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Irresistible: Reclamando lo nuevo que Jesús desató para el mundo
Irresistible: Reclamando lo nuevo que Jesús desató para el mundo
Irresistible: Reclamando lo nuevo que Jesús desató para el mundo
Libro electrónico410 páginas6 horas

Irresistible: Reclamando lo nuevo que Jesús desató para el mundo

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Hace mucho, mucho tiempo, habia una version de nuestra fe que era practicamente.... Irresistible.

En los Estados Unidos, un creciente número de gente que abandonó la iglesia no se identifican con ninguna religión
específica. El Nuevo Ateísmo insiste en que el cristianismo es dañino para la sociedad. Frases como "La Biblia
dice…", no lleva el mismo peso que antes, y gracias a nuestro mundo digital, las personas saben "lo que sea
que" la Biblia dice, sin siquiera leerla.

No obstante, nosotros predicamos, enseñamos, escribimos y comunicamos como si nada hubiera cambiado,
como si decir "La Biblia dice" todavía lo resolviera. De acuerdo con el autor y líder cristiano, Andy Stanley,
es tiempo de poner pausa a muchas de las cosas que estamos haciendo y considerar el modelo de fe de nuestros
hermanos y hermanas del primer siglo, quienes no tenían una Biblia oficial, ni organizaciones, y humanamente hablando,
ni una pequeña posibilidad de sobrevivir.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jul 2020
ISBN9781646910854
Irresistible: Reclamando lo nuevo que Jesús desató para el mundo
Autor

Andy Stanley

Communicator, author, and pastor Andy Stanley founded Atlanta-based North Point Ministries (NPM) in 1995. Today, NPM consists of eight churches in the Atlanta area and a network of 180 churches around the globe that collectively serve over 200,000 people weekly. As host of Your Move with Andy Stanley, which delivers over 10.5 million messages each month through television, digital platforms, and podcasts, and author of more than 20 books, including Irresistible; Better Decisions, Fewer Regrets; and Deep & Wide, Andy is considered one of the most influential pastors in America.

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    Definitivamente Andy están ley es un reformador!
    Es un libro absolutamente poderoso!

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Irresistible - Andy Stanley

conocido.

SECCIÓN I

Por qué no es irresistible

INTRODUCCIÓN

En 2007, mi hijo Andrew, que en ese tiempo tenía trece años, me acompañó en un viaje a China. Durante nuestra visita fuimos invitados a dar un recorrido por una fábrica de productos de piel. El dueño era norteamericano, de hecho, era el amigo de un amigo. Cuando llegamos, él cortésmente insistió en ser nuestro guía personal. Antes de comenzar la visita, nos presentó a una jovencita china que rondaba los veinte años. Ella había comenzado como obrera, pero había trabajado muy duro hasta convertirse en gerente. El dueño nos preguntó si estaba bien que ella nos acompañara durante el recorrido.

Dos horas después, estábamos de regreso en su oficina hablando de lo que vimos en el recorrido. Mientras estábamos en eso, él preguntó: ¿Alguien tiene alguna pregunta?. Para nuestra sorpresa, levantado su mano tímidamente, nuestra acompañante habló. Yo tengo una pregunta, dijo. Volteando hacia mí, preguntó: ¿Es usted pastor?

Yo no tenía idea cuál era el propósito de su pregunta. Cuando me presenté, no les dije que yo era pastor. Ni siquiera estaba seguro si estaba bien o mal que yo fuera pastor. Estábamos en China. En ese momento hasta sospeché que ella había sido asignada por el gobierno para seguirnos toda la tarde.

, le dije, soy pastor.

De verdad que hasta se me erizó la piel, al escuchar lo que dijo a continuación, en su escaso pero hermoso inglés.

¿Cuán bueno es suficientemente bueno? Reconozco su voz.

Yo estaba estupefacto. ¿Cuán bueno es suficientemente bueno? es el título de un pequeño libro que recientemente yo había publicado. Lo escribí basado en un mensaje que había predicado años antes. Ella continuó.

Hace dos años, alguien me dio un CD de su sermón, ‘¿Cuán bueno es suficientemente bueno?’. Lo escuché una y otra vez. Luego acepté a Jesús como mi salvador y lo invité a vivir en mi corazón. Antes, estaba vacía. Ahora, me siento llena de vida.

Querido lector, si crees me estoy inventando esta anécdota, no te culpo… pero conste que tengo testigos.

