Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Habanerías: Crónicas costumbristas de la capital de Cuba
Habanerías: Crónicas costumbristas de la capital de Cuba
Habanerías: Crónicas costumbristas de la capital de Cuba
Libro electrónico355 páginas2 horas

Habanerías: Crónicas costumbristas de la capital de Cuba

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los amigos de Cuba que llegan a La Habana se sienten de nuevo como en casa. Cualquiera te da una palmadita en el hombro y te dice: «Vamos, yo te llevo». En una esquina la abuela se encapricha en darte un buchito de café y en la otra un cubano gritón y desparramado te habla de la belleza sin par de sus mujeres y con bromas pasaditas de tono te pone los pies ligeros. Finalmente, en la noche, en el bar de ocasión, un noctámbulo parlanchín que jamás has visto llorará en tu hombro sus infidelidades y amores volanteros.
Habanerías, una obra plural y llena de simpatía que le rinde homenaje a esta capital en su aniversario 500, te hará vivir un pasado que pondrá en entredicho las bondades del presente y te regalará un viaje inolvidable por los parques, callejones, edificios vetustos y mitologías habaneras. En él podrás conocer a La Macorina, famosa mujer ligera de cascos; a Armandito El Tintorero, ídolo de las multitudes beisboleras; a los caleseros, negritos con ínfulas de reyes; a Isabel II, vestida con traje de piedra; a nuestra primera reina del carnaval; al circo precursor de Santos y Artigas y a La Milagrosa del Cementerio de Colón, entre otros talismanes de la cultura popular.
Si andas buscando una lectura que vaya más allá de las lecciones de historia y te sorprenda con elementos legendarios, vas por buen camino.
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento21 nov 2016
ISBN9781524304188
Habanerías: Crónicas costumbristas de la capital de Cuba
Autor

Orlando Carrió

Orlando Carrió (La Habana, 1954) se graduó en las especialidades de Historia y Español en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona y en la Licenciatura en Historia y Arte en la Universidad de La Habana. Fue profesor de la enseñanza media y superior en Cuba y, más adelante, ejerció la docencia durante varios años en la Universidad Central de Venezuela y en renombradas casas de estudio de las ciudades mexicanas de Morelia y Guadalajara. Al mismo tiempo, se ha destacado como periodista en las emisoras Radio Habana Cuba y Radio Taíno, sin dejar de incluir sus estampas costumbristas en importantes órganos de difusión masiva (Juventud Rebelde, Tribuna de La Habana, Opina, La Voz de Michoacán, entre otros). Autor de una biografía sobre la escritora Mirta Aguirre (1988), en 2013 la Editorial José Martí presentó Hijos de la luna. Sus últimas obras son La isla del buen humor y Relatos del occidente, de la misma casa editora, dedicadas a resaltar íconos de la cultura nacional.

Relacionado con Habanerías

Libros electrónicos relacionados

Ciencias sociales para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Habanerías

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Habanerías - Orlando Carrió

    miel

    Enanos de altura

    ¡Pitchea bajito,

    que el cátcher es enano! ¹

    (Refrán popular cubano)

    Al terminar la matiné del cine de barrio un enano que he conocido desde siempre en mi cuadra no pudo evitar caer en una peligrosa trampa. Se miró dubitativo en el espejo mágico y, sin piedad, preguntó: «Y yo… ¿quién soy?». En ese instante, pensó en el insuperable Hércules, héroe de la mitología griega, y en Sansón, quien mató a un león con sus propias manos, destripó un ejército utilizando solo una mandíbula de burro y derribó unas enormes columnas con sus propias cadenas. Aun así tartamudeó un poco… «¿Todo no será una mentira?, ¿la grandeza es posible?». Entonces, no lo pensó mucho y se trepó encima de un velocípedo dispuesto a aclarar el asunto. Tenía trece años. Hoy es un eficiente operador de grúas en la construcción, está casado y tiene tres hijos altos y fuertes como los personajes de sus espejismos.

    En realidad, los ciudadanos que hablan o se juntan de alguna manera con los enanos cometen, a veces, el error de considerarlos de otra raza o, incluso, extraterrestres, lo cual no es extraño. Los diminutos desarrollan estrategias de sobrevivencia, facultades y destrezas que, en ciertos contextos, rebasan a las de los tipos más altos. La meta, el propósito mayor es, por lo general, el mismo: la integración y el éxito social, laboral y de pareja, ámbitos en que logran resultados sorprendentes. No por gusto decenas de estos seres casi microscópicos han sido confidentes de reinas, bufones, payasos, acróbatas, malabaristas, literatos, modelos de pintores, guerreros y hasta delincuentes.

