escapes de salmones de las balsas de cultivo, aplicando medidas y tecnologías preventivas (Buschmann et al., 2021). En este modelo es preciso internalizar los costos ambientales de las descargas de nutrientes e implementar medidas de mitigación, como el cultivo integrado con algas y/o filtradores. Bajo un enfoque precautorio, sería razonable congelar el avance de la salmonicultura en Magallanes hasta que se cuente con medidas de mitigación y un sistema regulatorio que permita prevenir los impactos del crecimiento en biomasa y descargas de nutrientes.

    •Recomendaciones de planificación de la conservación mar-tierra-sociedad. Es urgente fomentar una planificación y gestión integrada de los ecosistemas marino-terrestre-agua dulce para optimizar los esfuerzos de conservación y la transferencia de capacidades ya instaladas en la Patagonia chilena. Uno de los problemas del sistema de áreas protegidas actual es que el análisis de los costos y acciones de conservación relacionadas con las interfaces mar-tierra no han sido integradas en la gestión ni en las prioridades de conservación (Ban et al., 2013). El modelo actual de selección de reservas marinas y terrestres asume usualmente que cada sitio es un sistema ecológico independiente. La intervención humana en el manejo y la extracción de recursos de los sistemas terrestres costeros (bosques y humedales) pueden alterar gravemente las cuencas hidrográficas conectadas con el océano, afectando la biodiversidad marina (Álvarez -Romero et al., 2011; Rozzi et al., 2021). Es importante que el reconocimiento de la conectividad entre agua, bosques y suelos se integre en el concepto de cuenca hidrográfica, como instrumento de políticas públicas y/o de planificación de la conservación y cambios de uso del suelo a nivel regional. Se recomienda diseñar un sistema de incentivos a los propietarios, para conservar las áreas más prístinas o valiosas, junto con mejorar la gestión en el manejo de las mismas. Los bosques antiguos de la Patagonia chilena ocupan importantes cuencas hidrográficas. La consideración de las interacciones (flujos de agua, materia y energía) entre ecosistemas acuáticos y terrestres y su focalización en planes de conservación podría marcar una diferencia con el resto de Chile. Proponemos poner en el primer plano la necesidad de monitoreo y reconocimiento del valor patrimonial de la fracción de bosques intactos que protegen las cabeceras de las cuencas de la región (Astorga et al., 2021; Reid et al., 2021).

    Dada la velocidad del crecimiento turístico, se requiere con urgencia vincular la gestión de las áreas protegidas con la planificación del desarrollo regional (Guala et al., 2021, Nahuelhual et al., 2021). Entre otros espacios, esto puede ocurrir en los procesos de generación de los Planes Regionales de Ordenamiento Territorial y de la Zonificación de Usos del Borde Costero. El crecimiento del sector turístico podría generar efectos adversos sobre el medio ambiente y algunas formas de biodiversidad, al aumentar el consumo de recursos, la producción de residuos, la construcción de caminos que acelera la introducción y propagación de especies exóticas y aumento de la probabilidad de incendios forestales en zonas apartadas (Belsoy et al., 2012). Por ello es importante avanzar en la planificación del manejo de actividades humanas dentro y alrededor de las áreas protegidas, identificando zonas con diversas oportunidades para promover en conjunto el desarrollo humano, a través de la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos (Hull et al., 2011). Es necesario que la Corporación Nacional Forestal (administradora del SNASPE hasta hoy) y organismos que en el futuro cautelen el patrimonio ambiental de Chile, como el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, sean invitados a participar en las entidades que regulan el uso de las zonas costeras, incluyendo las Comisiones Regionales de Uso del Borde Costero.

    •Consolidación financiera del sistema de áreas protegidas. Considerando que las áreas protegidas terrestres, marino-terrestres y marinas son uno de los instrumentos fundamentales para la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, y que la Patagonia chilena tiene una alta cobertura de áreas protegidas, con bajos niveles de gestión e inversión pública, se recomienda un plan de inversión pública y privada orientado a establecer los cimientos de una gestión coordinada entre todas las unidades de conservación patagónicas. Es prioritario avanzar hacia un financiamiento estable y de largo plazo del sistema de áreas protegidas de la Patagonia chilena que cree incentivos para su evaluación y mejoramiento continuo (Tacón et al., 2021; Tecklin et al., 2021). Los presupuestos anualizados deben asegurar un piso mínimo para la protección de todas las áreas, reduciendo así la presión por los ingresos derivados del turismo local canalizados a la conservación. Los mecanismos de financiamiento de la conservación patagónica deben considerar la gran brecha que existe entre la extensa superficie protegida y la magnitud de la inversión que hace el país, o el correspondiente pago por los servicios que la naturaleza protegida presta a los habitantes y a la sustentabilidad global. La incorporación explícita de los centros académicos regionales, de las comunidades indígenas y grupos de ciencia ciudadana en las tareas de gestión y conservación es esencial. Además, es necesario diseñar mecanismos públicos y público-privados de financiamiento y apoyo técnico para todas las figuras de protección marina, incluyendo las áreas marinas protegidas convencionales, como SNASPE, ECMPO y AMERB.

