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Tecnologías sin fronteras: De las telecomunicaciones en la época de la globalización
Tecnologías sin fronteras: De las telecomunicaciones en la época de la globalización
Tecnologías sin fronteras: De las telecomunicaciones en la época de la globalización
Libro electrónico484 páginas10 horas

Tecnologías sin fronteras: De las telecomunicaciones en la época de la globalización

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Ithiel de Sola Pool nos lega su visión de un mundo nuevo, resultante de las consecuencias sociales y políticas de la tecnología de las comunicaciones, y prevé cambios radicales que revolucionarán la cultura y la sociedad, tanto como lo hizo la invención de la imprenta hace cinco siglos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 jun 2017
ISBN9786071651167
Tecnologías sin fronteras: De las telecomunicaciones en la época de la globalización

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    Tecnologías sin fronteras - Ithiel de Sola Pool

    EMN

    PRIMERA PARTE

    LAS COMUNICACIONES Y EL MEDIO CAMBIANTE

    I. DE LA REVOLUCIÓN DE LOS MEDIOS DE DIFUSIÓN A LA REVOLUCIÓN DE LA ELECTRÓNICA

    En el último tercio del siglo XX llegamos a un punto de inflexión histórico. Las corrientes que fluían en cierta dirección en las sociedades industriales ahora la invierten. Desde el siglo XVII modernización significó aumento de fábricas, crecimiento de ciudades, libertad de expresión, nacionalismo y cultura de masas. Pero de las tecnologías de las comunicaciones nacidas en las últimas décadas pueden surgir, como de las semillas que lleva el viento, consecuencias que no se previeron al principio de la era de la electrónica. Empezamos a ver asentamientos humanos cuya organización espacial se aparta radicalmente de la de la ciudad clásica; amenazas a la libertad de expresión y de prensa; erosión del Estado soberano y fisuramiento de la sociedad.

    En este libro estudiaremos cómo las nuevas tecnologías de las comunicaciones están produciendo esos cambios sociales. Pero será útil revisar primero una revolución de comunicaciones anterior, en la que, por pertenecer al pasado, percibiremos mejor cuánto ha modelado la vida humana la tecnología de las comunicaciones.

    EL EJEMPLO DE LA PRENSA IMPRESA

    Todo comenzó en China, donde la manufactura de papel a partir de textiles se desarrollaba en el siglo II. La producción de papel se extendió hacia el oeste con la conquista de Turquestán por los árabes en 751,¹ y hacia el siglo XII ya se fabricaba papel en España y hacia el XIII en Italia. El papel se volvió importante porque era mucho más barato que el pergamino en que se escribían los manuscritos medievales. Alrededor de 1400, en Italia, el costo del papel era la sexta parte del de pergamino.

    Los tipos movibles también fueron invención china, atribuida a Pi Sheng en el siglo XI.² Sin embargo, no adquirieron gran importancia en la China imperial porque esa sociedad no necesitaba más que la reimpresión frecuente de un número relativamente pequeño de clásicos, fin para el que era satisfactoria la impresión en bloques de página entera. En Corea, en cambio, se adoptaron los tipos movibles y se aplicaron a usos generales. En 1241 los tipos de metal sustituyeron a los caracteres de alfarería de Pi Sheng. En 1403 existía en Corea una fundición de tipos, y el rey Tha-tjon proclamó: Es nuestra voluntad y nuestra ley que se produzcan tipos de cobre y que se impriman varios libros, para que así el conocimiento se disemine con facilidad para satisfacer las incontables necesidades de todos.³ Gutenberg innovó y combinó estas técnicas de impresión. Por ejemplo, como el tipo coreano consistía en cuadrados planos no se sostenía firmemente dentro de un marco. Gutenberg puso sus caracteres en la cara superior de un alto prisma rectangular de metal; esta base, de unos 2.5 cm, hizo posible manejar en bloque la página formada dentro de un marco ajustable.

