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Nietzsche y Artaud: Estudios de filosofía del arte
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Libro electrónico300 páginas4 horas

Nietzsche y Artaud: Estudios de filosofía del arte

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Una generación tras otra necesita volver a leer las grandes obras, los autores de importancia reconocida, y, así mismo, es indispensable que se vuelvan a plantear los grandes problemas de la filosofía y los dilemas que nos plantea la historia. El libro que el lector tiene en sus manos es parte de ese ejercicio.

En este volumen se recogen algunos de los escritos del profesor Jorge Alberto Naranjo sobre Nietzsche y Artaud, que se escribieron simultáneamente con artículos sobre Kafka, Malcolm Lowry, la melancolía y el arte del Renacimiento en Durero, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci. Si se me preguntara cuáles son los ejes de conexión que vinculan su preocupación con las ciencias de la vida y de los cuerpos y las disciplinas que Dilthey denominaba las ciencias del espíritu, yo diría que son las ideas y los conceptos de fuerza vital, momento inicial, trayectoria, quantum de fuerza, experiencia de la intensidad, intensidad de paso, onda, turbulencia o clinamen y finalmente culmen en el sentido de éxtasis. Enumero solo unos cuantos.

Lo que quiero señalar al lector es que está frente al trabajo de un investigador cuya curiosidad se ha desplegado con deleite en muchos ámbitos, conservando siempre una actitud integradora de saberes dotada de una nítida ética que parte de la idea del papel central de la literatura en la educación y el desarrollo de los valores morales; es decir, la literatura como herramienta pedagógica al presentar el amplio espectro de la naturaleza humana y su relación con la cultura.

Eufrasio Guzmán Mesa
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2018
ISBN9789587147988
Nietzsche y Artaud: Estudios de filosofía del arte

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    Nietzsche y Artaud - Jorge Alberto Naranjo

    imprenta@udea.edu.co

    Prólogo

    Eufrasio Guzmán Mesa

    Una generación tras otra necesita volver a leer las grandes obras, los autores de importancia reconocida y, así mismo, es indispensable que se vuelvan a plantear los grandes problemas de la filosofía y los dilemas que nos plantea la historia . Parte de ese movimiento de lectura, relectura e interpretación es inherente a la dinámica de la cultura intelectual y es una responsabilidad sin el ejercicio de la cual el acervo cultural no se dinamiza y queda como letra muerta. Es muy importante en esos procesos que se vaya más allá y se pongan en tela de juicio las jerarquías existentes y se establezcan nuevas, se reordenen las pasadas y surjan nuevas figuras del pensamiento y la expresión.

    El libro que el lector tiene en sus manos es parte de ese ejercicio; en este caso, es la trayectoria vital y reflexiva de Friedrich Nietzsche entendida como un movimiento ascensional y asociada a la experiencia de Antonin Artaud como expresión de ese impulso vital y de un combate contra la cultura las que han sido abordadas por el profesor e investigador Jorge Alberto Naranjo. La suya ha sido una vida dedicada al conocimiento, la investigación y la escritura. Sus áreas de trabajo son múltiples, la literatura universal y local, al arte y la estética, la física y la filosofía. La ciencia que estudia las propiedades de la materia y la energía, los fenómenos naturales y el juego de los cuerpos ha sido uno de los campos a los que más se ha dedicado. Ha hecho contribuciones significativas dentro de la hidráulica a la mecánica de los fluidos. Sus trabajos sobre la literatura antioqueña temprana y la edición de la obra completa de Tomás Carrasquilla son aportes de referencia obligatoria. La mayoría de sus trabajos en los dominios mencionados han sido resultado de una curiosidad minuciosa que lo ha llevado a pasar con solvencia de las ciencias humanas a la física, dentro de la Universidad Nacional de Medellín, que lo albergó desde los años setenta del siglo pasado como profesor.