    •Consolidación de una red integrada de áreas de conservación marina efectivamente protegidas en Patagonia chilena. El singular carácter archipelágico de la Patagonia chilena representa un desafío para la protección y conservación de los maritorios y las interfaces terrestres-marinas-dulceacuícolas, que difiere de las fórmulas de gestión en la mayoría de las áreas protegidas de Chile. En la Patagonia chilena, la conservación marina presenta aún muy serios déficits en términos de planes de manejo, monitoreo, seguimiento, fiscalización, financiamiento y comunicación hacia los ciudadanos. Actualmente, la gran mayoría de estas áreas marinas lo son solo en el papel y algunas de ellas aún conviven con actividades de acuicultura en su interior o están abiertas a las pesquerías artesanales y de mediana escala. En forma urgente se requiere pasar a la acción de conservación proactiva, tomando en cuenta los cambios ambientales globales que enfrenta la Patagonia chilena (Marquet et al., 2021). Además, se requieren nuevas aproximaciones metodológicas, como por ejemplo, el desarrollo de mapas de alta resolución (marinos y terrestres) de almacenamiento de carbono, en conjunto con mapas de biodiversidad y de servicios ecosistémicos, para identificar y proteger áreas con los mayores co-beneficios (Soto-Navarro et al., 2020). Se hace urgente estudiar y proponer una red de áreas marinas de conservación más integral y representativa que la actual, que por un lado diferencie, y por otro aúne la Patagonia norte, central y sur. La futura red de áreas patagónicas marinas de conservación debe contemplar el desafío, no solo de cubrir y representar adecuadamente los diferentes ecosistemas, sino que, además, compatibilizar con las actividades productivas actuales y futuras considerando las aspiraciones y derechos de los pueblos originarios.

    Es una prioridad incorporar en los planes de manejo la porción del borde costeromarino de cada una de las unidades Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) que contienen áreas legalmente reconocidas dentro de sus perímetros (Tecklin et al., 2021). Además, se propone el desarrollo de un protocolo y procedimientos legales para reconocer el carácter de áreas marinas protegidas de los Espacios Costeros Marinos de Pueblos Originarios y de las Áreas de Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos, cuando sus titulares así lo soliciten, y generar un sistema de apoyo estatal para tales gestiones, incluyendo la preparación e implementación de los planes de manejo y administración.

    •Diseño y ejecución de sistemas estandarizados de monitoreo de biodiversidad y estado de conservación de ecosistemas y sus servicios ecosistémicos. Se propone diseñar y aplicar, en conjunto con los encargados de las áreas protegidas, un sistema de monitoreo de largo plazo, y bajo costo, con una red mínima de 40 sitios de seguimiento distribuidos en los diferentes ecosistemas terrestres, ambientes dulceacuícolas, maritorio y criósfera. Se estima necesario incorporar en estas actividades de monitoreo ambiental a los múltiples usuarios de la biodiversidad y de los ecosistemas, especialmente los relacionados con acuicultura, pesca, turismo, transporte, extracción de recursos, minería, y otros (Nahuelhual et al., 2021). Los sistemas de monitoreo a largo plazo del estado de los ecosistemas más frágiles o valiosos ( e.g. , turberas, bosques intactos) son fundamentales debido a que proyectos tales como: la construcción del Puente de Chacao, la pavimentación de la carretera Austral, la ruta que conectará el territorio continental con la bahía Yendegaia, así como los permisos de exploración y explotación minera, conllevan graves incertidumbres para el futuro de la conservación de estos ecosistemas.