    De todas formas, y esto lo sabemos todos, nunca la han tenido fácil. Algunos desde el principio se convierten en osos de peluche para niños y adultos; en una feria, en el hazmerreír de la muchedumbre. Lástima. El mundo de tales «gigantes» es chico ―espacios, ropas, alimentos, gustos, velocidades, caminos―; sin embargo, nunca negocian con sus aspiraciones, iguales o superiores a las del común denominador de los mortales. Como me comentaba mi vecino: «Cuando hay que morder una pantorrilla en busca de justicia nosotros lo hacemos, sin dejar de ser tranquilos y solidarios». Creo que este espíritu de lucha y superación deja en entredicho al dramaturgo alemán August Friedrich Ferdinand Von Kotzebue cuando sentenció con ironía: «Los enanos permanecerán enanos aunque se suban a los Alpes». ¿No les parece?

    Tomás Pulgar: El General

    Tras haber causado una verdadera euforia bufonesca en las cortes de Inglaterra, Francia y Alemania, se aparece en La Habana, en enero de 1848, Tomás Pulgar,² El General, uno de los «herederos» del mítico enano Joseph Boruwlaski.³ Y conste, el visitante, de poco más de un metro, atrapa desde el primer momento la atención de las más ricas y linajudas familias de la capital, a pesar de sus elevadísimos honorarios. Las causas de este inusual gitanismo son simplificadas el 15 de enero del referido año por el autor de la crónica habanera del Apostadero de La Habana:

    Principió a bailar la polka al son de un piano, a estirar sus piernecitas y hacer piruetas. Interpretó después varias canciones, una de ellas en francés, y se movió al compás de una danza inglesa con un desenfado notable. Pero lo que demuestra su inteligencia viva es la consumada naturalidad con que representa a Napoleón, meditando, y a un viejo de sesenta años que, dice él, es Federico II El Grande.⁴ En el primer papel, su carita toma un aspecto serio y caviloso, su paso es desigual y tardo, la mano izquierda se oculta bajo el chaleco, la derecha, ya se cruza con la izquierda, ya lleva un polvo de rapé⁵ a la nariz, ya se apoya atrás de la cintura. En el segundo papel, es digno de ver y admirar como dobla el cuerpecito, anda trabajosamente, temblando todos sus miembros, lleva el bastoncito bajo el brazo y saca la caja de rapé.⁶

    Dotado de una cultura vasta, el liliputiense canta en varios idiomas bellas romanzas y recorre los salones del Palacio de los Capitanes Generales de la Plaza de Armas, y las grandes y lujosas residencias del conde de Santovenia, del conde de Fernandina, del conde de Villanueva y de la condesa de la Reunión. En estos sitios, no cesa de disparar sus flechas de Cupido contra las bellas damitas, las cuales, sorprendidas por el lance, mueven sus abanicos, se ahogan en púdicos rubores, y miran de soslayo a los galanes con cuellos de tres pisos y miradas de felinos.

    Durante sus visitas se le hacen al artista valiosos regalos que engordan el ego y la vanidad de los dueños de casa, un hecho que aprovecha con inteligencia el retaco: cada nueva noche pone en bandeja los obsequios recibidos con anterioridad y obliga al anfitrión de turno a subir el listón de sus antecesores.

    Todo anda bien hasta que Pulgar, políglota desde joven, lee en el Diario de La Marina una noticia de infarto: en la villa de Cárdenas, «asegúrase como una cosa positiva y por personas verídicas», había una enanita llamada Ritica, rubia, atractiva y con ademanes de gran señora, que estaba lista para «matrimoniarse» con él. Entonces, aterrado, huye de la capital, en el mejor estilo de un misógino con jabones en los pies.

    ¿Qué nos deja Pulgar? Poco y mucho a la vez. Más allá de los artículos publicados por los diarios de la colonia sobre sus trepidantes andanzas, hay un hecho significativo: El General les devuelve a los terratenientes criollos las virtudes de la risa en una época triste marcada por la represión contra los esclavos de origen africano y los negros y mestizos libres.

    El enano Varela

    Otro minúsculo que se pasea a sus anchas por La Habana es Francisco Varela Acosta, el enano Varela, quien en 1905 es mostrado como un ser abominable en el vestíbulo del Teatro Albisu ―demolido en 1914―, donde termina convirtiéndose en un gran suceso mediático, en una sádica caricatura que las familias capitalinas no quieren perderse.

