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Brevis
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Libro electrónico108 páginas1 hora

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BREVIS est lleno de nostalgia, melancola, soledad, tristeza, desamor, y el mismsimo amor. La vida es tan corta y hay mucho por decir, de todo lo que quise decir y nunca tuve la valenta para hacerlo, naci Brevis. no existen ms que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo Oscar Wilde

IdiomaEspañol
EditorialAuthorHouse
Fecha de lanzamiento6 jun 2018
ISBN9781546245384
Brevis
Autor

Herder Rodríguez Ayala

Herder Rodrguez Ayala, nacido en San Salvador, El Salvador el 04 de septiembre de 1985. En pleno apogeo del conflicto armado en el pulgarcito de Amrica, donde despus de haber vivido su niez y parte de su adolescencia por azares del destino, casualidad o suerte, se embarc en una travesa personal hasta la gran manzana (NYC) donde reside en la actualidad, ciudad que le hace nacer como escritor, en medio de la soledad, nostalgia, y la melancola por estar lejos de su Pulgarcito, fue como empez a darle vida a las musas que traa de aquella infancia soada, de sus primeros amores, y del hecho puro de vivir extraando lo que dejo. Aprendiz de escritor, soador nato, bohemio, hedonista, rebelde. A pesar de su dolor nos describe a una persona normal, pero que logra impregnar en cada verso sus sentimientos de una forma nica. Un sueo realizado para l, como merito nos regala este libro. Cobarda de decir lo que siente o valenta para matizarlo fue lo que impulso a escribir Brevis

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    Brevis - Herder Rodríguez Ayala

    © 2018 Herder Rodríguez Ayala. All rights reserved.

    No part of this book may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted by any means without the written permission of the author.

    Published by AuthorHouse 06/05/2018

    ISBN: 978-1-5462-3776-1 (sc)

    ISBN: 978-1-5462-3775-4 (hc)

    ISBN: 978-1-5462-4538-4 (e)

    Library of Congress Control Number: 2018904422

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    and such images are being used for illustrative purposes only.

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    Because of the dynamic nature of the Internet, any web addresses or links contained in this book may have changed since publication and may no longer be valid. The views expressed in this work are solely those of the author and do not necessarily reflect the views of the publisher, and the publisher hereby disclaims any responsibility for them.

