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La poesía no es personal
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Libro electrónico82 páginas1 hora

La poesía no es personal

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La poesía no es personal, esta construido sobre el montaje de intervenciones o entrevistas que Millán concediera desde 1984 hasta su muerte, funciona como una guía para aproximarse a su trabajo y también como un autorretrato. Los temas a los que alude Millán son muy diversos. Sus inicios en la escritura. Su generación. La dictadura y el exilio. La poesía como construcción. La poesía no es personal está hecha para tener valor de uso. Invita un recorrido por los materiales de que está hecha una de las obras más relevantes de la poesía chilena contemporánea. Una invitación abierta a leer y releer atentamente la poesía de Gonzalo Millán. Pero, sobre todo, La poesía no es personal es un autorretrato. Millán por sí mismo. Un autorretrato contra el olvido.
IdiomaEspañol
EditorialAlquimia
Fecha de lanzamiento1 ene 2012
ISBN9789569974014
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    La poesía no es personal - Gonzalo Millán

    Gonzalo Millán

    La poesía no es personal

    extractos de entrevistas de Gonzalo Millán

    ISBN: 978-956-9974-01-4

    Este libro se ha creado con StreetLib Write (http://write.streetlib.com).

    La poesía no es personal

    Extractos de entrevistas de Gonzalo Millán

    Edición, montaje, selección y notas: Guido Arroyo González.

    La poesía no es personal.

    © Guido Arroyo González, por la selección y montaje.

    © Alquimia Ediciones 2012.

    Colección: Umbrales de memoria.

    Dirección colección: Guido Arroyo González.

    Diseño y diagramación: Estudio Navaja.

    Corrección de pruebas: Carlos Henrickson.

    El rostro a la luz de una mecha

    Uno de esos proyectos que Millán aseguraba estaba a punto de publicarse era Objetos de Meditación. Se trataba de un libro de aforismos poéticos, del que Millán publicó un adelanto en una antología algo anodina1. Allí aparecen tres poemas breves, y un extenso y peculiar poema titulado Teclado, título que, según dijo en una entrevista a Ximena Poo en 1987, era el nombre de otro libro que trabajaba y que pretendía ser una querella continua sobre la vida.

    Es muy probable que Objetos de Meditación y Teclado fueran dos rostros de una misma obra, pues Millán solía renombrar sus libros sobre la marcha, modi car sus ideas según exigiera el proyecto en ciernes. Lo peculiar es que esta obra inconclusa no era precisamente otro libro de poemas, sino una suerte de diccionario personal, como el Abecedario de Czeslaw Milosz. Pero, a diferencia del libro del polaco, en el que las de niciones fragmentan la escritura de unas memorias, Teclado es una suerte de terrario donde se entremezclan citas y de niciones de palabras elegidas con pinzas, pero ordenadas con indiferencia (se inicia con la Q, luego la W, la E, la R, etcétera). Esta estructura anárquica potencia otra lectura, la sensación de encontrarnos ante una vitalidad distanciada y oblicua, que letra a letra, palabra a palabra, termina develándose como una presencia que sostiene un gran poema fragmentado, plagado de guiños líricos. Sin ir más lejos, la primera palabra es más bien un estado del sujeto: Quedo, que se define así: no guarda ningún secreto/ su silencio lo revela todo.

    Como en toda la obra de Millán, lo interesante aquí es que el sujeto usa máscara y anteojos. Lo que sabemos de la experiencia poética es la alusión a una tercera persona, un vaho enrarecido, que en el verso cristaliza el doble fondo de un Rostro que, según Teclado, signi caría un juego infantil capturado en el tiempo: por la vereda donde fragua/ el cemento perdura/ la carrera de un niño/ perseguido por un perro. La particularidad de este gesto de encubrimiento, que varios poetas de vanguardias tardías reiteraron y reiteran con otros signos, es el medido control estético y ético, pues la máscara no se basa en recursos técnicos, ergo super ciales, como el objetivismo –o en el caso de Teclado el uso de aforismos–, sino se ancla en algo que Millán recalcó innúmeras veces en sus entrevistas: la mirada debe reemplazar al sujeto. Esta premisa personal fue una forma de abogar por una poesía que difumine en sus imágenes un estado de lucidez antes que un estado de subjetividad o retoricismo, porque si otra cosa planteó con ahínco Millán fue que en estos tiempos modernos es el lenguaje y no el sujeto lo que ha sido arrasado. Entonces, para que la poesía contemporánea escrita después de la mediatización de Auschwitz –como sugería el mismo Millán en alusión a Adorno– pueda volver a narrar el dolor o revivir el cadáver de la lírica, se debía erigir una poética donde la capacidad de evocar imágenes críticas disolviera la forma con que seguramente en algunos años presenciaremos documentales sobre niños muertos dentro de refrigeradores en nuestro cinema privado. El yo del poeta, entonces, debe hacer excavaciones profundas en las naturalezas muertas del paisaje, porque a veces el sujeto es nadie, otro signo como tantos, que a ratos puede romper un velo. Por eso, cuando en Teclado se describe la primera persona, es mediante un montaje de citas, y vaya citas: Yo te llaman tú los otros/ Jaime García Terres. / Yo es la máscara de nadie/ Octavio Paz.

    Con esa aguda sutileza, las definiciones de este largo poema fragmentado que fue Teclado, van abriendo profundas llagas, jirones de piel dentro del texto. Esta apertura roza el límite en la última de nición que paradójicamente es Mecha, que augura un estallido en potencia y en su definición nuevamente se alude a la máscara del yo que es la tercera persona: la idea de su muerte es una mecha/ ardiendo que progresa visiblemente/ hacia una explosión inconcebible. El n de la existencia, la única certeza que nos arropa, se asimila a una latencia desbordante. El énfasis no se sitúa en el acto de pensar sobre el acontecimiento muerte, sino en entender ese momento límite como un estallido que desborda imágenes, destellos vacilantes que progresan en la medida de la mecha.

    Me parece que en este cierre –y en la totalidad de Teclado–, se puede hallar el germen de Veneno de Escorpión Azul. Pues el libro trunco Objetos de Meditación era una forma estéticamente contenida que procuraba transmitir la duración de una biografía, mediante el alfabeto que supuestamente todo puede nombrar. Y esa misma intención es la que, años después, se desbordaría como una mecha vomitando esquirlas en el diario que Millán, cojonudamente, comienza a escribir cuatro meses y unos días antes de morir.

    Luchar por tu vida, así, a secas. Eso era el Veneno de Escorpión Azul para Millán, al menos un lunes 5 de junio del 2006, cuando la

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