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Los Cuentos de un errante profeta: Dios puede usar a cualquiera para sus propósitos y para su gloria
Los Cuentos de un errante profeta: Dios puede usar a cualquiera para sus propósitos y para su gloria
Los Cuentos de un errante profeta: Dios puede usar a cualquiera para sus propósitos y para su gloria
Libro electrónico218 páginas4 horas

Los Cuentos de un errante profeta: Dios puede usar a cualquiera para sus propósitos y para su gloria

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DIOS LE HA DESTINADO PARA COSAS EXTRAORDINARIAS, INDEPENDIENTEMENTE DE CUAL SEA SU ORIGEN.

Conocido por su don profético, Hubie Synn ha visto sorprendentes milagros en las vidas de aquellos a quienes ha ministrado, incluyendo a Jonathan Cahn, autor de los Best Sellers de la lista del New York Times, El presagio y el Misterio del Shemitá. A través de sus propias experiencias personales, en Los cuentos de un errante profeta, Synn le enseñará cómo escuchar a Dios, y le demostrará que Dios puede usar a cualquier persona para su gloria.

Durante sus viajes, a Synn le preguntan una y otra vez:"¿Cómo puedo estar seguro de que Dios quiere que yo haga algo, o de que hable con alguien?".  El muchas veces también se ha hecho las mismas preguntas.  A pesar del miedo y las dudas que ha sentido, él ha tomado la decisión de hacer frente a las consecuencias en lugar de dejar pasar las oportunidades.  Una vez que usted entienda que es preferible respirar hondo y actuar, todos los aspectos de su vida cambiarán.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 jun 2015
ISBN9781629983608
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    Los Cuentos de un errante profeta - Hubie Synn

    obedecer.

    Capítulo 1

    LA ATRAPADA DEL SUPER BOWL

    MI FAMILIA Y yo nos sentamos en la sala de estar para ver el Super Bowl XLII, los Gigantes de Nueva York versus los invictos Patriotas de Nueva Inglaterra. Como fanático de los Jets, normalmente no habría puesto mucha atención al juego. Como la mayoría de los estadounidenses, habría disfrutado de los comerciales, esperado que fuera un buen juego y luego seguiría con mi vida.

    Pero este Super Bowl era diferente. Dios nos había avisado con antelación que algo especial ocurriría. Y mi esposa Vicki y yo sentimos una seguridad en nuestros espíritus de que el momento estaba por llegar.

    A través de una serie de acontecimientos orquestados por la mano de Dios, meses atrás le había dado palabra de Dios a uno de los jugadores de los Gigantes de Nueva York. En ese momento, la temporada del equipo se estaba yendo al traste, y este jugador en particular estaba lesionado y acababa de ser operado. Nada parecía más improbable que esta palabra se cumpliera.

    Ahora estamos viendo a los modestos Gigantes dándoles una dura batalla a los temibles Patriotas. ¿Qué pasará, Señor? ¿Cómo será el momento? ¿Cuándo ocurrirá?, me preguntaba. Estábamos seguros de que la palabra se cumpliría, pero no teníamos idea de cómo o cuándo.

    Todo había comenzado el verano anterior, cuando renuncié a un lucrativo puesto como director de finanzas en la industria de la moda, en obediencia a Dios. Nuestros ingresos de repente se hicieron insuficientes, y comencé a trabajar como contador público certificado con un asesor financiero en Staten Island. Un día, este asesor me llevó a visitar uno de sus clientes, un jugador de fútbol americano.

    David Tyree era un jugador profesional de los equipos especiales de los Gigantes de Nueva York. También jugaba como receptor abierto, pero no era muy conocido en esa posición. Era mejor conocido en la liga como un peligroso bloqueador de patadas de despeje y como gunner, el tipo que trata de derribar al que devuelve el balón cuando lo recibe. Nunca había escuchado de él hasta el día que llegamos a su casa para reunirnos. David abrió la puerta, y noté que le habían cosido la muñeca, producto de una lesión.

    Entramos y nos sentamos en la mesa de la cocina a conversar sobre algunos asuntos financieros. Los dos hijos de David caminaron hacia mí y comenzaron a hablar conmigo. La verdad, no necesito estar aquí, pensé. No contribuyo en nada a esta conversación. En un punto casi al final de la reunión, el asesor se volvió hacia mí y le dijo a David: Por cierto, este es Hubie. Es contador público certificado y estará a cargo de tus impuestos de ahora en adelante.

    Muy bien, contestó David, sin más ni más. El consultor y yo nos despedimos y regresamos a la oficina. Había pasado tan poco tiempo con David que ni siquiera me acordaba de su aspecto.

    Así que fue un poco extraño que, unos días después de nuestra reunión, me sintiera impulsado a orar por David. ¿Por qué? No lo sabía. Apenas nos habíamos visto y probablemente no nos reconoceríamos el uno al otro si nos tropezáramos en la calle. David ni siquiera estaba jugando a causa de la lesión, y no se sabía si jugaría de nuevo durante el resto de esa temporada. Era prácticamente desconocido, excepto para los fanáticos de los Gigantes y los fanáticos a muerte de la NFL. Pero sentí que Dios me empujaba a orar por él.

