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Reymunda Chagoyan Y La Sombra De Chonita
Reymunda Chagoyan Y La Sombra De Chonita
Reymunda Chagoyan Y La Sombra De Chonita
Libro electrónico239 páginas4 horas

Reymunda Chagoyan Y La Sombra De Chonita

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Información de este libro electrónico

Reymunda y la Sombra de Chonita, es una historia insertada en
el medio rural del campo mexicano entre los siglos XIX y XX, que
adems trasciende hasta nuestros das, en donde se da cuenta
de la lucha silenciosa, pero llena de voluntad inquebrantable de
la mujer campesina, encarnada en los personajes de esta obra,
que se aferra a sus ideales para ser reconocida y respetada en
medio de las vicisitudes de una sociedad que le niega el valor
que merece como mujer, madre, esposa e hija. Todo esto no trae
el mensaje de que la vida debe ser una lucha constante y con
denuedo por cambiar el porvenir.
Para trato agresivo y despectivo del La historia de Chonita est
arraigada en el campo mexicano, girando
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento26 jul 2011
ISBN9781617644948
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    Reymunda Chagoyan Y La Sombra De Chonita - Amistad Quezada

    Copyright © 2011 por Amistad Quezada.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de los EE. UU.:   2011921234

    ISBN: Tapa Blanda              978-1-6176-4493-1

    ISBN: Libro Electrónico      978-1-6176-4494-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para hacer pedidos de copias adicionales de este libro, por favor contactar con:

    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Para llamadas desde los EE.UU 877.407.45847

    Para llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    308267

    Dedico esta historia a mis hijos Alex, Osberth, Martha, Matiu, Edgar y Nidia, a mi nieta Aime Valentina, a Olga González, al Partido de los Comunistas y a todos mis sobrinos. A Salomé Quezada Rodríguez,

    Espero que en sus páginas encuentren un motivo que les sirva para ser fuertes en momentos difíciles, que se mantengan de pie aunque el vendaval que los azote sea fuerte.

    Soy la sombra de Chonita y quiero que conozcan como se desarrolló la vida de Patricio y de su descendencia.

    Eran los principios del siglo XX en las Villas del Estado de Tamaulipas y había un matrimonio formado por Emeterio Chagollán y Doña Patrocinia, quienes tenían un hijo de diez años.

    Don Emeterio tenía varias Haciendas y varias mujeres, era un hombre que no tenía muchos escrúpulos, consideraba que por ser apuesto y de solvencia económica podía enamorar mujeres sin sentirse comprometido . . . Sin embargo, algo dramático ocurrió por el año 1905 en la hacienda denominada La Boca del Cañón.

    Pero, antes de contar esa historia dramática que altera una serie de vidas y esta novela misma, quiero narrarles como era la Boca del Cañón: lugar hermoso al pie del cerro que le llamaban el Quiote Floreado, contaba con un arroyo que tenía un manantial muy abundante que hasta la fecha es el único lugar de donde pueden los habitantes del lugar abastecerse del vital líquido; era en aquel año un Rancho que tenía una fábrica de vino muy próspera, ahí estaba la casa del hacendado que era de piedra con puertas de mezquite, una bodega donde guardaban quesos, miel de abeja y carne seca.

    Aparte, estaban las casitas de los peones hechas de madera enjarradas con lodo, con el techo de paja, alineadas en calles y en el centro una amplia plazoleta. Hacia atrás de la casa grande estaban los corrales donde ordeñaban las vacas y donde había caballerizas para guardar los caballos, pues don Emeterio era hombre de a caballo.

    Los peones eran los que se encargaban de bajar de los cerros el maguey para la fabricación del vino, otros se ocupaban de capar magueyes que ya estaban desarrollados, al maguey le hacían un corte en el centro quitándole el cojollo, de esta manera al maguey se le desarrolla la raíz formando un macrocamote, que medía aproximadamente unos 40 centímetros de diámetro por unos 50 centímetros de alto, ese camote es el que se cose y luego lo muelen y lo convierten en el llamado mezcal que tuvo fama de buen vino, a nivel internacional.