    •Políticas de conservación inspiradas en la construcción de capacidades. Es esencial generar políticas y mecanismos de integración de las comunidades locales y visitantes en la Patagonia chilena, a través de un programa de información, capacitación, integración y co-responsabilidad para una conservación efectiva y sostenida (National Research Council, 2002). Es urgente aumentar la incorporación de las comunidades locales en la planificación, gestión, implementación y cuidado de las áreas protegidas. Debido a la escasez de recursos y necesidades de capacitación, cautelar el patrimonio natural solo con personal de los parques y otras áreas protegidas es improbable a corto y mediano plazo. La gestión debe ser reformulada, con programas de capacitación, y con financiamiento para un horizonte de una década, incentivando la participación ciudadana coordinada (ciencia ciudadana, ver Hermoso et al., 2020). La construcción de capacidades debe estar asentada en especial en un conocimiento profundo del valor del territorio, patrimonios natural y cultural, y cómo éstos contribuyen al crecimiento sustentable de las economías locales, el bienestar humano y la sustentabilidad de la biósfera. Estas políticas deben potenciar el conocimiento integrando a los ciudadanos de todos los orígenes y promover la unificación de valores y comportamientos, bajo una ética de administración socioambiental (stewardship) colectiva y responsable de los ecosistemas y sus recursos (Bennett et al., 2018; National Research Council, 2008; Noble et al., 2003).

    •Incentivos a la colaboración binacional Chile-Argentina en conservación de la Patagonia. La Patagonia como un todo, con sus vertientes oriental y occidental, sobresale a nivel mundial por sus numerosos ambientes remotos sujetos a reducidos impactos antrópicos (Jones et al. 2018). Este territorio y maritorio están hoy expuestos a diferentes fuerzas de cambio global acelerado (climático, oceanográfico, pesquero, acuicultura, invasiones de especies exóticas, turismo, sobrepesca), que pueden afectar diferencialmente sus vertientes oriental y occidental. La colaboración, entre entidades académicas y gubernamentales chilenas y argentinas, pueblos originarios y ONG en la Patagonia es clave para generar y difundir nuevos conocimientos, promover el monitoreo de los ecosistemas y motivar acciones conjuntas de conservación. A modo de ejemplo, en 2018 en el extremo sur de Chile, se decretó el establecimiento de una de las mayores áreas oceánicas de conservación: el Parque Marino Diego Ramírez-Paso Drake, con 140.200 km ² , que se complementa con la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos (48.000 km ² ). Ambas áreas son adyacentes en Argentina con el Parque Marino Yaganes, con 68.843 km ² . En este caso particular, la gestión de conservación coordinada Chile-Argentina es indispensable.

    •Creación y financiamiento de un Centro Interdisciplinario de Conservación de la Patagonia chilena. Una de las necesidades más importantes en investigación y planificación de la conservación patagónica es incrementar el conocimiento interdisciplinario sobre los principales ecosistemas, sus necesidades de conservación y sus relaciones con el bienestar humano. Para romper con los esquemas de investigación y conservación fragmentarios y competitivos, proponemos apoyar la investigación interdisciplinaria que integre ciencia, sociedad y conocimientos tradicionales ancestrales, estableciendo así un puente entre los actores estatales, centros académicos regionales, pueblos originarios, privados y ONG. Con esta finalidad recomendamos la creación de un Centro Interdisciplinario de Conservación de la Patagonia chilena que cuente con personal e infraestructura propia y que se complemente con la colaboración de instituciones y otros centros regionales de frontera en investigación en ciencias naturales, sociales y humanísticas. Dicho centro debería generar líneas de investigación propias y potenciar los nexos entre las ciencias desarrolladas por diferentes entidades instaladas en la Patagonia chilena. Uno de los ejes importantes de acción de este centro sería implementar la visión de conservación patagónica mar-tierra-sociedad desarrollada en este capítulo. Los objetivos del centro deberían apuntar a: la investigación básica y aplicada con altos estándares, publicaciones en revistas nacionales e internacionales, revisión de los planes de manejo, monitoreos sistemáticos en y fuera de las áreas protegidas, capacitación profesional de guardaparques, educación escolar y la implementación de programas de ciencia ciudadana (Hermoso et al., 2020).

