Euryale
Por José Caballero
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Los mitos griegos han inspirado a legiones de escritores que han visto en ellos las fuentes inagotables de las leyendas de la Antigüedad que han podido ser transportadas hasta nuestros días gracias a la habilidad de sus plumas.
José Caballero, que ya es conocido por los seguidores de nuestros libros (recuerden su Los últimos días de Vlad el Empalador), se adentra ahora en ese terreno misterioso de los mitos. En este caso, el de las Gorgonas. Narrado con el mismo estilo que el Drácula de Bram Stoker (una sucesión de textos que van desde las cartas a los diarios, desde las noticias en prensa hasta telegramas), el autor nos va presentando un misterio que, aunque parece indescifrable, acaba teniendo una solución. Inicialmente ambientada en Tolo, un pequeño pueblo del Peloponeso, a principios del siglo XX, el autor nos lleva también a Edimburgo y a Londres, donde las pesquisas de los peculiares investigadores irán desgranando poco a poco el enigma que rodea a los personajes, sobre todo a los femeninos, que recorren las páginas de esta novela. Misterio tras misterio, nos encontramos con una expedición de investigación científica montada para solucionar los problemas de un noble británico, que acaba encontrando y solucionando problemas que estaban más allá, no solo de su alcance, sino de sus conocimientos. Una obra de amor y misterio más que recomendable, y muy entretenida… además de estar magníficamente escrita.
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Euryale - José Caballero
¹ , un café compuesto de tres tipos de grano: borbón, martinica y moka.
Pasé el resto de la mañana en la playa, nadando y buceando. Aguas cristalinas. Me sorprendió la cantidad de peces que se movían a mi alrededor, y no solo peces, también vi estrellas de mar, caballitos de mar (solo vi uno, algo insólito, porque suelen ir en pareja), caracolas… Mientras me bañaba no podía evitar mantener mi vista fija en los movimientos de Lady Kalliope. Podía verla a través de los ventanales de uno de los salones de la parte delantera del castillo y por un instante pude sentir su mirada clavada en mí.
Martin y Max volvieron de la oficina de correos un poco más tarde, Max tenía que enviar unos telegramas a su novia y a su amigo de la Cámara de los Lores, y después de una ducha fuimos a almorzar todos juntos. Tras el almuerzo me retiré a dormir mi acostumbrada siesta.
Carta de Lord Maximilian Ravenholm al Doctor Henry Cox:
Tolo, 11 de Agosto de 1900
Querido Henry,
Este pueblo es más pequeño que tu gabinete de consulta. La gente es agradable, no toda, por supuesto, pero sí la mayor parte. El clima es caluroso, increíblemente caluroso. Me han alojado en la parte trasera del castillo, si se le puede llamar castillo a este horrible edificio. Lo único que puedo ver desde mi habitación es una oscura montaña y los establos; lo peor de todo es el zumbido constante de las cigarras, las había sufrido antes, sobre todo en España, pero estas son aún más ruidosas y solo paran de cantar por la noche. ¡Menos mal!
No he podido evitar enviarte un telegrama antes de comer, lo sé, soy un estúpido, pero por favor, no te enfades conmigo. El Capitán Ford me acompañó a la oficina de correos pero me esperó fuera tomándose una cerveza griega en una pequeña cantina en la que, según pude comprobar más tarde, estaba encantado. El Profesor Gropius fue a buscar a alguien que le cortara el pelo y pasó la mañana trabando relación con la gente del poblado y chapoteando en la playa. Pero en realidad, parece estar más interesado en Lady Kalliope, nuestra anfitriona, una joven y bella dama, que en el objeto de nuestra misión. Después de mis problemas
londinenses esto no es algo que me preocupe especialmente, y, a decir verdad, un pequeño flirteo no le vendría nada mal al bueno de Gropius, dada su desgraciada situación familiar.
El almuerzo fue terrible, esta gente tiene buenas materias primas pero no saben cómo cocinarlas. La cerveza me gustó, pero el vino fue simplemente aceptable. Quizás es simplemente que he perdido la capacidad para disfrutar del sabor de los alimentos y las bebidas cuando estoy lejos de ti. No puedo disfrutar de Grecia, no puedo disfrutar de la vida. Solo quiero sentir tus brazos a mi alrededor otra vez.
