El abecé del recién nacido: Una guía esencial que responde a las principales dudas y preocupaciones de la crianza de bebés y niños pequeños
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El abecé del recién nacido ofrece información fiable y contrastada sobre la gran mayoría de cuestiones que se plantean los padres primerizos. El objetivo es, en palabras de su autora, «proporcionar información clara y accesible basada en los conocimientos científicos más recientes, desmontando los mitos existentes para que te puedas concentrar en lo más importante y te sea más fácil tomar las mejores decisiones para tu familia». Una guía esencial, en fin, para ayudar a los padres a priorizar lo realmente importante durante el primer año de vida del nuevo miembro de la familia.
Tina Payne Bryson
Tina Payne Bryson es psicoterapeuta de niños y adolescentes, consultora de padres y directora del departamento de Educación y Desarrollo Parental del Mindsight Institute. Conferenciante habitual ante padres, educadores y profesionales, vive cerca de Los Ángeles con su marido y sus tres hijos.
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El abecé del recién nacido - Isabel Ferrer
Para Liz:
que siempre me cubre las espaldas, que me hace reír a carcajadas, que es el verdadero tesoro en todas las búsquedas del tesoro, y que conoce el abecé de todo. ¿Qué haría yo sin ti? ***#NSLP
No hay ninguna otra especie en la Tierra que haga ciencia. Hasta la fecha, es un invento exclusivamente humano, que evolucionó por selección natural en la corteza cerebral por una sencilla razón: porque es útil. No es perfecta. Se le puede dar un mal uso. No es más que una herramienta. Pero es con diferencia la mejor herramienta de que disponemos, que se corrige a sí misma, que está en continuo desarrollo y que es aplicable a todo.
—CARL SAGAN, Cosmos
Introducción
Cuando pienso en el punto de partida de este libro, acuden a mi cabeza dos imágenes.
La primera es la de una enfermera neonatal de mediana edad con su uniforme verde de hospital midiéndome la tensión arterial pocas horas después de nacer mi primer hijo. Yo había estado agobiándola con un sinfín de preguntas y preocupaciones de madre primeriza: «¿Por qué no se coge al pecho? ¿Puedo dejarlo a mi lado mientras duerme? Cuando volvamos a casa, ¿puede el perro dormir cerca de la cuna?». Hasta que al final, en respuesta a una pregunta sobre si existía la posibilidad de que el bebé confundiera el chupete con el pezón, alzó la mano para interrumpirme. Sin siquiera apartar la vista del tensiómetro, me dijo en tono inexpresivo, con su acento del oeste de Texas: «Mira, cariño, al margen de lo que decidas sobre todo eso, vivirá».
Aunque sin duda tenía buenas intenciones y quería tranquilizarme, me quedé desconcertada. No contesté, pero recuerdo que pensé: «Francamente, no es ese mi único objetivo. ¿La mera supervivencia? Yo aspiro a algo más que eso».
Ignoraba qué quería exactamente para mi bebé recién nacido, pero sí sabía que tenía que ver con ayudarlo a ser un bebé feliz y sano, tanto mental como físicamente. Quería que disfrutara de la vida y que tuviera relaciones significativas, que hiciera su aportación a este mundo. Es evidente que esa enfermera estresada no pretendía decir que la función de un progenitor se reducía a ayudar a su hijo a llegar a la vida adulta sin sufrir grandes daños. Pero su comentario me indujo a explorar un camino que al final me ha llevado a escribir este libro.
La otra imagen que me viene a la cabeza es de unos pocos meses después. En esa mi marido y yo estamos sentados en el suelo en la sección de libros de crianza y educación de una librería de San Antonio. No recuerdo cuál era la causa concreta de nuestra confusión en ese momento; solo sé que, en nuestro estado de privación del sueño, hojeábamos un libro tras otro intentando averiguar cómo queríamos hacer las cosas para nuestro hijo recién nacido, que dormía en el cochecito a nuestro lado. Estábamos desbordados, no solo por la cantidad de información que encontramos, sino también por lo contradictoria que era en su mayor parte.
