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La Señora del Solar
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Libro electrónico283 páginas3 horas

La Señora del Solar

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En los lugares de peregrinaje se hacen numerosas oraciones, y muchos de los que las hacen son receptivos y reciben gracias. ¿Cómo se hacen estas llamadas? El lector conocerá, al leer este libro, la labor dedicada de los obreros que sirven en el nombre de Dios, de Jesús, de María o de los santos, como vere

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ago 2023
ISBN9781088237205
La Señora del Solar

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    La Señora del Solar - Vera Lúcia Marinzeck de Carvalho

    Romance Espírita

    La Señora del Solar

    Psicografía de

    VERA LÚCIA MARINZECK

    DE CARVALHO

    António Carlos

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Junio, 2023

    Título Original en Portugués:

    A Senhora do Solar

    © Vera Lúcia Marinzeck de Carvalho , 2015

    Traducido al Español de la 1ª edición portuguesa: 2015

    World Spiritist Institute

    Houston, Texas, USA      

    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    De la Médium

    Vera Lúcia Marinzeck de Carvalho (São Sebastião do Paraíso, 21 de octubre – ) es una médium espírita brasileña.

    Desde pequeña se dio cuenta de su mediumnidad, en forma de clarividencia. Un vecino le prestó la primera obra espírita que leyó, "El Libro de los Espíritus", de Allan Kardec. Comenzó a seguir la Doctrina Espírita en 1975.

    Recibe obras dictadas por los espíritus Patrícia, Rosângela, Jussara y Antônio Carlos, con quienes comenzó en psicografía, practicando durante nueve años hasta el lanzamiento de su primer trabajo en 1990.

    El libro Violetas na Janela, del espíritu Patrícia, publicado en 1993, se ha convertido en un éxito de ventas en el Brasil con más de 2 millones de copias vendidas habiendo sido traducido al inglés, español, francés y alemán, a través del World Spiritist Institute.

    Del Traductor

    Jesús Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80s conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 230 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    Sinopsis

    En los lugares de peregrinaje se hacen numerosas oraciones, y muchos de los que las hacen son receptivos y reciben gracias. ¿Cómo se hacen estas llamadas? El lector conocerá, al leer este libro, la labor dedicada de los obreros que sirven en el nombre de Dios, de Jesús, de María o de los santos, como veremos en varios lugares.

    Noeli tuvo una existencia de privaciones, en la que enfrentó muchas dificultades. Vivía en una casa que se estaba deteriorando, pero que había sido una hermosa residencia, una mansión. ¿Por qué nació en ese lugar? Tenía destellos del pasado, recordaba la época en que había vivido allí como una dama, la señora del solar.

    Antônio Carlos, en este trabajo, nos instruye sobre la posibilidad de reencarnarse en ciertos lugares, y las razones son muchas. Historias muy interesantes, que además de entretenernos, nos enseñan que, a través de la reencarnación, recuperamos errores, aprendemos y evolucionamos.

    Después de leer este libro, comprendemos que, para responder a una simple solicitud nuestra, el trabajo de los rescatistas suele ser inmenso y, en ocasiones, moviliza a todo un equipo.

    Que Dios nos ayude a ser servidores útiles, que sirvamos y ya no seamos servidos.

    Dedico este libro mi nieta ISABELA, espíritu amado que vuelve a nuestra convivencia.

    VERA

    San Carlos/SP - 2014

    Índice

    Capítulo 1

    LA VIDA SIMPLE

    Capítulo 2

    UN AMOR

    Capítulo 3

    Cartas

    Capítulo 4

    PARTE VIOLETA

    Capítulo 5

    JUNTOS NUEVAMENTE

    Capítulo 6

    LOS DOS EN EL SOLAR

    Capítulo 7

    EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

    Capítulo 8

    Sola otra vez

    Capítulo 9

    EN EL HOSPITAL

    Capítulo 10

    Cambio

    Capítulo 11

    LA COLONIA

    Capítulo 12

    APRENDIENDO A AYUDAR

    Capítulo 13

    UN CASO INTERESANTE

    Capítulo 14

    OTRAS TAREAS

    Capítulo 15

    TRABAJO REALIZADO

    Capítulo 1

    LA VIDA SIMPLE

    - ¡Extraño! ¡Extraño! - Gritó Celeida en la puerta.

    – Anda, Noeli, y ayuda a esa vecina –pidió Violeta. Noeli, que estaba en la huerta con su madre, se dirigió al portón.

    – ¡Buenos días, doña Celeida! ¡Soy Noeli!¹ ¿Recuerdas?

    – Lo siento, siempre olvido tu nombre. Yo vine a hacer un cambio. Aquí hay casi dos kilos de carne. Quiero huevos, lechuga y rábano.