¡Ojalá esta estúpida aventura hubiera ya terminado y pudiésemos regresar a Inglaterra mañana!
Te quiero Henry, perdóname por el telegrama, espero que nadie lo haya visto. No te preocupes por mí, no soy tan celoso como tú te imaginas. Yo nunca haría nada que pudiese herir a Katherine. Por cierto, dale recuerdos de mi parte. Te echo tanto de menos…
Enteramente tuyo, Max
LA GACETA DE NAUPLIA,
11 de Agosto de 1900.
Extra Especial.
EL HORROR DE ROMVI
OTRO NIÑO AHOGADO
Acabamos de recibir un informe de uno de nuestros corresponsales que se encuentra desde ayer en Tolo, de que un segundo niño, desaparecido hace tres días, fue descubierto al final de la mañana de ayer por un pescador local flotando en el agua cerca de la Isla Romvi. Estaba terriblemente pálido y parcialmente petrificado, según cuenta el pescador que lo encontró, sus ojos tenían la expresión del más absoluto terror. Se trata del segundo niño descubierto en circunstancias similares en poco más de dos semanas. Los vecinos de Tolo están inmersos en un estado de pánico y piden al alcalde de Nauplia la creación de una brigada de voluntarios para ir a la Isla Romvi y dar caza a lo que ellos llaman La Dama Negra de Romvi
. Culpan a esta leyenda local de ser la responsable de estos ahogamientos. La policía de Nauplia ha recibido instrucciones de mantener una estrecha vigilancia sobre los niños que no vayan acompañados por adultos, especialmente los más pequeños.
Diario de Viaje del Profesor Hans Gropius:
Mismo día, 6 p.m.- Lo primero que hice al bajar las escaleras fue buscar a Lady Kalliope. Quería que nos recomendara un sitio para disfrutar de unos buenos mariscos y pescados; no es que haya muchos sitios donde ir, pero siempre conviene saber dónde están los mejores productos.
No pude encontrarla, en cambio encontré a otra mujer pelirroja y pecosa, también joven y bonita, pero muy diferente de Lady Kalliope, y muy por debajo de la misteriosa belleza de ésta. Cojeaba ligeramente y se ayudaba de un elegante bastón. Supongo que no es un miembro de la familia del Castillo. No sé por qué pero me sentí bastante irritado y frustrado por el hecho de no encontrar a Lady Kalliope. Me acerqué a ella y le dije:
- Kalispera
(significa buenas tardes).
- Kalispera
– dijo ella amablemente –. Profesor Hans Gropius, supongo. ¿En qué puedo ayudarle? Soy Miss To-To.
- ¿Miss To-To? Es un nombre muy original. Encantado de conocerla Miss To-To. ¿Puede decirme dónde puedo encontrar a Lady Kalliope?
- ¡Todo el mundo parece estar buscando hoy a Kalliope! – dijo ella con una sonrisa enigmática.
- ¡Ah, sí! Bueno, en realidad no era importante. Solo quería…, no importa, intentaré hablar con ella más tarde, sé que es una mujer muy ocupada. Gracias Miss To-To, hasta luego.
- Mr. Gropius…, - dijo arrastrando las sílabas con coquetería (eso es lo que me pareció) y con esa extraña sonrisa otra vez.
- Sí, Miss To-To.
- ¿Ve aquel gran bote oscuro, en el embarcadero delante del castillo? Ella debe de estar por allí, alrededor del barco. Y…, Mr. Gropius, no suba a bordo si ella no está allí. Kalliope no quiere que nadie suba a bordo sin su permiso. Es muy estricta con eso.
- Gracias otra vez, Miss To-To, lo tendré en cuenta.
Extraña conversación, extraño poblado y extraña gente. Salí y caminé hacia la, una vez más, extraña embarcación. No me pareció tan grande, en realidad debía de medir unos 25 o 30 pies de eslora y estaba pintada de rojo. Tenía a su vez una pequeña barquita de remos amarrada a su costado. Su nombre era Kalliopi
, también el de la barquita, y no Kalliope
como nuestra anfitriona, y cuando me situé justo delante y apliqué mi lupa pude distinguir las huellas de otras letras pintadas con anterioridad y torpemente borradas. Fue como una sacudida, el nombre borrado era EURYALE.