Ella siguió: Quería ir a la iglesia, pero no hay iglesias en mi ciudad. Comencé a asistir a un estudio bíblico en un apartamento cerca de donde vivo. A veces voy en autobús a la iglesia, pero tarda dos horas y siempre llego tarde. Además, el boleto del autobús es caro y no conozco a nadie en la iglesia.

Sentí un profundo y humilde honor por estar ahí en ese momento. Pero ella no había terminado. Mirando a su jefe, le dijo: ¿Puedo hacerle otra pregunta al pastor?

Con un gesto él le comunicó que no había problema y ella me preguntó: Pastor, dijo, ¿por qué no todos van a la iglesia en su país?.

Años después, todavía no me recupero del impacto que me causó su pregunta.

No tenía idea de cómo responder en ese momento. Aún no tengo idea de cómo responderle.

¿Cómo le explicas que hay miles de iglesias vacías a una joven que toma un autobús por dos horas para asistir a la iglesia en otra ciudad? Porque si hubiera una iglesia en su ciudad, esta joven estaría ahí cada vez que abrieran las puertas. El estudio bíblico al que ella asistía era parte de una red de iglesias clandestinas, lo que el gobierno chino llama iglesias no registradas. Su asistencia la puso en riesgo. Poseer una Biblia la puso en riesgo. Hablar acerca de asistir a una iglesia clandestina frente a su jefe la puso en riesgo.

Imagínese su conmoción si descubriera que no solo la mayoría de los cristianos en mi país no leen la Biblia, sino que en la mayoría de las iglesias hay armarios llenos de Biblias empolvadas.

No me acuerdo cómo le respondí. Seguramente le dije algo fácil de olvidar. Pero a mí no se me ha olvidado su pregunta. Me ha incomodado mucho desde entonces. Su pregunta es una de las razones por las cuales escribí este libro.

De modo que, ¿por qué no todos asisten a la iglesia? ¿Por qué es tan fácil resistirse ir a la iglesia? ¿Por qué la iglesia no es irresistible?

Jesús era irresistible.

Hace mucho, mucho tiempo, la iglesia también era irresistible.

Capítulo 1

LA NUEVA VERSIÓN AMERICANA

La resistencia de nuestra sociedad hacia el cristianismo es producto de los mismos elementos que los cristianos debieron haber puesto resistencia. Aunque muchos de nosotros nos hemos esforzado para hacer la iglesia más interesante, resulta que menos personas están interesadas. Y aunque la mayoría de las personas ajenas a la iglesia siguen teniendo una visión favorable de Jesús, no necesariamente tienen una visión favorable de su cuerpo, la iglesia.

Eso es problemático.

Es como si yo dijera: Tienes cara de tentación y cuerpo de arrepentimiento.

El descenso del cristianismo en los Estados Unidos, la popularidad del nuevo ateísmo y el meteórico surgimiento de los que no quieren identificarse con ninguna religión oficial, subrayan algo que ha sido verdad por generaciones, pero que no significaba mucho sino hasta ahora. La corriente principal del cristianismo, el cristianismo moderno, tiene fatales defectos. Estos defectos lo hacen frágil e imposibles de defender en la opinión pública. La versión populista del cristianismo cultural que vemos hoy está anclado a dos supuestos que crean una versión caricaturesca de nuestra fe. Tristemente, esa caricatura pasa por fe real en muchas iglesias evangélicas.

Esta versión de cristianismo es simplista y fácilmente desacreditada. Por décadas, los profesores con prejuicios contra la religión han visto lo fácil que es atacar a los cristianos recién llegados a la universidad. He escuchado y leído entrevistas y blogs, y he hablado con decenas de individuos que han abandonado la fe cristiana. De todas formas, nunca he escuchado la historia de alguien que haya dejado la fe con base en algo directamente relacionado al cristianismo, al cristianismo original.

Recientemente leí un blog de alguien que era un líder de adoración que dejó la fe después de que leyó un libro que comprobaba las contradicciones de la Biblia. Aparentemente, ella creció con la creencia que el fundamento de nuestra fe es un libro sin contradicciones.

Pero ese no es no el fundamento original del cristianismo.