    Así, algunas de las invenciones reunidas para constituir lo que llamamos imprenta habían estado en proceso de adopción por más de un milenio. Una vez introducido el sistema en Europa se propagó rápidamente. En el decenio de 1490 los estados más grandes tenían cuando menos un centro de publicación.⁴ Entre 1481 y 1501, 268 impresores de Venecia produjeron dos millones de volúmenes.⁵

    ¿Qué efecto ejerció esta actividad impresora en la sociedad de la época? Paul Lazarsfeld sugirió una vez, en broma, que los investigadores de las ciencias sociales (en caso de que los haya habido), al evaluar la imprenta una década después de inventada habrían llegado a la conclusión de que el nuevo aparato no tenía mucha importancia. Los escribas, observó, confeccionaban con eficiencia los libros importantes, y los nuevos impresores producían principalmente los mismos textos antiguos, como la Biblia, que ya eran accesibles a la minoría que sabía leer y escribir. Es verdad que el copiado a mano siguió siendo viable desde el punto de vista de la competitividad durante todo el siglo XV. Tan sólo en las regiones de París y de Orléans había unos 10000 escribas en funciones.⁶ Con frecuencia copiaban libros impresos. Cuando se agotaba una edición, que por lo regular era de 200 a 1000 ejemplares, era más económico satisfacer con copias manuscritas la demanda residual. Así, como muchas otras innovaciones, al principio la de la imprenta no cambió gran cosa la sociedad. Sin embargo, nadie duda de los profundos efectos, muy rápidos por cierto, que finalmente tuvo. El mero hecho de que un impresor produjera en promedio un volumen al día, mientras que un escriba producía dos al año, hizo inevitable el cambio a largo plazo.⁷

    Elizabeth Eisenstein⁸ hizo un brillante análisis de los cambios sociales que sucedieron a la invención de la imprenta. A continuación algunos de los acontecimientos que señala:

    Crecimiento del protestantismo. Las Biblias familiares quedaron al alcance del común de la gente; se dejó de necesitar a los sacerdotes como intérpretes. Los versículos, los sermones y las opiniones de todas clases, a menudo causa de controversia, se difundieron por medio de la imprenta. Copiar manuscritos había sido una de las principales fuentes de ingresos de los monasterios. La imprenta, por otro lado, era manejada por artesanos burgueses. El desplazamiento de trabajos del dominio de la Iglesia al de los gremios tendió a cambiar el equilibrio del poder.

    Recrudecimiento de la censura. Como reacción a las herejías que surgieron de las imprentas, la Iglesia endureció la censura y el control de sus feligreses. En 1501 el papa Alejandro VI emitió una bula en que prohibía la impresión no autorizada de libros. En 1559 se inició el Index Expurgatorius. Los gobiernos reaccionaron también ante la amenaza de la palabra impresa. En 1556 —80 años después de que William Caxton la introdujera en Inglaterra— el gobierno británico declaró a la imprenta actividad exclusiva de un gremio de libreros. Veintisiete años después el Tribunal del Rey restringió el derecho a imprimir a las dos universidades y los 21 talleres existentes en la ciudad de Londres, y facultó al gremio de libreros para inspeccionar las oficinas de las imprentas e incautarse y destruir los documentos y las prensas transgresoras.

    Restricción de la industria nacional. En los países que restringieron la imprenta se perdió trabajo editorial a favor de los que la dejaron libre. Los controles británicos a la fundición de tipos en 1637 hicieron que el país dependiera de los holandeses para obtener tal material. Los controles impuestos en Francia a la imprenta en el siglo XVI, y particularmente la quema en la hoguera de Etiénne Dolet en 1546, hicieron que muchos impresores huyeran a Holanda. En 1640 Richelieu tuvo que mandar a buscar allá impresores para que abrieran la real imprenta.

    Intensificación de las ansias de libertad. Estas restricciones a su actividad hicieron rebeldes a los impresores. En los años antes de que las turbas revolucionarias tomaran la Bastilla en 1789 más de 800 escritores, impresores y vendedores de libros habían sido encarcelados ahí.

    Codificación de la ley. La imprenta cambió la práctica de la ley y la manera de funcionar de las burocracias. Antes de la imprenta los textos exactos de estatutos o decisiones legales se encontraban solamente en el tribunal central. Las autoridades locales tenían que confiar en un sentido memorístico de la ley, con el resultado de que una ley oral o consuetudinaria, caracterizada por variaciones locales y autonomía consecuente, era la base de los juicios. Luego de introducida la imprenta cada tribunal local pudo disponer de un texto preciso. Así declinó la autonomía local y se fomentaron los Estados-nación centralizados.

    Desarrollo del concepto de propiedad intelectual. La tecnología de la impresión ocasionó que se introdujeran las nociones nuevas de propiedad intelectual y derechos de autor, porque al imprimirlos era posible contar el número de ejemplares producidos, lo que no había podido hacerse con las copias a mano.

    Desarrollo de las culturas nacionales. Los eruditos medievales fueron itinerantes. Vagaban de un monasterio a otro en busca de manuscritos de los sabios de la antigüedad. Después de que empezó a utilizarse la imprenta se volvieron sedentarios y el mundo del conocimiento se dividió en dominios nacionales.

