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Para llegar a Roque Dalton: Pequeños infiernos y otros paraísos (estudio político-poético)
Para llegar a Roque Dalton: Pequeños infiernos y otros paraísos (estudio político-poético)
Para llegar a Roque Dalton: Pequeños infiernos y otros paraísos (estudio político-poético)
Libro electrónico2849 páginas43 horas

Para llegar a Roque Dalton: Pequeños infiernos y otros paraísos (estudio político-poético)

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La obra de Roque Dalton desperto el interes del Dr. James Iffland al grado de consagrar a su estudio e investigacion mas de veinticinco anos. En este Opus magnum nos descubre su vigorosa poetica, una de las mejores de todos los tiempos, su cultivo del testimonio, (Miguel Marmol, los sucesos de 1932), su novela, (Pobrecito poeta que era yo…), sus ensayos literarios y politicos (Cesar Vallejo y Revolucion en la revolucion? y la critica de derecha) y analiza incisivamente su obra teatral y su teorizacion revolucionaria.

Estas facetas del hombre de letras y pensador Roque Dalton son estudiadas minuciosamente, con la acuciosidad de un detective o la precision de un joyero de relojeria, por el ojo critico de un especialista de los grandes de la literatura universal como son Quevedo y Cervantes, y en este caso, Roque Dalton.

Es un agrado para la Editorial A Contracorriente poder reimprimir esta magnifica obra sobre el gran poeta Roque Dalton. A la Editorial Universitaria Universidad de El Salvador le agradecemos el permiso para reimprimirlo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 abr 2023
ISBN9781469677194
Para llegar a Roque Dalton: Pequeños infiernos y otros paraísos (estudio político-poético)

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    Para llegar a Roque Dalton - James Iffland

    PARA LLEGAR A ROQUE DALTON

    TOMO I

    Para llegar a Roque Dalton

    Pequeños infiernos y otros paraísos

    (estudio político-poético)

    TOMO I

    James Iffland

    General Editor: Greg Dawes

    Copyright © 2022 Editorial Universitaria de la Universidad de El Salvador

    All rights reserved for this edition copyright © 2023 Editorial A Contracorriente

    Complete Library of Congress Cataloging-in-Publication data is available at https://lccn.loc.gov/2023000942

    ISBN: 978-1-4696-7716-3 (paperback)

    ISBN: 978-1-4696-7719-4 (ebook)

    Originally published by Editorial Universitaria de la Universidad de El Salvador (San Salvador, 2022). This reissue is published by the permission of the publisher and James Iffland.

    Note: this book is sold as a two volume set. Both volumes should not be sold separately.

    This is a publication of the Department of Foreign Languages and Literatures at North Carolina State University. For more information visit http://go.ncsu.edu/editorialacc.

    Distributed by the University of North Carolina Press www.uncpress.org

    PRÓLOGO

    Con mucha satisfacción y orgullo la Universidad de El Salvador a través de su Vicerrectoría Académica y su colección de libros claves de la historia de las ideas en El Salvador, Pensamiento Crítico Universitario Salvadoreño (PCUS), tiene el honor de presentar al público salvadoreño, a la crítica literaria salvadoreña, latinoamericana, norteamericana, europea y mundial, este Opus magnum de dos tomos, escrito por el Dr. James Iffland de la Universidad de Boston, Para llegar a Roque Dalton, pequeños infiernos y otros paraísos.

    Esta obra inaugura una serie de libros clásicos del pensamiento salvadoreño que esta Vicerrectoría irá publicando en el transcurso del año, entre los cuales figuran obras de Rafael Menjívar, David Luna, Juan Mario Castellanos, Jorge Arias Gómez, Fabio Castillo Figueroa, Dagoberto Marroquín, Víctor Valle, entre otros.

    Desde la India, pasando por Japón, Alemania, España, Estados Unidos y Latinoamérica, los estudios de la crítica literaria sobre la obra de Roque Dalton y las ediciones de sus diferentes libros, se han multiplicado con una frecuencia cada vez mayor en los últimos lustros.

