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Cómo se escribe en la academia y la ciencia
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Libro electrónico479 páginas4 horas

Cómo se escribe en la academia y la ciencia

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Escribir y publicar son acciones esenciales para el éxito en la vida académica y científica, tanto para el avance de las disciplinas del conocimiento como para el ascenso profesional y la recompensa económica. Lin Tai Wao

La Universidad se ha preocupado por formar científicos, por enseñarles a investigar y producir nuevo conocimiento mediante la identificación y resolución de toda clase de problemas, pero ha olvidado algo fundamental: instruirlos durante su educación en las diferentes formas que existen para registrar los hallazgos, para escribir comunicados sobre lo encontrado, y para publicarlos en los medios apropiados.

Para nadie es un secreto que muchos de los profesores universitarios no saben escribir, que nunca han escrito ni publicado trabajo académico alguno, y que los estudiantes que asisten a sus cátedras siguen el ejemplo de sus maestros, con lo que el ciclo continua. Esto no es un error de ellos, es un desacierto cultural e institucional que lleva años arrastrándose. El equívoco está en que las instituciones, a pesar de que hoy día aparentemente ven la necesidad de establecer formalmente programas de escritura dentro de sus muros, no han hecho nada al respecto. Esto se debe a dos cosas: (1) a la falsa idea de que si el universitario sabe leer y escribir forzosamente puede hacer ambas cosas como un intelectual, que es discernir y escribir textos científicos, y (2) que puede y debe hacerlo si posee grados de maestría o doctorado.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 abr 2015
ISBN9781938038952
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    Cómo se escribe en la academia y la ciencia - Victoriano Garza

    Cómo se escribe en la academia y la ciencia

    Victoriano Garza Almanza

    Copyright 2015 Victoriano Garza Almanza

    Publicado por Fabro Editores

    Fabro Editores

    3240 Isla Banderas Way

    El Paso, TX.

    www.fabro.com.mx

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    Copyright © 2015. Victoriano Garza Almanza

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la repografia, y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de aquella mediante alquiler o prestamos públicos.

    Primera Edición, Abril del 2015

    Correción editorial: Victoriano Garza Almanza

    Portada: Servicios Fabro

    Formateo para Kindle: Servicios Fabro

    ISBN: 978-1-938038-95-2

    Índice de contenido

    PRESENTACIÓN

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO 1: EL EJERCICIO DE LA ESCRITURA CIENTÍFICA

    CAPÍTULO 2: PUBLICAR PARA VIVIR EN LA ACADEMIA Y LA CIENCIA

    CAPÍTULO 3: LA ESCRITURA Y LA TECNOLOGÍA

    CAPÍTULO 4: LOS CIENTÍFICOS DEBEN ESCRIBIR

    CAPÍTULO 5: COMUNICACIÓN EPISTOLAR Y CIENCIA

    CAPÍTULO 6: ACERCÁNDOSE A LA LECTURA: CASO LEDERBERG

    CAPÍTULO 7: ACERCÁNDOSE A LA ESCRITURA CIENTÍFICA

    CAPÍTULO 8: LAS IDEAS DE LOS DEMÁS

    CAPÍTULO 9: LA CIRCUNSTANCIA DEL ESCRITOR ACADÉMICO

    CAPÍTULO 10: LAS COMPUTADORAS Y LA ESCITURA

    CAPÍTULO 11: ESCRIBIR IMPORTA

    CAPÍTULO 12: MODELOS DOCUMENTALES

    Abstract

    Actas

    Agenda

    Almanaque

    Anexo

    Anotación al margen (escolio)

    Anuario científico

    Annual review

    Apéndice

    Artículo científico

    Artículo de divulgación científica

    Artículo de posicionamiento

    Artículo de revisión

    Artículo de metanálisis

    Atlas

    Autobiografía

    Bibliografía

    Bibliografía anotada

    Biografía

    Boletín

    Borrador de un documento (draft)

    Bosquejo (outline)

    Capítulo de libro

    Cápsula informativa

    Carta

    Carta de acercamiento (approach letter)

    Carta de acompañamiento de un artículo

    Carta institucional (oficio)

