Brevis
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BREVIS est lleno de nostalgia, melancola, soledad, tristeza, desamor, y el mismsimo amor. La vida es tan corta y hay mucho por decir, de todo lo que quise decir y nunca tuve la valenta para hacerlo, naci Brevis. no existen ms que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo Oscar Wilde
Herder Rodríguez Ayala
Herder Rodrguez Ayala, nacido en San Salvador, El Salvador el 04 de septiembre de 1985. En pleno apogeo del conflicto armado en el pulgarcito de Amrica, donde despus de haber vivido su niez y parte de su adolescencia por azares del destino, casualidad o suerte, se embarc en una travesa personal hasta la gran manzana (NYC) donde reside en la actualidad, ciudad que le hace nacer como escritor, en medio de la soledad, nostalgia, y la melancola por estar lejos de su Pulgarcito, fue como empez a darle vida a las musas que traa de aquella infancia soada, de sus primeros amores, y del hecho puro de vivir extraando lo que dejo. Aprendiz de escritor, soador nato, bohemio, hedonista, rebelde. A pesar de su dolor nos describe a una persona normal, pero que logra impregnar en cada verso sus sentimientos de una forma nica. Un sueo realizado para l, como merito nos regala este libro. Cobarda de decir lo que siente o valenta para matizarlo fue lo que impulso a escribir Brevis
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Brevis - Herder Rodríguez Ayala
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Published by AuthorHouse 06/05/2018
ISBN: 978-1-5462-3776-1 (sc)
ISBN: 978-1-5462-3775-4 (hc)
ISBN: 978-1-5462-4538-4 (e)
Library of Congress Control Number: 2018904422
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Contenido
PARS 2
Aeropuertos
El famoso primer amor
Amor de niño
Tiempo
Calendario
Solo a ti
Amor de tres noches
Nostalgia
Nota: mi versión del amor
No sé qué hacer
Razones
Tú
Ahora que ya no estás
Schete
Você
César
Mudanzas
Domingos
Amor inmune
Platónico
Ausente
Citadino
1932
Evolución
Perdón
Reconciliando
Café
Sueños de mojado
Desertor
Llanto
Te extraño
Espejos
Sin esperanza
Helios
31 años
Soledad
Vicios
Ayuda
Utopía
PARS 1
Observando
Newcomers
Existencia
Escribir
Hoy no ayer
La otra versión
El pasado en el presente
Etapas
El dinero
Lo que quisiera sentir
Rutina de pocos días
El trabajo
Vida
Momentos de soledad
Cuando uno se miente
En la distancia
Mi país
Mundo
Kilómetros
En busca de una salida justa
Sin ni siquiera aliento
Momentos
Pensando en ti
Invierno
En teoría
Promesas
Morí
Te odio
Awa
La última vez
Mi vida
Para ti, para ustedes…
Pars 2
Aeropuertos
Para mí siguen siendo crueles y no por las bienvenidas lloronas que se quedan en las puertas de cristales, ni mucho menos por las despedidas que dejan sin defensa a los más indefensos, a los más enamorados, a los más cobardes. A mí me han tocado aeropuertos grises. No sé si todos son así o quizás allá por el Caribe tienden a ser más coloridos, no lo sé aún. Las alfombras grises, las paredes sin color, los techos que te hacen imaginar nubes pero nunca arcoíris. Te quieren vender en cada pasillo lo que uno ya se lleva en recuerdos, te quieren meter por los ojos las lágrimas que derramas conforme avanzas hasta el vuelo: juegan con tu nostalgia. No me gusta despedirme en un aeropuerto, nunca sabes lo que puede pasar después, siempre queda el sabor salado de las lágrimas, el sabor dulce de los besos y la ternura de las caricias. Y después de esa despedida nos espera el mundo, ¿y si te pasa algo?, ¿o les pasa algo? Esa será la última imagen mutua que guardemos, esa cara llorona, que a mi edad ya no luce. A mi hija de siete años le queda bien, pero a mí ya a mis treinta… ya no. El día está gris y un poco más mojado que mis ojos, un poco más que mi década de indocumentado. Me espera una tarde larga, una noche, una madrugada, que me durará un par de días para tragarme y quién sabe cuántos días para recuperarme. No tengo cámara para archivar todas estas memorias, ni mucho menos creo que un par de fotos digan todo lo que veo ni lo que siento, si acaso estas letras lo logren en la boca correcta. Ni hablar de mis retinas, se llevan memorias borrosas de tanta lágrima, el corazón hecho pedazos y con más sangre que la que bombea, tan sensible como si lo llevase por fuera. Una brisa, un olor, una canción, un sonido o ruido, lo que sea me causa dolor. Y me pregunto ¿quién soy yo? ¿Dónde encuentro el alivio que los brazos que dejé me podían dar? Los aeropuertos son tristes porque aquí empiezan historias y terminan novelas crueles de despedida, quizás cada sello de salida es una cicatriz más en el corazón.
P.D.
Nunca me gustó el frío a pesar de los años que llevo en el Este. Nunca me gustó cargar con libras de ropa. Siempre (antes de estar aquí) fui de ropa ligera y sin querer vine a parar con más ropa en el ropero que amigos. Nunca fui de clima frío, mi naturaleza taciturna no necesita de estos empujones de clima para que me sienta solo y abandonado.
El famoso primer amor
Aún no sé muy bien qué es lo que hizo que me enamorara de ti. No lo sé, más bien si… ¿fue que me enamoré de vos, o simplemente fueron mis carencias afectivas que se volcaron y derrumbaron ante tu hermosura? Aún no entiendo, a pesar de que me he pasado días enteros, semanas completas de insomnio, casi un par de años ya queriendo saber qué fue lo que hiciste para que yo no pudiera olvidarte ni mucho menos sacarte de mi vida. Sí, quizás sí, quizás fueron las largas noches en que me leías las noticias de mi país en otro país. Sí, quizás fueron las veces que te escuché tropezar con algún nombre autóctono, con algún verbo mal usado por mí. No, quizás no, pero quizás, pensándolo bien fueron las noches que compartimos cama sin ni siquiera la menor intención que no fuera más que soñar cada quien en su almohada. Probablemente fueron los cafés que me traías puntualmente aun cuando el tren fallaba o quizás fue tu virginidad amazónica que me regalaste aquella noche apocalíptica. Más bien, después de tanto pensar casi estoy seguro de que fueron tus comidas desabridas del primer año hasta que aprendiste a no quemar el sartén. Hasta el día de hoy no sé qué fue lo que me enamoró del amor que sigue siendo el dolor de mi vida.
Amor de niño
Sos ese amor de partida, ese amor que me partió más que los labios. La voz después del desamor que me llevé cuando ya no me querías más. Sos el aire que tanto necesité en el exilio, sos la dulzura de mi niñez hasta que me trepé en el amor de tus labios. ¿Qué culpa tenés vos de no haberme querido? ¿Qué culpa tenés vos de no haber sentido lo mismo? ¿Qué culpa? Si nunca supiste del amor en mis brazos, si la tarde en aquella cabina bajo