    Hace ya mucho tiempo que Roque Dalton García dejó de ser el Poeta Nacional de El Salvador para convertirse en un genuino representante de la mejor poesía escrita a nivel planetario no solo del siglo veinte sino de todos los tiempos. Poeta que puede ser equiparado a Li Po, a Marcial, a Cátulo, a Omar Khayyan, a Góngora, a Quevedo, pero también a Vallejo, a Neruda, a Enrique Lihn, a Constantin Cavafis o a Nazim Hitmet. En este sentido, se trata del más universal de los poetas salvadoreños que logró llevar a su máximo desarrollo, por senderos inéditos y por territorios fértiles y desconocidos, una expresión poética que resume lo nacional y lo global, lo particular y lo universal, logrando de manera magistral condensar –del alemán Dichtung, poesía, condensación–, lo que podríamos atrevernos a esbozar como la expresión más genuina de la salvadoreñidad, la invención del alma nacional, si cabe la palabra, para definir los puntos claves de nuestras señas de identidad como salvadoreños, como latinoamericanos, como humanos.

    El Dr. James Iffland, ha enseñado literatura española y latinoamericana en la Universidad de Boston desde 1974 hasta la fecha, y es una de las autoridades mundiales sobre Don Miguel de Cervantes Saavedra, un especialista de la poesía de Francisco de Quevedo y Villegas y de la literatura del Siglo de Oro de las letras españolas, respetado por las más altas instancias del Reino de España, incluido un reconocimiento del mismo Rey Juan Carlos por sus estudios cervantinos.

    Curiosamente es de especial mención el interés que la obra de Roque Dalton García despertó en este gran erudito, al grado de consagrar más de veinticinco años de su vida de investigador dedicado a bucear en la obra literaria de Roque Dalton, donde nos descubre no solo su gran poesía, sino también su genial cultivo del género de testimonio, Miguel Mármol, los sucesos de 1932, de la novela, Pobrecito poeta que era yo…, del ensayo literario y político, César Vallejo o ¿Revolución en la revolución? Y la crítica de derecha, un brillante alegato en defensa de la teoría del foco guerrillero y las tesis al respecto de su amigo, el francés Régis Débray. También en el cultivo del teatro y de la teoría revolucionaria. Todas estas facetas del hombre de letras Roque Dalton son estudiadas minuciosamente, con la acuciosidad de un detective o con la precisión de un joyero especialista en relojería, por el ojo crítico de un especialista de los grandes de la literatura universal como son Quevedo, Cervantes, Lope de Vega y en este caso, nuestro clásico, Roque Dalton García.

    Sirva este prólogo como una muestra de agradecimiento y de cariño de parte de la Universidad de El Salvador, de parte de la nación salvadoreña y de parte de los admiradores y estudiosos de la obra de Roque Dalton a este monumental estudio de décadas, que el Pr. Dr. James Iffland dedicó al gran Roque Dalton.

    Ciudad Universitaria Dr. Fabio Castillo Figueroa, mayo de 2021

    HACIA LA LIBERTAD POR LA CULTURA

    Dr. Phil. Raúl Azcúnaga

    Vicerrector Académico

    UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR

    AGRADECIMIENTOS

    MUCHÍSIMA GENTE HA CONTRIBUIDO, de diversas maneras, a la elaboración de este libro. Ante todo, tengo que agradecerle al Dr. Raúl Azcúnaga, Vicerrector Académico de la Universidad de El Salvador, por su generoso patrocinio de la publicación de una obra de extensión inusual en el ámbito editorial de nuestros días. Asimismo, debo expresar mi gratitud al Dr. David Hernández, cuyo apoyo entusiasta ha sido imprescindible en todo momento.

    Una constante fuente de inspiración ha sido la de Manlio Argueta, cuya gran amistad con Roque Dalton lo llevó a alentarme de muchos modos durante los años que he dedicado a este proyecto. Los muchos correos intercambiados y las muchas conversaciones que hemos tenido me abrieron una ventana sobre el entorno vital habitado por los miembros de la Generación Comprometida.