    •Apoyar el liderazgo indígena en la conservación de la Patagonia chilena e impulsar al diálogo intercultural. La conservación de la Patagonia chilena requiere formas de gobernanza más inclusivas y participativas en las áreas protegidas, además de mecanismos para el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indígenas sobre territorios y maritorios ancestrales. Se recomienda desarrollar nuevas políticas y capacidades de gestión en los servicios públicos para facilitar tales fines. Por una parte, estas deben incluir el establecimiento de modalidades de uso y gobernanza de las áreas protegidas para apoyar la supervivencia de los modos de vida y culturas de los pueblos indígenas; incluyendo mecanismos para compartir los beneficios de las actividades económicas en las áreas protegidas. También, se debe identificar y reconocer los territorios indígenas de conservación y áreas conservadas por comunidades locales, bajo la gobernanza de pueblos indígenas (Aylwin et al., 2021). Se propone impulsar procesos de diálogo en cada área protegida teniendo presente las directrices y recomendaciones de la UICN referidas a los tipos de gobernanza y a derechos de pueblos indígenas sobre sus tierras y territorios. Ello, con el fin de analizar y definir en conjunto formas de solución de conflictos actuales y potenciales, recomendamos la creación de un mecanismo oficial para dar seguimiento público y apoyo decidido a estos procesos, cuando sea pertinente, y proponer formas específicas de restitución de derechos y nuevas formas de gestión compartida para la conservación. A su vez, recomendamos que los procesos de creación de nuevas áreas protegidas incluyan una revisión de su posible traslape con territorios y derechos indígenas, evitando así que se vulneren derechos ancestrales.

    Es importante que los órganos públicos competentes y las entidades privadas que administran las áreas protegidas en la Patagonia chilena consideren el potencial que tienen los Espacios Costero Marinos de Pueblos Originarios como iniciativas de conservación de los pueblos indígenas en sus espacios costeros marinos, muchas veces aledaños a las áreas protegidas públicas. Los ECMPO asignan derechos de acceso y gestión sobre áreas marinas a comunidades indígenas a fin de mantener las tradiciones y el uso de los recursos naturales por parte de las comunidades vinculadas al borde costero (Hiriart-Bertrand et al., 2020; Tecklin et al., 2020). Sin ser esta figura un área marina protegida, la ley establece que los ECMPO deben asegurar la conservación de los recursos naturales de estas áreas. Por lo tanto, se recomienda: i) avanzar en el estudio del potencial rol de los ECMPO para la conservación biocultural, incluyendo el análisis de las trabas, políticas y legales (Hiriart-Bertrand et al., 2020) para acelerar los procesos de tramitación de los ECMPO dentro de lo estipulado por la ley; ii) brindar apoyo por parte de CONADI y la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura a las comunidades y los procesos de solicitud de ECMPO, con fines compatibles con la conservación; iii) brindar apoyo y fortalecer las capacidades de las comunidades para la gobernanza colectiva de los ECMPO y la conservación y uso sostenible de sus recursos.

    •Fortalecimiento de políticas públicas y gobernanza del sistema de áreas protegidas. Una conservación efectiva y duradera en la Patagonia chilena solo será posible bajo un sistema de gobernanza que asegure el vínculo continuo entre tomadores de decisiones, la población y entidades científicas, tanto para resoluciones basadas en la evidencia científica, como para promover el desarrollo de capacidades. Este proceso debe asegurar procesos participativos eficientes, basados en principios de justicia y equidad (Martínez-Harms, 2021) sobre los cuales la ciudadanía pueda pedir rendición de cuentas.

    La recomendación transversal para la conservación en la Patagonia chilena es que el sistema de gobernanza actual sea modificado para producir procesos adaptativos y flexibles frente a una nueva legislación. El Proyecto de Ley sobre el Servicio de Biodiversidad y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Chile representa una gran oportunidad para que la gestión de la biodiversidad pueda incluir la experiencia adquirida e incorporar el conocimiento local y el de las comunidades ancestrales y de sus descendientes (Tecklin et al., 2021; Aylwin et al., 2021). En la actualidad, el SNASPE funciona bajo una institucionalidad dispersa, desarticulada e incompleta, donde la protección de ecosistemas terrestres y marinos está débilmente integrada y la de los sistemas dulceacuícolas no existe. En tanto, la Ley del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas continúa en debate legislativo por más de una década. Es urgente que este proyecto sea aprobado para fortalecer la conservación a gran escala en regiones con áreas protegidas tan extensas como las de Patagonia.

    6. CONCLUSIONES

    Este capítulo presenta resultados de una revisión sistemática del estado del conocimiento (Martínez-Harms, 2021), e identifica áreas deficitarias del mismo, zonas donde existe debilidad de las políticas de resguardo de la biodiversidad

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