    Proliferación de disciplinas. La oportunidad de publicar fue un incentivo para escribir. Existiendo un público, el ego empujó a muchos a convertirse en escritores. Era menos probable que los nuevos eruditos estudiaran unos cuantos grandes textos y más probable que se entregaran a la escritura especializada de nuevos libros de su propia inspiración. Muchos de estos nuevos escritos eran, desde luego, inferiores a los contados clásicos que habían terminado por constituir nuestra herencia permanente. Entre los nuevos libros, sin embargo, hubo unos muy útiles (pero no clásicos) como manuales, libros de leyes, tablas astronómicas, libros de texto, bibliografías, memorias, ensayos, cuentos, libros de viajes y anécdotas sobre gente destacada de la sociedad.

    Aumento del misticismo. Entre las publicaciones populares hubo muchas sobre las cosas arcanas. El misticismo fue una contracultura que pasó de la tradición oral a la tradición escrita.

    Desarrollo de la ciencia. Muchas ciencias y especialidades, como la medicina, la astronomía, la ingeniería y la navegación se fortalecieron al contar con sus propios contenidos impresos.

    Nacimiento de la idea de la historia y el progreso. Con las publicaciones de carácter histórico se obtuvieron mejores registros del pasado. El concepto de progreso no podría haber surgido si la vaguedad acerca del pasado hubiera permitido que la gente olvidara lo diferentes que habían sido las cosas en otros tiempos.

    Surgimiento de los idiomas modernos. La publicación de materiales populares y seculares llevaron a la asimilación de las hablas locales en los idiomas europeos modernos.

    La separación de lo sacro y lo secular. Con la aparición de noticias impresas, los sermones de la iglesia dejaron de ser el medio principal de comunicar las noticias de la comunidad. Al volverse puramente religiosos los servicios de las iglesias se hizo más clara la noción de separación de las esferas secular y sagrada.

    Aumento del alfabetismo. La existencia de material impreso fue un incentivo para aprender a leer. La persona alfabetizada podía convertirse en lector para su comunidad sin ser bardo profesional ni sacerdote.

    La disciplina de los niños. La necesidad de enseñar a leer y escribir transformó la infancia. Muchos niños, y finalmente todos ellos, fueron obligados a emplear mucho de su tiempo en instituciones de rígida disciplina, orientadas al aprovechamiento y basadas en libros: las escuelas. La infancia se convirtió en periodo de formación y aspiración. Se construyeron grandes instituciones para la enseñanza. La enseñanza escolar secular se convirtió en una de las principales profesiones.

    Creación de nuevas profesiones. Evolucionaron como resultado de la revolución de la imprenta nuevas profesiones, como la de periodista, editor, impresor y bibliotecario. Fueron desempeñadas ante todo por miembros de la nueva clase media.

    Viendo en retrospectiva estos acontecimientos de los siglos XVI y XVII, apreciamos mejor la manera en que un cambio de la tecnología de la comunicación afecta muchos aspectos de la vida y la sociedad.

    LA ÉPOCA DE LA COMUNICACIÓN DIGITAL

    Está efectuándose hoy día una revolución en la tecnología de las comunicaciones. Se trata de una revolución tan profunda como la invención de la imprenta. Las comunicaciones están volviéndose electrónicas. En milenios de los que no queda memoria el hombre, a diferencia de los demás animales, aprendió a hablar. Luego, en unos 4000 años, ideó también la manera de incorporar el habla a una forma escrita que se conservara a pesar del paso del tiempo y se pudiera transportar en el espacio.¹⁰ Después, con Gutenberg, empezó la tercera era, y durante los últimos 500 años los textos escritos se han diseminado en forma de ejemplares múltiples. En las últimas etapas de esta revolución de los medios de difusión el fonógrafo, la fotografía, la grabadora y la cámara de cine han hecho posible copiar y distribuir voz e imagen.

    Estamos entrando ahora en la cuarta era, anunciada por una revolución de significación histórica comparable a la de la imprenta y los medios masivos de difusión. Hemos descubierto cómo emplear pulsaciones de energía electromagnética para incorporar y transmitir mensajes que antes se enviaban por medio de la voz, la imagen y el texto. Igual que la escritura permitió conservar una herencia intelectual pese al paso del tiempo y difundirla a través del espacio, y así como la imprenta hizo posible su popularización, esta innovación está ejerciendo efectos profundos sobre la civilización. Es probable que los siguientes cinco aspectos de la comunicación electrónica, visibles ya en la última cuarta parte del siglo XX, cambien la sociedad del mismo modo que lo hizo la imprenta cinco siglos antes.

