Hacienda San Antonio El Puente Si Las Paredes Hablaran...
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Durante los trabajos de restauracin, el autor fue recogiendo testimonios transmitidos de generacin en generacin por los vecinos del lugar. Adicionalmente, se apoy en algunas investigaciones de fuentes documentales serias, para presentarnos este interesante libro, que nos permite transportarnos a esos maravillosos aos y ser testigos de sus vidas y sus costumbres, en ese Mxico que ya no volver.
Oscar de la Fuente Buenrostro
OSCAR DE LA FUENTE BUENROSTRO El autor, Ingeniero Civil de profesión, ha tenido la suerte de conocer de cerca muchas haciendas y de algunas su interesante historia. Nos entrega ahora este, su cuarto libro al tiempo que está en proceso de restauración de este bello casco, una tarea titánica cuando por desgracia de las circunstancias, se encuentra en un estado ruinoso. El aliciente…volver a verlo como en sus mejores años, seguramente con algún uso diferente pero igualmente bello, funcional y un digno representante de la arquitectura colonial de México.
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Hacienda San Antonio El Puente Si Las Paredes Hablaran... - Oscar de la Fuente Buenrostro
Hacienda San Antonio El Puente si las paredes hablaran…
Oscar de la Fuente Buenrostro
Copyright © 2012, 2014 por Oscar de la Fuente Buenrostro.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2012921344
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-4381-1
Tapa Blanda 978-1-4633-4380-4
Libro Electrónico 978-1-4633-4382-8
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de Revisión: 01/04/2014
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ÍNDICE
PROLOGO
Capitulo I Mi fin de semana
Capitulo II La primera visión
Capitulo III El Hacendado y el Administrador
Capitulo IV El trapiche
Capitulo V Don Guillermo Prieto visita la Hacienda
Capitulo VI ¡El Manantial aún existe!
Capitulo VII En el despacho del Hacendado
Capitulo VIII Una prueba fehaciente: La cigarrera de plata del Señor Hacendado
Capitulo IX Conoce a Don Evaristo Madero en La Wireles Watson
Capitulo X El primer brote Revolucionario En la Hacienda
Capitulo XI La explosión de la Troje
Capitulo XII La Inauguración de la Tienda de Raya
Capitulo XIII La Inscripción de 1797 En El Acueducto
Capitulo XIV La Inauguración de 1901
Capitulo XV Al final… Una sorpresa
PROLOGO
En cada región de nuestro País encontramos diferentes estilos Arquitectónicos de estos bellos Inmuebles, más conocidos como Los cascos
de las Haciendas. Sin duda alguna, todos muy bellos, algunos más modestos que otros, pero no por ello menos interesantes.
En Morelos particularmente, las Haciendas y desde luego sus Cascos, son verdaderamente espectaculares, por su tamaño y también por su robusta construcción, sus arcos característicos con gruesas columnas hechas a base de piedra volcánica labrada y sus arcos de tabique rojo recocido, los enormes muros que formaban su Capilla, las trojes, el trapiche, los talleres y la casa principal, con su elegancia y magnificencia.
En contraste a estas grandes obras, las tierras que poseían no fueron tan extensas como en el norte del país o como en el sureste, donde algunas haciendas poseían más de cien mil hectáreas. En Morelos en cambio, el promedio de tamaño rondaba las ocho mil hectáreas, cultivadas en su gran mayoría de caña de azúcar.
Con la llegada del Porfiriato, la introducción de las maquinas de vapor y en la etapa final del mismo, la energía eléctrica, se elevo la producción, antes artesanal, hasta 4 veces más, por lo que México en ese tiempo exportaba a todo el mundo miles de toneladas de azúcar de gran calidad, habiendo ganado incluso, premios internacionales a finales del siglo XIX.
Así, en el marco de la Hacienda San Antonio El Puente, se desarrolla esta interesante historia, donde un Doctor en Psicología, quien está llevando a cabo sus estudios acerca de un fenómeno paranormal que le permite asomarse a los hechos ocurridos en lugares que tienen fuertes concentraciones de energía vital, decide pasar un fin de semana en el inmueble, convertido en hotel, que fue la antigua Hacienda Azucarera con más de 300 años de historia.
Gracias a las visiones que tiene el Doctor de los hechos ocurridos y que de alguna forma dejaron cantidades importantes de energía residual, tiene la fortuna de ser testigo de sucesos que al resto de los mortales nos toca conocer solamente a través de los libros o de las leyendas que nos llegan de padres a hijos.
