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Mucha tele: Una historia coral de la TV en dictadura
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Mucha tele: Una historia coral de la TV en dictadura
Libro electrónico443 páginas5 horas

Mucha tele: Una historia coral de la TV en dictadura

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Información de este libro electrónico

"Con casi 100 entrevistas a conductores de noticiarios, animadores de estelares, realizadores de programas de humor e infantiles, productores, periodistas, artistas y directores de teleseries, Rafael Valle y Marcelo Contreras construyen un relato coral, finamente urdido, sobre el devenir de la televisión durante los 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet.
Don Francisco, el Tío Memo, Antonio Vodanovic, Malucha Pinto, Pedro Carcuro, Santiago Pavlovic, Katherine Salosny, Patricio Bañados, Gloria Münchmeyer, el Profesor Rossa, Álvaro Salas, Paulina Nin y Coca Guazzini, entre otros, dan cuenta del profundo cambio que vivieron los canales desde el mismo 11 de septiembre de 1973, incluyendo un férreo control programático y el autofinanciamiento. Así, través de programas y producciones emblemáticas (Sábados gigantes, Festival de la una, Los bochincheros, La madrastra, Los títeres, Informe especial, Magnetoscopio musical, Martes 13, el Jappening con ja o la franja del No para el Plebiscito de 1988), estas páginas retrotraen hacia una época oscura y convulsa, en la que la TV registró cambios tecnológicos sustanciales y, sobre todo, gozó de una influencia incomparable".
IdiomaEspañol
EditorialFCEChile
Fecha de lanzamiento1 dic 2023
ISBN9789562893381
Mucha tele: Una historia coral de la TV en dictadura

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    Mucha tele - Rafael Valle Muñoz

    Primera edición,

    FCE

    Chile, 2023

    Contreras Chávez, Marcelo y Rafael Valle Muñoz Mucha tele. Una historia coral de la TV en dictadura / Marcelo Contreras Chávez, Rafael Valle Muñoz ; pról. de Álvaro Díaz. – Santiago de Chile :

    FCE

    , 2023

    288 p. ; 23 × 17 cm – (Colec. Tezontle)

    ISBN 978-956-289-336-7

    ISBN digital: 978-956-289-338-1

    1. Televisión – Chile – Historia y crítica – 1973-1990 2. Televisión – Entrevistas 3. Medios de comunicación masiva – Chile – 1973-1990 I. Valle Muñoz, Rafael, coaut. II. Díaz, Álvaro, pról. III. Ser. IV. t.

    LC PN1992.3 C5 Dewey 384.55 C239m

    Distribución para lengua española

    © Rafael Valle Muñoz

    © Marcelo Contreras Chávez

    D.R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Chile S. A.

    Av. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile

    www.fondodeculturaeconomica.cl

    Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

    www.fondodeculturaeconomica.com

    Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S. A.

    Diagramación: Macarena Rojas Líbano

    Cuidado de la Edición: Álvaro Matus

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.

    ISBN 978-956-289-336-7

    ISBN digital 978-956-289-338-1

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    ÍNDICE

    Prólogo: El pueblo a la tele, por Álvaro Díaz

    Nota de los autores

    I. Carta de ajuste (1973-1977)

    II. Ponle color (1978-1980)

    III. La hora de las teleseries (1981-1985)

    IV. La televisión se atreve (1986-1990)

    Sobre los autores

    Agradecimientos

    La televisión penetra.

    P

    EPE

    T

    APIA

    "Malditas cajitas rectangulares

    Están en las casas, en las calles y en los bares

    Malditas cajitas rectangulares

    Fabrican estrellas que son industrias

    Fabrican los héroes por cantidades

    Malditas cajitas rectangulares".

    "C

    AJITAS

    R

    ECTANGULARES

    ",

    E

    MOCIONES

    C

    LANDESTINAS

    .

