Educar a una sociedad lectora: La lectura: elemento potenciador del bienestar personal y de las relaciones sociales
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La lectura es parte integral del entorno donde se lleva a cabo y del propio contexto donde se ha construido su contenido. Sin olvidar que leer contenidos en una sola dirección y con una finalidad adiestradora, ni es sano, ni es constructivo, más bien suele ser destructivo para la formación de las personas que lo hacen y para el entorno donde se desarrollan.
No podemos dudar de que la lectura es un recurso educativo excelente para ampliar nuestra visión del mundo, aumentando nuestra capacidad de pensar, de conocer y de vivir; porque leer nos enseña también a aprender a vivir. Hemos de aceptar el poder socializador de la lectura por sí misma, para ampliar nuestra comprensión del mundo, el espíritu para mejorar y reforzar nuestra capacidad de cooperación y el valor de lo social. Esta es la idea que ha de movernos para educar una sociedad que lea, que así crezca en conciencia social y en bienestar.
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Educar a una sociedad lectora - Sandra Sánchez-García
PRESENTACIÓN
Lectura, didáctica y conciencia social
El hábito de leer no nos hace mejores personas. Si alguien lo cree, solo debe refrescar, por ejemplo, esa parte de la historia que describe a algunos guardianes del Campo de Auschwitz, uno de los episodios más oscuros de la Humanidad, como amantes de la lectura. Y es que la lectura también puede ser capaz de sofisticar la crueldad de los malvados. Sabemos que eso es posible. Uno de los ejemplos más significativos es el de cómo la lectura de textos sagrados, desde una interpretación sesgada y malintencionada, puede fomentar la crueldad y justificarla.
Leer, por el simple hecho de leer, sin hacerlo con libertad, desde la diversidad y el pensamiento crítico, con una lectura instrumentalizada hacia el adoctrinamiento, también ha servido a lo largo de la historia para crear y mantener desigualdades y fomentar actitudes y conductas discriminatorias.
Sin embargo, esta solo es la cruz de la moneda. La otra cara son las posibilidades de cultura democrática, de actitudes igualitarias, de conductas de apoyo mutuo, de cooperación y colaboración y, cómo no reseñarlo, de la búsqueda de la libertad y el rechazo a las situaciones autoritarias y de represión. Esto último es algo que los gobiernos autocráticos y dictatoriales han tenido mucho en cuenta, de manera pública mediante la quema de libros y, de manera más sutil, a través de la censura y la prohibición de determinadas lecturas.
Así es. Nosotros creemos firmemente en el poder positivo de la lectura, tanto en el ámbito personal como social. Resaltamos el poder educativo de la lectura, porque no hay educación sin lectura; ya que la lectura forma parte integral del entorno en el que se lleva a cabo, y del propio contexto en el que se ha imaginado y construido su contenido. Sin olvidar que leer solo en una dirección y con una finalidad adiestradora, ni es sano, ni es constructivo; más bien puede ser destructivo para las personas que lo hacen y para su entorno.
¿Qué hace entonces que la lectura sea un elemento potenciador del bienestar personal y de las relaciones sociales? Sin duda, el que las lecturas sean tan variadas y enriquecedoras en su contenido, que la interpretación de lo narrado nos permita observar con nuestra mente la amplitud del mundo y la enorme variedad de situaciones y seres que lo pueblan (Vallejo, 2020). Si es así, nuestras ideas se harán más ágiles y nuestra imaginación podrá proyectarse en personajes reales o inventados, deslizándonos en los problemas, los éxitos, las vivencias placenteras y los terrores o ambiciones de otros. En estos mundos descritos desde la ficción es posible llegar a entendernos mejor y aprender a colaborar con los demás.
A través de la lectura podemos vernos a nosotros mismos y es que, como afirma Blanco (2013, p. 21): Todo acto de creación literaria no es más que un trasunto de nuestra propia biografía
.
