Duendes en el Bosque
Por Oscar Rigiroli
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Un grupo de jóvenes aventureros - Jean Luc, Aylén, Ludovico, Martín, y Serena - regresa al remoto Parque Nacional en las Yungas, cerca de la Cordillera de los Andes, donde se perdieron hace diez años. Ahora, con el deseo de revivir esa experiencia y explorar los misterios del lugar, inician una expedición junto a Kovacs, un antiguo guardaparques, y Lazslo, un ermitaño húngaro que vive en el bosque. Su viaje los lleva al descubrimiento de un monolito radiactivo, un meteorito que aniquiló una antigua civilización y alteró la flora y fauna del lugar. En el corazón de la jungla, los jóvenes encuentran a los guardianes de la selva, seres enigmáticos que se comunican telepáticamente con Lazslo. Mientras tanto, Serena sobrevive a un accidente aéreo y se oculta en la selva, huyendo de narcotraficantes y encontrando refugio en una cabaña abandonada. Guiada por pequeños seres misteriosos, Serena explora la selva y descubre sus secretos. El grupo, junto con Lazslo, busca incansablemente a Serena, enfrentando peligros y descubriendo las ruinas de "Los Antiguos". Juntos, deberán desentrañar los secretos de la selva y enfrentarse a los narcotraficantes, en una historia llena de exotismo, misterio y magia.
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Duendes en el Bosque - Oscar Rigiroli
Duendes en el Bosque
Oscar Luis Rigiroli
––––––––
Profusamente ilustrado
Copyright © 2024 por Oscar Luis Rigiroli. Todos los derechos reservados. Ni este libro ni ninguna parte del mismo pueden ser reproducidos o usados en forma alguna sin el permiso expreso por escrito del editor excepto por el uso de breves citas en una reseña del libro.
Se trata de una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, lugares, eventos e incidentes son o bien los productos de la imaginación del autor o se utilizan de una manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es pura coincidencia.
.
––––––––
Érase una vez un grupo de jóvenes que se extravió en un bosque...muy especial.
Esta es su historia.
Índice
Dramatis Personae 11
Episodio 1 13
Episodio 2 19
Episodio 3 25
Episodio 4 31
Episodio 5 35
Episodio 6 41
Episodio 7 47
Episodio 8 53
Episodio 9 57
Episodio 10 61
Episodio 11 67
Episodio 12 71
Episodio 13 77
Episodio 14 83
Episodio 15 89
Episodio 16 93
Episodio 17 99
Episodio 18 103
Episodio 19 109
Episodio 20113
Episodio 21 117
Episodio 22 123
Episodio 23 127
Episodio 24 133
Episodio 25 139
Episodio 26 143
Episodio 27 149
Episodio 28 153
Episodio 29 157
Episodio 30 163
Episodio 31 167
Episodio 32 173
Episodio 33 179
Episodio 34 185
Episodio 35 189
Episodio 36 193
Episodio 37 201
Episodio 38 209
Episodio 39 213
Episodio 40 219
Episodio 41 225
Episodio 42 233
Episodio 43 239
Episodio 44 245
Episodio 45 249
Episodio 46 253
Epílogo 257
Del Autor 265
Sobre el Autor 267
Obras de OscarRigiroli 269
Contactar al Autor 271
Sobre el Editor 273
Dramatis personæ
Cuatro jóvenes exploradores:
Ludovico Inzaghi
Jean Luc Mauriac y su esposa Aylén.
Serena: hermana menor de Ludovico.
Conrad: organizador de la expedición.
Kovacs: Ex jefe de guarda parques.
Benítez, Bernini: guarda parques.
Waylla Quispe: mujer chamán de los pueblos originarios.
Laszlo: habitante de una cabaña en el bosque.
Paolo y Margherita: Padres de Serena y Ludovico
Martín Colombo Inchauspe: Joven viajero.
Matías: Hijo de Aylén y de Jean Luc.
Episodio 1
Caminó con su carga hasta llegar a un sitio del parque alejado del bullicio de los lagos y el Rosedal, donde parejas de enamorados y familias con niños pequeños paseaban en forma más o menos estruendosa. Finalmente llego a un bosquecillo de árboles mezclados, bajo los cuales podía guarecerse del sol, que alumbraba con sus últimos rayos vespertinos.
Allí abrió su mesita y silla plegables, se aseguró que estuvieran bien apoyadas sobre el suelo, y colocó sobre la mesa la notebook que llevaba en una mochila especial. Abrió la tapa superior del artefacto y se dispuso a esperar que comenzara su ciclo de inicio, que como era un dispositivo de bastantes años atrás, tardaba varios minutos, todo esto a pesar del cambio de memoria de la máquina y varias actualizaciones que había llevado a cabo.