    PRÓLOGO

    EL PUEBLO A LA TELE

    Álvaro Díaz

    Periodista y cocreador de 31 minutos

    No se necesitó redactar ni una sola norma ni gastar millones en propaganda o programación proselitista para que la dictadura chilena tuviera una televisión hecha a su medida. Por ser cosa de vida o muerte, el Golpe y su criminal estela bastaron para que la línea de la prudencia se corriera cada vez más en favor del silencio y la banalidad. Sin competencia en el área de la entretención gracias al toque de queda, el cierre de boliches y el desmantelamiento de la escena artística, y obligada a buscar recursos en la publicidad tras el fin de toda subvención estatal, la televisión chilena encontró a mediados de los 70 la pista libre para crecer exponencialmente, estimulada por las reglas del mercado y destinada por descarte a cumplir el rol de bulliciosa plaza pública de un país sin vida ciudadana.

    Pertenezco a la mayoría silenciosa de privilegiados que practicamos ese contradictorio placer de considerar a la televisión una basura y consumirla sin remordimientos. Hace 40 años, su nocividad para los niños era creencia instalada. Se racionaba por horas según rendimiento escolar y comportamiento, o solo se permitía ver programas educativos e inocuos. En algunas casas, aunque sobraran los recursos, para evitar la tentación ni siquiera existía el aparato. El troncal Negrete, por ejemplo, era un programa que no dejaban ver a muchos niños. Protagonizado por el humorista Ronco Retes, trataba sobre el devenir de un equipo de fútbol poblacional. Su lenguaje procaz era considerado una mala influencia por algunos padres. El Festival de la una también cargaba con el estigma de ser un programa ordinario, pero ahí se volvía difícil el control parental: lo daban todos los días a la descampada hora de almuerzo. La alternativa era ver Almorzando en el Trece, una lata infumable. El Festival de la una era genuinamente popular. Se grababa los martes en Chilefilms y la mamá de un amigo, que vivía en la misma calle de los estudios, reclamaba porque el público dejaba todo cochino mientras hacía cola para entrar.

    Más de algún sábado me quedé en cama viendo Sábados gigantes. No había razón para levantarse. El programa duraba toda la tarde, y en un periodo incluso se extendía hasta casi la medianoche con el late Noche de gigantes. Tenía de todo: cantantes, humoristas, concursos, números de variedades y drama humano. Lo animaba un tipo impune, básico y encantador, rodeado de lo más parecido a una escena artística que podía existir en esos años. Yo llevé el pueblo a la tele, dice su creador y conductor, Mario Kreutzberger, Don Francisco, en una de las páginas de este libro. Y tiene razón. No llevó al Pueblo con mayúscula, ese ente teórico, consciente, luchador, organizado, virtuoso, digno (y ajeno) de la Unidad Popular, sino al pueblo con minúscula. Tías risueñas y gordas, jardineros, mecánicos, cajeras de supermercado, ancianos encorbatados. Gente temerosa de los cambios, que se reía con cualquier tontera, se impresionaba con novedades de feria, quería matar el tiempo y salir en cámara. Un mundo apenas urbano, que conocía el rigor y no estaba para complejidades. También, una clase media bonachona y de pocas luces. Personas que parecían sacadas de los primeros Condoritos: enfrentaban la vida como un cúmulo de situaciones tan adversas como soportables. Y si había una élite, era esa que mezclaba militares con sus compinches civiles, un mundo decadente de uniformes, corbatas y trajes largos que se lo pasaba en cócteles, tramaba negocios turbios con empresas que habían sido del Estado y solo se lanzaba al desmadre en rincones secretos y horarios prohibidos.

    Marcelo Contreras y Rafael Valle, al dejar que sean los protagonistas quienes cuenten la historia, permiten su justa ponderación. Eran por sobre todo gente normal, ingeniosa y talentosa a veces, haciendo su trabajo sin grandes cuestionamientos, preocupada de rellenar la programación con cosas sencillas, nada que pudiera molestar o ser malinterpretado. Reinaba la austeridad, al menos en un comienzo. El miedo era rutinario y no necesitó de una gran estrategia para instalarse; con la sombra de Pinochet bastaba. Y aunque los abusos de poder, ajustes de cuentas y pequeñas miserias no fueran cosa ajena, estaban los excesos kitsch de Televisa y Venevisión, que se tomaban la pantalla entre las tres y las cinco de la tarde con sus telenovelas.

