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Persona y humanismo: Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI
Persona y humanismo: Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI
Persona y humanismo: Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI
Libro electrónico281 páginas2 horas

Persona y humanismo: Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI

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Este libro propone retomar el concepto de humanismo y resignificarlo, sobre todo para aquellos comprometidos con la tarea educadora y quienes luchan por hacer viable un humanismo y una educación humanista. Se presentan ideas y propuestas de filósofos, científicos, teólogos y sociólogos que han permitido la construcción de dos grandes categorías: "p
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 may 2024
ISBN9786074172690
Persona y humanismo: Algunas reflexiones para la educación en el siglo XXI
Autor

Hilda Ana María Patiño Domínguez

Hilda Ana María Patiño Domínguez es licenciada en Filosofía por la Universidad Iberoamericana y maestra en Ciencias de la Educación por la Universidad de Syracuse. Es maestra en Filosofía y doctora en Educación por la Universidad Iberoamericana.  Trabajó en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, fue directora del Centro de Integración Universitaria en la Ibero, así como directora de Admisión en la misma institución. Actualmente es profesora Numeraria en la Dirección de Servicios para la Formación Integral de la Ibero, dentro del Programa de Reflexión Universitaria, donde imparte la materia “Persona y humanismo”. Su línea de trabajo está relacionada con las buenas prácticas docentes, la educación en valores y el diseño curricular.

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    Persona y humanismo - Hilda Ana María Patiño Domínguez

    Introducción

    Las grandes interrogantes del ser humano

    ¿Por qué hay entes y no más bien nada?

    (Martin Heidegger)

    Hace poco escuché a alguien afirmar que un texto es siempre un tejido de voces. De alguna manera, esa idea me dio cierta tranquilidad acerca de lo que intento ofrecer en este trabajo. En efecto, se trata de poner sobre la mesa algunas de las ideas y propuestas que distintos pensadores (filósofos, científicos, teólogos, sociólogos, etc.) han vertido sobre múltiples aspectos, y que a su vez han permitido la paulatina y siempre conflictiva construcción de dos grandes categorías: persona y humanismo. Éstos son justamente los ejes articuladores de los contenidos de la asignatura Persona y humanismo[1] del Área de Reflexión Universitaria, en la que he trabajado la mayor parte de mi vida académica y para la cual este texto pretende ser una modesta contribución. Mi escrito está dirigido a los docentes, e intenta ser un apoyo a quienes día con día trabajan arduamente en las aulas y promueven la conformación de una identidad universitaria a través de la reflexión crítica, creativa, propositiva, valiente y comprometida; es un apoyo para aquellos que luchan por hacer viable, en el siglo XXI, un humanismo y una educación humanista.

    Podemos definir al ser humano como el animal que pregunta. Nuestra capacidad de preguntar está directamente relacionada con la capacidad mental para razonar, elaborar conceptos abstractos y manejar símbolos. El sapiens pregunta, no sólo sobre las cosas, sino sobre sí mismo.

    ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿cuál es el sentido de mi vida y de la vida en general?, ¿por qué he de morir?, ¿hay algo más allá de la muerte?, ¿existe Dios?, ¿soy libre?, ¿qué es el mal? Éstos son sólo ejemplos de la diversidad de cuestionamientos que en algún momento de la vida nos planteamos, aquellas preguntas fundamentales con cuya respuesta buscamos aclarar el rumbo de nuestra existencia. Todas ellas dan origen a procesos de reflexión filosófica y han aparecido de diversas maneras a lo largo de la historia de la humanidad. Las antiguas civilizaciones que surgieron en China, India, Egipto, Mesopotamia y Persia, y las culturas mesoamericanas como la olmeca, la maya, la tolteca y la azteca, por nombrar sólo algunas, respondían a dichas interrogantes mediante una cosmovisión colectiva predominantemente religiosa, donde las diversas divinidades y los mitos explicaban cuestiones más abstractas o lejanas, como el origen del universo y de la vida humana, el destino en la tierra y después de la muerte, e incluso incidían en cuestiones mucho más prácticas, concretas y específicas, como la organización social, los roles que cada sujeto humano debía desempeñar en la división del trabajo, lo que estaba o no permitido hacer, la manera de hacerlo, etcétera.

