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La Singularidad Radical: Ensayo sobre los Fenómenos Singulares
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Libro electrónico112 páginas2 horas

La Singularidad Radical: Ensayo sobre los Fenómenos Singulares

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La Singularidad Radical puede ser el preludio de la respuesta a la pregunta del lugar del hombre en un mundo donde, aunque prolifera el imperio de lo mismo, se esconde también la radicalidad de lo singular.

Se trata de un proyecto original sobre la singularidad humana en la era de la singularidad tecnológica. La obra aborda, de manera única, extrema e incluso irónica, la mutación del humanismo moderno al posthumanismo posmoderno, dejando ver entre líneas la luz natural de la Razón como el origen de todo cambio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 nov 2021
ISBN9788418049651
La Singularidad Radical: Ensayo sobre los Fenómenos Singulares

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    Un libro que corresponde al siglo XXI, la
    Filosofía humanista ha logrado hacer de lo que se pensaba imposible algo posible gracias a la razón, un buen repaso de la edad moderna y su gran impacto cultural en la humanidad. Una buena actualización de la problemática post-humana, recomendable para cualquier lector, escapa al lenguaje oscuro de algunos filósofos.

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La Singularidad Radical - Mane Tatulyan

Imagen de portada

La Singularidad Radical

La Singularidad Radical

Mane Tatulyan

Índice de contenido

Portadilla

Legales

El peso del vacío o la autopsia de la modernidad

La epidemia de la liberación

Lo atómico y lo anatómico

La humanidad in vitro

Lo viral

El big bang o el big data

El cadáver del arte

Lo poshumano o lo post mortem

La singularidad

Referencias

LA SINGULARIDAD RADICAL

Ensayo sobre los fenómenos singulares.

Mane Tatulyan

© 2021 Mane Tatulyan

© 2021, de la presente edición:

Experimenta Editorial

Calle Investigación, 7,

Pol. Ind. Los Olivos.

28906 Getafe, Madrid, España

www.experimenta.es

Dirección editorial: Marcelo Ghio

Diseño: Mane Tatulyan

Corrección: Ana Briz Blanco

ISBN: 978-84-18049-65-1

Digitalización: Proyecto451

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

De un destello ha nacido el Hombre

En el pentagrama del universo

Como un poema indescifrado

Del encuentro singular

Entre la luz y la palabra.

EL PESO DEL VACÍO O LA AUTOPSIA DE LA MODERNIDAD

Hubo un tiempo en el que el hombre tenía un cielo dotado de una riqueza pletórica de pensamientos y de imágenes. El sentido de cuanto es radicaba en el hilo de luz que lo unía al cielo; entonces, en vez de permanecer en este presente, la mirada se deslizaba hacia un más allá, hacia la esencia divina, hacia una presencia situada en lo ultraterrenal, si así vale decirlo. Para dirigirse sobre lo terrenal y mantenerse en ello, el ojo del espíritu tenía que ser coaccionado; y hubo de pasar mucho tiempo para que aquella claridad que solo poseía lo supraterrenal acabara por penetrar en la oscuridad y el extravío en que se escondía el sentido del más acá, tornando interesante y valiosa la atención al presente como tal, a la que se le daba el nombre de experiencia. Actualmente, parece que hace falta lo contrario; que el sentido se halla tan fuertemente enraizado en lo terrenal que se necesita la misma violencia para elevarlo de nuevo. El espíritu se revela tan pobre que, como el peregrino del desierto, parece suspirar tan solo por una gota de agua, por el tenue sentimiento de lo divino que, en general, necesita para confortarse. Por esto, por lo poco que el espíritu necesita para contentarse, puede medirse la extensión de lo que ha perdido.

G. W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu

El ruido de los medios es la sinfonía de la época. El barroco de los datos, nuestro arte proliferado y viral. La agenda global, la arquitectura cívica e ideológica. Después del entierro de lo humano, parece haber florecido una nueva civilización. Estos nuevos humanos parecen haber alcanzado el infinito, disparados de la Tierra más allá de Marte, al ciberespacio sideral de la información. Al menos se alcanzó la igualdad (u homogeneización) total, ya que no hay ninguna distinción entre lo real y lo virtual, lo humano y lo artificial. Así es la vida en la biosfera de información de la Aldea Global: todos somos eco y sobre todo friendly y, a cambio, la liturgia de lo orgánico libera la conciencia (fat free, sugar free, GMO free, TACC free, CO2 free) y la red digital, el cuerpo; cada vez más liviano, cada vez más dócil, como la vida o el vacío.

