Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Gol, generando organizaciones líderes.: Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión por el trabajo.
Gol, generando organizaciones líderes.: Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión por el trabajo.
Gol, generando organizaciones líderes.: Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión por el trabajo.
Libro electrónico264 páginas4 horas

Gol, generando organizaciones líderes.: Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión por el trabajo.

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En la búsqueda de un sistema que ayude a las personas a encontrar la pasión en su trabajo, Rubén Rodríguez se encuentra con tres personajes sobresalientes de la industria y del deporte, quienes le brindaron la clave para diseñar su Sistema Gol: “Generando Organizaciones Líderes”. Ante la interrogante de por qué los países más competitivos del mundo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ene 2022
ISBN9786072912793
Gol, generando organizaciones líderes.: Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión por el trabajo.
Autor

Rubén Leonel Rodríguez Chávez

Rubén Rodríguez es Ingeniero Industrial y Master en Administración de Empresas. Ha participado en 9 entrenamientos en Total Quality Management y Toyota Production System, realizados en Japón. Tiene 30 años de experiencia en mejora continua y ha apoyado a 5 empresas a ganar el Premio Nacional de Calidad, tres empresas con el Shingo Prize y una con el Premio Iberoamericano a la Calidad. Ha impartido consultoría a empresas multinacionales en México, Estados Unidos, Perú, Argentina y Colombia. Es QFD Black Belt, Six-Sigma Black Belt y Coach Ontológico certificado. Además cuenta con la certificación en Organizational Culture and Change Management por el Instituto Hofstede de Helsinki, Uusimaa. Es Fundador y Director General de CONSIGE SC, empresa que desde hace 24 años se dedica a la implementación de metodologías japonesas para incrementar la productividad de las organizaciones. Es socio fundador del Centro de Alto Rendimiento Empresarial (CARE), empresa de consultoría y entrenamiento gerencial orientada a la formación de líderes del cambio y equipos de alto rendimiento. Entre sus obras se encuentran los manuales para TQM, Gerenciamiento por las directrices, Gerenciamiento de la rutina de trabajo, Análisis y solución de problemas y Equipos de alto rendimiento. Ha producido diversas revistas empresariales entre las que se encuentran: Manufactura esbelta y Análisis y solución de problemas y Sistema GOL. Ex evaluador del Premio Nacional de Calidad y Ex presidente de Lajaconet México (Latin America Japan Consulting Network), que promueve el Sistema de Gestión para Latinoamérica. Es un destacado asesor, conferenciante internacional y colaborador en prestigiadas publicaciones impresas.

Relacionado con Gol, generando organizaciones líderes.

Libros electrónicos relacionados

Desarrollo de negocios para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Gol, generando organizaciones líderes.

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Gol, generando organizaciones líderes. - Rubén Leonel Rodríguez Chávez

    PORTADAGOL.jpg

    RUBÉN RODRÍGUEZ

    Testimonio de un sistema inspirador

    para crear pasión por el trabajo

    GOL, Generando Organizaciones Líderes

    Testimonio de un sistema inspirador para crear pasión en el trabajo

    Derechos registrados ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor

    Derechos reservados © 2018 por Rubén Leonel Rodríguez Chávez. Primera edición: Agosto, 2018

    Coordinación editorial: Tu Propio Libro

    Diseño de portada: Creadctivando Ideas S.C.

    Diseño editorial: Claudia Nájera Catalán

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, total o parcialmente, para fines de lucro. Ni registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del editor.

    ISBN: 978-607-29-1279-3

    ÍNDICE

    Dedicatoria

    Agradecimientos

    Prólogo

    1. Mi vida en Japón

    2. ¿Podemos ser como los japoneses?

    3. Un líder excepcional

    4. El deporte y la vida

    5. Conociendo al Campeón

    6. Diseñando el sistema

    7. Paso 1 Ser un líder del cambio

    8. Paso 2. Desear alcanzar lo máximo

    9. Paso 3. Establecer metas retadoras

    10. Paso 4. Desarrollar una mentalidad triunfadora

    11. Paso 5. Lograr la disciplina

    12. Paso 6. Hacer equipo

    13. Paso 7. Ser un profesional

    14. Paso 8. Desarrollar otros líderes

    15. Paso 9. Lograr el alto rendimiento

    16. Paso 10. Optimizar el esfuerzo

    17. Paso 11. Aprender a reconocernos

    18. Paso 12. Mantener el éxito

    19. Conclusiones

    20. Anexo

    DEDICO ESTE LIBRO A:

    Adriana, mi esposa y compañera, quien me ha hecho feliz y me ayudó a comprender la importancia del ser humano en el trabajo.

