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En donde sale el sol: Decadencia y revitalización de la cultura yumana en Baja California
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En donde sale el sol: Decadencia y revitalización de la cultura yumana en Baja California
Libro electrónico356 páginas3 horas

En donde sale el sol: Decadencia y revitalización de la cultura yumana en Baja California

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Hace 18 años se publicó el libro En donde se mete el sol…, en el que se documentó lo que, al parecer, constituía un inminente proceso de asimilación y extinción de los indígenas de Baja California. En consonancia con las teorías transculturales de la época, dicho trabajo mostraba el abandono de las tradiciones y de las comunidades por parte de esto
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 mar 2021
ISBN9786076075745
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    En donde sale el sol - Everardo Garduño

    Universitario

    Introducción

    En el norte de Baja California residen cinco grupos indígenas: cucapá, kiliwa, pa-ipai, kumiai y tipai.[1] Estos grupos pertenecen a la familia etnolinguística yumana, la cual incluye a otros siete grupos que se encuentran distribuidos en los estados de Arizona y California, Estados Unidos: los quechan, yuma, maricopa, mojave, yavapai, hualapai y havasupai (ver mapa 1).

    Los yumanos, a diferencia de sus antecesores —los sandieguito y lajollano—, tienen cuatro particularidades: 1) haber alcanzado una gran presencia en todos los ecosistemas situados desde el suroeste de Estados Unidos hasta el desierto Central de Baja California; 2) pertenecer al periodo que los arqueólogos identifican como prehistórico tardío (2500 a.C.); 3) haber trascendido al siglo xx y xxi y, por ende, 4) haber sido el único grupo de origen prehistórico que estableció contacto con los colonizadores europeos, mexicanos y estadounidenses, y que sobrevive hasta el presente (Forde, 1931).

    En la actualidad, los yumanos de Baja California son sedentarios y radican en 15 pueblos ubicados en los municipios de Ensenada, Tecate, Rosarito y Mexicali. En estas localidades, la tenencia de la tierra asume las modalidades de bienes comunales, ejidos y comunidades de hecho, con un total de 419 676 hectáreas. Ahí, los miembros de los distintos grupos yumanos sobreviven de una incipiente agricultura de autosubsistencia, de la crianza de ganado bovino, equino y caprino en pequeña escala y de la cría de animales de corral, principalmente gallinas. Otra de las actividades importantes de subsistencia que los yumanos desarrollan estacionalmente en sus localidades es el corte y recolección de plantas silvestres que comercializan para su industrialización.

    No obstante, la principal fuente de ingresos de estos indígenas es el trabajo asalariado fuera de sus comunidades, ya sea que se contraten como jornaleros en los campos hortícolas de la región, como vaqueros en los ranchos cercanos a sus asentamientos, o en calidad de empleados en las empacadoras de productos pesqueros u hortícolas en las áreas suburbanas de la ciudad de Ensenada. Incluso, algunos yumanos son contratados como empleados en establecimientos comerciales o de servicios en las ciudades de Ensenada, Rosarito o Tijuana, o en los programas gubernamentales de empleo temporal, como el de mantenimiento de los caminos rurales.

    En el pasado, sin embargo, los yumanos no vivían en asentamientos sedentarios y poseían un esquema distinto de subsistencia. Como se sabe, estos grupos constituían bandas de cazadores y recolectores nómadas que deambulaban estacionalmente a lo largo de un extenso territorio en búsqueda de presas y especies de flora comestibles, y también para abrirse paso hacia las costas, en donde pescaban o recolectaban moluscos.

    La transición del estilo de vida nómada a uno sedentario, así como la incorporación de los yumanos al proceso de globalización se dio en al menos tres ciclos de contacto y colonización sucesivos, cuyos protagonistas fueron: los exploradores, soldados y misioneros europeos de los siglos xvii y xix; los exploradores, mineros y rancheros estadounidenses que en el siglo xix obtuvieron concesiones de tierras en territorio bajacaliforniano; y los campesinos sin tierra que acudieron a Baja California al reparto agrario a mediados del siglo xx.