Lo mismo sucedía con los consejos de las personas con las que me cruzaba en mi vida: nuestra familia, nuestros amigos (algunos tenían hijos, otros no), una desconocida en un restaurante, el encargado de la sección de fruta y verdura del supermercado. Parecía que todo el mundo tenía alguna recomendación sobre lo que debía hacer con mi hijo. Aunque obviamente las intenciones eran buenas, sus aportaciones a veces estaban desfasadas, a menudo resultaban de escasa ayuda y eran, también en este caso, sistemáticamente contradictorias. Una persona me dijo que debía dormir con mi bebé. Otra me advirtió que no debía siquiera hablarle por la noche, y mucho menos cogerlo en brazos. Una persona me instó a que le impusiera un horario de inmediato. Otra hizo hincapié en que lo único que tenía que hacer era responder a sus necesidades y peticiones. Ante semejante avalancha de información, no supe por dónde tirar.
Ahora, pasados veinte años, soy madre de tres hijos varones. Me dedico profesionalmente a la salud mental y al desarrollo infantil y me he forjado una carrera estudiando, investigando, escribiendo y hablando con otros padres sobre las alegrías y dificultades de la crianza de los niños. He leído un artículo tras otro en publicaciones científicas de muchas especialidades distintas, así como de revistas populares y de fuentes en línea sobre el ejercicio de la paternidad. He leído innumerables libros sobre la labor de los padres y el desarrollo infantil. Y en los últimos años he escrito varios libros sobre el tema con mi buen amigo, mentor y colega Dan Siegel. Para mí, ha sido una esforzada búsqueda averiguar qué es lo más importante en la crianza de los hijos con el objetivo de ayudarlos a hacer mucho más que sobrevivir.
A partir de lo que he aprendido de mis propias lecturas e investigaciones, y de conversaciones con padres sobre lo que mejores resultados les da, está claro que uno de los principales retos al criar a un hijo es reunir la mejor información posible de fuentes fiables, para luego aplicarla teniendo en cuenta primero el carácter único de cada niño y después tus propias intuiciones, valores y principios. Pero eso no es fácil cuando uno se enfrenta a una cantidad ingente de información en línea sobre el ejercicio de la paternidad, que te llega a través de las redes sociales, a menudo redactada en un estilo estimulante y contundente. ¿Cómo se puede saber qué información es rigurosa y fiable?
Lo que pretendo aquí es ayudarte a abrirte paso entre tantas voces discordantes que te dicen a gritos qué debes hacer con tu bebé. Te ayudaré a acceder a la información más actual sobre los problemas y las preguntas a los que te enfrentas para que puedas adoptar las mejores decisiones sobre tu hijo. En las siguientes páginas abordaremos juntos las cuestiones más habituales, cruciales, controvertidas y desconcertantes a las que se enfrentan inicialmente los padres, relacionadas con la lactancia, la rutina del sueño, las vacunas, la disciplina y cualquier otra duda que te plantees o te preocupe. Mi objetivo es proporcionarte información clara y accesible basada en los conocimientos científicos más recientes, desmontando en cada tema los mitos existentes para que te puedas concentrar en lo más importante y te sea más fácil tomar las mejores decisiones para tu familia.
Fíjate en que siempre hablo de las decisiones que tomas tú, el padre o la madre (o la abuela o el abuelo, o el principal cuidador). Cada familia es distinta, y un conjunto de datos rara vez abarca todas las preguntas que pueden plantearse las diversas familias. Mi objetivo es, por tanto, proporcionarte la información que te permita tomar la decisión más acertada. Por supuesto es útil escuchar a los expertos y tener en cuenta las conclusiones científicas al tomar decisiones sobre tu hijo. Ese es el principio fundamental en el que se basa todo este libro. El conocimiento es poder, y la mayoría de nosotros nos iniciamos en el ejercicio de la paternidad sin conocer todos los detalles, decisiones, opciones e información científica de que disponemos. Por eso escuchamos a los demás. Y sí, es importante que cuestiones tus propias opiniones y tus sesgos preconcebidos al enfrentarte a información nueva.
