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Diccionario del universo fantástico
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Libro electrónico161 páginas2 horas

Diccionario del universo fantástico

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Algunas leyendas medievales centroeuropeas explican que un mortal puede espiar a las hadas cuando se reúnen para danzar en corro ciertas noches en lugares alejados de lo que llamamos civilización…, a condición de no dejarse ver. Si ellas advierten su presencia, le invitarán a unirse al baile, no podrá negarse y tendrá que acompañarlas hasta la muerte. Lo mismo sucede con algunos seres feéricos irlandeses, muy hospitalarios, a los que les gusta invitar a fiestas a los humanos en sus hogares bajo tierra. Fiestas de las que cualquier incauto que asista no saldrá jamás o, si lo hace, será varios siglos más tarde. En Galicia, la Santa Compaña también tiene costumbre de reclutar a los mortales tan imprudentes como para no escapar de su presencia o al menos protegerse adecuadamente.
Sí, el universo fantástico existe, en algún lugar muy cerca y a la vez muy lejos de nuestro gris y rutinario día a día. Allí hay tierras maravillosas, seres extravagantes, monstruos aterradores y héroes dignos de tal nombre. Este diccionario es una guía para no perderse en ese mundo. Publicado originalmente en 2003 y agotado desde hace años, se materializa de nuevo, corregido y ampliado, gracias a Kokapeli Ediciones.
Pedro Pablo G. May, veterano periodista y escritor, trabaja en los diversos formatos del departamento de EFEverde/EFEfuturo, encargado de la información medioambiental, científica y tecnológica de la Agencia EFE. Es autor de una quincena de ensayos y de media docena de novelas, la mayor parte de ellas de corte fantástico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 oct 2017
ISBN9788494782008
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    Diccionario del universo fantástico - Pedro Pablo García May

    Pedro Pablo G. May

    Diccionario

    del universo

    fantástico

    Brújula para orientarse

    en el mundo de lo imaginado

    PRÓLOGO

    Tim Burton. Big Fish

    No se me ovida la cara que se le queda al hijo cuando ve llegar a los personajes fantásticos. La historia no habla de eso, ya lo sabemos, es una metáfora de la comprensión entre padres e hijos, etc., pero creo que va más allá del puro simbolismo

    Este diccionario está corregido y aumentado

    INTRODUCCIÓN

    Este no es un diccionario sobre seres y objetos irreales sino sobre seres y objetos fantásticos, que no es lo mismo. El mundo de la Fantasía tiene su propia existencia, aunque se halle muy lejos del de la racionalidad, y mantiene una lógica interna gracias a una serie de reglas que, una vez establecidas, no se violan por mucho que lo que en él suceda nos pueda parecer en principio chocante o imposible si lo comparamos con el llamado mundo real.

    Se objetará que, en todo caso, las criaturas fantásticas no tienen existencia verídica más allá de los cuentos para niños. Pues..., quizá sí o quizá no. En el fondo, se trata de una mera cuestión educativa. Es muy probable que no veamos gentes de tres metros andando por la calle solo porque nuestra educación nos ha metido en la cabeza desde muy pequeños que es imposible que existan gentes de tres metros caminando tan tranquilos por ahí. No se trata ahora de recordar que la arqueología ha desenterrado esqueletos de auténticos gigantes en varios lugares del mundo o que en realidad existen personas que por alguna anomalía genética exceden en mucho la talla normal, aunque su caso ciertamente no sea muy habitual.

    Un artículo de investigación publicado por la revista Nature ya en el año 2000 demostraba que la vista humana sufre, entre otras, una ilusión óptica de especial importancia para lo que nos interesa. El trabajo, elaborado por un equipo de investigadores del Instituto Weizman de Israel, explica por qué en ocasiones el cerebro se niega a ver lo que el ojo sí capta y le transmite. Según los científicos, al cerebro llegan constantemente numerosas interpretaciones de la realidad que nos circunda pero no puede dar vía libre a todas; debe decidirse solo por una de ellas si no quiere colapsar y caer en la esquizofrenia o en problemas aún mayores ante las dificultades para compatibilizarlas. Así que, nuestro órgano pensante escoge una interpretación de la realidad y a continuación «borra» u «olvida» las informaciones que puedan reforzar otras formas de realidad que ya ha rechazado. Los investigadores pensaban poder emplear sus conclusiones para tratar a enfermos mentales que viven a menudo en su propio mundo pero, desde un punto de vista técnico, el estudio muestra que su realidad no tiene por qué ser considerada inferior a la de la gente «normal».

