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Enséñanos a orar
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Libro electrónico185 páginas3 horas

Enséñanos a orar

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Explora el poder transformation de la oración con este clásico eterno por el confundador de Unity Charles Fillmore y su segunda esposa, Cora. La oración puede ser una Aventura emocionante que te lleva a una comprensión más profunda de Dios y de ti mismo. Aprende las aplicaciones prácticas y diarias de la oración dondequiera que estés en tu camino espiritual.
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento4 jun 1973
ISBN9780871597373
Enséñanos a orar
Autor

Charles Fillmore

Charles Sherlock Fillmore founded Unity, a church within the New Thought movement, with his wife, Myrtle Page Fillmore, in 1889. He became known as an American mystic for his contributions to spiritualist interpretations of biblical Scripture.

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    Enséñanos a orar - Charles Fillmore

    comprensión".

    El Dios a quien oramos

    La tierra está transida de los cielos:

    cada arbusto encendido está de Dios,

    pero sólo el que ve se quita los zapatos:

    el resto bayas negras recoge alrededor.

    —Elizabeth Browning

    LA OMNIPRESENCIA, omnisciencia, omnipotencia, son verdades del Ser y hechos de la existencia. La Mente de Dios, la Mente creadora, se mueve perpetuamente sobre ideas de la supermente y, por medio de ellas, trae a la existencia al hombre y el universo.

    La Mente creadora está presente en todas partes, mas al mismo tiempo que está dentro de la mente del hombre, está más allá de la consciencia de los sentidos.

    La omnipresencia es aquel reino espiritual que sólo puede ser penetrado a través de la acción de la mente acelerada de la manera más alta, como en la oración. Así, en el desenvolvimiento de este interno reino estamos tratando con una realidad más allá de la ordinaria comprensión del hombre.

    Para la mente y cerebro de Jesús, grandiosamente afinados, la Mente Divina era un suelo ávido de vibrante vida, luz y sustancia, que El usaba para producir los materiales más puros para la construcción del carácter y el cuerpo.

    La construcción del carácter espiritual es de adentro a afuera. El carácter espiritual vive en el hombre; es lo que Dios ha grabado en el alma del hombre, pronto a desenvolverse por sus esfuerzos espirituales. Es una reserva de fuerza de organizada victoria sobre la carnalidad.

    El hombre construye el carácter espiritual funcionando conscientemente en la Mente de Dios, donde, apropiando ideas espirituales, por medio de Cristo comprende la Verdad que ellas contienen; y cuando las teje así en la consciencia de su alma, se vuelven parte de su naturaleza misma.

    Nuestras oraciones más efectivas son aquéllas en que nos levantamos sobre toda consciencia de tiempo y espacio. En ese estado mental automáticamente hacemos contacto con el Espíritu de Dios. En verdad, cuando elevamos nuestra consciencia a la de Jesucristo, la presencia de Dios se vuelve tan significativa para nosotros como lo fue para El. Es en este estado de unificación que, en efecto, nos volvemos conscientes de Su sublimidad y poder.

    Yo voy a preparar un lugar para vosotros. Conociendo la única Mente como sustancia integral, nos movemos con ella y ella se mueve con nosotros y así se establecen en nosotros, nuevos estados espirituales de consciencia, un lugar en donde estamos conscientes de la presencia de Dios como realidad.

    Jesús dijo: Mi Padre es el hortelano. Yo soy la vid verdadera. Vosotros sois las ramas. Según la rama no puede dar fruto por sí misma, excepto si permanece en la vid, así tampoco vosotros, excepto si permanecéis en mí.

    Cada rama en mí que no da fruto, él la quita y cada rama que da fruto, la limpia para que dé más fruto.

    En estas palabras Jesús nos está revelando que por El nacemos de nuevo, nacemos de Dios y que por El podemos conscientemente unirnos a Dios—como la rama está unida al árbol—para que no nos sequemos y seamos desechados.

    Por Cristo estamos conscientemente unidos al tallo paterno. Necesitamos retener este asimiento para seguir adelante en el desenvolvimiento espiritual y seamos coronados con vida eterna.

    Mucha buena gente piensa que Dios es una persona localizada en un lugar en lo alto llamado cielo. Le oran por lo que desean y están satisfechos. Esa es la oración del hombre primitivo y personal y basta a sus necesidades; pero ésa no es comunión directa del Padre y el Hijo, la comunión de que dijo Jesús: El Padre y yo somos uno. Necesitamos esa más íntima relación o comunión con la Mente creadora si vamos a hacer Su voluntad en todos los aspectos.

