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MUJER SIN LÍMITES
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Libro electrónico151 páginas2 horas

MUJER SIN LÍMITES

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En este libro, la autora nos describe de forma amena cómo ha sido su historia desde pequeña, su intrépido viaje desde la República de El Salvador hasta la tierra de las oportunidades de los Estados Unidos. Nos describe vívidamente su transformación

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 nov 2021
ISBN9780982328293
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    MUJER SIN LÍMITES - VERÓNICA VILLATORO

    DEDICATORIA

    A mí misma, por ser una mujer independiente y muy centrada en el diario vivir. Gracias a mí, Verónica Villatoro, y a mi padre celestial, Dios Todopoderoso, el Rey de reyes, que sin Su bendición, yo no sería quien soy hoy en día, Gracias Dios. A este gran país, Estados Unidos, por darme la oportunidad de estar aquí y hacer mis sueños realidad. A mi madre, Lorenza Cruz, por sus lindos consejos. A mi padre, Maximiliano Villatoro, que está en el cielo. A mis tres hermanos, Víctor Villatoro, José Villatoro y Wendy Villatoro. A mis diez sobrinos, a mi familia y amistades. Y, en especial, a todos los inmigrantes que venimos a luchar por nuestros sueños a Estados Unidos, Dios bendiga y proteja este maravilloso país.

    AGRADECIMIENTOS

    El agradecimiento de este libro va dirigido, primero, a Dios, ya que sin Su bendición y Su amor, no hubiera logrado este gran sueño hecho realidad. Un agradecimiento inmenso para este gran país por las miles de oportunidades que me ha dado. A mi madre le estoy infinitamente agradecida por enseñarme a luchar y ser humilde en todos los aspectos. Agradezco a mi padre por engendrarme y dejarme venir a este mundo. Estoy muy agradecida con mis tres hermanos por hacerme la tía más feliz del mundo. Agradezco a mis sobrinos por darme mucho amor. A mis cuñadas y mi cuñado por darme el privilegio de ser tía. Muy agradecida con mi familia.

    Agradezco a mis amigos por sus buenos consejos y por apoyarme y motivarme, y también por soportar mis inmadureces, por ratos soy rebelde, gracias por comprenderme. Un agradecimiento muy especial para mi mentor, Armando Carrasco, por guiarme en este gran sueño, estoy más que agradecida. Y agradezco a mis enemigos que, gracias a ellos, soy precavida y estoy alerta, me enseñaron a ser más fuerte de lo que era; gracias, me hicieron un gran favor.

    INTRODUCCIÓN

    Soy una chava que agradece mucho a Dios, a Él y a mi madre, por haberme enseñado la mejor versión de lo importante que es no olvidar de dónde vengo, en dónde estoy y para dónde voy. Le doy infinitas gracias a la vida por mandarme muchas situaciones difíciles, por dejarme aprender de ellas, y así, mejorar poco a poco; de eso se trata la vida, venimos a este maravilloso mundo a aprender de nuestros errores. Lastimosamente, así es la vida, está llena de sorpresas, pero recuerda, todo depende de cómo las tomemos.

    Hoy, me encuentro lejos de mi humilde país, mi querido El Salvador, pero dando muchas gracias a mi Dios por darme una de mis mayores oportunidades, vivir en este gran país (Estados Unidos de América), el país de las oportunidades y el sueño de todos los inmigrantes. Obviamente, uno agarra costumbres, pero nunca olvido cuáles son mis raíces. Soy una mujer muy independiente gracias a mi madre, que me enseñó a serlo desde que tengo uso de razón, lo comprendí hasta los treinta años.

