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La Espada y la Fe
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Libro electrónico378 páginas5 horas

La Espada y la Fe

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En primer lugar, "La Espada y la Fe" corresponde a la segunda de una serie de tres novelas, comenzando con el título "Gládio de Sangre."

Ahora, continuando la saga de los personajes en su búsqueda por los caminos de la elevación espiritual, presentamos

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 ago 2023
ISBN9781088239070
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    La Espada y la Fe - José Paulo Alves Fusco

    Romance Espírita

    LA ESPADA

    Y LA FE

    JOSÉ PAULO ALVES FUSCO

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Agosto, 2022

    Título Original en Portugués:

    A ESPADA E A FÉ

    © José Paulo Alves Fusco 2000

    World Spiritist Institute      

    Houston, Texas, USA      
    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Del Traductor

    Jesus Thomas Saldias, MSc., nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80's conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 160 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    ÍNDICE

    EXPLICACIONES PRELIMINARES

    PRESENTACIÓN

    I –  MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE

    II –  LOS OJOS DE UN JOVEN

    III –  DIVIDIENDO LOS CAMINOS

    IV –  CÁLIZ AMARGO

    V –  ENCUENTRO CON TIBERIO

    VI –  EL OJO DE JÚPITER

    VII –  EN CAMPAÑA

    VIII –  JUDEA

    IX –  PONCIO PILATOS

    X –  MUCHOS CAMINOS

    XI – RAYOS DE LUZ

    XII –  ESTHER

    XIII –  ENCUENTRO CON JESÚS

    XIV –  SEMBRAR ESTRELLAS

    XV –  ESPERANZAS

    XVI –  ADIÓS AL GUERRERO

    XVII –  PASCUA

    XVIII –  LA MAYOR PASCUA DE  TODOS LOS TIEMPOS

    XIX –  CALVARIO DE LUZ

    XX –  DESPEDIDAS

    XXI –  VOLVIENDO A CASA

    EXPLICACIONES PRELIMINARES

    Todo libro que se presenta para ser editado pasa por un largo proceso hasta llegar a las manos del lector. Esto en el caso de cualquier editorial, porque todas comparten la responsabilidad con el autor de lo que se publica. En el caso de un editor espírita, el cuidado debe ser mayor. Además de la coherencia del texto y del tema tratado, que debe entretener, agradar y enseñar, se debe tener en cuenta la coherencia doctrinal. Todo es cuidadosamente observado para que la obra esté de acuerdo con los principios doctrinarios codificados por Allan Kardec y expuestos en sus cinco obras básicas.

    Entonces, el libro que tienes en tus manos pasó por varios revisores, y la aprobación fue unánime. Sin embargo, cada uno, desde su punto de vista, señaló lo que era más importante y lo que tal vez necesitaría explicaciones adicionales, para el mejor uso del lector. Luego lee lo que sigue, antes de deleitarte con la lectura de esta apasionante historia.

    El autor, al narrar hechos ocurridos hace más de dos mil años, utiliza ciertas expresiones actuales: suave como el jabón, rojo como el tomate, etc. Esto se justifica porque, a pesar de haber vivido en esa época, el narrador es un ente que ahora escribe para los lectores de hoy. Así que es perfectamente posible pensar en dos mundos sin perder el hilo de la trama.

    El tema del divorcio se menciona dos veces en el libro. El lector puede pensar: ¿Existía ya el divorcio como lo conocemos hoy? Y el autor explica que el divorcio existió, pero de formas diferentes a las que tenemos hoy, y en varias modalidades. Desde el simple repudio de la mujer por parte del hombre e incluso lo contrario. En la sociedad de entonces, lo que dirigía las posibilidades de uno u otro cónyuge era el poder de quien las realizaba. Era una sociedad violenta comparada con nuestros valores actuales. Los asesinatos a menudo quedaban impunes, debido al hecho que el director era de una poderosa familia patricia. A menudo, también, por la más mínima falta, el culpable era enviado a las galeras, si no tenía los medios económicos o amigos influyentes para defenderlo.