Pero, en última instancia, las decisiones que tomes atañen a tu bebé y a tu familia. He realizado un gran esfuerzo para tomar en consideración y ser sensible al hecho de que las distintas tradiciones y culturas abordan de manera distinta las diversas ideas sobre la crianza del niño; así y todo, trato los temas de este libro desde mi propia perspectiva y parto de mis propios supuestos. Tendrás que hacer lo mismo con las dudas a las que te enfrentes. Todos los niños y todos los progenitores y todas las constelaciones familiares son únicos, y no hay ninguna manera «correcta» de relacionarse en familia. Sean cuales sean tu cultura y la composición de tu familia, es importante contar con información creíble. Luego podrás tener en cuenta tus tradiciones y valores, prestando atención a tus intuiciones paternas y las necesidades individuales únicas y en constante evolución de tu hijo. Cuando se aúna todo esto, puedes tomar las decisiones más razonables para tu hijo, para ti y para tu familia.
Cómo está organizado este libro
Este libro se centra en todo aquello relacionado con los bebés, a los que defino como niños menores de doce meses. En ocasiones también me referiré a niños mayores, pero haré especial hincapié en las cuestiones correspondientes al primer año de vida de tu hijo.
Y quiero dejarlo bien claro desde el principio: esto no es una guía práctica. La intención no es dar instrucciones para abordar las distintas cuestiones que puedan surgir: cómo tratar la fiebre, elegir una cuna, reconocer un sarpullido causado por el pañal, no descuidarse uno mismo, y demás. Existe un sinfín de buenos libros destinados precisamente a eso, muchos de los cuales recomiendo una y otra vez. El objetivo aquí no es presentar una lista exhaustiva de todas las preguntas que formulan los progenitores recientes; es más bien abordar casi todos los dilemas principales con los que estos se encuentran cuando reciben consejos contradictorios de las personas que los rodean.
He organizado el material en orden alfabético, para que puedas consultar fácilmente los temas que te preocupan. O tal vez prefieras leerlo todo de principio a fin. En cualquier caso, enseguida verás que cada entrada de este libro –que abarca temas que van desde el alcohol y los antibióticos hasta el vapeo y los andadores– se compone de tres secciones principales: «Opiniones enfrentadas», «Qué dice la ciencia» y «Conclusión». La primera sección ofrece un resumen rápido y objetivo de distintas perspectivas o corrientes de pensamiento en relación con el tema en cuestión. Por ejemplo, tu suegra podría ser partidaria de la práctica de envolver el cuerpo del bebé y quiere enseñarte cómo se hace. Pero tal vez tu hermano te diga que, en un reciente artículo que ha leído, se sostiene que esta práctica puede provocar el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Por lo general, los consejos que da cada persona tienen su lógica, al menos para ella, y quizá también para ti. Esta es la clase de reto al que suelen enfrentarse los padres recientes.
No es que tenga que haber por fuerza solo dos perspectivas sobre cada tema, dicho sea de paso, o que yo pretenda simplificar excesivamente dilemas complicados sobre el ejercicio de la paternidad a la manera de los típicos debates televisivos «a favor/en contra». Durante los años que llevo trabajando con progenitores he observado que a menudo es útil fijar así los parámetros de una conversación y después, a partir de ahí, adentrarse en las zonas grises. Al utilizar aquí ese recurso, he procurado no presentar ninguna perspectiva en particular como una postura muy simplificada y fácilmente rebatible; mi objetivo es exponer cada opinión de la manera más convincente posible, creando una situación en la que se reproduzcan los dilemas reales a los que te enfrentas.
Cuando es necesario tener en cuenta más de dos perspectivas, o la cuestión es sencillamente demasiado compleja para descomponerla en posturas binarias, la he dividido en varias entradas. En relación con los cuidados de los niños, por ejemplo verás una entrada sobre los efectos de trabajar fuera de casa y otra sobre la elección entre guardería y niñera. Análogamente, en cuanto al tema de los horarios y los bebés, encontrarás una entrada sobre cómo establecer la rutina del sueño, el destete dirigido por el bebé, la prolongación del amamantamiento y las tomas a demanda. Mi objetivo es simplificarte las cosas, pero sin simplificar en exceso los datos y la información reales.