    Carta noticias (newsletter)

    Carta pregunta o carta propuesta (query letter)

    Carta de recomendación

    Catálogo científico o académico

    Catálogo razonado (Raisonné)

    Cita bibliográfica

    Colofón

    Compilación

    Comunicación a conferencia

    Comunicado de prensa (press release)

    Conferencia (presentación oral)

    Crítica-Réplica en las Ciencias y la Academia

    Crónica

    Cuaderno de campo

    Cuaderno de inventos

    Cuestionarios y encuestas

    Cuodlibeto

    Curriculum vitae

    Diario de investigación (una razón informada)

    Diario de laboratorio

    Diccionario biográfico

    Diccionario científico y tecnológico

    Diccionario enciclopédico

    Directorios

    Diseño

    Documental

    Editorial

    Ensayo

    Entrevista

    Epígrafe

    Estudio de caso

    Estadísticas

    Fax (facsímil)

    Fichas bibliográficas

    Fichas de catalogación

    Fichas de trabajo

    Filler

    Folleto

    Formularios

    Fotobiografía: De Beaton a Sanz

    Fotorrelato

    Glosario

    Guías

    Guión (script)

    Hoja técnica (specification sheets)

    Índice (index)

    Instrucciones

    Inventario

    Libro

    Lista anotada

    Lista de verificación (checklist)

    Manual

    Mapas

    Mapa conceptual

    Mapa mental

    Memorando (memo)

    Memorias de conferencia

    Memorias in–extenso

    Minutas

    Monografía

    Nota operativa

    Notas: de clase, de lecturas, de ideas, de la vida cotidiana

    Noticia científica

    Palabras clave

    Patente

    Pie de página

    Post

    Póster (cartel)

    Prólogo (prefacio)

    Propuesta (proyecto)

    Referencias

    Reportes

    Reseñas

    Resumé

    Revisión de literatura

    Tarjeta postal

    Términos de referencia

    Tesina

    Tesis

    Traducción

    Tratado

    Tweet

    Verbatim

    CAPÍTULO 13: ESCRIBIR CIENCIA EN ESPAÑOL

    REFERENCIAS

    Presentación

    La investigación científica publicada surgió como la moneda de cambio del logro académico, como un valor que puede ser pesado y evaluado a través de las instituciones nacionales e incluso internacionales.

    Derek Bok, Presidente

    Universidad de Harvard. 1986

    Escribir y publicar son acciones esenciales para el éxito en la vida académica y científica, tanto para el avance de las disciplinas del conocimiento como para el ascenso profesional y la recompensa económica. Lin Tai Wao

    La Universidad se ha preocupado por formar científicos, por enseñarles a investigar y producir nuevo conocimiento mediante la identificación y resolución de toda clase de problemas, pero ha olvidado algo fundamental: instruirlos durante su educación en las diferentes formas que existen para registrar los hallazgos, para escribir comunicados sobre lo encontrado, y para publicarlos en los medios apropiados.

    Para nadie es un secreto que muchos de los profesores universitarios no saben escribir, que nunca han escrito ni publicado trabajo académico alguno, y que los estudiantes que asisten a sus cátedras siguen el ejemplo de sus maestros, con lo que el ciclo continua. Esto no es un error de ellos, es un desacierto cultural e institucional que lleva años arrastrándose. El equívoco está en que las instituciones, a pesar de que hoy día aparentemente ven la necesidad de establecer formalmente programas de escritura dentro de sus muros, no han hecho nada al respecto. Esto se debe a dos cosas: (1) a la falsa idea de que si el universitario sabe leer y escribir forzosamente puede hacer ambas cosas como un intelectual, que es discernir y escribir textos científicos, y (2) que puede y debe hacerlo si posee grados de maestría o doctorado.

    Lo cierto es que he tenido, tengo, y presumo que seguiré teniendo en el futuro, asistentes a mis talleres de escritura científica ––tanto estudiantes de posgrado como profesores universitarios––, que llegan con la esperanza de aprender a escribir o mejorar sus habilidades escriturales, porque están teniendo dificultades para exponer por escrito el resultado de sus trabajos de investigación.