    La presencia de Dios nos establece en ideas de honradez, fortaleza, inteligencia, hombría espiritual, perfecta feminidad, todos factores necesarios en el desenvolvimiento del hombre redimido, todos constructores del indestructible cuerpo templo.

    Así, debemos comprender la naturaleza del Dios a quien oramos y despertar en nosotros esa divina naturaleza a través de la cual efectuamos nuestra unión con Dios.

    Dios es poder: el hombre es poderoso. Dios es sabiduría: el hombre es sabio. Dios es sustancia: el hombre es hechura y forma. Dios es amor; el hombre es amoroso; Dios es vida; el hombre es viviente. Dios es mente; el hombre es el pensador. Dios es verdad: el hombre es verdadero.

    Muchas personas le oran a Dios de la misma manera que hablan a un amigo distante por teléfono. Hablamos demasiado acerca de Dios, como si fuera una tercera persona en la relación de Dios y el hombre, en lugar de la primera. Es inconcebible que el Creador causara la existencia de una creación tan inferior a Sí Mismo, que quedara más allá de la asociación con El. En sus momentos más sensatos el hombre sabe que esto no es lógico ni verdadero. Son las ideas elevadas del hombre acerca de Dios y las ideas de menosprecio de sí mismo lo que ha construido la pared mental que les separa.

    En nuestras oraciones debemos encontrar a Dios cara a cara y comprender que estamos recibiendo la interna seguridad que es la respuesta real a nuestras peticiones.

    Un ministro, después de veinte años de predicar por fe, fue persuadido una vez por un amigo a tratar la manera de la Verdad orando: la manera del silencio científico. Después confesó que cuando hizo contacto con Dios y lo encontró vivo se sobrecogió.

    Para Jesús la presencia de Dios era una permanente llama, una llama de vida, de vida eterna que El sentía en cada célula y fibra de Su ser, haciéndolo más y más vivo, limpiando y purificando hasta que El se volvió enteramente perfecto. Durante nuestras más altas realizaciones de Verdad con frecuencia estamos conscientes de esta permanente llama activa en nosotros y a través de nosotros.

    Para Jesús la Mente de Dios era un campo de tesoro dentro de Sí en donde podía encontrarse la satisfacción de toda necesidad que El pudiera tener. El Espíritu de Dios en El estaba activo constante y persistentemente para trasmutar todo natural impulso de la mente y el alma en una realización espiritual de vida. Para El el Espíritu de Dios estaba activo para satisfacer Su interna sed con sustancia viviente e inteligencia redondeando así la consciencia del alma y el cuerpo a la perfecta expresión de la Mente Divina. Qué gloriosa satisfacción debe sentir Dios en Su perfecto Hijo Jesús, quien conscientemente reconoció y expresó Su interna consciencia como una con la sabiduría y voluntad de Dios. El Espíritu de Dios, Su Mente, no está de ninguna manera confinada o limitada; está presente en todas partes. El éter de la ciencia corresponde al reino de los cielos que enseñó Jesús. La luz, y otras formas de radiante energía, la objetiva expresión de las invisibles fuerzas espirituales, componen un mundo omnipresente más maravilloso que la vieja concepción del cielo. Todas las fuerzas de los modernos experimentos científicos son sólo partes del reino de los cielos descrito en las muchas parábolas de Jesús. La ciencia reconoce las fases físicas del reino, ignora las mentales y no comprende en absoluto las espirituales.

    El anuncio de Jesús al obtuso Nicodemo: Tienes que nacer de nuevo nos da una clave de la cortedad de vista de los físicos. No han desarrollado las facultades mentales necesarias para el discernimiento de la inteligencia espiritual que mueve el universo físico; en consecuencia, ven sólo sus aspectos materiales. Una nueva escuela de ciencia debe desarrollarse en la que la mente del Espíritu tendrá el primer lugar.

    La verdadera oración

    La Verdad está en ti. No se levanta

    de lo externo aunque pienses que es así.

    Hay un íntimo centro en cada alma

    donde brilla serena: busca allí.

    Saber consiste en abrir el camino

    para que escape la divina luz,

    mejor que abrir entrada desde afuera

    a la engañosa luz que buscas tú.

    —Robert Browning

    DURANTE todas las edades el hombre ha estado esforzándose espiritualmente en realizar unión consciente con su centro más profundo donde la Verdad en toda su gloria permanece eternamente. Esta realización puede lograrse sólo por la verdadera oración.

    Los discípulos de Jesús lo importunaron con avidez: Señor, enséñanos a orar. Hoy, como discípulos del Maestro le estamos pidiendo que nos enseñe la manera de unificar nuestra consciencia con la Mente de Dios. Queremos encontrar la interna Verdad que nos hace libres.

