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Democracia Cristiana que queremos: El chile que soñamos
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Libro electrónico347 páginas4 horas

Democracia Cristiana que queremos: El chile que soñamos

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Información de este libro electrónico

Este libro, que está construido sobre la base de discursos, artículos, intervenciones en el Senado, y entrevistas de prensa, constituye un virtual ensayo sobre los cambios políticos que ha experimentado Chile en los últimos años (2010-2015), en el contexto de las transformaciones políticas, económicas y sociales que han tenido lugar en el mismo período. Es un libro sobre la política y los partidos, desde la óptica de la Democracia Cristiana, partido que el autor presidió en el último quinquenio. La Democracia Cristiana que Queremos, el Chile que Soñamos, recoge las reflexiones del autor en una perspectiva histórica donde se integran el pasado y el presente, y se conjugan en una búsqueda permanente de responder a las urgentes necesidades, sueños y aspiraciones de los chilenos, siempre desde la estabilidad necesaria para el crecimiento y la equidad, desde una mirada social cristiana.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 may 2018
ISBN9789563061284
Democracia Cristiana que queremos: El chile que soñamos

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    Democracia Cristiana que queremos - Ignacio Walker Prieto

    Inscripción Nº: 255.031

    I.S.B.N. : 978-956-306-126-0

    eI.S.B.N. : 978-956-306-126-0

    © Ignacio Walker

    Asesoría gramatical y semántica: Edmundo Moure

    Diagramación digital: Alfredo Hernández

    Edita y distribuye 

    JC Sáez Editor SpA.

    jcsaezeditor@gmail.com

    Fonos: (562)2633 5134 :: (562)2633 3239 :: (562)2639 0265 

    Dirección: Calle Mac Iver 125 oficina 1601

    Santiago de Chile

    www.jcsaezeditor.cl

    Derechos exclusivos reservados para todos los países. Prohibida su reproducción total o parcial, para uso privado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrónico, de acuerdo con las leyes nº 17.336 y 18.443 de 1985, al igual que la ley nº 20435, modificación del 2010 (propiedad intelectual).

    La Democracia Cristiana que queremos,

    el Chile que soñamos

    Índice

    Prólogo

    Introducción

    • Primera Parte •

    Discursos Escogidos

    (2010 - 2015)

    1. La DC que queremos, el Chile que soñamos

    2. Homenaje al Presidente Salvador Allende, a 40 años de su elección.

    3. Homenaje al Presidente Eduardo Frei Montalva en el centenario de su nacimiento

    4. Cómo viene el 2011. El desafío de levantar a Chile y la renovación de la política.

    5. Discurso en homenaje a don Edmundo Pérez Zujovic, a 40 años de su muerte

    6. Democracia de Instituciones versus Democracia de Caudillos.

    7. Homenaje a don Patricio Aylwin, en reunión de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA).

    8. Del neoliberalismo al régimen de lo público y la vieja cuestión de los modelos

    9. El gobierno debe hacerse la idea de que la DC va a introducir un matiz en las reformas

    10. Discurso pronunciado en el XX Congreso de ODCA

    11. Análisis del Fallo de la Haya (Chile - Perú)

    12. Estamos pasando de la consigna a la política pública bien diseñada

    13. Homenaje a Eduardo Frei Montalva a 50 años de la Revolución en Libertad

    14. Perfeccionamientos a la Alta Dirección Pública: la voluntad política de profesionalizar la gestión del Estado.

    15. Hay un progresismo infantil que creyó que gobernar era tomar las banderas de la calle.

    16. La relación entre el PDC y el PS en perspectiva histórica

    17. Una reflexión preliminar sobre la despenalización de la interrupción del embarazo

    • Segunda Parte •

    Discursos ante las Juntas Nacionales

    (2010 - 2015)

    18. Discurso ante la Junta Nacional del PDC (8 de Enero de 2011)

    19. Discurso ante la Junta Nacional del PDC (16 de Junio de 2012)

    20. Discurso ante la Junta Nacional del PDC (17 DE Noviembre de 2012)

    21. Discurso de proclamación de Michelle Bachelet en la Junta Nacional del PDC (10 Agosto de 2013)

    22. Discurso ante la Junta Nacional del PDC (26 de Julio de 2014)

    • Tercera Parte •

    Homenajes ante la partida de camaradas que sirvieron a Chile 

    (2010 - 2015)

    23. Wilna Saavedra Cortés

    24. Gabriel Valdés Subercaseaux

    25. María Rozas Velásquez

    26. Máximo Pacheco Gómez

    27. Fernando Castillo Velasco

    28. Alejandro Silva Bascuñán

    29. Eugenio Ortega Riquelme

    • Cuarta Parte •

    Por una Educación de calidad, en condiciones de equidad.

