Esclavos e indígenas realistas en la Era de la Revolución
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EN EL AÑO 1810, durante la invasión napoleónica a la península ibérica, en medio de la más profunda crisis de soberanía de la monarquía española, las élites mineras y esclavistas de la provincia de Popayán, en el suroccidente de Nueva Granada (hoy Colombia), formaron las primeras juntas insurgentes, rechazando la soberanía española. Sus esclavos, habitantes de los campamentos mineros de la costa pacífica, se rebelaron contra la intención de sus amos de mantenerlos sometidos a la esclavitud, arguyendo que ellos, por el contrario, estaban a favor de la monarquía. Los esclavos sostenían que hasta entonces habían tolerado la esclavitud debido a que sus amos eran vasallos del rey, quien garantizaba la protección de sus derechos. A diferencia de sus amos, que habían dejado de servir a la Corona española, los esclavos preferían mantenerse como vasallos del rey y disfrutar de la libertad y los derechos que detentaban los demás vasallos de la Corona. A lo largo de la siguiente década, los esclavos se alzaron en rebelión y defendieron las tierras bajas del Pacífico contra las incursiones de las fuerzas que luchaban por la independencia. Al hacerlo, adquirieron una libertad de facto y pudieron vivir en forma autónoma durante todos esos años.
Al mismo tiempo se desarrollaban eventos similares en las alturas andinas de Pasto, donde las comunidades indígenas se unieron a las fuerzas españolas para defender al rey y a la monarquía. A medida que la crisis monárquica se convirtió en una larga guerra que comprometía a sus territorios, los indígenas del norte de los Andes, en los alrededores de la ciudad de Pasto, aprovecharon la oportunidad para manifestar su lealtad a la Corona de España. Para muchos de ellos, participar en las milicias realistas se convirtió en una vía de movilidad y ascenso social. Al hacerlo, recibieron concesiones colectivas especiales, a cambio de su servicio militar a la Corona, lo que les permitió acceder a nuevos medios de protección y expansión de los derechos indígenas en un contexto imperial.
En una circunstancia notable en la historia de la esclavitud, los representantes de la monarquía española movilizaron a los esclavos contra sus amos, y los esclavos defendieron la monarquía que históricamente había promovido la esclavitud. Al mismo tiempo, los descendientes de la población nativa, que tres siglos atrás habían sido conquistados por la fuerza, defendieron su condición de vasallos y tributarios de la Corona española. En esta coyuntura sin precedentes, las gentes que hasta entonces habían sido objeto de la dominación imperial, se convirtieron en sus acérrimos defensores.
En 1822, cuando Simón Bolívar llegó con sus ejércitos al bastión realista de Popayán, después de declarar la independencia en Venezuela y el norte de Nueva Granada, la población indígena de Pasto y los esclavos de la costa del Pacífico se levantaron en guerra para contrarrestar la invasión republicana. Esta rebelión se prolongó hasta 1825. Las milicias realistas no solo representaban una amenaza para la estabilidad del sueño bolivariano de la República independiente de Colombia, sino también pusieron en peligro sus planes de derrotar a España en el corazón del imperio suramericano, el Perú.
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Esclavos e indígenas realistas en la Era de la Revolución - Marcela Echeverri
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Reforma, revolución y realismo en los Andes septentrionales
Nueva Granada y Popayán (1780-1825)
E
N
1781,
DURANTE
la rebelión comunera en el Virreinato de Nueva Granada —en el extremo norte de América del Sur—, los funcionarios coloniales de la provincia de Antioquia recibieron la noticia de que un gran número de esclavos de la región minera estaba planeando rebelarse y exigir su libertad, a cambio de comprometerse a seguir trabajando en las minas de oro y a pagar tributos a la Corona como si fuesen indios
¹. La rebelión comunera fue la mayor movilización popular contra las reformas borbónicas que se dio en Nueva Granada. Aunque su epicentro estuvo en las provincias del entorno de Santa Fe, el descontento también se propagó en otras regiones, como Antioquia, donde la revuelta de los esclavos turbó el sueño de las élites.
Los esclavos de Antioquia eran muy conscientes de la inestabilidad que habían provocado las reformas de los Borbones, y en estas circunstancias entraron en acción para renegociar su posición en la sociedad de Nueva Granada. El hecho de que definieran la libertad como una condición regulada por el mecanismo fiscal de pagar tributos al rey sugiere que, hacia fines del siglo
XVIII
, la imaginación política de las comunidades mineras de esclavos se hallaba moldeada por su coexistencia con comunidades indígenas². Como reconocieron los propios esclavos, la obligación de pagar tributos bajo el imperio español recaía principalmente sobre la población indígena. El tributo era un impuesto per cápita que la población indígena tenía que pagar a la Corona a cambio de la protección real a los derechos comunales³. Los acontecimientos de Antioquia ilustran cómo, para los esclavos, la libertad parece haber sido definida por los derechos y el poder de negociación que como súbditos podían ejercer por medio de una relación fiscal con la Corona. Evidentemente, los esclavos estaban reconociendo la legitimidad del poder mediador del rey y se hallaban dispuestos a entrar en relaciones de vasallaje, a imagen y semejanza de las relaciones que las comunidades indígenas habían establecido con la Corona.