    Noeli tomó el paquete de las manos de Celeida y se alejó cojeando, lo colocó en la cocina y regresó al jardín, donde ella y su madre, Violeta, tomaron lo que Celeida había pedido y se dirigieron a la puerta, entregando los bienes, que habían sido intercambiados. La vecina le dio las gracias y se fue.

    - ¡Vamos a comer carne hoy para el almuerzo! - Exclamó Violeta.

    - Mamá, ella me llamó Extraña. ¡Tengo un nombre!

    No sé por qué me llama así.

    - No debería importarte. No me importa. Me gusta tu nombre.

    - Doña Celeida explica que es difícil y que se olvida - lamentó Noeli.

    - No es un nombre común, pero no es difícil.

    – ¿Por qué, madre, me pusiste ese nombre? ¿Es por el retrato?

    - Sí, lo fue- respondió Violeta -. Cuando estaba embarazada, presté atención al retrato en las escaleras. Mi madre dijo que era un nombre extranjero. ¡Pensé que la mujer retratada era tan hermosa!

    - Es una pintura al óleo - comentó Noeli -. De hecho, es bonita, no me parezco a ella. Cuéntame más, me gusta cuando hablas de esa época.

    Mientras trabajaban en el jardín, Violeta ayudó a su hija y le dijo:

    – Tu abuelo Nieto, como le decían todos, era un buen hombre, se llamaba Antonieto. Mi padre y su abuela María llegaron a trabajar a esta casa cuando tenían dos años de casados. La madre había tenido un hijo que murió de fiebre. Ella vino a trabajar en la cocina y papá de cochero. Mamá decía que esta casa, en ese entonces, estaba más alejada de la ciudad y, con el tiempo, la ciudad creció, creo que no mucho, y se construyeron casas por aquí.

    Violeta hizo una pausa y Noeli pensó:

    - Estamos aislados aquí, los vecinos están lejos. El más cercano es el señor Danilo, los otros están como a doscientos metros. La casa está en una esquina.

    - Vamos, mamá, cuéntalo - le rogó Noeli.

    – Tu abuela María tardó en quedar embarazada, fueron cinco años, y nací yo, luego tus tíos Jorge y Zeziño.

    - ¿Realmente no sabes acerca de ellos? ¿De tus hermanos?

    - No lo sé- respondió Violeta -. Jorge se fue cuando aun era joven, dijo que se iba a aventurar en una mina de oro. Escribió un par de veces, incluso envió dinero. Un día mamá se asustó y le dijo que había visto a Jorge, que había venido a despedirse de ella, que se había muerto. Enviamos misivas a la última dirección del remitente de sus cartas, no obtuvimos respuestas y nunca más volvió a escribir. Creo que en realidad murió.

    Zeziño también salió de aquí en busca de trabajo, escribía poco y, en una de esas cartas, decía que se había casado. Cuando le escribí que mi madre había muerto, me contestó secamente, informándome que se iba a mudar, que se separaba de su mujer y que no iba a escribir más. Envié dos cartas más y regresaron con el matasellos que la persona ya no vivía allí. Nunca más supe de él.

    - Háblame, mamá, de mis abuelos - pidió la niña.

    - Trabajaron aquí durante muchos años. La casa señorial tenía muchos sirvientes, y con el tiempo todo cambió. Cuando se fue el señor Pietro, el dueño de todo esto, despidió a los otros empleados, dejando solo a papá, mamá y Sebastián. El señor Pietro dijo que iba a emprender un viaje largo, que llevaría años, y los dejó a los tres al cuidado de la casa. Él, durante dos años, mandó el sueldo a los tres, luego paró. Sebastián se fue, y nos quedamos con mi padre, mi madre, tú y yo. Mi padre, para que sobreviviéramos, hizo la huerta, amplió el gallinero y empezamos a vivir de este trabajo. Mis padres murieron y yo estoy aquí.

    – ¡Señora Violeta! - Gritó Ángela en la puerta -. Vine a traer pan y recoger verduras.

    - Caramba, mamá, no me gusta esta Ángela - se quejó Noeli -. Ella siempre me mira escrutando. Entonces, es la única que parece tener ventaja en los intercambios.

    Violeta fue a contestar.

    - Sé que la gente nos tiene pena - pensó Violeta -, y nos ayudan con los intercambios. Doña Celeida trajo carne, que es cara, y le dimos huevos y verduras. Creo que nos quiere ayudar de esa manera. Pero, doña Ángela, tal vez es justo o intentar, como dice mi hija, aprovechar. A veces trae pan rancio.

    Ella respondió.

    Noeli entró a la casa, fue a la cocina y se lavó las manos, ahora ayudaría a su mamá a preparar el almuerzo. Para ahorrar leña, como la estufa era vieja y de leña, hacían la comida y la cena, que era por la tarde, calentándola en una estufa de gas de una sola hornilla.