    No creo que esta situación sea exclusiva de una universidad o de un país, estoy seguro que es un problema universal. Si bien en algunas naciones se ha hecho frente a esta situación y encontrado maneras de resolverla, en otras, como las de habla castellana, las condiciones son como las mencionadas y siguen incidiendo en el ánimo y capacidad de profesores y estudiantes para escribir y publicar sus trabajos científicos y académicos.

    'Cómo se escribe en la academia y la ciencia', que tiene su origen en Publica o perece, es resultado de más de 20 años de impartir talleres de escritura científica a profesores universitarios y estudiantes de posgrado, tanto para enseñarles a escribir artículos científicos, propuestas de investigación, tesis de maestría y doctorado, libros y demás, trata de ser una introducción al campo de la escritura en el ámbito académico y científico.

    Aquí se presenta el material más importante que he desarrollado y que he utilizado para trabajar en los talleres de escritura científica, con el cual los participantes han aprendido a conocer parte de las muchas maneras que existen para asentar por escrito la información generada por una investigación. Como es producto de un taller de escritura pienso que el material puede también servir de guía para estructurar otros talleres de escritura a profesores y a investigadores. La audiencia que yo tenía en mente era la universitaria y de posgrado, pero he sabido de maestros que han utilizado parte del libro a nivel de enseñanza preuniversitaria. Por lo tanto, creo que el libro puede ser utilizado por cualquiera que quiera enseñar a escribir o aprender a comunicar por escrito el resultado de sus estudios.

    Las dos primeras ediciones contuvieron algunos materiales que hacían referencia regional. Para hacer más accesible y universal el texto se han eliminado esos materiales.

    INTRODUCCIÓN

    En el ambiente científico y académico de cualquier lugar del mundo contemporáneo, tanto en oriente como en occidente, el dicho publica o perece es, sin duda, reconocido y obedecido. El significado de estas palabras es simple: si alguien desea progresar profesionalmente en una carrera de científica o universitaria, no le queda otro camino que el de escribir y publicar trabajos intelectuales, que van desde la tesis de postgrado hasta artículos científicos, pasando por todo clase de documentos técnicos o memorias de conferencias. Y tanto ha evolucionado la comunicación científica que actualmente existe una amplia diversidad de modelos retóricos de escritura directamente relacionados con las actividades de investigación y educación universitaria.

    Publica o perece. Las palabras de esta breve sentencia son la fiel de la balanza que sostiene y sopesa, castiga o premia la carrera profesional de millones de académicos y científicos en el mundo entero. La vida de quienes toman como credo este mensaje y lo siguen será, por mucho, diferente a la de quienes les rodean y viven al margen de su círculo. Publica o perece no es un credo para todos, como lo pudiera ser el de una religión cuyos miembros tratan de convertir a su creencia a los incrédulos o de combatir a los infieles que no tienen remedio. Publica o perece es más un modelo de conducta que algunas personas abrazan después de haber sido educados en una universidad o tecnológico y luego formados como científicos, es una cultura (van Dalen y Henkens, 2012).

    Publica o perece es también una ley no escrita que, paradójicamente, se entiende y obedece como si se tratase de una especie de pacto entre caballeros, pues ocurre que ni los manuales de investigación ni los de escritura científica ni texto alguno la describen; tampoco la mencionan de pasada ni recomiendan su búsqueda en otras fuentes para entenderla y aplicarla como una regla para alcanzar el éxito, ni mucho menos la ordenan; sin embargo, por extraño que parezca al lego, se le sigue tan obedientemente como a ninguna ley sagrada tallada en roca por el fuego divino, o ley terrena, creada por el hombre en tumultuosas asambleas para el gobierno del hombre. Quien quebranta la adagial ley del publica o perece corre el riesgo de ser expulsado del paraíso de la comunidad científica y académica, y, en consecuencia, caer de la gloria a los infiernos.

