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Los ruidos del desmoronamiento: Ensayo sobre el humanismo latinoamericano
Los ruidos del desmoronamiento: Ensayo sobre el humanismo latinoamericano
Los ruidos del desmoronamiento: Ensayo sobre el humanismo latinoamericano
Libro electrónico164 páginas2 horas

Los ruidos del desmoronamiento: Ensayo sobre el humanismo latinoamericano

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En medio de la compleja tensión entre filosofía europea y filosofía
latinoamericana, José Pablo Concha Lagos examina la vigencia del
humanismo a partir de la configuración conceptual del pensamiento
regional que da cuenta de la especificidad de les sujetes latinoamericanes
atravesades no solo por la historia de subyugación de Occidente, sino
también por luchas reivindicatorias. El feminismo regional, las disidencias
sexuales, los movimientos indígenas y otros sectores oprimidos comparten
la historia de sometimiento y marginación, pero al mismo tiempo quienes
conforman estos colectivos se muestran más diferentes que similares, lo
que representa un problema a la hora de formular un proyecto político
latinoamericano.
Por lo mismo, y desde la búsqueda de categorías que confronten el
humanismo como idea metafísica y política que perpetúa nuestra
colonialidad, la resistencia reflexiva y crítica que caracteriza Los ruidos del
desmoronamiento estriba en apuntar los alcances y riesgos de la deriva
política de la metafísica, al momento de pensar la coherencia de los
pensamientos regionales respecto de sus propias banderas de liberación.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 jul 2023
ISBN9789566203384
Los ruidos del desmoronamiento: Ensayo sobre el humanismo latinoamericano

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    Los ruidos del desmoronamiento - José Pablo Concha Lagos

    frente.jpg

    Proyecto realizado con el aporte de la Dirección de Arte y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación, Pontificia Universidad Católica de Chile.

    Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2023-A-5128

    ISBN: 978-956-6203-37-7

    ISBN digital: 978-956-6203-38-4

    Imagen de portada: Seba Calfuqueo, A imagen y semejanza, 2018. Registro por Diego Argote. Cortesía de Seba Calfuqueo.

    Diseño de portada: Paula Lobiano Barría

    Corrección y diagramación: Antonio Leiva

    Diagramación digital: Paula Lobiano Barría

    © ediciones / metales pesados

    © José Pablo Concha Lagos

    E mail: ediciones@metalespesados.cl

    www.metalespesados.cl

    Madrid 1998 - Santiago Centro

    Teléfono: (56-2) 26328926

    Santiago de Chile, mayo de 2023

    Impreso por Andros Impresores

    Índice

    Prefacio

    Brevísima historia filosófica del «ser humano»

    ¿Qué fue del humanismo latinoamericano?

    Proyectos filosóficos

    Políticas de la identidad (el humanismo no es metafísico, sino político)

    Agradecimientos

    Referencias

    Prefacio

    Si bien la palabra central de que trata este libro es el «humanismo», también es el de la representación, la que entiendo como algo que está en lugar de otra cosa. Esta definición, que tiene un fuerte carácter semiológico, pretende ser lo suficientemente amplia como para no restringirla a esta disciplina y abrir su posibilidad a la filosofía. Es evidente que en un sentido más estrecho, también y de manera preeminente, lo podemos pensar desde la estética e incluso desde la fenomenología; acá, su posibilidad filosófica es desde la relación entre la palabra y lo que designa, en el juego sinuoso de reflejos, envíos y regresos, de encuentros y pérdidas, de revelación y encubrimiento, que implica la «interpretación». Dicho así resuena la hermenéutica como estrategia ajustada a este asunto; pero más que buscar el significado preciso a una determinada palabra, de lo que se trata es de pensar en la relación entre uno y otro. El vínculo entre lo representado y su representación, esas posibles maneras de darse el encuentro pueden mostrar ciertas estructuras que cubren sentidos más abarcadores que la sola identidad entre algo y su imagen (o su palabra). Tal vez, la cuestión más reveladora sea ver el lugar en que aparece esa posibilidad de relación, reconociéndolo podremos tener delante nuestro la unión que da forma a la imagen.

    Humanismo, ser humano, sujeto, no son solo palabras que nos dirigen a un referente por todos conocidos, son también modos de representar y que al escudriñar en el vínculo entre uno y otro, aparecen los encuentros y extravíos en la imposibilidad de reconocer la unidad tanto de las palabras como de lo que indican. Son «palabras mágicas», como las llama Silvia Rivera Cusicanqui, porque creemos que descansamos en su significado instalado en la comunidad, pero en rigor no hacen más que esconder los sentidos. Tanto lo designado como su designación son resultados de pugnas, de violencia, de justificación vacía del poder de unos sobre otros, casi desde el inicio de lo que se ha llamado Occidente.

