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Inicio de la nueva izquierda intelectual argentina, 1955-1962: Uso de democracia en el discurso político de sus revistas
Inicio de la nueva izquierda intelectual argentina, 1955-1962: Uso de democracia en el discurso político de sus revistas
Inicio de la nueva izquierda intelectual argentina, 1955-1962: Uso de democracia en el discurso político de sus revistas
Libro electrónico290 páginas4 horas

Inicio de la nueva izquierda intelectual argentina, 1955-1962: Uso de democracia en el discurso político de sus revistas

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Desde un enfoque contextualista, se describe y reflexiona sobre los inicios del discurso político constituido por la fracción intelectual Nueva Izquierda Intelectual e Independiente Argentina (NIIA). Un discurso que se desplegó en doble oposición: al discurso hegemónico, representado por la revista Sur, y al viejo o tradicional lenguaje de los Partidos Comunista-Socialista. Las fuentes privilegiadas para comprender este nuevo entramado crítico/conceptual son las revistas Sur y su desprendimiento parricida, Contorno; la cual desmantelará las viejas matrices liberal/conservadoras de la clase letrada imperantes hasta el derrocamiento de Perón. A partir de entonces y en especial luego de la Revolución Cubana y de otros eventos relacionados a la ola contestataria mundial, se consolida un discurso caracterizado por su intervención política a través de la cultura, por la publicación sostenida de revistas y otros rasgos que se mantendrán por al menos dos décadas. Una exhaustiva labor de indagación en fuentes y archivos aporta «una serie de interesantísimos materiales documentales sobre un tema que seguramente servirá de estímulo para futuros investigadores» sobre la historia del pensamiento político e intelectual argentino del pasado reciente.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 abr 2016
ISBN9789876992190
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    Inicio de la nueva izquierda intelectual argentina, 1955-1962 - Virginia Sabattini

    1.

    Primera Parte. Contexto socio histórico y político de emergencia de la NIIA

    La nueva izquierda intelectual argentina (NIIA)

    En el origen de este nuevo grupo político e intelectual –la nueva izquierda intelectual argentina (NIIA)–, no hubo formas institucionales ni declaraciones o programas: su trayecto inicial se puede seguir a partir de un núcleo de intelectuales que, desde antes del derrocamiento de Perón en 1955, venía aportando nuevas formas de crítica dentro del poco novedoso ambiente literario -cultural porteño de ese momento. El grupo, sin una identidad política clara al comienzo, luego de 1956 dará un claro giro hacia la política mientras algunos de sus integrantes se irán posicionando progresivamente en el campo de la nueva izquierda nacional.

    En efecto, primero se trató de un grupo de jóvenes inconformistas que funda, en 1953, la revista literaria-política Contorno, publicada hasta 1959. Este gesto de inconformidad crítica surge como alternativa y en oposición a la hegemonía de la revista Sur, representante central del pensamiento intelectual liberal progresista de los años cuarenta y cincuenta en la Argentina y, particularmente, en Buenos Aires. Por su parte, en contraste con los cientos de ediciones de la prestigiosa y constante Sur, Contorno con sólo diez números editados en seis años planteó las bases o coordenadas de un nuevo lenguaje político para la izquierda argentina. A su vez, también contra el discurso de la izquierda tradicional –quizás en ese momento tan descontextualizado como el de los liberales–, este nuevo lenguaje no dejará de expandirse y será cada vez más visible en el contexto social, político e intelectual, hasta su eclosión y diseminación a partir del Cordobazo de 1969.

