Antología Dimensiones Ocultas
Por Varios autores
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Varios autores
<p>Aleksandr Pávlovich Ivanov (1876-1940) fue asesor científico del Museo Ruso de San Petersburgo y profesor del Instituto Superior de Bellas Artes de la Universidad de esa misma ciudad. <em>El estereoscopio</em> (1909) es el único texto suyo que se conoce, pero es al mismo tiempo uno de los clásicos del género.</p> <p>Ignati Nikoláievich Potápenko (1856-1929) fue amigo de Chéjov y al parecer éste se inspiró en él y sus amores para el personaje de Trijorin de <em>La gaviota</em>. Fue un escritor muy prolífico, y ya muy famoso desde 1890, fecha de la publicación de su novela <em>El auténtico servicio</em>. <p>Aleksandr Aleksándrovich Bogdánov (1873-1928) fue médico y autor de dos novelas utópicas, <is>La estrella roja</is> (1910) y <is>El ingeniero Menni</is> (1912). Creía que por medio de sucesivas transfusiones de sangre el organismo podía rejuvenecerse gradualmente; tuvo ocasión de poner en práctica esta idea, con el visto bueno de Stalin, al frente del llamado Instituto de Supervivencia, fundado en Moscú en 1926.</p> <p>Vivian Azárievich Itin (1894-1938) fue, además de escritor, un decidido activista político de origen judío. Funcionario del gobierno revolucionario, fue finalmente fusilado por Stalin, acusado de espiar para los japoneses.</p> <p>Alekséi Matviéievich ( o Mijaíl Vasílievich) Vólkov (?-?): de él apenas se sabe que murió en el frente ruso, en la Segunda Guerra Mundial. Sus relatos se publicaron en revistas y recrean peripecias de ovnis y extraterrestres.</p>
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Antología Dimensiones Ocultas - Varios autores
DIMENSIONES OCULTAS
14 AUTORES 14 DIMENSIONES
Antología
Contenido
SPIRIT BOX, Juan Flahn
MATA A SERGEI GLAMULOV, Enrique Cordobés
GATÚBELO, Mario Martín
UNA BUENA MAÑANA…, Elio Quiroga
LA ÚLTIMA CENA, Rebeca García-Cabañas Garrido
JUDY Y ETHEL, Martha Barilari
EL ENCARGADO, S.A.M.
MAL DE MONTAÑA, Katherine Vega
EL PADRE, Toni Cifuentes
MADRE DE DOS, Erica Couto-Ferreira
EL KAISHAKUNIN, Aureliano Rocamora
LA ETERNA BELLA DURMIENTE, Miguel G.
HÍBRIDO DE TÉ, Santiago Eximeno
VÂRCOLAC, Rafael Díaz Gaztelu
SPIRIT BOX
por Juan Flahn
La intensa luz del foco recorrió las paredes de piedra irregular de la caseta, levantando sombras afiladas, triángulos de oscuridad que, fugaces, se movieron a través de la angosta estancia cuyo suelo, lleno de escombros y basura, albergaba un colchón mohoso.
—Fue aquí. Ataron a una a ese poste y, a la otra, se conoce que la torturaron sobre ese colchón. Todas estas manchas son de…
—Espere, ¿lo puede repetir? No lo he pillado bien. Y mire a cámara, por favor.
Los famosos youtubers, Paco y Teo, del canal Espíritus y Cía. se mostraban tan puntillosos y perfeccionistas como creían que su audiencia se merecía. Nerviosos y dinámicos, con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas, atentos a todo, los dos veinteañeros parecían estar inmersos en una aventura excitante, en una misión crucial y trascendente que, de algún modo, daba sentido a sus vidas. Sin embargo, el renegrido y arrugado pastor, que les enseñaba la caseta de la Perdiguera, donde cuarenta años atrás sucedió el famoso crimen de las gemelas de Villabasta del Soto, se mostraba mucho más indolente y pegó un bufido.
—Lo hemos repetido ya tres veces.
—Pero se me ha salido del encuadre. Repita… ¡y vocalice! —dijo Paco tras la cámara, y luego añadió, más bajito—: Que no se le entiende nada con ese acento.
El pastor se arrepintió una vez más de haber aceptado la propuesta de esos dos zangolotinos, los miró de reojo y volvió a recitar con más desgana aún:
—A una la ataron al poste y la otra ahí en el colchón. Luego las llevaron campo a través hasta la fosa, monte arriba, donde las encontramos siete meses después de que desaparecieran.
—¿Cómo recuerda el descubrimiento de los cuerpos? —interrogó Teo extendiendo el micrófono al viejo pastor.