    1. La distancia está dejando de ser una barrera a la comunicación. Como resultado, la organización espacial de la actividad humana cambiará profundamente.

    2. El habla, el texto y las imágenes se están representando y enviando por medio de la misma clase de impulsos eléctricos, una corriente digital común. Está disminuyendo la separación de estos modos.

    3. En esta sociedad de la información, se emplea en comunicación una parte cada vez mayor del tiempo de trabajo así como de ocio. El manejo de información es una proporción creciente de toda la actividad humana.

    4. La computación y la comunicación están convergiendo en una sola actividad, lo que equivale a decir que se están reuniendo la comunicación y el razonamiento. Convertidos en bits electrónicos los mensajes no sólo se pueden transmitir electrónicamente sino también manipular y transformar mediante dispositivos lógicos.

    5. Se está invirtiendo la revolución de los medios de difusión: en lugar de que difundan mensajes idénticos a millones de personas la tecnología electrónica permite la adaptación de los mensajes electrónicos a las necesidades especializadas o singulares de los individuos.

    Estos cinco cambios y sus repercusiones son la materia de este libro. Aunque hasta la fecha algunas de éstas se ven modestas (como deben haberse visto las de la imprenta unos cuantos decenios después de haber sido inventada), su efecto final será profundo. En los siguientes capítulos se describirán los procesos que ya están desenvolviéndose y en relación con ellos se especulará sobre la tendencias que presentan. Pero no se describirán futuros imaginarios; sólo se darán claves para reflexionar en ellos.

    Las primeras tecnologías de las comunicaciones

    Se pueden encontrar las semillas de la revolución electrónica en la porción final del siglo XVIII, aun antes de iniciarse el crecimiento vertiginoso de los medios de difusión. Tan pronto como los científicos del siglo XVIII encontraron que las corrientes eléctricas podían recorrer distancias empezaron a especular sobre cómo usarlas en aparatos de transmisión de señales. Varios científicos inventaron diversas versiones del telégrafo. Samuel von Sömering, quien en 1809 conectó 26 pares de alambres, uno por cada letra del alfabeto, hizo un tosco aparato que comunicaba una habitación con otra. Cuando se cerraba un circuito en el cuarto de transmisión se iniciaba la electrólisis en uno de los 26 recipientes de agua en el otro cuarto y empezaban a ascender burbujas. Observando el orden en que empezaban a burbujear los recipientes el receptor leía un mensaje alfabético. Era impráctico por su lentitud.

    A Samuel Morse se le reconoce no por haber tenido la idea del telégrafo, la cual ya existía, sino por haber iniciado en 1844 una tecnología práctica basada en abrir y cerrar un circuito eléctrico de acuerdo con el código que lleva su nombre. Varios científicos del siglo XIX construyeron aparatos más avanzados para enviar señales electromagnéticas descifrables por retransformación. En 1850 F. C. Bakewell construyó un aparato para enviar facsímiles, es decir, un telefax, o simplemente fax; la corriente fluía o se interrumpía conforme una palanca exploraba las líneas o espacios en blanco de un dibujo. En 1876 Alexander Graham Bell inventó el teléfono, en el cual la corriente eléctrica reproducía las modulaciones de la voz. Dos años después inventó el fotófono, en que la luz, no la electricidad, era la portadora. En 1890 Heinrich Hertz identificó lo que ahora conocemos como ondas de radio; y, del mismo modo que antes con la electricidad, fue obvio que éstas servirían para transmitir señales. Guillermo Marconi se dedicó a encontrar la manera de lograrlo. En 1896 patentó un aparato para generar y detectar ondas hertzianas.

    En el siglo XX las comunicaciones electrónicas crecen exponencialmente. En 1939, en Estados Unidos, el número de llamadas ya excedía al número de cartas enviadas por correo.¹¹ La radio se inició en 1921. Entre 1950 y 1965 el porcentaje de hogares norteamericanos que tenían televisión ascendió del 12.3 por ciento a más del 90 por ciento.