    En cierto pasaje de la novela, se encuentra el episodio que trata de los retratos de Tiberio y, más adelante, la cita que las tabernas estaban controladas por Poncio y el clero. Ambos hechos tienen prueba eficaz como verdad histórica.

    También se hace mención a las letrinas públicas, cuyos desechos eran arrojados a alta mar. Cuesta entender que hace más de dos mil años ya existía esta, señal de progreso. Pero la historia, investigada en diversas fuentes, revela que fue lo mismo en Tiberíades, una ciudad innovadora en muchos sentidos, habiendo sido diseñada por un famoso arquitecto romano.

    Al final de la obra, cuando el personaje Antônio entra en su etapa en Inglaterra, el autor tuvo la satisfacción de comprobar in loco la veracidad de los hechos presentados en su novela y su importancia para los ingleses de hoy.

    En el transcurso de la obra, el autor presenta detalladas descripciones de los usos y costumbres de la época, las cualidades y características físicas y morales de los personajes, nombres de calles, ciudades, distancias entre localidades, etc. Todo esto conduce a una veracidad indiscutible. Queda la pregunta: ¿El autor fue intuido psíquicamente, realizó una investigación, es una novela histórica pero ficcional o extrajo los detalles de los archivos permanentes de la memoria cósmica? La explicación fue satisfactoria: la intuición combinada con una extensa investigación histórica. A través de la intuición, recibió de la espiritualidad el esquema de la historia, que es básicamente cierto. De él dependía contarlo bien, utilizando sus propios recursos, su pensamiento y sobre todo su capacidad de investigación. El autor, profesor–doctor de una Universidad, es en realidad un experto en investigación organizada con metodología científica. Proponiendo componer la obra ambientada en la época del Imperio de Calígula, hijo adoptivo de Tiberio, se adentró en la investigación histórica. De no ser así, se correría el riesgo de situar lugares, palacios, calles, ciudades, anfiteatros en un momento diferente al de su propia construcción. Como es bien sabido, el Imperio Romano duró más de mil años y no puede ser representado por una simple aglomeración de sus hechos o acontecimientos más importantes, como si todo hubiera sucedido al mismo tiempo...

    El libro cuenta una historia vivida hace más de dos mil años. Mantiene la atención del lector, presentando en varias ocasiones desenlaces completamente inesperados, en tramas bien conectadas. El autor es detallado en la descripción de paisajes, usos y costumbres de aquella época, por lo que el libro es extenso, pero sin llegar a cansar. Esto induce al lector a entrar en la trama como si efectivamente viviera con los personajes de la historia.

    Así que, sin más preámbulos, entra en esta apasionante historia. Seguro que compartirás las emociones vividas por los personajes y, lo que es más importante, aprenderás excelentes lecciones de vida, de las cuales te adelanto dos:

    Todos estamos actualmente en el lugar correcto, con las criaturas correctas y las obligaciones correctas, para hacer lo mejor que podamos.

    Libre y responsable, el alma lleva en sí la ley de su destino. Prepara, en el presente, las alegrías o las penas del futuro. El espíritu se ilumina y se magnifica intelectual y moralmente en proporción al camino recorrido hacia el bien y la verdad...

    Hilda Fontoura Nami1

    1N.E. Hilda vive en Ribeirão Preto –SP, es profesora de Portugués, Inglés, Literatura Portuguesa, Inglesa y Norteamericana, coautora del libro "Psicobiofísica en los Problemas Humanos", hace más de dos décadas que se dedica a la revisión y edición de textos obras para autores, editores, académicos y profesores universitarios.

    PRESENTACIÓN

    En primer lugar, "La Espada y la Fe corresponde a la segunda de una serie de tres novelas, comenzando con el título Gládio de Sangre", publicada en 1996 por la Editora e Gráfica São João.

    Ahora, continuando la saga de los personajes en su búsqueda por los caminos de la elevación espiritual, presentamos otra etapa cumplida por todos en la materia, cuyos principales hechos se desarrollaron durante el período contemporáneo a la venida de Cristo, lo que significó una oportunidad única para aquellos que tuvieron el privilegio de estar aquí al mismo tiempo.