Un reconocido erudito del Nuevo Testamento recientemente reconoció que perdió su fe y adoptó el ateísmo debido al sufrimiento en el mundo. Pero el fundamento de nuestra fe no es un mundo sin sufrimiento. El dolor y el sufrimiento no refutan la existencia de Dios. Solo refutan la existencia de un dios que no permite la pena y el sufrimiento.

¿Cuál dios es ese?

No el Dios nuestro.

Nuestro Dios de hecho nos prometió dolor y sufrimiento.

La gente abandona la fe porque tuvo una mala experiencia con la iglesia.

Yo también tuve una mala experiencia.

¿Y qué?

La física cuántica no socava las declaraciones de Jesús. Ni tampoco la teoría de la selección natural. Los milagros del Antiguo Testamento que no pueden verificarse científicamente no provocan que nuestros fundamentos se derrumben.

Por cierto, si algo de los párrafos previos te puso incómodo, me da muchísimo gusto que estés leyendo este libro. Continúa leyendo y encontrarás una mejor y más robusta versión de tu fe.

En todos mis años de ministerio solo he tenido una conversación con un no creyente —un amigo judío— que tenía una objeción al cristianismo con base en algo directamente relacionado con las afirmaciones de Jesús. Dijo: Andy, simplemente no puedo creer que alguien pueda pagar por los pecados de otro. Creo que cada uno de nosotros es responsable por nuestros propios pecados. Con una sonrisa le dije: Bueno, felicidades, ya estás bien parado en el umbral de la fe cristiana porque ese es el punto central de nuestra fe.

EL CAMINO A SEGUIR

El camino a seguir no es complicado, aunque algunos lo hallarán controversial. No es originalmente mío. Está escondido a plena vista en los Evangelios y en las epístolas de Pablo. Sabemos que funciona porque ya funcionó. Hace muchos años, los miembros de una secta llamada El Camino, (a pesar de tener todos los pronósticos en contra), captaron la atención y la devoción del mundo pagano, tanto dentro como fuera del Imperio romano. Así que tal vez necesitamos ponerle pausa a mucho de lo que estamos haciendo hoy, que de todas formas no está funcionando tan bien, y tomar notas de los hombres y mujeres a quienes se les atribuye la dramática transformación de nuestro mundo.

¿Qué hicieron los cristianos del primer siglo que nosotros no estamos haciendo?

¿Qué hizo su fe tan convincente, tan resistente y, al final, tan irresistible?

No tiene sentido que una nueva secta haya nacido supuestamente en contra del gobierno más poderoso del mundo. No tiene sentido que el líder de esa secta fuera rechazado por su propio pueblo y crucificado por supuestamente querer usurpar el trono por Roma. No tiene sentido que un movimiento haya sobrevivido y triunfado ante tan abrumadora resistencia. No tiene sentido que esta misma religión desconocida sería a la larga, oficialmente instituida por el mismísimo imperio que trató de extinguirla.

No soy el primero en hacerme estas preguntas. Los eruditos e historiadores han contemplado estos misterios por generaciones. La mayoría de ellos han llegado a la misma conclusión. La autora británica, Karen Armstrong, que no es simpatizante del cristianismo evangélico, lo resume de esta forma:

Aun así, aun con todos los pronósticos en contra, para el tercer siglo, el cristianismo se había convertido en una poderosa fuerza que no podía ser ignorada. Aún no comprendemos cómo sucedió esto.¹

Históricamente hablando, ella tiene razón. Es virtualmente imposible de explicar. Los antropólogos, historiadores e incluso los escépticos han llegado a la misma conclusión. Concretamente, algo sucedió en el primer siglo que resultó en la expansión del cristianismo como si fuera una infección transmitida por el aire. Esos primeros creyentes tenían algo en su fe. Algo que la hizo atractiva, convincente y aparentemente irresistible.

El papel de los eruditos e historiadores es similar al papel de un médico al diagnosticar una enfermedad. Deben buscar las causas naturales. Buscamos explicaciones racionales sobre los sucesos que ocurrieron. En lo que se refiere al aparentemente inexplicable surgimiento vertiginoso de la iglesia, estoy convencido que debemos aceptar la explicación ofrecida por aquellos que estuvieron más cerca de los eventos originales. Los testimonios de Pedro, Lucas, Santiago, Pablo y otros, proveen una amplia explicación de por qué el movimiento de Jesús no solo sobrevivió el primer siglo, sino que a la larga superaron el intento del mismo aparato político y religioso de destruirlo.