    La Boca del Cañón fue una Hacienda muy próspera, don Emeterio y doña Patrocinia pasaban mucho tiempo ahí, tenían abundantes ganados caprinos y vacunos y en menos cantidad el ganado caballar pero también tenían la fábrica de vino.

    La Boca del Cañón era un lugar hermoso, era un plan a la orilla del cerro, las cercas de los solares eran de piedra acomodada y al igual que los corrales tenían recintos de árboles enormes. El arroyo llamado del álamo por la cantidad de esa especie de árbol que se daba a lo largo del lugar, no es caudaloso, es una corriente de agua mansa que con la luz del sol o de la luna semejaba un hilo de plata que pasaba jugueteando con las piedras haciendo que a lo lejos se escuchara el susurro de su fresca voz, diciéndoles palabras de cariño a las arenas que jamás volvería a ver, acariciando largamente las corolas de las flores y deslizando sus labios sobre las piedras en son de despedida. El aroma embriagador de las jaras hacía que las mujeres de los peones se sintieran menos pobres, pues aquel paisaje les hacía imaginar cosas bellas, por lo menos podían disfrutar de un baño fresco y perfumado para esperar a sus hombres que bajaban del cerro.

    Por las noches el cerro parecía enorme, era como si las casitas se empequeñecieran; cuando la luna llena trepaba en la punta de sus pies se asomaba sobre los picachos del cerro, llenaba todo el lugar de magia, las hojas de los árboles se tornaban plateadas, las sombras de los enormes árboles parecían enigmáticas, los cuernos de las vacas eran plateados, el perfume de las jaras mezclado con las distintas flores silvestres invitaban a no dormir, a quedarse horas aspirando y disfrutando aquel encantador paisaje, se escuchaban los relinchos de los potros buscando a las yeguas, los mugidos de los toros peleando su pareja y los jovencitos, hijos de los peones tejían sueños con hilos plateados, imaginando el momento en que encontrarían el amor, y que cuando eso ocurriera bajo la sombra protectora de los árboles se contarían todas sus ilusiones, pues en esos lugares no hay otras aspiraciones porque no tienen acceso a la escuela ni había empresas donde ellos pudieran trabajar.

    El amanecer tenía un encanto semejante a la noche al aparecer los primeros rayos del sol todo era tocado por un pincel dorado, el mismo suelo era bañado de color oro, el arroyo semejaba un listón de cristal con tintes dorados. Los rayos del sol penetraban dentro de las mullidas ramas de los árboles; los cantos de las calandrias meciéndose en la puerta del nido que es una especie de morral colgante, endulzan el ambiente; los cenzontles y gorriones dejan escapar su amplio repertorio, las mariposas le daban más encanto a ese lugar.

    Aquí vivía la familia de un peón de nombre Eligio Martínez, ésta familia tenía muchos hijos, la más pequeña se llamaba Chonita, todos los descendientes de esta familia trabajaban como peones, otra familia de peones era la familia Lozano, donde una de las hijas se llamaba Josefa y ella estaba al servicio personal de doña Patrocinia, ella se encargaba de arreglar su ropa, de peinarla, de limpiar sus habitaciones pero aparte ella trabajaba haciendo quesos y asaderas, pues ahí se procesaba la leche y Josefa era una de las mejores obreras para hacer quesos y la asadera.

    La asadera que se hace calentando la cuajada que así se le llama a la leche cuando ya se cuajó para convertirla en esos productos tan ricos, se calienta en forma moderada y se le quita el suero que es el líquido que deshecha la cuajada, cuando ya está a punto se extiende sobre una mesa y se hace en forma circular como de un centímetro de grueso y se dobla, se sala y se pone a secar. El queso era de un Kilo molido especial para enchiladas y los hacendados los llevaban a vender a las Villas o a Linares Nuevo León.

    La gastronomía de ese lugar era rica pues hacían pan de huevo con sabor de naranja, gorditas hechas con queso y masa de maíz, también el rico jocoque que se hacía de la última leche que es la más cremosa; se le ordeña a la vaca el exceso de leche y al final se le saca la última leche separándola para el jocoque.