    Agradezco a Dios por darme la familia que tengo, incluso con todo y la situación de mi padre. Tengo tres hermanos. El mayor se llama Víctor, que es como mi papá, lo respeto y admiro muchísimo. Yo soy la segunda, mi hermanito José es el tercero. Lo quiero como si fuera mi hijo, más adelante te cuento porqué. Finalmente, mi hermanita. Ella ha sido la muñeca que no tuve para jugar en mi niñez, se llama Wendy y yo soy diez años mayor que ella. Así como la he protegido, también me ha provocado muchos dolores de cabeza ja, ja, ja, pero claro, la familia, ¿verdad? Daría la vida por mis tres hermanos y ellos por mí; por mamá, ni se diga, sí señor, la protegemos y amamos sin poder explicarlo, al final, el amor de madre es infinito. Aunque no le guste mucho que se lo diga, sus hijos y yo la amamos profundamente.

    Soy tía afortunada, tengo diez sobrinos y les doy muchas gracias a mis cuñadas y cuñado por darme unos sobrinos tan hermosos, inteligentes y muy respetuosos. Los amo con todo mi corazón y ellos lo saben, cuando me llaman tía Vero me derriten el corazón. Soy una hija bendecida, una hermana agradecida y una tía increíble.

    La felicidad y el ser muy agradecida me han llevado muy lejos, mucho más de lo que yo me imaginé, más claro no puede estar. Hay un dicho que practico mucho: A Dios rogando y con el mazo dando, ojo, la fe y la perseverancia van juntas, es la clave del éxito. Enfocarte en lo que emprendas depende del hambre que tengas, yo sí que llegué a este hermoso país con hambre y necesidad, llena de miedo e incertidumbre, aquel miedo sin explicación.

    Ahora que soy una persona mayor de edad y más madura, me pongo a pensar en lo mucho que Dios me guio, me cuidó y me protegió. ¿Cómo no agradecerte tanto papá Dios? Muchas gracias por poner personas tan importantes en mi camino, porque de ellas aprendí mucho. De igual forma, te agradezco por ponerme personas incorrectas, porque aprendí a ser muy precavida. He aprendido a ser agradecida por los buenos consejos y a las personas con doble intención también les doy las gracias, mi Dios sabe por qué me pone a las personas incorrectas, al final, siempre nos damos cuenta.

    La vida da muchas vueltas y hay que estar bien parado porque, si no, te tumba al piso. Mis planes eran en aquel tiempo, cuando tenía mente y sentido de niña de doce años, llegar a este país, trabajar y ganar dinero, para luego regresar a El Salvador, construir una casita y vivir decentemente, sin embargo, como dice el dicho: Uno pone y Dios dispone, la mayor parte de mi vida se creó aquí.

    He estudiado, sigo estudiando, la preparación es mi mejor arma, jamás me falla. He aprendido mucho, he tenido buenos y malos ejemplos, obviamente me quedo con los buenos. Desde 2013, estoy en el proceso de preproducción de mi historia, estoy persiguiendo mi sueño en Hollywood. Los sueños sí que conllevan sacrificios, pero sigo de pie y no voy a tirar la toalla. Es uno de mis retos más difíciles, primero por la edad, luego por mi acento, al ser latina vivo mucha discriminación, y por maestros frustrados que no pudieron alcanzar sus sueños y quieren apagar los de uno.

    En fin, estos años constituyeron una de mis experiencias más difíciles, pero uno debe seguir trabajando duro. Tengo casi cuarenta años y no voy a permitir que a esta edad no cumpla mis sue-ños por el qué dirán. He estado cerca de dos años más, después de graduarme de actuación, trabajando como extra, y lo digo con mucho orgullo, considero que han sido ensayos para mi carrera. Poder trabajar con algunos de mis directores y actores favoritos genera en mí una emoción inexplicable. He trabajado en tantas compañías, como Fox y Warner Bros., y con actores increíbles, como Brad Pitt, o grandes directores, como Tarantino.

    Mucha gente te va a juzgar por lo que hagas y por lo que eres, la gente me critica por ser extra, pero yo considero que es un trabajo digno, lo tomo como un aprendizaje y lo respeto, es una experiencia para crecer como actriz, además, es lo que amo y me apasiona. No te fijes en las personas que te critican, te juzgan o te llenan de inseguridad. Habrá mucha gente que te ame por lo que eres, y otra que te odie por la misma razón, ¿qué se puede hacer? A esta vida venimos a ser perseverantes.

