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Relatos I
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Libro electrónico32 páginas26 minutos

Relatos I

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Esta edición contiene: El príncipe Felíz y Balada de la carcel de la reading 

El príncipe feliz, en una ciudad donde hay muchas personas pobres que sufren, una golondrina que se quedó después de que su bandada voló a Egipto para pasar el invierno, se encuentra con la estatua del difunto «Príncipe feliz», quien nunca ha experimentado una verdadera tristeza, ya que vivió en un palacio donde no se le permitía entrar a la tristeza.
Al ver varias escenas de personas que sufren en la pobreza desde su alto monumento, «El Príncipe Feliz» le pide a la golondrina que quite el rubí de su empuñadura, los zafiros de sus ojos, y la hoja de oro que cubre su cuerpo para dar a los pobres.

Balada de la carcel de la reading, es un poema escrito en el exilio en Berneval-le-Grand, después de la liberación de Wilde de Reading Gaol. Wilde había sido encarcelado en Reading después de ser condenado por indecencia grave con otros hombres en 1895 y condenado a dos años de trabajos forzados en prisión.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 nov 2020
ISBN9788832959789
Relatos I
Autor

Oscar Wilde

Oscar Wilde (1854–1900) was a Dublin-born poet and playwright who studied at the Portora Royal School, before attending Trinity College and Magdalen College, Oxford. The son of two writers, Wilde grew up in an intellectual environment. As a young man, his poetry appeared in various periodicals including Dublin University Magazine. In 1881, he published his first book Poems, an expansive collection of his earlier works. His only novel, The Picture of Dorian Gray, was released in 1890 followed by the acclaimed plays Lady Windermere’s Fan (1893) and The Importance of Being Earnest (1895).

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    Relatos I - Oscar Wilde

    READING

    EL PRÍNCIPE FELÍZ

    La estatua del Príncipe Feliz se alzaba sobre una alta columna, desde donde se domi- naba toda la ciudad. Era dorada y estaba recu- bierta por finas láminas de oro; sus ojos eran dos brillantes zafiros y en el puño de la espada centelleaba un enorme rubí púrpura. El res- plandor del oro y las piedras preciosas hacían que los habitantes de la ciudad admirasen al Príncipe Feliz más que a cualquier otra cosa.

    —Es tan bonito como una veleta — comentaba uno de los regidores de la ciudad, a quien le interesaba ganar reputación de hombre de gustos artísticos—; claro que en realidad no es tan práctico —agregaba, porque al mismo tiempo temía que lo consideraran demasiado idealista, lo que por supuesto no era.

    —¿Por qué no eres como el Príncipe Fe- liz —le decía una madre afligida a su pequeño hijo, que lloraba porque quería tener la luna—. El Príncipe Feliz no llora por nada.

    —Mucho me consuela el ver que al- guien en el mundo sea completamente feliz — murmuraba un hombre infortunado al contem- plar la bella estatua.

    —De verdad parece que fuese un ángel

    —comentaban entre ellos los niños del orfelina- to al salir de la catedral, vestidos con brillantes capas rojas y albos delantalcitos.

    —¿Y cómo saben qué aspecto tiene un ángel? —les refutaba el profesor de matemáti- cas— ¿Cuándo han visto un ángel?

    —Los hemos visto, señor. ¡Claro que los hemos visto, en sueños! —le respondían los niños, y el profesor de matemáticas fruncía el ceño y adoptaba su aire más severo. Le parecía muy reprobable que los niños soñaran.

    Una noche llegó volando a la ciudad una pequeña golondrina. Sus compañeras hab- ían partido para Egipto seis semanas antes, pero ella se había quedado atrás, porque estaba

    enamorada de un junco, el más hermoso de todos los juncos de la orilla del río. Lo encontró a comienzos de la primavera, cuando revolo- teaba sobre el río detrás de una gran mariposa amarilla, y el talle esbelto del junco la cautivó de tal manera, que se detuvo para meterle con- versación.

    —¿Puedo amarte? —le preguntó la go-

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