    Mis hijos Ana Paola, Rubén y Fernando, quienes me han dado tanta felicidad en mi vida. Gracias por haberme permitido dedicarme a lo que ha sido mi pasión.

    Mis Padres Rubén (QEPD) y Luz María (QEPD), por haberme dado una vida de felicidad y libertad, y brindado el privilegio de trabajar conmigo durante 20 años, después de dedicar buena parte de su vida al magisterio.

    Mis hermanas Jaquelina, Elizabeth y Arlett por su cariño y apoyo incondicional tanto en mi vida personal como en nuestra empresa.

    Mis abuelitos (QEPD) por enseñarme los valores que me guían.

    Mis cuñados Adán, Francisco y Julián por ser parte fundamental para la integración de la familia. Y a Jonathan por haberse integrado a la misma.

    Mi familia política por todo su apoyo.

    Todos mis sobrinos, para que encuentren la pasión por lo que hacen.

    Mis amigos Adán, Jesús DLF, Jesús García, Etienne y Fernando por aceptarme siempre con todos mis defectos.

    AGRADECIMIENTOS

    Al Ing. Federico Toussaint Elozúa, Director General y Presidente del Consejo de Administración del Grupo Lamosa por ser el primer empresario que, desde hace veinticuatro años, creyó en mí como consultor. Gracias por haberme enseñado lo que es el modelo del líder ideal para una organización humanista.

    A mis maestros en Japón:

    Tadasu Fujita Fujita Management Research Co.

    Masashi Asao D&A Systems Corporation.

    Tohru funahashi Matsushita Battery Industrial Co., LTD.

    Ryoji Futami Futami Consulting Office.

    Nomura Shigenobu Aichi Ins titute of Technology.

    Soji Amai.

    Shigenobu Wada.

    Zenbei Taniguchi PHP Institute.

    Tsutomo Tanaka Onkochishin Institute.

    Toshihisa Takagaki Consultant.

    Hitoshi Kume Tokyo University and AOTS.

    Masao Umeda Nishishiba Electric Co., LTD former president.

    A Carlos Andriani, de Diagrama Brasil, por haberme aclarado el panorama de la mejora continua al estilo japonés para Latinoamérica.

    A mis clientes y amigos por su apoyo durante tantos años y haber creído en mis ideas: Jesús García Said, Director General de IQUISA, del Grupo CYDSA.

    Alejandro Bustamante, Presidente de Plantronics.

    Julio R. Vargas Quintanilla, Director de RH de Grupo Lamosa.

    Jorge M. Aldape Luengas Director Adhesivos de Grupo Lamosa.

    Sergio Narváez Garza, Director de Revestimientos de Grupo Lamosa.

    Rafael Ochoa, ex-Director de Procter & Gamble, planta Alce Blanco.

    Rosa Ruvalcaba, VP de Aluminios ABC.

    Jorge Luis Dávila, Director de Administración y RH de Autlán.

    Armando Neira, Director de Grupo Altex.

    Alejandro Grisi, Director General de Grisi Hermanos.

    José Trinidad Arredondo, Gerente de Calidad de IQUISA del Grupo Cydsa.

    Carlos Rousseau, Gerente de Mejora Continua de Grupo Lamosa.

    Mis maestros y compañeros de CeNETI y Universidad La SALLE por los buenos momentos que disfrutamos.

    Todos los consultores y colaboradores de CARE- CONSIGE por hacer que nuestras empresas se distingan en el mercado.

    A todos mis amigos y compañeros de Grupo Lamosa, Grupo Cydsa y Plantronics, por su apoyo incondicional. A AOTS (The Association for Overseas Technical Cooperation and Sustainable Parnerships), y a todas las empresas japonesas que me abrieron sus puertas para conocer sus sistemas de trabajo especialmente a Sumitomo Chemical Co., Toyota Co., Bridgeston Corporation Hikone Plant, Kishimoto Co., Suntory LTD, Yamazaki plant, Asahi Breweries, LTD. y Takenaka Corporation.