Por la doble presión entre el templo judío y el Imperio romano, el movimiento de Jesús debió haber sido sepultado junto con su fundador. Pero no fue así. En este preciso momento, cristianos de todo el mundo visitan las ruinas del templo judío y el Imperio romano. Desde el Foro Romano en Italia hasta el monte donde se encontraba el templo en Israel. Pero el cristianismo no está en ruinas.

Ahora Roma está adornada con cruces y Jerusalén está llena de turistas cristianos. Roma y Jerusalén no destruyeron a la iglesia. Más bien la iglesia se fundó sobre Roma y Jerusalén. Hace dos mil años, la cruz simbolizaba el poder del imperio. Hoy simboliza el poder de Dios.

¿Cómo sucedió esto?

¿Qué podemos aprender?

Y lo que es más importante, ¿podría suceder otra vez?

Creo que sí.

NUEVO, NO MEJORADO

Jesús interrumpió la historia de la humanidad para introducir algo completamente nuevo.

No llegó a Jerusalén a ofrecer una nueva versión de algo antiguo, o para actualizar algo que ya existía. No vino a mejorar algo. Jesús fue enviado por el Padre para introducir algo completamente nuevo en el mundo. Miles se congregaron para escucharlo. Para ver. Para experimentar. Lee el Evangelio de Marcos, y encierra la palabra multitud. Hay una multitud prácticamente en cada capítulo.

Su nuevo mensaje no fue lo único que hizo a Jesús irresistible. Fue Jesús mismo. Su personalidad magnética atraía polos opuestos. La gente que era completamente diferente a Jesús se sentía completamente atraída hacia Él. Y viceversa. Jesús invitaba a mujeres y hombres no creyentes, a los mal portados, a los problemáticos. Los invitaba a seguirle y a adoptar algo nuevo. Y ellos aceptaron su invitación.

Como seguidores de Jesús, deberíamos seguir sintiéndonos atraídos por los polos opuestos. De tal forma, que cuando invitáramos a los no creyentes, a los mal portados y los problemáticos a unirse a nosotros, ellos deberían tener cierta curiosidad —o cierta inclinación— a aceptar nuestra invitación.

Deberían. Pero la pregunta persiste. Pastor Stanley, ¿por qué no todos van a la iglesia en su país?

LOS QUE SE RESISTEN

En los Evangelios descubrimos dos grupos que consideraron a Jesús una amenaza: Por un lado, estaban los religiosos y, por otro lado, aquellos cuya fortuna política y financiera estaban aseguradas por la frágil paz entre el templo y el imperio.

En su mayoría, los enemigos de Jesús no lo criticaban por su carácter. Ninguno lo acusó de ser inmoral, deshonesto o cruel. Se sentían atemorizados principalmente por sus enseñanzas y su popularidad. Los líderes religiosos de Jerusalén estaban celosos del favor que halló con el pueblo. Cuando lees las transcripciones de los juicios donde sentenciaron a Jesús, no te queda otra que estar de acuerdo con Pilato cuando anunció a los acusadores de Jesús: Ningún delito hallo en este hombre.²

No halló ningún delito porque era completamente inocente.

Pilato sabía por qué los líderes del templo insistían en que Jesús fuera crucificado. No tenía nada que ver con su ley o su elitista religión. Pilato sabía que habían entregado a Jesús por pura envidia.³

El momento crítico para aquellos que se oponían a Jesús no fue por un escándalo típico de una celebridad. No fue por encontrar una verdad oculta o un secreto de su pasado. El momento crítico fue un milagro. Un extraordinario acto de compasión. Jesús levantó a un reconocido ciudadano de entre los muertos. Cuando circularon las noticias de este milagro en particular, los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron al Sanedrín a reunión. Puede que eso no signifique mucho para nosotros, pero ese tipo de convocatoria era muy poco frecuente en la Judea del primer siglo.

Los distintos grupos que pertenecían al Sanedrín estaban en desacuerdo casi en todo. Pero en Jesús hallaron un punto en común. Una amenaza común. Un enemigo común.

Después de múltiples intentos, ningún grupo había tenido éxito en menoscabar la influencia de Jesús sobre las multitudes. Así que, en un momento de desesperación, unieron fuerzas. Todo lo que necesitaban era un… ¿cómo lo dijo Pilato? Un delito. El apóstol Juan conocía o más tarde conoció, a alguien que asistió. En un momento, las emociones de alguien tomaron el control de su boca y dejaron escapar lo que todos en esa habitación estaban pensando:

Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron una reunión del Consejo. —¿Qué vamos a hacer? —dijeron—. Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación.