    Alejados de cualquier forma de pensamiento e ideas confesionales o religiosas, estos jóvenes inconformistas rechazaron también las demás opciones de adhesión que existían en las izquierdas de aquel momento y; de ese modo, renovaron el pensamiento político crítico. En efecto, estos hombres rechazaron, y en su revista lo hacen de manera explícita¹, las alternativas de participación política de aquel momento que pasaban por adherir a un gran movimiento popular proscripto como el peronismo, o por afiliarse o mantenerse cerca de uno de los dos partidos de izquierda que ya daban muestras de contradicciones y agotamiento, así como de un antiperonismo² que se había tornado inaceptable para ellos. Por último, tampoco estaban dispuestos a seguir participando de la visión de mundo liberal y democrática, perspectiva ideológica que, de alguna manera, y por distintos motivos, nunca había sido lo suficientemente política para ellos como para considerarse un espacio de expresión y mucho menos un espacio de cambio³. Por el contrario, en crítica directa a la revista liberal Sur (1931-1971), estos jóvenes llamados denuncialistas o enojados⁴, liderados por Ismael y David Viñas, se alejan del grupo intelectual de la revista de Victoria Ocampo en 1953, primero con la publicación de la revista Las ciento y una, bajo la dirección de Héctor Murena –intelectual central de Sur–, de la cual se editaría sólo un número, y luego, sin Murena entre sus colaboradores, con la fundación de su famosa publicación Contorno. En pocos años (1953-1955) y en sus seis primeros números, Contorno revisó y consiguió subvertir la valoración clásica que desde hacía más de una década consideraba a Sur como la mejor literatura e intelectualidad argentina⁵, porque además, opuesto a la revista de Victoria Ocampo, Contorno se abocó centralmente a la literatura nacional. Atacando con una prosa racional pero implacable, los hermanos Ismael y David Viñas, Juan José Sebreli, Ramón Alcalde, Adelaida Gigli, León Rozitchner, Oscar Masotta, Carlos Correa y otros fueron desmitificando y derribando a quienes habían sido, hasta ese momento, las figuras más respetadas y señeras, no sólo –ni particularmente– de la literatura, sino en tanto prohombres del pensamiento político filosófico y nacional, como los más talentosos, probos y profundos. De este modo, estos intelectuales llevan a cabo su también famoso parricidio contra sus padres morales e intelectuales, y antes que enfrentarse con ellos para cometer el crimen, simplemente dejaron de debatir, considerar, leer, citar o encolumnarse tras estos personajes casi sagrados hasta entonces en tanto rectores intelectuales, como Eduardo Mallea, Ezequiel Martínez Estrada o Héctor Murena⁶.

    En ese escenario posterior al derrocamiento de Perón, frente a una izquierda tradicional que, por un lado, era fuertemente antiperonista e institucionalizada y, por el otro, mantenía su postura revolucionaria siempre en suspenso; jóvenes que no habían sido peronistas antes de 1955 −pero que tenían vocación de justicia social crítica y de militancia política− se encontraron a la deriva hasta que, coincidiendo con la propuesta de los contornistas, hacia 1957 se alinean tras la candidatura a presidente de Arturo Frondizi⁷.

    Pero el acelerado deterioro de la ley del padre que experimentaban los primeros intelectuales de la NIIA no se detuvo luego del parricidio que desterró a sus padres intelectuales hacia un olvido del cual no regresaron. El tiempo demostraría que, en lo que a figuras de autoridad se refiere, aún no habían tocado el fondo. En efecto, luego de un entusiasmado apoyo a la candidatura de Frondizi, los contornistas, que habían dedicado la mayor parte del espacio de su revista de 1958 al debate y apoyo de la causa desarrollista, sufrieron ya en 1959 una gran decepción del rol presidencial de Frondizi. De este modo, y con la Revolución Cubana de fondo –otro padre que no alcanzaba a dar las respuestas necesarias–, fue otro importante componente para la formación de esta nueva fuerza política, la NIIA.