    Bien, está lesionado, pensé. Oraré por eso.

    También oré por su familia, su carrera y su vida en general, sobre la cual sabía muy poco.

    Eso debería bastar, pensé, creyendo que la asignación de orar había terminado.

    Pero en las siguientes semanas, terminé orando por David con frecuencia. Siempre aparecía en mi mente mientras trabajaba y cuando estaba en mi casa descansando. Oraba por él obedientemente, aunque no tenía sentido para mí porque habíamos tenido solo un encuentro muy breve.

    Luego el Espíritu Santo comenzó a despertarme en las noches para que orara por David, durante largos períodos de tiempo. Pronto se hizo una costumbre. Señor, ¿qué es lo que está pasando?, pensaba cuando mis ojos se abrían una hora después de haberme dormido. La única respuesta era un golpeteo en mi cabeza: Ora por David, ora por David, ora por David. Yo oraba en lenguas y también conscientemente, y me quedaba dormido solo para volverme a despertar. Aún no has terminado, sigue orando, sigue orando por David.

    Nunca mi sueño se había visto interrumpido así. Esto es un poco raro, pensé. No pasaba un día sin que sintiera una urgencia de orar por este hombre que apenas conocía. David Tyree estaba en la mente de Dios, pero llegué al punto de desear que me dejara en paz.

    LLÁMALO

    Mientras tanto, mi relación con el asesor financiero no estaba marchando bien. Como exdirector de finanzas que era, yo sabía cómo eran las cosas y tenía ideas para mejorar el trabajo, pero al asesor no parecían interesarle mis ideas. Una y otra vez sentía que lo que decía no era tomado en cuenta. Señor, ¿qué estoy haciendo aquí?, le pregunté más de una vez a Dios, lleno de frustración. ¿Me puedes sacar de este trabajo? Seguramente puedo encontrar otro trabajo. Esto de la sociedad no está marchando tan bien como yo pensé.

    Quédate, me decía el Señor, y yo reacio obedecía. Seguí trabajando para el asesor, pero dejé de ofrecerle sugerencias. Todo lo que me pedía hacer, lo hacía. Pero cada día le preguntaba a Dios si ese día podía ser mi último día en ese empleo.

    Entonces, un día en la oficina, el Espíritu Santo me habló claramente. Debes llamar a David.

    ¿Llamarlo? Apenas lo vi una vez y durante unos pocos minutos —le dije al Señor—. Ni siquiera hemos hablado desde aquel día en su casa.

    Llámalo.

    Esto no proviene de ti, Señor, pensé, y expulsé esa extraña idea de mi mente.

    Un sentimiento de inquietud y ansiedad me abrumó todo el día, y sabía que la única solución era obedecer la extraña petición que Dios me había hecho. Está bien, Señor —dije, finalmente—. Si eres tú, entonces lo haré. Copié el número de la casa de David del directorio telefónico de la oficina en un papel y lo guardé en mi bolsillo. El sentimiento de inquietud se detuvo de inmediato. Qué extraño, pensé.

    Aunque mi relación con el Señor tenía casi veinte años, en ese momento no sabía casi nada de cómo funcionaban los dones espirituales. No tenía experiencia ni comprendía claramente lo que era la profecía, y no podía haber considerado lo que me estaba pasando como una manifestación de uno de sus dones. Simplemente iba a donde el Señor me indicaba y trataba de obedecer lo que Él me decía. Con frecuencia me dejaba guiar por sensaciones de urgencia, ansiedad o paz en mi cuerpo y mente. Así de irracional era. Consideraba que esto formaba parte de la vida normal del cristiano y trataba de dar lo mejor de mí, como todos los demás creyentes. Pero no tenía precedentes o confianza en lo que estaba ocurriendo.

    De hecho, las dudas me asaltaron después de decirle al Señor que obedecería y llamaría a David.

    Aún soy prácticamente nuevo aquí. ¿Y si algo sale mal? —le pregunté mientras conducía a casa—. ¿No es una falta de profesionalismo? Ni siquiera sé en qué cree David Tyree o si es cristiano. ¿Y si se ofende, o piensa que es raro?.

    Pedirle permiso al asesor financiero para llamar a David estaba descartado. Para mi jefe, todo era relaciones públicas, ganar influencias, hacer contactos y expandir el negocio. Asegúrate de obtener números telefónicos, me decía cada vez que yo salía para una reunión. Él era el relacionista por excelencia, y me daba miedo que pudiera pensar que yo estaba tratando de importunar a David en beneficio propio.

    Me pueden despedir por llamar a este hombre, pensé. No hay una justificación lógica para esto. El temor se apoderó de mí.

    No puedo hacerlo. De verdad no puedo. Enrarecería la situación en el trabajo. Arruinaría mi reputación en la comunidad profesional. Esto puede resultar en un gran desastre.

    Pero sentía que el Espíritu me acosaba. Llámalo. . . Llama a David Tyree. . . Llama a

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