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Redes y retos: Estudios sobre la comunicación en la era digital
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Redes y retos: Estudios sobre la comunicación en la era digital

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Las nuevas tecnologías han transformado radicalmente nuestra forma de comunicarnos y de relacionarnos con el mundo. Las disciplinas académicas que se ocupan de estudiar la comunicación han debido adaptarse a esas nuevas realidades. En Redes y retos, un grupo de investigadores aborda un abanico de fenómenos relacionados con las dinámicas que las acompañan: desde la comunicación del cambio climático en Twitter hasta los episodios de cyberbulling, pasando por la literatura colaborativa en un entorno digital o el papel de Internet en la práctica profesional de los traductores. Este volumen podrá resultar estimulante para investigadores de diversas áreas de las Humanidades y las Ciencias Sociales, pero también será una lectura provechosa para cualquier persona interesada en los asuntos relacionados con la comunicación.
Redes y retos se ha diseñado desde la perspectiva multidisciplinar del Programa de Doctorado en Comunicación de la Universidade de Vigo, promotor de esta publicación. Después de Comunicar(se) en el siglo XXI (Granada: Comares, 2014), este es el segundo volumen que edita, dedicado particularmente al marco de la comunicación digital, a la que su título alude. Para ello ha contado con la participación de doctorandos y profesores vinculados al programa, además de investigadores invitados, integrados en áreas de conocimiento tan diversas como Comunicación Audiovisual, Periodismo, Publicidad y Relaciones Públicas, Estadística, Traducción y Filología.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 feb 2016
ISBN9788499218014
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    Redes y retos - Oscar Días Fouces

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    Oscar Diaz Fouces

    Pilar García Soidán

    (coords.)

    Redes y retos

    Estudios sobre la comunicación

    en la era digital

    Título: Redes y retos. Estudios sobre la comunicación en la era digital

    Primera edición en papel: diciembre de 2015

    Primera edición: mayo de 2016

    © Oscar Diaz Fouces, Pilar García Soidán

    © De esta edición:

    Ediciones Octaedro, S.L.

    Bailén, 5 - 08010 Barcelona

    Tel.: 93 246 40 02 - Fax: 93 231 18 68

    octaedro.com - octaedro@octaedro.com

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN: 978-84-9921-801-4

    Diseño, producción y digitalización: Editorial Octaedro

    1 Introducción. Repensar la comunicación en un mundo digital

    Oscar Diaz Fouces

    P

    ilar

    G

    arcía

    S

    oidán

    (Universidade de Vigo)

    Networks constitute the new social morphology of our societies, and the diffusion of networking logic substantially modifies the operation and outcomes in processes of production, experience, power and culture.

    M. C

    astells

    (2009: 500)

    La extensión masiva de las tecnologías de la información y las comunicaciones a la que hemos asistido en las últimas tres décadas ha transformado radicalmente nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Es más: el modo en el que nos relacionamos con esas mismas tecnologías no ha dejado de cambiar y hay indicios razonables para pensar que no dejará de hacerlo en el futuro. Darcy DiNucci (1999) utilizaba por primera vez la etiqueta de web 2.0 para hacer referencia al hecho de que la red Internet –recuérdese que la primera página web fue publicada en 1993– pasaría a estar presente en todo tipo de dispositivos (que pasaría a ser ubicua), y que dejaría de ser entendida «as screenfuls of text and graphics» para convertirse en «a transport mechanism, the ether through which interactivity happens». El concepto de web 2.0 ganaría carta de naturaleza unos años después, con la Web 2.0 Conference, organizada por O’Reilly Media en 2004, y el propio Tim O’Reilly (2007) lo codificaría, en el sentido de que nuestra relación con Internet dejaría de ser pasiva, una mera exposición de datos (la web 1.0), para transformarnos progresivamente en sus coautores. No resulta sorprendente, sino una consecuencia lógica, que en el posterior web 2.0 Summit, O’Reilly y Battelle afirmasen ya que «web 2.0 is all about harnessing collective intelligence», algo que va mucho más allá del mero progreso tecnológico, por lo tanto, y que «The Web is no longer a collection of static pages of HTML that describe something in the world. Increasingly, the Web is the world […]» (2009: 1, 2 [las cursivas son nuestras]).