Cuarenta años más tarde, eso que temían fue exactamente lo que sucedió. Los romanos destruyeron el lugar sagrado y la nación de Israel. Hablaremos de eso más adelante.

Al final, los líderes religiosos fueron capaces de fabricar un delito. Jesús fue hallado culpable de mala teología y amenazas terroristas contra el templo. Pilato se unió a la farsa para mantener feliz a la gente que mantenía al pueblo contento. Esto no tuvo nada que ver con justicia. No se había cometido ningún crimen. Al analizar el pasado cuidadosamente, entre el caos y la rapidísima serie de acontecimientos que llevaron a su crucifixión, queda abundantemente claro que Jesús fue arrestado y crucificado porque era demasiado popular. Fue crucificado por atraer a tan grande multitud. Por atraer polos opuestos. Porque era difícil de resistir. Porque era imposible de olvidar. ¿Por qué? Porque él ofrecía algo nuevo. Algo completamente nuevo.

Pero lo nuevo rara vez va bien con los grupos cuyas fortunas dependen de lo antiguo. Aquellos que se benefician mayormente del statu quo, están menos inclinados a recibir el cambio.

El giro inesperado en esta trama fue la crucifixión de Jesús. Porque parecía el final, pero en realidad marcó un inicio. Su muerte inició eso nuevo de lo que Él había hablado a lo largo de su ministerio público, lo nuevo que anunciaron los profetas del Antiguo Testamento y aún previsto desde el Génesis. Lo que los enemigos de Jesús no sabían —no tenían forma de saberlo— fue que, al acabar con la vida de Jesús, aunque parecía su final feliz, no fue el final que ellos habían imaginado. Su muerte y resurrección iniciaron una cadena de eventos que a la larga marcaría el fin del antiguo judaísmo, así como al Imperio romano en su forma actual, el mismo imperio responsable por su muerte.

EL MOVIMIENTO DE JESÚS

No fue sino hasta después de la resurrección, que los seguidores de Jesús comenzaron a comprender que Él no vino simplemente para agregar otro capítulo a la historia de Israel. Jesús no había venido a presentar una versión mejorada del judaísmo. Su movimiento no estaba limitado a una región. El movimiento de Jesús fue para todos sin excepción. Para todas las naciones. Sus seguidores afirmaron que Él fue el sacrificio final por el pecado, eliminando así la necesidad del templo judío. Pero no solo del templo judío. Algo así como veinte años después de la resurrección, el apóstol Pablo confrontaría a los líderes civiles en Atenas y declararía que sus templos eran innecesarios también.⁵ En el mismo discurso, Pablo calificó a quienes adoraban cualquier tipo de ídolos mitológicos como ignorantes. Como un padre, esperando a que su hijo dejara su etapa más infantil, Dios había esperado e ignorado la idolatría por un tiempo.⁶ Pero ahora, el mundo debía madurar y reconocer al Dios viviente de todos los pueblos.

Sobra decir que el movimiento de Jesús entró inmediatamente en conflicto tanto con la cultura judía como con la cultura romana y con razón. Porque Jesús afirmaba ser el cumplimiento del judaísmo por lo cual el judaísmo ya no era necesario. Además, Jesús se declaraba el reemplazo legítimo de la falsa religión grecorromana.

Jesús era vino nuevo. El judaísmo y la religión grecorromana eran los odres viejos. Lo nuevo que Jesús ofrecía se alejaba de las tradiciones de ambos. Jesús, junto con sus primeros seguidores, declaraban que tanto el judaísmo como el paganismo eran el preámbulo que anunciaba un día futuro donde Dios comenzaría algo nuevo en el mundo para su beneficio. Aquellos que tuvieran ojos para ver lo reconocerían. Aquellos con oídos para oír lo escucharían y le seguirían.

Específicamente, Jesús vino a establecer un nuevo pacto, un nuevo mandamiento y un nuevo movimiento. El nuevo movimiento sería internacional. El nuevo pacto cumpliría y reemplazaría los sistemas basados en conducta y sacrificios reflejados en casi toda religión del mundo antiguo. Su nuevo mandamiento serviría como la ética de conducta gobernante para los miembros de su nuevo movimiento.

