La dejadez
Por Pablo Fidalgo Lareo y Bran Sólo
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Del prólogo de Manuel Mata
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La dejadez - Pablo Fidalgo Lareo
Me preguntan si la casa debe ser vendida
y responder esa pregunta me condenaría.
¿Cómo voy a elegir
entre el deseo de tener una casa
y librarme de esa herencia?
¿Cómo puedo yo defender la casa
y responder a sus demandas?
¿A qué estoy dispuesto
para ser un buen hijo?
Si me tienen que arrancar el cuerpo
que lo hagan rápido.
¿A quién te diriges cuando pierdes una casa
que sabes que no es tuya,
una casa en la que no tienes voz?
¿A quién me dirijo para decir
que esta vez voy a rodearme,
que esta vez no voy a arriesgarme
a que no me escuchen?
Me preguntas qué me salvó
y tú también dejas de escuchar.
Me salvaron las luces del otro lado
y algunos perros.
Yo te pedí
no me dejes solo en una habitación
con todos los que me han hecho daño,
y tú me dejaste solo.
¿Y si esta quietud, este encierro,
este aislamiento,
me hubiesen salvado la vida?
Madre, vuelve a tu casa lejana
y yo volveré a mi casa lejana.
Quizá entonces ya no necesitemos defenderlas.
¿Hasta qué edad se lleva a un niño en brazos?
¿Hasta qué edad se le llama héroe
a alguien que no ha hecho nada?
¿Estás seguro de que ser un buen hijo
consiste en dar a una madre lo que quiere?
Mi madre vendió la casa
y siguió viviendo en la misma calle.
Y un día de lluvia
cayó de rodillas ante ella.
A las mujeres de mi familia
las recuerdo siempre en el suelo
caídas o desmayadas.
En los poemas que más me gustan
alguien que no es mi madre
se hace cargo de mí.
¿Podéis estar tranquilos
habiendo vendido la casa
de cualquier manera?
¿Cuánto se supone que tengo que amar la casa
y echarla de menos
para ser considerado un buen hijo?
¿Cuánto peso tengo que sujetar en mis manos
para ser considerado un buen hijo?
¿Y a quién debo recoger del suelo
ahora que ya no tengo