    Ese (nuevo) mundo tendría, por cierto, sus propios habitantes nativos, a los que Palfrey y Gasser (2008: 2) caracterizaban de modo impresionista por esos mismos años, con estas palabras que actualizaban la definición de Prensky (2001):

    These kids are different. They study, work, write, and interact with each other in ways that are very different from the ways that you did growing up. They read blogs rather than newspapers. They often meet each other online before they meet in person. They probably don’t even know what a library card looks like, much less have one; and if they do, they’ve probably never used it. They get their music online–often for free illegally–rather than buying it in record stores. They’re more likely to send an instant message (IM) than to pick up the telephone to arrange a date later in the afternoon. They adopt and pal around with virtual Neopets online instead of pound puppies. And they’re connected to one another by a common culture. Major aspects of their lives–social interactions, friendships, civic activities–are mediated by digital technologies. And they’ve never known any other way of life.

    Podría objetarse que, más allá de los lemas ingeniosos y las palabras deslumbrantes, los nativos digitales (todavía) comparten su mundo con «visitantes ocasionales» y también, por supuesto, con millones de individuos que han quedado excluidos del mismo, al otro lado de la brecha digital. Y también que, si bien es cierto que el número de recursos y de procesos born-digital no deja de crecer a muy buen ritmo, sus correlatos analógicos continuarían representando un volumen nada desdeñable, no en vano han tenido un carácter exclusivo en la historia de la Humanidad hasta hace muy pocos años. El nuevo modelo podría no suponer la sustitución instantánea del paradigma clásico, por lo tanto, sino la incorporación al mismo de las actividades digitales. La combinación adecuada de prácticas clásicas y digitales no sería independiente, en fin, de la capacidad de los usuarios para adaptarse a las nuevas tecnologías, por lo menos a corto plazo.

    Pero esa objeción también debe matizarse. En este punto vale la pena recordar la Fourth Idea sobre los cambios tecnológicos enunciada por Postman en las Conferencias de Denver: el cambio tecnológico no es aditivo, sino ecológico: «A new medium does not add something; it changes everything» (Postman, 1998: 3). Y conviene no perder de vista, en ese sentido, que el fenómeno al que nos estamos refiriendo corre parejo, en términos históricos, con el desarrollo de una economía global, con todas sus consecuencias. Como señala Norman Fairclough (2006: 99), «An important part of contemporary globalization is the globalization of modern information and communication technologies and new media». En efecto, la globalización económica es inimaginable sin los cimientos de las tecnologías digitales… y la globalización necesita de consumidores digitales.

    Fairclough también nos recuerda, por otro lado, que la ideología que destila la globalización, el globalismo, se encarga de vehicular un potente discurso sobre su inevitabilidad, su irreversibilidad y su bondad. Uno de los mensajes más reiterados que nos ha llegado en los últimos años, a propósito de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ha sido el de que existe una brecha digital que impide a individuos y países abandonar la pobreza. Entre 2003 y 2005, una agencia de la ONU, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, organizó una Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, que anunciaba sus objetivos en una solemne Declaración de principios, cuyos dos primeros apartados reproducimos a continuación (<http://www.itu.int/net/wsis/docs/geneva/official/dop.html>):

    1. We, the representatives of the peoples of the world, assembled in Geneva from 10-12 December 2003 for the first phase of the World Summit on the Information Society, declare our common desire and commitment to build a people-centred, inclusive and development-oriented Information Society, where everyone can create, access, utilize and share information and knowledge, enabling individuals, communities and peoples to achieve their full potential in promoting their sustainable development and improving their quality of life, premised on the purposes and principles of the Charter of the United Nations and respecting fully and upholding the Universal Declaration of Human Rights.

    2. Our challenge is to harness the potential of information and communication technology to promote the development goals of the Millennium Declaration, namely the eradication of extreme poverty and hunger; achievement of universal primary education; promotion of gender equality and empowerment of women; reduction of child mortality; improvement of maternal health; to combat HIV/AIDS, malaria and other diseases; ensuring environmental sustainability; and development of global partnerships for development for the attainment of a more peaceful, just and prosperous world. We also reiterate our commitment to the achievement of sustainable development and agreed development goals, as contained in the Johannesburg Declaration and Plan of Implementation and the Monterrey Consensus, and other outcomes of relevant United Nations Summits.