    Una de estas palabras, el «ser humano», se me apareció enfáticamente luego de trabajar la idea de «sujeto latinoamericano» construido a través de la representación fotográfica documental, cuestiones tratadas de manera un tanto lateral en otro libro¹. La pregunta básica que surgió fue: ¿qué significa «ser humano»?, seguida por otras: ¿qué se entiendo por «humano»?, ¿qué dice la filosofía latinoamericana sobre el humanismo?, ¿existe alguna diferencia entre la filosofía latinoamericana y la filosofía europea cuando piensan al humanismo?, ¿debe haber una diferencia?

    La primera idea que tuve respecto de la filosofía latinoamericana era que solo pensaba si ella misma era filosofía o no, es decir como su propio objeto de investigación; la segunda fue que poco había de pensamiento original y más bien era un recocido de lo dicho por Europa. Estas dos ideas muy generales, a lo largo del trabajo, se fueron confirmando y a la vez rebatiendo, a veces de manera fehaciente y en otros momentos de forma más difusa, aunque sí aparecieron ideas originales muy fuertes, pero que la propia filosofía oficial no las tomó en serio y su incorporación en la «filosofía profesional, académica» es aún vista con sospecha. El resultado es el desmoronamiento del tinglado que yo mismo me había construido sobre la filosofía en general y la latinoamericana en particular. Acción que me muestra la pérdida de vigencia del concepto humanismo, a pesar de los riesgos que esto pueda implicar, porque dicho así se presta a la confusión de que lo que se pierde serían los valores que supuestamente protegen al «ser humano» si este concepto cae en desgracia. Esto lleva a una cuestión ética que se pretende elaborar al final de este libro.

    Desde el siglo XIX, la pregunta por la filosofía latinoamericana se hace urgente y a lo largo del siglo XX se ha tratado de perfilar o configurar la particularidad filosófica regional. Este recorrido ha abordado la cuestión desde asuntos meramente metodológicos, pasando por la necesidad de la legitimación del uso, hasta la urgencia de originalidad. El propio énfasis en lo metodológico, ya exigido por Juan Bautista Alberdi en el siglo XIX, es revelación de la dependencia del saber que se proyecta hasta nuestra cultura contemporánea: la subordinación a la legitimación del centro hegemónico como posibilidad de validar nuestra creación (lo que posteriormente será llamado «colonialidad del saber»). Se podrá hacer filosofía solo cuando el aspirante a filósofo latinoamericano sea capaz de reproducir la rigurosidad metodológica europea, decía Alberdi en su «Ideas para presidir un curso de filosofía», del año 1842, en Montevideo. Más grave Alberdi cuando afirma, acá mismo, que «la América practica lo que piensa la Europa»; es decir, desde la configuración de las repúblicas –momento de la emancipación política– no sería posible aspirar a la emancipación intelectual porque no se tendría la capacidad de abstracción necesaria para el ejercicio filosófico, evidenciando la desconfianza de la propia facultad de pensar. La exigencia que Alberdi impone para la posibilidad filosófica y su suspicacia manifiesta a la posibilidad de pensar del americano, ofrece una caracterización de un sujeto estructuralmente subordinado, de un sujeto que aún está en formación; podríamos decirlo más dramáticamente: de un sujeto incompleto. Visto así, se actualiza de otra forma y de manera subrepticia cierta distancia o dificultad al acceso pleno a la categoría de humano.

    Augusto Salazar Bondy, en el año 1968, publica el libro ¿Existe una filosofía de nuestra América?, en donde se plantea rigurosamente la cuestión de la existencia de la filosofía latinoamericana. Para ello divide su obra en tres capítulos, en los que se hace cargo de la filosofía que ha llegado a Latinoamérica, identificando las corrientes de pensamiento y autores que más impacto tuvieron en la disciplina regional. En la última parte de su texto propone «Una interpretación» (así llama al tercer capítulo). La gran crítica que hace Salazar Bondy es que la filosofía que se hace en la región es una simple repetición de la que se hace en Europa, por lo tanto es un «pensamiento imitado». De algún modo, el «pensamiento imitado» es consecuencia, consciente o inconsciente, del imperativo metodológico de Alberdi, ya que las escuelas de filosofía en Latinoamérica, en su afán de corresponder a la metodología europea, se ven atrapadas en el dominio de la estructura, imposibilitando la originalidad conceptual. Salazar Bondy define así a la filosofía: «Porque se refiere al conjunto de lo dado, la filosofía tiene que ver con lo esencial del hombre, con su compromiso vital». Esencia y compromiso vital serían los conceptos clave para acceder a una descripción particular del ser humano y, con ellos, se perfila una estrategia que permitiría cierta originalidad conceptual porque al que se describe, a partir de estos conceptos, es al sujeto latinoamericano en su circunstancia originaria. ¿Qué tan cerca o tan lejos estaríamos de pensar un otro humanismo a partir de un pensamiento regional original?

