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Terapias para ser feliz y no morir en el intento
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Terapias para ser feliz y no morir en el intento
Libro electrónico252 páginas3 horas

Terapias para ser feliz y no morir en el intento

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Todas las disciplinas que se ocupan de la comunicación han generado modelos enfatizando los aspectos de mejora de la misma con énfasis en las relaciones interpersonales, olvidando el aspecto de la conexión interna de cada persona, la que ha sido relegada a un área denominada patologías del comportamiento, lo que nos lleva a creer que sólo algunas personas sufren de esta incoherencia en la comunicación entre lo que quieren, lo que piensan y lo que dicen…
IdiomaEspañol
EditorialMAGO Editores
Fecha de lanzamiento1 dic 2018
ISBN9789563175271
Terapias para ser feliz y no morir en el intento

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    Terapias para ser feliz y no morir en el intento - Ruth Vera López

    Ruth

    En modo introducción…

    Todos queremos ser felices. Es un hecho irrefutable. En la televisión, en la radio, en la consulta del psicólogo, o en conversaciones con las amistades, al tocar el tema de los deseos personales, reiterativamente se escucha que el anhelo por el cual todas las personas se esfuerzan, trabajan, ayudan a otros, crean, compran, desean cosas, etc., es para ser felices.

    Lo curioso de esta situación, es que no sabemos lo que es la felicidad. Más curioso aún es que creemos que sabemos lo que es la felicidad. Como conocemos esos momentos de euforia, o alegría y/o contentamiento que nos proporciona un trabajo bien hecho, de un esfuerzo culminado, la satisfacción de haber hecho un servicio, de una obra creada, de haber adquirido el objeto deseado o cualquier otro anhelo que se tenga, es a ese momento o a esos momentos de alegría y satisfacción los que asociamos con la felicidad.

    Desafortunadamente, esos momentos no permanecen en el tiempo, sólo duran el lapso en que están ocurriendo y un poco más, y después, la satisfacción desaparece y vuelve el apuro, la rutina, el desgano, el desaliento, una nueva búsqueda de satisfacción, el cansancio, etc. Así, nos estamos moviendo entre el sufrimiento y la euforia permanentemente. Ambos estados liberan energía, energía que desperdiciamos, que no aprovechamos en nuestro propio beneficio, en nuestro propio bienestar y satisfacción, energía que no sabemos adónde va, quien la utiliza o cómo se utiliza.

    Al experimentar la vida de esta forma, nos convencemos que la felicidad son momentos. En un momento soy feliz, en otro no tanto y en otros soy infeliz, triste, amargado, sufro. La vida es así y punto.

    Esta forma de ver la vida, tan generalizada, que se constituye en una creencia, es la que nos lleva hacia las enfermedades, la amargura, el sufrimiento, la soledad, el decaimiento y la frustración.

    Si nos detenemos a reflexionar profundamente y honestamente en este planteamiento, nos daremos cuenta que la causa de nuestra felicidad radica en algo externo a nosotros: una persona que ayudamos, un objeto que compramos, un trabajo que nos pidieron, etc. Por lo tanto, mi felicidad no es mía, sino está dependiendo de otros, de un tercero o de unos terceros, de unos objetos y cosas que son los que gatillan mi felicidad. Entonces estoy vulnerable, soy dependiente. No tengo la capacidad de crear felicidad. La felicidad no es mía, dependo de lo externo, de lo que los demás hagan o digan.

    La felicidad no es eso. La felicidad es un estado interno. Es un estado que no conocemos, que no hemos alcanzado aún y al cual aspiramos sin tener ni remotamente idea de que se trata.

    Esto no quiere decir que no aspiremos a ella, que no la busquemos ¡no, no, no! Esto quiere decir que cambiemos la ruta por donde la hemos estado buscando, que elijamos el otro sendero de vida: el interno, que me elija a mi mismo, a mi misma como el factor de mi felicidad.