Diario de Viaje del Profesor Hans Gropius:
Mismo día, noche. - ¡Qué noche! ¿Cómo puede este alegre pueblo y su gente estar envuelto en misterios semejantes? He estado leyendo el periódico de Nauplia, el vecindario está traumatizado con ese complicado asunto de los niños ahogados cerca de la Isla Romvi. Yo mismo me encuentro sobreexcitado, tengo que andarme con cuidado con los deliciosos cafés que preparan por aquí, son extremadamente adictivos, pero están tan buenos…
Finalmente encontré a Lady Kalliope, estaba en la parte de atrás del Castillo. Max me dijo que la había visto desde su ventana.
Le di la vuelta al castillo y pude divisar la soberbia caballera rubia de nuestra anfitriona. Estaba absolutamente encantadora, a la luz de la luna su pelo refulgía con intensidad y me sentí como si estuviera contemplando a un ángel. El ángel se acercó a mí y dijo:
- ¡Mr. Gropius! ¡Kalispera! ¿Qué está haciendo por aquí? Si no supiera que es usted un hombre serio pensaría que está espiándome.
- ¡Oh, no, Lady Kalliope, por supuesto que no! - dije un poco turbado – ¡Kalispera! Solo quería preguntarle por algún buen sitio en el poblado para probar algunos de los magníficos pescados de su tierra.
- Sí, claro Mr. Gropius, solo tiene que caminar por la calle principal hasta la posada Epidauros, verá la taberna Mikakis justo enfrente. Le sugiero que vaya allí y pruebe algún pescado y algo de marisco.
- Muchas gracias Lady Kalliope, seguiremos su consejo.- Iba a retirarme pero no podía moverme, estaba como paralizado delante de ella, hipnotizado por sus maravillosos ojos de color castaño.- Lady Kalliope…- Dije venciendo mi timidez.
- Sí, Mr. Gropius.
- Estaríamos encantados si aceptara acompañarnos a cenar.
- ¡Oh, cuánto lo siento Mr. Gropius! Me temo que eso es imposible. Tengo demasiadas cosas de las que ocuparme aquí. Además, nunca salgo cuando cae la noche. ¿Ha oído hablar del karate
, Mr. Gropius? – Dijo cambiando de conversación súbitamente.
- Bueno..., sí, algo de ello sé. - Le mentí sorprendido y sin saber por qué le mentía, pues en realidad no sé prácticamente nada sobre ese deporte, de hecho no sé gran cosa de ningún deporte.
- Qué escuela cree que es mejor, la Higaonna, Goju-Ryu, o la Mabuni, Shito-Ryu?
- Ehhh…, la Capuni, la escuela Chitoriu, sin duda alguna. – Volví a mentirle, y esta vez, por la cara que puso está claro que debí de soltar alguna majadería. ¿Por qué demonios no le dije que no sabía nada de ese dichoso karate
?
- Seguiremos hablando de karate
Mr. Gropius. Puedo sentir que es usted un hombre honrado e inteligente. - Dijo ella poniendo su mano sobre mi pecho, mientras yo trataba de capturar el aroma de su mano y fijar para siempre aquel instante en mi mente y en mi corazón.
- Usted me juzga con demasiada benevolencia, Lady Kalliope, en cualquier caso no creo que yo pudiera practicar ese deporte, fíjese en mis dedos – le dije mostrándole los dedos de mi mano izquierda.
- ¡Oh! ¡Cuánto lo siento! Es artrosis, ¿verdad? Debe de padecer usted grandes dolores. A mi madre también le pasa. ¡Pobre dedo meñique! – Dijo reteniendo en su mano derecha mi retorcido dedo pequeño.
- Sí, es doloroso, pero uno acaba acostumbrándose. – Dije deseando que aquel momento no terminara.
