Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Operador de Call Center
Operador de Call Center
Operador de Call Center
Libro electrónico230 páginas5 horas

Operador de Call Center

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Henrique P. es otro joven que fue a estudiar a Lisboa y entra en el mundo del trabajo temporario y de los call centers, en el servicio de atención al cliente de una empresa de telecomunicaciones.

Mientras trabaja como operador en la capital portuguesa Henrique se va cruzando con un sinnúmero de personas, desde los intelectuales académicos hasta artistas fallidos o vencidos por la vida de su joven generación.

Por la calles de la capital, comidas extravagantes, noches vacías, horas perdidas en el Bingo, cuartos alquilados y pasiones frustradas el libro acompaña a Henrique en la dura tarea de sobrevivir en una Lisboa pequeña.


 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento5 may 2018
ISBN9781547528424
Operador de Call Center

Relacionado con Operador de Call Center

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Operador de Call Center

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Operador de Call Center - H.M.S. Pereira

    OPERADOR DE CALL CENTER

    H.M.S. PEREIRA

    Esta  es una obra de ficción. Cualquier semejanza entre los personajes retratados en ella y personas vivas o muertas es mera coincidencia. Lo mismo se aplica a empresas e instituciones, etc.

    A Buk, claro.

    El trabajo es el mal del mundo

    Frase escrita en una calle de Lisboa

    1

    Empecé aquella mañana con un gran desayuno que tomé en un café cerca de allí. Era el primer día de formación y entré en el edificio, en Chelas, pesado. Entré y vi la máquina de café, de esas que vemos en todos los edificios de todas las empresas. Metí los 25 céntimos y esperé el café. La gente empezó a llegar. Algunos serían mis colegas de formación, otros, mis futuros colegas de trabajo. Ninguno sería mucho más que eso.

    Todo había empezado con un SMS que había recibido de la Empresa de Trabajo Temporario en que me había inscrito – Jobs 4 Us. El mensaje decía algo del tipo: Reclutamos Operador de Call Center para Atención Inbound al servicio de Luso-Cabo. Posibilidad de horario part-time/full-time con remuneración acorde a las funciones. Contacte a Susana X al número Y.

    En ese momento estaba en la mierda: sin empleo, sin estudios, sin dinero y sin perspectivas de futuro. Respondí el mensaje. Pocos días después allí estaba, listo para 2 semanas de formación, de 11 de la mañana a 6 de la tarde.

    Dije unos holas pero básicamente me alejé de todo el mundo. No me gustaban las personas. No tenía nada que decirles y la mayoría de las veces me aburría lo que salía de sus bocas. Bebí el café y saqué un cigarrillo para matar unos minutos más. Parecían todos entusiasmados y especulaban sobre cuáles serían nuestras funciones y cuánto dinero íbamos a ganar. De inmediato empecé a reparar en las tías, intentado darme cuenta de cual de ellas tendría las mejores tetas, las mejores piernas y el mejor culo. Mientras tanto llegó Zulmira B, que miró al grupete y se presentó como nuestra formadora. Ya había conocido a Zulmira B en una prueba grupal que había hecho hacía 2 días y que había consistido en hacer las presentaciones de costumbre y leer un fragmento de un artículo. Dije mi nombre, edad, demostré total disponibilidad de horarios y leí bien el fragmento. Horas más tarde, recibí una llamada de Susana X para informarme del lugar y hora para empezar la formación. Todo en un lapso de 3 días.

    Entramos a la sala y Zulmira empezó a hablar sobre cual sería nuestra función y cómo serían las 2 semanas de formación. Enseguida me di cuenta que iban a ser 2 semanas de tedio. Por las caras creo que los demás también se dieron cuenta.

    Al fin de la tarde, cogí el autobús para Benfica, donde vivía con mi madre. Llegué a casa y ella me preguntó cómo había sido mi primer día. Simplemente le dije que había ido bien. Respuestas cortas para evitar conversación y poder encerrarme en mi cuarto lo más de prisa posible. Y así fue. Esa noche, como tantas otras, salí del cuarto solo para cenar.