    Nacido en el pueblo mexicano de San Juan de los Lagos, en el estado de Jalisco, el sujeto, de 28 años e hijo de padres casi gigantes, queda huérfano cuando apenas es un adolescente y aprende a escribir de manera autodidacta, antes de iniciar una serie de giras por su patria, los Estados Unidos y varias repúblicas centroamericanas, donde no tiene más remedio que vender sus fealdades y alimentar el morbo de muchos. Cierto reportero de El Mundo lo entrevista en el habanero hotel Flor de Cuba con el seudónimo de D:

    Varela no tiene más de 45 cm. Sus piernas ―de medidas muy cortas para su tamaño corporal― están compensadas por la cabeza ―desproporcionadamente grande― y los brazos, larguísimos. La mayor deformación que se nota en Varela es la de los ojos, enormes, más grandes que los de un hombre común.

    Con el apoyo de su representante Enrique Cardona, por cierto, un cuarentón alto y atlético, el enano Varela es «vendido» a campanazo limpio en toda la capital y enseguida se gana la admiración de los cubanos por su limpieza de espíritu, amor a la libertad y rotunda negativa a someterse a los vejámenes que le impone su inferioridad física. A lo dicho hay que agregar su inteligencia, conversación fluida, buen humor y aceptable cultura. La pesquisa de D recoge dicho sentimiento:

    ―¿Hace tiempo que usted se exhibe?

    ―Ocho años.

    ―¿Siempre acompañado del señor Cardona?

    ―No. Sólo hace seis meses que viajo con el señor y me propongo visitar las poblaciones más importantes de este simpático país, cuya vegetación se celebra mucho en el mío, de igual modo que se hacen elogios grandísimos de las cubanas, a mí… me está vedado eso…

    ―Usted tendrá su alma en el armario como cada hijo de vecino…

    ―Sí, tengo en mi cuartico un alma que late á impulsos de todos los sentimientos. Las mujeres constituyen para mí una idolatría.

    ―¿Y no ha tenido usted novia?, ¿no ha pensado nunca en casarse?

    ―Líbreme Dios del matrimonio. La mujer que accediera, perseguiría, indudablemente, un propósito de lucro. Me miraría, más que como esposo, como á una cosa explotable (…). La idea del matrimonio me inspira mucho miedo.

    ―¿No ha amado usted nunca á una mujer determinada?

    ―Puede. Pero he tenido la habilidad de no demostrarlo. Para mí sólo es realizable, á veces, el amor volandero, con favores á plazos fijos.

    ―Es usted aficionado a la lectura…

    ―A ella dedico varias horas del día. Constituye mi distracción y mi consuelo.

    ―Su autor favorito…

    ―Antonio Plaza⁸ es el poeta que más me conmueve de cuantos conozco.

    ―¿Le gustan a usted los versos?

    ―Cuando no son tan malos como los que yo escribo.

    ―¿Cómo? ¿Es usted poeta?

    ―No tanto, hago mis cosillas…

    Hombrecillos de pelea

    Dice un viejo proverbio alemán que «el enano ve gigantes por todas partes». Y puede que sea cierto; no obstante, ello no impide que tras las huellas de Tomás Pulgar y Francisco Varela Acosta aparezcan en La Habana, y en casi todo el país, algunas otras figuras que no han escapado a mis investigaciones.

    En primer lugar, vale la pena mencionar a Ángel Rafael Borges Arias, Changuily, el famoso enano del municipio camagüeyano de Sibanicú, de solo 96 cm y ojos azules, el hombre más pequeño

    de Cuba en su tiempo y uno de los más chiquitos del mundo. Changuily, nacido en 1908, trabaja como billetero y guagüero durante tres décadas, y aunque tiene el cuerpo bastante bien proporcionado, habla rápido, gesticula de manera exagerada y tiene una voz muy aguda, defectos que, paradójicamente, no le impiden seducir a Ana Luisa Pérez, una campesina del tamaño de un almendro que le pare cuatro hijos robustos. Sus contemporáneos aseguran que en 1952 un circo norteamericano trata de contratar a este hijo de mambí por 200 000 dólares para exhibirlo como un ser anormal en una jaula. ¡Sin ningún éxito!