    Es importante tener en cuenta cuáles fueron las ilusiones primero, hacia 1957-1958, y las decepciones después que ya antes de la salida del gobierno de Frondizi en 1962 experimentaban los jóvenes de izquierda: el fracaso de su presidencia se percibió entre ellos no sólo como una traición y una decepción, sino también como un error de ellos mismos, de la propia izquierda que lo había apoyado. Escribe León Rozitchner en Un paso adelante, dos atrás en Contorno de abril de 1959:

    Pero en el gobierno de Frondizi todo el mundo está esperando explicaciones. Sólo Alsogaray parece no necesitarlas o haberlas recibido. Es tan grande el salto que va desde las formulaciones del candidato a las realizaciones del gobernante, tan increíble el sentimiento de defraudación que esa explicación anhelada constituye una piedra de toque para la auto-estima que cada uno, en el fondo, profesa hacia sí mismo: haber sido engañados como niños, no haber visto detrás de las declaraciones las intenciones. Cada uno de quienes lo han votado se siente reo de lesa tontería⁸.

    Es importante tener en cuenta este raudo proceso de fascinación/desencanto vivido por la todavía incipiente NIIA en apenas dos años (1957-1959); proceso que arrastró tras de sí a otra serie de desencuentros y malestares políticos; que desde hacía varias décadas venían desalentado a la juventud, ya que es esta estructura de sentimiento⁹ el estado de ánimo sobre los cuales impactará la Revolución Cubana de 1959¹⁰. En suma, estos altibajos políticos locales, y luego la Revolución Cubana en su conjunto, son parte de las claves para explicar la radicalización política de la izquierda que veremos aparecer en el país a lo largo de la década del sesenta y en su paso a los años setenta.

    Ciertamente, en parte, la politización de los jóvenes argentinos ya se había iniciado en 1955 con la proscripción de miles de militantes peronistas; pero luego, no hay dudas de que la decepción por Frondizi reafirmó la rebeldía de los jóvenes. Así, es probable que ellos encontraran una forma de superación atando su destino a la estela de entusiasmo y cambio que la Revolución Cubana de 1959 esparció por todo el continente.

    Delimitación, definiciones e impacto de la NIIA

    Si bien se suele identificar la emergencia de la nueva izquierda¹¹ con la serie de revoluciones y movimientos políticos mundiales que se dieron en muchas ciudades hacia fines de la década del sesenta, tales como los famosos Mayo Francés, Primavera de Praga o el Cordobazo¹², esa referencia a los sesenta como momento de emergencia de la nueva izquierda debe ser objetada en un doble sentido. Por un lado, como atestiguan los hechos y sostienen los expertos sobre el tema¹³, la nueva izquierda argentina –al igual que la de otros países– tuvo sus orígenes en los años cincuenta¹⁴. Así, la nueva izquierda está tan o más relacionada a la Budapest de 1956 que a la Praga o el Mayo de 1968. Para el caso argentino, su génesis se debe ubicar hacia el año 1953, cuando un grupo de intelectuales inconformes con el sector pensante crítico de su época fundan, en Buenos Aires, la revista crítico literaria Contorno¹⁵.

    La otra cuestión que se objeta a ese encasillamiento de la nueva izquierda argentina en esa década es que, lejos de ser los sesenta el momento de nacimiento y de politización de la NIIA; por el contrario, en ese momento el movimiento está llegando a su fin¹⁶.

    Así, los orígenes de la nueva izquierda argentina en la Argentina deben ser ubicados en la década del cincuenta, tal como lo plantean los expertos Raúl Burgos, Oscar Terán o María Cristina Tortti¹⁷ y como se puede verificar a partir de la red de revistas que en Argentina demuestran el origen de la nueva izquierda intelectual¹⁸.

    Para María Cristina Tortti, la pérdida de prestigio o la roca contra la cual se estrellaron los partidos de la izquierda tradicional fueron el éxito de la vía cubana y la persistencia del peronismo en la clase obrera. Es decir, por un lado, la gran masa trabajadora no dejó de ser peronista y siguió sin acercarse al Partido Comunista (PC) y, por otra parte, el éxito y el encanto heroico de la Revolución Cubana echaron por tierra el argumento central de los comunistas en contra de las posturas revolucionarias, esto es, las supuestas condiciones de inmadurez feudal de países como el nuestro. Estas serían para la autora las dos condiciones más importantes y el punto de partida de los numerosos grupos radicalizados que pasan a conformar la nueva izquierda.