    30. Ignacio Walker: Nunca pensé que íbamos a transformar el Mineduc en un gestor inmobiliario

    31. Proyecto de Ley sobre inclusión (lucro, copago y selección).

    32. La DC y su contribución a la reforma educacional

    Epílogo

    Anotaciones

    Prólogo

    Habiendo ejercido la Presidencia de la Democracia Cristiana en varias oportunidades, me complace prologar este libro de Ignacio Walker, quien asumió igual responsabilidad, tomando la posta de la conducción del partido durante los últimos 4 años. Cuando está pronto a concluir su mandato de dos períodos , nos lega esta recopilación de discursos, artículos y entrevistas, que constituyen un valioso testimonio de los desafíos que ha enfrentado nuestro país y de la impronta que ha tenido la Democracia Cristiana bajo su gestión.

    Cómo él bien señala, un partido es la encarnación histórica de un ideal político. La DC – dice Ignacio- es la síntesis entre la tradición cristiana y el mundo moderno, democrático y secular. Es un sueño de futuro que tiene que ser capaz de contagiar de entusiasmo a los ciudadanos y sobre todo a los jóvenes.

    Ignacio valora esa tradición, como lo demuestran los homenajes a camaradas que han dejado huellas profundas, como Eduardo Frei, Edmundo Pérez Zujovic, Gabriel Valdés, Wilna Saavedra, María Rozas, Máximo Pacheco, Fernando Castillo, Alejandro Silva y Eugenio Ortega.

    Pero Ignacio Walker no es un nostálgico del pasado. Su compromiso es con ese sueño de un futuro mejor, basado en los mismos ideales de libertad, justicia y solidaridad que la Democracia Cristiana ha defendido desde sus orígenes falangistas, pero respondiendo a la realidad de su tiempo.

    Los discursos y cuentas frente a la Junta Nacional del partido entre el año 2010 y 2014, dan cuenta de los complejos problemas y desafíos de estos últimos años y cómo los ha enfrentado la Democracia Cristiana. El balance, me parece, es positivo.

    Finalmente, en estas breves palabras, deseo destacar la forma en que Ignacio Walker -en un tiempo de descrédito de la actividad política- ha reivindicado con su ejemplo, el valor de las ideas, del diálogo político y de los partidos como herramientas fundamentales para la vida en democracia, así como también, ha buscado la unidad partidaria, para influir en la sociedad desde nuestra identidad demócratacristiana.

    Patricio Aylwin Azócar | Santiago, Marzo de 2015

    Introducción

    Hace casi cinco años (2010), al asumir la conducción partidaria, nos propusimos dos objetivos principales: marcar un liderazgo a partir de nuestra propia identidad demócrata cristiana (identidad sin complejos dijimos en nuestra campaña a la reelección en 2012) y hacer una gestión con todos y para todos los demócratas cristianos, tendiente a superar la lógica de lotes, grupos y facciones que tanto daño le había hecho al partido.

    Lo hicimos desde el Movimiento Amplio por la Renovación (MAR), que congregó a una nueva generación de dirigentes con miras a darle un renovado impulso al Partido Demócrata Cristiano, en una perspectiva de futuro. Fuimos elegidos en forma directa (un militante, un voto), por las bases del partido, con la participación de 23.000 militantes, obteniendo un 60 por ciento de las preferencias. Fuimos reelectos en 2012, con la participación de 25.000 militantes, con un resultado más estrecho.

    Quiero agradecer especialmente a quienes formaron parte de ambas directivas, las que integraron a la mayoría y la minoría, conforme lo disponen nuestros estatutos partidarios: Jorge Burgos, Laura Albornoz, Fuad Chahin, Carolina Leitao, Claudio Orrego, Carolina Goic, Alberto Undurraga, Yasna Provoste, Aldo Cornejo, Pablo Badenier, Sergio Espejo, Víctor Torres, Gabriel Silber, Gustavo Paulsen, Héctor Gárate, a los Subsecretarios Nacionales, Patricio Reyes e Isabel Flores, y muy especialmente al Secretario Nacional, Víctor Maldonado, sin cuyo amor, lealtad y dedicación al partido, nada de lo que hayamos podido lograr habría sido posible. Los logros obtenidos y los méritos que se nos puedan reconocer, son producto de la acción de este gran equipo; las carencias y errores los asumo personalmente.

