Guardianas de la Futawillimapu: Crónicas de lucha contra la intervención eléctrica

Por Camila Fernanda Pérez Soto y Igna Paz Solís Carrillo

Tres guardianas mapuche williche narran cómo enfrentan la defensa de la tierra contra el extractivismo transnacional y la persecución, el hostigamiento y la opresión cotidiana de la vida en una comunidad perseguida.

• Idioma: Español
• Editorial: LOM Ediciones
• Fecha de lanzamiento: 19 may 2025
• ISBN: 9789560019479

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© LOM ediciones

Primera edición, enero de 2025

Impreso en 700 ejemplares

ISBN Impreso: 9789560019158

ISBN Digital: 9789560019479

RPI: 2024-a-12443

Imagen de portada e interior: Camila Pérez Soto

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Edición, diseño y diagramación

LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

Teléfono: (56–2) 2860 6800

[e-mail] | www.lom.cl

Diseño de Colección Estudio Navaja

Tipografía: Karmina

Impreso en los talleres de gráfica LOM

Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

Santiago de Chile

Para todas las ñañas que están resistiendo

en los territorios del sur.

Índice

Sobre la importancia de la defensa de la mapu

Prólogo

Introducción y conceptos preliminares

Capítulo 1 Millaray Huichalaf Pradines: la machi que defiende al Ngen Kintuante de la invasión hidroeléctrica

Capítulo 2 Cristina Soto Guineo: la lucha contra las torres de alta tensión que amenazan el küme mogen (buen vivir)

Capítulo 3 Clementina Lepio Melipichún: el bosque que recupera la memoria de un pueblo ancestral

Capítulo 4 Contexto energético eléctrico

Algunas reflexiones finales

Sobre el registro fotográfico

Bibliografía

Sobre la importancia de la defensa de la mapu

La mapu existe desde que Gnechen (entidad suprema) la creó, y desde allí el mapuche supo cuál era la razón por la que nació. El pasado se hace ligero porque la memoria se vuelve frágil y, a veces, olvida a quienes lucharon, a quienes luchan y a quienes seguirán luchando.

En una pequeña parte de esta mapu (tierra) nace y rebrota el choyün (brote), ese que al ver cómo día a día se saquea y se destruye lo único que tenemos, se levanta a luchar. La tierra no nos pertenece, somos parte de esta y en esa lucha rebrotamos las domo weichafe (mujeres guerreras).

En cada territorio la mapu nos hizo el llamado, solo algunas escuchamos, las demás no lo escuchan aún. Desde mi territorio y el de las demás, solo tenemos claro que nacimos para ser esa resistencia incondicional a cualquier forma de atropello, a cualquier forma de vulneración. Como mujeres, nuestro sentir está más conectado con la mapu, ese sentir de dar vida y de cuidar, pero también de manifestarse si algo no le agrada. Como domo weichafe, el valor y el coraje han sido virtudes que hemos forjado en lucha, en batalla, incluso contra nosotras mismas, luchando contra nuestros propios miedos y desesperanzas. Nadie dijo que sería fácil, pero tampoco imposible. Detener la máquina del Estado a veces se hace complicado, un Estado que invisibiliza a quien defiende, a quien lucha en contra del mal llamado progreso.

Inchin (nosotras) sabemos, conocemos la tue mapu (la tierra que pisamos), sabemos la debilidad y la fortaleza que tiene, y es por eso que el énfasis está en la protección. Si no cuidamos el hoy, no quedará un futuro para los del mañana, no quedará un verde que mirar, ni un azul en el cual nadar, ni curar las heridas del alma, no quedará semilla alguna que plantar, ni tierra fértil que cultivar.

Cristina Soto Guineo, Defensora de la mapu

Werkén Lof Wenul, Ancud, Futa Wapi Chilwe

Prólogo

El recorrido al que nos invitan Camila Pérez Soto e Igna Solís Carrillo en este libro no puede resultar más pertinente y necesario considerando la situación actual en que se encuentra el Wallmapu y la realidad del pueblo mapuche, que cumple dos años de aplicación del estado constitucional de emergencia. Una medida que ha militarizado y criminalizado la causa mapuche, una lucha que es el resultado de décadas de marginación, racismo y discriminación ligadas a la explotación y despojo de sus tierras ancestrales y de sus recursos naturales, y que las autoras reflejan en tres reveladores relatos «de resistencia de mujeres al extractivismo de grandes empresas, que operan bajo un sistema que las impacta de manera directa a ellas, sus familias, sus comunidades y territorios».