    Sin embargo, como suele suceder, unos pocos tuvieron la previsión de ver allí su puerta de entrada, su rito de paso, mientras que la mayoría optó por la cómoda e ilusoria opción de los valores y poderes terrenales, que de nada sirven en nuestra verdadera patria, la espiritual.

    La trama aun se desarrolla en la antigua Roma, en el período correspondiente al imperio de Tiberio, desde su ascenso al poder, pasando rápidamente por la fugaz aparición de Cayo César, o Calígula, hasta el comienzo del reinado de Claudio.

    Presentamos, entonces, la continuación de una historia de amor vivida por Antônio y Esther, en realidad Flavius y Silene en una existencia anterior, que aparecen aquí nuevamente buscándose y apoyándose mutuamente en las luchas y compromisos de rescate, forjando las armas necesarias para su avances.

    Antônio, como Flavius, es un soldado y, más que eso, un típico ciudadano romano con sus valores básicos construidos dentro del contexto social de la época. Sin embargo, conmovido por los hechos, el enorme vacío que siente en el corazón lo impulsa a buscar su verdad interior lejos del ambiente vicioso de la Metrópoli, en Judea, donde manos misteriosas lo encaminarían al encuentro de Esther, para que juntos prueban una vez más el alto amor que los une.

    Para que el lector pueda posicionarse mejor en la comprensión, presentamos también, a medida que se desarrolla la trama, detalles correspondientes a los usos y costumbres, valores sociales y económicos, que orientaron la conducta y determinaron la vida de las personas en la Gran Ciudad.

    Como hicimos en "Gládio de Sangre", comenzamos nuestra historia con la infancia de los personajes, definiendo allí los primeros elementos que guiarían las relaciones entre ellos, aprovechando la oportunidad para contextualizar el ambiente donde florecieron las personalidades de este grupo espiritual.

    En la juventud maduran compromisos y vínculos, haciendo más claras las opciones y tareas a realizar, así como cristalizando los dramas y los hechos que marcarían a cada uno emocionalmente, determinando las razones y los caminos de cada uno. Las actitudes, los caminos y los desvíos de cada uno acaban definiendo las consecuencias, la obligada colecta de la siembra, copiosa y dulce para unos, pero árida y amarga para otros, la materialización o no de los planes amorosamente establecidos en la patria espiritual, junto con sus benefactores y entidades superiores.

    La valiosísima oportunidad que todos tuvieron de privar de la presencia del Maestro Amado sería fundamental para el futuro, aunque al parecer algunos la han aprovechado más que otros, y les puedo asegurar que, después de todo eso, la vida espiritual de Antônio jamás sería lo mismo. Muchas de las situaciones retratadas en la trama no son diferentes a las que se nos presentan hoy, pues a pesar que los actores sean diferentes, la telenovela de la vida siempre continúa más o menos con la misma trama.

    Los compromisos que nos unen son claros, imborrables en nuestra alma, aunque a veces no queramos ver, con los ojos tapados por el engañoso brillo de las riquezas materiales. Sin embargo, tarde o temprano inexorablemente nos llega el turno y tenemos que enfrentar nuestras limitaciones, ya no en cuanto a los valores de nuestra pequeña madre Tierra, sino con el horizonte de progreso espiritual en el reino de nuestro Padre Eterno, ese mismo reino que nuestro Hermano Celeste vino a anunciar.

    Siendo nuestro principal objetivo rescatar y privilegiar este mensaje, espero que este libro, al igual que el anterior, pueda despertar en los corazones la sonrisa de Cristo en su hora suprema, tan olvidada en los confines de la memoria, su amor infinito, reactivando así esa fuerza universal, vibrante y asombrosamente poderosa que tenemos, que es el AMOR como redención y salvación de la humanidad.