    Agradezco, asimismo, a Jorge Cash y a José Ruiz, Presidentes de la Juventud Demócrata Cristiana (JDC) en el período 2010-2015, con quienes hemos trabajado estrechamente, y quienes han sabido atraer a centenares de jóvenes que han entrado a militar en la JDC, con un fuerte énfasis en formación. Mi gratitud especial a Cristina Orellana y Carlos Figueroa, sin cuya colaboración nada de lo que hemos logrado en materia de administración y finanzas habría sido posible. Finalmente, la dimensión comunicacional es más importante que nunca en política, y en la vida partidaria y legislativa. Comunicar bien un mensaje es tan importante como el mensaje mismo. Ese trabajo, y la relación con la prensa, han estado a cargo de Margarita de la Guarda, colaboradora leal y eficiente desde mis tiempos como Ministro de Relaciones Exteriores (2004-2006).

    La vida de un partido, al menos de este partido, se juega de manera importante en sus órganos de dirección; en este caso, La Junta Nacional, el Consejo Nacional y la Directiva Nacional, junto con toda la estructura territorial, frentes y departamentos. Un reconocimiento a todos ellos y muy en especial a las comunas y regiones en las que se organiza el PDC. Hay, sin embargo, un actor que es el más relevante de todos, y el gran responsable de que la Democracia Cristiana se mantenga como un cuerpo vivo, al servicio de Chile y de nuestros ideales de siempre: me refiero al anónimo militante de base. He recorrido las comunas y regiones varias veces durante estos años –aunque en ningún caso todo lo que hubiese deseado- y mi conclusión es una sola: no hay nada más noble en este partido que ese anónimo militante que siempre está ahí, que nunca pide nada, que solo demanda de sus dirigentes lealtad a los principios y valores en que se inspira nuestra acción partidaria. A cada uno de ellos y de ellas, mi más sincero reconocimiento y gratitud.

    No soy yo, ni es esta la ocasión, para evaluar si cumplimos o no con las metas que nos trazamos. Ese juicio solo cabe hacerlo a la militancia y a la ciudadanía.

    Es mi firme convicción que Chile necesita de un buen Partido Demócrata Cristiano. Nuestra colectividad, desde una clara perspectiva a favor del cambio social, introduce un elemento de equilibrio en el sistema político chileno. Lo cierto es que en las últimas dos décadas habíamos reducido en un millón el número de votantes, dejando de ser la primera fuerza política nacional, como lo habíamos sido desde 1963 en adelante.

    Los partidos se miden y se pesan en votos, y ahí están los resultados: hemos elegido 68 alcaldes, 390 concejales, 7 senadores, 22 diputados y 57 consejeros regionales. En todos esos casos, salvo en el de los senadores –aún nos duele la inesperada y dolorosa derrota de Soledad Alvear, y aún nos pesan las divisiones de la región del Biobío, donde teníamos dos senadores- fuimos capaces de subir un peldaño, obteniendo un 15 por ciento de los votos (920.000 electores sufragaron por nosotros en la última elección parlamentaria, en 2013), deteniendo la pendiente electoral declinante de los últimos 20 años.

    Logramos que los 1.238 candidatos y candidatas a alcaldes y concejales (2012) surgieran desde las comunas y las regiones, habiendo realizado 60 primarias –en ese entonces sin ley, a pulso- con una participación de 60.000 personas. Ni un solo candidato o candidata fue designado(a) a nivel de cúpula. El Consejo Nacional se remitió a ratificar las propuestas de las regiones y las comunas, con ajustes menores. Los militantes nos habían dicho con toda claridad a los tres candidatos que competimos en las elecciones internas, en 2010: No queremos candidatos y candidatas designados en Santiago, a nivel de cúpula, entre cuatro paredes y entre tres o cuatro lotes, queremos que surjan desde las bases. Logramos movilizar a otros 60.000 ciudadanos y ciudadanas en las primarias entre Claudio Orrego y Ximena Rincón, en enero de 2013, como precandidatos presidenciales con miras a las primarias nacionales realizadas el 30 de Junio de ese año, en la que participaron 3 millones de personas, con un triunfo contundente para Michelle Bachelet. En la vacancia producida por el nombramiento de Ximena Rincón como Ministra de Estado, en vez de designar a su sucesor por el Consejo Nacional, convocamos a unas primarias abiertas y vinculantes en las que votaron más de 20.000 personas en el Maule Sur, resultando electo Manuel Antonio Matta.