    Liosky Clavero, entretanto, encarna a un temido galán en la cinta Amor crónico, que documenta la gira emprendida en 2012 por la cantante y bailarina cubana CuCu Diamantes a lo largo de toda la Isla. Cuando Clavero, huésped con frecuencia de la capital, intenta besar a su amada, la vocalista de Yerbabuena, deben buscarle una escalera, más el estrellato no se lo quita nadie. Otro tanto hay que decir de Arnay Rafael Durán, residente en el municipio habanero del Cerro, quien se burla de sus 1,05 cm para figurar como uno de los más pintorescos bailadores de los Guaracheros de Regla. Y ni hablar del humorista y actor capitalino José Téllez, El Enano, el pequeño gigante de la película Un rey de La Habana e integrante durante varios años del grupo humorístico Los Hepáticos, quien además de hacer reír a miles no se ha cansado en los últimos años de amenazar con tremenda bronca a Juancito Machete, residente afuera del país desde hace años.

    María Bárbara Barroso Hernández, de la provincia de Pinar del Río, es la mujer de menor altura de la nación en los umbrales de esta centuria y una de las tres miniaturas del mundo: mide solo 68 cm.

    Yo veo el futuro de la vida, quiero seguir ayudando. En estos momentos no desearía crecer, me siento bien así, desde mi altura el mundo se ve maravilloso, inmenso, es como meñique frente al gigante. No le tengo miedo a nada, no importa que las situaciones sean difíciles, siempre y cuando uno tenga la fuerza de voluntad para saber enfrentarlas.¹⁰

    Es evidente que, en cualquier circunstancia, la vida de los enanos semeja una suerte de cachumbambé: un día se está arriba, otro abajo… y el otro ¿quién sabe? A diario tienen que subirse en zancos a fin de enfrentar los desafíos de los altos asientos de los ómnibus, los lavamanos colosales y los mostradores de las tiendas, cafeterías y restaurantes diseñados solo para la gente convencional; no obstante, nunca dejan de ponerles sus corazoncitos a las cosas. ¿Orgullo?, ¿pendencia?, ¿historia?, todo se vale con tal de ganarle la apuesta a los centímetros de menos.

    Caricatura de Tomás Pulgar, El General,

    publicada por Tribuna de La Habana en 2015

    Changuily, quien se jubiló en 1967, siempre vivió orgulloso por haber trabajado como chofer de ómnibus. Lo acompaña su esposa, Ana Luisa Pérez

    Altercado en el recibimiento

    a Lindbergh

    En la actualidad, es probable que algunos cubanos recuerden aún a Charles Lindbergh, no tanto por su memorable viaje sobre el Atlántico burlándose de peligros insuperables para la época, sino por la monumental golpiza que le propina la fuerza pública de Gerardo Machado a los periodistas de numerosos órganos de prensa de Cuba y el mundo, a los maestros de la prensa gráfica y a los operadores de los cinematógrafos involucrados en el recibimiento del as en La Habana. Como sabemos, la historia la escriben los vencedores y quienes ostentan el poder del mazo y el cascabel; en consecuencia, el régimen pasó de largo y ocultó el suceso debajo de una montaña de actos sociales y otras frivolidades. Aunque un hecho de tal envergadura no se le puede escapar a los estudiosos que permiten al rival «pegarse» en el dominó sin soltar el doble nueve (la primera versión del lío me la contó el custodio de mi escuela secundaria, todo un maestro en el arte de infundir pánico).

    Caballero del aire

    Lindbergh es, desde sus inicios, un muchacho seco, introvertido, calculador, dotado; no obstante, de un olfato especial para la aventura y el éxito que nadie reconoce. «De un tipo tan flemático e impávido no puede salir nada bueno. Es un gran cabeza de rábano», escribió uno de sus compañeros del bachillerato.

    Nacido el 4 de febrero de 1902 en Detroit, en el estado norteamericano de Míchigan, en el seno de una familia de inmigrantes suecos,¹¹ abandona en 1922 una ingeniería en la Universidad de Wisconsin-Madison y se incorpora a un programa de entrenamiento para pilotos y mecánicos de la compañía Nebraska Aircraft, en la ciudad de Lincoln. Poco tiempo después compra su propio avión, un Curtiss JN-4 Jenny, y se dedica a dar exhibiciones de acrobacia por todo el país, antes de comenzar a entrenarse en el ejército del aire. Una vez egresado, consigue un empleo como jefe de aviadores en una ruta de correo perteneciente a la compañía Robertson Aircraft Co., en San Luis, Missouri, y muestra los primeros indicios de su intrepidez al salvar varias bolsas de correo destinadas a perecer en un aeroplano en llamas.

    Sin embargo, lo mejor está aún por llegar. En 1919 Raymond Orteig, empresario hotelero de Nueva York y filántropo

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1