    En una próxima oportunidad, cerrando la trilogía, esperamos seguir contando con la ayuda de lo Alto, para poder presentar a los lectores la opción final del soldado romano por los ejércitos de los que habló Jesús, el inicio de su camino hacia la luz verdadera.

    I –

    MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE

    "Me levanté todavía aturdido, sin creer lo que había pasado.

    Poco a poco mis sentidos fueron recuperándose y apoderándose nuevamente de mi cuerpo adolorido.

    Me dolía superlativamente la cabeza bajo el sol abrasador del continente africano y tardé un rato en levantarme de nuevo, pues un extraño vértigo se empeñaba en tirarme al suelo con cada intento.

    Miré lentamente a mi alrededor, tratando de explorar con más calma el paisaje del lugar donde me encontraba, en la ansiosa búsqueda de más sobrevivientes.

    Una repentina ráfaga de aire cálido, cargado con el olor familiar de cadáveres y sangre, asaltó mis fosas nasales e hizo que me doliera aun más la cabeza.

    Abrumado por un enorme aturdimiento al ver mi propio cuerpo tendido en medio de un charco de sangre, todavía con el peplo2 rojo, el yelmo trabajado de un general, me di cuenta en ese momento que mi batalla finalmente había terminado, que había terminado. nunca más volvería a Roma.

    Ante la afluencia de entidades amigas, me sentí caer al suelo, todavía en el colmo de la desesperación, sin entender nada bien, perdiendo el conocimiento nuevamente.

    Finalmente, paz, reposo, la presencia invisible, pero sentida de amigos misteriosos apoyándome, como en un nuevo nacimiento. Más tarde, aun en el plano espiritual, pude percibir la gran luz que se formaba en el infinito, rodeando amorosamente el orbe terrestre y, solo mucho más tarde, descubrí que era la preparación para recibir al Maestro de Maestros.

    Aunque fuera solo para respirar el aire del mismo planeta que Él, o para formar parte o componer la misma especie escogida para Su manifestación, o incluso para poder disfrutar del gran cinturón de fluidos magnéticos que Su presencia traería a la Tierra. Sentí que al menos podría sacar algo bueno de él para ayudarme a caminar, aunque solo fuera por unos pocos pasos.

    Entonces lloré, lloré mucho, rogando por una nueva oportunidad, como si fuera la más humilde de las larvas en el pantano de la vida para vislumbrar la luz del sol, que no saben lo que es, pero se ponen contemplativas para recibir su luz y calor.

    Tiré el uniforme, el peplo rojo, el casco, el gladio... todo.

    Yo estaba desnudo, en una desnudez más que total, juntando todas mis fuerzas, y ofrecí mis cualidades, mis voluntades, todo eso, o lo poco positivo que había juntado desde la eternidad.

    Allí tirado, impresionado y sin fuerzas ante la grandeza de ese momento que presenció, contemplaba todo el magnífico escenario que estaba diseñado para el gran acto de amor que cambiaría para siempre la faz del planeta.

    Estuve no sé cuánto tiempo en oración, o súplica ferviente, porque yo era soldado y no sabía orar. Pero yo tenía muchas ganas de cambiar, de participar, y parece que alguien finalmente se compadeció de mi miserable condición, mientras me dormía, sintiendo la presencia de mi madre espiritual y de mi tío Marcos3.

    Manos amigas y fraternas me llevaron a algún lugar, donde sentí una paz infinita, y un camino de luz se dibujó claramente frente a mí."

    Para situar mejor las ideas, me remontaré a la época en que estuve en Bretaña, al frente de la II Legión Augusta, en el año 43 d.C.

    El Emperador Claudio había estacionado grandes fuerzas en la región, cerca de 50.000 hombres, y nos preparábamos para una larga campaña de conquistas.

    Ya me sentía como un anciano, aunque solo tenía 40 años, ya acusaba mi espíritu quebrantado y dolorido por las duras luchas de la vida, quejándome siempre con mi viejo amigo Sérgius.

    Creo que he vivido demasiado, visto demasiado y hecho muy poco.