    También en el decenio de 1950 fue cuando se empezaron a utilizar las computadoras. Para lo que aquí nos ocupa debemos pensar en la computadora no como en una máquina aislada y autónoma, utilizada para hacer cálculos, sino en su sentido más general de dispositivo que efectúa operaciones lógicas. Cada día es más común: controlando los ciclos de las lavadoras; sintonizando los aparatos de televisión; midiendo el tiempo en los relojes de pulsera; controlando la combustión en los motores; convirtiendo máquinas de escribir en procesadoras de textos en las oficinas. Y muchas de ellas, conectadas entre sí, formando parte de sistemas de comunicación.

    La comunicación digital tiene muchas características tecnológicas importantes que se explicarán en el capítulo II. Por el momento baste con decir que con los dispositivos digitales todas las formas de comunicación electrónica se vuelven fáciles de transmitir por los mismos canales conductores y también de manejar mediante computadoras. Sólo con estas innovaciones pudieron tomar forma las consecuencias revolucionarias de la comunicación electrónica. Esas maravillas llamadas telégrafo, teléfono, radio y televisión pueden verse como extensiones de la difusión masiva que empezó con Gutenberg. Gracias a ellas empezó la conquista de la distancia y el crecimiento de las actividades de difusión de información. Pero la creación de un sistema portador unificado para todos los medios de difusión, la posibilidad de manipulación lógica de los mensajes y la posibilidad resultante de individualizarlos, todo ello requiere del procesamiento digital de la información, y son estas innovaciones las que tienen consecuencias más profundas para el futuro.¹²

    LA INFORMACIÓN Y LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

    La revolución electrónica prolonga en cierto modo la revolución de los medios de difusión masiva. Ambos son parte del proceso histórico en que el trabajo manual es remplazado por el trabajo mental. El papel del hombre en la producción se convierte en el de procesador de información, que toma decisiones y da instrucciones. El trabajo se convierte en cosa de mover y procesar señales, no objetos.

    Varios escritores señalan este hecho y notan el crecimiento de lo que el geógrafo Jean Gottmann llamó sector cuaternario.¹³ Los economistas le llaman sector primario a la agricultura y demás procesos que crean las materias primas para la subsistencia humana; sector secundario a la transformación de tal materia por la industria y sector terciario a la prestación de servicios.

    Hasta la revolución industrial la gran mayoría de los trabajadores se hallaba en el sector primario. Las familias campesinas producían apenas un pequeño excedente sobre su consumo propio y la mayoría de la población mundial tenía que cultivar la tierra. El término revolución industrial oculta el hecho de que uno de sus grandes logros fue el de aumentar la productividad agrícola. Con el incremento de la producción de alimentos, así como con el crecimiento de las industrias y las ciudades, un país avanzado tras otro alcanzó en el siglo XX el punto en que más del 50 por ciento de la población laborante estaba en el sector secundario.

    Pero luego se produjo una inversión, a la que Daniel Bell llamó la sociedad posindustrial. La proporción de trabajadores de la industria empezó a declinar, y el sector terciario a crecer. Con las líneas de montaje y con la automatización ya no fue necesario un gran número de trabajadores para producir el creciente volumen de bienes que consumía una sociedad cada vez más opulenta. Decayó el empleo fabril mientras crecía el empleo en los servicios, sector menos automatizado. Una proporción cada vez mayor de la población no producía bienes, en cambio proporcionaba transporte, seguridad, salud y otros servicios.

    Al crecer el sector terciario, o de servicios, los investigadores observaron procesos contradictorios dentro de él. Aunque el sector de servicios en conjunto siguió creciendo, todavía en la sociedad posindustrial muchos servicios escaseaban cada vez más. Estaban desapareciendo los servidores domésticos, lo mismo que los choferes. Las lavanderías, como las fábricas, se estaban automatizando. Lo que estaba creciendo en los años cincuenta y sesenta eran las actividades de procesamiento y manejo de información. Por tanto, se introdujo una nueva distinción. Las actividades que manejaban símbolos se designaron como sector cuaternario o de la información y se le distinguió de los demás servicios.

    Muchos investigadores señalan el notable crecimiento del sector cuaternario. Mark Porat encontró que en 1900 sólo el 10 por ciento de la fuerza de trabajo de Estados Unidos se hallaba adscrita al sector de la información; creció al 27 por ciento en 1960; al 48 por ciento en 1970 y a más del 50 por ciento a fines de los años setenta.¹⁴ Esta tasa de crecimiento disminuyó desde los años sesenta, como a la larga tenía que ser. En los sesenta el crecimiento fue en verdad extraordinario y sólo se puede describir como una revolución silenciosa. En una década la proporción de la fuerza laboral que trabajaba con papel pasó de la cuarta parte a la mitad. Esto es una revolución de velocidad y magnitud sin precedentes en la historia humana. Irónicamente ocurrió en el momento en que los estudiantes radicales de París, Pekín y Cambridge, Massachusetts, proclamaban la revolución. Mientras tanto ocurría, casi inadvertida, una revuelta mucho más fundamental que la que ellos tenían en mente.