    La incuestionable bondad de estos propósitos hace pensar que las organizaciones internacionales están animadas, sin duda, por la mejor de las intenciones. Ello no impide, claro está, que puedan coexistir con otros objetivos un tanto más prosaicos. Algunas iniciativas como la Information and Communications Technologies for Development, que cuenta con el apoyo explícito de las Naciones Unidas, nos permiten ilustrar esta opinión. Los objetivos declarados de la ICT4D tienen que ver con la voluntad de llevar el desarrollo (en la forma del acceso a las nuevas tecnologías) a todos los rincones del planeta. No es preciso ser un conspicuo analista del discurso, sin embargo, para observar que el argumentario va más allá. Véanse como ejemplo estos párrafos del documento titulado, precisamente, The ICT4D 2.0 Manifesto (alojado en el sitio web de la OCDE), que responden a la pregunta: «Why ICT4D?» (Heeks, 2009):

    First, there is a moral argument. Most informatics professionals spend their lives serving the needs of the world’s wealthier corporations and individuals – to borrow bank robber Willie Sutton’s phrase – «because that’s where the money is». Yet seeking to squeeze a few extra ounces of productivity from firms that already perform relatively well, or save a few minutes in the life of a busy citizen pales in ethical importance compared to applying new technology to the mega-problems of the planet.

    Then, there is enlightened self-interest. In a globalised world, the problems of the poor today can – through migration, terrorism, disease epidemics – become the problems of those at the top of the pyramid tomorrow. Conversely, as the poor get richer, they buy more of the goods and services that industrialised countries produce, ensuring a benefit to all from poverty reduction.

    And finally there is personal self-interest. Compare designing a system for an African or Asian community to doing the same for a company in the global North. The former is quite simply more interesting – a richer, more satisfying, more colourful experience.

    Tanto si responde a motivos altruistas como a otros menos elevados o directamente más cínicos, todo parece indicar que la digitalización avanza de un modo (aparentemente) imparable. En realidad, es muy probable que esa indeterminación causal –en la forma de una convergencia de intereses morales y pragmáticos– se corresponda bastante bien con el tipo de cambio ecológico al que se refería Postman.

    Nos encontramos, pues, en un nuevo escenario, aparentemente inevitable y en permanente construcción (la metáfora del control de versiones para referirse a las organizaciones y los procesos es una imagen de ello), en el que, como recogía nuestra cita anterior, los medios de comunicación de masas convencionales migran al ciberespacio, reconfiguran sus fuentes o compiten con nuevos medios cibernativos; el inventario de conocimiento almacenado en la Red (estimado ahora mismo en unos ocho zettabytes) se acerca a pasos agigantados a la Biblioteca de Babel que soñó Borges; las personas interactúan en redes que ellas mismas construyen y gestionan, que las multiplican socialmente; la copresencia física no es necesaria para comunicar en cualquier momento y cualquier lugar… y hasta desafiamos los fundamentos biológicos de nuestra conducta a todas horas, negociando, discutiendo y cortejando a quilómetros de distancia utilizando (tan solo) la vista y el oído.

    En ese mundo (que es el nuestro), los flujos informativos de los medios de comunicación de masas y las interacciones personales conviven y se mestizan en plataformas y dispositivos, en los que conviven un periodismo móvil y un periodismo ciudadano (Westlund, 2013); la comunicación multilingüe gana un protagonismo inusitado, como es previsible cuando los flujos de intercambio son planetarios (O’Hagan y Ashworth, 2002) y existe una literatura global que ya nace traducida (Walkowitz, 2015); los avatares con los que las personas interactúan en mundos virtuales empiezan a desarrollar pautas de comunicación no verbal (Tanenbaum, El-Nasr, y Nixon, 2014) y la disidencia se organiza en Protestas 2.0 (Petray, 2011). No resulta sorprendente que, para intentar entender y explicar ese nuevo mundo, nos estemos acostumbrando a oír hablar de unas Ciencias Sociales y unas Humanidades Digitales, que los investigadores manejen ahora etiquetas académicas como comunicación mediada por ordenador, estudios sobre Internet o e-social science, o que los nuevos estudios se difundan en publicaciones especializadas que ya empiezan a ser mainstream, con títulos tan reveladores como Journal of Computer-Mediated Communication, Digital Literary Studies, The Journal of Data Mining & Digital Humanities.