    En ese momento, creía firmemente que había presenciado y participado en cosas, presenciado demasiados eventos. Después de un tiempo, pensé, el alma se cansa y ya no vale la pena vivir, porque los hechos de la vida comienzan a repetirse y parece que empezamos a adivinar lo que va a pasar.

    Sin embargo, en ese momento, bajo la luz de las estrellas y al abrigo del calor de las fogatas, millones de sentimientos y recuerdos volaron por mi espíritu.

    Algunos de ellos muy suaves, pero también otros muy amargos. Suave de los recuerdos que dejan los amigos, el perfume del amor de mi alma, esperándome ya en el cielo. Profundamente doloroso, considerando mi corazón obstinadamente endurecido, aun apegado al ilusorio resplandor de la materia, que no percibió y no supo aprovechar el minuto radiante que había dado el reloj de mi vida espiritual.

    ¡Cuán grande es nuestro Padre en su inconmensurable bondad! Solo Él, en Su infinita misericordia, pudo concebir y emprender esta tarea a través de las edades, abarcando a todos los seres y cosas, desde la más diminuta manifestación de vida hasta el más complejo organismo humano, la sofisticada red de leyes físicas que gobiernan el universo material.

    Es con estos sentimientos antagónicos y discordantes que empiezo la historia que les contaré.

    Vuelve a desfilar ante mí, la inconfundible silueta de la antigua Roma, del primer imperio, su bullicio y el ruido ensordecedor de la vida palpitando en sus calles, a lo largo de los días somnolientos, calurosos y de ociosidad de sus habitantes.

    Por un momento me sumerjo virtualmente en los recuerdos de una época preciosa para mí, y me parece volver a sentir ese olor característico de sus calles, el semblante común de los ciudadanos, la atmósfera de orgullo y presunción, la sensación de grandeza que se respiraba entonces.

    Un tiempo lleno de héroes con pies de barro, desde el culto a las hazañas personales, desde los dioses de piedra insensibles a los lamentos de los menos afortunados, a los gritos de los esclavos, cuya jornada normalmente era bastante difícil y llena de obstáculos.

    Fueron muchos los monumentos a la vanidad humana, materializándose en cargos y expresiones de poder político y militar, en el ejercicio de la autoridad, en el peso de las fortunas sobre los frágiles hombros de los humildes.

    Los rostros marciales y las marchas forzadas de los militares entrando triunfantes en la Porta Nomentana, arrastrando tras de sí los despojos y oleadas de vencidos, destinados a la esclavitud en casas y propiedades patricias. Honores al héroe del día, pues la ciudad vivió a expensas y moralmente sostenida por sus héroes, consumida por todos, voraz y rápidamente.

    Expresiones políticas, que varían en sus características de libertad y fuerza, poseedores de autoridad y poder, señores de la fortuna y de la guerra, grandezas efímeras que duran solo un instante fugaz. Tronos y carmesí, túnicas preciosas de honores terrenales, túnicas de justicia humana falible, parlamentos y decretos supuestamente irrevocables.

    Sin embargo, la muerte abriría sus puertas al reino de las sombras, destruyendo inexorablemente las falsas glorias del mundo en el torbellino de las ambiciones perdidas, reduciendo a un puñado de cenizas todas las vanidades y el falso efímero resplandor de la materia.

    Las maravillosas construcciones de las siete colinas, el Tíber serpenteando por la metrópoli, llevándose los escombros y desechos de miles de casas y establecimientos diversos. Todavía puedo ver los acueductos que finalmente conectan los barrios más pobres al otro lado del gran río, trayendo el beneficio del agua limpia a sus habitantes.

    Recuerdo los mármoles blancos del Foro Romano, resplandecientes al sol del Mediterráneo, como sugiriendo que la justicia debe ser siempre limpia y pura.

    Muy cerca, las termas de Agripa, donde el pueblo romano se daba el gusto y se entregaba a diario con sus múltiples opciones, sin pagar un céntimo.