    Mario Kreutzberger, Enrique Maluenda, el Tío Memo y la Tía Pucherito, el pervertido buzón Preguntón, Cucho Inostroza, Andrea Tessa, Pato Bañados, Gloria Benavides, en fin. Los nombres que dan vida a Mucha tele poco y nada dicen para las nuevas generaciones, pero quienes crecimos con un televisor National Panasonic blanco y negro en la pieza y teníamos que cambiar de canal con un alicate, porque se había roto el selector, encontraremos en estos testimonios ya alejados de la estelaridad el relato honesto, sin culpas ni parafernalias, de esa parte de la historia que no da para efemérides pero construyó una buena parte del imaginario de años lóbregos.

    NOTA DE LOS AUTORES

    La generación chilena de los 70 nace con un televisor encendido en la casa, una especie de altar de comunión familiar repartido en millones de hogares.

    Nosotros –los autores– somos parte de esa camada alimentada diariamente en esa década y la siguiente con mucha, mucha tele.

    Enfilados a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, quisimos indagar cómo se hizo esa programación moldeada en dictadura; la pantalla que configuró parte importante de nuestros conocimientos y cotidianidad, imponiendo temas de conversación con la familia y los amigos: quién mató a Patricia, la tragedia en directo del incendio en la Torre Santa María, el equilibrista aporreado en Martes 13, los submundos revelados por Informe especial, Los Prisioneros tocando en Patio plum.

    Iniciamos nuestra investigación en el invierno de 2018. La primera entrevista, de casi un centenar que conforman este libro, fue con Alfredo Lamadrid, director y ejecutivo fundamental en ese periodo. Fue quien proyectó los matinales cuando la pantalla era solo ruido blanco por la mañana, entre otras audacias programáticas.

    La pandemia masificó las videollamadas y así se multiplicaron de forma exponencial nuestras posibilidades de diálogo con los protagonistas de este proyecto: rostros, directores, productores, ejecutivos y periodistas dispuestos a revelar procesos creativos –o derechamente copias–, y también los secretos y versiones encontradas de aquellos días.

    ¿Cómo contar esta historia? Mientras acumulábamos cientos de horas en entrevistas, concluimos que el valor de los testimonios superaba cualquier opción de texto filtrado por nosotros.

    Entre anécdotas y datos duros supimos de imposiciones grotescas de quienes detentaban el poder, por absoluta ignorancia sobre una industria compleja; de zancadillas al control militar ejecutadas con tanta astucia como osadía; de la profesionalización obligada y acelerada del medio; del auge y caída de efímeras figuras televisivas, y del rol fundamental de varios nombres, más allá del omnipresente Mario Kreutzberger; entre ellos, Gonzalo Bertrán, Jorge Pedreros, Sonia Fuchs y Eleodoro Rodríguez.

    El relato coral confirmó distintas tesis iniciales. Entre ellas, que con el 11 de septiembre de 1973 parten cambios radicales para la joven televisión chilena, cuando su vocación universitaria y pública, de acento cultural y educativo, muta en pos de la publicidad, obligada al autofinanciamiento por el régimen, decidido a eliminar el aporte estatal a los canales. También, que la programación de entonces gozaba de una variedad temática imposible hoy en día.

    La TV de la que se habla en este volumen dejó huella en la cultura popular chilena. Sabemos qué significa que alguien sea llamado el Canitrot o el Espina en su trabajo. Los títeres instaló la idea de peinar la muñeca como sinónimo de locura. Y nunca olvidaremos que Viña es un festival, música junto al mar.

    Mucha tele: una historia coral de la TV en dictadura es un vistazo a una época moldeada por un contexto sociopolítico muy preciso y, de manera más amplia, una mirada a un país aislado internacionalmente. Nuestra conexión con el mundo dependía en gran medida de lo que mostraban la señal estatal y los canales universitarios. Quisimos conocer las bambalinas de esa televisión y esto fue lo que encontramos.