    Cada uno de estos ciclos de contacto y colonización produjo una serie de transformaciones en la vida social, económica y cultural de los yumanos, con resultados negativos para ellos: altos índices de desempleo, bajos niveles de ingreso, difícil acceso a los servicios de salud, malas condiciones en la vivienda y ausencia de servicios básicos en sus asentamientos.

    Por otra parte, hay quienes han afirmado que como resultado de estas transformaciones, estos grupos se encuentran en pleno proceso de extinción o asimilación cultural, al grado de que uno bien podría dormir en una de sus localidades sin percatarse de que se trata de un lugar indígena; o bien, que uno podría tomar un autobús sin darse cuenta de que el conductor es yumano. Esta idea está tan generalizada, que el primer trabajo que realicé sobre estos grupos tuvo por título En donde se mete el sol…, en alusión a una anécdota que me contó Benito Peralta en una de mis primeras visitas a la comunidad pa-ipai de Santa Catarina (Garduño, 1995), pero también en alusión al ocaso que los especialistas veían en el horizonte de la cultura yumana.

    Sin embargo, el punto de partida de esta monografía no coincide ya con esa perspectiva. Por el contrario, aquí se documenta la creatividad y resistencia cultural de los grupos yumanos. Muestra de ello es el hecho de que a pesar de transcurridos los tres ciclos de contacto y colonización, los yumanos han sido capaces de reelaborar su sentido de identidad sobre la base de nuevos referentes, que se alejan de las antiguas nociones de pureza racial, persistencia de la lengua, prevalencia de los usos y costumbres de origen prehispánico, y residencia fija en alguna de las comunidades y ejidos reconocidos como indígenas. Es por ello que aquí se señala reiteradamente la existencia de un proceso de revitalización cultural que dio inicio hacia la segunda mitad del siglo xx —y que se expresa principalmente en el resurgimiento del interés por la preservación de diversos aspectos de sus culturas: las lenguas yumanas, la tradición musical, la tradición oral, la elaboración de artesanías y, sobre todo, la incorporación de elementos de diverso origen étnico-cultural, como el ciclo ceremonial-festivo (el día de Muertos y del Santo Patrono de la comunidad), y los patrones culturales vinculados a la cultura del vaquero heredada de los misioneros europeos del siglo xix: el trabajo con ganado, ya sea como propietarios o como asalariados, la indumentaria masculina basada en el uso de mezclilla, texana y botas, la indumentaria femenina de largos faldones coloridos, y las actividades colectivas anuales para reunir el ganado, la vaquereada, y las fiestas del jaripeo, dentro o fuera de sus asentamientos originales.

    En este trabajo se exponen, primero, los elementos tradicionales que caracterizaban en el pasado a los yumanos, y posteriormente se describen los elementos que son parte de dicha revitalización. Ahora bien, este proceso de revitalización cultural ha estado vinculado a otro de visibilización de los yumanos por la defensa de su territorio; esto, en un contexto social y cultural que negaba la existencia de los yumanos y que, en consecuencia, justificaba el permanente acoso sobre las tierras ancestrales de estos indígenas por parte de ejidatarios y rancheros mestizos. Es interesante observar cómo este proceso de revitalización tuvo lugar entre los yumanos del norte hacia la década de los setenta y cómo, a mediados de los ochenta se vuelve a manifestar entre los llamados yumano-peninsulares o cochimíes, quienes desde el siglo xix habían sido considerados inexistentes por los misioneros dominicos, así como por geógrafos, antropólogos y lingüistas.