    A vuelo de pájaro, cabe decir que publica o perece es una frase referida como curiosidad por algunos buscadores de dichos o citas, y la explican como una especie de arrebato que tienen los científicos y algunos profesores universitarios, a los cuales se les manifiesta cuando a toda costa pretenden dar a conocer a sus colegas los resultados de sus investigaciones o reflexiones. La manera en que hacen esto es escribiendo sus hallazgos y experiencias, y publicándolas en revistas especializadas, presentándolas en congresos de expertos y, después, utilizándolas como pretexto para sacar a la luz extensos y umbríos ensayos, libros colectivos armados con partes de rompecabezas de diferentes puzles, e incomprensibles monografías.

    El origen de tan poderoso pronunciamiento: publica o perece, es oscuro. Eugene Garfield, fundador del International Science Institute (1952) y creador del Index Science Citation (1962) –la mayor, más prestigiosa y una de las más antiguas bases de datos sobre publicaciones científicas–, y quien es una de las personas que ha adquirido el más profundo conocimiento sobre el impacto de la ley del publica o perece sobre la sociedad de la ciencia y la tecnología, declaró:

    como muchos otros científicos y académicos, he usado esta frase tan familiar en muchas de mis conferencias durante los pasados 30 años. Una búsqueda bibliográfica sólo produjo unos pocos artículos y cartas al respecto, pero ningún autor citó alguna fuente común para esta expresión. También he buscado en diccionarios, incluyendo el incomparable Oxford English Dictionary, pero hubo nada.

    Para satisfacer su sed de conocer la fuente germinal del dicho, Garfield también se lanzó a indagar en grupos de discusión de internet, preguntó a expertos bibliotecarios e hizo pesquisas a través del Educational Resources Information Center (ERIC), MEDLINE y otras bases de datos electrónicas. Rastreó todos los medios posibles a través de incontables contactos y boletinó ayuda. Como un último recurso envió SOS al ciber espacio, pero no le fue posible encontrar al autor de la referida cita:

    Esta simple cuestión, confesó Garfield, me venció.

    Y para que un hombre que tiene archivadas más de 300 millones de citas y arriba de 20 millones de artículos científicos se venza por algo tan aparentemente simple, es que muy probablemente no exista respuesta. Y en esto, la ciencia no puede ayudarle.

    Conjetura sobre las raíces del adagio Publica o Perece ¿Fue una persona quien creó el adagio publica o perece? Lo más probable es que no haya sido un sólo un individuo el autor de la frase, sino que tal vez fue una idea que a fuerza de repetirse en informales reuniones de sabios, en revistas creadas para la publicación de textos filosóficos, como denominaban a los escritos resultantes de investigaciones, e intercambios epistolares entre científicos, encontró su mejor molde es esas palabras. Y es que ya de tiempo atrás, como lo menciona el sociólogo de la ciencia Robert K. Merton en On the shoulders of giants (1967), en los albores de las sociedades científicas comenzó a permear el insanabile scribendi cacoethes (insaciable prurito por publicar), debido a que todos querían dar a conocer sus descubrimientos, y el mejor camino era el de la comunicación escrita. Por este motivo, la redacción de sus trabajos para rendir informes ante las sociedades científicas o para explicar a sus colegas en lejanas tierras lo que estaban haciendo, se convirtió primero en una necesidad, posteriormente se transformó en una obligación.

    Otro factor que se distingue como contribuyente causal del nacimiento del fenómeno publica o perece, es el de la legitimización de la creación intelectual a ojos vistas. Es decir, la primera publicación sobre un descubrimiento o sobre la descripción de algún evento natural establecía que el autor del escrito era el creador y, por lo tanto, el padre de la idea. Ese texto, impreso y difundido entre expertos y gente culta, permitía establecer los derechos de propiedad intelectual del científico y, en caso de disputa, determinar la prioridad de autoría en base a quien hubiese publicado primero el asunto.

    Asimismo, la publicación de una idea o un invento brindó a su autor protección contra los plagiarios, que abundan desde la antigüedad y que las sociedades científicas del siglo XVIII les llamaba: ladrones filosóficos (Merton, 1977). Por tanto, los secretos de los sabios estaban mejor resguardados en forma de publicaciones que a manera de documentos inéditos o de ideas en la cabeza.