Una resistencia que las tres protagonistas, mujeres mapuche defensoras de la tierra y autoridades ancestrales, recogen de la tradición e historia de su pueblo. Ese que antes de la conquista española ocupaba gran parte de la zona central y sur del país, y sobre todo de aquellos mapuche que habitaban al sur del río Biobío y que fueron capaces de enfrentar al colonizador español, expulsándolo a fines del siglo XVI de sus territorios y espacios ancestrales. Debieron pasar doscientos años de autonomía y coexistencia con el Estado chileno para que esta convivencia fuera quebrantada, cuando este último, por medio de una campaña militar de tres décadas, anexara esa parte del territorio a Chile, dejando a los mapuche recluidos en poco más de tres mil reducciones y en una superficie total que representó apenas el 6,39 % de su territorio antiguo, al sur del Biobío. Fue con esta mal llamada Pacificación de la Araucanía que se dio inicio a un segundo proceso de despojo, empobrecimiento y asimilación cultural que va a invisibilizar a un pueblo, su espiritualidad y su cosmovisión de mundo. Una usurpación que, pese a la recuperación de unas 160.000 hectáreas para los mapuche durante el gobierno del presidente Allende, se vio incrementada y agudizada durante la dictadura civil militar.

La dictadura promulgó distintos decretos que dividieron las tierras comunitarias y favorecieron a la industria extractivista. Una situación que a partir de la década de los 90 no se ha resuelto, pese a la dictación de la llamada deficitaria «Ley Indígena» de 1993 y la ratificación del Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que en su articulado señala que debe reconocerse a los pueblos indígenas el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan y que los gobiernos deben garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión, junto con respetar la importancia especial que para las culturas y valores espirituales de los pueblos reviste su relación con las tierras o territorios, o con ambos, y en particular los aspectos colectivos de esa relación, lo que, como bien se revela en este libro, no se aplica.

Una relación que la machi Millaray Huichalaf, la werken Cristina Soto y la lonko Clementina Lepio no solo explican y comparten con las autoras en las páginas de este libro, sino que también defienden, porque tierra y cosmovisión están indisolublemente ligados, como también lo está el ser mapuche, ya que, como nos advierten, «la mapu existe desde que Gnechen la creó y desde allí el mapuche supo cuál era la razón por la que nació».

Las historias de las Guardianas de la Futawillimapu que Camila Pérez e Igna Solis relatan en este libro son precedidas y seguidas por algunos conceptos y contextos regulatorios que las autoras consideran importantes de entregar para la mejor comprensión del texto, y efectivamente logran dicho objetivo.

De igual manera lo hace cada uno de los relatos de estas tres mujeres guerreras, quienes dejan muy en claro que «la tierra no nos pertenece, somos parte de esta y en esa lucha rebrotamos las domo weichafe». Y es quizás esta breve definición, que luego se desarrolla a lo largo del texto, el mayor mérito de este trabajo, fruto de una investigación periodística para la tesis de periodismo de ambas autoras, porque son las voces de las defensoras y su claridad respecto al rol que juegan, y al valor de su cultura, sus espíritus, sus plantas medicinales, la tierra, la naturaleza y el buen vivir por el que abogan lo que hace de este trabajo una lectura imprescindible.

Porque es una forma inteligente y sensible de adentrarnos, como no mapuche, a comprender una cultura donde sus guardianas entregan, con simples pero decidoras expresiones, sabidurías centenarias, como sostener que para ellas las respuestas están en la naturaleza, y que es la misma tierra la que les entrega la fuerza para enfrentar lo que viven. Que su vínculo con la tierra no es de propiedad, sino que «representa una conexión espiritual que les permite florecer con la vida nueva, y decaer o enfermar con la amenaza hacia el delicado equilibrio que mantienen con su entorno».

Quizás lo más provocador, y también desolador, es