    Valparaíso, noviembre de 2023.

    I

    CARTA DE AJUSTE

    (1973-1977)

    El 11 de septiembre de 1973 marca un reinicio de la televisión chilena, formada por un canal estatal y tres universitarios. La dictadura se instala particularmente en TVN. En ese escenario se cruzan la rígida jerarquía militar y la plana juvenil dominante en la estación pública. La programación general se vuelca al magazine, surgen los primeros estelares y espacios dedicados en exclusiva a la entretención, en una TV que crece en ambiciones y es empujada gradualmente por el Estado hacia el autofinanciamiento.

    1973

    SANTIAGO PAVLOVIC:¹ El 11 de septiembre partí con mis dos guaguas a la sala cuna y en la micro escuché un comentario medio extraño: Ligerito van a empezar a caer las píldoras, una cosa inolvidable. Llegué y me miraron como si estuviera loco. No había escuchado la radio, demoré mucho en la vuelta. Llamé al canal y prácticamente habían desaparecido todos. Un vehículo militar estaba estacionado afuera, y el único equipo trabajando fue el que estuvo en La Moneda desde temprano, aparentemente porque tenían algún tipo de información. Cuando llegué a la Villa Portales, donde vivía, mi exmujer, maquilladora en TVN, me dice que van a bombardear La Moneda. Subí a la copa de agua del Bloque 2 y observé el bombardeo. Lo encontré impresionante; a lo lejos bajaban los aviones y en cámara lenta parecía que subía el humo. Decidí ir a La Moneda. Vi que la Universidad de Chile había sido atacada; seguí caminando por la Alameda, donde había este foso por la construcción del Metro y vi un helicóptero Puma disparando contra el Ministerio de Educación. Después escuché como un dinamitazo. Al parecer, venía de la sede del Partido Socialista, en San Martín. Seguí hacia La Moneda; no me dejaron pasar y llegué a la Plaza de Armas. Aparece un vehículo y escucho: Chago, ¿qué estás haciendo aquí, huevón? ¡Te van a matar!. Era un tipo que se llamaba Magno Muñoz, amigo mío de la Escuela de Periodismo, que se convirtió en oficial de la Marina y que era el esposo de la Paty Politzer: Súbete, que esta cosa está muy peligrosa. Me deja frente a La Moneda, en el Ministerio de Defensa, y ahí por fin tengo una visión del palacio, a las tres de la tarde. Me devolví caminando a la Villa Portales. Ese fue mi 11 de septiembre.

    EDUARDO RAVANI:² Llego el 11 a Televisión Nacional, y está todo en el suelo y desordenado. No había nadie de mis amigos, de mis compañeros; la Teruca Cordero³ hablaba por teléfono. Éramos unos cinco o seis en el pasillo, ella pone el altavoz y era Augusto Olivares:⁴ Monita, dile a todos que se vayan para su casa, tienen que cuidar a sus familias. Yo me tengo que quedar aquí por mis convicciones. Esa fue la última vez que escuché a Augusto. Yo llegué 10 días antes a Chile, de la Unión Soviética, por el Festival Mundial de la Juventud, invitado por Volodia Teitelboim y Gladys Marín. Estuve dos años con depresión. Escuchaba que venían a buscarme.

    PEPE:⁵ Vivía en Ñuñoa, venía en micro y me bajo en Marcoleta con Vicuña Mackenna. Camino y veo que toda la gente va hacia Vicuña. ¿Qué cresta pasa?, pensé. Le pregunto a un gallo y me dice que están bombardeando La Moneda. Yo tenía mi oficina en Lira 46, pero entré por la puerta del Hospital Clínico de la Universidad Católica. Les pido a unos compañeros que vayamos al cuarto piso. Pasando por el patio, donde estaba el Estudio 26 del canal (13), nos empiezan a disparar desde las Torres San Borja. Apretamos cueva mientras atrás de un árbol un militar disparaba a las torres; era una película, caían vidrios y persianas de los departamentos. Llegando al cuarto piso nos dicen manos arriba unos militares de Telecomunicaciones.El capitán Guzmán y el teniente Jara comandaban un equipo de 40 militares que tenía tomado Canal 13 desde las ocho de la mañana del 11 de septiembre. Quédense aquí –ordenan–. Vamos a buscar unos móviles y los vamos a llevar a la Escuela Militar. Guzmán y Jara, con sus militares armados hasta los dientes, hicieron un chequeo de toda mi vida profesional. El capitán sabía todo de mí.