Esta mujer es verdaderamente extraña, ¿a qué habrá venido eso del karate
?, ¿puede una dama ser aficionada a ese deporte en un rincón perdido del Peloponeso? No puedo imaginar cuál puede ser su conexión con la Gorgona Euryale. He vuelto a olvidar preguntarle por la inscripción de la puerta principal. Espero acordarme mañana.
Finalmente cenamos en la taberna Mikakis, la mayor parte de los pescados ya se habían terminado, así que pedimos una especie de anchoas y sardinas, nada realmente especial, pero yo estaba encantado, solo porque era una sugerencia de Lady Kalliope.
Diario del Capitán Martin Ford:
Tolo, 11 de Agosto de 1900.- El comportamiento de Gropius empieza a preocuparme. No habla sobre los objetivos que nos han traído hasta aquí y parece encantado en esta aldea. Si bien nuestros objetivos son bastante ambiguos no estaría de más que Gropius tomara alguna iniciativa. Esta mañana fue al barbero a cortarse el pelo y me sorprendió que me dijera que se lo había cortado una mujer. Hay algo raro aquí, quizá sea la atmósfera, no sé..., para acabar de enredarlo todo está ese asunto de los niños ahogados de Romvi, con leyenda local de fantasmas incluida.
Lord Maximilian está absolutamente insoportable, no le gusta la comida, ni la bebida, ni la gente, ni nada... No sé lo que le pasa, no es justo que se muestre tan intolerante, si estamos aquí es sobre todo para ayudarle. Le acompañé hoy por la mañana a la oficina postal pero no me dejó entrar con él, se las arregló para que me quedara fuera, en un bar tomando una cerveza, bastante buena y refrescante, por cierto. Pero me di cuenta de su maniobra, por alguna razón no quería que le viese enviar los dichosos telegramas. Creo que nuestro joven amigo está sufriendo algún tipo de mal de amores. Conocí a su novia, Hanna Osborne, hace algunos meses, y creo que es una jovencita inteligente y encantadora. Sin embargo nunca habla de ella.
Estamos planeando una excursión a caballo para mañana a Micenas, la antigua capital del reino de Agamenón, el héroe homérico que luchó en la Guerra de Troya liderando a los aqueos. Hablamos sobre ello anoche en la taberna durante la cena. Gropius no estaba muy interesado en Micenas y se pasó toda la cena alabando los pescados, los vinos y solicitando más y más canciones griegas a los músicos y cantantes (gente del poblado que cantaba en una mesa vecina acompañándose de una guitarra y algún otro instrumento que no supe identificar). Esto a pesar de que la taberna no tenía lo que se puede decir una gran variedad de pescados y de que el vino no llegaba ni siquiera a la categoría de aceptable. Pero en fin, Gropius estaba contento y el precio fue razonable. Todo lo contrario de Max, que se pasó la cena con la cara de un pimiento y que no parece ser capaz de disfrutar de nada desde que llegamos a estas tierras.
Carta de Lord Maximilian Ravenholm a Miss Hanna Osborne:
Tolo, 11 de Agosto de 1900
Hola Hanna,
Espero que estés bien y puedas perdonarme por mi repentina salida de Inglaterra. Ya me conoces y creo que podrás comprenderme como siempre lo has hecho. De todas formas, cuando nos veamos te contaré todo con detalle.
Nos encontramos inmersos en una extraña expedición que nuestro común amigo Lowell se ha sacado de la chistera engatusando a la Sociedad Geográfica y, como además puedes suponer, con cargo al erario público. Estamos alojados en un feísimo castillo (lo de castillo es un eufemismo pues no sé cómo llamar a este horrible edificio) en una miserable aldea de pescadores (en realidad no parecen pescar gran cosa). La aldea se llama Tolo, está en una región del Peloponeso llamada Argólida y nuestra residencia es el Castillo Georgidakis. Nuestra anfitriona es una señora bastante atractiva, aunque un poco mayor para mí, debe andar ya por los cuarenta, además es bastante rara, aunque a Gropius parece atraerle mucho, va como un perro faldero detrás de ella. Por alguna razón esta extraña señora me ha asignado la habitación con peores vistas de las tres, en la parte de atrás del edificio. Martin y Gropius me ofrecieron las suyas pero rehusé, quiero que ellos estén lo más cómodo posible, si alguien tiene que sacrificarse en esta expedición merezco ser yo.
