Tenemos la tendencia a considerar las diferencias humanas como una degeneración, uno de los frutos del pecado original. Bien en lo profundo, todos queremos una unidad perfecta y sin diferencias, todos queremos que los demás sean como nosotros. Cuando en la pareja, en los grupos de amigos o en la familia nos encontramos con el otro, que es diferente, su presencia nos asusta, nos molesta y sentimos que la mejor forma de 'estar en paz' es que no haya diferencias. Prédica compartida el 14 de septiembre de 2019 en Villa María (Córdoba, Argentina).