    ARTURO NICOLETTI:⁶ El 11 fui al Canal 13 y llegó una orden de arriba: Hay que sacar los móviles de Protab⁷ y llevarlos al Regimiento de Telecomunicaciones de Peñalolén. Eran dos camiones ingleses de 15 toneladas, unas tremendas máquinas, y pusieron una Kleinbus con tres soldados. Subimos por Arrieta y empezaron a dispararnos. Los milicos sacaron los fusiles por las ventanillas. Yo les dije: Vámonos a mi casa, en la avenida Larraín con Plaza Egaña. Esperamos instrucciones, querían que siguiéramos y yo dije que no. Nos dijeron que teníamos que ir entonces a la Escuela de Telecomunicaciones, de Antonio Varas. Llegamos como a las dos de la tarde, estaba medio nublado ese día. En un salón empezamos a armar el estudio. Llamó un coronel, y me dijo que se iba a cambiar el lugar de declaración de la Junta a la Escuela Militar. Tenía que ser un lugar solemne.

    PEPE: Más tarde nos pusieron de guata en un bus y fuimos a La Florida a buscar las llaves de unos móviles. Regresamos por Vicuña Mackenna. En el paradero 8 o 10 nos dispararon desde Las Industrias, quebrando los vidrios.

    ARTURO NICOLETTI: Eran como las siete y media de la tarde y partimos a la Escuela Militar; estábamos todos agotados. En el hall principal pusieron un escritorio, banderas chilenas y se empezó a televisar. No recuerdo bien el orden de quién estaba primero; parece que [Augusto] Pinochet primero, y el último [César] Mendoza.

    MARIO KREUTZBERGER, DON FRANCISCO:⁸ Conocí a Pinochet el año 67, cuando era jefe de Guarnición de Santiago. El 11 de septiembre me llevaron a la Escuela Militar y yo me asusté de todos los gallos que estaban sentados, como en las películas. Me dieron ganas de ir al baño y entré a una pieza. Cuando abro la puerta escucho: ¿Qué hace usted aquí?. Era Pinochet leyendo el primer bando del día.

    PEPE: Estaban los dos móviles instalados en la Escuela Militar; en el primero dirigía Arturo Nicoletti, y en el otro estaba yo con el videotape. Por fonos Nicoletti me daba instrucciones: "Corre tape, para ahí, grabando. Ahí me enteré de la Junta de Gobierno: Yo soy Augusto Pinochet y este es [José Toribio] Merino y este es [Gustavo] Leigh…". Grabamos para mandarlo a todo el mundo a través de Televisión Nacional de Chile.

    ARTURO NICOLETTI: Empezamos a televisar y Pinochet se equivocó. Churra –dije–, ¿oí mal?. Le pregunté al asistente de dirección y a los que estaban ahí qué escucharon, y todos coincidimos. No recuerdo la cita exacta, pero dijo a los comunistas cuando tenía que decir no. Le pregunté al operador de video y me dijo: No escuché nada. Hay que parar, pensé. Revisé y estaba mal. El ambiente era tenso, terrible, todos con brazaletes, los gallos pálidos, temblando. Pinochet seguía hablando y le dije: General, se equivocó. ¡No! –me dice–, no me equivoqué. Lo invité a ver el tape. Vio la cinta: Okey, y partimos de nuevo.

