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El judío de Malta
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El judío de Malta
Libro electrónico140 páginas1 hora

El judío de Malta

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La trama de El judío de malta tiene una influencia débil en El mercader de Venecia. Un judío rico y malvado con una hija que se convierte al cristianismo: esos son los únicos rasgos comunes. Donde Marlowe hace una de sus tragicomedias satíricas, Shakespeare construye un mundo complejo de una variada escala tonal
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 mar 2021
ISBN9791259712929
El judío de Malta
Autor

Christopher Marlowe

Christopher Marlowe (1564-1593) was a 16th century playwright, poet, and translator. Considered to be the most famous playwright in the Elizabethan era, Marlowe is believed to have inspired major artists such as Shakespeare. Marlowe was known for his dramatic works that often depicted extreme displays of violence, catering to his audience’s desires. Surrounded by mystery and speculation, Marlowe’s own life was as dramatic and exciting as his plays. Historians are still puzzled by the man, conflicted by rumors that he was a spy, questions about his sexuality, and suspicions regarding his death.

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    El judío de Malta - Christopher Marlowe

    II

    I

    PERSONAJES

    MAQUIAVELO

    BARRABÁS, un judío rico FERNEZE, gobernador de Malta

    SELIM CALIMAD, hijo del GRAN SEÑOR

    LUDOVICO, hijo del gobernador MATÍAS, un gentilhombre ITAMOR, un esclavo

    MARTÍN DEL BOSCO, vicealmirante de España JACOMO, BERNARDINO, frailes

    PILLA-BOLSA, un espadachín, servidor de BELLAMIRA DOS MERCADERES

    TRES JUDÍOS CABALLEROS PACHÁS OFICIALES

    GUARDIA, ESCLAVOS, MENSAJERO y CARPINTEROS

    ABIGAIL, hija de BARRABÁS

    CATALINA, madre de MATÍAS MONJA

    ABADESA

    BELLAMIRA, una cortesana

    MAQUIAVELO

    Escena, Malta.

    Entra MAQUIAVELO.

    Aunque el mundo crea muerto a Maquiavelo, trasvoló solo los Alpes su espíritu;

    y, muerto ya Guisa, de Francia ha vuelto [1] a su país, a holgar con sus amigos.

    Algunos quizá detesten mi nombre,

    mas líbreme de sus lenguas quien me ame y dígales que yo soy Maquiavelo;

    me es leve el hombre, más aún sus palabras. Sorprendido estoy de quienes me odian.

    Aun cuando despotriquen de mis libros, me leerán y conseguirán con ello

    el trono de Pedro y si me olvidan

    les envenenan mis nuevos discípulos. La religión es un pueril juguete,

    que no hay pecados mas ignorancia. Aves en vuelo contando los crímenes,

    ¡me avergüenzo de oír tal tontería! Muchos hablan de derecho a corona, César, ¿qué título alegó al imperio? Valor hizo al rey y firme fue la ley escrita con sangre, cual la de Draco. [2] Infiérese que una plaza muy fuerte manda más que cuanto billetes digan; que, de haberlo comprendido Falaris, [3] no habría mugido en broncíneo toro, que al grande se le envidia; ¡del tipo vil que se me envidie y no compadezca!

    Pero ¿en qué me entretengo?, no vine yo

    a hacer en Gran Bretaña un discurso, mas presentar de un judío la tragedia; que sonríe viendo rebosar sus bolsas, cuyo dinar no logró sin mis medios.

    Ruego que le honréis como merezca y no le consideréis del peor modo porque me favorezca.

    Sale.

    PRIMER ACTO

    ESCENA I

    BARRABÁS

    BARRABÁS aparece en su tesorería, frente a montones de oro.

    Este es sin más todo el pago adquirido; de la tercia parte de barcos persas

    la empresa ha sido recopilada.

    En cuanto a esos de Uz y samnita [4] que compraron mis aceites y vinos, aquí he embolsado su vil azogue.

    ¡Uf, qué lata es contar esta basura! Adiós, árabes que tan bien pagáis por vuestra mercancía salario de oro, y así un hombre puede en un solo día saber qué mantendrá su entera vida. El pobre mozo que no toca perra llamaría milagro a tal calderilla,

    pero quien cajas fuertes tiene llenas y se ha cansado toda su vida usando sus yemas en calcularlas

    a esto será reacio en su vejez: sudar sangre por contar una libra.

    A mí, los mercaderes de las Indias que comercian con el mejor metal ley, el moro que en los escollos del este puede alzar sus riquezas sin registro

    y amontonar como guijas perlas, tomarlas gratis, venderlas al peso; bolsas de zafiros y amatistas, jacintos, topacios y esmeraldas, hermosos rubíes, rútilos diamantes

    y piedras raras de un precio tan grande que una de ellas se tase como quiera

    y hasta un quilate su cantidad, serviría, caso de necesidad,

    de saldo de un rey en cautividad. En esta quincalla consiste mi bien;

    así debieran forjar los juiciosos sus tráficos en el vulgar comercio, y, cual crezca su haber, tal incluir

    riquezas inmensas en un cuartucho.

    ¿De dónde viene el viento?

    El pico de mi alción ¿qué rincón husmea [5]

    ¡Ah!, ¿del este?, ¿qué hace la veleta?

    Sureste, espero que los barcos

    que envié hasta Egipto e islas vecinas estén listos a márgenes del Nilo;

    y mis carracas, desde Alejandría,

    que van cargadas de especias y sedas, se deslicen a orillas de Candí [6] hasta Malta por el mar Mediterráneo. Pero ¿quién viene?

    Entra un MERCADER.

    MERCADER

    Tus bajeles están salvos,

    al ancla en Malta; y los mercaderes con senda mercancía llegaron sanos y me envían para saber si tú mismo a aforarlos vendrás.

    BARRABÁS

    ¿Salvos has dicho y llenos de bienes?

    MERCADER

    Tal cual.

    BARRABÁS

    Pues mándales que vengan a la orilla y que traigan sus cédulas de entrada;

    espero que en la aduana nuestro crédito hará como si estuviera presente.

    Con sesenta camellos, treinta mulas y veinte carros súbeme los géneros. Pero, mandando tú en un barco mío,

    ¿no es bastante tu crédito para ello?

    MERCADER

    La suma de aranceles sobrepasa al capital de muchos mercaderes,

    por lo que, señor, excede mi crédito.

    BARRABÁS

    Ve, di que te envía el judío de Malta,

    ¡diantre! ¿Quién de ellos ignora a Barrabás?

    MERCADER

    Ya voy.

    BARRABÁS

    Conque algo ha llegado.

    ¿De cuál de mis barcos eres patrón?

    MERCADER

    Señor, del Esperanza.

    BARRABÁS

    ¿Y no has visto

    a mi carraca en Alejandría?

    No puedes venir de Egipto o por Cairo sino por la puerta que se abre en el mar do el Nilo paga su tributo al ancho.

    ¡Fuérzate pasar ante Alejandría!

    MERCADER

    No los vi ni por ellos pregunté; pero oí comentar a marineros

    en lo que toca a cómo osas, tan rico, confiar lejos bajel tan agrietado.

    BARRABÁS

    ¡Chis, son prudentes!, y sé lo fuerte que es.

    Ve a tus asuntos, descarga tu barco

    y di a mi agente que entre el cargamento.

    Sale elMERCADER.

    Y aun así

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