    Desde que emergió el ser humano como especie pensante, las distintas tradiciones religiosas son, sin duda, caminos por los que la humanidad intenta resolver las preguntas fundamentales. Sin embargo, el sujeto, en su esfuerzo racional por entender el mundo y entenderse a sí mismo, no se conformó, por decirlo de algún modo, con aquellas respuestas basadas en la mera creencia de mitos y dioses, sino que buscó explicarse las cosas utilizando la observación y sus capacidades para relacionar, comparar, clasificar, analizar o sintetizar, cuyo origen es una curiosidad innata, un interés por preguntar, indagar, por saber: ese afán tan peculiar que ha impulsado el desarrollo cultural, filosófico, científico y tecnológico de la humanidad desde el tiempo de las cavernas hasta nuestros días.

    Humanismo puede parecernos hoy una palabra gastada, cuyo sentido se desdibuja en la multitud de acepciones que se le otorgan en los discursos políticos, sociales, artísticos o filosóficos. Adquiere diversas tonalidades y matices, y sirve para justificar muchas causas, a veces no precisamente muy humanistas. En el campo de la educación, a menudo se aborda desde el estudio de disciplinas como la filosofía, la literatura, el arte, o bien, más específicamente, con el estudio de los clásicos grecorromanos. En el ámbito social, humanismo se identifica con actitudes como la caridad o la compasión, sobre todo cuando se interpreta como la ayuda que debe brindarse al necesitado, a veces desde una postura paternalista; o bien, se asocia con filantropía o humanitarismo, al apelar a la necesidad de apoyar desinteresadamente proyectos en beneficio de la sociedad. Humanismo también se puede entender, desde una perspectiva de crítica social, como la necesidad de emancipación de la opresión en la que se encuentran las personas en condiciones de marginación. El humanismo puede ser marxista, socialista, capitalista, existencialista, ateo, budista, cristiano, todo depende del punto de referencia antropológico y los principios y valores básicos en los cuales se basa una determinada cosmovisión. Por razones humanistas lo mismo se puede justificar una guerra contra el terrorismo que incitar a una rebelión social contra las condiciones injustas, iniciar una campaña de vacunación o un programa de salud pública. Este uso, o más bien abuso, del término ha acabado por vaciarlo de significado. Tal vez ya estamos cansados de escuchar propuestas que se califican a sí mismas como humanistas porque no parecen sino idealizaciones utópicas de un mundo maravilloso: una humanidad en feliz armonía que contrasta grotescamente con una realidad económica regida por criterios depredadores, cuyo fin último es la ganancia y el interés utilitario, y donde la consideración del otro como persona no puede tomarse muy en serio.

    Y sin embargo, hoy más que nunca parece necesario retomar el concepto de humanismo y resignificarlo, sobre todo si estamos vitalmente comprometidos con la tarea educadora y si creemos que ella tiene sentido en la medida en que logre sembrar las semillas de la humanización que fertilicen un mundo necesitado de ellas. La definición biológica del ser humano no hace más que caracterizarlo como una especie animal más; en este sentido, cada individuo tiene que luchar por su supervivencia, tal como lo hacen los demás animales. Sin embargo, en el caso del ser humano, el potencial intelectual del que goza le abre posibilidades inéditas de crueldad y destrucción que han desembocado en la paradoja de poner en peligro la extinción de su propia especie. De esta forma la humanización no es concebida como algo dado por nuestra mera condición biológica, sino como una tarea que hay que realizar principalmente por vía de la socialización y la educación, con vista a mitigar o encauzar los impulsos destructivos de la especie Homo sapiens. La insistencia en el humanismo quizás sea en el fondo el reflejo de una sutil conciencia de que el ser humano tiene la necesidad de construirse como humano.