Como tenía un trabajo de bastante responsabilidad en el área de seguridad informática en una empresa mexicana- bajo la modalidad de trabajo remoto- durante las horas convenidas de trabajo con su empleador permanecía en su casa, para evitar distracciones que podían traer consecuencias no deseadas, pero una vez concluidas dichas horas y agotado el trabajo que le había quedado atrasado, tomaba su mesa y silla, las montaba en el vehículo utilitario junto con la notebook y se iba a buscar un lugar tranquilo en el bello parque llamado Bosques de Palermo.
Estuvo escribiendo totalmente abstraído en su novela durante aproximadamente una hora. En ese plazo, solamente interrumpía su trabajo cuando se sentía bajo la mirada de un niño pequeño o un perro caniche, que se detenían en sus correteos para observar al solitario escribiente.
Alguna observación al cielo que se asomaba entre las ramas de los árboles, le informaron que se estaba cubriendo con nubes oscuras que presagiaban tormenta, pero no quería detenerse en su trabajo, una vez que había conectado con su inspiración, sin duda bajo el influjo del ambiente natural; por esa razón, la caída de las primeras gotas de lluvia lo tomaron desprevenido. Como el ritmo de la lluvia se aceleraba por momentos, decidió poner a salvo su notebook y su teléfono celular; por ello plegó la mesa y la silla y salió corriendo hacia el sitio donde había dejado estacionado el vehículo, distante unos ciento-cincuenta metros. Todos los demás asistentes al parque también huían de la imprevista caída de lluvia, excepto algunos trotadores, que impasiblemente aceptaron mojarse antes de cortar su entrenamiento.
Cuando por fin llegó a la camioneta, ya caía abundante agua y tenía su camisa y los pantalones cortos empapados. Abrió la puerta del vehículo y arrojó adentro toda su carga, luego entró él y se dispuso a acomodar la mesa y la silla, así como su notebook y su mochila en el interior. Justo en el momento en que entró, estalló un trueno y el cielo se iluminó con un relámpago, mientras caía el agua en abundancia.
Mirando al costado, vio una madre joven con su hijo pequeño corriendo desesperados con dirección a la avenida, distante aún más de cien metros. Reaccionó de inmediato, tocó la bocina del auto para llamar la atención de la mujer, y cuando ella giró la cabeza y los vio, le hizo señas que entrara en el vehículo. Por fin, la pobre mujer y su hijo entraron al vehículo, y a la protección real y psicológica que el techo sobre ellos representaba; el conductor corrió un poco los bártulos del asiento trasero para dejar sitio libre a sus pasajeros, mientras las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el techo de cabina de lona.
Gracias por dejarnos entrar.
Dijo la mujer. Su presencia ha sido providencial. Estaba tomando sol sobre una lona, me quedé dormido y me despertó la tormenta.
En el caos del interior de la camioneta, el joven tenía unas toallas, y se las entregó a ls mujer, que comenzó a secar la cabeza del niño y la suya propia.
¿Dónde los puedo llevar?
Preguntó el conductor.
La mujer dio una dirección distante a unas cinco cuadras.
Bien, los llevo de inmediato. Tienen que cambiarse de ropa, de lo contrario pueden tener un resfrío.
Estacionó frente a un edificio de aspecto residencial, situado a tres cuadras del Avenida del Libertador. La mujer dijo.
Mil gracias, muy generoso. Quisiera poder agradecerle en forma debida. Me llamo Aylén. ¿Puedo invitarlo a tomar un café en casa junto a mi marido?
No quiero molestarlos.
Es lo menos que puedo hacer. Mañana es sábado, ¿Le parece bien a las 17 horas? es en el quinto piso. Le doy el número de mi teléfono celular.
OK
Si está de acuerdo, me llevo las toallas que me prestó. Se las devolveré secas y planchadas mañana.
O.K.. Yo me llamo Martín.
La joven se puso las toallas sobre su cabeza y la del niño. Salió corriendo al auto y se dirigió a la puerta del edificio, la que se abrió desde adentro por la acción de una señora anciana que estaba esperando en el vestíbulo de la casa, sin duda aguardando a que cesara de llover.
Cuando puso nuevamente en marcha la camioneta, una sonrisa se dibujaba en los labios de Martín.