    Precoz en su labor de autodidacta, Naranjo ha tenido en la autonomía su arma por excelencia; su competencia investigativa y docente le ha hecho merecedor de dos doctorados honorarios, en sociología y en ingeniería. Sus estudios sobre filosofía y literatura, y el prolijo manejo del lenguaje matemático, en trabajos que siempre ha llevado a la experimentación minuciosa, nos bastan para reconocer en él a un investigador cuyo intelecto se mueve con solvencia en las diferentes disciplinas del conocimiento humano, manteniendo siempre una curiosidad natural y una emoción pura en el descubrimiento. En particular, sus esfuerzos en la reconstrucción de los trabajos experimentales de Galileo fueron notables; con ellos enfrentó a los historiadores, epistemólogos y filósofos de la ciencia que insistían en los experimentos mentales y en el juego de los conceptos, rupturas y continuidades. Siendo lector cuidadoso de los nuevos filósofos franceses, que insisten en esas ideas de las revoluciones conceptuales, las cosmovisiones como determinantes o el acumulado de racionalidad como factor de descubrimiento, Naranjo ha practicado una sobria adscripción a la tradición anglosajona de ir a los hechos y dejar que los cuerpos y sus fuerzas tomen la palabra, sin ser por ello un empirista crudo. Su amplio conocimiento de la historia de las ideas, sus trabajos sobre Arquímedes, Lucrecio y Epicuro, y sobre la historia de la física, le permitieron tomar distancia o acercarse con cuidado a cada problema o conjunto de hechos que abordaba y así no ser ajeno a las especulaciones de la escuela de Mileto sobre el agua para luego desarrollar alternativas metodológicas para la investigación reológica; digo esto para poner un simple ejemplo.

    En el presente volumen se recogen algunos de los escritos del profesor Naranjo sobre Nietzsche y Artaud, que se escribieron simultáneamente con artículos sobre Kafka, Malcolm Lowry, la melancolía y el arte del Renacimiento en Durero, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci. Si se me preguntara cuáles son los ejes de conexión que vinculan su preocupación con las ciencias de la vida y de los cuerpos y las disciplinas que Dilthey denominaba las ciencias del espíritu, yo diría que son las ideas y los conceptos de fuerza vital, momento inicial, trayectoria, quantum de fuerza, experiencia de la intensidad, intensidad de paso, onda, turbulencia o clinamen y finalmente culmen en el sentido de éxtasis. Enumero solo unos cuantos. Lo que quiero señalar al lector es que está frente al trabajo de un investigador cuya curiosidad se ha desplegado con deleite en muchos ámbitos, conservando siempre una actitud integradora de saberes dotada de una nítida ética que parte de la idea del papel central de la literatura en la educación y el desarrollo de los valores morales; es decir, la literatura como herramienta pedagógica al presentar el amplio espectro de la naturaleza humana y su relación con la cultura.

    Y la naturaleza humana de Nietzsche la va a buscar Naranjo en la biografía y la autobiografía, en el relato sencillo e intenso de sus primeros años, la relación con el padre muerto tempranamente y luego el permanecer en medio de su madre y hermana. En esos momentos iniciales va a leer el surgimiento de ese germen de lo titánico que se despliega desde una temprana autoconciencia de la fuerza y se mantiene como combate contra la cultura. El combate lo realiza con ese credo de guerrero que se enfrenta a cosas victoriosas, en solitario y con sus propias energías; no personaliza ese esfuerzo bélico, y procede con el ideal de honrar al atacar. Hay un mérito en este acercamiento a los primeros años y en la capacidad de ver en esas decisiones iniciales el germen de una obra de gran aliento. Nietzsche ejercitó de original manera un pensamiento evolucionista que se nutrió de la historia, la geografía y el saber filológico, y recurrió a estrategias, analogías y perspectivas que las ciencias de la naturaleza abrieron, y por supuesto que con esos conjuntos de ideas coincide aunque también discrepa. Pero el autor de este libro insiste creativamente en la lectura desde conceptos de la física, y un buen ejemplo es el acercamiento a la ciencia de Afrodita, en la cual los recursos son las nociones de fuerza o el acercamiento al oleaje como metáfora duradera del ser.

    En la relación con el evolucionismo Nietzsche no puede sustraerse a las formas de comprensión y al proceder intelectual que actúan en la mentalidad de una época. Su trabajo está relacionado con maneras de plantear los problemas que también encontramos en Marx, Morgan o Darwin. Considerar el ser como organismo que evoluciona, pensar las direcciones o los sentidos de ese movimiento, es significativo para obras muy disímiles. Pero por supuesto que no se trata aquí de un simple remitirlo a ese horizonte de comprensión. Porque lo que es definitivamente diferente, y el profesor Naranjo lo demuestra con prolijidad, es el modo como el filósofo asciende de esa comprensión común a hitos de una experiencia pensante tocada por la visión de lo dionisíaco y expresada como el camino de Zaratustra y la experiencia del eterno retorno.