    - "Ahorramos en todo - pensó la niña -. El agua del baño es calentada, en esta casa enorme solo tenemos tres lámparas eléctricas y ningún electrodoméstico. La luz no la pagamos, fue el vecino, el señor Danilo, quien sacó un cable de su casa para tener este beneficio, pero no podemos abusar, tenemos una lámpara en la cocina, otra en el salón para iluminar las escaleras y otra en el baño que usamos.

    Noeli decidió ir al baño. Subió las escaleras y, cuando bajó, miró los cuadros de la pared y vio el retrato de la señora del solar, por Noellii. Todos los cuadros, eran cinco, tenían los nombres de los retratados al pie: Tomás; Noelii; Josefa, madre de Tomás; Eleodora; y Pedro. Ella también había sido registrada con la misma ortografía que el retrato. Pero ni su madre sabía exactamente cómo pronunciarlo, y se llamaba Noeli.

    - Mamá dice que el abuelo solía decir que te llamabas: No-el-li-i. Es lindo. Me gusta mi nombre.

    Bajó las escaleras lentamente; de repente, vio a la mujer bonita, la señora del señorío, y, como en las otras ocasiones, no supo si era ella la que se acercaba mucho o si era como si fuera suya. Ella estaba ajustando su falda larga para pisar mejor los escalones. Olió el perfume, suave y envolvente, un olor agradable. Fueron solo unos segundos, dos tal vez. Mirando hacia abajo, vio que sus pies ya no usaban zapatos elegantes, sino botas. Los usaba porque tenía una pierna más delgada y pequeña que la otra.

    - ¡Cómo me gustaría ser esta mujer! suspiró.

    Fue a la cocina y, junto con su madre, prepararon el almuerzo.

    Ángela se fue satisfecha con el intercambio, encontró a Celeida justo adelante y conversaron.

    - Fui a la antigua mansión para hacer mi cambio - dijo Ángela.

    - También fui a recoger verduras - dijo Celeida -. Entonces pasé cerca de la casa del señor Danilo y hablé con él. Este vecino nuestro no comercia, compra, para que tengan algo de dinero. Estoy molesta conmigo misma, llamé a la chica Extraña. Tiene otro nombre que no recuerdo.

    - Haz como yo, solo llama a Violeta - dijo Ángela -. La ayudamos mucho con estos intercambios. En la tarde voy a separar la ropa, mi esposo compro una cobija, y mañana se la llevo. No te enojes por olvidar el nombre de la niña. La chica es diferente como su nombre. ¡Niña fea! Ella es muy delgada, tiene una pierna más pequeña y camina cojeando. Sus ojos son verdes, más de un tono apagado; su ojo derecho es bizco; tiene una barbilla grande y puntiaguda; labios pequeños y delgados que no combinan con su cara. ¡De hecho, la chica es extraña!

    Celeida escuchó atentamente a la vecina, ella conocía a Ángela desde hacía tiempo, sabía que ella solo decía que les iba a llevar cosas a los vecinos del señorío, pero no se las llevaba, así como ella también se beneficiaba de los intercambios Y, por la descripción de la niña, reconoció que era cierto, se sintió aun peor por haberla llamado por su apodo.

    - ¡Yo tampoco creo que ella sea bonita! - Exclamó Celeida -. La niña tiene algo que no sé si puedo definir, tal vez por eso el apodo: ¡Extraña!

    - No sé por qué no se mudan de esa vieja casa. ¡Los dos están tan aislados! - Ángela comentó.

    - ¿Mudarse? ¿Ir a dónde? Violeta se siente obligada a cuidar la casa.

    – Muy raro que el único heredero de la casa, que antes se decía señorío, se fue de viaje y todavía no ha vuelto. ¿Quizás murió?

    - ¿Cómo vamos a saber? - Celeida suspiró.

    – Cada vez que la chica me contesta, tengo la impresión que estoy hablando con la señora de la casa.

    - ¿Cómo?

    - Señora - respondió Ángela -. Parece ser la dueña de esas ruinas.

    Celeida prefirió cambiar de tema y se fueron a sus casas.

    En la cocina, madre e hija preparaban el almuerzo y compartían la carne.

    – Dejemos esta pieza en el recreo para mañana, con ella haremos sopa para la cena, y esto lo cocinaremos para el almuerzo.

    La brecha era un lugar debajo del fregadero. Ponen agua en una palangana y el plato con la carne dentro. Esto evitó que las hormigas entraran en la comida. Estaba húmedo y siempre estaba frío, conservando la comida de un día para otro.

    - Doña Celeida es buena - comentó Noeli -. Incluso olvidé que me llamó Extraña. Desafortunadamente, todo el pueblo me conoce por ese apodo. Me encantaba tanto estudiar, que ya no quería ir a la escuela porque todos se burlaban de mí allí. No pude hacer ningún amigo. Incluso Rosita, la hija del Sr. Danilo, empezó a evitarme porque sus colegas se reían de ella por mi culpa. Creo que era mejor que dejara de ir a la escuela. No necesitaba estudiar, lo importante es que puedo leer y escribir, puedo hacer matemáticas y sé lo básico.