    Al Dr. Yoshio Kondo, al Sr. Zen y al Campeón por compartir sus enseñanzas para poder escribir este libro.

    PRÓLOGO

    "La felicidad es el significado y

    propósito de la vida, el objetivo y fin de

    la existencia humana".

    Aristóteles

    Una fría noche del año 1995 me encontraba en Osaka, en un pequeño bar con karaoke. Bebía tranquilamente una cerveza Sapporo en la barra, procurando relajarme un poco, luego de una abrumadora semana del entrenamiento que estaba tomando en Japón.

    A mi lado se encontraba un caballero de aproximadamente 28 años, de mediana estatura, a quien se le notaba que ya había bebido más de tres cervezas. Cuando volteé a verlo, él hablaba consigo mismo, pero me saludó con una pequeña reverencia, inclinando la cabeza, y enseguida me preguntó de dónde era. Una vez que le indiqué mi procedencia, curioseé en qué compañía trabajaba y, para mi sorpresa, lo hacía en una de las empresas más importantes de Japón, a la cual yo admiraba por su alto compromiso con la sociedad y por las metodologías de mejora continua que al mundo empresarial le estaban sirviendo de modelo, para ser más competitivos.

    Emocionado le pregunté qué se sentía trabajar para un ícono mundial de la productividad y él, con el rostro desencajado, me comentó que laborar ahí le resultaba casi insoportable.

    Mi shock fue mayúsculo al escuchar dicha aseveración, y solo atiné a preguntarle por qué opinaba así.

    Él me explicó que en dicha empresa no tenían consideración alguna con las personas, la carga de trabajo era demasiada y que nunca se conformaban con nada. Yo lo escuché con atención y percibí que sus palabras no eran producto de un mal día, sino que, efectivamente, estaba harto de soportar cotidianamente la misma situación.

    En el mismo sentido, dos años después, durante otro entrenamiento con instructores de esa misma empresa, nos confesaron que una persona había muerto recientemente por estrés de trabajo.

    Debido a esos dos acontecimientos, comenzó un proceso de reflexión y cambio en mi forma de pensar y confieso que, durante un tiempo, dicha situación me angustió bastante, puesto que me resultaba claro que, si adoptábamos dichas herramientas de clase mundial en Latinoamérica, podríamos tener ventajas competitivas importantes, pero, ¿a qué precio?

    Años después, tuve la oportunidad de ver un documental llamado Happiness en el cual se expone que el ciudadano norteamericano promedio, viviendo en un país de primer mundo y altamente consumidor, no era más feliz que una persona de escasos recursos en la India.

    También ahí se documentó un peligroso síndrome cada vez más común en Japón, el cual consiste en que la gente trabaja tantas horas, soportando un enorme estrés que, literalmente, los lleva a la muerte; dicho fenómeno se ha vuelto tan habitual que incluso existe una palabra para ello: Karoshi. Eso ha llevado a esta nación a presentar los niveles más bajos de felicidad en el mundo.

    Se cuenta el caso de un empleado encargado del departamento de control de calidad de una empresa muy reconocida que, instantes después de una llamada a su jefe comunicándole un problema de calidad, había caído muerto en el acto.

    Por esta razón, las viudas de los trabajadores fallecidos tienen un grupo de ayuda donde se consuelan unas a otras, y recuerdan a sus esposos con la esperanza que eso no le suceda a nadie más.

    Dicha problemática me llevó a reflexionar profundamente acerca de la felicidad del ser humano y cómo se relaciona con el trabajo. Era claro para mí que la naturaleza del hombre consistía en ser feliz y que la necesidad por tener casa, vestido y sustento hace que el hombre trabaje; por otro lado, las empresas requieren gente con potencial y talento, con sentido de pertenencia, y que den su máximo esfuerzo. Pero, ¿por qué esas personas tienen que ser infelices toda su vida?

    A partir de ahí iniciaron mis investigaciones, tanto en empresas de América Latina como multinacionales, detectando siempre el mismo patrón: la mayoría de las personas no encuentran la felicidad en sus labores cotidianas, independientemente del puesto que ocupen.