    Fue paradójico el gran imperio que, sembrando muerte y destrucción, también fue capaz, por otro lado, de ofrecer al pueblo común comodidades y servicios que, aun hoy, son difíciles de encontrar. Las carreras de caballos en el circo y las luchas de gladiadores – "munus gladiatoria" – continuaron y continuarían, por mucho tiempo, como el gran programa de entretenimiento del pueblo en general.

    Llega el año 13 de nuestra era y Augusto gobierna el imperio con puño de hierro, pero con sabiduría. Al final de su reinado, aun alcanzaría muchas glorias y conquistas, antes de pasar el imperio a Tiberio, su hijo adoptivo.

    Volví a pasar por allí, a merced de la merced de nuestro Padre, entre honores, oro y gloria, pero también mucha miseria, dolor e infelicidad, llevando mi pesado fardo de orgullo, exceso de peso que, como la grasa, impide al atleta rindiendo bien y mi alma a volar.

    Desde la oscuridad de mis sombras inferiores, no podía contemplar la magnífica presencia del Maestro en toda su plenitud, porque quien se cree en lo alto apenas levanta la vista.

    Sin embargo, aquí estamos de nuevo para dar nuestro testimonio personal y traerles a todos ustedes un poco de la energía del amor infinito que, a pesar de la dureza pétrea de nuestro espíritu, aun logró transformar mi camino angosto y tortuoso en un camino luminoso, guiando mi alma en las otras experiencias y pruebas que aun me quedaban por recorrer.

    Todos tenemos todavía dentro de nosotros un poco de romano, un poco de esclavo, un poco de vencedor y un poco de vencido, pero lo importante es que siempre tengamos la sabiduría para transformar nuestras caídas en nuevas oportunidades, nuestras victorias en más victorias, transformar las heridas de la guerra en lecciones de paz.

    Por eso, pido al Padre eterno que derrame sus bendiciones sobre nuestros compromisos, una vez más, y nos permita tener el coraje de llevar este mensaje de paz, progreso y armonía a nuestros hermanos y hermanas.

    Los edificios, elegantes y sobrios, exhibían preciosos mármoles, tallados por manos de artistas, llamando la atención por la singularidad de sus severas y majestuosas columnas.

    Después de tanto tiempo, mi alma aun revive sus días amargos y tristes, cuando la luz pasaba cerca de mis ojos sin que yo la viera. A veces, solo percibimos las oportunidades después de haberlas perdido, quizás como una característica inherente incluso a la naturaleza humana, todavía muy materialista, que solo acepta las cosas después de someterlas al peine de dientes finos de su lógica cartesiana.

    Llama a nuestra puerta y no lo percibimos, nos habla al oído y no lo oímos, se nos aparece a los ojos y no lo vemos.

    Nuestra alma inmortal acusa el llamado, escucha con nuestro oído espiritual y ve con nuestra visión cósmica y nos trae, después de exigir a los planos más sutiles de la existencia, la certeza que aun nos queda un largo camino por recorrer, que, en efecto, estamos al principio de un camino, que se vuelve más luminoso a medida que lo recorremos.

    Ante la dimensión de la bondad infinita de nuestro Padre, que nos permite un camino seguro para nuestra evolución en el contexto de su obra, nos sentimos criaturas pequeñas y mezquinas en nuestra pequeñez terrenal.

    Nuestras instituciones más respetables se vuelven juguetes, nuestros valores se vuelven manifestaciones de aullidos salvajes, parte de la bestia que aun somos. Nuestras cuestiones territoriales tan queridas a los ojos de los gobernantes, el concepto de patria, pierde todo sentido, ya que todos somos hermanos, de hecho, ciudadanos de una misma patria universal e hijos creados por un mismo Padre.