    El plato fuerte era el cabrito asado o en salsa, carne de res fresca o seca como machacado, carne de venado que es deliciosa en tamales o en guiso, carne de puerco para asado, tamales o carnitas.

    Como postre hacían dulce de leche con frijol, de leche con camote o la leche quemada, también los chongos que se hacen con cuajada y huevo con abundante canela o la jericalla esta era la alimentación de los Chagollán; sin olvidar los grepis, unos panecitos para los que se amasa la harina con claras de huevo se extienden muy delgados y se forman moños que se doran y se espolvorean con azúcar y canela.

    Es cierto, soy una sombra pero me fijo en muchas cosas porque paso desapercibida y les voy a contar como era Don Emeterio Chagollán; pero antes quiero explicarles . . . Soy una sombra muy anciana, nací con Chonita en el año de 1891 y continúe viviendo con la familia de Patricio, principalmente al lado de Reymunda; sin embargo, mi relato lo estoy haciendo en el año 1990.

    Emeterio era un hombre agraciado por la naturaleza: de mediana estatura, güero, de ojos claros, barbado, de facciones finas, vestido de coordinados con botas y sombrero de pelo, era de a caballo con una boca sensual, de frente amplia.

    Doña Patrocinia usaba falda a los tobillos, blusa de cuello alto con manga larga, con el cabello recogido en un chongo, de mediana estatura, ojos negros, no era hermosa pero tampoco era fea, era regular.

    Don Emeterio—ya les dije—pasaba mucho tiempo en la Boca del Cañón a veces solo, a veces con la familia. Sin ser viejo era un hombre mayor, en mi calidad de sombra yo le calculo 40 años en aquellos días; pues bien, Emeterio, en el 1904 se fijó en la hija menor de la familia del peón llamado Eligio. Chonita era una niña apenas de 13 años ¿por qué se fijó Don Emeterio Chagollán en ella?, pues porque era un hombre carente de principios, él consideraba que tenía derecho a todo porque era el Don, el hacendado y empezó a cortejar a la jovencita, ¿por qué a ella?; ¿influiría aquel paisaje enigmático? ¡sin duda que sí!

    En aquel lugar no sólo los machos irracionales como los toros y los caballos cortejaban a las hembras, también los hombres ¿pero de verdad serán los seres humanos seres racionales?, yo lo pongo en duda, soy una sombra muy desconfiada y mal pensada. Considero que Emeterio Chagollán por tratarse de que su primogénito se parecía más a la familia materna que a él, quería probar a tener otro hijo que fuera como él, con sus facciones; maquinó, entonces, todo para utilizar a Chonita como una especie de incubadora sin importarle los sentimientos de aquella niña precoz, que sin darse cuenta estaba siendo arrastrada de una forma cruel y despiadada a una realidad frustrante y traumática.

    Emeterio Chagollán tenía demasiada edad y demasiado mundo para que aquella pobre niña se le escapara, fue seducida en aquel lugar que tenía tanto encanto. Chonita cayó en el embrujo del lugar y de la personalidad de un hombre que no era común, el solo tocarlo, debe de haber sido para ella algo enorme, algo extraordinario; y él la debe de haber considerado privilegiada, de tener esa suerte. Emeterio quería tener otro hijo varón que fuera como él y sucedió lo que siempre pasa, Chonita se embarazó y Emeterio se la llevó dándole por hogar la soledad más terrible, alejada de su familia, lejos de todos los que podían hacerla desconfiar; un pastor tenía la vivienda en el cerro en una cueva y ahí fue a vivir. Chonita pasaba allí horas con Emeterio hasta que llegó el día que dio a luz asistida por la esposa del pastor; el niño, a pesar de ser pequeñito, se notaba que era un Chagollán ni pizca del color morenito de la madre.

    El Hacendado estaba feliz, pero jamás perdió el coco, nunca le puso a Chonita ninguna propiedad ni nada importante a su nombre, ni siquiera cosas personales como acostumbraban algunos tipos mujeriegos que les regalan joyas ¡él no!, ¡nada!.

    Chonita era la incubadora y se acabó. Doña Patrocinia estaba enterada, ella sabía pero era la típica mujer del Hacendado de antaño, que si el marido no se separaba de ella todo estaba bien; ella hacía de cuenta que no pasaba nada, consideraba que si ella seguía siendo la esposa entonces ella era la que valía con su título de ama y señora de la hacienda.