En cada entrada, después de la sección «Opiniones enfrentadas», encontrarás «Qué dice la ciencia». En este apartado, ofrezco un resumen centrado y simplificado de las conclusiones extraídas por la comunidad científica en relación con esa cuestión en particular. Algunas entradas son más extensas que otras, en función de la complejidad del tema y la profundidad del conjunto de las investigaciones. Pero en todo momento me he asegurado prioritariamente de que la información no solo sea exacta, sino también concisa. Si eres el progenitor de un niño pequeño, lo normal es que andes escaso de tiempo, así que me he esforzado en facilitarte las cosas para que te formes rápidamente una visión general de la bibliografía de las investigaciones en relación con cada tema. Si te interesa leer los detalles científicos concretos, o si te apetece ahondar, la bibliografía es un sitio excelente por donde empezar.
Por último, después del resumen de las investigaciones, cada entrada incluirá la «Conclusión», donde sintetizo la información precedente y transmito el mensaje general: «A esto se reduce todo». En determinada entrada, la conclusión puede ser que, para la ciencia, está claro qué es lo mejor para los niños sobre el tema en cuestión. O puede ser que la ciencia todavía no ha abordado ese asunto de manera clara o concluyente, y en ese caso las familias deben simplemente guiarse por el sentido común, así como por sus intuiciones y valores culturales. En otras ocasiones, la conclusión será que los argumentos científicos son contradictorios o flojos y no proporcionan orientación útil. En todo momento te invitaré primero a que te informes y luego a que apliques los conocimientos científicos de un modo coherente con lo que crees y lo que quieres para tu hijo, para ti mismo y para tu familia.
Eso he procurado hacer yo con mi propia familia. Y como verás, en algunas entradas he añadido una nota a título personal, donde aporto mis impresiones, experiencias e incluso preferencias personales en lo que se refiere a un tema concreto.
Hablando de preferencias, quiero dejar claro desde el principio que mi postura de partida en cuanto a cualquier cuestión acerca de la crianza de los niños es que esta se reduce, en esencia, a una relación. Aunque siempre conviene andar con cuidado al afirmar que hay «una respuesta» para cualquier aspecto de un tema tan complejo como el ejercicio de la paternidad, creo firmemente que lo que un niño necesita, más que nada, es el amor y la atención de un cuidador comprometido. Así es como se desarrolla mejor su cerebro y la esencia de la persona en la que se convertirá. Aparte de la seguridad, el sueño y la nutrición, nada es más importante para el niño que tener un cuidador plenamente presente y atento a sus necesidades, que esté en sintonía con lo que se le comunica y sea capaz de responder a ello. Los artilugios y las clases de enriquecimiento personal pueden servir para que las cosas sean más cómodas y divertidas, pero lo más importante para los niños es contar en sus vidas con adultos que perciban sus necesidades y respondan en consecuencia.
Unas palabras en relación con la ciencia
Vivimos unos tiempos apasionantes en los que la ciencia nos ayuda a estar informados y responde a muchas de nuestras preguntas más importantes. Eso desde luego se cumple en lo que se refiere al ejercicio de la paternidad. Un supuesto de partida de este libro es que debemos dejarnos guiar por la mejor información disponible con respecto a los diversos dilemas a los que nos enfrentamos al criar a nuestros hijos.
Dicho esto, es importante tener presente que los conocimientos científicos contemporáneos son en gran medida una obra en curso. Existe una cantidad aparentemente infinita de información sobre el mundo que la ciencia todavía no ha sabido explicar. Por otro lado, las conclusiones extraídas a través de las investigaciones podrían basarse en pruebas incompletas o en estudios limitados y/o deficientes. O los investigadores podrían ser parciales o ceder a presiones, ya sea debido a consideraciones económicas o por interés personal. Incluso hay buenos científicos que, pese a ceñirse a las mejores prácticas, pueden llegar a conclusiones que en el futuro, al surgir parámetros mejores, resulten erróneas o insuficientes.
Es más, las investigaciones a las que solemos referirnos en lo que respecta al ejercicio de la paternidad se centran en seres humanos, que son complejos y no siempre pueden encasillarse en categorías claras. La mayoría de los estudios suelen basar sus análisis, y por tanto sus conclusiones e interpretaciones, en categorías claramente definidas. Ni siquiera las respuestas sencillas a preguntas directas ofrecen siempre una imagen completa. Por ejemplo, un investigador podría preguntar a un progenitor: «¿Usted deja ver la televisión a su hijo?». Las posibles respuestas serían «Sí» o «No» o «Elija un número del 1 al 5, siendo 1 Nunca
y 5 Siempre
». Si bien esas respuestas pueden obtener una considerable cantidad de información, no hay una casilla que permita contestar: «Bueno, depende de si mi hija viene de jugar en casa de un amigo ese día y necesita un descanso o de si ha estado en casa de su prima, donde sé que ya ha tenido tiempo de pantalla». Esa clase de complejidad es difícil de reflejar con las preguntas de una encuesta.