    En ese período, no sé porqué, mi madre siempre me esperaba en casa. Ella trabajaba en las afueras de Lisboa pero nunca supe con seguridad dónde ni en qué. Nunca se lo pregunté directamente y ella nunca se tomó el trabajo de decírmelo. Tenía poco más de 50 años, creo. Había dejado de estudiar demasiado temprano y había empezado a mover la cintura demasiado temprano. Parecía que su cerebro solo era racional en la época de saldos y no conseguíamos intercambiar palabras por más de 15 minutos sin discutir. No se la podía contradecir y debía ser por todas las idioteces que salían de su boca. Después ponía cara larga sin hablar durante unos días, como un niño. Yo contaba los días para salir de allí. Tenía comida y ropa lavada y planchada y un techo, pero nada de eso compensaba la falta de paz que era vivir con ella.

    En aquella altura, mi madre y yo teníamos grandes discusiones sobre mi futuro y sobre lo que estaba haciendo con mi vida, como ella siempre decía. La saludaba por la mañana (antes de sentarme a almorzar) y ella empezaba:

    - ¡Ay, Henrique, mira esos pantalones! ¡¿Y esa camisa?! Parece un trapo... ¡Hasta que me da vergüenza que andes así por la calle!... ¿No te lavé eso la semana pasada?

    - Buen día, mamá. ¿Qué hay para almorzar?- le preguntaba.

    - ¿Solo te sirvo para eso, verdad? ¡Pa lavarte la ropa, limpiar tu cuarto y hacer la comida! ¡Hacer algo de tu vida, no lo haces! ¡Darle una alegría a tu madre, no se la das! ¡Mírate! ¡Pareces un pordiosero! Ya tienes veintitantos años Henrique... Ya eres un hombrecito... - continuaba ella, queriendo empezar la discusión de la semana.

    Parecía tener tanta autoridad cuando hablaba de la vida. Como si ella también no hubiera andado sin rumbo... Me culpaba por haber abandonado dos cursos, por no tener empleo, por no tener gusto y andar mal vestido, porque estuviéramos viviendo en Benfica, porque ella tenía que pagar el agua, la luz y el gas (como todo el mundo), porque no tuviera dinero, por estar enferma, por tener que pagar los viajes desde donde fuera que trabajara hasta Lisboa solo para que yo ande paseando todo el día y muchas paranoias más que traía como tema de discusión en las comidas. Yo me encerraba en el cuarto la mayor cantidad de horas posibles. Ella se quedaba en la cocina o en el cuarto viendo la tele. Esto cuando no estaba en la calle recorriendo tiendas de ropa en algún centro comercial o arreglándose el pelo.

    2

    Los días de formación rápidamente se volvieron una rutina. Zulmira B escupía las palabras del Power Point mientras todos contaban los minutos para la hora del almuerzo o para las 18:00 hs.

    Empezamos a ir a almorzar a la cantina de la Facultad de Ingeniería, que estaba justo enfrente al edificio. Se comía bien allí. Buena comida por solo € 1.90 y como no era necesario mostrar un carné de estudiante, casi todos pasaron a ir a almorzar allí. Algunas veces hasta Zulmira B.

    Como siempre, eran las comidas el punto álgido de mi día. Adoraba comer y era un chico rellenito. Devoraba todo desde que era niño. Todo lo que fuese carne. Nada de chocolates u otras golosinas. Pero carne, Oh, carne...La comida era la única fuente fiel de placer, raramente me desilusionaba. Y cuando me desilusionaba era fácilmente compensada con más comida.

    Empecé a darme con algunos chicos pero solo lo suficiente para parecer integrado. La verdad, no estaba interesado en conocer a nadie...

    -¿Eh, entonces? - me preguntaba uno de ellos - ¿Qué haces fuera de aquí tío?

    -Nada. Solo busco trabajo. ¿Existe alguna cosa más para hacer?

    -¿No estudias tío?

    -Ya estudié. Me cansé. Me robaba demasiado tiempo. Prefiero pasarlo comiendo- respondía.

    -¡Oh! Ja, ja, ja...

    E inmediatamente se ponían a hablar del curso y de lo que iban a hacer con él y de donde habían trabajado... Todos igualitos, uno tras otro. Todos con sus pequeñas aspiraciones. Las personas eran agotadoras de tan parecidas que eran. A veces era yo, estúpido de mí, que preguntaba... Por lo menos servía para pasar el tiempo hasta tener que volver a la sala con Zulmira...