    Pasaron uno o dos meses del nacimiento de aquel bebé que el destino marcó, aunque yo no creo en el destino porque las cosas ocurren porque alguien las hace a capricho, como en el caso de Emeterio Chagollán; y otras veces, es por error Lo cierto del caso es que hay hechos que son irreversibles, lo que el señor Chagollán hizo perduraría por toda la vida de aquel niño que fue registrado con el nombre de Patricio Chagoyán Martínez, él no le quitó el apellido de la madre.

    Chonita daba una muestra de amor maternal enorme, desde que supo que estaba embarazada se sentía emocionada, feliz por la suerte de haber concebido un embarazo. Ella pensaba que iba a vivir bajo el amparo de Don Emeterio Chagollán e iban a disfrutar los dos de aquella criatura tan hermosa. Pero el señor Chagollán actuaba como un reptil que se esconde para sorprender a su presa; nada más el sabía lo que intentaba hacer, sin importarle el dolor que le podía provocar a Chonita y a su propio hijo.

    Cuando el niño empezó a crecer el señor Chagollán se mostraba más orgulloso pues el niño tenía todas sus facciones; era hermoso, de cabello ensortijado, ojos amarillos verdosos, ceja bien delineada, güero, nariz recta, boca pequeña; así, un día le pidió a Chonita que le entregara al niño para hacerse cargo de su crianza; según él, Patrocinia era la que debía tener al niño. Chonita le dijo que jamás accedería, él le ofreció a cambio darle una partida de ganado, pero aquella muchachita de cabello largo, delgada y morenita, que parecía insignificante, rechazó la oferta, dijo que a ningún precio se separaría de su hijo.

    Ella fue y es aún en este momento, después de tantos años, una figura maternal grandiosa; no como esas mujeres que tienen a sus hijos y los arrojan a la basura; unas porque no quieren que se sepa que son señoras o madres solteras; otras porque sienten que ese hijo es una carga y tendrán que renunciar a muchas cosas para dedicarle tiempo a la criatura. De esas historias hay miles, les puede más un prejuicio que la vida de una criaturita tan indefensa al nacer. No hay en los seres vivos uno más indefenso que el ser humano; pues todo lo que puede hacer es llorar, si la madre u otra persona no lo amamanta o lo protege del frío o del calor, fácilmente muere; cualquier otro ser vivo, al nacer, ya puede caminar y busca alimentarse.

    Muchas fueron las ocasiones en que Don Emeterio trató de convencer a Chonita de lo bueno que era para el niño que él se lo llevara a Doña Patrocinia porque ella ya estaba de acuerdo en hacerse cargo del pequeño.

    Hasta que por fin se desengañó Don Emeterio de que no habría forma legal de separar a Chonita de su hijo, y empezó a fraguar la forma de arrebatárselo; él acostumbraba a hacer fiestas para vender comida y sin duda bebida también pues no olvidemos que tenía él la Fábrica de vino y programó una fiesta en un rancho cercano y le dijo a Chonita que le ayudara haciéndose cargo de la cocina; y que al niño lo dejara con una mujer que era de la confianza de ellos; entonces, la pobre madre con su ingenuidad de niña accedió. Varias veces le dijo que iba a ir a darle pecho al niño porque ya era la hora y él la convenció de que no fuera, que estaba muy acalorada y que eso le haría daño al niño, que él había ido a verlo y estaba dormido; así Chonita siguió confiada en lo que le decía. Ella jamás imaginó que él le arrebataría a su hijo por la mala; pero ¡nada!, cuál sería su sorpresa que cuando terminó y fue por su hijo ya no estaba, la señora le dijo que el señor Chagollán había mandado a un hombre a caballo para que se llevara el niño a las villas con Doña Patrocinia.