    PEPE: Ocurre un chascarro. Se detiene el videotape y yo tenía detrás a un militar nervioso con metralleta. Eché a andar el tape para grabar la ceremonia de juramento, se para el video y le digo a Nicoletti: Se paró el video. Tuvimos que repetir la ceremonia. Entiendo que también se había equivocado Pinochet, que aprovechó de corregirse. Nicoletti le dice: Usted dijo ‘sí’, pero era ‘no’ en la frase. Es un error. Discuten, se para el videotape, y ahí el militar pasó bala. A todo esto, me tenía nervioso un cabro de mierda que subía y bajaba del móvil. Le puse una patada y lo saqué cagando. Me enteré de que se llamaba Sergio Nuño,⁹ porque fue a acusarme al papá. Era el hijo del general Sergio Nuño.

    ARTURO NICOLETTI: En el hall principal de la Escuela Militar se armó el set. Bajaban gallos heridos desde helicópteros y el patio estaba lleno de ametralladoras. En todo este hueveo, el que después fue ministro (de Salud), el doctor [Jorge] Jiménez, médico de la Escuela Militar, me dijo: Arturo, ¿por qué no pedís que vayamos a Tomás Moro?. Y televisamos lo que fue Tomás Moro. Mario [Kreutzberger] había ido en la mañana. Nosotros llegamos tarde, porque terminamos la declaración de la Junta como a las 10 de la noche. Tomás Moro era una cuestión súper deprimente, con unos dólares en el pasto húmedo por la garúa. Entré al baño; había una máquina de bicicleta y estaba el pijama del Presidente Allende. Nos llevaron a la bodega, donde tenía los víveres, los tragos. La orden llegó de arriba, como diciendo: Mira cómo vive el Presidente y el pueblo muerto de hambre.

    DON FRANCISCO: El 11 de septiembre me llevan a la casa de Allende en Tomás Moro. Tiene que haber sido en la tarde, porque todavía estaba fresco eso. Estaba la policía política; vi las cartas que Allende había interceptado de [Eduardo] Frei, las estaban revisando. Aún estaban los cadáveres de los guardias.

    PEPE: Mario es pillo. Se había comprado una cámara en Nueva York para hacer La película extranjera, la primera con micrófono incorporado, espectacular. Lo llevan a Tomás Moro con la chiva de que facilite la cámara, pero era para que hiciera un reportaje. Mario les dice: "Mira, yo soy el huevón de Sábados gigantes. Esta cuestión es histórica y es mejor que usted lo haga; saben técnicamente que este proyectil es de tal tipo". Así que salió hablando un capitán. Otro día fuimos a hacer el allanamiento a Cañaveral. Nos llevaron a las 10 de la noche con los móviles, porque querían registrar la vida de Allende. Tenía una sala de cine. Se hablaba mucho de que había cintas pornográficas. Revisé y no encontré ninguna.

    SANTIAGO PAVLOVIC: A Allende le gustaban las películas de cowboys. Los fines de semana le mandaban una proyectora desde TVN. De ahí se debe haber dado la idea de que era un vividor enloquecido y gozador. Puede que haya sido un gozador, mujeres no le faltaban a don Chicho. Tenía buena presencia y era un seductor.

    PEPE: En el velador de Allende encontré un sobre con raíces de amapola, alucinógenos chinos; me contaron que eran para sentirse impeque. También vi unas hojas que decían que, en caso de atentado, el Presidente debía dirigirse solamente a la Clínica Santa María, que el doctor que lo atendería se llamaba tanto y nadie más; que si el Presidente tenía un dolor de guata, había una ficha clínica y otra ficha en caso de urgencia; que si el Presidente tenía un dolor en el pecho, qué había que hacer. Eran las 12 de la noche y seguíamos grabando, cagados de hambre y de frío. Y nos balearon cuando quisieron. Apagaban la luz los milicos detrás de la casa de Allende, una casa linda, de troncos, y nos baleaban desde los cerros. Yo me persignaba detrás de una pared.

    JORGE NAVARRETE:¹⁰ Yo estaba todos los días en A esta hora se improvisa,¹¹ y seguí en el directorio de TVN hasta el 9 de septiembre del 73. Después del Golpe, el gobierno militar intentó mantener el programa un tiempo, pero la verdad es que ya al tercer capítulo el último apagó la luz. Yo desaparecí de la televisión.