¿Significa eso que no podemos confiar en la ciencia? Claro que no. Sería absurdo negar la información más completa de que disponemos actualmente, generada por décadas de investigaciones replicadas, y tomar decisiones basadas en nuestras opiniones y sesgos predeterminados. Nos conviene más apoyarnos en la ciencia, pero abordándola humildemente. Nos conviene tomar decisiones informándonos antes por medio de los mejores estudios existentes, los que escriben expertos fiables, revisan sus colegas, aparecen en publicaciones respetadas y reciben el apoyo de destacadas organizaciones del entorno de la salud. En ocasiones, la información disponible puede llevarnos a conclusiones firmes; en otras situaciones simplemente nos ofrecerá orientación, dejando que nosotros analicemos pruebas incompletas o incluso contradictorias. En ese caso utilizaremos nuestro propio criterio, teniendo en cuenta nuestros valores y las necesidades y temperamentos únicos de nuestra familia.
Puede darse el caso de que defiendas una postura contraria a las investigaciones porque se ajusta mejor a tu situación actual, las necesidades de tu familia o la personalidad de tu hijo. Imaginemos, por ejemplo, que lees la entrada de este libro sobre los muchos beneficios que proporciona a los niños tener una mascota en casa. Pero si uno de tus hijos mayores es alérgico a los perros, podrías renunciar a esa ventaja en particular para tu bebé. O si tu cónyuge está en el ejército y destinado en un lugar lejano, podrías ser más tolerante con el tiempo en pantalla a fin de que el niño interactúe con su progenitor regularmente. La cuestión es que, aunque nos dejemos guiar por la ciencia, no debemos permitir que nuestra devoción a ella nos lleve a actuar con excesiva rigidez.
También es importante que evaluemos los argumentos científicos con prudencia. La metodología de un estudio debe ser sólida, es decir, tener un número significativo de sujetos adecuados, parámetros y definiciones claros y una duración suficiente para medir la pauta descubierta por los investigadores. A continuación, al interpretar los resultados, es necesario reconocer la diferencia entre correlación y causalidad. Un niño que vive en una casa grande podría tener un mejor nivel de lectura que uno que vive en una casa más pequeña, pero eso no significa que el tamaño de la casa sea la causa de esa aptitud lectora superior. He tenido en cuenta esa clase de factores conforme analizaba, filtraba y resumía las investigaciones, pero en general, en mis comentarios al respecto, no me adentro demasiado en los pormenores metodológicos.
Cuando disponía de metaanálisis recientes, me he apoyado mucho en ellos porque suelen eliminar los estudios de mala calidad y reunir investigaciones con una metodología sólida, definiciones coherentes y fundadas en teorías y mediciones válidas. Luego, en esta clase de trabajos, se resume o analiza la convergencia de las constataciones resultantes de los distintos datos válidos y pertinentes a fin de determinar –con mucha más credibilidad– las conclusiones de los estudios que son metodológicamente sólidos, tomados conjuntamente. También he dado prioridad a las opiniones de respetadas organizaciones internacionales como la Academia Americana de Pediatría (AAP), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CCE) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas organizaciones y otras cuentan con equipos de profesionales inteligentes, formados y experimentados que criban las últimas investigaciones a fin de presentar sus políticas. Si bien es posible que tú o yo no coincidamos con todas sus conclusiones y recomendaciones, son fuentes importantes de las últimas síntesis científicas.
Por último, me he apoyado en colegas de todo el mundo que gentilmente me han concedido su tiempo para valorar la información científica que presento aquí. Como me es imposible ser experta en todos los temas que abarca el libro, doy las gracias a los numerosos investigadores, pediatras, especialistas en desarrollo infantil y otros profesionales de cuya orientación me he valido y que me han ayudado a pulir y esclarecer la información que comparto contigo aquí para que sea lo más precisa y definida posible. (Véanse los agradecimientos para más detalles.)