En su momento, habíamos inventado el cielo. La Tierra no había sido suficiente para calmar las incertidumbres terrenales, ni para la inmortalidad. El espacio del cosmos era demasiado gigantesco para estar vacío, para haberse creado de la nada. Lo inundamos de mitos, de historias, de deseos. Para llenar la inmensidad del cosmos, creamos una idea más grande que el universo mismo. Lo llamamos Dios. Era tan solo cuestión de tiempo que lo que una vez estuvo vacío se convirtiera en un dogma, en un reino, en un peso. El Creador jamás habría sospechado que la génesis del hombre terminaría siendo su propio asesinato y que, al final, terminaría muriendo él también (como tal vez nos suceda a nosotros con los robots). No hay lugar para el hombre y Dios. Dios ya está muerto (como la historia o la Ilustración). Ni siquiera congelado (como Walt Disney) para la posibilidad de una futura resurrección. Y la muerte (o el olvido) no es fatal por ser el fin de las cosas, sino por ser el principio del vacío.

El hombre muere para que nazca Dios. Luego Dios muere para que nazca el sujeto. Luego muere el sujeto, y nos queda tan solo un mundo objetivo y realizado.

Se dice que vivimos en un periodo llamado Posmodernidad (que ni siquiera somos capaces de definir). El delirio posmodernista no es más que la histeria de la pérdida. Dios ha muerto, Marx ha muerto, el hombre ha muerto, la economía ha muerto y solo queda el caos de las apariencias (Sokal y Bricmont). Ni la Modernidad ni sus sólidos pudieron sobrevivir a esta fatalidad, a esta delirante reproducción hacia el infinito por el olvido del sentido (o del relato). Incluso más que una pos Modernidad, deberíamos llamarla anti Modernidad, pues es la antítesis histórica (e histérica) de la Idea moderna. La Modernidad liberada de su Idea convirtió el progreso en progresismo, la libertad en liberación, la Razón en inteligencia artificial, el hombre en información, el humanismo en transhumanismo y así sucesivamente hasta el infinito. La paradoja es que la ideas se destruyen tanto por su desaparición como por su exceso. Tanto el progresismo como la liberación o el transhumanismo son formas de lo excedente, de lo canceroso, de lo que abandona sus raíces (ya muertas) y crece por encima de su razón original (con la fórmula de Gehlen: «Las premisas de la Ilustración están muertas, pero sus consecuencias siguen en marcha»). Habermas: «Una vez rotas las conexiones internas entre el concepto de Modernidad y la comprensión que la Modernidad obtiene de sí desde el horizonte de la razón occidental, los procesos de modernización que siguen discurriendo de forma automática pueden relativizarse desde la distancia para un observador posmoderno. La modernización social, desprendida de la ya obsoleta modernización cultural, seguirá ocurriendo autárquicamente, ejecutando las leyes funcionales de la economía y del Estado, de la ciencia y de la técnica. Pero la modernización social —concluye Habermas— no podrá sobrevivir a la declinación de la Modernidad cultural de la que ha surgido, no podrá resistir al anarquismo irreparable por el pensamiento, en cuyo signo se pone en marcha la Posmodernidad». Al término de la Revolución Francesa y de la Ilustración, Hegel ya intuía que estábamos atravesando el último estadio de la historia, y como escribía Gehlen: «Si la historia de las Ideas está conclusa, hemos desembocado en la poshistoria». Se ha hablado del fin de la historia hasta el hartazgo. Pero, vale preguntarse, ¿se puede llegar al fin de lo que ya se ha perdido?

Todo lo pos también está atravesado por lo trans. La Posmodernidad a veces parece ser un momento de transición, un tiempo suspendido entre la Modernidad (ya muerta) y el poshumanismo (o la desaparición); ese tiempo de desintegración de una forma en pos de un nuevo estadio (hacia el final de la Modernidad, Hölderlin ya describía su tiempo como ese «tiempo de vacío en que los viejos dioses ya se han ido y los nuevos aún no han llegado»). La Posmodernidad también es trans en el sentido en que rechaza su origen y se excede a su naturaleza; transmutación y transfiguración radical de la Modernidad, sin olvidar la transparencia y la transitoriedad. Es la era de la transeconomía, la transpolítica, la transestética, la transexualidad, el transgénero y el transhumanismo; todas ellas por excelencia categorías de lo liberado, nuevas formas en donde todos los signos se sueltan, se entremezclan, se confunden, se vuelven indiferenciados y, en última instancia, se vuelven indiferentes (pues ya no hay reglas ni de sentido ni de combinación).

El mundo por sí solo no significa. Son las Ideas de las mentes de los hombres las que, a través de la Razón, se encuentran en las Ideas del mundo. Sin sus Ideas, el mundo (y todo) se

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