—Yo era un chaval, estaba con mi primo Ernesto reuniendo a las ovejas, porque ya nos íbamos, y él vio un reloj que sobresalía de la tierra. Me acerqué y resulta que era una mano.
—La mano de una de las famosas gemelas de Villabasta del Soto, ¿no es así?
—Justo. Y llamamos a la Guardia Civil y luego se montó la que se montó cuando vino la tele y la presentadora aquella, la rubia, la Nati Zapatero, y toda la pesca…
Teo miró a cámara y, con exagerado gesto de preocupación, masticó las sílabas:
—Ese fue solo el inicio. Las famosas gemelas de Villabasta del Soto dieron el pistoletazo de salida a la ola de asesinatos del que se dio en llamar El Asesino Desollador y que, tras diez años sembrando el terror en la comarca, cesó sus crímenes repentinamente. —Teo enmudeció en seco, mantuvo la mirada fija a cámara, se relajó de golpe—. Y… ¡corta!
* * *
Paco bajó la cámara, el foco adherido a ella se apagó y, con ayuda de sendas linternas en sus móviles, los dos youtubers tacharon cosas en cuadernos, se consultaron entre sí, «qué tal el sonido», «qué tal la imagen», y empezaron a moverse alrededor del angosto y destartalado lugar buscando el siguiente plano.
El pastor miró su reloj:
—¿Ya hemos acabado?
—No, todavía nos falta hacer lo de la Spirit Box —dijo Teo.
—¿Eso qué es?
—Un aparato para comunicarnos con los espíritus.
El pastor pegó un respingo:
—¿Qué? ¿Espíritus? No, no… Yo no quiero tener nada que ver. ¡Yo me largo!
—No se puede ir, ¡es usted nuestro testimonio estrella! —le dijo Teo.
—Yo no quiero nada con espíritus, me dan mucho respeto esas cosas.
—Si se va, olvídese de los doscientos euros —espetó Paco.
Teo se acercó al hombre y, amigable, le puso la mano sobre el hombro:
—Que no pasa nada, hombre. La Spirit Box es en verdad una radio que hace un barrido muy rápido por las emisoras y va captando ruidos y voces.
—Pero no son espíritus, son voces aleatorias que, con suerte, forman un mensaje por pura casualidad… Eso sí, puede acojonar bastante —rio Paco.
—¿No son espíritus?
—No… Yo personalmente no creo en espíritus —dijo Paco.
—Pero ¿por qué lo hacéis entonces?
—Hombre, es lo que esperan nuestros seguidores. Pasar un rato de miedo y eso; no deja de ser un espectáculo —respondió Teo.
—Pues les estáis engañando, a vuestros seguidores.
Paco lanzó un soplido:
—A ver, ¿usted sabe lo que es YouTube?
—Yo de esas cosas modernas no entiendo, pero, si decís que creéis y no creéis, eso es un engaño.
Paco se sentó en un poyo de piedra caliza, sacó su cigarro electrónico y se puso a vapear con desgana. Un acre olor a naranja inundó la destartalada cabaña:
—«YouTube» es una gran red de vídeos formada por miles de millones de personas que buscan entretenimiento… Las cosas en ese sitio duran un suspiro, todo pasa muy rápido, hay que tratar de mantener la atención de la gente. Y los espíritus y los misterios hacen que la gente se enganche al canal.
—Oye, me dijisteis que esto no era para la tele —se mosqueó el pastor.
Teo trató de mediar:
—Tranquilo, YouTube no es la tele.
—Lo ven muchos millones de personas más —se rio Paco.
—Pero vosotros me dijisteis que era para un trabajo de la universidad.
—Bueno, sí, también, somos estudiantes de Imagen y Sonido y algunos de nuestros vídeos del canal de YouTube los presentamos como trabajos de…
—No me hace gracia que me vea la gente —le cortó el pastor.
Paco no pudo evitar estallar con un fuerte «¡Pfff!» —humareda, vapor y olor a naranja— y empezó a carcajearse con ganas. Se reía tanto que el humo de frutas que fumaba le irritó la garganta y le hizo toser. El pastor le miró desconfiado, ¿a qué tanta risa? Paco trató de controlar las toses y se guardó el vapeador, se levantó del poyo acercándose a la puerta y miró hacia el exterior, escondiendo las risas. Tras unos instantes de calma volvió a reír con ganas por lo bajo.
Teo echó una mirada a su amigo con el ceño fruncido y después intentó sosegar al pastor, cuya expresión era de profundo recelo:
—Tranquilo. Podemos pixelarle la cara.
—¿Qué? ¡No me jodáis! ¿Qué coño es…?