    Sus instrucciones a los discípulos fueron: Pero vosotros, cuando oréis, entrad en vuestra cámara interna y cerrando la puerta, orad al Padre que está en secreto y el Padre que ve en secreto, os recompensará. Es difícil mejorar este sencillo método. Calladamente entrar en la interna cámara dentro de nuestra alma; cerrar la puerta a los externos pensamiento de la vida diaria y buscar unión consciente con Dios, es la suprema forma de orar que conocemos.

    El propósito del silencio es aquietar la actividad del pensamiento individual para que la quieta, pequeña voz de Dios, pueda ser oída. Porque en el silencio, el Espíritu habla Verdad a nosotros y precisamente la Verdad que necesitamos.

    La oración es el firme esfuerzo del hombre para conocer a Dios. Hay un íntimo espíritu que lógicamente conecta y une al hombre con su origen. Este espíritu es el divino Logos, la Palabra o Verbo de Dios que en verdad revela la lógica de las Escrituras. A causa de este hecho el hombre instintivamente siente y sabe de dónde viene su ayuda.

    La Mente de Dios, compuesta de radiantes ideas, vibrante vida, gloriosa, nueva inspiración, es nuestra para usarla. Puesto que somos el hombre Yo quiero en la suprema Divinidad, realicemos con Jesucristo nuestra importancia espiritual. ¡Pensemos hondamente en el divino Logos, el Verbo de Dios! En él está el divino ímpetu destinado a vitalizar el alma del hombre y capacitarle para desarollar sus latentes poderes.

    Cuando despertamos aun a una mínima consciencia de este cooperador espíritu, nos volvemos cocreadores con Dios y encontramos que podemos ajustar cualquiera condición que venga a nuestra vida. Jesús estaba tan completamente unificado con la Mente de Dios, que podía decir que las palabras que hablaba no eran Suyas, sino del Padre que vivía en El.

    Con la oración llegamos a la íntima relación con Dios que Jesús debió disfrutar cuando dijo: El Padre y yo somos uno. Jesucristo es nuestro Maestro y Ayudador. Al orar, ¿cuál debe ser nuestra actitud, nuestro interés cuando nos acercamos a la divina presencia? Si supiéramos que ahora mismo estábamos a punto de ser introducidos a la presencia de Cristo, ¿hasta dónde se despertaría nuestra expectación espiritual? Sin duda nos conmoveríamos profundamente sólo al pensarlo. Sintamos el mismo interés intenso, el mismo concernimiento cuando nos volvemos a la divina presencia en nosotros. Esto añadirá mucho a la disposición con que recibimos la Verdad.

    Entrando en el silencio

    Al entrar en el silencio de acuerdo con Oseas, el mandato es Toma contigo palabras y retorna a Jehová. Después de muchos siglos esta instrucción continúa aprobada hoy. Para el metafísico significa cerrar los ojos y oídos a lo externo, centrarse adentro y mantener firme la mente en la palabra Jehová hasta que ilumina toda la consciencia interna. Entonces afirma una oración como Tu vitalizadora energía inunda toda mi consciencia y soy sanado.

    Piensa en lo que realmente es la vitalizadora energía de Dios puesta en acción por Jesucristo. Penetra con más hondura en la consciencia de Dios en ti y sostén la oración con persistencia hasta que alcances la realización espiritual y la lógica de tu propia mente se satisfaga.

    Realizar una idea en el silencio es revestirla de vida, sustancia e inteligencia. Realizar una oración es actualizarla; vestirla de alma, saber que ha de cumplirse.

    La palabra de oración tiene en ella una semilla viviente que está destinada a impregnar el terreno de la mente y hacer que dé fruto según su clase.

    A través de Cristo el hombre tiene el poder de comprender que como el YO SOY vitalizadora salud, él es el gran magneto central funcionando en omnipresencia y alrededor del cual giran todos los poderes sanadores del Espíritu. Tiene el poder de realizar esta verdad hasta que los éteres más sagrados respondan y se contemple a sí mismo poderoso, lleno de paz, perfecto: sanado enteramente. Es de este modo que injertamos la palabra sanadora en nuestras mismas almas.

    Cuando estábamos en Florida un cultivador de frutas citrosas nos dijo muchas cosas interesantes sobre el crecimiento de sus huertos. Hay muchos pantanos en Florida. El instruyó a sus hombres a ir a estos pantanos, en las lodosas, negras aguas infestadas de hormigueantes reptiles y allí escavar, sacando los vástagos de limonero silvestre con sus fuertes, vigorosas

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