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Objetores De Conciencia: La Historia De Un Joven Testigo De Jehova En Las Prisiones De Cuba Comunista.
Objetores De Conciencia: La Historia De Un Joven Testigo De Jehova En Las Prisiones De Cuba Comunista.
Objetores De Conciencia: La Historia De Un Joven Testigo De Jehova En Las Prisiones De Cuba Comunista.
Libro electrónico227 páginas2 horas

Objetores De Conciencia: La Historia De Un Joven Testigo De Jehova En Las Prisiones De Cuba Comunista.

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Objetores de conciencia, la historia de un joven Testigo de Jehov en las crceles de Cuba Comunista; es el primero de una serie de tres libros:En busca de la libertad Aqu el autor divide su biografa en tres etapas de su vida, mostrando el significado absoluto y relativo de la libertad. Se nos da una resea de su experiencia dramtica en crceles, en el clandestinaje y el costo de la libertad real.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento8 jul 2014
ISBN9781463385620
Objetores De Conciencia: La Historia De Un Joven Testigo De Jehova En Las Prisiones De Cuba Comunista.

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    Objetores De Conciencia - Angel Rojas

    Copyright © 2014 por Angel Rojas.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014910986

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 27/06/2014

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    616915

    ÍNDICE

    Prólogo

    1     1978 APERTURA DE LOS SALONES, Mi participación.

    2     COMIENZO A LEER LA BIBLIA. (Antecedentes)

    3     EMPEZAMOS A ESTUDIAR LA BIBLIA FORMALMENTE

    4     CAMBIOS DRASTICOS EN EL GOBIERNO DE LA ISLA

    5     LA INAUGURACION DEL SMO

    6     ENTREVISTAS CON LOS OFICIALES

    7     PRIMER LLAMADO A LA UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción)

    8     PREPARATIVOS PARA ABANDONAR EL PAIS

    9     ESTANCIA EN LA SEGURIDAD DEL ESTADO

    10   CASTILLO SAN SEVERINO. Ergástulas.

    11   CASTILLO SAN SEVERINO (2) Enfermería

    12   CASTILLO SAN SEVERINO. Conmemoración.

    13   CASTILLO SAN SEVERINO. Juicio y condena.

    14   GRANJA MONTES BELLO

    15   GRANJA DE REEDUCACION DOS HERMANOS

    16   ESCACHADOS

    17   CASTILLO SAN SEVERINO. Nuevas entrevistas.

    18   CAMPO DE CONCENTRACION EL MIJIAL, PUERTO PADRE, ORIENTE

    19   LA PATA

    20   LA HUELGA DE HAMBRE

    21   VISITA EN LA PATA

    22   TRASLADO PARA FARRANDO

    23   CAMPAMENTO MILITAR DE HOLGUÍN

    24   GRANJA LIBERTAD

    25   ESCUELAS DE ENFERMERAS

    26   CAMBIÓ MI SITUACION 180 GRADOS

    27   NUEVOS CAMBIOS FAVORABLES

    28   EXPERIENCIAS BUENAS Y MALAS EN LA GRANJA LIBERTAD

    29   DE REGRESO A OCCIDENTE. ICA.

    30   ME REUNO CON MIS HERMANOS

    31   NUEVAS PRUEBAS EN EL ICA

    32   GRANJA CERRADA CATALINA DE GUINES

    33   VIVAC DE SAN JOSÉ

    34   LA CABAÑA

    35   ACTIVIDAD EN LA CABAÑA

    36   DESPUES DE MAYOR RIGOR

    37   DAMOS UN TESTIMONIO CABAL

    38   DESPEDIDA A LOS HERMANOS

    39   LA GRANJA LAS GUASIMAS

    40   AL FIN EN LIBERTAD. Reflexiones.

    ENDNOTES

    Prólogo

    Los Testigos de Jehová fueron una de las más perseguidas religiones en Cuba, si es que no la más. No fueron perseguidos por envolverse en una contrarrevolución como hicieron ministros de algunas religiones, no, ellos no lo hicieron. Fueron perseguidos por su actividad religiosa de proselitismo en un régimen que pretendía ser ateo y que creía que junto a la Unión Soviética gobernarían el mundo.