—«Pixelar» significa que le borramos la cara del vídeo y así nadie le podrá reconocer.
—Ah. ¿Se puede hacer eso?
—Claro.
—Vale. Y mis doscientos euros todo igual, ¿no?
—Todo igual —sonrió Teo—. Ahora vamos a hacer lo de la Spirit Box y terminamos, que son casi las tres, ¿le parece?
—Vale, mientras preparáis vuestros cacharros, voy a cagar que llevo un rato aguantándome.
El pastor salió de la caseta perdiéndose en la oscuridad impenetrable de los cerros castellanos. Teo miró a Paco y meneó la cabeza con reproche. Paco se encogió de hombros sonriendo y reprimiendo de nuevo las risas.
* * *
—Disimula un poco, ¿no tío? —susurró Teo.
—Joder, no he podido evitarlo. Y tú diciéndole que le pixelamos la cara… ahí casi ya me muero, macho.
—Espero que no haya sospechado.
—Este tío no se entera, es más silvestre que las amapolas. —Paco se puso serio—. ¿Seguro que está todo?
—Sí —dijo Teo mirando al interior de la bolsa.
—¿El cloroformo, las cuerdas, las cintas, bolsa, sierra, los uniformes aislantes…?
—El cloroformo está aquí en la mochila. El resto en el coche. Luego lo cogemos.
Paco pegó saltitos y agitó todo su cuerpo:
—Joder, esto va a ser como lo de la puta Bruja de Blair, pero en real… ¡como Holocausto Caníbal! —reprimió otra carcajada y admitió—: ¡Estoy que me tiembla todo!
—A mí también, ¿y si lo dejamos? Este pobre hombre no se merece…
Paco, con ojos de loco, susurró chillando, muy cerca de la cara de su amigo.
—¡Yo estoy nervioso de la emoción, pero tú estás puto acojonao! ¡No lo vamos a dejar!
—Joder, una cosa es filmar la muerte de un perro y otra… matar a…
—¡Claro que no tiene nada que ver! Veinte mil euros de diferencia, nada menos.
Mientras Teo, tembloroso, se guardaba un pequeño frasco y un pañuelo en el bolsillo, miró a su alrededor:
—¿Y con el cuerpo qué hacemos?
—Descuartizarlo; es una de las fases del vídeo. Primero el ataque, luego la tortura, luego la muerte y después el descuartizamiento. Cuatro fases, no nos podemos saltar ninguna, si no, no hay dinero.
—Digo: ¿qué hacemos con el cadáver? ¿Lo dejamos aquí, tal cual?
—Hemos quedado en llevárnoslo en bolsas en el maletero; ya nos desharemos de ellas.
—Me da cosa llevarlo en el coche. Es nuevo… Joder, tenía que haber alquilado uno.
—Eso. Y pagarlo con tarjeta e ir dejando pistas.
—¿Por qué no lo enterramos por aquí?
Paco agitó las manos para zanjar el tema:
—¡Como quieras, lo enterramos ahí detrás! Total, cuando acabemos no va a quedar mucho… —Y se carcajeó.
—Ay, joder, necesito otra anfetamina.
—Dame otra a mí.
—No, tú ya has tomado bastantes. —Teo rebuscó en la mochila. Vio algo dentro—. ¿Nos ponemos los guantes ya?
—No, primero hacemos todo el paripé de la Spirit Box para el vídeo de YouTube. Y cuando acabemos… hacemos el… otro. Importante: acuérdate de mantener el pañuelo con cloroformo en la boca hasta que deje de moverse. Luego lo atamos a ese poste y cuando vaya despertando empezamos con la sierra…
Unos pasos sobre la gravilla hicieron que Paco se callara en seco. El pastor volvía refunfuñando por lo bajo:
—Joder, empieza a hacer rasca ahí afuera, se nota septiembre.
—Qué, ¿ya ha hecho aguas mayores? —intervino simpático Teo, pero le tembló la voz.
—Lo que he hecho es cagar.
—¿Y con qué se ha limpiado? —curioseó Paco con mirada cómplice a Teo, que le rehuyó.
—Coño, con una piedra, con qué si no.
* * *
No era nada espectacular: una caja pequeña, negra, con un altavoz redondo en el centro, una minúscula pantalla digital de color rojo en la que se veían los números de las frecuencias radiofónicas y debajo varias insignificantes teclas plateadas, que podrían pasar por decorativas e inservibles. De una esquina del aparato asomaba una antena telescópica y el pastor no pudo evitar pensar que era como el viejo transistor de plástico con el que aún seguía oyendo los partidos de fútbol. Pero, como si se tratara de una gran ceremonia secreta de alguna hermandad esotérica, Teo desplegó la antena despacio y posó con delicadeza el ridículo aparato sobre el irregular poyo de piedra caliza en el centro de la estancia. A su lado, el pastor, tembloroso, contenía la respiración mientras Paco iluminaba y filmaba la escena con la cámara de vídeo sin parar de girar en círculos alrededor de los dos, con pasos largos, ligeros, casi de puntillas, como una especie de garza gigante.