    Sin embargo, en este período que atraviesa la humanidad, como en la infancia de cualquier ser humano, no hacemos nada de eso y aun nos falta una conciencia plena de lo que representan nuestras acciones. Sencillamente, aun no poseemos la suficiente elevación espiritual para comprender nuestro papel en la grandiosa tarea de construir el universo, cayendo así en enormes gastos energéticos y contribuyendo a densificar cada vez más la atmósfera de odio e infelicidad que nos ha perseguido durante tanto tiempo. Y así fue en ese momento, muy claro y vívido aun en mi mente, cuando tuve nuevamente la oportunidad tan cara de entrar una vez más en nuestro campo de pruebas, en la espesa atmósfera de la materia. Una oportunidad especial de estar presente y poder privarnos del mismo aire, de la misma tierra, de beber la misma agua, que habría de cruzarse con ese ser exaltado, digno hijo del Padre más grande y nuestro Hermano Celestial, que aceptó para compartir con nosotros en un esfuerzo inconmensurable el amor y la misericordia infinitos, para traernos un poco más de luz, para inyectar coraje en nuestros corazones duros y para mostrarnos el verdadero camino de la luz, que siempre está disponible para nosotros.

    Solo es necesario, verdaderamente, querer hacerlo.

    II –

    LOS OJOS DE UN JOVEN

    El proyectil de arcilla voló del segador y dio en su blanco, precisamente el casco reluciente del viejo Rómulo, amigo de Manlio, mi padre, compañero de muchas luchas en las Galia y Alemania.

    Pronunció un juramento demasiado fuerte para describirlo.

    – ¡Esas pequeñas plagas! Apuesto a que es Antônio, el hijo de Mânlio.

    Entramos a escondidas y nos perdimos en el torbellino de gente que iba y venía en la concurrida calle del puerto de Ostia.

    Rômulo era un soldado viejo, aunque en realidad no era muy viejo, pero en ese momento, el promedio de vida era más corto en comparación con los tiempos actuales, y cualquiera que tenía más de 40 años ya era tratado como viejo.

    – Algún día vamos a salir lastimados por tu culpa. Mi padre me dijo que tuviera respeto por los mayores, especialmente si son soldados.

    Hablaba Júlia, hermana de Syxtus, quienes, junto con Sérgius , eran mis inseparables compañeros de aventuras y travesuras callejeras.

    Syxtus pertenecía a la importante familia patricia de los Scipiones, con una larga trayectoria al servicio de Roma, eminentes militares y, sobre todo, renombrados políticos, que contribuyeron en gran medida a la grandeza del imperio.

    Su padre, Emiliano, siguiendo la tradición del apellido, había sido también un brillante soldado, comandante de la Legión en la que había servido mi padre, Mânlio.

    Mi padre había sido reformado del rango de centurión después de 25 años de servicio, lo que proporcionó a nuestra familia un respiro económico.

    Roma sabía tratar bien a sus veteranos y no teníamos nada de qué quejarnos, porque además de una buena paga, a mi padre se le había asignado una pequeña propiedad en el campo, en la región de Toscana, que nos dio buenos frutos.

    – Júlia tiene miedo por nada. Rômulo nunca sabrá que fuimos nosotros, y además, que bueno que un buen movimiento de cabeza le recuerda que termine de contarnos esa historia. A pesar de ser un soldado humilde, Rômulo tenía un talento inusual como narrador. Cuando llegaba a casa para hablar con papá y tomar un falerno, pronto se encontraba rodeado de personas que escuchaban ansiosamente sus relatos de guerra y varias conquistas.

    Puede que ni siquiera sea cierto, pero era su forma de contar que nos absorbía a todos y hasta a papá, que más que nadie se divertía mucho, porque sabía que más de la mitad de las historias eran pura exageración.

    Cuando todos nos reunimos alrededor del fuego para escuchar algo, el viejo se transfiguró, pareciendo llevado por un espíritu divino, tal era la perfección de su lenguaje y la elocuencia de su expresión corporal.

    El chasquido de una ramita se convirtió en el paso de una bestia y las chispas que se elevaron se convirtieron en estrellas en el cielo.

    Nunca olvidaré a ese hombre con un alma tan rica.

    Cuando nos acostábamos, lo hacíamos con un ojo abierto y el otro cerrado, tal era el grado en que nos impresionábamos, y los protagonistas de

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