La hierba azul de Calíope
Por Emi Zanón
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Pero su sólida relación tambalea cuando Olivia se enamora de David, un chico repetidor del Instituto, y encuentra por "casualidad" el diario de una compañera que, como un elixir mágico, le abrirá, en poco tiempo, los ojos a otras realidades.
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La hierba azul de Calíope - Emi Zanón
XXIV
I
Jueves por la tarde.Estudio fotográfico Antonio Cucart
.
‒Imagínate que llevas un caramelo de menta en la boca… lo saboreas y exhalas dulcemente su frescor. Eso es. Perfecto. No te muevas. Vale. Estupendo. Ahora saca un poco más ese culito res- pingón y apóyate sobre tu pierna derecha y gira la cabeza hacia mí impulsando ligeramente los cabellos hacia arriba… No, no me gusta. Falta naturalidad. El pecho casi no se te ve. Otra vez. No, no, no… Olivia. No eres natural. Repitamos.
—¿Otra vez?
—Sí, otra vez. Piensa que me quieres seducir, aunque ya sé que no soy tu tipo…
—Ya lo puedes asegurar… —contesta Olivia, con desgana.
Toni es de complexión más bien pícnica, con tendencia a la obesidad si no se cuidara. Sin embargo, su media melena oscura peinada hacia atrás, sus largas y estilizadas patillas y su perilla a lo Cervan- tes le dan un aire postmoderno que lo hace bastante interesante y atractivo. Aunque, por lo visto, no para Olivia.
—Piensa, mejor, en el último muchacho que sedujiste… No te muevas. —El clic de la cámara suena repetidamente…—. Bueno, no está mal. Pero no es lo que pretendía. Vamos a dejarlo por hoy: creo que estás cansada. Gracias, Olivia, puedes vestirte.
Un minucioso fotógrafo de matices como Toni sabe que cuando lleva varias horas trabajando y no consigue lo que quiere, vale más la pena descansar y volver a retomar al día siguiente con la fresca y serena esperanza de que entonces lo conseguirá.
—Okey, Toni… ¿mañana a la misma hora?
—Sí. Y procura dormir más, Olivia. Empiezas a tener los párpados un poco hinchados y… —Toni reflexiona unos segundos y lo suelta—. Mucho cuidadito con lo que te metes.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué insinúas? —la voz de Olivia denota una acusada subida de tono.
—Ya lo sabes tú bien… ¿Crees que soy tonto? —Toni no la mira a la cara. Le habla mientras recoge y ordena las cámaras y el material. Sospecha que, si además incluye una mirada, los fusibles de Olivia pueden saltar por los aires.
—Son los exámenes. Me estoy acostando tarde todas las noches por los malditos exámenes de recuperación —alega Olivia, muy segura de su aseveración.
—¿Exámenes?
—Sí, exámenes. Voy casi todas las tardes a la biblioteca. Si no te lo crees, tío, puedes preguntarle a Suso, el bibliotecario.
—Claro, claro... Lo que tú quieras. A tus padres les podrás engañar, Olivia, pero a mí, no. El tío Toni
está de vuelta de todo y se conoce muy bien esas ojeritas que te acompañan últimamente. Te lo vuelvo a repetir, mucho cuidado, Olivia. Eres muy joven.
—Vale, tranquilo… No es para tanto. Además, sé lo que me hago.
—Sí, eso lo decís todos.
—¿Crees que soy una insensata?
—De acuerdo… Tú ganas... Márchate ya. Y mañana, antes de venir, no olvides recoger el esmoquin de la boutique de Vicky. Haremos la sesión con un maquillaje especial. Quiero conseguir un efecto andrógino. Y acuéstate pronto, por favor.
—Está bien. Si te empeñas… —Olivia ha terminado de vestirse.
—Bueno… —balbucea Toni—, quizás, Olivia… ¿Tienes mucha prisa? Aún dispongo de media hora y…
Toni mira su Chaumet suizo. Lleva sus iniciales escritas con pequeños diamantes en el centro de la esfera —regalo de su querido padre en su recién celebrado veintiocho renacimiento—, y cada vez que mira la hora, le recuerda que sigue siendo el hijo de un rico empresario muy pródigo en regalos pero no tanto en compañía.
—¿Por qué lo preguntas?
Olivia lanza una mirada a la ventana entreabierta por la que se cuela una luz que ya ha empezado a languidecer, y se coloca sobre la cabeza sus gafas de actriz de Hollywood, con cristales marrones en degradé y una montura que combina metal dorado y vinilo con estampado de leopardo, añadiéndole un toque felino a su larga y escalonada cabellera morena.
—No sé… por si quieres tomar una copa…
—¿Tomar una copa? —inquiere Olivia con extrañeza. Es la primera vez que Toni le hace una proposición de ese estilo después de casi un año trabajando juntos.
—Sí, y charlamos un rato.
Por unos momentos Toni la mira fijamente a los ojos. Ella no atina a pensar a qué se debe este repentino, extraordinario y novedoso interés suyo. Puede leer, no obstante, en sus ojos, una mirada paternal que no le gusta en absoluto.
—¿Charlar?