    Contenido

    PARS 2

    Aeropuertos

    El famoso primer amor

    Amor de niño

    Tiempo

    Calendario

    Solo a ti

    Amor de tres noches

    Nostalgia

    Nota: mi versión del amor

    No sé qué hacer

    Razones

    Ahora que ya no estás

    Schete

    Você

    César

    Mudanzas

    Domingos

    Amor inmune

    Platónico

    Ausente

    Citadino

    1932

    Evolución

    Perdón

    Reconciliando

    Café

    Sueños de mojado

    Desertor

    Llanto

    Te extraño

    Espejos

    Sin esperanza

    Helios

    31 años

    Soledad

    Vicios

    Ayuda

    Utopía

    PARS 1

    Observando

    Newcomers

    Existencia

    Escribir

    Hoy no ayer

    La otra versión

    El pasado en el presente

    Etapas

    El dinero

    Lo que quisiera sentir

    Rutina de pocos días

    El trabajo

    Vida

    Momentos de soledad

    Cuando uno se miente

    En la distancia

    Mi país

    Mundo

    Kilómetros

    En busca de una salida justa

    Sin ni siquiera aliento

    Momentos

    Pensando en ti

    Invierno

    En teoría

    Promesas

    Morí

    Te odio

    Awa

    La última vez

    Mi vida

    Para ti, para ustedes…

    Pars 2

    Aeropuertos

    Para mí siguen siendo crueles y no por las bienvenidas lloronas que se quedan en las puertas de cristales, ni mucho menos por las despedidas que dejan sin defensa a los más indefensos, a los más enamorados, a los más cobardes. A mí me han tocado aeropuertos grises. No sé si todos son así o quizás allá por el Caribe tienden a ser más coloridos, no lo sé aún. Las alfombras grises, las paredes sin color, los techos que te hacen imaginar nubes pero nunca arcoíris. Te quieren vender en cada pasillo lo que uno ya se lleva en recuerdos, te quieren meter por los ojos las lágrimas que derramas conforme avanzas hasta el vuelo: juegan con tu nostalgia. No me gusta despedirme en un aeropuerto, nunca sabes lo que puede pasar después, siempre queda el sabor salado de las lágrimas, el sabor dulce de los besos y la ternura de las caricias. Y después de esa despedida nos espera el mundo, ¿y si te pasa algo?, ¿o les pasa algo? Esa será la última imagen mutua que guardemos, esa cara llorona, que a mi edad ya no luce. A mi hija de siete años le queda bien, pero a mí ya a mis treinta… ya no. El día está gris y un poco más mojado que mis ojos, un poco más que mi década de indocumentado. Me espera una tarde larga, una noche, una madrugada, que me durará un par de días para tragarme y quién sabe cuántos días para recuperarme. No tengo cámara para archivar todas estas memorias, ni mucho menos creo que un par de fotos digan todo lo que veo ni lo que siento, si acaso estas letras lo logren en la boca correcta. Ni hablar de mis retinas, se llevan memorias borrosas de tanta lágrima, el corazón hecho pedazos y con más sangre que la que bombea, tan sensible como si lo llevase por fuera. Una brisa, un olor, una canción, un sonido o ruido, lo que sea me causa dolor. Y me pregunto ¿quién soy yo? ¿Dónde encuentro el alivio que los brazos que dejé me podían dar? Los aeropuertos son tristes porque aquí empiezan historias y terminan novelas crueles de despedida, quizás cada sello de salida es una cicatriz más en el corazón.

    P.D.

    Nunca me gustó el frío a pesar de los años que llevo en el Este. Nunca me gustó cargar con libras de ropa. Siempre (antes de estar aquí) fui de ropa ligera y sin querer vine a parar con más ropa en el ropero que amigos. Nunca fui de clima frío, mi naturaleza taciturna no necesita de estos empujones de clima para que me sienta solo y abandonado.

    El famoso primer amor

    Aún no sé muy bien qué es lo que hizo que me enamorara de ti. No lo sé, más bien si… ¿fue que me enamoré de vos, o simplemente fueron mis carencias afectivas que se volcaron y derrumbaron ante tu hermosura? Aún no entiendo, a pesar de que me he pasado días enteros, semanas completas de insomnio, casi un par de años ya queriendo saber qué fue lo que hiciste para que yo no pudiera olvidarte ni mucho menos sacarte de mi vida. Sí, quizás sí, quizás fueron las largas noches en que me leías las noticias de mi país en otro país. Sí, quizás fueron las veces que te escuché tropezar con algún nombre autóctono, con algún verbo mal usado por mí. No, quizás no, pero quizás, pensándolo bien fueron las noches que compartimos cama sin ni siquiera la menor intención que no fuera más que soñar cada quien en su almohada. Probablemente fueron los cafés que me traías puntualmente aun cuando el tren fallaba o quizás fue tu virginidad amazónica que me regalaste aquella noche apocalíptica. Más bien, después de tanto pensar casi estoy seguro de que fueron tus comidas desabridas del primer año hasta que aprendiste a no quemar el sartén. Hasta el día de hoy no sé qué fue lo que me enamoró del amor que sigue siendo el dolor de mi vida.

    Amor de niño

    Sos ese amor de partida, ese amor que me partió más que los labios. La voz después del desamor que me llevé cuando ya no me querías más. Sos el aire que tanto necesité en el exilio, sos la dulzura de mi niñez hasta que me trepé en el amor de tus labios. ¿Qué culpa tenés vos de no haberme querido? ¿Qué culpa tenés vos de no haber sentido lo mismo? ¿Qué culpa? Si nunca supiste del amor en mis brazos, si la tarde en aquella cabina bajo

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