Debe quedar claro que no incluyo aquí listas exhaustivas de todos los estudios que se han realizado sobre un tema en particular. Como soy investigadora por formación, me entusiasmo con las investigaciones y la información, y mientras escribía este libro, a veces me resultaba difícil resumir sucintamente el material disponible, complejo y en continua evolución. Quería explicarlo todo, hasta el último detalle, incluso pequeñas pruebas que habrían podido confundir. Pero entonces me recordaba: «Esa no es la función de este libro», y volvía a centrarme en realizar un amplio examen de la bibliografía y resumir las constataciones más destacadas y de calidad de una forma abreviada que, espero, sea atractiva y útil, además de fácil de asimilar para el progenitor medio.
Me he esforzado por tener en cuenta y ser sensible al hecho de que nuestras distintas tradiciones y culturas, nuestras historias socioeconómicas e incluso nuestras geografías influyen en las diversas ideas y prácticas en relación con la crianza de los niños. Como este libro se traducirá a otros idiomas y se venderá en países de todo el mundo, quiero dedicar un momento a señalar que soy consciente de que estoy sujeta a la influencia y las limitaciones de haberme criado en mi propia cultura, con ciertos privilegios, y haber vivido y criado niños solo en Estados Unidos.
Quiero reconocer asimismo que este libro no presenta información que no puedas obtener por tu cuenta. Me he limitado a hacer el trabajo preliminar por ti. Algunos de estos datos podrías encontrarlos tú mismo buscando en Internet y visitando varias fuentes para determinar cuáles son fiables. Para una parte de la información, necesitarías acceso a una biblioteca académica y sus bases de datos. Pero, en definitiva, no estoy ofreciéndote ningún conocimiento «oculto» al que solo tienen acceso los «expertos en el ejercicio de la paternidad». Además, no soy médico, y por tanto no doy consejos médicos. Como siempre, toda decisión importante relacionada con la salud debes comentarla con tu pediatra. Solo reúno la información y la presento de manera que, espero, te facilite la vida y te deje más tiempo para estar con tu pequeño (¡o para echarte una breve siesta o comer algo o ir al baño, por el amor de Dios!).
Una última promesa
Te he tenido presente mientras escribía este libro, trabajando con ahínco para asegurarme de que lo que viene a continuación no incluya interminables listas de tareas que te abrumen o te lleven a sentirte culpable por tu manera de ejercer la paternidad. Lo último que necesitamos todos es sentirnos presionados o juzgados por la manera en que criamos a nuestros hijos. Muchos libros nos inducen a pensar: «Tengo que ser más…» o «Tengo que hacer más…». Ninguno de nosotros será un progenitor perfecto. Ni siquiera en lo que respecta a los temas que abarco aquí lo harás todo «bien» ni harás «lo mejor» en todas las situaciones. Eso es imposible.
¡Algunas de las sugerencias de este libro son en realidad mutuamente excluyentes! Descubrirás, por ejemplo, que para los padres es «mejor» estar bien descansados, ya que eso reduce el riesgo de depresión. Pero también es beneficioso dar el pecho al bebé, quien, al menos de recién nacido, necesita comer cada dos horas, durante toda la noche. Todas las decisiones que tomamos tienen consecuencias intencionadas y no intencionadas. Si decides dar el pecho durante toda la noche con regularidad, vas a perder muchas horas de sueño vitales y puedes sentirte más frustrada y menos paciente con tus hijos durante el día. Así que tu bebé se beneficia del amamantamiento, pero puede que estés un poco más malhumorada. Si optas por la otra alternativa, estarás más descansada y serás más paciente, pero no darás el pecho por la noche. La cuestión es sencillamente que las decisiones que tomamos al ejercer la paternidad son multidimensionales y están interconectadas como una red, y no podemos conseguir todo lo que queremos. Puede que creas firmemente que el mejor cuidador de un bebé sea el progenitor, pero también crees en la necesidad de que el niño socialice para que se sienta a gusto en brazos de otras personas, y eso no puede ocurrir si tú lo sostienes en brazos a todas horas del día y no permites nunca que lo cuiden