Los textos literarios de calidad no aportan solamente estética narrativa; además, también son capaces de ampliar y orientar nuestra formación. No podemos dudar de que la lectura es un recurso educativo excelente para ampliar nuestra visión del mundo, aumentando nuestra capacidad de pensar, de conocer y de vivir. Porque leer nos enseña también a aprender a vivir. De este modo, los textos literarios se pueden convertir en un agente cultural, que nos transmite creencias, valores, roles y conductas vinculadas a distintos contextos sociales.
Lejos de caer en el didactismo en el que algunos están tentados de instrumentalizar la lectura con fines adoctrinadores, que rechazamos totalmente; hemos de aceptar el poder socializador de la lectura por sí misma, para ampliar nuestra comprensión del mundo, el espíritu para mejorar y reforzar nuestra capacidad de cooperación y el valor de lo social. Esta es la idea que ha de movernos para educar una sociedad que lea, que así crezca en conciencia social y en bienestar.
Este libro contiene diversos estudios y experiencias que vinculan el desarrollo social a la educación y a la lectura. Se trata de experiencias lectoras, que desde la intervención educativa plantean propuestas en ámbitos clave para el desarrollo de una sociedad más justa e igualitaria, donde el bienestar de todos es el objetivo primordial a conseguir.
Sandra Sánchez-García Santiago Yubero
Referencias
Blanco,
A. (2013). ¡Zu Befehl!: Un viaje al corazón de las tinieblas. Ocnos, 9, 21-52, https://doi.org/10.18239/ocnos_2013.09.02
Vallejo
, I. (2020). Manifiesto por la lectura. Siruela.
Yubero, S., Caride, J.A., Larrañaga, E.
y
Pose
, H. (coords.) (2016). Educación social y alfabetización lectora. Síntesis.
1
Había una vez… un canon
Luisa Santamaría Ramírez
Hábitos lectores
Según los datos del Informe de resultados de Hábitos de lectura y compra de libros en España (2018)¹, de la Federación de Gremios de Editores, el 99,3% de los niños y niñas entre 10 y 14 años y el 91,6 % de los jóvenes entre 15 y 18 años lee libros. Además de libros, estos jóvenes son el segmento de población con mayor número de lectores de páginas web o de artículos o textos largos en redes sociales. De todos los datos nos interesan especialmente los de lectura en tiempo libre, por lo que eso significa en la adquisición de hábito lector.
Del total de lectores de 10 a 14 años, el 70,8% lo hace frecuentemente; es decir, leen al menos una vez a la semana; mientras que el 15,2% lo hace de manera ocasional.
Estas cifras descienden a partir de los 15 años hasta el 67,4%, de los cuales el 44,7% es lector frecuente y el 22,7% es lector ocasional, llegando hasta el 32,6% el porcentaje de los que se declaran no lectores. Este dato es preocupante y nos da indicios de que la lectura, cada vez más, se va convirtiendo en algo obligado por cuestiones meramente prácticas, olvidando la fuerte relación existente entre el rendimiento académico y el índice de disfrute con la lectura.
En relación con el Informe PISA, España se sitúa 12 puntos por debajo (477) de la media europea (489), en lo que respecta a la comprensión lectora. Además, preguntados sobre su forma de leer, se aprecia un aumento de la lectura superficial y práctica en detrimento de la lectura profunda y por placer.
El informe mide la competencia lectora entendida como la capacidad de los estudiantes de comprender, emplear, valorar, reflexionar e interesarse por los textos escritos para alcanzar unos objetivos, desarrollar el conocimiento propio y poder participar en la sociedad.
En la actualidad la competencia lectora no puede quedarse anclada en la comprensión de textos individuales y continuos; sino que debe ampliarse con la lectura y manejo de textos múltiples, de manera que se adquieran estrategias complejas para el procesamiento de la información, así como el análisis, integración e interpretación de los textos. En este marco conceptual los textos se han clasificado atendiendo a estas cuatro dimensiones:
▶ Fuente: la unidad está compuesta por un texto (fuente simple) o por varios (fuente múltiple).
▶ Estructura y navegación: textos estáticos (lineales) o dinámicos (interactivos).
▶ Formato del texto: continuo, discontinuo o mixto.