    Achenbach (2003), ilustra el caso del inglés Thomas Harriot, a quienes algunos historiadores de la ciencia contemporánea vindican como el primer astrónomo que miró el cielo a través de un telescopio en agosto de 1609, meses antes de que Galileo hiciera lo propio. La diferencia entre Harriot y Galileo es que el primero archivó sus anotaciones mientras que el segundo las propaló a los cuatro vientos. La obra de Galileo, El mensajero sideral, donde en latín plasma y discute sus observaciones astronómicas, le valió la prioridad en la historia, por la que se le sigue reconociendo como el primero en hacer uso del telescopio.

    Robert Boyle, en cambio, a decir de Merton (1977, op.cit.), fue constante blanco de los plagiarios, de quienes se quejaba amargamente por haber sido objeto de sus robos. Varios de sus textos inéditos y de sus ideas, que confiada y abiertamente dio a conocer en círculos académicos, aparecieron después bajo otros nombres. Debido a esto escribió un panfleto sobre esos ladrones filosóficos y sus estrategias para el robo de los pensamientos.

    Con el tiempo, a medida que la ciencia fue multiplicando su quehacer y su conocimiento, y hecho cada vez más compleja su trama informativa, lejos de dejar de aplicar la máxima: publica o perece, la ha sancionado como la premisa fundamental de toda actividad intelectual científica y creativa.

    Según Cook (1996), el diccionario de Eric Partridge (A Dictionary of Slang and Unconventional English. 8th ed. Paul Beale, ed. New York: Macmillan Publishing Co.; 1984), describe la frase publica o perece como un síndrome, como una enfermedad que aqueja a los académicos de carrera y que ayuda a los bibliotecarios a mantenerse ocupados. Es un distintivo entre quienes publican y se conocen entre sí y una burla hacia quienes no lo hacen, hacia aquellos que, por consecuencia, no son nada entre los protagonistas de los diferentes campos de las disciplinas de la ciencia o en sus enclaves intelectuales. Detrás de la sentencia publica o perece a decir de Brandon (1996), se alcanza a escuchar el eco del sistema universitario alemán del siglo XIX, en donde la investigación de calidad era el máximo compromiso de los científicos, y sus publicaciones eran uno de los métodos primarios por los cuales los profesores eran evaluados para promoverlos, pero también para no promoverlos si no cumplían con las expectativas de los evaluadores.

    CAPÍTULO 1

    EL EJERCICIO DE LA ESCRITURA CIENTÍFICA

    Existen muchas formas de acercarse al ejercicio de la escritura científica en la vida profesional del investigador, desde las que comienzan con un proceso paulatino de revisión de la cosidad de la escritura –en toda clase de géneros literarios– para familiarizarse con el quehacer, hasta las que van directas al abordaje de la cuestión técnica. Algunas se enfocan exclusivamente en los aspectos gramaticales, otras se concentran en el estilo y hasta hay cursos donde el instructor destaca el quehacer de la escritura desde el punto de vista del género femenino. Algunos modos hacen énfasis en la escritura a partir de impedimentos físicos (por ejemplo, en los procesos de su enseñanza a discapacitados, como las personas con dislexia). Otros enseñan escritura científica a través de la disciplina (lo que denominan en inglés escritura a través del currículo. P.e. cómo se debe escribir en el campo de la genética molecular, química orgánica, medicina o la antropología, que se practica durante el curso y con temas propios de la asignatura). En tanto que otras formas de instrucción se inclinan exclusivamente por la enseñanza de la escritura científica como segunda lengua para publicar en inglés.

    Desde la estadística se muestrea, se cuantifica y se arrojan suposiciones sobre la diversidad de problemas que presentan quienes deben de escribir para responder a requisitos académicos, como la escritura de las tesis de grado o la redacción de artículos de investigación. Y la psicología, basada en esos números, trata de explicar las razones de los presuntos traumas que los individuos tienen para escribir, y propone diversas terapias para ayudarles a salvar la situación.

    La razón principal por la cual existe enorme preocupación por el ejercicio público y profesional de la escritura en los países desarrollados, no tanto así en los no desarrollados donde casi ni se le presta atención a esta necesidad, es porque la comunicación escrita es el soporte del conocimiento, de la información, del diario vivir profesional en las naciones civilizadas de la época contemporánea.