    Las 2 semanas pasaron y con una u otra desistencia, hicimos el examen de la Luso-Cabo, la prueba final que nos  transformaría en Operadores de Línea de Activación de Luso-Cabo. Nuestra función sería atender a las personas que habían adquirido una Cablebox (aparato que digitaliza y descodifica la señal de los canales) o un Modem para acceder a Internet. Estos aparatos se compraban como kits en tiendas y traían en las cajas un número para el cual llamar para pedir la activación. Era ahí que entrábamos: Buenas noches, está hablando con Henrique Pissada de Luso-Cabo, ¿En qué puedo serle útil? Entonces, ¿desea activar su Módem? Muy bien, aguarde un momento por favor... Era para esta mierda que habíamos sido reclutados. Pero era una mierda que era necesaria hacer.

    Pasé el examen. Al menos eso. Al menos para esto tenía calificaciones. No estaba del todo seguro pero si el examen así lo decía... Zulmira B se puso contenta, como una mamá orgullosa de sus hijitos. Ahora yo era Henrique Pissada, un colaborador de Luso-Cabo.

    3

    Ni bien supe que había pasado el examen y que en realidad me quedaría a trabajar, traté de conseguir piso. Estábamos a fines de noviembre de un año que había sido pésimo. Todavía tenía algún dinero que sobró de la indemnización que había recibido de mi último empleo como colaborador de un club de vídeo. Ese dinero sería suficiente para pagar el primer mes de alquiler y la mudanza. No quería la ayuda de mis papis.

    Busqué anuncios en periódicos y en Internet. Por fin encontré el anuncio de un cuarto allí mismo en Benfica, por € 180. No iba a ganar mucho dinero en la Luso-Cabo. Trabajaría part-time de las 20 a las 24 hs. Pero con una mesada que todavía conseguía sacarle a mi viejo y con algún dinero extra de una abuela o tía que me importaban muy poco, tal vez conseguiría llegar a unos € 500 mensuales. Sería suficiente para sobrevivir. Por lo menos era lo que pensaba en esa altura. Pero terminaría más tarde teniendo que aumentar mi carga horaria en el empleo...

    Mamá desconfiaba. No entendía bien qué tipo de empleo era aquel y no sabía como iba a vivir solito con ese dinero. Me acusaba de solo querer andar todo el día vagabundeando por Lisboa para después trabajar solo unas horitas a la noche. Tenía razón. Me conocía bien, la neurótica. De hecho no quería trabajar. Ya había trabajado durante casi un año y medio y lo había odiado. Me había parecido un desperdicio de tiempo todas aquellas horas que había pasado dentro del mismo espacio haciendo siempre lo mismo durante días y días. Este es, básicamente, el resumen de la mayor parte de los empleos. Y yo lo sabía. Infelizmente mis papis no estaban para mantenerme. Solo me quedaba el trabajo. La verdad no tenía idea de lo que quería hacer ni siquiera si sabía hacer alguna cosa. Sabía lo siguiente: no quería vivir debajo del mismo techo que ellos. Quería estar solo.

    Fui a ver la casa que iba a compartir. 4 cuartos, 4 tíos, 1 alquiler. El espacio me pareció bien y pensé que tendría la privacidad que deseaba. Mi cuarto era el único libre. El peor de los 4. Era prácticamente una despensa anexada a la cocina. La ventana que tenía daba para el cerramiento de la cocina, no para la calle... El cuarto no tenía muebles. Por lo tanto tendría que conseguir  un transporte para los muebles que tenía en casa de mi madre.

    Mientras tanto, también ella se preparaba para mudarse. Para dónde, no lo sé muy bien. Aparentemente para la ciudad donde trabajaba. Cuál era, nunca lo llegué a saber... Que se fuera. Hablaríamos por teléfono. Por teléfono siempre nos dimos bien.

    4

    Empezaba a sentirme bien. Con la esperanza de una vida nueva. Entre paredes más apretadas, era un hecho, pero con esperanza.

    En el trabajo las cosas iban bien. Después de unos días solo viendo como trabajaban los colegas que ya estaban en la Línea, empezamos a atender solos. El edificio donde trabajábamos estaba en Saldanha. En la sala había mucha gente atendiendo. Oíamos el bullicio de oficina que vemos en las pelis y en la tele: gente que entraba, salía, se levantaba, pedía apoyo, pedían para salir... Todos parecían querer alguna cosa y tener alguna cosa para hacer. Pero después de las 20 hs, en mi horario de trabajo, las cosas se calmaban. Hasta que me sorprendí porque las primeras semanas haciendo aquellas 4 horas a la noche, aquel parecía ser el trabajo más fácil del mundo. Casi no había llamadas para atender y había mucho tiempo sin nada para hacer. Ideal. Empecé a llevar unas novelas para leer. La mayoría de las personas que trabajaban allí eran estudiantes y por eso llevaban trabajos de la facultad o de la escuela. Como había dejado de estudiar hacía ya un tiempo, leer novelas era todo lo que me quedaba.