    Pongamos por caso que desde muy pequeños nos hubieran acostumbrado a fijarnos de manera obsesiva en los insectos. De mayores, viviríamos pendientes de no pisar una hormiga, o de contemplar con detenimiento las evoluciones de una abeja, en lugar de reconocer al vecino con el que nos cruzamos en la escalera de casa o de admirar las fachadas de los edificios singulares de nuestra ciudad. De hecho, las creencias del Jainismo, religión oriental, prohíben estrictamente hacer daño a ningún ser vivo de la Creación, por diminuto que sea, motivo por el cual no es raro ver a sus seguidores barriendo con una escoba el camino que recorren cada día para no pisar sin querer la más minúscula de las pulgas.

    Una prueba fácil: ¿cuánto tiempo hace que no vemos a un pelirrojo? ¿Años? Demos un paseo consciente por la calle, en total estado de alerta, pensando en ver pelirrojos y nos asombraremos de la cantidad de personas con esta característica con las que nos encontraremos en poco tiempo. ¿Arte de magia? No, es un simple problema de atención, de ir por la vida con los ojos, pero también con la mente, abiertos.

    Con los personajes fantásticos sucede exactamente lo mismo. No los vemos simplemente porque hemos aprendido a no verlos, pero eso no quiere decir que no existan. ¿Por qué un niño pequeño juega con «amigos invisibles»? ¿Por qué un gato eriza su pelo repentinamente y se pone a la defensiva en una habitación en apariencia inocente? ¿Por qué a veces alguien musita nuestro nombre a nuestras espaldas y cuando nos damos la vuelta no hay nadie –no vemos a nadie- ahí?

    «Fotografiando hadas», una deliciosa película rodada en los años noventa y basada en el caso de las niñas británicas que a principios del siglo XX dijeron haber obtenido imágenes de estos seres -y cuyo caso interesó al mismo Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes-, apunta una posible solución, por desgracia de momento indemostrable, pero no por ello poco plausible. Según el guión de esta obra, los cuerpos de las hadas, como los de otras criaturas fantásticas, vibran a tanta velocidad que resultan invisibles para nosotros, por lo que la única manera de observarlas e interactuar con ellas consiste en alterar nuestra percepción corriente del espacio-tiempo. En el largometraje, esto se consigue ingiriendo el jugo de unas bayas silvestres que conducen al humano que lo consume a un estado diferente de conciencia en el que sí puede descubrir y observar a estos seres...

    La física moderna se ha planteado algunas ideas que hasta el momento parecían patrimonio exclusivo del género fantástico. Por ejemplo, son cada vez más los científicos que admiten la posibilidad real de coexistencia de varios universos al mismo tiempo, lo que se conoce como universos paralelos, en diferentes niveles de vibración. Según este principio, para las hadas nosotros seríamos criaturas lentas, quizá de manera muy similar a como las plantas lo son para nosotros. Pensemos en la clásica secuencia fotográfica acelerada del florecimiento de una rosa. Aunque contemplando las imágenes una detrás de otra se aprecia a la perfección el movimiento de los pétalos en cuestión de segundos, el proceso en tiempo real es excesivo para que seamos capaces de percibirlo mientras se está produciendo. Es un caso parecido al de las manecillas del reloj, que sabemos se mueven, pero de forma tan lenta que es muy difícil advertir el instante exacto en el que el minutero pasa de un número al siguiente. Así pues, las plantas están vivas y en acción, pero a una velocidad demasiado reducida para nuestra percepción habitual. A la contra, ellas son incapaces de apreciar nuestros movimientos, aunque puedan sentir el efecto de los mismos, debido a que nos movemos mucho más rápidamente que ellas. Numerosos experimentos han demostrado que los vegetales son capaces de sentir diversos estados de ánimo según se les trate con cariño o con indiferencia, según se les ofrezca música clásica o rock duro, según se las cuide o se las maltrate. Es muy probable que un hada nos pudiera describir como seres grandullones, torpes, gruñones y exasperantemente lentos. Quizás hasta nos confundan con trolls.

    La conclusión más importante de todo esto es que, si queremos acceder a los nuevos y fascinantes universos que bullen a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta, debemos abrir nuestras mentes de igual forma que los niños lo hacen con las suyas. Ellos están abiertos a la experimentación y el aprendizaje constantes, no les asusta cualquier imposibilidad teórica porque aún no están tan contaminados por prejuicios e hipótesis como los adultos: esos perfectos esclavos del modelo consensuado de realidad.

    Eso sí, hay que tener cuidado si pretendemos acceder a un mundo fantástico de cierta calidad. Desde un punto de vista filosófico, existen muchos más de los que en un principio cabría imaginar. Exactamente, tantos como personas hay en el planeta, puesto que cada uno de nosotros vive diariamente instalado en su propio universo de fantasías bastante más tiempo que en la realidad pura y dura, aunque no se percate de ello.