    ANTONIO VODANOVIC:¹³ Mi debut profesional en televisión es con Campeonato estudiantil, los domingos: competencia de colegios, un programa producido por Don Francisco en el mismo estudio de Sábados gigantes, Lira 27. Lo hicimos cuatro años. Yo era director artístico de la radio Cooperativa para el Golpe y el rumor venía de muchos días. Cuando llegué a la radio ya había un batallón de milicos jóvenes. Estuve cinco o seis días sin salir de ahí, pero al segundo o tercer día un grupo de militares me escoltó a buscar mi auto. Los tanques habían pasado por encima de todos. El mío, un mini rojo, estaba intacto.

    SANTIAGO PAVLOVIC: Llegué dos o tres días después del Golpe a TVN, porque la Villa Portales estaba sitiada por militares. El canal estuvo cerrado más o menos una semana, y llegó de director un tipo muy simpático: el Guatón [Eduardo] Sepúlveda, un coronel de la FACh, buena onda, amigo de todos los periodistas y del Gato [Alberto] Gamboa. Era jefe de Relaciones Públicas (de la FACh); algo sabía de comunicaciones.

    PEDRO CARCURO:¹⁴ El 11 de septiembre me sorprende con licencia administrativa, iba a nacer mi primer hijo. El canal quizás se abrió el 14 de septiembre. Me llamaron los compañeros; si no me equivoco, el mismo Gonzalo Bertrán,¹⁵ presidente del sindicato. Hubo una asamblea, se contó que había muerto Augusto Olivares Becerra, el director general del canal, y se le rindió un minuto de silencio. Desde el primer día hubo una lista de gente que no podía entrar. Había militares, no muchos, muy jóvenes, más que nada por resguardo de la seguridad. Con el tiempo se fueron incorporando personajes distintos, personal de inteligencia, etcétera. Asumió el coronel Sepúlveda, de la FACh. Su hijo Reinaldo hizo la práctica en prensa del canal durante la UP. Los primeros días fueron más o menos blandos. Cuando sale Sepúlveda –no estuvo mucho tiempo, cuatro o cinco meses– empieza a ponerse más espesa la cosa.

    AGUSTÍN INOSTROZA:¹⁶ Me fueron a buscar al día siguiente (del Golpe) junto a Gonzalo Bertrán, y entregamos el canal al Ejército. Fuimos al Ministerio de Defensa y entregamos la plana de TVN. Éramos los dirigentes sindicales: Gonzalo era presidente y yo secretario. El director del canal me dice: Usted es el único locutor que va a poder hacer uso del micrófono de TVN hasta nueva orden. Fui la única voz de TVN durante una semana. Pasamos películas como Amor al estilo americano, monos animados, cosas sin mayor trascendencia. Se quemaron muchos archivos… o se guardaron en otra parte.

    FERNANDO ALARCÓN:¹⁷ Después del 11 se detienen los programas. Estuvimos fuera de pantalla un mes, hasta que nos llaman por un bando. Había un funcionario que no teníamos idea quién era, apoyando a otro en un escritorio: Este sí entra, este no…. Los rechazados se exiliaron inmediatamente, asustados; varios eran directores de TV. Nombran director de TVN a Caco Sepúlveda, coronel de Aviación, quien hace una reunión en el casino con todo el personal y dice que necesita que colaboremos, que hagamos cuenta que no ha pasado nada, que volvamos a las funciones: Todos ustedes son profesionales. Nunca había sido testigo de un golpe de Estado y pensé, inocente, que esto iba a durar un mes. Pido la palabra y digo que hay dos estudios: uno se llama César Millas, un funcionario muerto en servicio, y digo: Quiero que el otro estudio se llame Augusto Olivares, que se suicidó en La Moneda. Silencio. Lo vamos a considerar, dijo Sepúlveda.