    La revolución de los medios de difusión de los pasados 150 años puede verse como un aspecto de la producción en masa que se dio junto con la industrialización.¹⁵ El impresor artesano que producía, una por una, un total de 2000 hojas en jornadas de 10 horas, fue desplazado por la prensa mecánica, luego por la prensa rotativa (adoptada por el Times de Londres en 1814) y al fin por una serie de invenciones similares. Antes de eso se consideraba que 5000 ejemplares era una buena circulación para un periódico norteamericano. El New York Sun, uno de los primeros periódicos de a centavo, alcanzó hacia 1835, cuando tenía dos años de edad, una circulación de 27000 ejemplares, y The Herald alcanzó 40000 en 1836.

    A mediados del siglo XX una edición de uno de los principales periódicos metropolitanos podía ser leída por un millón de personas de toda la nación (o en el caso de Pravda, en la ex Unión Soviética, 7 millones). Una revista de masas, como el Reader’s Digest, podía llegar a vender, a bajo precio, 18 millones de ejemplares y ser leída por 40 millones de personas. Aun así, una de las principales redes de televisión norteamericanas podría llegar a 80 millones de televidentes, a un costo per cápita sustancialmente menor que el de un periódico. Tan bajos costos fueron posibles por la producción centralizada de mensajes idénticos en grandes fábricas de información y por su distribución a millones de personas.

    En la segunda revolución industrial la producción en masa, tanto de mercancías como de mensajes, dejó de ser lo primordial. La maquinaria, la producción en masa y la técnica fueron la clave de la primera revolución industrial, cuyo sello distintivo fue la reducción de costos. Las claves de la segunda revolución industrial fueron la química y luego la electrónica, y su tendencia característica, la diversificación. Perdió rigidez la estandarización de la línea de montaje a medida que la producción controlada por computadora permitía la eficiencia dentro de la diversidad que demandaba la sociedad opulenta.

    Las tendencias de la segunda revolución industrial fueron las mismas en el campo de los medios. La composición controlada por computadora permitió que periódicos y revistas aparecieran en ediciones locales y especializadas con anuncios y artículos específicos. Las revistas generales como Life y Look han fracasado, al paso que prosperan las revistas especializadas. La televisión por cable permite muchos más canales que la televisión por ondas hertzianas. Los casetes, los dispositivos de recuperación de información y otras tecnologías están fortaleciendo la tendencia a la diversidad y, consecuentemente, la demanda. Estamos, quizá, al final de una era. Los beneficios y las desventajas de la producción y la comunicación masivas —resultantes de la gran revolución industrial— quizá no sean los beneficios y las desventajas del futuro. La nueva revolución electrónica de la industria y de la comunicación debe estar generando nuevos problemas y nuevas ventajas.

    LAS CONSECUENCIAS

    Si las tendencias tecnológicas son en verdad las descritas, sus consecuencias, tanto las buenas como las malas, se manifestarán en muchos aspectos de la vida. Entre esas consecuencias nos concentraremos en unas cuantas, específicamente las pertenecientes a cuatro áreas principales: 1) los cambios de las pautas espaciales de las actividades humanas; 2) las amenazas a la libertad; 3) los cambios del equilibrio entre la cohesión social y la individualidad; y 4) las implicaciones para la conservación ambiental.

    1) Cambios de las pautas espaciales de las actividades humanas. Si la distancia cesa de representar una carga económica significativa a la comunicación, entonces se transformarán tanto las naciones como las ciudades —escenario de la mayor parte de la actividad humana de hoy. Salvo en la medida en que los gobiernos traten de restringirla la interacción humana en un mundo donde su costo haya dejado de ser impedimento significativo no tendrá por qué confinarse dentro de las fronteras nacionales. Muchos problemas que hoy son internos tendrán que tratarse internacionalmente, con la dificultad agregada de resolver conflictos entre naciones. Los servicios de información, ya sean de sistemas de recuperación, computadoras, procesamiento de datos o entretenimiento, llegarán a estar disponibles desde el exterior del dominio nacional a costos algo mayores que los de dentro. Como ocurrió hace 400 años cuando los gobiernos trataron de restringir el uso de la imprenta, los que pretendan contener el flujo electrónico internacional de información por políticas mercantilistas encontrarán que pagarán un precio considerable en productividad al hacerlo así; estarán en desventaja frente a los países competidores que permitan el libre uso de toda clase de información.