    Existen teorías que aseguran que al hombre no le gusta trabajar, pero de lo que estoy convencido es que a la gente no le gusta laborar en un ambiente donde no pueda desarrollar su potencial y, por lo tanto, ser feliz. Dios creó al hombre, pero también al trabajo, para que encuentre una fuente de servicio para sus semejantes.

    Cada día se presentan niveles de depresión más altos en el mundo y esto tiene que ver con todos los factores que rodean la vida de un individuo: el consumismo, la soledad, el estrés y la presión, pero opino que la falta de sentido en el trabajo es un elemento claramente determinante.

    En la universidad de Harvard, una de las materias más concurridas trata sobre la felicidad, lo cual ha dado lugar a múltiples conferencias y entrenamientos sobre el tema, impartidos por consultores originarios de Estados Unidos, uno de los países más infelices del mundo según las encuestas. ¡Eso es ridículo!

    Estoy profundamente convencido que si quieren profesores que impartan dicha materia, esta debería ser ofrecida por una persona originaria de una ciudad que tenga un alto nivel de felicidad; por ejemplo, un veracruzano de México, un alajuelense de Costa Rica, un sanjuanino de Argentina, un carioca de Brasil, un cusqueño de Perú o a un cartagenero de Colombia.

    Una cuestión muy relevante es que las nuevas generaciones no están dispuestas a seguir con los lineamientos y la óptica de los baby boomers, quienes suelen considerar al trabajo como lo más importante en la vida y el tener como su principal guía.

    Las nuevas generaciones buscan y requieren trabajos o empleos que puedan realizar con pasión y disfrute. Por ejemplo, muchas organizaciones han comenzado a modificar el entorno del trabajo, colocando pantallas de TV en las oficinas, mesas de billar, cafeterías, lugares de entretenimiento y brindando espacios abiertos para que todo mundo pueda verse y comunicarse.

    Pero cabe hacer énfasis que no solo con jueguitos y ambientes flexibles se va a lograr dicha transformación, puesto que eso solo traerá un bienestar momentáneo: se requiere un nuevo modelo de trabajo, en el cual las personas puedan realizarse aplicando su talento, en condiciones agradables y con disfrute de sus labores. De lo contrario todo se irá perdiendo, si seguimos con los mismos sistemas de trabajo que se inventaron hace más de cien años.

    Esta obra surge como resultado de una búsqueda personal por descubrir y diseñar una nueva forma de trabajo, la cual está inspirada por tres personajes sobresalientes, quienes me brindaron la clave para crear el sistema GOL: Generando Organizaciones Líderes.

    Mi sueño es que este libro toque los corazones de los empresarios y líderes de organizaciones de cualquier giro, tipo y tamaño, para hacer un verdadero cambio. Quiero compartirles un sistema diseñado para lograr la pasión por el trabajo, generando personas comprometidas, profesionales, disciplinadas y felices.

    Rubén Rodríguez

    I

    "Las dificultades preparan, a menudo,

    a una persona normal para un

    destino extraordinario".

    C.S. Lewis

    MI VIDA EN JAPÓN

    Era hora de partir! El reloj señalaba las 8:30 del 16 de septiembre de 1982. El aeropuerto internacional mostraba un ambiente tranquilo a esa hora. Aunque, vestido de traje gris y corbata color vino, mi mente estaba más allá de cualquier otra idea que no fuera mi inminente viaje a Japón. Mi familia se encontraba conmigo, mientras esperábamos impacientes el momento del anuncio del vuelo que me llevaría al Imperio del Sol Naciente. Mi estancia, junto con dos compañeros de carrera, sería en Osaka, para participar en la beca que nos otorgó el gobierno de Japón, donde estudiaríamos diversos aspectos acerca de la calidad, en una empresa de plásticos.