    En el caso del horizonte que este original pensador inaugura, y que Naranjo capta en este conjunto de ensayos, se trata de un situarse frente a lo animal; en lo animal se percibe siempre esa vibración de la naturaleza y frente a ello se experimenta el juego del pensamiento asumiendo los riesgos: Nosotros hemos trastocado lo aprendido. Nos hemos vuelto más modestos en todo. Al hombre ya no lo derivamos del ‘espíritu’, de la ‘divinidad’, hemos vuelto a colocarlo entre los animales. Él es para nosotros el animal más fuerte, dice en Mas allá del bien y del mal. Se trata de un orden de la mirada según el cual los productos más destacados de la cultura, en este caso la filosofía y también el arte, son el resultado de fuerzas, pulsiones y energías que pugnan en el seno mismo de la vida y de la naturaleza para expresarse en el caso de los dos autores estudiados como combate contra la propia cultura.

    Cuando se propone el diagnóstico sobre el ser humano como inacabado, dolido y afectado se está remitiendo el pensar a una tarea de interrogar ese oscuro animal con el escalpelo de una pregunta informada de nuestra propia historia, animal que parece sin historia, siempre saliendo de su propio abismo, de su inacabamiento, de ser proceso, estado de abierto, infinita posibilidad. Pero no solamente se trata de este tipo de enfoques evolucionista, sino también del explícito recurso al saber histórico, al pensar históricamente el origen del valor y el valor de ese origen. Y ese comienzo se da en el joven profesor Nietzsche de la mano de la filología, y es prolífico y bello ese encuentro entre saberes. De esta manera se da lugar a una consideración en la cual la forma como algo ha tenido lugar es importante. Por ello mismo Dyonisos en todo el libro es un acontecimiento que abre senderos para pensar la moral y asumir la investigación con el escalpelo de una psicología cargada de preguntas e inquietudes por el sentido y su ejercicio, como una contribución a la historia natural de las pasiones y los afectos.

    Explorar esos hilos y muchos otros más es el logro de este conjunto de ensayos denso y pleno de las voces de un pensador sugestivo y un artista anárquico y radical. En este esfuerzo Naranjo asume la tarea de señalar horizontes de relación para lo dionisíaco como un asunto de importancia cultural en general, viéndolo también como un asunto muy personal, tal como en el Ensayo de autocrítica de 1886 al Origen de la tragedia el mismo Nietzsche lo expresa. Eso que se nombra como Dyonisos en la mitología y la cultura griegas parece obedecer a una estrategia más amplia de la especie humana, y el pensador lo capta y lo experimenta y constituye un sólido desarrollo del conocimiento que ya había avanzado Burckhardt y le había proporcionado un horizonte, un motivo crucial, un modo de pensar y un camino posible para la propia experiencia vital. Cuando el 15 de octubre de 1888, al cumplir cuarenta y cuatro años, decide contarse su vida a sí mismo, este núcleo se va a presentar con toda nitidez, y se refiere a ese mismo período cuando surgió el ensayo sobre la tragedia: Este comienzo es extremadamente notable. Yo había descubierto el único símbolo y la única réplica de mi experiencia más íntima que la historia posee, justo por ello había sido el primero en comprender el maravilloso fenómeno de lo dionisíaco, dice en Ecce Homo 69. Y Naranjo logra captar y exponer esa secuencia de intensidades. Nietzsche mismo las describe como un pathos que pertenece a la historia universal, ese mismo que también alcanzó escribiendo sobre el quantum de sí mismo en Wagner, su propia naturaleza: La yuxtaposición de las fuerzas más luminosas y fatales, la voluntad de poder, como jamás hombre alguno la ha poseído, la valentía brutal en lo espiritual, la fuerza ilimitada para aprender, sin que la voluntad de la acción quede oprimida por ello (Ecce Homo 72).

