A veces las disculpas nunca llegan. Hay situaciones donde merecías que te trataran mejor. Hay momentos donde tu confianza se ve traicionada. Y supongo que es parte de la vida, parte de entender qué clase de persona quieres ser y con quiénes te quieres rodear.

Las opciones para lidiar con este tipo de heridas puede que sean muchas, pero existe el peligro de querer herir de regreso a alguien cuando te hicieron daño. Y aunque esa parezca una opción para superar la situación, la realidad es que no hay nada que te vaya a ayudar más a sanar tus heridas que perdonar, perdonar para dejar ir. Hoy hablamos con el reflejo de nuestras cortaditas, para entender que aunque no es nuestra culpa que estén ahí, es nuestra responsabilidad sanarlas y dejar ir.

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