Ignoro si a estas alturas la prensa habrá publicado algo sobre nosotros y sobre nuestra insólita expedición, si aún no lo ha hecho lo hará en breve el Times (Sir Ralph Galway, su director, está en el ajo) y algún otro periódico. De buenas a primeras heme aquí convertido en un eminente zoólogo, no te sorprendas demasiado cuando lo leas.
Por ahora no tengo mucho más que contarte, la comida no me gusta demasiado y me aburro un poco, aunque en el poblado hay cierto revuelo por unos niños que han aparecido ahogados y ciertas leyendas fantasmagóricas. Ya te iré contando.
Espero verte pronto querida.
Con cariño, Max
Diario de Lady Kalliope Georgidaki:
11 de Agosto de 1900.- El profesor Hans Gropius y sus dos compañeros están desde ayer en el Castillo. Gropius es un hombre inteligente y atractivo de mediana edad, me gustó desde el primer momento, pero me temo que está haciendo demasiadas preguntas por aquí y podría llegar a tener problemas. No puedo contarle toda nuestra historia, pero si me veo forzada a ello lo haré. No quiero que Hans corra ningún riesgo y él no puede imaginar lo peligroso que este pueblo puede llegar a ser. Lo mejor será que envíe una carta a Kater pidiéndole su consejo.
El Capitán Martin Ford es agradable y apuesto, alto y con apariencia marcial, es el típico oficial británico, honesto y tradicional. El héroe que al final de las novelas rescata a la dama y acaba con los villanos.
Lord Maximilian Ravenholm es un joven aristócrata inglés, bello, esbelto, elegante, con una belleza femenina y seductora, pero también poseído por algo que hace imaginar una cínica corrupción; parece atormentado por algo, siempre a la defensiva e irritable. Al contrario que sus amigos, no parece disfrutar del viaje.
LA GACETA DE NAUPLIA,
12 de Agosto de 1900.
EL HORROR DE ROMVI
EL ALCALDE DICE NO A LAS BRIGADAS
Nuestro corresponsal en Tolo nos ha informado después de una breve conversación en esa aldea con el alcalde de Nauplia, Panagiotis Papadakis, que éste no quiere oír hablar de brigadas, pelotones ni de ningún otro tipo de asociación popular que pretenda ir a linchar fantasmas a la Isla Romvi. Según él, lo más probable es que acabaran apaleando a algún pescador borracho o sufriendo algún accidente. También ha declarado que, en su opinión, y a la espera de las autopsias, los dos niños se han debido ahogar desgraciadamente de forma accidental y no por la mano criminal de esa inexistente criatura llamada La Dama Negra de Romvi
. Todo este asunto es un invento salido de los delirios de algún vagabundo o borracho del poblado
, dijo el alcalde.
Continuaremos prestando toda nuestra atención a este asunto a la espera de los resultados de las autopsias. Hasta que la policía esclarezca la situación les recomendamos que vigilen cuidadosamente a sus niños.
Del diario del Profesor Hans Gropius:
Tolo, 12 de Agosto de 1900.- Hoy he desayunado solo en una terraza del segundo piso de la parte trasera del castillo. Martin y Max partieron temprano esta mañana dirigiendo sus caballos hacia las ruinas de Micenas, tratando de evitar el terrible calor de este increíble sol argólico. Con mi taza de café en la mano (adoro este café), me he extasiado contemplando la belleza de los olivos en la colina de Tolo. Todo está tan lleno de vida… Las ruidosas chicharras con su música constante, siempre la misma, las estridentes voces de la gente del poblado, los limoneros junto a los establos, los peces en sus cristalinas aguas..., Lady Kalliope… Todo este pequeño universo me hace sentir tan vivo…
Pero también pienso en el cielo gris de Edimburgo, con sus interminables amaneceres y sus rápidos anocheceres; y pienso en Matilda, mi pobre esposa, con la mirada perdida para siempre, al igual que su otrora brillante inteligencia. Echo de menos nuestros paseos de antaño por la Royal Mile, cuando se apretaba contra mí, aterida de frío. Y sobre todo pienso en Victor, mi querido muchacho.