    2) Efectos en la libertad de expresión. El mundo cosmopolita de la información electrónica en libre flujo que la tecnología está haciendo posible tiene muchos atractivos, tanto en lo cultural como en lo económico, pero los gobiernos, alarmados por el peligro que esto representa para la soberanía nacional, la protección de sus culturas, o quizá más a menudo preocupados por proteger sus prerrogativas, probablemente no lo verán con buenos ojos. Quizá respondan con más restricciones y más represión, en un intento inútil por limitar la libre comunicación internacional.

    Lo sucedido en el pasado, cuando los gobiernos reaccionaron a los problemas que surgieron con la imprenta imponiendo censura y controles —infructuosamente—, puede ser un indicio de lo que es posible esperar en el futuro. La tradición occidental de libertad de palabra y de prensa nació antes de la época de la comunicación electrónica. El arribo de los medios de difusión electrónicos planteó problemas especiales. La mayoría de los países occidentales adoptó un sistema trifurcado: un régimen para la prensa, otro para la radio y otro para los servicios públicos de telecomunicaciones.

    En Estados Unidos el régimen que se aplica a la imprenta es regido por las palabras de la Constitución: El Congreso no emitirá ninguna ley […] que restrinja la libertad de palabra o de imprenta. En los dominios tradicionales de la comunicación esas palabras se toman literalmente. Como lo explicó el magistrado Hugo Black, ninguna ley significa ninguna ley.¹⁶ Los impuestos especiales a la prensa son anticonstitucionales; lo mismo que imponer licencia de ello; lo mismo que imponer un derecho obligatorio de réplica.

    Bajo el régimen que se aplica a la radio y la televisión, por las restricciones al espectro radial, al propietario de una emisora se le considera un fideicomisario, poseedor de una licencia para desempeñar un servicio público. Aun cuando las instalaciones y las decisiones sean suyas debe actuar de modo que provea un foro público responsable. Las licencias, los derechos especiales, el derecho de réplica y la revisión pública del contenido, todo anatema a la libertad de prensa en la tradición de la imprenta, fueron todos ellos aceptados incluso por la radio y la televisión privadas.

    Junto con la imprenta, la radio y la televisión como modelos de sistema de comunicación, un modelo más evolucionó en los dos siglos de Estados Unidos. Ése fue el modelo de las empresas de telecomunicaciones. Aun sin monopolio un portador debe servir a todos los interesados, sin discriminación, a fin de facilitar la comunicación. Deben imponerse restricciones a la empresa comunicadora relativas a las empresas subsidiarias que pudieran convertirse en sus propios clientes favorecidos. Lo más importante de todo es que la empresa comunicadora no debe prestar atención al contenido de lo que transporta. Tampoco leer las cartas ni oír las llamadas telefónicas.

    En la mayoría de los países tanto el correo como las empresas de telecomunicaciones son de propiedad gubernamental. En Estados Unidos son privadas, aunque con licencias otorgadas por el Estado y reglamentados por este mismo.

    Si en las décadas venideras se desvanecen las fronteras que separan entre sí las publicaciones, la radio y la televisión, la televisión por cable y el teléfono, ¿de cuál de los tres modelos reguladores se extraerán los principios rectores? Es seguro que habrá un gran debate y divisiones tajantes entre los intereses en conflicto. ¿Empezará a extenderse la legislación que protege el interés público de los medios impresos conforme éstos utilicen más y más canales electrónicos reglamentados? Y, a la inversa, ¿la preocupación por la noción tradicional de prensa libre nos conducirá a liberar de la legislación a la radio, la televisión y las empresas de telecomunicaciones? ¿Se volverá cosa del pasado la conducción común de contenido neutral, o será el principio rector de los conductos de la comunicación y las redes de interconexión del futuro?

    Lo que está en juego al debatirse los principios rectores que sólo indirectamente se relacionan con la libertad es el sistema de libre discurso público. El debate puede tener lugar en términos de la eficiencia técnica y de la protección de las instituciones económicas, pero su resultado acaso determine cuánta libertad política existirá dentro de algunas décadas. La tecnología está apresurando el debate; es preciso que no sea ella sola la que dé forma al resultado. Pero a menos que quienes toman las decisiones entiendan bien las implicaciones, prevalecerán los intereses tecnológicos y los económicos.