    También muchas de las creencias de ellos estaban en pugna con el aura de patriotismo reinante en la Isla. Creencias como la neutralidad hacia la política, era inconcebible en aquel tiempo, la elección a no saludar la bandera, aunque respetamos los símbolos patrios, era intolerable.

    Aquí narro algunas experiencias vividas por mí y también de otros muy allegados a mí.

    Lo cierto es que desde la década de los 90 los Testigos han gozado de ciertas libertades y/o reconocimiento en lo que tiene que ver con el Servicio Militar Obligatorio y sus actividades.

    Pero estos hechos tienen más de cuarenta años ya y deben ser contados antes de olvidados. Porque aunque perdonamos a los individuos utilizados contra nosotros, porque sabemos que nuestra lucha es contra el Diablo y los demonios, no podemos perdonar un régimen satánico y su historia de crueldad, calumnias, sospechas, vigilancias, persecuciones, golpes y muertes.

    Aquí trato de narrar con toda neutralidad los hechos vividos por mí en los primeros años de mi juventud, sin ningún matiz político, sólo el amigo lector podrá juzgar los hechos y sacar conclusiones.

    Considero este un libro de fe, la fe de un joven en medio de condiciones extremas. Considero este libro como mi primer paso en la búsqueda de la libertad y en la búsqueda de Dios. No importa la religión que el amigo lector tenga, estoy seguro que disfrutara de esta lectura.

    1

    1978 APERTURA DE LOS SALONES,

    Mi participación.

    ¡Imagínese tres o cuatro soldados pastoreando un grupo de más de cien personas! ¡Nadie trataba de escaparse, más bien parecían que iban a una fiesta por su manera de vestir y por sus caras alegres! Iban detenidos por la policía, pero… ¿se puede estar feliz sabiendo lo que son las prisiones de Cuba? Muchos de nosotros ya habíamos probado las prisiones, algunos por años. No obstante, este era un día feliz pues estábamos demostrando lo inicuo del sistema y nuestra fe inquebrantable. Era una sensación de ser mártires por Dios, por la justicia o también una muestra de debilidad, de desespero ante un régimen que nos asfixiaba, nos martirizaba.

    Muchos transeúntes nos preguntaban qué era aquello. Algunos preguntaban si es que iban a dar comida en algún lugar. Esto sucedió en la mañana, después en la tarde y en algunos lugares también al anochecer del 11 de diciembre de 1978. Ese es un día memorable para los Testigos de Jehová de Cuba.? ¿Puede imaginarse Ud. a decenas de miles de personas siendo presas en las Iglesias de los Testigos de Jehová, o Salones del Reino, como les llamamos, no sólo en la Habana sino en todos los pueblos y ciudades de la Isla de Cuba?

    Mientras estos grupos estaban siendo encausados, el segundo grupo estaba en el mismo lugar y después el tercero. Eran tantos que en lugares como en la Habana hubo congregaciones de más de cien, y como había tantas congregaciones no daba abasto a los camiones del Ministerio del Interior, así que algunos soldados optaron por llevarse el grupo de más de cien caminando hasta la jefatura de policía, como narramos al principio. Esto sucedió en toda la Isla simultáneamente, pero como es de esperar nada se dijo en los noticieros.

    Al llegar a las estaciones de la policía solo nos llenaban un acta para después enjuiciarnos. La jefatura estaba aglomerada de gente, de policías y como se es de saber el policía que llenaba el acta no tenía la más mínima destreza de mecanografía y hacia su trabajo despacio, con errores, bajo intensa presión.