    Es solo un botón de muestra de la renovación que impulsamos internamente, entendiendo que los problemas de la democracia se resuelven con más y mejor democracia, con una política que definimos como de puertas afuera, más que de puertas adentro (de allí que las primarias estuvieron abiertas a simpatizantes e independientes).

    Junto con estos dos aspectos, nos impusimos la tarea de dar un fuerte impulso a la formación. Con la ayuda del Centro Democracia y Comunidad (CDC) y de la Fundación Konrad Adenauer –mis sinceros agradecimientos a ambas instituciones y a su personal- llevamos a cabo un ambicioso programa de formación política. En estos casi cinco años pasaron más de 3.000 jóvenes por la Escuela de Formación Cardenal Raúl Silva Henríquez, 350 dirigentes sindicales del sector público y privado participaron en la Escuela de Formación Manuel Bustos Huerta, y otros 350 jóvenes de todo Chile participaron en la Academia Superior de Formación Política, con alumnos y alumnas de Arica a Punta Arenas. Sumémosle a lo anterior los 85 profesionales jóvenes que se sumaron al Programa de Asesoría Legislativa que sirve de apoyo a nuestros parlamentarios, pero que, sobre todo, es un programa de formación en políticas públicas para esos jóvenes.

    Hicimos también un gran esfuerzo en materia de administración y finanzas. Los partidos viven como en la oscuridad en esta materia, sin regulaciones adecuadas. Saneamos completamente las finanzas del partido, hasta eliminar la deuda, saneamos completamente las sociedades que administran nuestros bienes y logramos regularizar las 40 sedes partidarias inscritas a nombre del partido, con el pago de sus contribuciones de bienes raíces al día. Son pequeños botones de muestra del esfuerzo de renovación.

    Vayamos a la política, que de eso trata este libro. Y de la política de partidos.

    Después de cuatro años en la oposición –la que definimos como crítica y constructiva-, frente a un gobierno de derecha encabezado por el Presidente Sebastián Piñera, fuimos capaces de recuperar el gobierno, pasando desde la Concertación de Partidos por la Democracia a la Nueva Mayoría. Ambos procesos, desde la oposición al gobierno, y desde una coalición política que lideró los mejores 20 años de los últimos 100 años de la historia de Chile –esa es al menos mi firme convicción- a una Nueva Mayoría definida como un acuerdo político y programático para apoyar al gobierno de Michelle Bachelet, ocupan una parte importante de los contenidos de este libro, especialmente en la segunda parte, referida a las Juntas Nacionales del partido, en el período 2010-2015.

    No son tiempos fáciles para la política y los partidos. Escribo estas líneas en medio de uno de los más grandes cuestionamientos a las instituciones, públicas y privadas, de que tengamos memoria. El conflicto entre el dinero y la política, y entre lo público y lo privado, están en el centro de este radical cuestionamiento de las instituciones, sumiendo a la política, los políticos, los partidos y el parlamento –también a las empresas y los empresarios- en una seria crisis de credibilidad y de confianza.

    Tengo la certeza de que lograremos salir adelante con el concurso de todos, gobierno y oposición. Lo que está en juego es la necesidad de fortalecer y consolidar aquello que ha sido el hilo conductor de nuestra historia política en el siglo XIX y XX, referido a la construcción de una auténtica Democracia de Instituciones, en la tradición de la democracia representativa¹. Sólo las instituciones son capaces de corregir y superar las malas prácticas, y los vicios y desviaciones al interior de una democracia. El verdadero dique de contención en el ámbito de la probidad y la transparencia se encuentra en el fortalecimiento de las instituciones. Sólo así es posible construir una alternativa al que ha sido un paisaje demasiado recurrente en América Latina, del cual solo unos pocos países han logrado escapar: la Democracia de Caudillos.