    El horizonte que facilita esta reflexión es el que ha tendido líneas de filiación entre especies diferentes y entre campos de la cultura aparentemente disímiles. Lo que se busca son las líneas de filiación, fraternidad, alianza o enemistad entre los diferentes momentos del espíritu. En particular el nosotros actúa hasta nuestros días como principio de identidad de los conglomerados humanos y debemos entonces recorrer el camino que lleva desde este fundamento de la identidad hasta su utilización como indicador de la mayor diferencia, del encuentro en lo profundo de lo singular; es la imposibilidad de comunidad en la caída, en la desgracia, en el desvarío o en el afrontar lo más difícil. La cualidad de esos que se identifican por la forma no solo de otear sino de ganar el horizonte es la arisitía, la calidad. La acción misma y su valoración están consideradas como cualidad de los mejores, poseen la areté. Y ella se refleja en acciones que parten de un acceso o disponibilidad mayor de energías, de un sentimiento de la propia fuerza, de una intensidad en el paso y en la conciencia del mismo, pues para que haya algo así como arte, para que sea posible la actividad y la contemplación estética de la existencia, es necesaria una condición fisiológica previa: la embriaguez, la cual está vinculada a la fiesta, a la competición y lo agonal, al valor en el combate espiritual por conquistar lo mejor, a la destrucción de lo que limita al ser, a la fuerza que lleva la semilla al cielo, a esa valentía brutal en lo espiritual.

    Esa valentía ruda en la experiencia de la vida y en el llevar el espíritu y el cuerpo hasta el extremo la encuentra Naranjo en Artaud, quien siempre pensó que se puede al final de un viaje creer por un instante que se ha llegado al lugar exacto, pero no es este el espíritu que anima la lúcida sensación de aturdimiento y ausencia desgajada de su vida. La lucidez de Artaud es un punto de sed arenosa y oscuridad pétrea, taladrando un aerolito milenario se busca el fuego central, la luz se inicia como enrojecimiento y termina en incandescencia crepitante. Punto de luz extrema; enceguecimiento por acumulación inusitada de la luz. Ese punto lo experimenta también Artaud como una inmovilidad extrema: Sabéis lo que es la sensibilidad suspendida, esa vitalidad terrorífica y partida en dos, ese punto de cohesión necesaria en la que el ser no se alza más, ese sitio amenazador, ese lugar aterrante. Pero ese punto en su tremulación es el vaho de una respiración cálida que desafía el frío glacial en su combate contra la cultura. Ese es el aire de Sils María. Artaud experimenta esa inmovilidad devastadora en el sentido señalado por el asalto de una implacable imagen en una caída, es el instante quieto del vértigo en el vientre, la respiración suspendida; se da así un equilibrio minucioso entre el frío nocturno y el corazón cruzado por una exaltación extrema. Se está en el ojo calmo del ciclón.

    Desde el teatro y desde la vida las palabras se empiezan a sentir como brasa insostenible que enciende lo que siempre escapa para regresarlo a un hielo de silencio. De ese mutismo abismal podemos levantarnos, nos dice Naranjo siguiendo a Artaud, para seguir por un instante una línea tendida hasta el éxtasis. Ese punto es huidizo y frágil, pero ante todo es un punto que se evoca o quiere propio, a pesar de su movilidad inaudita y retadora. La conciencia de ese punto es ya una salvación imposible pero es experiencia de una herida estelar que no termina. La inspiración pensada así es el terreno y el sentimiento de un alzamiento, de un ascenso a regiones donde los fragmentos se cruzan. La inspiración como es pensada por Artaud está enclavada en este terreno y es un foco de deseada dureza que en él va siempre acompañada de una peligrosa y constante fragilidad; desde esa fragilidad Nietzsche y Artaud encuentran un horizonte común y Naranjo lo presenta en este texto con la minuciosidad y precisión de naturalista consagrado y matemático creativo.

