ad astra per aspera.
La adversidad es inevitable, es parte inherente de la vida. Huye lo que quieras, pero acabará encontrándote.
Y es solo a través de la adversidad que conoces de lo que eres capaz. Y no hay mayor satisfacción que la de descubrir tus fuerzas a través de un gran desafío.
Por eso el Sabio no solo acepta la adversidad, sino que la ama, pues cada reto de la vida es una oportunidad para poner en práctica lo que ha aprendido, para fortalecer su virtud, para dominar el arte de vivir.
En su obra, Sobre la Providencia, Séneca escribió
Ser siempre feliz y pasar por la vida sin ninguna punzada en el alma, equivale a ignorar la mitad de la naturaleza. ¿Eres valiente? ¿Pues cómo lo sé yo, si la suerte no te da la oportunidad de demostrar tu virtud? Has bajado a los campos olímpicos, pero no tuviste adversario: tienes una corona, pero no una victoria.
La virtud se marchita sin oponente. La adversidad es necesaria para entrenarnos.
Por eso, Epicteto decía que tuviéramos esta mentalidad
¿Qué debe decirse uno ante cada dificultad? “Para esto me entrenaba, para esto me ejercitaba”.
Te preparas para la vida. Te mejoras como persona para afrontar la vida de una mejor manera, para disminuir tu propio sufrimiento y el de los tuyos.
Esa debe ser la actitud de una persona fuerte, Séneca la define así
Tranquilo y calmo, contra las circunstancias que lo acometen. Todas las adversidades las toma como entrenamiento.
Dale la bienvenida a la adversidad y mírala como una oportunidad de mejorarte a ti mismo. Consérvate bueno.