    Desde el Programa de Doctorado en Comunicación de la Universidade de Vigo hemos querido dedicar este volumen al marco fascinante de la comunicación digital, a la que su título alude. Siguiendo el camino iniciado en nuestro primer trabajo colectivo, el libro Comunicar(se) en el siglo xxi (Granada: Comares, 2014), hemos reunido trabajos de doctorandos del programa y de investigadores invitados. El tema propuesto, en este caso, ha sido el estudio de la comunicación en la Red, de modo genérico, y los flujos de información en las redes y plataformas sociales. La perspectiva es vocacionalmente plural, siempre menos de lo que nos gustaría. Como sintetizan Kwak et al. (2010), a propósito de las posibilidades específicas de la API de Twitter «[…] offers an unprecedented opportunity for computer scientists, sociologists, linguists, and physicists to study human behavior». Sin duda, el tipo de desafíos que ese nuevo mundo plantea sobrepasa, con mucho, los estrechos corsés de la codificación académica.

    En el trabajo que abre el volumen, «Recuperación de tesis clásicas para una comunicología digital», Xabier Martínez-Rolán y Daniel Martí Pellón nos proponen una revisión (crítica) de algunos de los principales modelos que han conformado el arsenal teórico-metodológico de los estudios sobre la comunicación en el último siglo, para ver en qué medida ofrecen respuestas (in)satisfactorias para los retos que el nuevo contexto presenta.

    Como apuntaba la cita de Manuel Castells que abre este texto, las redes sociales han cambiado la manera de relacionarnos e interactuar en gran parte de los ámbitos de nuestra vida, también los cotidianos como el consumo audiovisual. La aparición de la denominada audiencia social materializa un proceso en el que las redes sociales se convierten en plataformas para la expresión pública ante cualquier producto audiovisual. El fenómeno multipantalla, cambia irreversiblemente la relación que las cadenas de televisión tienen con sus audiencias y las redes sociales. El poder de la audiencia no hace más que crecer, hasta tal punto que los expertos ya hablan del fin de la era del contenido como elemento rey frente al ascenso de la audiencia como pilar clave. Una audiencia que tiene el control absoluto sobre qué, cuándo y cómo ver contenidos audiovisuales. En el trabajo de Victoria Crespo Pereira y Pilar García Soidán «Análisis de la audiencia social de Twitter. Caso de estudio: Refugiados», se reflexiona sobre las nuevas formas de consumo audiovisual, vinculadas fundamentalmente a los jóvenes españoles a través de segundas pantallas y redes sociales. Con este objeto, se analiza el diálogo social encontrado en Twitter durante el estreno de la serie de ficción Refugiados, producida por el grupo Atresmedia y la BBC.

    También el impacto y seguimiento de las noticias o de las temáticas tratadas puede analizarse a través de los comentarios publicados en las redes sociales, haciendo uso de herramientas creadas para operar en esas mismas plataformas. Entre otros aspectos, es posible determinar de este modo cuáles son las tendencias sociales en cada momento e incluso obtener fuentes precisas para alimentar análisis de contenidos. Mariola Norte Navarro ha investigado una temática de preocupante actualidad en el trabajo «Sobre el discurso de la cumbre del clima de París en la red social Twitter: primera cala». Recurriendo a herramientas de búsqueda a través de palabras clave, analiza los comentarios publicados en Twitter relacionados con el cambio climático, con el objeto de intentar determinar cuáles son los más influyentes y valorar su contenido. Con esta información, la aplicación de metodología cuantitativa y cualitativa nos permite asomarnos a diversos patrones, como la fuente de origen (titulares de noticias, en muchos casos) o la ideología asociada.

    Un aspecto esencial de los recursos digitales, al que más arriba aludíamos, es su capacidad de multiplicar socialmente a los individuos. La organización de eventos de todo tipo (conferencias, pruebas, debates, etc.) también incluye cada vez más la opción de seguirlos a través de las redes sociales. Esto permite aumentar su cobertura, interactuar con los seguidores y, desde el punto de vista del investigador, estudiar no solo los discursos que vehicula el lenguaje verbal sino también los indicios no verbales que los acompañan, cinésica, proxémica y paralenguaje. Tradicionalmente, los discursos de contenido político han sido un campo de investigación privilegiado para este tipo de pesquisas. Esos son los ejes sobre los que pivota el trabajo «A comunicação não verbal e as plataformas digitais: debates políticos na campanha eleições legislativas/ Portugal 2015. Estudo de caso», de Maria João Soares Ribeiro, que analiza tres debates televisados para las recientes elecciones legislativas en Portugal.