    Si seguimos deteriorando aún más la Democracia de Instituciones, terminaremos en la Democracia de Caudillos. El deterioro y descomposición de las instituciones es la antesala del personalismo, el caudillismo, el populismo y la tentación siempre presente de salidas extra-institucionales.

    La conducción partidaria del próximo período (2015-2017) tendrá tal vez como su principal desafío contribuir a una nueva institucionalidad en materia de probidad y transparencia, en torno al doble eje de la relación entre política y dinero, y lo público y lo privado. Construir una muralla China entre ambos es la única forma de mantener viva la salud de las instituciones, públicas y privadas.

    Hablemos del futuro. Al asumir como directiva, en Septiembre de 2010, el año del bicentenario, recogiendo diversos aportes del equipo, elaboré un discurso que titulé, La DC que queremos, el Chile que soñamos. Creo sinceramente que eso refleja lo que los militantes, simpatizantes y adherentes piden, exigen y sueñan sobre el futuro. Tus sueños, son nuestros sueños, agregamos en esa presentación. Cuando remodelamos nuestra sede partidaria ese mismo año –era una casa oscura en la que daba miedo entrar- hicimos que penetrara la luz (literalmente, creando espacios más abiertos y más amables) y sugerí que colocáramos un cuadro en el segundo piso, con el lema anterior (La DC que queremos, el Chile que soñamos, Tus sueños son nuestros sueños), con el trasfondo del desierto florido.

    Esta última imagen me la transmitió Claudio Orrego, y logró reflejar, creo yo, lo que esperábamos de nuestra gestión partidaria: la imagen de que la política es como el desierto, seco, árido, inhóspito, pero que por alguna razón de la naturaleza, como vemos en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, al menos durante algunos días, algunas semanas, ese desierto es capaz de florecer. Esa es la imagen de renovación de la política que procuramos transmitir, la del desierto florido.

    Un partido es un proyecto de futuro, o no es. Es un sueño, un ideal compartido que se encarna en la historia, en un proyecto histórico.

    Ese fue (y es) el legado de los Padres Fundadores de la Falange Nacional. Debemos ser fieles a ese carisma inicial, el de los primeros Falangistas. Hay que volver a Galilea, como nos dijo el Padre Fernando Montes S.J., en alguna ocasión.

    El carisma inicial de cualquier organización, incluidos los partidos políticos, cuando no se cuida, cuando no se renueva, se vuelve rutinario, se burocratiza, y se marchita. Teniendo como trasfondo el Bicentenario de la Patria (1910-2010), hemos celebrado los 50 años de la elección de Eduardo Frei Montalva, de la Marcha de la Patria Joven y de la Revolución en Libertad, que se potenciaron un 4 de Septiembre de 1964, y se encarnaron en un sexenio (1964-1970), particularmente realizador y prolífico, sin escapar a las contradicciones de la época, en Chile y en el mundo.

    Todo lo que nos legaron los Falangistas de la primera hora fue un sueño de país, de futuro. Lo hicieron con una mirada de compromiso con la historia. Este libro tiene un sesgo y es la mirada puesta en la historia. Los partidos, que son la encarnación política de un ideal, tienen que mirar a través del prisma de la historia. Somos la continuidad histórica de Chile, nos dijo Eduardo Frei Montalva, frente al plebiscito fraudulento de la dictadura en 1980, y esa frase la repito varias veces en las páginas que siguen, para explicar la Concertación, la Nueva Mayoría, y también nuestro Partido Demócrata Cristiano. Una breve selección de discursos que conforman la primera parte de este libro recoge esa visión histórica, y todo el libro lo hace, a decir verdad.

    Un partido político no es un simposio de intelectuales, o de filósofos, o de teólogos –diríamos también en el caso de un partido como el demócrata cristiano-. Un partido es la encarnación histórica de un ideal político, que en el caso de la Democracia Cristiana se inspira en las concepciones del humanismo cristiano, al interior de un partido no confesional y no clerical. La DC es la síntesis entre la tradición cristiana y el mundo moderno, democrático y secular². Es un sueño de futuro que tiene que ser capaz de contagiar de entusiasmo a los ciudadanos y, sobre todo, a los jóvenes.