    Cuando digo que mayoritariamente se desconoce la felicidad, no quiere decir que no existan algunos casos aislados que sí han descubierto la verdadera felicidad y se han salido de esa permanente agitación pendular de estar entre la euforia y el desaliento, entre la alegría y la tristeza, entre el éxtasis y la depresión. Precisamente, por ser pioneros en esta búsqueda y conquista nos han dejado como huellas en el camino algunas de las características que se manifiestan cuando entramos a este estado interno que se denomina estado de felicidad.

    Uno de estos indicadores, que tiene mucha fuerza a la hora de concientizar lo que es la felicidad es aquel que dice que la felicidad es nuestro estado natural, que es nuestro propio ser.

    Aunque esta definición puede tener múltiples interpretaciones, la más conmovedora es comprender que nada ni nadie puede hacerte feliz porque ya eres feliz. Que nada ni nadie te puede acompañar a la felicidad porque es tuya, única, propia e irrepetible en sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos y en toda la gama de vibraciones y frecuencias en las que se manifiesta nuestro ser.

    El desafío que presenta esta situación es el de aceptar adentrarnos en nosotros mismos para descubrir o desvelar aquellas capas de creencias, condicionamientos, hábitos, que impiden que se manifieste esta felicidad que lo único que desea es expresarse, ser vivida.

    Otra descripción de lo que es la felicidad que me gusta mucho y que la comparto es aquella que dice que la felicidad es un estado mental que implica «no» necesitar hacer las cosas correctamente. ¡Me encanta!

    Cuando comienzas a dejar atrás condicionamientos, creencia y hábitos te das cuenta del placer que se siente del solo hecho de hacer las cosas que quieres hacer, sin que ese disfrute sea oscurecido por el mandato ancestral o familiar que tiene que ser perfecto (¡mentira, la perfección no existe, es un concepto altamente relativo!), que le quita toda la magia a la acción que se lleva a cabo.

    Lo mismo sucede cuando a esa acción o actividad le ponemos un objetivo a conseguir. El nerviosismo, la duda o el estrés se hacen cargo de la acción y la felicidad se oculta hasta una nueva oportunidad. Como veremos más adelante, esta situación de duda o estrés paraliza inmediatamente el flujo de energía vital correspondiente ahuyentando además, a la creatividad.

    Un magnífico ejemplo de la insaciable e infructuosa búsqueda de la felicidad en el exterior se representa en la película titulada precisamente «Héctor en la búsqueda de la felicidad». Allí, en su recorrido por el mundo tomando nota sobre que es la felicidad para cada persona, este psiquiatra llega a algunas conclusiones muy interesantes y entre ellas a la siguiente: «No puede haber felicidad cuando se tiene miedo». ¡Cáspita! ¡Si toda la sociedad está basada, normada, regulada, ordenada, prescrita, monitoreada bajo la amenaza que cualquier trasgresión a la norma es sancionada, castigada, culpabilizada¡ ¿Cuánto miedo tendremos inoculado inconscientemente que inhibe nuestra capacidad de ser felices?

    Es como si lleváramos como primera capa de ropa un traje hecho de una tela de prohibiciones y de: no, no, no, muchos noes, en vez de que sea de algodón o de hilo.

    A mi entender, el primer paso que hay que dar es sacarse ese traje. Insinúo algunas técnicas más adelante (anexos) para aquella o para aquel lector que se interese en hacerlo.

    La buena comunicación con uno mismo lo es todo

    Si aceptamos que somos fruto de una educación y una enseñanza compartimentalizada, donde todo está separado por disciplinas que son distintas y no hemos aprendido a relacionarlas, nuestra mente también está condicionada en la misma forma. Esto hace que no veamos relación entre lo físico, lo emocional y lo mental en nosotros. Entre muchos otros ejemplos de lo que tenemos escindido, no vemos la relación entre el mal funcionamiento de un órgano y una pena inconsciente que se alberga dentro de nosotros, o tampoco, que un pequeño accidente tenga relación con el pensamiento que teníamos al momento de suceder, o, aún mucho menos, que lo que percibo afuera sea fruto de los registros que llevo internamente, etc. ¡Podríamos hacer una larga lista de desconexión de sucesos que nos afectan tanto diaria como permanentemente!