    No solo la política impone trabajar ese proceso de definición de la propia imagen. El éxito profesional a otros niveles podrá responder también a la capacidad de cada individuo de desarrollar su marca personal y comunicar su valor diferencial frente a los demás. Cada persona tiene unos valores y habilidades, que puede dar a conocer públicamente a través de los entornos digitales para su propia promoción. Todo ello requiere una apropiada gestión de los recursos y el diseño de un plan de comunicación, que contribuyan a la difusión del mensaje que se quiere transmitir de la forma adecuada. Estas y otras ideas se analizan en el trabajo titulado: «La necesidad de profesionales que gestionen su personal branding frente a la desaparición de los profesionales commodity», de Julinda Molares-Cardoso. En él se subraya que el individuo que desea ser encontrado debe trabajar en el conocimiento de sus puntos fuertes y manejar los distintos canales de comunicación para mejorar su visibilidad. La imagen virtual debe acompañar a la real, sin perder de vista el hecho de que en este proceso el individuo se encontrará expuesto en una sociedad cada vez más conectada.

    Si es verdad que las plataformas virtuales han modificado buena parte de los aspectos que rodean nuestra vida, incluyendo las distintas formas de interacción personal, no es menos cierto que tienen sus propios riesgos para la imagen personal. Los usuarios transmiten sus opiniones y publican datos, incluso sobre ellos mismos, sin ser conscientes del empleo futuro que se pueda hacer de estos contenidos. Amparadas en el anonimato, algunas personas manipulan esta información para dañar la imagen de dichos usuarios, vulnerar su intimidad o llegar a acosarlos. En el trabajo: «Bullying en el ciberespacio», Silvia Sánchez Radío se ocupa de evaluar este fenómeno en el caso de un colectivo particularmente vulnerable, los niños y adolescentes, con gran habilidad para el manejo de las nuevas tecnologías, pero con poca consciencia de los peligros que ello representa.

    En la creación de su identidad digital, los usuarios pueden seleccionar los datos publicados y, desde esta perspectiva, mantener cierto control sobre el empleo que se haga de los mismos. El primer paso en la construcción de esa identidad –no podría ser de otra forma– es darle nombre. Establecer los criterios que rigen el diseño de su nombre de usuario entre la población más joven es el objeto de estudio del artículo: «Nicknames: identidades infantís en Internet», de Josefa Piñeiro Castro y Benigno Fernández Salgado. Tomando como base la información recabada sobre el uso de las redes sociales por parte del alumnado de diversos centros escolares, intentan establecer patrones de comportamiento en la configuración de las identidades que utilizan para las actividades en la red.

    Uno de los aspectos más revolucionarios del nuevo modelo que estamos analizando es el hecho de que la movilidad, que hasta finales del siglo pasado era estrictamente física, haya pasado a ser virtual. Las personas pueden interactuar y crear redes y comunidades sociales con individuos situados en unas coordenadas geográficas y culturales tan alejadas como deseen. Obviamente, los mediadores lingüísticos encuentran en la red un nicho profesional especialmente interesante, al mismo tiempo que una (meta)herramienta de primer orden. De estos aspectos se ocupa el trabajo de Marcos Cánovas: «Redes sociales, traducción social».

    Los medios digitales están sacudiendo con especial intensidad el mundo de la producción cultural. Frente a la miopía de quienes achacan a la Red la crisis del cine, de la música y de la literatura, creadores individuales y colectivos asumen el reto con valentía y lo transforman en una nueva oportunidad. En el trabajo de Covadonga Fouces González: «La nueva narrativa digital en Italia: lector in machina», se analizan diversas experiencias de narración comunitaria en Italia (si es que tiene sentido referirse a la nacionalidad, en este contexto), que ponen de manifiesto, por otro lado, la necesidad que tiene el nuevo lector de adquirir determinadas habilidades digitales para su participación activa y eficiente en este proceso.

    Esperamos que esta colactánea, voluntariamente plural y diversa, pueda resultar de interés para diferentes colectivos de lectores y que brinde algunas sugerencias que, quizás, puedan animar futuras investigaciones. Ese es nuestro deseo.

    Bibliografía

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    Heeks, Richard (2009). The ICT4D 2.0 Manifesto: Where Next for ICTs and International Development? Development Informatics Working Paper Series, 42. Manchester: Development Informatics Group. Institute for Development Policy and Management. University of Manchester. <http://www.oecd.org/ict/4d/43602651.pdf>.

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