    Tenemos, pues, una deuda de lealtad hacia los Padres Fundadores de la Falange Nacional. Por eso también rendimos un homenaje en las páginas que siguen a algunos de los militantes que partieron en estos años, habiendo servido a Chile (Wilna Saavedra, Gabriel Valdés, Máximo Pacheco, María Rozas, Alejandro Silva Bascuñán, Eugenio Ortega), al igual que tantos anónimos militantes respecto de quiénes muchas veces no nos damos el tiempo para rendirles el homenaje que merecen.

    Los partidos políticos en Chile son históricos y son de raíz doctrinaria. Por eso subsisten y se reproducen, a pesar de las crisis. Nuestros partidos políticos son verdaderas culturas políticas. El Partido Radical ha cumplido 150 años de historia, el Partido Comunista ha celebrado 100 años desde su nacimiento, el Partido Socialista, más de 80 años y nosotros los demócratas cristianos tenemos solo 57 años (casi 80 si se suman los años de la Falange Nacional, de esa travesía por el desierto encabezada por una minoría profética que cimentó las bases de un partido de masas, tras la búsqueda de un nuevo orden social cristiano, a partir de nuestro nacimiento, en Julio de 1957). La Falange Nacional fue primero una idea, luego un movimiento, y solo después devino en un partido de masas.

    Hoy está de moda criticar a los partidos. Sin embargo, no hay democracia sin partidos. Una Democracia de Instituciones es una democracia basada en los partidos. No hay sustituto para ellos. Muchas veces en esa crítica superficial se esconden concepciones autoritarias. Chile tiene una rica historia de partidos políticos. Los partidos Conservador y Liberal marcaron décadas de desarrollo político que distinguieron a la derecha chilena en el concierto latinoamericano.

    Hay lugar también para la renovación de los partidos y el surgimiento de nuevas colectividades. Renovación Nacional y la UDI son relativamente nuevos, aunque ambos tienen anclajes sólidos en distintas vertientes de la historia política chilena. El PPD es un partido nuevo y se ha ganado su espacio. Hoy surgen otros nuevos partidos, tal vez con demasiada frecuencia. Incluso estamos facilitando una proliferación de nuevos partidos, entre otras cosas con los acuerdos para terminar con el fatídico sistema electoral binominal, heredado de la dictadura. Son los precios que hay que pagar para lograr buenos acuerdos, y la decisión de terminar con el sistema electoral binominal e introducir un sistema de representación proporcional moderado, es un buen acuerdo. La nueva normativa admite el surgimiento de nuevos partidos y esa tendencia, potencialmente centrífuga, no es buena para el sistema político. A la próxima directiva nacional, junto con otras directivas, le tocará analizar y revisar ese aspecto de nuestra institucionalidad partidaria.

    Es también digno de destacar que se ha ido consolidando una cultura de alianzas o coaliciones políticas. La prohibición de pactos electorales, establecida a fines de la década de 1950 con las leyes de saneamiento democrático, forzaron las cosas artificialmente, al prohibir los pactos electorales. Eso se explica por razones circunstanciales, ante la desmedida proliferación de partidos en los años 50’, lo que llevó a Carlos Ibáñez a barrer este vicio con la escoba (también de lo que se percibía como una forma de corrupción asociada a la manera en que los partidos capturaban el Estado).

    Un sistema multipartidista, como el que tiene Chile desde el nacimiento de los partidos, en la década de 1850, requiere de políticas de alianza. Sus primeras expresiones fueron la Alianza Liberal y la Coalición Conservadora. He escrito por ahí que el multipartidismo en Chile es como la cordillera de Los Andes. Ahí está para quedarse, inamovible. Hemos tenido que aprender a convivir en un presidencialismo multipartidista, a pesar de que existe una literatura que los considera términos contradictorios. Ha sido preciso construir un presidencialismo multipartidista y de mayoría, después de los presidencialismos de minoría que conocimos con Alessandri, Frei y Allende, en que bastaba con una minoría relativa para acceder al poder (31 por ciento en el caso de Alessandri, 36 por ciento en el caso de Allende y, en el caso de la DC, nunca fue más de un tercio, a pesar de la enorme y abultada elección de Frei Montalva en 1964). Y es que la política es una situación de aprendizaje, en permanente evolución, con alguna dosis de continuidad y de cambio.

    Es mi firme convicción que los partidos políticos chilenos son la clave de la construcción de nuestro sistema político (Manuel Antonio Garretón llamó al sistema de partidos la columna vertebral del sistema político). En esa construcción permanente, hay un espacio muy amplio e interesante, y a la vez

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