    Cabe señalar que aunque el propósito de esta monografía es presentar un panorama de la situación actual que guardan las comunidades yumanas, la información empírica de este texto es producto de sucesivos periodos de trabajo de campo que van desde 1988 a 2014. El primero de estos periodos fue el del otoño e invierno de 1988, cuando participé en la producción del videodocumental Kiliwas volverán a nacer, producido por Juan Carlos López y Adolfo Soto, y cuando con el apoyo del Instituto Nacional Indigenista (ini) colecté la información para el libro En donde se mete el sol. En el verano de 1990 participé en un segundo proyecto de documentación videográfica de la problemática agraria de las comunidades yumanas; dicho proyecto fue también financiado por el ini y coordinado por el videoasta Luis Lupone. De 1996 a 2000 llevé a cabo diversas visitas a las localidades yumanas para obtener información para mi tesis doctoral De comunidades inventadas a comunidades imaginadas y comunidades invisibles; el trabajo de campo de ese proyecto fue financiado por el Fideicomiso México-Estados Unidos para la Cultura y las Artes. Posteriormente, en el 2005, levanté una encuesta en todas las comunidades con el objetivo de actualizar los indicadores cubiertos en mi primer trabajo de 1988. Esa encuesta fue financiada por la Convocatoria Interna para Apoyos de la Investigación de la Universidad Autónoma de Baja California y llevó por título el mismo de este libro, En donde sale el sol. En el verano de 2009 la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi) me encargó la identificación y diagnóstico de los sitios sagrados del pueblo kumiai, lo cual me introdujo al campo nuevamente. En el otoño de 2011 llevé a cabo un recorrido general por todas las comunidades buscando información faltante para este mismo proyecto, y entre el 2013 y 2014 llevé a cabo, junto con Vanessa Ruiz, el proyecto videográfico Paisaje y Memoria. La geografía simbólica de los yumanos de Baja California. De esta manera, en la presente monografía eché mano de las notas de campo y de las entrevistas a informantes yumanos que realicé a lo largo de mis distintas visitas a estas comunidades, desde 1988 a 2014. Las notas de campo son incorporadas a este trabajo al principio y al final de cada sección correspondiente a cada localidad indígena, y fueron redactadas en primera persona para conservar la forma original en que fueron escritas. Por su parte, los testimonios incluídos en este trabajo fueron obtenidos a través de diferentes entrevistas realizadas a 24 informantes, también en diferentes momentos, y a quienes entrevisté a lo largo de mis distintas visitas a las comunidades yumanas. Cabe señalar que de estos 24 informantes, 11 ya fallecieron.

    Por último, quiero dedicar este trabajo a mi hermano Leonardo por enseñarme el amor a la música, los libros, el arte, la naturaleza, los animales, el deporte y la aventura; por ser mi amigo en todas las correrías de la infancia, mi cómplice y protector… por ir siempre un paso delante de mí.


    ¹ Es importante mencionar que los tipai regularmente no aparecen dentro de la clasi cación más difundida de los grupos indígenas de Baja California; esto se debe a que históricamente se les ha considerado como cochimí o como kumiai. El primer caso se explica por el hecho de que los mismos tipai se han asumido siempre como cochimís, el segundo caso se debe a que los tipai hablan una lengua estrechamente cercana a la kumiai. No obstante, estudios lingüísticos recientes han establecido que este grupo no es hablante del cochimí sino del tipai, una variante lingüística del kumiai.

    A Leonardo Garduño,

    en su memoria.

    Antecedentes

    Origen y antigüedad

    Como lo afirman Bendímez & Laylander (1986), los vestigios arqueológicos más antiguos de las culturas prehistóricas en Baja California corresponden al periodo paleoindio y poseen una antigüedad de 10 000 años; se trata de la producción lítica asociada al complejo arqueológico sandieguito —que procede del sur de lo que hoy es la ciudad de San Diego, California—, y que ha sido encontrada entre los desiertos y las montañas de las vertientes centrales en la península de Baja California.

    Un segundo grupo de vestigios, más reciente, lo constituyen los depósitos de conchas que corresponden al periodo arcaico, con una antigüedad de 7 000 años; son los llamados concheros que han sido encontrados en las costas de esta península y que están asociados a la cultura lajollana, cuyo origen se identifica en el norte de la misma ciudad de San Diego.

    Por último, hay un tercer conjunto de evidencias arqueológicas que habla de la presencia de culturas tempranas que florecieron antes de la llegada de los colonizadores. Éstas consisten en restos de cerámica pertenecientes al prehistórico tardío y tienen una antigüedad no mayor a los 2 500 años.

    Las vasijas o fragmentos de ellas, a diferencia de la lítica sandieguito y los concheros lajollanos, han sido encontradas en todos los ecosistemas del norte de Baja California: desierto, montaña y costa. Esto habla de la presencia de una importante población del grupo al que pertenecían y de su amplia capacidad de adaptación.