    En mi nuevo cuarto, dormía hasta las 13/14 hs. A veces me despertaba más temprano y pensaba ¿Qué carajos voy a hacer si me levanto? No tengo un carajo para hacer... Entonces cerraba los ojos otra vez. Volvía a despertarme más tarde e iba a mear y cagar y a bañarme. A veces notaba la presencia de alguno de mis compañeros de piso. Si estaban en la cocina, justo al lado de mi cuarto, esperaba a que se fueran para salir del cuarto. No quería verlos ni hablar con ellos. Los había visto pocas veces desde que me había mudado y no me apetecía verlos muchas más. No quería conocerlos. No me interesaba lo que hacían ni lo que pensaban de la vida y de como ella debería ser. Ya había tenido lo suficiente al lado de mis papás, cuando crecía.

    Cuando me presenté a mis compañeros de casa, les dije que era estudiante, que trabajaba y que en mi tiempo libre hacía cortometrajes en vídeo. Mentí. Mentí para que me dejaran en paz y para que pensaran que estaba todo bien como estaba con ellos. Dos de ellos se habían graduado y trabajaban en sus respectivas áreas y el tercero estaba aún en la facultad. Todos bien con la vida y todos bien insertados en ella.

    Uno de ellos tenía una tía que solía atormentarme durante la tarde. Se llamaba Adriana. A veces me despertaba a las 11 de la mañana con el sonido que ella hacía al secarse el pelo. No nos habíamos visto muchas veces y de esas pocas, había reparado que tenía unas tetas grandes, pelo  rubio y que era bajita. A veces también me despertaba con el sonido de los tacones que usaba y la oía caminar de la cocina al cuarto de baño, del cuarto de baño para la sala, del cuarto para el cuarto de baño, etc... Tenía llave y muchos días llegaba más temprano y se quedaba esperando que llegara su amorcito. De las pocas veces que hablé con ella solo le dije Hola, ¿Todo bien? O Hasta luego. Después de unas semanas ya me la pelaba pensando en ella, en sus tetas y en su pelo rubio secándolo en mi WC.

    En el cuarto tenía tele con canales por cable. Servicio Luso-Cabo, claro. Los otros cuartos no tenían. Era una especie de recompensa por aquel ser el ambiente más de mierda de la casa. Veía muchas veces los documentales de los canales Hombres y Vidas. A veces también veía el Descubrimientos y algún canal de noticias. Pero, por lo general, no me importaba mucho lo que estaba pasando en el mundo. Veía el canal Hombres y entendía toda la mierda que había para entender: siempre fuimos idiotas y continuábamos siéndolo. Me gustaba ver los documentales. De una u otra manera siempre confirmaban mi visión de las cosas.

    5

    Durante los primeros meses todavía pasaba mucho tiempo en la Cinemateca. Aprovechaba las tardes libres e iba a ver una película. En muchas me dormía, por eso, cuando empecé a recibir mi salario pasé a gastar el dinero de dos sesiones en unos tostados magníficos que servían en el bar. En el bar, cuando no estaba comiendo tostados, aprovechaba para leer o simplemente para no hacer nada a no ser fumar y tomar café y mirar unos culos. Pero no me gustaban mucho las tías que frecuentaban la Cinemateca. Ni los tíos. Los observaba y me parecían todos una banda de snobs.

    Empecé a ir a la Cinemateca con menos frecuencia y empecé a quedarme más en casa. Si quería dormir, siempre ahorraba unos euros si dormía en casa. De lo que tuve más pena fue de los tostados. Eran grandísimos, acompañados de ensalada y los servían en un plato. Eran de otro mundo. Verdaderamente cinematográficos.

    Ahora que estaba viviendo sin mis papás, tenía que comprar todo, desde ropa a papel higiénico. Para despachar la cuestión de la ropa, iba a un hipermercado y me probaba un par de pantalones. Si me quedaban bien, compraba dos o tres pares del

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1