    Aún recuerdo con claridad que, originalmente, las becas serían para una estancia en Alemania, pero debido a una selección de los candidatos solo podrían acudir trece alumnos de un grupo de veinticinco. Cuando me enteré de eso, decidí hablar con el coordinador para solicitarle su apoyo, pero me aseguró que no me preocupara, ya que iba a conseguir otras becas más adelante. Para mi malestar, esta propuesta se demoró bastante. Recuerdo que procuré buscarlo en repetidas ocasiones, incluso en su cubículo, sin poder localizarlo. Sin embargo, tiempo después, una mañana vi que caminaba en el mismo pasillo donde se encontraba mi locker y guardaba mis pertenencias. Me dirigí resueltamente a él y, con la energía que caracteriza a un joven universitario, le solté la siguiente expresión:

    – Profesor, ¿ya sabe que a usted le dicen el cometa? Deteniendo su marcha, el profesor me preguntó intrigado:

    – ¿Por qué me dicen así?

    – ¡Porque se aparece cada diez años, y ni ruido hace! – exclamé con ironía.

    El profesor esbozó una forzada sonrisa y continúo caminando. Tal vez había sido imprudente descargar mi resentimiento de esa manera, pero estaba en la carrera de Ingeniería, ¡no en la de Relaciones Públicas!, por lo que, en ese momento, perdí la esperanza de mi beca. Para mi sorpresa, pocos instantes después, el profesor regresó y, mirándome directamente a los ojos, me reclamó:

    – ¿Por qué me dijiste eso?

    – Porque usted nos dijo que nos conseguiría otra beca y ¡es pura invención! – le contesté indignado y continué – ¡Todo ha sido una injusticia y usted cree que, porque somos alumnos, no tenemos derecho a reclamar!

    – Mira – me respondió en un tono conciliador –, lo que pasa es que estoy tratando de conseguirles becas a Japón y ya casi las tenemos.

    – Sí, pero somos doce alumnos más y ¿a quién se las van a dar? – le pregunté, ya cansado de su discurso.

    – Solo son tres becas, pero lo único que puedo prometerte es que tú sí te vas – declaró contundentemente.

    – ¿A Japón? ¿A qué? – le pregunté incrédulo.

    – Pues a estudiar plásticos y también gestión empresarial – señaló orgulloso.

    – ¿Gestión empresarial? ¡Pero si yo quiero estudiar plásticos! – le expuse con decisión.

    – Mejor estudia gestión empresarial – concluyó con voz baja, como si me diera un consejo valiosísimo, y se retiró.

    Varios compañeros que habían presenciado la conversación, quienes se habían mantenido a prudente distancia, se me acercaron.

    – ¿Qué te dijo? – me preguntaron curiosos.

    – ¡Nada! ¡Que me voy a Japón! – respondí algo desilusionado. (1)

    Efectivamente, el maestro cumplió su palabra, por lo que fui seleccionado, junto con otros dos compañeros, para capacitarnos.

    El viaje a Japón fue un vuelo con escalas en Vancouver. La duración total del mismo fue de 15 horas; por lo que tanto mis compañeros como yo llegamos bastante deshidratados y desvelados a nuestro destino. Pero nuestra energía juvenil jugaba a nuestro favor. Japón no es un país con herencia latina como, por ejemplo, Francia o Portugal, por lo que el idioma, la cultura, las tradiciones, la comida y tanto la filosofía de vida como de trabajo, me resultaban sumamente desconocidas.

    1 Para quien se pregunte por qué en ese momento mi reacción fue de desilusión, quisiera comentar que, veinte años antes de que yo me encontrara a punto de ir a Japón, se hablaba del milagro japonés, pero en cuestión de ingeniería de plásticos, Alemania, el lugar que ansiaba visitar, estaba posicionada como una potencia mundial, por lo que acudir a capacitarse a ese país era un sueño para todo ingeniero.

    Mi estancia transcurrió en el centro para estudiantes de AOTS (Asociation for Overseas Technical Schoolarship), en Osaka. En dicho lugar debía estudiar el idioma japonés en un curso intensivo de seis horas diarias, durante tres meses. Frente al centro de estudiantes se encontraba un parque con una pequeña pista para correr, donde yo entrenaba diariamente.

    En aquella ocasión, nuestro Coordinador japonés nos invitó a participar en una carrera de 5K y 10 K. En especial, me pidió que corriera los 10 K, ya que sabía que me gustaban los medio maratones. Una tarde, mientras regresaba de mi entrenamiento en el parque, el Coordinador se acercó, y me dijo que yo tenía buenas oportunidades en esa competencia.

    – ¿Y qué lugar sería bueno que consiguiera en la carrera? – le pregunté.