    Nota de presentación

    Se reúnen en este tomo trabajos de Jorge Alberto Naranjo sobre Nietzsche y Artaud, dos cumbres del pensamiento occidental o, mejor, del antipensamiento en la cultura. Para los trabajos sobre Nietzsche, el autor se basó principalmente en la edición de obras completas de Federico Nietzsche en cinco volúmenes, en traducción de Eduardo Ovejero y Maury, Buenos Aires, Editorial Aguilar, 1965-1967. Y la fuente del trabajo de Artaud es la edición Œuvres , París, Gallimard, 2004 (edición establecida, presentada y anotada por Évelyne Grossman). Y las versiones de Artaud citadas en cada trabajo no se pueden precisar ya pues las traducciones empleadas por el autor en su momento son de difícil consecución en el presente.

    Fuentes de los trabajos sobre Nietzsche recogidos:

    La ciencia de Afrodita (La física del círculo vicioso) fue publicado como folleto dentro del Ciclo de ensayistas de la Biblioteca de la Universidad de Antioquia, coordinado por Gustavo Zuluaga El Hamaquero. La conferencia fue leída el jueves 2 de julio de 1981 en la entonces Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, ahora Biblioteca Carlos Gaviria Díaz.

    Una infancia tan difícil salió en la Revista de la Universidad de Medellín, en mayo de 1999, pp. 100-109. Está firmado en 1982.

    El profesor Nietzsche apareció en la Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, n.º 50, primer semestre de 2005, pp. 7-29.

    El éxtasis de Sils María se publicó en la revista Sociología de la Facultad de Sociología de Unaula, n.os 6 y 7, junio de 1984, pp.78-88. Está firmado en abril de 1983 y en marzo de 1984.

    Nietzsche y la escritura hace parte del libro Nietzsche 150 (compilador Jairo Montoya), publicado por la Editorial Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, Santiago de Cali, marzo de 1995, pp. 233-254.

    Fuentes de los trabajos sobre Artaud recogidos:

    El retorno de Dyonisos: meditaciones sobre Artaud apareció en la Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, n.os 2 y 3, mayo-diciembre de 1976, pp. 89-98. Estaba acompañado por reproducciones de obras de Marta Elena Vélez, pertenecientes a la serie Romeo y Julieta.

    El retorno de Dyonisos (continuación) apareció en la Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, n.º 4, abril de 1978, pp. 52-62. Estaba acompañado por ilustraciones de Humberto Pérez.

    El retorno de Dyonisos (continuación) apareció en la Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, n.os 13 y 14, diciembre de 1982, pp. 67-74. Estaba acompañado por ilustraciones griegas tomadas del libro Los griegos en la Antigüedad, de M. I. Finley, publicado por Labor S. A. en Barcelona (1975).

    Cierre del libro:

    Contrapoder apareció en la revista Sociología, n.º 1, octubre de 1978. Estaba acompañado por dibujos y fotografías de Iván López.

    Nicolás Naranjo Boza

    Una infancia tan difícil

    Entre la iglesia y el cementerio

    Nietzsche

    nació en Röcken, una aldea de la Sajonia prusiana no muy distante de Leipzig, el 15 de octubre de 1844. Su padre era el pastor de la aldea, párroco del Concejo de Röcken, oficio para el que fue designado por el rey de Prusia, Federico Guillermo IV. Había sido preceptor de la reina de Hannover, de la gran duquesa Constantina, de la gran duquesa de Oldemburgo, y, lleno de gratitud hacia su rey y benefactor, bautizó Federico Guillermo a su primogénito. La casa natal y los pocos años que vivió en Röcken siempre fueron cálidamente recordados por Nietzsche. En un esbozo autobiográfico escrito a los quince años nos describe así el paisaje de Röcken y la casa del pastor: Sobre el camino que de Weissenfels, pasando por Lützen, conduce a Leipzig, se extiende la aldea de Röcken. La circundan unos cuantos álamos, algunos olmos y un saucedal, de tal modo que, desde la distancia, se descubre entre las verdes colinas tan solo las chimeneas de las casas y el antiguo campanario. En medio de la aldea se ven algunos estanques separados entre sí por delgadas franjas de tierra, y en torno a todo, un fresco verdor y nudosos sauces. La iglesia y la casa del pastor están situadas en terreno un poco más alto; la iglesia toda rodeada de árboles. Inmediatamente se halla el cementerio, lleno de piedras funerarias y de cruces hundidas en la tierra. La casa del pastor disfruta de tres hermosas acacias de largas ramas. Y a los diecinueve años anota en otro esbozo: como planta he nacido cerca del cementerio; como hombre en la casa del pastor.