    Esta situación es una de las causas de mantener adentro de cada uno una gran cantidad de registros que están olvidados, relegados, ocultos a nuestra percepción y que sin embargo, están en todo momento presentes, dirigiendo nuestra actuación, nuestras actividades, al igual como el director de una película o una obra de teatro dirige la actuación del actor o actriz protagonista, así como de los actores con papeles secundarios. Son verdaderos programas que están reiterativamente actuando sin que tan siquiera nos demos cuenta.

    Como estas memorias están ocultas para nosotros, nos desenvolvemos como si fuéramos siempre actores secundarios, nunca protagonistas de nuestras vidas. Así le entregamos el poder a otros para que definan lo que es bueno o útil o lo que es malo para nosotros, lo que sirve o debemos desechar en nuestras vidas, como debemos comportarnos, que decir, que hacer, etc. ¡en fin, es un actuar casi como el de una marioneta, como la de un títere!

    Son verdaderos hilos ocultos que dirigen nuestro comportamiento sin darnos cuenta o si prefieren otro tipo de imagen, son como cadenas que terminan en una pesada bola que impiden dar los pasos al ritmo que deseamos. ¡Son lastres!

    Afortunadamente, estamos en una época en que la información está a nuestro alcance, con muy pocas o casi nulas restricciones. Sólo requiere querer acceder a ella y tener la capacidad de discriminar la que es útil para lo que quiero lograr. Luego ir a la acción.

    Es tan magistral esta situación que te puedes constituir en tu propio psicológo, psiquiatra, terapeuta, analista o como quieras llamarle. Sólo tienes que querer conocerte a ti mismo (a) para acceder a tu felicidad y ¡ya está!

    ¿Quién puede saber mejor que tú las circunstancias o hechos de tu vida que han dejado una huella dolorosa, una herida que se abre cada vez que sucede determinado evento?¿Cómo se dio dicha expeiencia, cómo la resientes? ¿Cómo percibiste en un determinado momento las acciones de los seres queridos o cercanos a ti y que aún sigues percibiendolos igual y pasándolo mal por eso y que no te atreves a compartirlo con nadie?

    El único requisito para abordar esta aventura de ser feliz es el de la honestidad. Ser honesto consigo mismo, ser honesto con lo que siento, ser honesto con lo que pienso, ser honesto con lo que hago. No se pide compartir esta sinceridad con los demás. Se requiere la sinceridad con uno mismo.

    El entrenamiento social de los modales, las buenas costumbres (¿?) y las apariencias es tan fuerte, dado que se ha sido inculcado desde la niñez, que hace que frecuentemente nos engañe hasta a nosotros mismos, haciendonos creer que estamos actuando sinceramente sin darnos cuenta que estamos siendo altamente incoherentes: pensando una cosa, diciendo otra cosa y ¡haciendo otra distinta a las dos anteriores! De ahí la necesidad de mirarse con honestidad.

    Los comentarios, reflexiones y las técnicas que aquí les ofrezco son las que he recopilado y aplicado a lo largo de mi camino de autoconocimiento, así como en el camino de otras personas con una alta efectividad relacionada con el fuerte deseo de cambio en sus vidas.

    De este buffet terapeutico puedes seleccionar lo que desees de acuerdo a tu hambre de cambio y de acuerdo a la intensidad con que buscas el autoconocimiento, así como el descubrimiento de tu propia felicidad.

    ¡Bon Voyage!

    Capítulo 1

    ¿Qué es la energía y como puedo gestionar mi propia energía?

    Desde que somos pequeñuelos (as), se nos introduce la creencia que es la comida y sólo la comida lo que nos da la energía.

    Por eso, no es de extrañar que gran parte de la cultura en la que vivimos gire en torno al consumo de este bien alimenticio y se tenga entronizado el temor a morir de hambre o a pasar hambre.

    Hasta no hace muchas generaciones atrás, un niño (a) delgado (a) era sinónimo de desnutrición y todo el clan familiar ponía sus ojos en los padres, llenándolos de consejos, así como de predicciones fatalistas sobre los resultados de salud si no se le daba más comida y nutrientes para que un aumento de peso indicara una garantía de futuro saludable.