Este tipo de conexiones entre las poblaciones afrodescendientes e indígenas era característico de la región continental de la América española y, más específicamente, de los Andes del norte. Las comunidades de la diáspora africana que se establecieron en lugares como Nueva Granada, México y Perú, por obra de la colonización española y la expansión de la esclavitud en África, se hallaron imbricadas en escenarios sociales marcados por los profundos cambios que el proyecto colonial español introdujo en las sociedades nativas⁴. Un ejemplo elocuente lo tenemos en la provincia neogranadina de Popayán, al sur de Antioquia, donde poblaciones afrodescendientes libres o esclavizadas, habitantes de las ciudades o trabajando en las minas y haciendas de las élites, tuvieron estrechas relaciones con las poblaciones indígenas de toda la provincia. Por esto es a la vez tan interesante y necesario examinar los mundos de la política de los indios y de la política de los esclavos en forma paralela. Pero es igualmente crucial reconocer que, en términos legales, los dos grupos habitaban mundos completamente diferentes⁵.
La distinción jurídica entre indios y esclavos era algo intrínseco a la dominación colonial y tuvo profundos impactos políticos y sociales para estos grupos, en tanto ambos eran súbditos de la Corona. Pero, además, a partir de sus posiciones diferentes, aunque relacionadas, la política individual y colectiva de las poblaciones indígenas y esclavas se hallaba profundamente imbricada y se adaptaba constantemente a las cambiantes condiciones de la legislación imperial. Es decir que sus identidades legales y las instituciones que los definían como indígenas (el tributo) o esclavos (la esclavitud) eran inestables en la medida en que el sistema imperial se hallaba viviendo constantes cambios. Con el fin de comprender cómo las prioridades y oportunidades específicas de estas poblaciones se transformaron entre 1780 y 1825 (lo que se verá con más detalle en los capítulos siguientes), examinaremos aquí la posición que ocuparon los pueblos indígenas y esclavos en la provincia de Popayán, los términos cambiantes de la dominación colonial que le dieron forma a esta región y cómo la guerra transformó la política a principios del siglo
XIX
en Popayán.
Hacia fines del siglo
XVIII
, en momentos en que los Estados Unidos y Haití se recuperaban de las primeras guerras anticoloniales del hemisferio contra Inglaterra y Francia, respectivamente, España se vio sacudida por conflictos y se generalizaron las reacciones a las reformas borbónicas en América. Sin embargo, todavía fue capaz de contrarrestar las rebeliones y mantener su dominio sobre las colonias. En medio de esta era revolucionaria, cuando las monarquías estaban siendo cuestionadas y los imperios desmembrados, el mundo hispánico parecía estar en condiciones de enfrentar los crecientes desafíos y amenazas a su seguridad y la urgente necesidad de modernizar su economía y adoptar el libre mercado.
Fue entonces que, en 1808, la monarquía sufrió un duro golpe a su estabilidad desde el exterior: la invasión de Napoleón a Madrid y la deposición del rey Fernando VII del trono. La invasión provocó una guerra para independizarse de Francia, y el pueblo español se lanzó a la lucha contra el gobierno de Napoleón. Adicionalmente, entre 1808 y 1810 se abrió una fase de cambios acelerados en la monarquía española. En respuesta a la crisis monárquica desatada por la ocupación francesa, se formó un gobierno liberal y se escribió una constitución para proteger la soberanía del rey. A principios del siglo
XIX
, la reinvención de la monarquía moldeó los contornos, límites y significados del cambio institucional, y dio como resultado un lento desplazamiento de las subjetividades políticas a lo largo y ancho del mundo hispánico. De igual importancia fueron las reacciones de la gente del pueblo ante el nuevo contexto y sus interpretaciones de esta circunstancia excepcional. Las lealtades eran inestables e iban de la mano con desarticulaciones institucionales de diversa magnitud; algunas de ellas revelaban una lógica histórica más profunda, en tanto que otras respondían a una serie de alianzas transicionales a escala local.
Son hechos conocidos que algunas regiones de América desafiaron la autoridad del gobierno en la península y que en las ciudades se dieron experimentos de gobierno. Igualmente significativo, aunque menos conocido, es el hecho de que otros territorios, como Popayán, permanecieron leales al rey y renovaron sus vínculos con el proyecto constitucional que se estaba dando en España. En todas partes, tanto en los territorios realistas como en aquellos que optaron por experimentar el autogobierno, la inédita combinación entre guerra y reformas legales fue un momento decisivo.