    Como síntesis de la génesis de la NIIA, podemos decir que a lo largo del proceso que va de 1953 a 1959 es posible distinguir, especialmente en la revista Contorno, la emergencia de un nuevo lenguaje compartido que da una unidad de hecho a diversos grupos intelectuales provenientes del progresismo crítico, el peronismo, la izquierda, el nacionalismo y, más tarde, de militantes provenientes de la teología de la liberación o de la renovación católica. Al respecto, Tortti escribe:

    Desde nuestro enfoque, se asistía a la emergencia de una heterogénea y potente fuerza renovadora cuyo despliegue permite visualizarla como movimiento social a la vez que como actor político y a la que provisoriamente denominamos nueva izquierda.¹⁹

    Por su parte, Oscar Terán (1938-2008), otro importante intelectual que estudia este fenómeno y la historia político cultural argentina en general, al enfrentarse al análisis de una serie de factores mundiales y locales, generales y particulares, con el afán de comprender y explicar el singular y trágico derrotero de la izquierda política argentina en los setenta, en su texto Nuestros años sesenta. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966²⁰ rastrea y propone como génesis de la NIIA a una serie de núcleos ideológicos constituidos en la cultura argentina del período 1950-1959, a los cuales ancla en torno a la revista Contorno y al grupo de intelectuales que la fundan en 1953²¹. Por otro lado y como una advertencia que es bueno no olvidar; en su ensayo de 1986, Rasgos de la cultura argentina de la década del 1950, Terán escribe sobre los orígenes de la NIIA:

    No se trata por cierto de buscar en aquellos saberes de los años cincuenta un germen que desde entonces no habría hecho más que desplegarse hasta florecer o realizarse en acontecimientos posteriores. Semejante apelación al mito de los orígenes pecaría groseramente contra la evidencia de fenómenos culturales análogos (mundiales y latinoamericanos), sin que los mismos hayan desembocado empero en coyunturas tan críticas como la argentina.²²

    Con el tiempo, se verá que ni la mayoría de los intelectuales de Contorno ni otros pensadores progresistas, como Ernesto Sábato, por ejemplo, pasaron a las filas del peronismo y menos a la de la izquierda armada o radicalizada. Sin embargo, el nuevo tipo de reflexión y lenguaje político crítico que ellos y otras fracciones de la nueva izquierda pusieron en escena terminará por impactar sobre el discurso y el tablero político nacional, forzando a una nueva forma de toma de conciencia –o lenguaje– que, a diferencia de lo exigido por los partidos de izquierda desde 1956, tendrá en cuenta la existencia de masas peronistas, no sólo como un hecho irreversible, sino necesario. Desde esta nueva pieza clave de la gramática de la nueva izquierda; es decir, el reconocimiento y la aceptación del ideario peronista de los trabajadores argentinos como así también desde otros lenguajes no exclusivos de la experiencia política argentina −como la teoría marxista− estos hombres y mujeres habían comenzado a crear y difundir un nuevo discurso influido por el giro a la izquierda y la politización de la juventud castrista, guevarista y maoísta. Como se sabe, este nuevo lenguaje político en Argentina (que otras fracciones distintas a la NIIA le restaron teoricismo, pero le agregaron nacionalismo y cristianismo tercermundista) ya no se detendrá sino hasta toparse con la cruenta represión desencadenada en la dictadura militar de 1976.