—Verás, Olivia, hace tiempo que te quiero preguntar por qué haces este trabajo a espaldas de tu familia. Puedes no contestar, evidentemente. Pero, curiosidad aparte, debo decirte que me has puesto en un gran compromiso y, tarde o temprano, acab…
—Sí, eres muy curioso, desde luego —Olivia interrumpe enérgicamente y no le deja terminar la frase. Soslaya, al tiempo, la mirada. Su intuición no la ha engañado. Toni le ha salido paternalista—. Pero, aún así, te contestaré: a mis padres no les gusta esto de ser modelo, quieren quitármelo de la cabeza. Y, por otro lado, yo necesito pasta para mis caprichos, ¿entiendes?... Cuando acabe el bachiller, quieran o no, voy a ir a una escuela de modelos, y voy a ser famosa, voy a tener mucho éxito y voy a ganar mucho dinero.
—Bueno, no me sorprende que una chica de tu edad y en esta época piense de esa manera. —Toni enciende una varita de incienso y comienza a sahumar el estudio con ligeros y sutiles movimientos en el aire. Le gusta hacerlo siempre después de la jornada de trabajo. Siente que purifica el ambiente y elimina toda la tensión descargada—. Sin embargo… te diré algo, Olivia… el éxito en la vida no es sólo salir en las revistas y ganar mucho dinero. El éxito en la vida es, ante todo, vivir en armonía con Uno mismo y con su entorno. Lo demás es añadido.
—¡Buaf, tío! ¡Ahora me sales con filosofía barata! Tú que eres un hijo de papá y vives en un barrio súper guay de la muerte. Además, ¿acaso en esta vida hay algo más importante que el dinero y la fama?
—Vale, Olivia, dejémoslo. En otra ocasión quizás.
—Me marcho, Toni. Se está haciendo tarde. Hasta mañana. — Olivia coge airosa su bolso y besa a Toni en la mejilla de forma fugaz.
—Hasta mañana, Olivia.
El delicado aroma a lavanda del incienso llena el estudio, renovando y purificando la atmósfera. Toni, con una cerveza muy fría en la mano, se asoma a la ventana y respira profundamente unas cuantas veces mientras eleva la mirada al cielo. Recuerda el primer día que Olivia fue a su estudio para hacer un casting junto a otras chicas. En apenas dos tomas descubrió una de las bellezas más im- presionantes ante el objetivo; su fotogenia era soberbia. Las cámaras la transformaban en una adorable ninfa muy sexy. Su atractivo físico y sexual se elevaba a la décima potencia ante unas lentes. Su química con la luz de las cámaras era excelente. Olivia era la chica perfecta para su trabajo; no lo dudó un instante. Y nunca hubiera pensado que era menor de dieciocho años; condición, por otra parte, necesaria para hacer el casting. Obviamente, Olivia le había mentido. Ahora, a pocas semanas de la exposición fotográfica en la Hayward Gallery de Londres, una de las más consideradas y de más alto nivel, empieza a preocuparse y a ser consciente de sus sentimientos hacia ella. Se pregunta cómo va a solucionar el entuerto sin echar a perder el buen trabajo que han hecho juntos. Tenía la intención de darle una sorpresa a Olivia, una vez terminado el trabajo. Quería decirle que su obra se expondría antes de la primavera en Londres y tenía el gusto de invitarla a la inauguración, con todos los gastos pagados. Pero, ahora, tiene dudas, muchas dudas. Olivia sólo tiene dieciséis años y sus padres no saben nada de las actividades de su hija. Confía, no obstante, que dará con la mejor solución para todos. Toni es de naturaleza optimista. Su actitud ante la adversidad siempre ha sido de positivismo y tiende a tomarse las cosas en su aspecto más favorable. Pero, esta vez, lo tiene difícil. Muy difícil. Eso es cierto. Y él lo sabe.
Se pregunta, además, qué puede hacer para llegar al interior de Olivia cerrado a cal y canto, como tantos otros jóvenes de su generación. Una generación que, con reducidas excepciones, sólo ha bebido de la fuente del consumo y el dinero.
II
A la mañana siguiente, en la espaciosa y concurrida entrada del Instituto, Olivia y Cristina se dan dos eufóricos besos en las mejillas. Cristina lleva unos vaqueros de pitillo con unas bailarinas rojas a juego con su amplia camiseta roja y blanca que le pasa de las caderas y ajusta con un discreto cinturón de cuero marrón. En el cuello lleva enroscado un fular multicolor. Olivia, por el contrario, se ha vesti- do exageradamente sexy: lleva un jersey negro de cuello alto muy ajustado que realza sus pechos, semejantes a pequeñas pelotas de rugby —no sólo admiradas por los chicos sino también envidiadas por algunas amigas, entre ellas la propia Cristina—, y una minifalda de satén cobrizo que le cubre las inglés, dejando una gran distancia al descubierto hasta llegar a sus botas de tacón alto terminadas en punta, también negras.
—Tía, ¡menuda plantada nos diste ayer! Estaban todos mosqueados y, el que más, Javi, como te podrás imaginar. —Es el saludo de Cristina.
—Ya te dije en mi email que te lo explicaría a ti, personalmente; a los demás no les interesa.
—¿Qué pasa, entonces?
—Es por Toni.
—¿El fotógrafo?
—Sí. ¡Es sorprendente!