    La ciencia sin la escritura no sería posible, menos aún el subsecuente desarrollo tecnológico basado en el conocimiento científico.

    Sin embargo, en naciones con atraso científico, como lo es México y otras de la región latinoamericana, no se percibe a la escritura científica como factor estratégico para la conformación de una comunidad científica que esté en permanente crecimiento, maduración y fructificación; sino, por el contrario, se considera al desarrollo de habilidades individuales para la escritura científica, si acaso se llega a pensar en eso, como asunto menor y sin importancia que sólo distrae la atención de los futuros investigadores sobre la esencia técnica de su verdadera actividad.

    Hay que saber investigar, me comentó un reputado científico mexicano en cierta ocasión, lo demás viene por añadidura. No obstante, en muchas personas que empiezan a realizar investigación, así tengan doctorados en ciencia, la añadidura nunca les llega y jamás publican una sola línea, y sus carreras quedan truncadas por no darle consecución lógica al proceso. Esto es muy común en los países latinoamericanos.

    Si los cursos, talleres, seminarios, asesorías o mentorías de escritura científica fueran poco prácticos y menos útiles, las grandes universidades reputadas por producir científicos de primer nivel y conocimiento científico de frontera ––como Caltech, MIT, Harvard, Yale, Berkeley y Chicago, entre muchas otras más––, no hubieran perdido el tiempo obligando a sus alumnos y académicos a prepararse para comunicar por escrito los resultados de sus investigaciones.

    Tal es el caso de la universidad de Rice, la cual, con el apoyo de la fundación Caín, creó un proyecto especial para preparar a científicos, ingenieros, y estudiantes de posgrado con la intención de que aprendan a comunicarse con propiedad; tanto para presentar su trabajo por escrito o verbalmente bajo cualquier situación, dentro del ambiente académico, profesional, empresarial, gubernamental o del comunitario. La universidad y la fundación convirtieron lo que denominan el factor comunicación, en el motor que guíe a los participantes a la excelencia en comunicación.

    Los profesores que voluntariamente participan en el proyecto cuentan con el apoyo de la fundación para desarrollar, como parte del currículo de sus cursos, las estrategias más apropiadas para comunicar –dentro y fuera de la institución– el trabajo de alumnos y maestros. Dentro de la universidad: reportes de laboratorio, ensayos, discusiones, preparación de tesis, diseño de páginas web, etc.; fuera de la universidad: conferencias especializadas, entrevistas profesionales, pláticas para niños, etc.

    Cabe mencionar que una de las grandes diferencias entre las naciones que hacen ciencia de alto nivel y las que la hacen de muy bajo nivel o de plano no la hacen, es que las primeras son naciones donde existe una cultura de la escrituralidad, y en las segundas prevalece la cultura de la oralidad. Pongamos por caso a las naciones latinoamericanas, cuyos modos de comunicación son orales por excelencia y su redacción refleja los patrones retóricos de la oralidad. Y esto, sin duda alguna, marca a quienes nacemos y crecemos bajo la influencia de una cultura así.

    Tal es su impacto que, en México, por poner un ejemplo, la educación universitaria tiene su fundamento en la cultura oral. Los catedráticos utilizan los libros como una herramienta de apoyo y guía en la enseñanza, y a la escritura como una forma de registro de los temas vistos diariamente en el aula. El objetivo es enseñarle al alumno el contenido de las diversas asignaturas de su carrera, lo cual no se traduce en la capacitación de la persona para que lea críticamente y escriba con propiedad cualquier mensaje que deba o desee transmitir. La escrituralidad no es importante en este esquema de educación.

    Por tal razón, planteo la hipótesis de que un problema subyacente a la oralidad de nuestra sociedad ––el cual podrá ser rechazado como inexistente––, que no ha sido estudiado y que está afectando gravemente al desarrollo científico de los países subdesarrollados, es el de que las raíces de la cultura oral alcanzan los grupos profesionales y ahí se mantienen, grupos como el de los científicos y académicos ––así sea que salgan a estudiar al extranjero y regresen con títulos y reconocimientos––, e inhibe su detección y consecuente atención por el sistema de educación. Es como no ver el agua por estar dentro de ella.