    - Mi hija - pensó Violeta -, poco sale de casa. Yo hago las compras. No le gusta salir porque lamentablemente la gente la sigue mirando, observándola. Creo que no saben que sus actitudes ofenden, lastiman a mi niña.

    Almorzaron y volvieron al trabajo. Sus vidas eran rutinarias, los siete días de la semana hacían lo mismo: limpiaban la casa, dejaban todo limpio, cuidaban el jardín y las gallinas, tenían muchas aves que les proporcionaban huevos y carne. Por la noche se sentaban en la cocina, porque había luz, donde solían leer. A Noeli le gustaba leer los libros de las estanterías de la oficina o, como le decía su madre: la biblioteca. Había muchos libros, y ella recogía las novelas para leer. Se durmieron temprano y se despertaron cuando salió el sol.

    Esa noche, la niña comentó:

    - Mamá, le voy a llevar a doña Perla ese plato con tapa que tú llamas bombonera.

    - ¿Es correcto vender objetos de la casa? A veces lo creo, otras veces no -. Violeta suspiró y siguió hablando: - A doña Perla le gustan las antigüedades y ha estado comprando las que tú llevas. Esta señora debe decorar su casa en la gran ciudad donde vive. Su esposo tiene una finca cerca, y vienen aquí para que él supervise el trabajo de sus empleados. Su casa aquí también es hermosa, frente a la plaza de la iglesia. ¿Recuerdas cómo la conocimos? Su doncella vino a comprar verduras y comentó que a su señora le gustaban las antigüedades. Dijiste que tenías algunos, y la criada te pidió que se los llevaras a doña Perla para que las viera. Recuerdo que llevaste un cenicero.

    – Y ahora siempre llevo repuestos, y ella los compra; con este dinero se vive mejor - dijo Noeli.

    – Y si el señor Pietro vuelve...

    - Eso si vuelve - interrumpió Noeli -. Mamá, cuando él viajó yo tenía cuatro años, hoy tengo catorce. Así que hace diez años que se fue y ocho que no nos da ninguna noticia ni nos paga. Por favor, vea estas ventas como un pago.

    - ¿Pago de qué? - Preguntó Violeta.

    - Estar aquí y encargarnos de todo.

    – Eso es lo que me preocupa, no nos importa. No hay nada arreglado en la casa.

    – Por favor, madre – pidió la niña – no somos caseros, somos empleados. Solo los propietarios hacen reparaciones, arreglos. Necesitamos medicinas, mantas, ropa de abrigo y comida. A ti te gusta tomar café, y compraremos el polvo. Comerciamos, pero aun así, necesitamos muchas cosas. Voy a aprovechar que doña Perla está en el pueblo, viene aquí una o dos veces al mes y se queda dos o tres días, a vender alguna pieza; ella compra y paga directamente.

    – ¿Y si el señor Pietro vuelve y pide estos objetos? Quizás haga que nos arresten por robo.

    - Mamá, nada de esto va a pasar. Primero, estaba desconectado de lo que tenía la casa. No podemos tocar los libros que le gustaban ni los dibujos, el resto no sabe que los tiene. Después, podemos defendernos diciendo que el señor del señorío no nos pagó. No sé cómo explicarlo, pero siento que el señor Pietro no va a volver. ¿Te gustaba? Como jefe, quiero decir.

    – Lo vi poco. Yo ayudaba a mamá en la cocina, vivíamos en la trastienda, mis hermanos dormían en el sótano. No fue a la cocina y yo rara vez entré por el frente de la casa.

    - ¡Dormían en el sótano! ¿Cómo puede? - Noeli se indignó.

    – En aquellos días, el sótano estaba limpio y ordenado.

    Después que Jorge y Zeziño se fueron, se convirtió en una leñera.

    - ¡Hay tantos misterios en esta casa! La abuela del señor Pietro, cuyo nombre era Noellii, tenía una sola hija, Eleodora, y esta tenía solo al señor Pietro. ¡Familia pequeña!

    – Dijeron – dijo Violeta – que la señora Noellii había tenido unos abortos; dicen que engañó a su marido, que era mayor que ella. Y que, cuando quedó embarazada de amantes o no sabía quién era el padre, abortó. Tenía una sola hija, que era muy orgullosa, que se casó con un joven de otra ciudad, y murió tres años después de la boda, dejando viuda a doña Eleodora. Pero...

    - Dime, mamá, por favor - pidió Noeli.

    – Mi padre decía que, en aquella época, el marido de doña Eleodora se había enamorado de una bailarina de una gran ciudad y

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