Después del desayuno me vi envuelto en un pequeño incidente cuando bajaba las escaleras; oí la voz de una niña pequeña tras una puerta del rellano de la escalera. Lloraba y era casi presa del pánico. Le hablé en un tono bajito y dulce:
- ¿Qué te pasa, pequeña? ¿Necesitas ayuda?
- ¡Buaa…Buaa…! ¡Quiero salir! ¡Está oscuro!
- ¡Espera, espera! Abriré la puerta.- Intenté abrir la puerta pero estaba fuertemente cerrada. Empujé con mi hombro pero no conseguí nada.- No te asustes, pequeña, voy a buscar una herramienta para abrirla.
- ¡NOOO, no se vaya por favor! ¡No me deje sola!
- Está bien, probemos otra vez, retírate todo lo que puedas de la puerta, ve hacia el fondo, voy a empujar más fuerte esta vez. ¿Estás lista?
- ¡Sí, lista!- Dijo ella con su vocecita.
- ¡Vamos allá!- Cogí fuerza y me lance contra la puerta, echándola abajo con un fuerte estruendo. Al fondo del pequeño y oscuro cubículo pude distinguir la figura de una niña pequeña de unos ocho o nueve años. Corrió hacia mí y saltó a mis brazos con las mejillas llenas de lágrimas, y también algunos mocos, debo decir. Respiró aliviada apoyando su cabecita en mi hombro.
- ¿Cómo te llamas, pequeña?
- Anna.- Dijo ella muy bajito, casi en un susurro.
- ¿Y qué hacías ahí dentro? ¿Dónde está tu mamá?
- Mi mamá se llama Kalliope, y…
- ¿Qué está haciendo, Mr. Gropius?- Me volví hacia las escaleras y vi a Miss To-To subiendo rápidamente, a pesar de su cojera, hacia nosotros con expresión de disgusto.
- ¡Oh! Hola Miss To-To, esta niñita…, Anna, estaba encerrada tras esa puerta y yo…
- ¿Qué puerta, Mr. Gropius? – Preguntó dirigiendo su bastón hacia la desvencijada puerta - ¿Esa que está ahí rota e inservible?
- Ehhh…, sí Miss To-To, pero debo decir…- En ese momento Lady Kalliope apareció en el rellano.
- Está bien To-To, ya me ocupo yo.- Dijo ella con una voz dulce y amable mientras Miss To-To se daba la vuelta y bajaba las escaleras – Ven con mami, cariño.
- Mami, este hombre me ha salvado, no le castigues por romper la puerta, ¡por favor! – Dijo la niña pasando de mis brazos a los de su madre.
- No voy a castigarle, cariño, no te preocupes por la puerta, Miliki la arreglará más tarde o mañana.- Dijo con su voz de terciopelo; el primer día (¡anteayer!) su voz me pareció ronca, pero ahora que me he acostumbrado me suena tan delicada..., podría pasarme horas escuchándola. Su voz no ha cambiado, lo ha hecho mi percepción, definitivamente su leve ronquera es adorable.
- Estoy avergonzado por lo de la puerta, Lady Kalliope. Anna estaba llorando ahí dentro porque no podía salir, estaba encerrada a oscuras, muerta de miedo, pensé que podía correr el peligro de sufrir un shock nervioso.- Dije nuevamente azorado (¿Por qué me siento turbado cada vez que estoy delante de ella? Odio esta falta de autocontrol).
- No se preocupe Mr. Gropius, hizo usted lo correcto, bueno, quizás podría simplemente haber llamado a Miss To-To, pero no importa, lo importante es que Anna está bien. ¡Oh, Dios mío! ¿Está usted herido, Mr. Gropius? ¡Tiene un desgarrón enorme en su chaqueta! Désela luego a Miss To-To, ella se la coserá.
- Solo una pequeña contusión en el hombro, Lady Kalliope, nada de lo que preocuparse. Como usted ha dicho, lo importante es Anna. ¿Estás bien, Anna?
- Sí, Mr. Gropius.- Dijo la niña con una expresión de agradecimiento en su preciosa carita.
- Puedes llamarme Hans, ahora somos