Los Amigos de Barba Sucia
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Junto a su fiel compañero, Moro, las niñas viven emocionantes aventuras como piratas, buscando tesoros escondidos y misterios marinos.
Pero ese es solo el principio de esta historia.
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Los Amigos de Barba Sucia - Margarita Di Giuseppe
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© Loa amigos de Barba Sucia
Sello: Golondrina
Primera edición digital: Marzo 2024
© Margarita Di Giuseppe
Director editorial: Aldo Berríos
Ilustración de portada: Claudia Riquelme
Ilustraciones interiores: Claudia Riquelme
Corrección de textos: Gabriela Balbontín
Diagramación digital: Marcela Bruna
Diseño de portada: Marcela Bruna
© Áurea Ediciones
Errázuriz 1178 of #75, Valparaíso, Chile
www.aureaediciones.cl
info@aureaediciones.cl
ISBN impreso: 978-956-6183-64-8
ISBN digital: 978-956-6183-75-4
Este libro no podrá ser reproducido, ni total
ni parcialmente, sin permiso escrito del editor.
Todos los derechos reservados.
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10 de febrero de 1985, Chile
Estimado Capitán Barba Sucia:
En nombre de mi nación, queremos pedirle ayuda para vigilar nuestra costa.
Será muy bien recompensado.
Sabemos que usted y su esposa son famosos piratas con experiencia en asalto de barcos (ojalá no se moleste porque los llamemos así).
Esperamos su respuesta.
Atentamente,
Chilenos del sur.
Estrella puso punto final a la carta y la metió en un sobre con diseño de ositos de colores deslizándose por un arcoíris. Al día siguiente le propondría a Rosita jugar a ser piratas y todo comenzaría con esa misión que se había inventado a partir de las cosas que le enseñaba su papá.
Estrella era una niña con mucha imaginación, su mente solía abandonar el mundo real para viajar al mundo de las fantasías. A veces se quedaba en sus pensamientos más de lo que otros podían comprender y la reprendían por no estar atenta.
A Rosita en cambio no se le escapaba ninguna. Tenía una memoria que daba envidia, pero un carácter que daba miedo. A veces era mejor no llevarle la contra para evitar enfrentarse a sus rabietas. Estrella, que la conocía desde siempre, sabía tenerle paciencia.
Ambas se entusiasmaban inventando historias que después actuaban como si fueran artistas y el escenario de sus obras era la playa. Los personajes los definían al principio y el guion se improvisaba. La creatividad era el ingrediente que realzaba la receta de sus juegos teatrales.
Quizás, gracias a esa imaginación desbordada, fue que las cosas ocurrieron como ocurrieron en esta aventura de piratas.
- Capítulo I - Los piratas: Barba Sucia y Flora -
Estrella se acomodó los pesados lentes en la nariz y avisó con un grito a sus papás que iba a jugar a la playa. Como respuesta obtuvo un ten cuidado
de parte de su madre. Salió disparada por la puerta, eran pasadas las diez y de nuevo iba atrasada para juntarse con su prima. Moro levantó las orejas y movió la cola al verla atravesar el patio. El perro negro, de mediana estatura, esperó inquieto el tradicional llamado. Cuando la niña estaba en el camino de tierra, gritó su nombre y él corrió enérgico al encuentro, agradeciéndole con saltos y ladridos.Tomó un atajo, descendiendo por una pendiente repleta de flores color magenta y una zona con quilas. Recordó a su madre diciéndole que tuviera cuidado de los lugares con muchas de esas plantas, porque en ellas solía refugiarse el ratón de cola larga. Ella le respondió que no le importaban los ratones, que le gustaban, y su madre le aclaró que por muy bella que fuera la naturaleza, a veces podía resultar peligrosa y justo ese tierno roedor, trasmitía la enfermedad del Hanta.
—Espérame, Moro —el perro delante de ella se detuvo en el acto y la miró con la lengua afuera como si le hubiese entendido.
Estrella llegó a la bahía y caminó por una zona de rocas, veloz, pero con cautela. Levantó la mirada para ver si Rosita estaba esperándola y desde la distancia divisó su largo pelo rubio al viento, como el de una sirena. De manera inconsciente tocó su cabello oscuro y corto, escondiéndolo con una mano. Siempre había envidiado aquel atributo de su prima, ya que el suyo era lacio y café, muy común y corriente. Mientras pasaba de una roca a otra con un brinco, recapacitó, reconociendo que a ella le gustaba tener pestañas largas, un cuerpo menudo y la nariz respingada. Sacudió sus pensamientos pensando que, con apenas once años, estaba siendo muy vanidosa.
Gritó para llamar la atención de Rosita sentada en el muelle, y por poco cae al pisar el cordón de su zapatilla de lona. Se agachó para amarrarla y siguió caminando por las rocas hasta llegar a la arena. Corrió, y Moro, que era más rápido, la adelantó.
—¡Ya me iba! —dijo altanera Rosita, poniéndose de pie apenas Estrella llegó a su lado.
Cuando Rosita se enojaba, Estrella retrocedía unos pasos. Las mejillas de su prima se veían más grandes y mofletudas, como las de un bulldog inglés, y los ojos color miel casi podían atravesarla, como flechas de fuego.