    En este comienzo del siglo XXI nos encontramos en una época de profundas contradicciones en todos los ámbitos de la vida. La humanidad ha logrado acortar las distancias geográficas y culturales gracias a los frutos de la tremenda revolución de las tecnologías de la información, las cuales han cambiado rápidamente nuestra forma de obtener conocimiento y de comunicarnos: las computadoras, Internet, los teléfonos celulares y gadgets similares se han convertido en herramientas cotidianas e imprescindibles en la vida de millones de personas. Esto, por otro lado, ha hecho patente las diferencias entre las costumbres religiosas, sociales, sexuales, políticas y económicas de las sociedades humanas, y ha propiciado al mismo tiempo un alejamiento y una falta de entendimiento entre ellas y al interior de sí mismas. Los enfrentamientos interraciales, las persecuciones religiosas, la homofobia, la violencia contra la mujer y, en fin, todas aquellas manifestaciones de una idiosincrasia de tipo conservador y reaccionario, se enfrentan con las luchas locales e internacionales de carácter progresista por asuntos como la equidad de género, los derechos humanos, la aceptación de la diversidad sexual, el cuidado del medio ambiente, la defensa de la democracia, la paz, etc.; estas tendencias han sido llamadas nuevos movimientos sociales y revelan un grado mayor de conciencia en muchos sectores de la sociedad civil.

    En el aspecto económico, mientras los países del primer mundo, los cuales han sido capaces de desarrollar la ciencia y la tecnología de punta, reportan elevados niveles de bienestar y calidad de vida para la mayoría de sus habitantes, los países en vías de desarrollo padecen una dependencia científica, tecnológica y económica que ha favorecido la composición de una estructura social marcada por la desigualdad, donde una minoría tiene niveles de vida semejantes a las naciones más desarrolladas, mientras que la mayoría vive en situación de pobreza. Esa injusta distribución de los bienes es la causa de que millones de seres humanos se vean condenados a vivir en condiciones de insalubridad, falta de educación y empleo formales, y sin perspectivas de movilidad social, lo que a su vez ocasiona el incremento de las tasas de migración hacia los países que ofrecen mejores oportunidades, fenómeno que hoy se ha convertido en uno de los principales problemas sociales a escala planetaria.

    Los descubrimientos científicos de la electrónica, la genética, la física, la bioquímica, la astrofísica, la medicina y el conjunto de las neurociencias, por mencionar sólo algunas disciplinas, avanzan aceleradamente. Ya se han logrado identificar los treinta mil genes que componen el genoma humano y el proyecto continuará hasta lograr descifrarlo por completo; el futuro que esto promete provoca inquietud y fascinación por igual. La hermandad de la humanidad con todos los demás seres vivos es tan evidente como quizás nunca lo había sido y, al mismo tiempo, esa semejanza suscita una acuciante pregunta por la diferencia que guardamos con el resto de los seres vivos: ¿nuestra definición de humanos está dada sólo por nuestro genoma? Si todas nuestras conductas se explicaran por nuestra herencia genética específica, ¿tendría sentido seguir defendiendo el libre albedrío y la responsabilidad moral? Experimentos como la clonación y el intercambio de genes, que ya realiza la ingeniería genética, están planteando problemas éticos y antropológicos jamás pensados. Por su parte, las neurociencias, en estrecha conexión con la genética, penetran cada vez más en el conocimiento del cerebro humano, y nos obligan también a repensar los temas antropológicos, filosóficos, morales y teológicos, de manera que las preguntas fundamentales acerca de qué somos, cuál es nuestro papel en el mundo y qué sentido tiene la muerte, están hoy tan vigentes como hace veinte siglos, pero su respuesta filosófica exige necesariamente el diálogo con las ciencias y un trabajo interdisciplinario y transdisciplinario de especial magnitud. La luz que pueda arrojar un proceso reflexivo serio en voz de la filosofía es urgente, porque desgraciadamente estos avances científicos y tecnológicos no parecen preocuparse por el humanismo; es decir, no se encaminan con claridad, de manera esforzada y conjunta, a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la humanidad, a erradicar la violencia, la guerra, el hambre, la exclusión, el fundamentalismo, las adicciones, la injusticia o la devastación de los ecosistemas.