    No todo es fácil, hay altos y bajos, porque de eso se trata. Quiero mostrar que es posible, que como migrante se puede hacer una vida y cumplir los anhelos, ningún sueño es fácil, pero se debe trabajar y nunca darse por vencido. No persigas tus sueños por la fama, mantente humilde, esa es la clave perfecta. También mantén la fe, ora mucho, porque Dios responde. Mi vida me hace plena y feliz, amo a mi familia, amo mi trabajo, adoro la actuación y amo ser inversionista en bienes raíces. Me encantan los deportes, adoro ir al gimnasio, amo hacer yoga, meditar me encanta, compartir con mis amigos, pero también me gusta mucho estar sola; pasar tiempo conmigo misma.

    Y de esto se trata este pequeño libro, de cómo siendo inmigrante, proveniente de un país de América Central, con todo en contra, encontré un camino que me trajo hasta donde estoy. Y quiero compartirlo para motivarte, estimado lector, a que sigas luchando y no te des por vencido, porque estoy segura que, así como a mí, se te van a abrir muchas puertas.

    CAPÍTULO 01

    La infancia es casi casi una leyenda personal, recuerdo mi niñez a partir de los cuatro años y lo primero que quiero decir es lo importante que ha sido para mí el haber tenido una infancia tan sencilla, durante los años 80, en mi país, El Salvador. En verdad, es un milagro y una bendición poder contarte mi humilde historia.

    Recuerdo vívidamente los sucesos de la guerra de 1980, mientras yo estaba en mi humilde cantón Huertas Viejas, caserío El Alto, en el departamento de La Unión. Era tan niña y tierna que no entendía qué eran los tiros, las balas, las bombas. Mis dos hermanos y yo no sabíamos, no entendíamos lo que significaba estar en guerra. Mi madre, mis tíos y vecinos corrían de aquí para allá escondiéndose, porque era muy peligroso quedarse donde los militares estaban hospedados. Mientras vivíamos en nuestras humildes casitas, recuerdo que mi mamá tenía que cocinarles, y hasta lavarles la ropa, porque el no hacerlo era una amenaza hacia nosotros y solo éramos unos niños, sin idea de lo peligroso que era estar rodeados de hombres como ellos.

    A mis hermanos y a mí nos daba mucha alegría ver a otros niños y nos gustaba estar rodeados de militares, pero lo que más nos encantaba era la comida enlatada que ellos comían. A veces, nos regalaban unas cuantas latas, aquello sabía riquísimo, era la comida que les mandaban por helicóptero. Nosotros éramos felices al ver los helicópteros porque, antes de la guerra, nunca habíamos visto uno, era como un milagro, así que corríamos en cuanto oíamos el ruido acercándose por las montañas para verlo en un campo de fútbol que había cerca de nuestra casa, era donde jugábamos fútbol de vez en cuando. Fue toda una experiencia, la cual disfrutamos al máximo.

    Éramos tan humildes que la persona que tenía un burro era una persona adinerada, según nuestra perspectiva. Teníamos vecinos adinerados, con caballos, con ganado, con una vida mejor que la nuestra. Mi madre, a puras penas, podía conseguir el pan de cada día para mis hermanos y para mí. Yo fui la mujercita de la casa que tuvo que aprender desde los seis años a hacer el aseo del hogar, mientras mamá se iba al mercado a vender mangos, nances, anonas, papayas o cualquier fruta que se pudiese vender.

    Todo lo que cultivaban los agricultores vecinos, mi mamá lo compraba y lo revendía en el mercado del famoso pueblo llamado Santa Rosa de Lima, los lunes, miércoles y viernes, los días de mayor comercio en ese lugar. Lo complicado para llegar al pueblo es que solo puedes ir en carro o en autobús y, en aquellos tiempos, eran contadas las personas que tenían uno.

    A mi corta edad, recuerdo muy bien que no existían carreteras para que un auto pudiera entrar a nuestro cantón, con trabajo existían los caminos

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