    3) Cohesión social e individualidad. Además de la perspectiva de una vasta restructuración geográfica de las actividades y de una amenaza a la tradición de libertad, es probable que la segunda revolución industrial tenga un efecto significativo sobre la cohesión de las sociedades modernas. Hace apenas unos cuantos años se acostumbraba criticar a la sociedad contemporánea por su tendencia al conformismo bajo la influencia de los medios de difusión. Durante el siglo XIX, empezando con el auge de los periódicos de a centavo, más y más personas empezaron a participar de una cultura de masas cada vez más estandarizada. Las culturas regionales y locales declinaron. Naciones enteras, y hasta cierto punto el mundo, vinieron a quedar absortos en unos cuantos, y los mismos, programas de televisión, las mismas películas y las mismas revistas populares; en todas partes la gente leía y veía esencialmente las mismas noticias del mundo, procedentes de un puñado de agencias informativas.

    Pero supongamos que se invierte la tendencia a la homogenización. ¿Qué significará que los públicos se estén fraccionando cada vez más en grupos pequeños con intereses especiales? ¿Qué significará que la agenda de modas e intereses nacionales ya no logre ser impuesta por unos medios de difusión que alcanzan a todo mundo? Tal tendencia enfrenta a la sociedad a problemas opuestos a los planteados por el conformismo de las masas. La cohesión y el funcionamiento eficaz de una sociedad democrática depende de alguna clase de ágora en que todos participan y en donde todos tratan una agenda común de problemas, no importa cuánto tengan que discutir sobre las soluciones. Si desapareciera ese ágora de los medios, los mismos críticos sociales que acostumbraban quejarse del conformismo de la sociedad moderna deplorarían también a gritos el carácter atomizado y la falta de conciencia comunitaria de la sociedad de su época.

    4) Conservación. Los bienes y los servicios que constituyen los ingresos pueden clasificarse en dos tipos: los que consumen cantidades considerables de recursos físicos y los que no lo hacen. La energía, el alimento y el transporte son del primer tipo. Para tener más de ellos deben consumirse más de los escasos recursos de la tierra. El amor, la educación y la comunicación pertenecen al segundo tipo. Son adiciones genuinas al bienestar humano, pero no necesariamente consumen recursos físicos, o sólo lo hacen de modo secundario.

    Sin embargo, los seres humanos no dejan de congregarse por el hecho de que existan las telecomunicaciones y se sirvan de ellas, como tampoco dejan de hablar cuando aprenden a escribir. La comunicación no es un mero sustituto del transporte. La relación de la comunicación con el transporte tiene dos caras. Los individuos ahorran viajes telefoneándose o escribiéndose. Pero al comunicarse así desarrollan relaciones, de lo que resulta que viajen para reunirse.

    Aunque no patentes las consecuencias del uso de energía son igualmente profundas. La ciudad del presente, con sus embotellamientos de tránsito, sus centros comerciales de altos edificios de oficinas y sus suburbios desparramados, es consecuencia directa de los avances de las telecomunicaciones ocurridos a la vuelta del siglo. Es fácil creer que el teléfono y el automóvil fueron responsables de la dispersión de la población de las ciudades centrales a los suburbios y a los exurbios. A primera vista eso parecería obvio, pero al profundizar la investigación se descubre lo parcial de ese supuesto. Resulta que uno de los primeros y principales efectos del teléfono fue que hizo posible el rascacielos. John J. Carty, ingeniero en jefe de la AT&T, lo explicó en 1908: Tal vez suene ridículo decir que la Bell y sus sucesores fueron los padres del rascacielos. Pero permítanme un minuto… Supongamos que no hubiera teléfonos y que cada mensaje tuviera que ser llevado por un mensajero personal. ¿Cuánto espacio creen ustedes que dejarían los elevadores para las oficinas? Tales estructuras, ¿no serían imposibles desde el punto de vista económico?¹⁷

    No sólo el teléfono hizo posible el rascacielos. También ayudó a crear la demanda del centro comercial compuesto de edificios de muchos pisos. Antes de la llegada del teléfono las zonas de negocios eran zonas de peatones. Todos los miembros de una determinada rama de los negocios se congregaban en unas cuantas manzanas, para poder ir caminando de uno a otro establecimiento y hacer tratos unos con otros. Las rentas eran muy caras en estos densos centros de actividad. El teléfono, el tranvía y el rascacielos proporcionaron una opción: hicieron posible que las empresas escaparan a barrios más baratos y amplios.

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