    Chonita se derrumbó, sintió que un aluvión de dolor, de impotencia, de rabia se le venía encima, ¿qué hacer, cómo recuperar a su hijo? Se sentía tan pequeñita, tan desvalida fue con Emeterio, le pidió de favor le regresara al niño que no fuera cruel y él permaneció inconmovible tal y como lo dijimos; él veía a Chonita como una incubadora, no le tenía ni un ápice de afecto, no le importaba su dolor. Él consideraba que Patricio le pertenecía por completo pues era el hacendado, el Don, el dueño de todo y veía a Chonita como un aparato, como una máquina de producir niños pero sin considerarle ningún derecho ni guardarle ninguna consideración.

    Para aquella madre fue peor que un duelo, peor porque sabía que su hijo vivía; pero, ¿en dónde estaba? Para ese tiempo el pequeño Patricio contaba con 8 meses de edad; era el mes de Agosto de 1907.

    Regresó Chonita a la Boca del Cañón; con la muerte en el alma y le pidió a su padre que le ayudara a recuperar al niño; pero no olvidemos que su padre era un peón, con qué fuerza y cómo iba a buscar a su nieto si vivía dentro de la hacienda; le dijo que que no podía hacer nada, que se lo dejara, que él era el patrón.

    Chonita deambulaba por aquel lugar desolado, lleno de impotencia, sus pechos llenos de leche le recordaban que su hijo no había comido. A la edad del pequeño Patricio el niño distingue muy bien que está en manos extrañas; el pequeño al igual que su madre se pasó días llorando y ¿cómo lo trataba doña Patrocinia?, ustedes creen que le tuvo al niño toda la paciencia para soportar que llorara horas enteras. Yo soy una sombra pero me doy cuenta de que el niño debe haber sido maltratado; en esos momentos debe haber sido arrumbado en cualquier rincón hasta que se callara.

    Don Emeterio ya tenía todo preparado, tenía a una mujer que lo amamantara; como cualquier cría animal, como si no existiera la madre; cómo creen que haya llorado cuando una mujer desconocida lo tomaba para amamantarlo; este hecho indudablemente que marcó el subconsciente del pequeño Patricio. Pero al padre lo que le interesaba era la presunción de tenerlo y presumir de que era su hijo.

    ¿Y cómo tomaría Pancho, el mayor, aquel suceso?, pues, él ya tenía 12 años; indudablemente que debe de haber sufrido celos por el desplazamiento que le hacía aquel niño, que era inocente de todo. Este acontecimiento también le dejó una secuela a Pancho, de resentimiento hacia Patricio, quien fue víctima por partida doble. El padre lo rapta y como quien dice lo incrusta en aquel lugar que era el hogar de su primogénito; y allá era rechazado porque nadie lo esperaba ni lo deseaba; sólo actuó el servilismo de Patrocinia que sintiendo odio por aquella criatura lo aceptaba para no perder sus privilegios al lado del Hacendado.

    Chonita se pasaba el día metida en el jacal, atormentándose. Por las noches salía y se sentaba sobre las peñas que había abajo de los árboles, nada más la soledad escuchaba sus sollozos; extendía sus brazos mostrándole a la luna el hueco que había en ellos; estaba ahí el lugar vacío ¿dónde estaba ese hijo? Hablaba con la luna en un monólogo preguntándole ¿por qué le sucedió aquello?, ¿a quién le había hecho mal ella?

    Es mentira lo que dicen, de que a una le suceden cosas malas por lo negativo que haya hecho; lo cierto es que lo bien que te suceda depende de la calidad de las personas con quien te encuentres. Es como la contaminación, si vives en un lugar muy contaminado—o pasas seguido por ahí, indudablemente que te va a ir mal.

    Chonita fue arrastrada por una corriente turbulenta que la atrajo y después la arrojó fuera para que sufriera todo el dolor de lo acontecido. Por las noches no dormía aquella muchachita convertida en mujer a destiempo; aquella niña que al aceptar los requerimientos del señor Chagollán no esperaba nada, ella sabía que ella era la hija de un peón sin derecho a nada.

    Don Eligio se enteró de lo que sucedía pero no decía nada porque no se podía, era el amo . . . Después, Chonita le pidió le ayudara a rescatar a su hijo pero él sumisamente le dijo que le dejara el niño, que nada podían hacer, pues ellos eran pobres, y él era el dueño del

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