El exilio
Por Victor Hugo
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Victor Hugo
Victor Hugo (1802-1885) was a French poet and novelist. Born in Besançon, Hugo was the son of a general who served in the Napoleonic army. Raised on the move, Hugo was taken with his family from one outpost to the next, eventually setting with his mother in Paris in 1803. In 1823, he published his first novel, launching a career that would earn him a reputation as a leading figure of French Romanticism. His Gothic novel The Hunchback of Notre-Dame (1831) was a bestseller throughout Europe, inspiring the French government to restore the legendary cathedral to its former glory. During the reign of King Louis-Philippe, Hugo was elected to the National Assembly of the French Second Republic, where he spoke out against the death penalty and poverty while calling for public education and universal suffrage. Exiled during the rise of Napoleon III, Hugo lived in Guernsey from 1855 to 1870. During this time, he published his literary masterpiece Les Misérables (1862), a historical novel which has been adapted countless times for theater, film, and television. Towards the end of his life, he advocated for republicanism around Europe and across the globe, cementing his reputation as a defender of the people and earning a place at Paris’ Panthéon, where his remains were interred following his death from pneumonia. His final words, written on a note only days before his death, capture the depth of his belief in humanity: “To love is to act.”
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El exilio - Victor Hugo
VICTOR HUGO
El exilio
Presentación, traducción y notas
MAURICIO LÓPEZ NORIEGA
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
2012
contenido
EXILIOS
EL EXILIO
CARTAS
CRONOLOGÍA DE VÍCTOR HUGO
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN
AVISO LEGAL
DATOS DE LA COLECCIÓN
EXILIOS
En diciembre de 1851, Victor Hugo fue uno de los cinco representantes del pueblo francés elegidos por la izquierda para dirigir la resistencia y combatir el golpe de Estado. El Comité de los Cinco luchó del 2 al 6 de diciembre y hubo de cambiar 27 veces de asilo. La masacre de los bulevares, el jueves 4, aseguró la victoria del crimen y robó toda oportunidad de éxito a los defensores de la ley. Hugo, escondido en París y en comunicación con los principales artífices de la resistencia en los barrios, intentó hasta el último momento mantenerse el mayor tiempo posible a disposición del pueblo.
El 11 de diciembre se desvaneció toda esperanza. Victor Hugo debió marchar a Bruselas. Ahí escribió Histoire d’un crime y Napoléon-le-Petit. Esto provocó que el gobierno belga dictara la ley Faider, hecha ex profeso contra el poeta. En ella se decretan las penas contra el libre pensamiento y se declaran, para Bélgica, sagrados e inviolables todos los príncipes, con sus crímenes incluidos. El exilio de Hugo duró 19 años y nueve meses; por fin, el 4 de septiembre de 1870 vuelve a París. Cinco años después publica Ce que c’est que l’exil, con el objetivo de rendir cuentas de su ausencia a su país
. Resultan cuentas tristes, bellísimas.
La voz exilium, es decir, destierro, procede del verbo latino exsilere, que significa saltar fuera, salir, emerger; es el acto por el cual una persona o un grupo sufre un proceso de expulsión de la tierra en que vive por parte de quien en ese momento detenta el poder -existe el exilio voluntario, que obedece a razones y convicciones personales-. Generalmente su primera acepción se refiere a un destierro por causas políticas aunque, tomada a la letra, la palabra permite un abanico tornasolado.
Existen innumerables ejemplos de exilios en la historia de la humanidad, pero es necesario destacar que son precisamente eso, ejemplos, aunque en algunos casos lleguen a convertirse en paradigmas; baste pensar en Ovidio, desterrado abruptamente por Augusto a una pequeña ciudad del mar Negro, en las fronteras del Imperio, Tomis-nunca sabremos el motivo verdadero, el auténtico significado del oscuro carmen et error- Tanto en sus Tristia como en las Epistulae ex Ponto el poeta se queja amargamente, sobre todo del aislamiento cultural y espiritual al que se ve condenado, además de soportar el espantoso clima y de vivir en una continua inseguridad debido a las periódicas invasiones que tribus hostiles llevaban a cabo en aquel apartado confín. Allí era menos amable el angulus ridet al que se refiere Victor Hugo: el exilio no es una cosa material, es una cosa moral. Todos los rincones de la tierra resultan lo mismo
.