    Trataron primero a las mujeres y los niños, pero estas rehusaron irse a sus casas sin sus esposos. Al final lo hicieron cuando vieron que los primeros hombres eran despedidos después del acta. Todos fuimos encausados esa noche, en el caso mío me pedían $200.00 de multa y en el caso de otros superintendentes o ministros los dejaron presos pidiéndoles 120 días de privación de libertad por un delito de reunión ilícita.

    Ahora veamos cómo fue el día del juicio. Cuando llegamos al edificio de la Corte, frente al Teatro Sauto en Matanzas, parecía que algo muy importante estaba por suceder. La calle grande o plazoleta estaba llena de gente, las escaleras de acceso a la corte, los pasillos que daban a las distintas salas de la corte y la sala principal del tribunal estaba abarrotada. Al principio yo pensé que se trataba de algún asunto importante que se celebraría en el tribunal, no me imaginaba que era para nosotros, que todo aquel movimiento era para ‘repudiarnos’ durante la vista del tribunal y apoyar otra de las muchas injusticias que estaba por suceder; esta multitud eran personas del Ministerio del Interior, representantes de los Comités de Defensa de la Revolución y personal que sacaron de las fábricas o de su trabajo para aplaudir a los fiscales y a los del Ministerio del Interior y para abuchearnos a nosotros; y en caso de que se formara una protesta, actuar en respuesta rápida golpeando a todo el que protestara, dicho sea de paso que todos estaban vestido de civil y estaban formados de hombres especializados en artes marciales, mujeres gritonas, jóvenes y hasta personas mayores. También tenía otro propósito: atemorizar aquellas multitudes con lo que ellos eran capaces de hacer, por eso después de estos juicios muchos vecinos y conocidos hasta nos negaban el saludo, lo que hacía más difícil nuestro trabajo de ‘proselitismo’. Aquella gente era una chusma furiosa, los habían arengado de manera que cualquier cosa que pasara podía reventar su furia contra el puñado de Testigos que iban a ser enjuiciados. Al llegar al frente del edificio de la corte, notamos que el carro que trae los presos ya estaba estacionado allí. Mi esposa y yo nos abrimos paso por aquella multitud, pidiendo permiso y diciendo que ‘yo iba a ser enjuiciado ese día.’ Mientras yo pedía permiso, no me detenía a mirar las caras de esa chusma por temor que algún gesto o movimiento desatara su ansiada ira y por lo tanto terminara en una golpiza para nosotros, pero como la vista periférica es grande podía ver de reojo su injustificado enojo, digo injustificado pues el juicio no había comenzado y ellos no sabían de qué se trataba; solo que éramos ‘contrarrevolucionarios y agentes de la CIA.’(Eso es lo que le habían informado.)

    Nada estaba más lejos de la realidad pues a nosotros se nos acusaba del delito de reunión ilícita, pero esta reunión se estaba celebrando en nuestro Salón del Reino, en nuestro local que tenía su letrero en la fachada y local al que le pagábamos renta mensual a las Oficinas de la Reforma Urbana, déjeme aclarar que la renta siempre estuvo al día.

    Lo que llevó a esta situación fue que el Departamento de Asuntos Religiosos había llamado a los Presidentes de las Delegaciones como ellos le llamaban a los encargados de las religiones (yo era presidente de la delegación de los Testigos de Jehová de Unión de Reyes, un pueblito en el centro de la provincia de Matanzas) y les habían pedido ‘cooperar’ con ellos, que ellos nos iban a decir de qué hablar en las reuniones, que debíamos permitir al Capitán Armengol dirigir la palabra a los hermanos desde la plataforma cada vez que el nos visitara y que no podíamos invitar a personas nuevas, ni llevar nuestros niños, ni jóvenes. Como es de imaginar, no podíamos cumplir esos requisitos y nosotros decidimos irnos al clandestinaje y así no teníamos que cumplir con sus ordenanzas, aunque manteníamos nuestro Salón cerrado, por ‘nuestra voluntad.’ La verdad es que era más fácil reunirnos en grupitos de 3 – 5 personas y cuidarnos para no caer presos que cumplir con sus disposiciones. Pero el número de grupitos estaba creciendo vertiginosamente. Nuestros grupos eran numerosos y de vez en cuando sorprendían una reunión y se llevaban presos a todos los presentes, después en el juicio decían que por qué nos reuníamos en las casas teniendo un Salón donde hacerlo. Siempre estaban diciendo que: ustedes no se reúnen porque no quieren, ahí tienen sus Iglesias, pero cuando le decíamos que íbamos a abrirlas y no cumplir con esos requisitos, decían que no nos dejaban abrir.