    – ¡Pues el primer lugar! – exclamó, sorprendido por la pregunta.

    Me quedé atónito por un momento y, debido a que él hablaba poco español, le pregunté de otra manera:

    – Nagawaki San Si quedo en los primeros 10 lugares de los 1000 corredores, ¿sería un buen lugar? El maestro Nagawaki me miró inquisitivo, procurando comprender por qué yo insistía en lo mismo.

    – ¡Ya te dije que solo es bueno el primer lugar! ¡No hay otro! – me replicó y se dio la vuelta.

    ¡Yo me quería morir y, desde ese momento, comencé a sufrir!

    Finalmente, luego de dos semanas, llegó el gran día de la competencia. Debido a que era muy extraño que en esa carrera participaran competidores extranjeros, un diario de Osaka me entrevistó. El reportero me hizo diversas preguntas, las cuales respondí escuetamente, con mi japonés de principiante. Pero, después de todo, ¿a quién le importaba lo que yo pensara? Tal vez yo compraría el diario para enseñarlo en mi casa, pero ¿quién lo iba a entender?

    En el altavoz se dio la indicación de que los competidores nos alistáramos y encamináramos a la línea de salida. Rápidamente aceleré el paso, procurando colocarme en la parte frontal del pelotón.

    – Al menos que Nagawaki San me vea salir en primer lugar – pensé nerviosamente.

    Pocos instantes después, el altavoz exclamó: En sus marcas, listos, ¡fuera! Comencé a correr rápidamente y, poco después, luego de 500 metros, me encontré solo al frente. Voltee y observé que me seguía el enorme pelotón como a 25 metros, entonces me asusté y decidí bajar la velocidad porque me imaginé que no podría sostener el ritmo. Poco después, aproximadamente a los 700 metros, me alcanzó un japonés y corrió a la par de mí otros 300 metros, y justo cuando íbamos a cruzar una avenida, sorprendentemente un policía nos marcó el alto; sin embargo, el japonés cruzó la avenida haciendo caso omiso de la orden. Yo me detuve, y el oficial comenzó a permitir el paso a los automóviles ¡durante tres larguísimos minutos! Por supuesto que el pelotón me alcanzó y, cuando reiniciamos la carrera, tuve que hacer otro enorme esfuerzo para volverme a despegar, solo que en esta ocasión iba ya acompañado de veinte corredores más.

    Para no extenderme en este relato, luego de dar mi mejor esfuerzo, finalmente quedé en séptimo lugar. En otras palabras, lo que programé en mi mente se cumplió (quedar entre los diez primeros), y pensé: ¡si tan solo hubiera imaginado llegar en el primer lugar, seguramente lo habría logrado!

    ¡Hubiera atravesado esa avenida antes que todos! Mientras recuperaba el aliento y tomaba un poco de agua, escuché a mis espaldas la voz de Nagawaki San:

    – ¡Buena carrera, Rubén San! – dijo, y se retiró.

    Durante la noche, me encontraba muy intranquilo, pues mi mente repetía incesantemente las palabras de mi Coordinador. En realidad él me felicitaba, pero una parte de mí sabía que el lugar obtenido no correspondía a mi verdadera capacidad. Lo que me había ocurrido era lo que incontables veces les sucedía a los atletas olímpicos: a instantes de ganar la medalla de oro, algo sobrevenía en su interior que les hacía disminuir su rendimiento, y descender en la competencia, quedando rezagados. Mi mente se cuestionaba: ¿Por qué me comporté así? ¿Por qué no pude creer que podía ser de los mejores? y ¿Por qué los japoneses siempre piensan en ganar en todo? Recuerdo también que, en diversas ocasiones, nuestros camaradas japoneses nos preguntaban a mis compañeros y a mí: ¿Qué saben jugar?, y habitualmente contestábamos: Todo.

    – ¿Cómo todo? – nos preguntaban incrédulos.

    – Sí todo: fútbol, béisbol, tenis, ping-pong – repetíamos convencidos.

    Debido a esta declaración de autoestima y seguridad, nos invitaron a jugar béisbol y nos ganaron; ping pong y nos ganaron; tenis y nos ganaron, pero lo que más rabia me dio es que nos invitaron a jugar fútbol y, con todo y dos brasileños

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1