    Lo triste es que la mayor parte de esos mundos individuales son bastante sosos y, en general, poco originales. Suelen girar en torno a expresiones como «Qué pasaría si...», «Ojalá pudiera...», «Mira que si resulta que...» y en ellos reflejamos nuestras vulgares fantasías sobre cómo gastaríamos el dinero si fuéramos millonarios, cómo nos vengaríamos si pudiéramos del indeseable jefe que tanto nos ha hecho sufrir, o a dónde iríamos a disfrutar nuestra conquista amorosa si consiguiéramos por fin ligarnos a esa persona en este momento inalcanzable. Cosas simples, monótonas: vendas en los ojos que nos impiden avanzar y no permiten la realización de nuestros deseos. Muy alejadas en todo caso de los maravillosos y complejos mundos de la fantasía más hermosa, a la que algunos privilegiados tuvieron acceso en algún momento a lo largo de sus vidas y que luego supieron legarnos en páginas emocionantes que nos permiten disfrutar de otras realidades. Aquellos viajes fueron posibles gracias al portentoso y a la vez peligroso instrumento –para muchos ignorantes, un mero juguete- que alberga nuestro cerebro y que conocemos como imaginación. Por algo en América la conocen como «la loca de la casa».

    Nuestro diccionario se fijará, como es lógico, en este último tipo de fantasía. La selección de entradas ha resultado complicada porque dentro del género fantástico se puede incluir casi cualquier cosa ya que casi cualquier cosa es susceptible de estar influida por ello. ¿Un bebé es algo fantástico? En un primer momento, podemos pensar que tan solo para sus padres o para las personas que adoran a los bebés –sobre todo cuando no están berreando o molestos por algo- pero, ¿acaso no existe un importante corpus de leyendas populares que nos habla de los bebés robados, bien por su destino como héroes o como reyes, bien porque resultan ser víctimas de seres del Otro Mundo que dejan a cambio en sus cunas a sus propios descendientes, mucho más endebles, feos y frágiles? Por ello, en el diccionario aparecen algunos objetos y conceptos en apariencia normales pero en la práctica muy vinculados a las tradiciones fantásticas y mágicas.

    Otra duda se refería a todo lo relacionado con la ciencia ficción: ¿debíamos incluir términos como robot, clon o marciano, tan utilizados en la literatura de este tipo, considerada desde su aparición como una ramificación de la fantasía? Tal vez sí, si esta obra se hubiera publicado hace cien años, pero en este caso parece que los hechos han sucedido al revés: en lugar de perder, por así decir, corporeidad real cada día que pasa, este tipo de conceptos, antaño extraordinarios, la adquieren hoy a marchas forzadas. Un robot es una realidad cotidiana en el mundo actual y, en ciertos casos como los de las cadenas industriales más avanzadas, un requisito indispensable para el buen funcionamiento de las mismas. Un clon también, los recientes experimentos en el campo de la genética han dejado obsoleto el dilema «¿es posible?» y lo han sustituido por «¿cuánto cuesta?», saltándose de paso otro tan importante como «¿es moral?». En cuanto al marciano, en el momento de publicar este diccionario no sabemos lo que tardaremos en encontrarnos a uno cara a cara, pero hay datos suficientes para apreciar que el momento se acerca; sin contar el increíble número de personas que en todo el mundo aseguran hoy día mantener contactos extraterrestres o haber sido abducidos por ellos, la ciencia ha detectado ya miles de planetas fuera del Sistema Solar. Al final, hemos optado por relegar todos los términos de la Ciencia Ficción en beneficio tal vez de algún futuro diccionario específicamente relacionado con este asunto.

    Por último, quedaba la duda de incluir términos relativos a culturas desaparecidas, en trance de desaparición, muy minoritarias o de escaso impacto en el común de las gentes. ¿Quién sino un especialista ha oído hablar de los imandwa? Se trata de los fantasmas de determinados héroes tribales negros de la zona de Tanzania que por la noche se dedican a molestar a los vivos, irritados por no poder compartir ya su vida en la Tierra. Aparte de la curiosidad erudita, una entrada dedicada a los imandwa aportaría poco, sobre todo disponiendo de otra más cercana y fácil para nosotros como es la de fantasma.

    Se han fijado siete categorías de entradas:

    1) Lugar (lug.): Por lo general, fuera del alcance del común de los mortales corrientes.

    2) Tiempo (tie.): Momentos del día, del año o de la historia, con marcadas características fantásticas.

    3) Objeto

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