Lo nuevo que Jesús introdujo, contrastó con los valores y costumbres tanto del imperio como del templo. El imperio asumía la ley del más fuerte. Y mientras Roma se adjudicaba el derecho a crear todas las reglas, los que mantenían el templo estaban comprometidos a proteger sus propias reglas a toda costa. Aunque el Imperio romano y el templo judío eran dos mundos aparte, dentro de cada uno había valores y supuestos que los mantenían unidos, creando un formidable obstáculo para el cristianismo del primer siglo. Que la iglesia haya sobrevivido a ambos es un testimonio del poder del evangelio y del valor de los cristianos en estos primeros dos siglos.

La iglesia del primer siglo soportó la presión de adoptar e integrar las corrientes del imperio y del templo a su nueva fe. Esto es testimonio de cuán incompatibles eran ambas con la iglesia. Lo nuevo que Jesús introdujo permaneció en crudo, descarado y nada ambiguo, en contraste con los valores y supuestos, tanto del imperio como del templo. Aquellos que estaban más cerca de Jesús comprendieron este contraste. Los recuentos de los Evangelios subrayan e ilustran las diferencias. El apóstol Pablo criticó duramente a aquellos que intentaron integrar el pensamiento del imperio y del templo en lo nuevo que Jesús introdujo.

Por casi trescientos años, la iglesia eludió la presión de integrar e incorporar las normas antiguas. Pero con la conversión de Constantino el Grande y la firma del Edicto de Milán, la iglesia vivió una transición: de ser una minoría perseguida se convirtió en la mayoría empoderada. Casi inmediatamente, esa resistencia que habían tenido fue reemplazada por la adopción, integración e incorporación de lo antiguo.

LA REFORMA

No fue sino hasta el siglo XVI que los reformadores dedicarían su vida (y en ocasiones, darían su vida misma) para liberar a la iglesia de los valores, la cultura y el estilo del imperio y del templo. Para muchos, el nacimiento del protestantismo indicaba el resurgimiento de lo nuevo que Jesús introdujo. Pero la lucha no terminó ahí. La tentación de verter el vino nuevo de lo que Jesús ofrece en los odres viejos del templo y del imperio, sigue con nosotros hasta hoy. Cada generación necesita reformadores humanamente imperfectos. Hombres y mujeres que, como el apóstol Pablo, se mortifiquen cuando vean algún trazo de las antiguas tradiciones filtrándose sigilosamente en lo nuevo que Jesús introdujo.

Estoy convencido que es la mezcla, la combinación y la integración de lo antiguo con lo nuevo lo que hace que la sociedad de hoy se resista a la iglesia moderna. Es la mezcla, la combinación y la integración de lo antiguo con lo nuevo la que hace nuestra fe, algo indefendible en esta era de desinformación. Jesús nos advirtió hace dos mil años lo que pasaría al verter el vino nuevo en odres viejos. Al final, tanto el vino como el odre se arruinan.⁷ El resultado es un desastre.

Pastor Stanley, ¿por qué no todos van a la iglesia en su país?

Para comprender la singularidad del mensaje, el movimiento y la ética de Jesús, debemos primero comprender lo antiguo con lo que se estaba contrastando. Para enfatizar este contraste, es necesario que hagamos un viaje al pasado y veamos una famosa historia de la Biblia.

Capítulo 2

ALCANCE GLOBAL

Israel no era la meta final y más importante de la historia. El antiguo Israel fue un medio para un fin.

Eso no es un desaire.

Ser un medio para un fin es lo que da significado a las cosas. Es lo que nos da significado y propósito. Si vives para ti mismo, tu vida va a carecer de significado. Conviértete en un medio para un fin y tu vida adquiere propósito. Eso nos enseñan los funerales. Nos recuerdan que el valor de una vida siempre se mide no por cuantos años viviste o por cuántas cosas adquiriste, sino por cuánto de tu vida le entregaste a los demás.

Pero estamos hablando de Israel.

Dios creó a la nación de Israel como un medio para un fin divino. Creó la nación para un propósito global. El plan global de Dios para la nación de Israel fue anunciado por primera vez mucho antes de que existiera como nación. Alrededor del 2067 a. C., Dios prometió un hijo a un Abraham de noventa y nueve años. Un hijo que se convertiría en una nación que bendeciría al mundo.

Al mundo entero.