Por un lado, la complacencia de haber podido ayudar a una madre y su hijo pequeño en medio de una furiosa y repentina tormenta. Por otro lado, la agradaba haber recibido una invitación para visitarlos en un edificio suntuoso situado en un barrio distinguido. No recordaba haber estado en un lugar así anteriormente. Pero de pronto, una preocupación cruzó su mente. Tendría que vestirse de acuerdo con las circunstancias; aunque por supuesto iba a ir a la reunión vestido en forma casual, un repaso mental a su reducido guardarropa le indicó que tenía un solo pantalón adecuado, y que su mejor camisa estaba lavada, pero faltaba plancharla.
Puso el vehículo en dirección de Villa del Parque, donde estaba su vivienda, un reducido apartamento monoambiente de 35 metros cuadrados.
Al llegar a la calle Campana encontró que, tal como esperaba, no había espacio para estacionar el jeep. Por ello fue a dar un par de vueltas para intentar dar con algún auto estacionado que estuviera dejando su lugar; finalmente, encontró un sitio casi frente a su casa, que acababa de ser liberado por una pick- up.
Tomo su mesa y silla, su notebook y su mochila, y entró en el edificio colocando todo en el ascensor. Rogó que esta vez funcionara bien y apretó el botón del quinto piso.
Episodio 2
Sabiendo que no iba a hallar estacionamiento en la residencial cuadra donde vivía Aylén, llevó viejo utilitario Land Rover directamente a una de las calles internas del Bosque de Palermo, y desde allí caminó unos cuatrocientos metros hasta situarse frente al edificio. Pulsó el botón del quinto piso, y a los pocos segundos le contestó la voz que reconoció de inmediato.
Hola Aylén; soy Martín.
Vio que el portero eléctrico tenía una pequeña cámara, de modo que su interlocutora lo estaba observando, y lo reconoció de inmediato.
Bien, tengo que bajar a abrirte. Por seguridad hemos anulado el botón de apertura remota en el edificio.
Unos minutos más tarde apareció la mujer; el cambio era notable, en vez de la madre empapada por la lluvia tratando de proteger a su crío que había conocido, la dueña de casa estaba vestida con sencillez pero con elegancia; la camisa y los pantalones negros resaltaban su silueta esbelta; Martín se sintió un poco fuera de lugar con su atuendo gastado.
De acuerdo con los usos de la ciudad, la mujer lo besó en la mejilla, ambos entraron en el vestíbulo del edificio, y el joven le entregó una bandeja de bombones que había comprado para la ocasión.
No tendrías que haberte molestado.
Dijo Aylén con una sonrisa. Entra, mi esposo está por llegar a casa.
Cuando bajaron del veloz ascensor y entraron en el apartamento, Martín quedó impactado. Luego del vestíbulo, una espaciosa sala se abría ante sus ojos; la pared opuesta a la entrada estaba ocupada por una gran ventana con cortinados de voile, que permitían entrar la caudalosa luz exterior, de modo que toda la habitación estaba iluminada en forma natural. El mobiliario era elegante pero sobrio; no había muebles de más. El conjunto producía una cierta impresión minimalista.
La charla original para romper el hielo giró en torno a la tormenta del día anterior. Martín preguntó.
¿Cómo está el niño?
Matías, aunque lo llamamos Matu. Está un poco resfriado. En este momento está durmiendo la siesta.
En ese momento se abrió la puerta de apartamento, y entró un hombre alto y joven quien saludó con un movimiento de su mano, mientras colgaba su saco de un perchero.
Aylén se acercó y le dijo.
Querido, te presento a Martín. Es el joven que nos trajo de los Bosques de Palermo ayer en medio de la tormenta.
Luego se dio vuelta y dijo
Martín te presento a Jean Luc, mi marido.
Ambos hombres estrecharon sus manos y comenzaron a charlar; el visitante notó que el dueño de casa tenía un leve acento francés.
Finalmente, Jean Luc hizo una pregunta que evidentemente le estaba rondando por la cabeza.
¿Es tuya esa camioneta Land Rover que está estacionada en la calle, justo frente a casa?
Sí.
Es de colección. Cuéntame sobre esa maravilla.
Es una Land Rover Defender van, modelo 1990.
"¿Cuánto la has pagado??
Estaba en la familia desde hace décadas. La tenía un tío mío que es agricultor en la Provincia de Santa Fe. Me la regaló hace diez años con la condición de que la cuidara muy bien.