Cuestión moral, no cuestión de derecho, la aplicación injusta del poder sobre otro que no tiene cómo oponerse a la sentencia. Desde un rincón que no le sonreía, Ovidio alzó su voz llena de indignación, a veces en hermosas modulaciones melancólicas; se le descubre francamente vencido, apelando a la misericordia de quien, en definitiva, tiene el poder, el supuesto derecho que éste le concede, y no rinde cuenta alguna de la forma en que decide sobre la vida de quienes cayeron de su gracia o se volvieron incómodos, los rebeldes
desarraigados, alejados de la tierra que configuró su cultura y su perdida libertad, entre extraños: En esto César ningún derecho pudo tener
.¹
Victor Hugo lo expresa de forma parecida al autor del Las metamorfosis cuando se refiere a una facultad específica y, en ocasiones, temporal del tirano:
No hay más que una fuerza, el derecho. El éxito, fuera de la verdad y del derecho, es una apariencia. La corta vista de los tiranos se equivoca; una emboscada triunfante les produce el efecto de una victoria, pero esta victoria está llena de ceniza; el criminal cree que su crimen es su cómplice: error, su crimen es su verdugo; el asesino se corta con su cuchillo, siempre; siempre la traición traiciona al traidor; los delincuentes, sin que lo sospechen, están agarrados del cuello por su crimen, espectro invisible.
El poeta de Les contemplations llega más hondo que el latino, con esta apreciación que describe no sólo la ausencia del derecho real, es decir, la violencia, sino que en pocas palabras, prácticamente en una sentencia, puntualiza todo un estado vital -una situación marginal, diría Jaspers- que abarca las diferentes dimensiones del desterrado, pues incluye las evidentes consecuencias producidas por la injusta condena y, al recordarle constantemente su orfandad, alumbra la condición del exiliado con una luz ambigua: el exilio es la desnudez del derecho
.
Comparten una característica afín las noticias que nos hacen llegar algunos célebres exiliados: su fama. Pero han existido y existen miles de personas a quienes la daga del exilio les segó la vida, tal como hasta ese momento la concebían, y nadie lo supo ni lo ha de saber. Esto, sin duda, otorga una dimensión mayor a los textos escritos por exiliados famosos: se convierten en voz que habla por quienes no la tuvieron y por todos aquellos que, desgraciadamente, no la tendrán. No son, entonces, los afamados de la literatura-Ovidio, Dante, Victor Hugo, Freud, Thomas Mann, Martí, Solzhenitsin, Ortega y Gasset entre otros tantos- quienes hablan, sino todo aquel que ha ganado la calidad de proscrito y, con ella, ha perdido lo que consideraba suyo, forzado a dejarlo todo y a buscar fortuna en otras tierras, o simplemente a sobrevivir bajo el dominio tenaz de la melancolía:
Cabellos que de negros se tornan grises y de grises se vuelven blancos en la soledad; un hombre que siente, cada vez más, que se convierte en una sombra; el largo pasar de los años sobre aquel que está ausente, pero que no está muerto; la pesadumbre de este desheredado, la nostalgia de este inocente...
Muchos, además de la confiscación de sus bienes y de haber sido apartados de su vida cotidiana -personas amadas, lugares predilectos, proyectos de trabajo, alimentación-, reciben otro tipo de perversa persecución que Victor Hugo resume en la persona del espía:
el amo, que es el traidor, os rodea de lo que le parezca mejor [... ]