    Por lo anterior, escribir un texto de apoyo para la materia Persona y humanismo es una tarea difícil, ya que en ella se intenta conjuntar el enfoque científico sobre el origen del universo y del ser humano (principalmente desde los campos de la física, la biología y las neurociencias) con enfoques psicológicos, sociológicos e incluso teológicos, todos ellos abordados desde una perspectiva de reflexión filosófica. Siempre he creído que no es posible filosofar al margen de los descubrimientos de las ciencias si es que se pretende dar una respuesta integral a la problemática humana. Puesto que no soy científica, antropóloga social, psicóloga o teóloga, el libro no pretende ser un tratado de astrofísica, biología evolutiva o neurofisiología; nada más alejado de esa intención. Lo que se pretende es aportar sólo algunos elementos para que el lector, en un ejercicio de reflexión filosófica, tome en cuenta los aportes que estas ciencias hacen para la deconstrucción y la construcción de un concepto de ser humano, con el ánimo de proponer un humanismo de inspiración cristiana viable para el siglo XXI, atento a las implicaciones éticas que se derivan de asumir determinada postura antropológica.

    Todo texto es un tejido de voces, y las que éste intenta hacer oír de manera más o menos armónica provienen de una serie de autores cuyas líneas de pensamiento a veces se contraponen entre sí. Estas diferencias se han enfatizado cuando se intenta contrastar algunas posturas, pero sobre todo tras haber seguido una línea de razonamiento; el esmero se ha puesto en subrayar las semejanzas y las coincidencias más allá de sus diferencias.

    En esta polifonía de voces hay unas cuya procedencia identifico claramente, mientras otras las he interiorizado de tal manera que las siento como propias; las he hecho mías a fuerza de asimilarlas y estructurarlas en mis propios razonamientos a tal punto de que soy incapaz de identificar su procedencia. El yo está siempre conformado por los otros, presentes y ausentes, conocidos y desconocidos, perceptibles e imperceptibles, contrastados y aceptados, todos esos que han construido la biografía personal por la interacción. Dentro de esas voces guardo especial agradecimiento a los maestros, alumnos y colegas de la vida universitaria con quienes he compartido autores y temas de índole filosófica y científica. Particularmente agradezco a los profesores del Seminario mente-cerebro, la mayoría procedente de disciplinas como la química, la física, la biología o la psicología, ya que ellos me introdujeron en los campos fascinantes de la realidad científica.

    En un primer momento este texto fue la tesis que elaboré para obtener el grado de maestra en Filosofía. Posteriormente, en el ánimo de colaborar con la materia de Persona y humanismo, añadí capítulos y modifiqué varias de sus partes. Como ya señalé, la variedad de autores y textos que se mencionan en este trabajo obedecen a una vida académica de lectura y docencia, y sus ideas han sido de alguna manera interpretadas por mí e integradas selectivamente, según la temática, en una postura personal. No se trata, pues, de un estudio especializado sobre algún autor o corriente, sino de un texto que se concibe como introductorio, que pretende provocar la reflexión sobre el humanismo (renovada por las inéditas circunstancias que vivimos) y que invita al lector a participar en esta discusión.

    Con vista a convertirse en un apoyo docente, el texto procura seguir en esencia los temas más importantes de la materia Persona y humanismo, pero inevitablemente mantengo en cada uno de ellos un punto de vista propio que desde luego trato de fundamentar, sin que esto signifique que mi interpretación sea la correcta, ni que no existan omisiones importantes que podrían enriquecer alguna perspectiva en cuestión. Escribir siempre es arriesgarse: en el momento en que lo escrito se publica, de alguna manera queda congelado ese incesante flujo renovador del pensamiento; la fotografía no permite captar el movimiento y se nos vuelve ajena a la vida: de pronto ya no podemos reconocernos en ella. En esa conciencia, el trabajo está abierto a cualquier crítica que pueda mejorarlo y enriquecerlo, con el objetivo de tejer colectivamente la reflexión que a todos nos atañe, porque como bien dijo Terencio: nada humano nos es ajeno.