    Representado en su génesis por los intelectuales de Contorno, la irrupción de este nuevo lenguaje provoca, por lo menos, tres cambios importantes en el tablero político argentino de los sesenta: se empuja al antiperonismo liberal democrático, antes ubicado en el centro del escenario, hacia la derecha del espectro; se abre un nuevo espacio crítico de izquierda, que será el principal convocante de la nueva generación de jóvenes; y los dos partidos de izquierda más importantes del país hasta ese momento, el PS y el PC, comienzan a declinar y a marginalizarse en relación con la izquierda local y la arena política nacional (ver Anexo 1).

    Contexto socio histórico y político de emergencia de la NIIA desde la caída de Perón hasta la de Frondizi (1955-1962)

    Desde 1916 y hasta el golpe nacionalista de 1930 que destituyó a Yrigoyen, los tres gobiernos del Partido Radical habían implicado cierta ampliación de la participación política. Como es previsible, ese aumento alteró y puso en riesgo el elitista proceso de paz y administración puesto en marcha desde el roquismo y la generación de 1880. En efecto, entre 1916 y 1930, el radicalismo chacarero, gringo y en gran medida popular, había comenzado a socavar el tradicional repertorio político y cultural conservador al cuestionar primero y luego ganar el control del Estado.

    Más de dos décadas después del golpe contra el gobierno constitucional de Yrigoyen en 1930²³, hacia 1956, algunos jóvenes intelectuales liberales y progresistas antiperonistas adoptarán una postura de condena hacia ese radicalismo yrigoyenista por considerar que no había completado la auténtica revolución ni los cambios prometidos. Así pensaba y proponía en su análisis histórico político el joven e influyente historiador Tulio Halperin Donghi en su artículo La historiografía argentina en la hora de la libertad, publicado en la revista Sur en 1955²⁴. Antes, en 1953, Juan José Sebreli escribía:

    El yrigoyenismo en política y el martinferrismo en literatura representan una profunda voluntad de ruptura […] con el pasado. […] Ambos presentan por lo tanto todas las características de una revolución. Sin embargo, ni Martín Fierro ni el Partido Radical constituyen una auténtica revolución.²⁵

    Pero, además, esta condena, realizada por los intelectuales que, luego del golpe de 1955, se colocarían a la izquierda de la izquierda tradicional, se dirigía también hasta los hombres fuertes de Uriburu, pues su revolución nacionalista de 1930 también se fue resolviendo en el tiempo como una decepción, y a medida que avanzaba la década infame se experimentó como otro intento fallido para la Nación, intento en el que no pocos inconformistas y progresistas habían cifrado sus expectativas.

    Sin embargo, el interregno democrático de catorce años creado por los gobiernos radicales, en los cuales la participación política aumentó significativamente, no alcanzó para evitar que entre 1930 y 1943 los conservadores volviesen al poder y prosiguieran controlando la vida política del país. Con ello, se reafirmaba un formato oligárquico en el despliegue institucional y manejo del Estado caracterizado por el fraude electoral y los negociados comerciales orquestados por los conservadores y otros oportunistas. Ese largo y terrible decenio fue conocido y es recordado aún como la década infame²⁶.

    Al comienzo de esos años, que resultaron ser de restauración conservadora, el PS sufre uno de sus tantos quiebres cuando su ala más moderada apoya el golpe contra Yrigoyen y sus cuadros pasan a formar parte del gobierno fraudulento del general Justo y su movimiento Concordancia²⁷.

    Para poner punto final a la década infame²⁸ y su extendido fraude patriótico, hacia 1943 un golpe militar –reconocido como la Revolución Nacional– se hizo cargo del gobierno en junio de ese año cuando una fracción militar marchó desde Campo de Mayo, Buenos Aires, al mando del general Ramírez. Se desplazaba así al último presidente fraudulentamente constitucional de la larga década 1930-1943; a su vez, de este modo, se impedía la llegada del más probable sucesor a la presidencia, el hacendado norteño Robustiano Patrón Costa, poco querido y visualizado como antinacional. En estos años de guerras; la civil en España y luego la mundial, con el general Ramírez, accedía al gobierno un grupo de oficiales nacionalistas y católicos que defendían la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial en contra de la postura pro-aliada de otros grupos, fuertes antes del golpe. Muchos de estos nuevos cuadros nacionalistas militares que llegaban a la Casa de Gobierno participaban de una suerte de logia (el Grupo de Oficiales Unidos-GOU), cercana a figuras del catolicismo como Bruno Genta (1909-1974) y Julio Ramón Meinvielle (1905-1973), grupo en el cual revistaba Juan D. Perón.