Recreándose el Doctor con este don que posee, recorre los rincones del Casco de la Hacienda, descubriendo a cada paso interesantes historias que le permiten asombrosamente observar las costumbres, los hechos, las pasiones y hasta el modo de vestir de aquellos tiempos. Hábilmente logra desencadenar sus visiones a partir de la información que va obteniendo de cada lugar, por parte de diferentes personas que le ayudan sin saberlo, para adentrarse en muchas páginas de la historia, también en diversas épocas.
Para las personas que gustan de la Historia y especialmente del sabor de estas vetustas construcciones, cargadas de historia, de vivencias, de pasiones, de vida y también de muerte, sin duda encontrarán en estos relatos historias que contar y muy seguramente el siguiente paso será planear cuanto antes una visita a esta hermosa Hacienda para constatar de primera mano, la existencia de tantos rincones que ocultan en sus bóvedas, en sus muros y contrafuertes, magnificas leyendas que contar.
CAPITULO I
Mi fin de semana
E l Doctor Filiberto Portillo salió esa tarde del día jueves de su consultorio, un magnífico inmueble por su ubicación extraordinaria
a decir del vendedor que lo convenció de adquirirlo, solo que no pensó que el hecho de estar en el corazón de la Condesa, además de darle cierta reputación, le daría innumerables dolores de cabeza, pues cada vez que llegaba o se disponía a salir de ahí, invariablemente se encontraba con ese espantoso trafico que por un lado le impedía calcular sus tiempos, provocándole llegar tarde a cualquier cita y por otro debido a su impaciente carácter, discusiones, gritos, señas obscenas y no pocas veces conatos de pleitos a puño limpio con los otros conductores, en una ciudad de histéricas víctimas de la modernidad.
Pensó que afortunadamente hoy jueves comenzaba su largo fin de semana, ya que esta vez mezclaba un viaje de trabajo con la encantadora idea de tomarse cuatro días lejos, muy lejos de esta infernal ciudad, cuando menos esta perspectiva le alegró la tarde y le hizo llevaderas las tres horas y media que transcurrieron para llegar a su destino.
Qué curioso, pensó, en el siglo XIX los viajeros se preparaban para ir hasta Cuernavaca, un viaje un tanto pesado por la levantada, pues las diligencias que salían del pueblo de Tlalpan, lo hacían muy temprano (a las 7 de la mañana) pero antes había que trasladarse del domicilio particular al pueblo de Tlalpan, normalmente este domicilio estaba ubicado en lo que ahora denominamos el primer cuadro de la ciudad ó centro histórico (centro histérico a decir de algunos), así que sumémosle otra hora u hora y media para llegar a Tlalpan, punto de partida para el poblado de Cuernavaca, así que había que levantarse a las 4 o 5 de la madrugada.
Después de una larga travesía y algunos sustos, pues el camino pasando el pueblo de tres Marías, tenía unas pronunciadas bajadas con precipicios que debía sortear el experto cochero y cuando en tiempo de lluvias el camino estaba deteriorado y presentaba una superficie totalmente erosionada, con grandes baches, piedras y lodo, empeoraba la situación por no mencionar si acaso se tenían que bajar, enlodándose los pies para darle un empujoncito y desatascar el coche para felizmente proseguir el camino y llegar a Cuernavaca un poco antes del anochecer. En tres Marías la parada era obligatoria para descansar las bestias o bien para cambiar de coche. Las compañías de transporte tenían en los poblados intermedios estaciones para repostar, donde tenían más mulas o caballos y carretas, landó’s, cabriolets y berlinas, así como mozos y carreteros para dar el servicio.
En el primer tercio del siglo XX, tan sólo 50 años después pero varios siglos de diferencia hablando tecnológicamente, los viajeros a bordo de un impecable Cadillac, y aun sin terminar la nueva Autopista a Acapulco, pero ya con una carretera de primer orden (la federal a Cuernavaca), revestida en su totalidad con asfalto en tan solo dos horas estaban en Cuernavaca, contando el tiempo total del viaje, saliendo desde una nueva residencia ubicada en la moderna Colonia Roma. (tomando en cuenta que de ésta se tomaba la calzada de Tlalpan por la actual Av Baja California, prácticamente sin tráfico hasta la carretera)
Pocos años después, digamos en la década de los cincuentas, con la nueva autopista terminada y un poco antes de que la sobrepoblación comenzara a hacer sus estragos (sobrepoblación entendida tanto de personas como de automóviles) en esta gran ciudad, un viajero a bordo de un impecable Ford Mustang saliendo de su residencia ubicada en la nueva colonia de los potentados, el Pedregal de San Ángel, le llevaba tan solo una hora y media o algo menos llegar a su destino en esta todavía encantadora ciudad sin problemas de ninguna índole de las que padecen las grandes ciudades.