El gobierno realista de Popayán no habría conseguido defender la región de la insurrección que la amenazaba de no haber sido por la movilización de la población indígena y esclava en favor de la causa realista. A su vez, la polí- tica realista de indios y esclavos en Popayán fue moldeada por los acontecimientos que se desarrollaban en la región hispanoamericana de los Andes del Pacífico. Por más de una década, el Virreinato del Perú fue un poderoso imán para el sostenimiento del gobierno realista que abarcaba un amplio territorio entre Chile y Panamá. Esta alianza del Pacífico, antes no apreciada en toda su dimensión, podrá comprenderse mejor, en el largo plazo, al observar la región suroccidental de Nueva Granada en un marco geográfico y jurisdiccional más amplio.
Popayán y los Andes septentrionales
En el siglo
XVI
, durante el periodo inicial de la colonización, cuando el Virreinato del Perú incluía la totalidad del territorio español en América del Sur, la gobernación de Popayán dependía de Lima. Pero a medida que la colonización se extendía hacia el extremo norte del continente y que se fundaban nuevos centros de gobierno, la Corona asignó a las audiencias reales de Santa Fe (fundada en 1550 al norte de Popayán) y de Quito (fundada en 1563 al sur de Popayán) la tarea de gobernar la provincia⁶. Desde entonces, la Audiencia de Santa Fe tuvo bajo su jurisdicción los territorios al sur de Buenaventura, que incluían Pasto, Popayán, Cali y Barbacoas. Esta localización intermedia entre el Nuevo Reino de Granada y el Reino de Quito, así como el hecho de formar parte de jurisdicciones superpuestas, le otorgó a la provincia de Popayán el carácter de un área de frontera⁷.
La gobernación de Popayán (hoy departamentos del Cauca, Nariño y Valle del Cauca) era sumamente extensa, abarcando las regiones comprendidas entre la frontera sur del Chocó hacia la costa del Pacífico y hacia el este hasta las alturas de los Andes y los territorios amazónicos, cuyos límites no estaban claramente definidos (véase el mapa I.1). Si bien el puerto más importante de Nueva Granada era Cartagena, en la costa del Caribe, el océano Pacífico se extendía a lo largo de toda la costa occidental de la provincia de Popayán, facilitando la internación legal e ilegal de mercancías y esclavos. Si bien la dinámica de este comercio ha sido menos estudiada que la de su contraparte en el Atlántico, el océano Pacífico permitió un contacto expedito entre los habitantes de Popayán y las redes de comercio marítimo, facilitando la llegada de gente y de noticias de Europa y el Caribe, así como el contacto con otras ciudades españolas en el Pacífico, como Lima y Guayaquil, a las que se podía llegar más fácilmente por mar que por tierra. Sin embargo, a pesar de que la provincia bordeaba el océano y de que la economía minera de la costa del Pacífico era fundamental para la economía regional, Popayán tenía una orientación hacia el interior. Gran parte de su comercio con España se desarrollaba a través del río Magdalena (que atravesaba de norte a sur el territorio de Nueva Granada), debido a que el río Cauca (que corría entre las cordilleras occidental y central) solo era parcialmente navegable. De este modo, las tres principales ciudades de la provincia estaban en el interior, en las mesetas que bordean el río Cauca, o bien en lo alto de las cordilleras: Cali, que fue su capital hasta 1628; Popayán, desde entonces sede del gobierno; y Pasto, la ciudad más meridional de la provincia (mapa I.1).
Al igual que en México, Perú y Santa Fe, los españoles en Popayán aprovecharon las jerarquías sociales existentes entre los nativos con el fin de establecer su dominio, haciendo quizás caso omiso de las representaciones negativas por parte de los cronistas españoles sobre los pueblos indígenas de Popayán que describían a los cacicazgos de esta región como más atrasados que los que formaban parte del Estado inca. En el siglo
XVI
, el virrey Toledo del Perú llevó a cabo una política de reducciones, con la intención de subyugar a los indios, reasentándolos en poblaciones más centralizadas. Los nativos que habitaban las comunidades de todo Popayán fueron asignados a las encomiendas, en manos de españoles particulares, para fines de recaudación de tributos y explotación de la fuerza de trabajo. En muchas regiones de Popayán, como el Chocó o el Patía, la resistencia de los nativos a la colonización retrasó y obstaculizó el asentamiento del poder español hasta el siglo
XVII
. Esta situación contrastaba radicalmente con lo ocurrido en las alturas de Pasto, una de las regiones más pobladas de lo que llegará a ser Nueva Granada, donde los nativos aceptaron la política de reducción. En las fértiles laderas al pie del volcán Galeras (donde los españoles fundaron la ciudad de Pasto en 1539), en el momento de la Conquista, tres grupos, los Pasto, los Quillacingas y los Abad, estaban organizados en jefaturas étnicas. La densidad poblacional de estos distritos era equivalente a la de las sociedades muiscas del entorno de Santa Fe y Tunja, ubicadas en la cordillera oriental de los Andes del norte, que fueron epicentro de la colonización española⁸.
El caso de Pasto ilustra el impacto del dominio español sobre pueblos nativos que no habían formado parte de ningún imperio o estado prehispánico. Luego de la conquista española de los Andes del norte, estos cacicazgos fueron reconstituidos y sus identidades tuvieron que ser reinventadas⁹. Hacia el