    REINALDO SEPÚLVEDA:¹⁸ Mi papá fue el primer director de TVN en dictadura. Duró nada, meses. En la época de Allende yo estudiaba Economía en Viña del Mar, pero me dediqué al cine, a sacar fotos para el Cine Club de Valparaíso, a huevear. En 1973 me cambio internamente por la universidad a la Escuela de Artes de la Comunicación, para entrar en septiembre al segundo semestre. Como iba a estar seis meses de vago, y ya tenía 19-20 años, entré a TVN. Como jefe de Comunicaciones de la FACh, mi papá era muy movido con la prensa. Además de ser piloto, era periodista. El Perro [Augusto] Olivares era una persona habitual en mi casa. El Golpe me pilló dentro del canal. Llegó mi papá y me echó; no podía ser hijo del milico que estaba a cargo, y yo era de izquierda. Al general Leigh yo le decía tío, era un amigo de la familia. La familia Leigh pasó el Golpe en mi casa, más segura que la de ellos, probablemente.

    EDUARDO BERTRÁN:¹⁹ A mi abuelo le pasaron TVN porque era encantador y era el lugar que le podían dar. Se llevó bastante bien con la gente del canal, no fue traumático. De hecho, el que lo reemplazó como director era como el personaje horrible de la historia.

    RODOLFO HERRERA:²⁰ Después del director de la Fuerza Aérea vino [Jaime]Fuenzalida,²¹ un mayor de Ejército apodado Caballo Loco. No tenía la más mínima idea de televisión. Un día subió a la sala de dirección y dijo: Estamos en un plan económico y acá hay muchos televisores, así que vamos a dejar uno solo. El director a cargo de la transmisión le explicó que eran monitores destinados a diferentes cosas.

    SANTIAGO PAVLOVIC: El que manejaba realmente todo en TVN era Bertrán, como gerente de programación. Era una suerte de director de facto, porque de estos otros dos uno era este viejo que era buena onda y el siguiente un psicópata que estaba seguro de que el canal era un nido de comunistas. Tenía toda una idea de que había un degeneramiento, un puterío, que se le proporcionaban mujeres a Allende. Una cosa muy desbocada; alguien le había llenado la cabeza de cuentos.

    EDUARDO BERTRÁN: A mi papá le tocó una época bien loca: echar a andar el canal. Siempre contaban esto de que mi papá era muy chico, muy joven, y que preguntaron quién podía echar a andar esta huevada; todos callados y mi papá dijo: Yo.

    MERCEDES DUCCI:²² Gonzalo era un tipo extraordinario. Donde estuviera iba a destacar. Un gran director, muy intuitivo, con un sentido muy claro de lo que quería hacer, bueno para armar equipos. Era un gallo fuerte, que permanentemente desafiaba a los que estaban alrededor. En 120 kilómetros por hora, un programa musical, traía a los artistas y coordinaba en el estudio. Gonzalo decía sapos y culebras contra el artista, y después me decía: Dilo como cosa tuya. El recado era: Dile a ese huevón que haga lo que tiene que hacer. Yo decía: A Gonzalo le encanta lo que haces, pero quisiera que mires un poco más a la cámara. Se aprendía mucho y te hacía esforzarte al máximo. Lo de Gonzalo no era tanto ver televisión extranjera y copiar, si bien seguramente veía y estaba al tanto, sino contar con un equipo creativo. Por eso muchas veces tenía en su equipo a Jaime Celedón,²³ Camilo Fernández²⁴ y Horacio Saavedra.²⁵

    PABLO AGUILERA:²⁶ El Canal 9 estaba dividido antes del Golpe.²⁷ Un grupo de gente se fue con unos directores y yo me quedé en Inés Matte Urrejola con el grupo original.

    ALFREDO LAMADRID:²⁸ Al rector de la Universidad de Chile no lo dejaban entrar en Canal 9. Nombró director a Jaime Celedón y nadie le hablaba. Un grupo en el que estaba Sergio Riesenberg²⁹ arma este Canal 6 que transmitía con mucho entusiasmo… para toda la manzana.

    PABLO AGUILERA:³⁰ Me tocó el último programa de Canal 9. Lo entregaron dos días antes del Golpe a

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