Aquí está la redacción original:

Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.

Dios prometió a Abraham que engrandecería su nombre. Esa es la forma bíblica de decir te haré famoso.¹ Me imagino que sabes quién fue Abraham.

Ahí está la prueba. Promesa cumplida.

Pero aquí está lo más importante:

…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.²

¿Te imaginas lo ridículo que le pareció esto a Abraham? Un hombre sin tribu, solo, en medio de la nada. Sin embargo, esa promesa inició una cadena de eventos que se extendería sobre el transcurso de casi dos mil años. Su alcance nos parece incomprensible. Pero históricamente encierra otro aspecto muy peculiar también. Dios prometió bendecir al mundo a través de la descendencia de Abraham. Eso no tenía ningún sentido en esa época.

Las tribus de ese entonces no se bendecían una a la otra.

Las tribus antiguas se conquistaban, se saqueaban y se esclavizaban unas a otras. Siendo honestos; aún las naciones modernas no se bendicen mutuamente. Espiamos, negociamos e imponemos sanciones. Nuevamente, no nos podemos imaginar lo ridículo que esto sonó para Abraham.

Sigamos adelante.

A la larga, Abraham tuvo su gente y con el tiempo emigraron hacia Egipto, en donde se multiplicaron hasta alcanzar el estatus de nación, lo cual incomodó terriblemente a sus anfitriones. Pero en vez de expulsarlos, Faraón los puso a trabajar… como esclavos.

Hasta aquí llegaron todas aquellas promesas. Resulta difícil bendecir a todas las naciones de la tierra mientras fabricas tabiques para un rey, que se cree el amo del universo. Pero a diferencia de los dioses egipcios, el Dios de Abraham no era de barro. Así que cuando el Dios de Abraham estuvo listo, apareció. Utilizó a Moisés como su representante y lo envió a Faraón con aquellas inolvidables plagas.

Después de un poco de forcejeo, Faraón accedió.

La razón por la cual siento la libertad de resumir cuatrocientos y tantos años de la historia de Israel en cuatro enunciados es por nuestra familiaridad con la trama. Aunque muchos lectores modernos (y cinéfilos), conocen la historia, es casi imposible para nosotros no darnos cuenta de su trascendencia. En la forma más extraordinaria, más anticipada, más espectacular y digna de la atención de Hollywood que se pueda imaginar, el Dios de Israel demostró su capacidad de acción y su autoridad. Claramente, su autoridad no estaba restringida por la geografía. La tierra era su jurisdicción. Su mensaje para Faraón fue inequívoco:

Tienes algo que me pertenece ¡y no me voy a ir de aquí hasta que me lo des!

Uno por uno, el Dios invisible de Israel, humilló al olimpo de los dioses egipcios. Al final, haría que su pueblo desvalijara a la que tal vez, era la nación más rica del planeta. Todo ello sin retener a nadie a punta de espada. Cuando Israel puso a Egipto a sus espaldas, la economía de la antigua ciudad había quedado diezmada. Claramente, el único Dios de Israel era más poderoso que todos los dioses egipcios combinados. Y todo eso como un Dios en tierra ajena. El Dios de Israel estaba jugando de visitante. Y asombrosamente era móvil, no estático. Los dioses móviles no eran comunes en la época precristiana.

Adelantemos la película cuatro meses, para encontrar al pueblo de Israel acampando al pie del monte Sinaí observando a Moisés descender con las instrucciones de Dios para la nación. Las llamamos los Diez mandamientos, aunque terminaron siendo como 600. Esos famosos primeros diez mandatos, funcionaron un tanto como una tabla de contenido, como resumen. Si fuiste de los que creciste en la iglesia, de seguro recuerdas cómo comenzaba esta antiquísima constitución:

Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.³

En otras palabras: Fue todo gracias a mí.

Continúo:

No tendrás dioses ajenos delante de mí.

De seguro ellos pensaron: ¡Vale! Ningún otro dios. Ya vimos que Tú les ganas a todos.⁵ Y luego vino la declaración que puso a Israel, en una categoría que no existía en ninguna otra cultura alrededor:

No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores.

Cuando Moisés terminó de leer los puntos principales de todo lo que Dios demandaba de la nación, ellos respondieron al unísono:

Haremos todo lo que el Señor ha dicho.

Pero por supuesto no lo hicieron.

Y no debería sorprendernos.

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