    Leopoldo Zea, filósofo fundamental mexicano, ve a la filosofía latinoamericana como una crítica directa a la metafísica en tanto esta es una definición trascendental del ser humano, sea desde una teología escolástica o desde la filosofía de la historia hegeliana o el positivismo de Comte, que también son modos de metafísicas –en tanto su proyección trascendental a toda la humanidad histórica–, aunque tengan una perspectiva historicista, el sentido abarcador proyectado a la figura del ser humano pretende llegar a cada uno en su totalidad. La filosofía latinoamericana es crítica porque su circunstancia es distinta de la europea y el sujeto que de ella resulta y aparece es estructuralmente distinto.

    Zea responde un año después al llamado reflexivo de Salazar Bondy con su libro La filosofía americana como filosofía sin más. El filósofo mexicano, más que responder confrontacionalmente, nutre la cuestión considerando otros aspectos fundamentales, como la crisis que enfrenta Occidente con la «aparición» de un nuevo mundo. Se tensionan por esto las categorías que permitían comprender y dar sentido a la existencia y deben volverse a plantear para auscultar la peculiaridad de su propio ser, como la de los nuevos sujetos del Nuevo Mundo. La urgencia de estas nuevas definiciones estarán orientadas por la autoconciencia cartesiana y la crítica kantiana, definiendo lo que conoceremos como humanismo; pero lo más complejo y anterior a esto será la necesidad de diferenciarse de ese otro que aparece en este nuevo horizonte, que rápidamente entrará en la disputa de su condición humana, primero siendo negada y posteriormente relativizada. Zea indicará que la filosofía latinoamericana comenzará con la polémica de la «esencia» de lo humano y los ajustes y desajustes de esta esencia respecto del sujeto europeo y el latinoamericano.

    Un gesto emancipador fundamental será la «Declaración de Morelia. Filosofía e independencia», firmada por Enrique Dussel, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas y Leopoldo Zea. Uno de los puntos planteados en esta declaración es el que expone la necesidad de fundar una filosofía que permita la libertad de los pueblos que han sido dominados por la cultura hegemónica, a través de una filosofía colonizadora. Se propone que «la filosofía que pueda surgir de esta preocupación será un aporte más, el propio de la expresión concreta de humanidad que forman nuestros pueblos, a la humanidad como totalidad». La indicación explícita a la «humanidad» es la voluntad, todavía no crítica, de ser parte, por medio de la liberación, de un diálogo equitativo, igualitario, legítimo, en tanto parte de la «humanidad como totalidad». Enrique Dussel, algún tiempo después, reformulará este problema en su programa filosófico de «la liberación», programa que se inicia al principio de la década de los setenta y que toma una forma definitiva y original de filosofía latinoamericana con el libro Filosofía de la liberación del año 1977.

    El camino iniciado por esta filosofía, en el ámbito específicamente disciplinar, es la voluntad explícita de marcar un territorio propio de pensamiento que aborde las peculiaridades de un sujeto colonizado en las circunstancias históricas de la aparición del «Nuevo Mundo». Es muy importante indicar que esta voluntad pondrá énfasis en los elementos que particularizan al sujeto que surge de esta colonización, a diferencia de otros sujetos colonizados y «descolonizados» durante el siglo XX, pero con el que podrá dialogar en tanto sujeto subalterno poscolonial.

    Este diálogo puede ser incomprendido o visto como ineficiente, ya que son resultados de circunstancias históricas muy distintas, pero la relación específica es respecto de la posibilidad de reflexionar sobre un tipo de sujeto que lucha por la emancipación cultural. Esta lucha reconocerá combates legítimos en los movimientos indígenas, en los feminismos regionales, como en las diversidades sexuales, todos ellos constituidos por individuos que comparten la experiencia de sometimiento, silenciamiento y marginación por un otro poderoso. En este sentido, y casi como círculos concéntricos, se van instalando categorías más abarcadoras que otras, en tanto posición de poder y subordinación efectiva sobre otras categorías, lo que demandará, en esta reflexión, la confrontación de los círculos subalternos con la categoría de «humanismo».

    Los conceptos «colonizado» y «descolonizado» aparecen en el contexto disciplinar de la sociología regional especialmente, y la filosofía no ofrece un concepto lo suficientemente fuerte como para iluminar la relación de poder y subordinación del pensamiento latinoamericano respecto del europeo y norteamericano. El aporte particularmente relevante es el que realiza Silvia Rivera Cusicanqui cuando propone a lo ch’ixi como figuración de cierto sujeto que yo llamaría que está entre dos mundos, o constituido por vertientes que no se cruzan dentro del sujeto mismo, pero que conviven, observación clave que tensiona ciertas caracterizaciones homogeneizantes estrechas de lo latinoamericano. El «miserabilismo» es otro concepto que propone la socióloga boliviana como aquello que estaría detrás de la obliteración de la mujer, le indígena y les trabajadores del Álbum de la revolución con fotografías realizadas en el año 1954. La borradura o directamente la no aparición de estes sujetes en este álbum, o si lo hacen es desde el estereotipo de la miseria que opera como herramienta de despojo «a los actores populares (indígenas, mujeres, trabajadores) de su condición de sujetos

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