▶ Tipo de texto: descriptivo, narrativo, expositivo, instructivo, argumentativo o transaccional. Según el propósito para el que se escribe el texto.
La competencia lectora en el siglo XXI no se limita a la competencia literaria, ya que las personas necesitaremos información procedente de diversos ámbitos de conocimiento, tanto científicos como matemáticos, a la vez que tendremos que utilizar tecnologías de búsqueda, almacenamiento y organización de la información. La competencia lectora incluye, necesariamente, la competencia enciclopédica, ya que ese lector genera significado en respuesta al texto a partir de sus conocimientos previos; tanto de otros textos como de los adquiridos en su contexto social y cultural, estableciendo un tejido y una red intertextual.
A tenor de los resultados obtenidos en ambos informes vemos, por tanto, la necesidad de la mejora de los hábitos de lectura y de la comprensión lectora. La escuela debe hacer un esfuerzo extra, tal vez extraordinario, para la consecución de estos objetivos. Chartier señala sobre su infancia lectora: En relación con mis recuerdos debería elegir el modelo de la conquista lenta y difícil de la lectura en un mundo social en el cual los libros eran raros o estaban ausentes. En tal caso, libros y escuela se confunden. Sea porque los libros poseídos son los que la escuela procura o exige y que su lector debe traer en una pesada cartera, o bien porque los libros de la lectura de entretenimiento son los del programa escolar
.
Lectura canónica
En palabras de Silva-Díaz (2006, p. 140), la narración canónica es aquella en la que, con mayor o menor grado de complejidad, se construye un mundo ficcional incuestionable de acuerdo a modelos literarios existentes muy codificados donde no se violentan las fronteras entre la historia y el discurso, ni las barreras entre el texto y la comunicación fuera de este
. La narración canónica busca la competencia literaria a través de la lectura de textos continuos, simples en cuanto a estructuras narrativas, personajes y temas, enmarcados en unos valores que se identifican con la ideología dominante y en los que se presta más importancia a la trama que a los aspectos más literarios. En ellos se sigue el esquema tradicional de planteamiento, nudo y desenlace de la lógica causal y/o cronológica.
Otra característica de lo canónico es su adecuación al currículo y su intención pedagógica e instrumental. Este hecho lleva suscitando debate desde que en el siglo XVIII se genera el concepto de infancia
, vinculado a los inicios de la industrialización, del nuevo sistema capitalista y de los Estados modernos. Martín Garzo, refiriéndose a este tema, afirma que:
Los verdaderos cuentos no tienen moraleja, o si la tienen, no importa demasiado cuál pueda ser, ya que estas siempre se relacionan con las modas y usos de la época en la que fueron escritos. El sentido último de los cuentos siempre tiene que ver con las aspiraciones y los anhelos más hondos del existir humano
.
Los cuentos no solo se han utilizado y todavía se utilizan para inculcar ideas moralizantes. En la actualidad es más que evidente la utilización de textos literarios para la transmisión de contenidos curriculares, que nada tienen que ver con la lectura. Parece imposible que la realidad se ofrezca de manera aséptica a los lectores, ya que los mediadores y educadores, desde la selección de las obras hasta la comunicación de conocimientos, están involucrando su propia percepción de esa realidad y su concepción de la infancia. En cualquier caso, suponer que la lectura de un libro implique directamente la asunción por parte del lector de los valores morales que contenga, es olvidar que cada lector interpreta la lectura en función de sus experiencias, sus conocimientos o su propia ideología.
Tejerina (2005) afirma que no existe hoy por hoy un canon literario infantil y juvenil plenamente aceptado; pero sí son muchos y variados algunos de los acercamientos oportunos y controvertidos. Entre ellos, podemos considerar las diversas selecciones y guías realizadas de forma individual o colectiva que se proponen por parte de especialistas y profesionales que, aunque nunca se erigen como canon, se presentan como una tarea crítica destinada a la orientación de los diversos agentes mediadores entre la literatura y los niños.
No es hasta la Enseñanza Secundaria cuando los planes lectores institucionales detallan un canon literario, fundamentalmente, la