    De igual manera tengo que darles las gracias a los miembros de la familia Dalton–Juan José, Jorge y Aída Cañas–quienes me han mostrado su grata hospitalidad en diversos momentos. Juan José, en particular, me ha animado durante el largo proceso de elaboración, mientras que Jorge tuvo la amabilidad de darme acceso a los valiosos archivos que la familia conserva. Aída, a su vez, me concedió una larga, y conmovedora, entrevista en el mismo apartamento en La Habana donde Roque compuso muchas de sus obras y donde ella todavía vive. A Margarita, su hermana, le tengo que agradecer su hospitalidad durante una entrevista que ella me concedió en su casa en la ciudad de Oaxaca en 1997, cuando acababa de empezar a contemplar la posibilidad de escribir este libro. Fue ella quien me dio a conocer, por primera vez, la voz de Roque (esto es, mediante una grabación donde lee su poesía).

    De singular importancia para mis investigaciones ha sido el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) en San Salvador, donde se conserva el inmensamente útil archivo de materiales relacionados con la vida y obra de Roque. Su director, Carlos Henríquez Consalvi (Santiago), no solo ha apoyado mi proyecto desde que nos conocimos en el MUPI en 2006 sino que ha fungido como una especie de bien intencionado inquisidor para asegurar su finalización (¿Y el libro? ¿Cuándo vas a terminar el libro?). Otro simpático inquisidor ha sido mi gran amigo José Alemán, cónsul de El Salvador en Boston desde 2010 hasta 2014, quien no ha desperdiciado ocasión alguna para plantearme la clásica pregunta: ¿Y el libro?.

    De extraordinaria importancia para la realización del proyecto fue mi experiencia en La Habana en mayo de 2006. Ahí pude presenciar las extraordinarias huellas que dejó Roque durante los años que vivió en la capital cubana. Gracias a las eficaces gestiones de mi amigo Víctor Casaus, actual director del Centro Pablo de la Torriente Brau, pude entrevistar a muchos de los amigos, colegas y colaboradores de Roque. Me causa mucho dolor el hecho de que algunos ya no están: a saber, Roberto Fernández Retamar, Fernando Martínez, Guillermo Rodríguez Rivera y Sergio Vitier. Y luego, Miriam Lezcano, quien no solo me concedió una impactante entrevista, sino que tuvo la amabilidad de suministrarme fotocopias de piezas teatrales que ella y Roque habían elaborado juntos, amén de cartas personales de relevancia especial. Entre los que felizmente no solo siguen vivos, sino que continúan llevando a cabo su labor profesional y/o artística con admirable energía, figuran Silvio Rodríguez, Aurelio Alonso, Chinolope (Fernando López Junque), Pablo Armando Fernández y el propio Víctor Casaus. Recuerdo con especial gratitud la conmovedora entrevista que me concedió Silvio en su casa-estudio, durante la cual me impresionó la intensidad de la ternura que sentía por Roque, entre otras cosas, por el valioso apoyo que éste le brindó justo al principio de su carrera. Tengo que reconocer especialmente la hospitalidad y eficaz apoyo brindado por todo el personal de la Casa de las Américas durante mis investigaciones en sus archivos, y especialmente a Silvia Gil. Durante mi estadía en La Habana también me fue brindada la cariñosa hospitalidad de mi parentela cubana (a la que conocí en persona por primera vez en esa ocasión).

    En San Salvador he sido bien recibido por Luis Melgar Brizuela y Luis Alvarenga, dos de los mejores estudiosos de la obra de Roque Dalton y con quienes he mantenido fructífero contacto a través de los años. Ricardo Roque Baldovinos, otro fino conocedor de la obra daltoniana, también me ofreció pistas y consejos. Silvia Castellanos de López, viuda de Ítalo López Vallecillos, muy amablemente me permitió acceso–gracias a las gestiones de su hija Silvia–a un importante acervo de correspondencia entre su marido y Roque. Más recientemente he tenido el agrado de conocer a Pablo Benítez, quien me ha facilitado importantes materiales de investigación.