    La escrituralidad que se exige e impone en la comunidad científica y universitaria de México y de algunos países de la región, a base de aplicarles la regla del publica o perece, es una idea de lo que con resultados positivos se impone en las naciones desarrolladas que generan vastas cantidades de científicos y que, para sobrevivir académicamente, entran en una carrera altamente competitiva. Pero se nos olvida que ellos, miembros de una comunidad con cultura escritural, son la cúspide de un proceso formativo que comienza desde muy abajo, desde el nivel primario, y que, a lo largo de sus años de preparación, son entrenados para comunicarse por escrito, cosa que ni por asomo sucede en nuestros países de habla hispana.

    No confundamos la enseñanza de las reglas gramaticales, ortográficas y de pronunciación de nuestra lengua, o el estudio de la literatura española en sus versiones regionales o nacionales, con la enseñanza de la comunicación por escrito de los asuntos personales, profesionales o científicos. La verdad es que en ningún nivel educativo, desde el básico hasta el universitario, se nos enseña a los hispanoparlantes a escribir. Basta leer a muchos de los que publican en revistas y periódicos para darnos cuenta de que el suyo, su forma de comunicación, es un patrón retórico de redacción basado totalmente en la oralidad. La escritura es un asunto demasiado complejo como para suponer que toda la gente lo sabe hacer por el simple hecho de haber aprendido la técnica de la redacción o de escribir tal como habla.

    La presente guía de escritura para los profesores universitarios que tienen como lengua madre al Español, debería de ser una entre decenas o cientos que necesita la comunidad científica y académica universitaria hispanoparlante para que el conocimiento que genera, que debe de ser muy voluminoso pues la región ibérica y latinoamericana cuenta con decenas de miles de académicos y de aprendices de científico, no se quede como anécdota en el laboratorio, el campo o el escritorio, y se vea en su real dimensión y crezca aún más, e impacte verdaderamente en el desarrollo de las naciones. Lamentablemente no es así, este material es apenas uno en América Latina y la región Ibérica, entre casi ninguno de su tipo, que se pueda estar ofreciendo a un puñado de posibles lectores en un universo de más de 500 millones de hispanoparlantes.

    CAPÍTULO 2

    PUBLICAR PARA VIVIR EN LA ACADEMIA Y LA CIENCIA

    Escribir es agotador y traumático para quien no está acostumbrado a ello y por obligación tiene que hacerlo mientras esté laboralmente activo, como los investigadores universitarios. Pero publicar lo escrito suele ser una pesadilla con eso de los costos, los tiempos, los rechazos, y la presión por sacar a la luz pública dos o tres artículos científicos al año. Pero además de que publicar representa un gran esfuerzo, sucede que en ocasiones lo publicado es insuficiente cuando de sobrevivir en el ámbito académico y científico se trata. Esto se debe a que todo lo que se publique será evaluado y tasado por los colegas, práctica a la que se le denomina revisión de pares (peer review), que sucede antes de publicarse y después, cuando llega a las manos de lectores críticos. El valor del trabajo ante los demás dependerá de su originalidad y profundidad, su relevancia para el sistema de conocimiento, su potencial utilidad científica o práctica, de si el medio impreso empleado está registrado en un index internacional, y del carácter de la revista donde fue publicado.

    Pero en este escenario, como en cualquier otra actividad del hombre, hay niveles de aprendizaje, investigación y logro. No se puede esperar o pedir lo mismo a un profesor de Oxford que a otro de la Universidad de Huejoquilla. Y no porque no exista masa crítica para hacer investigación de calidad –pues en la mayoría de los países hispanoparlantes la hay, en mayor o menor cantidad pero existe con la visión y la capacidad necesarias para hacer cosas trascendentes–, sino por que se carece de infraestructura moderna, de apoyo financiero para construir y renovar el equipo y, principalmente, de la confianza por parte de los sectores productivo y de servicios.

    Según Mario Bunge (2000), los investigadores que en los países desarrollados no publican en

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