    Esta población es la yumana, asociada a un complejo cultural que —habiendo tenido su origen en el norte de Estados Unidos— se diseminó en una vasta región del suroeste estadounidense y posteriormente en el norte de esta península. Si bien no es precisa la información provista por los misioneros sobre el volumen de la población yumana en esta región al momento del contacto, Sherburne Cook (1937, p. 7) considera que si el conjunto del territorio yumano tenía una densidad de población similar a la estimada por Meigs (1939) para el caso kiliwa (1.15 individuos por milla cuadrada, con un rango de 0.63 en el interior a 2.0 en la costa), el total de la población yumana pudo haber ascendido en ese entonces a 10 000 personas en esta región.

    Cabe señalar que gracias a la capacidad de supervivencia desarrollada por los yumanos en condiciones ambientales hostiles, estos conformaron la única cultura prehistórica que existía en Baja California a la llegada de los colonizadores europeos, así como la única que sobrevivió a la presencia de subsecuentes colonizadores hasta la actualidad. Por esta razón, la cultura yumana es excepcional; es la única cultura prehistórica de la cual conocemos su diferenciación etnolingüística, estrategias de supervivencia, tecnología de caza y de recolección, así como su organización social, cantos y tradición oral.

    En cuanto al antecedente lingüístico más remoto de los yumanos, se ecuentra en el grupo hokano-siux ubicado sobre las planicies norteñas de Estados Unidos. Al emigrar a México, los hokano-siux se dividieron en dos grandes grupos: el yumano-peninsular o cochimí y el yumano del norte. El primero se estableció en un territorio que iba del desierto Central de la península[2] a la parte sur de la sierra de San Pedro Mártir y hasta el sur de la sierra de San Francisco. El segundo grupo se asentó hacia el norte del desierto Central, en las sierras de Juárez y San Pedro Mártir, en la zona deltaica del Río Colorado y sobre las planicies costeras orientadas hacia el océano Pacífico.

    Al paso del tiempo, estas dos subfamilias yumanas experimentaron un proceso de diferenciación etnolingüística que dio lugar a por lo menos 18 grupos étnicos distribuidos en ambas regiones. Dado que los grupos que habitaban el desierto Central desaparecieron a finales del siglo xix —antes de que geógrafos, lingüistas y antropólogos pudieran elaborar una taxonomía científica de ellos—, la forma en que se les conoce actualmente es por la denominación que les asignaron los misioneros europeos, que en ocasiones estaba basada en el nombre de la misión a la que estaban vinculados: los javiereño, cadegomeño, comondú, borjeño, didiu, mongui, ignacieño y laymon (León-Portilla, 1983, p. 31). Por su parte, los yumanos del norte han trascendido hasta los siglos xx y xxi, y los especialistas han podido elaborar sobre estos grupos una clasificación etnoterritorial y lingüística más acuciosa (ver mapa 2).

    Esta segunda subfamilia lingüística comprende los siguientes grupos y lenguas:

    El riano, habitante de las márgenes del Río Colorado y que en el lado mexicano está representado por los hablantes del cucapá.

    El california-delta, habitante de la región comprendida entre las mesetas costeras cercanas al Pacífico hasta la región deltaica del Río Colorado, y que incluye las lenguas kumiai, ipai, tipai y koal.

    El pai, que arribó a las tierras de los koal ubicadas en el sur de la sierra de Juárez y en el norte de la sierra de San Pedro Mártir, y que en Baja California está representado por los hablantes del pa-ipai.

    El kiliwa, asentado en la sierra de San Pedro Mártir y que comprende la lengua kiliwa y sus variantes ya desaparecidas: el ñakipa, juigrepa y ko’jwak (Mixco,1983).

    Se estima que la antigüedad de los yumanos en Norteamérica se remonta a los 15 000 o 25 000 años, mientras que en Baja California es de apenas 2 500 años. Esto indica que la presencia de estos grupos en territorio mexicano es resultado de un flujo migratorio que tuvo su

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