Jean Luc hizo una serie de preguntas sobre las características del vehículo, mientras su esposa, no muy interesada en los aspectos técnicos, preparaba el té. Cuando fue a la cocina, Martín estaba hablando sobre un viaje que había realizado el año anterior en la Patagonia, comenzando por el lago Nahuel Huapi, en Río Negro, hasta el Parque Los Alerces, en la Provincia de Chubut, recorriendo caminos pavimentados, rutas de ripio, y simples senderos en el bosque andino patagónico. Cuando Aylén entró, Jean Luc estaba preguntando.
Tienes algún plan pensado para este año?
No, aún no he tenido tiempo para planear nada. Además, necesito juntar algo de dinero en mi trabajo.
Jean Luc se echó hacia atrás en su sillón, meditó por unos segundos, y luego dijo.
Bien, déjame contarte lo que estamos planeando con Aylén.¿Dime, sabes que son las yungas?
En términos generales lo sé.
Respondió el visitante, y prosiguió.
Son regiones de bosque andino y selva de montaña, situadas en las laderas orientales de los Andes, y que se localizan desde el norte de Perú hasta el norte de Argentina, cubiertas en las zonas de menor altura de una selva tropical, con vegetación muy densa, producto de un régimen de lluvias muy abundante. En las zonas más altas, se convierten en bosques fríos, cubiertos de niebla por la elevada humedad.
Obviamente complacido, Jean Luc asintió sonriendo y dijo.
"Correcto. ¿Has estado en las yungas alguna vez?
No, nunca, aunque lo he pensado antes. Digamos que se encuentran en mis planes futuros.
El francés se echó hacia adelante en su sillón, y con una voz baja, como si estuviera por decir algo secreto o confidencial, dijo.
Bien entones quizás te puede interesar ...Con Aylén estamos planeado viajar dentro de un mes al norte argentino, y recorrer extensamente una zona de este bosque de altura. Queremos formar un pequeño grupo de aventureros con gustos similares para este fin. Es cierto que, para nosotros, este viaje tiene un significado adicional muy profundo.
¿A que te refieres?
Hace quince años, cuando éramos adolescentes, estuvimos perdidos en esos sitios más de un mes. Queremos revivir ese período. ¿Te gustaría formar parte de este grupo?
Martín permaneció pensativo por uno instantes. Aylén, siempre atenta a las reacciones de las personas, miró a los ojos de su marido y vio un cierto brillo en ellos; luego hizo lo mismo con su invitado, y percibió un destello de entusiasmo en su rostro. << Como pueden ser tan transparentes los hombres>> pensó.
Por fin, Martín habló.
En verdad me gustaría ir. ¿Qué arreglos tenemos que hacer?
Al oir la respuesta, aunque la esperaba, Jean Luc dio un brinco en su sillón. Poniéndose de pie caminó hasta un mueble con cajones, y luego de revolver unos momentos, sacó un mapa de uno de ellos, que comenzó a desplegar mientras retornaba a la mesita donde estaban tomando el café. Una vez en ella, desplegó el amplio mapa y condujo su dedo índice hasta un punto en el extremo superior de la carta, que indicaba un sitio en la frontera.
Este es el lugar.
Expresó con voz firme ante la ansiedad del visitante.
Episodio 3
Había ya viajado tres días hasta el extremo norte del país. Había pernoctado en un pequeño hotel de dos estrellas en San Salvador de Jujuy, consciente de que sería la última noche de confort hasta que terminara el viaje. Allí se duchó, cenó en un restaurante cercano, y durmió profundamente hasta las ocho de la mañana. Desayunó y dejó el hotel, pasando en primer lugar por un supermercado en el que llenó un carrito con alimentos no perecederos enlatados y otro tipo de provisiones, que luego acomodó en el baúl de la camioneta, donde ya había guardado la tienda para dos personas, la bolsa de dormir, y la ropa para cambiarse a lo largo del camino, sabiendo que tendría pocas ocasiones de lavar ropa sucia.
Dirigió el vehículo hacia la Ruta Nacional 34, por la que ascendió hacia el norte, pasando por San Pedro, Fraile Pintado y otros pueblos hasta llegar a Libertador General San Martín, que sería su última etapa en contacto con un centro urbano. Luego de un almuerzo temprano allí, retomó el camino hacia el noroeste por la Ruta Provincial 83, con la que se internó en el Parque Nacional Calilegua, y de esa forma, en la Reserva de Biósfera de Las Yungas, es decir, en la zona en que tendría lugar su aventura.
Parando con frecuencia para filmar y fotografiar los paisajes, se fue internando en la selva, constatando cada tanto con mapa y brújula, que mantenía el rumbo que lo llevaría al punto de encuentro convenido. A