    Nota

    [1] Esta materia se imparte actualmente a todos los alumnos de cualquier licenciatura en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. En el Anexo se encuentra el temario básico de la materia.

    Capítulo 1

    El ser humano como especie biológica

    Lo que podamos educar del ser humano viene en buena parte dado por el de dónde éste proviene biológicamente. Es del todo indispensable referirnos al proceso evolutivo de las especies, proceso que ha producido al homo sapiens que sometemos a técnicas educativas

    (Octavio Fullat)

    Si hacemos una reflexión sobre lo humano no podemos, a nuestro parecer, omitir el aspecto biológico de su ser ni el proceso evolutivo por el que emergió en cuanto especie, con una conciencia de sí y del mundo que le rodea, con una mente racional, proyectiva y planificadora, capaz de imaginación creadora, de gozo estético y amor por sus semejantes. En la historia del universo, el surgimiento de la vida ocupa un tiempo muy breve en comparación con los procesos que le antecedieron. En este apartado haremos un rápido recorrido desde el Big Bang hasta la aparición del Homo sapiens en la faz de la Tierra, y analizaremos la peculiaridad del cerebro humano, el cual hoy se ha convertido en el objeto principal de estudio de múltiples disciplinas conocidas, en términos generales, como neurociencias, cuyo tema central es la relación entre la mente y el cerebro. Por tanto, también se abordarán cuestiones como ¿qué es el pensamiento?, ¿cómo se produce en el cerebro?, ¿qué relación existe entre lo bioquímico y lo mental? y ¿cómo producen pensamiento nuestras neuronas? Muchas son las interrogantes que se plantean los dedicados al campo de las neurociencias, pues, parafraseando al filósofo español Octavio Fullat, lo que podamos saber del ser humano viene dado, en muy buena parte, por lo que sepamos de su procedencia biológica, especialmente de la anatomía y fisiología del cerebro humano.

    1.1 Cosmogénesis y antropogénesis: Del Big Bang al surgimiento de la especie humana

    La pregunta de la humanidad es la del niño: ¿Por qué?

    ¿Por qué es negra la noche?

    ¿Por qué porqués?

    ¿Quién puso la materia o energía en el universo?

    ¿Fue sacada de la nada

    O formada de materia pre-existente?

    ¿Quién puso la materia o energía en el universo, Para abrazarme con él, para besarlo?

    (Ernesto Cardenal)

    Desde las más antiguas civilizaciones de las que tenemos conocimiento, el problema del origen del universo y de la humanidad han sido interrogantes constantes; cada cultura ha procurado dar respuesta a estas preguntas fundamentales acudiendo a los mitos, donde entran en juego dioses y hazañas que, en el nivel simbólico, pretenden ofrecer al ser humano una explicación de su propio origen y de su papel en el cosmos. Una hermosa novela de Gore Vidal (estadounidense, 1925) titulada La creación,[2] relata el periplo de Ciro Espitamia, un persa, nieto de Zoroastro, cuya vida transcurre en el siglo V antes de Cristo, justo en la época del esplendor de Atenas. Durante su vida, como representante de las cortes persas, primero de la de Jerjes y después de la de Artajerjes, Ciro Espitamia emprende largos viajes de aventura por varias ciudades de Persia, Grecia, India y Catay (China), durante los cuales intenta resolver ni más ni menos que el enigma de la creación del universo, y en este intento convive y dialoga con novedosos líderes espirituales de la época, entre los que destacan Buda y Confucio, además de sacerdotes tradicionales de las diversas religiones de aquel tiempo, como la brahmánica, la persa, la babilonia, la griega, etc., creencias que constantemente confronta con la suya, la zoroastriana, y así lleva a cabo, por decirlo de algún modo, un estudio empírico comparativo de estas cosmovisiones. Con este pretexto literario el autor nos presenta diversas interpretaciones, no sólo sobre el origen del universo y de la humanidad, sino también acerca del sentido de la vida y de la sexualidad, las nociones de lo bueno y lo malo, la guerra, el poder, el papel de la mujer

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