    Por su apoyo desde hace tiempos lejanos le debo mi profunda gratitud a mi amigo y colega John Beverley, propulsor clave del estudio de la literatura revolucionaria centroamericana. Como yo, John también es estudioso de la literatura del Siglo de Oro español, lo cual me lleva a mencionar a Robert Pring-Mill, otro de los ausentes con quienes hubiera querido compartir los frutos de mi labor. Desde su cátedra en Oxford, Robert servía de modelo para quienes se inquietaban por la posibilidad de dedicarse simultáneamente a áreas aparentemente tan dispares como lo son las letras áureas españolas y la literatura comprometida de Latinoamérica.

    Me incumbe expresar mi gratitud por las becas de investigación concedidas, primero, por el David Rockefeller Center for Latin American Studies (DRCLAS) de Harvard University, donde fui Central American Visiting Scholar (2005-06), y segundo, por el Boston University Humanities Center (2006).

    Por su apoyo moral y su amistad durante los años, he de reconocer a los muchos compañeros de la comunidad salvadoreña de Boston, y a mis vecinos y amigos de Frigiliana (Málaga), pueblo que ha estado en el centro de mi vida desde hace cuarenta años.

    Y hablando del centro de mi vida, tengo que agradecerles, con mucho amor, a mis dos hijas, Sophia y Clara, por haber estado dispuestas a compartir a su papá con ese señor llamado Roque Dalton desde que nacieron. Por su honda hermandad desde siempre, debo mencionar a Manuel Rodríguez Orellana, patriota puertorriqueño que cree que su país debería de ser independiente. Perennes compañeros y conspiradores solidarios, Gustavo Illades y Duilio Ayalamacedo, también me han animado a seguir mi camino daltoniano (si bien advirtiéndome, como tantos otros, que nadie iba a leer un libro tan largo como prometía ser éste).

    A los muchos estudiantes que he conocido durante las conferencias sobre Roque que he dado en la UES, les debo gran parte de la energía necesaria para llegar al final de este proyecto. Su genuino entusiasmo por la obra de Roque me confirmaba la apremiante necesidad de escribir una obra que recuperara su legado vivo para el futuro. Mis propios estudiantes de la Boston University, especialmente los graduados, también me han suministrado ánimo, mostrando su sana curiosidad por ese autor centroamericano al que dedicaba tanto tiempo el mismo profesor que les enseñaba el Quijote.

    Para Santiago Arnulfo Pérez, mi más profunda gratitud por el esmerado y acucioso profesionalismo con el que ha llevado a cabo todos los aspectos técnicos del diseño y producción de este libro. Su gran paciencia y buen humor han sido un bálsamo para todo lo que ha sido la ardua recta final de este proyecto.

    Sería justo reconocer las sutiles y multiformes influencias de los muchos lugares en el planeta donde me he dedicado a escribir este libro: Central Square (en Cambridge, Massachusetts), Frigiliana, la Ciudad de México, Tlayacapan (Morelos), Lima, Pavia, Oaxaca, Somerville y Arlington (ambos en Massachusetts). Asimismo, debo agradecer de todo corazón al arcoíris que siempre me acompaña (y con mucha paciencia…).

    Y luego, donde todo comenzó: con mis padres, John y June Iffland, que me dieron su incondicional apoyo en todos los aspectos de la vida hasta que finalmente dejaron este mundo.

    Boston, 2021

    A la memoria de mis padres, John (1921-2016) y June (1923-2018)

    Para el indómito pueblo salvadoreño, que se merece su Roque

    SIGLAS Y ABREVIATURAS

    Para llegar a Roque Dalton

    (hoja de ruta)

    ESTE LIBRO SURGE DE una serie de convicciones básicas. La primera es que la obra de Roque Dalton merece ser estudiada no sólo por su alto valor literario, que lo coloca entre los escritores latinoamericanos más importantes del siglo XX, sino por su vigencia política en un momento histórico en el que la izquierda a nivel mundial sigue buscando un nuevo camino tras el desmantelamiento de la Unión Soviética. Este acontecimiento ha sido utilizado sistemáticamente para descalificar el pensamiento marxista, incluso del más inocuo, durante las últimas tres décadas.¹ Y ni hablar, por supuesto, de la noción de la Revolución, tachada ésta como grande relato que la Posmodernidad ha consignado al famoso tarro de la basura de la Historia. Mi creencia personal es que en un momento en que un sector enorme de la raza humana vive en condiciones de extrema miseria² y cuando la división entre ricos y pobres crece a pasos agigantados incluso en el país que se presenta como modelo capitalismo exitoso,³ tanto las herramientas analíticas del marxismo como la propia idea de la Revolución están a la orden del día.⁴