Y volviendo a lo curioso del asunto, es que ahora estamos regresando a los tiempos del siglo XIX, esta vez y gracias al día de quincena
y también por la lluvia (aunque a diferencia del siglo XIX, no se estropean los caminos) hizo casi cuatro horas de camino, no cabe duda que el proceso de avance para la humanidad es cíclico, como un péndulo y este ahora va de regreso en cuanto a los tiempos de transporte en las ciudades, cómo no me toco el péndulo cuando iba de ida, pensó el Doctor algo divertido.
Finalmente, bordeando las 8 de la noche se presento en la recepción del hotel donde haría sus investigaciones acerca de los fenómenos paranormales relacionados con las energías que pueden quedar en forma residual en una construcción muy antigua, ya que normalmente en estos lugares han habitado 4 y hasta 5 generaciones por cada siglo, multiplicado por la edad de estos vetustos inmuebles podemos imaginar el transcurrir de entre 15 y 20 generaciones en un periodo de trescientos años, generaciones que vieron pasar además de las normales vivencias y desgracias humanas, un periodo colonial con esclavitud, seguido de la llegada de un Santo Tribunal de la Inquisición, para posteriormente vivir el periodo glorioso de la Independencia de México, cuando fueron expulsados los Españoles devotos de la Corona, cual era el caso de prácticamente todos los Hacendados de la época, a menos que juraran total sumisión a la nueva Republica Mexicana y sometimiento a sus leyes. Nuevamente convulsiones sociales con la guerra de Reforma y para rematar el movimiento Revolucionario, con sus hordas de asesinos, violadores y delincuentes que independientemente de las causas sociales arrasaban con lo que podían a su paso.
Varios años atrás y meramente por accidente, en el convento de Tepoztlán, tuvo la primera visión de este tipo, aunque si la comparaba con las últimas que había experimentado, apenas si pudiera relacionar unas con otras, ya que con el tiempo había podido mejorarlas sustancialmente.
La primera podría ser eso que la gente llama apariciones donde le pareció ver algo como una mujer de tales características por un instante
, o algo como alcance a ver de reojo tal o cual sujeto
o cosas por el estilo. En cambio las últimas eran visiones verdaderamente nítidas y por lapsos de tiempo cada vez mayores, de tal suerte que algunas veces ya no distinguía unas y otras si no fuera por el contexto donde se encontraba y la escenografía y la vestimenta de las personas.
CAPITULO II
La primera visión
S alió de la autopista, siguiendo los señalamientos, se internó en un camino sinuoso bordeando un Río y llegó a una zona residencial, después de algunas vueltas a la derecha e izquierda, supo que ya estaba en la Hacienda al ver una enorme barda de piedra de unos 4 o 5 metros de altura, siguió el contorno hasta que llegó a un letrero que indicaba Bienvenidos
y dos direcciones Recepción
y estacionamiento
, así que se dirigió a la Recepción del Hotel.
A pesar del cansancio por las cuatro horas de viaje, cuando llegó se sintió verdaderamente animado por lo que veía, desde el momento de bajar de su auto, el clima cálido y el canto de las aves con el sonido del agua como fondo, le cambiaron su estado de ánimo. El jardín iluminado con los últimos rayos del sol y una enorme fuente de cantera con la forma de una copa completaban la Bienvenida.
Un BellBoy le ayudó con su maleta y se presentó en la recepción..
- Señorita, buenas noches, tengo una reservación..
- Muy buenas noches ¿es usted el doctor Portillo verdad? ¡Bienvenido! lo estábamos esperando, ojala haya tenido buen viaje, permítame lo registro en un momento…
- Perdone, su nombre es…
- Marisol, ¡para servirle a usted!
Qué suerte he tenido de llegar en esta época del año, pensó, pues ya son las 8 y aun no obscurece, me hubiera perdido el recibimiento que me da este hermoso lugar con sus majestuosos jardines, y esta monumental fuente a la entrada de la Hacienda es simplemente algo inesperado, esto me transporta a otras épocas, precisamente el motivo de mi viaje, transportarme a otras épocas y descubrir el espíritu de aquellos tiempos. Después de registrarse, lo acompañó un Bell Boy por un recorrido breve pero rodeado de exuberantes jardines hasta que llegaron a su cuarto.
Ya solo en su