    ¡Esta cucharada por el papito! ¡Esta cucharada por la mamita! Se suele escuchar a la hora de las primeras comidas de los nenes.

    Esta programación tan temprana, que aparentemente no tiene nada de malo, ya que está llena de cariño y preocupación, oculta dentro de ella la dificultad para percibir todos los aspectos que connota la energía que somos y sostener, sin ningún tipo de cuestionamiento, la creencia que la fuente de energía que nos sustenta se basa sólo en la comida. Basta mirar las secuencias de publicidad en televisión donde el 70% a lo menos son avisos sobre consumo de productos alimenticios.

    Y así continuamos…

    En el colegio y después en la universidad estudiamos la energía en sus variadas formas de manifestarse y las percibimos como aplicables a la solución de problemas externos a nosotros mismos, sin ninguna relación con lo que somos, con las posibles causas de nuestros comportamientos y el de los demás. Si nos sentimos faltos de energía recurrimos a las vitaminas o a estimulantes para sacar fuerzas de flaqueza.

    Es decir…

    No conocemos lo que es la energía, no sabemos que nosotros somos energía en manifestación, no sabemos cómo o en cuantas formas se manifiesta esta energía en nosotros, tampoco sabemos cómo aprovecharla, como equilibrarla en nosotros, como eliminar aquellas energías improductivas, como entregarla en forma adecuada etc.etc.

    ¡No nos conocemos para nada!

    Para empezar, no sabemos que hay, a lo menos, 3 (tres) fuentes de energía que nos proveen. No sólo el alimento. Las otras dos fuentes son: la respiración y las impresiones. Conversaremos sobre cada una de ellas, una vez que analicemos el concepto de energía.

    En física, la energía se entiende como la capacidad de realizar un trabajo, donde trabajo es la definición de fuerza y movimiento. En un concepto más general es actividad. Si no hubiera energía, todo estaría congelado, no habría movimiento.

    La energía no se crea ni se destruye en el universo, sólo se transforma. El universo es energía, es realidad. Por eso hay muchísima más realidad en lo que no percibimos, que en lo que percibimos.

    Todo es energía, sólo que la energía se diversifica y se manifiesta en: fuerza, calor, luz, color, movimiento.

    El universo es un único e indivisible agujero dinámico en que la energía y la materia están tan estrechamente relacionadas, que resulta imposible considerarlos elementos independientes.

    La conocida fórmula de Einstein E=mc2, donde E es la energía de un sistema que tiene una masa m y c es la velocidad de la luz, (que ha sido aceptada y reconocida como válida en todas las investigaciones posteriores y en los adelantos en que ha sido aplicada), puso delante de nosotros el concepto de energía como una variable imprescindible en la formación de la materia, así como en su funcionamiento.

    Esta fórmula establece que la masa y la energía son equivalentes; en otras palabras, la materia y la energía son una expresión dual de una misma sustancia. No pueden considerarse en forma independiente.

    Esa sustancia universal conocida como «Campo de Energía Universal», es la fuente de energía o vibración esencial de la cual todos estamos compuestos. «No somos primero un cuerpo físico; somos principalmente cuerpos de energía que tienen una apariencia física».

    Como la energía no se ve en lo sutil (al igual que el aire), tendemos a olvidar su presencia y sólo reconocerla en su formato de materia (masa, volumen). Por esta razón, entre otras, la tendencia es a dar importancia como fuente de energía principalmente a lo que comemos (materia), no así a lo que respiramos o cómo respiramos, y/o a lo que pensamos o cómo pensamos, que es energía (sutil; en el otro formato), que es lo que sustenta nuestra apariencia física.

    «La energía es la fuerza que da la vida y se encuentra en toda la naturaleza».

    Entonces podemos aceptar y tomar conciencia que estamos rodeados de energía, que todos los espacios que nuestra vista califica de vacios, no están vacios, están llenos de energía. Es lo que los sabios han denominado prana, ki, energía punto cero, energía universal etc., etc.

    En la sabiduría hindú, el prana es considerado como el principio activo de la vida o fuerza vital. Es la esencia de

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