    El fin de la Segunda Guerra Mundial y el peronismo (1945-1955)

    A partir de 1945, el mundo, y los argentinos con él, se disponían a enfrentar una nueva era de paz, reconstrucción y crecimiento²⁹. Pero, retrospectivamente, podemos decir que ese horizonte iba a ser alterado en nuestro país para un gran porcentaje de ciudadanos a partir de la aparición de la figura de Juan D. Perón, cuyo temido perfil populista, afirmado el 17 de octubre de 1945, se iba luego a confirmar a lo largo de casi una década de presidencia³⁰. Por otro lado, su figura había cobrado relevancia a partir de su trabajo en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, creada por él, y cuando llegaron las elecciones presidenciales ya era conocido tanto por trabajadores como por patrones.

    Las vicisitudes de un mundo envuelto en grandes guerras sucesivas y la aversión al régimen de Hitler habían promovido un fuerte sentimiento antifascista entre los intelectuales liberales, y para las elecciones presidenciales de 1946, intelectuales o no del socialismo, el comunismo, el liberalismo y del Partido Radical y Demócrata Progresista se unieron formando la Unión Democrática³¹ como segura alternativa para ganar frente al entonces recién conocido coronel Perón, al que; de alguna manera, ya repudiaban por considerarlo un demagogo partidario del fascismo, tan bien conocido por la intelligentsia de Buenos Aires hacia 1945³².

    Para fines de marzo de 1945, cuando la Argentina se vio obligada a tomar una posición proaliada y a declarar la guerra contra Alemania y Japón, la contienda mundial ya estaba terminando, y ese gesto final de enfrentamiento al Eje fascista no borrará la convicción –en Argentina y en el mundo– de que los militares en el gobierno entre 1943 y 1945, entre ellos Perón, eran profascistas³³. Un año después de la muerte de Eva Perón, ocurrida en 1952, el deterioro de las siempre malas relaciones entre peronismo y antiperonismo se hace muy notable y se torna irremediable. Desde 1953, las fuerzas verdaderamente democráticas del país habían llegado a su límite de tolerancia, y los dos años que restaban para que llegase la democrática Revolución Libertadora de 1955 se vivieron en los sectores antiperonistas con creciente malestar. Por otro lado, el clima de asfixia y denuncias quedó muy bien inscripto en las publicaciones no peronistas de la época, que proliferan a partir de la libertad de expresión abierta luego del derrocamiento de Perón³⁴.

    El Partido Socialista y el Partido Comunista: la izquierda tradicional Argentina

    Luego del derrocamiento del presidente Yrigoyen encabezado por el general Uriburu en 1930, mientras una parte del PS se asimilaba al gobierno fraudulento de la Concordancia, muchos intelectuales y simpatizantes de la izquierda argentina optaban por el PC, que ajustaba su programa y participación política según lineamientos provenientes del PCUS seguidos por cada PC de las distintas naciones de modo más o menos dogmático. Como es previsible, la génesis y pertenencia al mundo del comunismo soviético ligó al PC argentino a una historia y a una matriz teórico-ideológica muy distinta a la legada por los socialistas de Juan B. Justo, origen del PS local³⁵.

    Pero ninguna de las importantes diferencias entre estos partidos, en sus raíces o lineamientos políticos, impidió que luego de 1958 (y quizás antes; cuando en 1951 y en 1954 quedaron muy marginados frente a las victorias del peronismo, que llegó a obtener casi el

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