—Perdón, me distraje con un juguete nuevo que le llegó a mi papá —jadeó para recobrar el aliento, sosteniendo ambos suspensores de su jardinera de mezclilla—. Mi tío le mandó un Rubik ¿Sabes lo que es? Es un…
—Estrella, no me interesa —la interrumpió mirando el horizonte—. Quedamos en juntarnos a las diez y de nuevo lo olvidaste ¡Tus distracciones me tienen aburrida!
El perro se trepó con las patas blancas como un par de guantes sobre Rosita. De modo fulminante, el disgusto cesó y apareció una sonrisa.
—¿Cómo estás, Moro lindo? Qué bonito tu collar ¿Es nuevo? —Rosita le acarició las orejas medio caídas.
—Sí, se lo tejió mi mamá. Ahora le dio con tejer con un palo de metal con un gancho… Crochet, creo que se llama.
—Me gusta el color morado. Te ves bien, Moro.
Al comprobar que el genio de Rosita amainaba, Estrella aprovechó para plantear sus ideas de juego. Le entregó el sobre y Rosita leyó la carta, primero mirando desde lejos con desprecio, pero de a poco se fue acercando al papel concentrada en las palabras.
—Está bien —contestó seca, pero con ánimos de haber superado el conflicto.
—Oye, ¿te parece si yo soy el capitán Barba Sucia y tú eres mi esposa? Como a ti no te gusta hacer el papel de hombre…
—Me parece. Yo era Flora, una mujer muy linda, todos los hombres se
enamoraban de mí y tú estabas muy celoso —Rosita se meneó coqueta y caminó cimbrándose de modo exagerado por el muelle, como si fuera modelo de pasarela.
—Moro será Sombra, mi perro fiel, y le voy a decir que tiene que vigilarte de los hombres —miró al perro y simuló la voz áspera del capitán—. ¡Oh mi querido Sombra, tengo muchos celos de mi esposa! Creo que me engaña con el patán de Rufus. Te imploro que la sigas y me cuentes si la ves besando a otro —Moro ladró dos veces y movió la cola.
Y cuando comenzaron a jugar, la fantasía de las primas creó un mundo, que para ellas era tan real como el sonido de las olas o el graznido de las gaviotas.
Un barco enorme encalló en el puerto imaginario de las niñas, junto con algunos otros personajes secundarios: el villano Rufus, el primer oficial del capitán, un cantinero, entre otros. La mujer del pirata efectivamente estaba viendo a Rufus, un español musculoso y alto que se la pasaba en la cantina. El pobre capitán Barba Sucia, alertado por Sombra, fue a encarar a su mujer quien rompió a llorar y confesó que se sentía sola porque él siempre estaba en sus travesías, en busca de tesoros y a ella la dejaba abandonada en ese pueblo aburrido. Además, no le gustaba su barba hedionda.
—Es que hueles a pescado, querido —se justificaba la dama tapándose la nariz con los dedos en pinza.
Las niñas rompieron en risa hasta que les dolió el estómago. Luego de unos minutos de receso, tomaron aire y continuaron con el juego.
—¿Cómo que no te gusta mi barba? Pensé que la adorabas —gritó el capitán Barba Sucia—. Eres una mentirosa. Ya verás que encontraré el tesoro y cuando me vuelva rico vas a querer volver a mis brazos... y a mi barba.
—No, ya he sufrido mucho con tu ausencia, ahora estaré con Rufus, intentaré ser feliz. Él me cuida cada vez que tú te vas en tus tontas aventuras.
—Pero yo te amo, Flora. Tú eres mi mundo, hasta soy capaz de dejar de buscar el tesoro que tanto anhelo, aunque solo me queda buscar en esa isla —el dedo del capitán indicó una porción de tierra (que en realidad era un islote lleno de gaviotas y pelicanos).
—Ya tomé una decisión —la mujer se lanzó a llorar sobre la arena.
El capitán Barba Sucia también lloró desconsolado mientras le gritaba que se marchaba de su vida, pero que la esperaba con los brazos abiertos por si quería regresar.
—Espera —dijo Estrella, interrumpiendo la historia— ¿Tú seguías enamorada del capitán o te habías enamorado de Rufus?
—No, yo soy una mujer abandonada que vio a un hombre guapo y se confundió.
—Pero Rosita ¿sabes que eso es ser infiel?
—Bueno sí, pero si el desgraciado de su marido se la buscó. Opino que la esposa lo único que necesitaba era amor.
—Okey — habló con seriedad Estrella—. Yo opino que Flora no se tomaba en serio su matrimonio y que el capitán trabajaba muy duro para encontrar el tesoro y poder hacerle regalos a su amada esposa. Él es el bueno de la historia.
—No perdamos más tiempo —dijo Rosita inquieta por seguir jugando, y volviendo a adoptar la postura de esposa sufrida— ¡Oh Rufus, envuélveme en tus brazos y hazme tuya!
Ambas volvieron a revolcarse de risa por la fogosa frase sacada de alguna de las telenovelas que veían sus madres. Moro se lanzó sobre las niñas como queriendo participar de la