    En presencia de esos textos el paisaje natal adquiere un encantador sentido alegórico: como si la geografía también quisiera hacer símbolos. Entre la iglesia y el cementerio, entre la Religiosidad y la Disolución: sin duda su vida entera, su pensamiento, podrían leerse íntegros configurados sobre ese paisaje medianero. Me parece que Thomas Mann comprendió perfectamente el sentido de la alegoría: de allí ese retorno de Leverkun a su país natal. Para Nietzsche, ese movimiento de su infancia entre la iglesia y el cementerio será objeto de reflexiones muy insistentes. Y ese dividirse en ortiga-planta del cementerio y hombre-hijo de pastor delatan ya cuán tempranamente comprende que la geografía del suelo natal simboliza, para su existencia, un drama.

    También Emily Brontë nace y vive sus primeros años entre la iglesia y el cementerio. Zalamea mostró, en páginas inolvidables, la profundidad alegórica de ese cosmos infantil, y su presencia inocultable en la geografía y el espacio espiritual de las Cumbres Borrascosas. Entre la iglesia y el cementerio, ¿no es un campo de batalla, no es un niño suspendido entre la Vida y la Muerte? Campo atravesado de sombras y de cánticos, de ayes y de aleluyas, de dispersión y reunión, de olvido y esperanza. Día a día, sentirse en la contigüidad del cielo y del infierno. ¡Y con qué intensidad se vive allí el combate con las fuerzas del Mal! He aquí una geografía natal apta para formar psicólogos. Los niños viven allí rodeados por una atmósfera de rigor, de extrema vigilancia sobre su comportamiento. El sentido moral de cada acto adquiere un valor altísimo. La conciencia de sí se acentúa con el ejercicio constante en la introspección. En la casa del pastor, la ceremonia y el rito se observan por el reverso. Y la vida del padre es un ejemplo continuo de agenciamiento de las fuerzas del espíritu, un constante magisterio. ¿No será natural entonces considerar a la psicología como obra de sacerdotes? Por lo menos en lo que se refiere a Nietzsche, lo sabía desde niño…

    Y la familiaridad con la Muerte: ese creer, como hijo de pastor, en la Vida más allá de la Muerte, ¿acaso no confiere por lo mismo vida a los muertos del cementerio, quienes duermen ahí, nada más al otro lado de la ventana? Los niños Brontë debieron vencer, para crecer, miedos sobrehumanos (tanto más cuanto que su madre murió pronto), y varios sucumbieron pronto ante ese asedio de fantasmas. Los que sobrevivieron dieron testimonios conmovedores de su guerra infantil. La más lúcida, Emily, jamás pudo sentir concluido el drama. A mí no me cabe duda de que la mató Heathcliff, ese fantasma que no pudo encontrar reposo en su tumba en las Cumbres Borrascosas; la mató el Dolor, la inmensidad del Mal que conoció en su plena fisonomía espiritual en la casa del pastor: agotadas las fuerzas en ese combate, uno de los más titánicos que haya sobrellevado nadie, Emily Brontë se volvió una sombra, naufragó en la sombra.

    Miedo ante la Muerte, cercanía de los muertos. Pero también aprendizaje de su presencia tácita, cotidiana. De donde sin duda la necesidad de la fe, la exigencia de ser bueno, de aprender a conjurar a los muertos. En la casa del pastor los remordimientos se curan por el lado de la iglesia y se exacerban por el lado del cementerio (pero es un solo lado…). A tanto miedo, tanta fe. Pero es tan difícil que un niño no sienta miedo, miedos inocentes, sobresaltos, en su encuentro con la naturaleza de las cosas cotidianas… Y en la casa del pastor todo ello impulsa aún más hacia la fe, hacia una confianza total en la fuerza del Bien, e incluso a una entrega total al Bien. Yo veo en estas razones motivos poderosos para disponerse a los arrobos y los éxtasis: entre la iglesia y el cementerio, aquellos son para el niño la justa compensación por las pesadillas que llegan por la ventana de los muertos.

    Aunemos a esto lo que podemos considerar genérico en la familia luterana: lectura y meditación de la Biblia, cultivo de la poesía, la música y el canto. Thomas Mann escribió a este respecto

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