—Vamos a proceder a conectar la Spirit Box… —transmitía Teo al micro con voz solemne, suave y exageradamente pausada—. Con suerte… los espíritus de las desgraciadas primeras víctimas… del asesino desollador… cuarenta años atrás… pueden estar por aquí… y quieran… comunicar… con… nosotros…
El impresionado pastor tragó saliva, Teo le dio a un botón y la cajita empezó a emitir sonidos chirriantes, trémulos, sincopados; de pronto se captaba una sílaba aquí, una nota musical allá… y más chirridos rítmicos a gran velocidad. El pastor, asustado, echó un vistazo a su alrededor; las ventanas sin cristales de la caseta lo miraron como dos ojos negros, abiertos y expectantes.
—Veamos si hay… alguna presencia… —gritó más alto, lo que hizo que el pastor pegara un respingo—. ¡Gemelas de Villabasta del Soto…! ¿Estáis aquí?!
La cacofonía de sonidos crepitaba con una cadencia casi rítmica —«como el ralentí del motocarro», pensó el pastor— mientras se escaneaban las frecuencias de radio ágilmente, una nota musical… chirridos… un grito ahogado… chirridos… un golpe de tambor… chirridos… Teo habló con voz profunda, mientras presionaba un botón:
—Voy a aumentar la velocidad de barrido a 100 milisegundos… —e insistió solemne–: ¡Gemelas de Villabasta del Soto!… ¿Estáis aquí? ¿Podéis oírme? Si estáis aquí, comunicaos, por favor.
La rapidez de barrido se incrementó, el crepitar era ahora como el de la lluvia fuerte contra un tejado de uralita. De pronto, se oyó una voz grave:
—¡Mu!
Y luego una voz femenina, cantarina, alegre:
—¡Erte!
Y siguieron los chirridos veloces. El pastor preguntó, pero casi no le salía la voz:
—¿Ha dicho «muerte»?…
Sin que le diera tiempo a acabar su frase se oyeron rápidamente voces femeninas con entonaciones muy distintas:
—Cui…
ZZZZZZZZ
—Dad…
ZZZZZZZ
—O…
ZZZZZZZ
El pastor pegó un respingo.
—Ahora lo habéis oído, ¿no? ¡Ha dicho «cuidado»!
Teo se empezó a poner muy nervioso y, con voz temblorosa, continuó con la invocación:
—Espíritus, ¿habéis dicho «cuidado»? ¿A qué hay que tener cuidado?
La cajita siguió su recorrido de emisoras y sonaron dos toses y una nota musical entre los chasquidos que, daba la sensación, se habían intensificado y eran más penetrantes.
Teo miró a cámara sin saber muy bien qué hacer. El pastor, visiblemente aterrorizado, se tapaba la boca con las manos. Paco, tras la cámara, apremió:
—¡Dale, dale! ¡Sigue!
—Gemelas de Villabasta del Soto, si estáis ahí, manifestaos por favor…
ZZZZZZZZ
—Gemelas o cualquier otro espíritu presente. ¿Tenéis algo que decirnos? ¿Alguna advertencia?
ZZZZZZZ
De nuevo se oyó una voz entrecortada, silbante:
—Ase…
ZZZZZZZ
—Sí…
ZZZZZZ
—Nossss…
ZZZZZZZ
El pastor se levantó de un golpe, acojonado, y tiró el aparato que al caer se apagó.
—¿Ha dicho «asesinos»? ¿Ha dicho eso?
Teo trató de apaciguarle:
—Pero tranquilo, hombre, que en realidad no pueden ser espíritus. Son sonidos al azar a los que nosotros damos significado. Se llama pareidolia auditiva.
—¿Pare qué…?
—«Pareidolia» viene del griego y es una movida psicológica en la que le damos sentido a un fenómeno aleatorio. Pero es una jugarreta de nuestro cerebro.
—¡Vale, lo que tú digas, pero a mí me parecen espíritus! ¡Yo me largo!
Paco, sin parar de grabar con su cámara, se interpuso en la puerta impidiéndole el paso. Teo, conciliador, le agarró del brazo y le atrajo de nuevo al centro de la caseta:
—Pero si ya estamos acabando, hombre. Hágame caso, que