    La mayoría de los que éramos ancianos deseábamos abrir de nuevo y dejar que fueran ellos los que se quitaran la máscara, y demostraran que querían proscribirnos.

    Otra razón era que los números de nuevos crecían y las casas confiables no estaban abundantes. Aunque había un grupo de hermanos que no estaba de acuerdo se mantuvo el carácter voluntario de la ocasión. Se eligió un día en que se abriría el Salón tres veces, en todos los salones de la Isla al mismo tiempo: uno en la mañana y dos en la tarde y se abriría por la tarde aunque se supiera que los grupos anteriores estaban presos. Era como ovejas al matadero. A mí me tocó el segundo grupo del Salón de Matanzas localizado en Manzaneda 20.

    Como es de esperar ya sabíamos que habían cargado al primer grupo en dos camiones y se los habían llevado presos. Yo no tenía la llave para abrir, esta la tenía otro superintendente el hermano GS. Cuando llego al Salón veo a un par de hermanos preguntando por la llave. Me dirijo a casa del hermano G. que vivía cerca del Salón y allí me encuentro con el hermano GS con la llave en la mano y me informa que todos los del primer grupo estaban presos, me puse bravo pues siempre sabíamos que iríamos a caer presos. Le quite la llave y le dije: Vengan los valientes y los que tienen fe. El hermano GS que es de temperamento muy humilde y su esposa me siguieron. Le pregunté a G el dueño de la casa si el iría y me dijo que fuéramos caminando que él nos alcanzaría… nunca se apareció. Después en la prisión nos reíamos al pensar que el hermano G se había acobardado.

    ¡Cómo me gustaba hablar con el hermano G. y oír sus cuentos de cuando él no era Testigo de Jehová! Para este tiempo el tendría unos 58 años, quizá más por su formación. Tenía un cuerpo atlético con unos bíceps tremendos y se ponía unos pullovers ajustados para lucirlos, unas gafas obscuras y manejaba su impecable moto Harley-Davinson. Como es de esperar era bien conocido por esta demostración de fuerza. ¡Ah! pero era yudoca ¡con la más alta calificación! En su casa yo me pasaba horas mientras él me contaba sus proezas de cuando en una fiesta se vatio con 10 hombres y cómo los tiraba y les torcía las manos, los pies, etc. Este hombre era un banquete haciendo cuentos de sus batallas y golpizas en los bajos mundos, al estilo de las películas de Hollywood. Por eso nos reíamos cuando nos dijeron que no salió del baño ese día por su mal de estomago.

    Yo tenía la llave para abrir pero esperé que llegaran unos 10 o 15 para abrir. Cuando abrí empezaron a llegar como unos cincuenta. No pasó nada… entonces me dispuse a empezar la reunión, al momento de subir a la plataforma entraron los soldados y nos dijeron que estábamos presos. Nos montaron en camiones y nos llevaron para la pequeña jefatura de policía de Matanzas, la cual con el primer grupo ya estaba atestada y nos dijeron que nos situáramos en el salón de entrada. Ellos estaban haciendo actas con una maquinita de escribir y un policía que solo tenía tacto en un dedo y se demoraba

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