    Claro está, queda por verse en qué consistiría la Revolución en el momento de la Historia que nos toca. A este problema volveremos más adelante en nuestra exploración del universo daltoniano. Baste por ahora destacar el hecho de que en este estudio se considera a Dalton en su doble condición de escritor y de revolucionario. Iría incluso más lejos en este planteamiento: afirmaría que nuestra figura es un revolucionario que también escribe.

    Al enfocar las cosas así, mi estudio pretende ir diametralmente en contra de la mayor parte de los estudios dedicados a Dalton en los últimos treinta años. Claro está, se trata del período histórico transcurrido desde el fin de la guerra civil en El Salvador. Éste coincidió, por supuesto, con la antes mencionada desarticulación de la Unión Soviética y el resultante desprestigio de la izquierda a nivel mundial, especialmente en su variante revolucionaria. Como es natural, durante la época de la lucha armada en El Salvador la figura de Roque se esgrimía como potente arma de movilización.⁵ Al terminarse la guerra y al desprestigiarse el pensamiento revolucionario desde planteamientos del capitalismo triunfante y de sus adláteres posmodernizantes en la academia, se inició toda una tendencia de estudiar a Dalton desde perspectivas más bien estéticas.⁶ Por un lado, esta tendencia es totalmente normal, dado el agotamiento colectivo que dejó la década y pico de sangriento conflicto. ¿Por qué no concentrarnos en los evidentes méritos poéticos de Dalton? Es, después de todo, un extraordinario escritor.

    Por otro lado, es imposible soslayar el compromiso revolucionario de Dalton, un marxista-leninista convencido de que la lucha armada era el único camino posible para cambiar el miserable destino no solo de su país sino del continente americano entero. Como parte de la antes señalada tendencia de enfatizar por encima de todo el valor estético de la obra de Dalton encontramos la propensión de insistir en que nuestro autor fundamentalmente era una especie de poeta maldito, un empedernido bohemio, que por un despiste, por un arrebato romántico, se subió al carro de la lucha armada revolucionaria. Por tanto, es cabalmente justificable, y hasta necesario, depurar el estudio de su obra de cualquier atención seria hacia su dimensión política. Debemos leer alrededor de ésta, como si fuera una especie de mácula que dejó el poeta en su obra por su bien intencionado (pero en última instancia ingenuo…) esfuerzo por buscar justicia.

    Habiendo leído a fondo toda la obra de Dalton, no solamente la parte identificada como estética, resulta imposible no tomar absolutamente en serio el compromiso revolucionario de Dalton y su adhesión a la vía de la lucha armada. Sí, Roque era ese mujeriego, humorista y bebedor que lo ha convertido en figura más simpática para los investigadores de la academia, pero también era un profundo teórico de la lucha armada revolucionaria. En la última parte de su vida, sí, escribía su poesía, pero también planteaba, por ejemplo, como adaptar en terreno centroamericano los métodos de la guerrilla de los Viet Cong en su exitosa lucha contra las fuerzas armadas estadounidenses.⁷ No se trata de una suerte de divertido pasatiempo para nuestro autor sino una tarea fundamental de la lucha de vida o muerte en la que estaba completamente sumergido.

    Así, pues, obviar el componente marxista-leninista⁸ de la obra poética de Dalton sería como estudiar la Divina Comedia sin tomar en serio la adhesión de Dante al catolicismo, o como estudiar la poesía de Rumi sin considerar su creencia en el Islam. Cualquier artista emplea como fuerza motriz de su obra algún sistema de creencias, alguna ideología en el sentido lato del término.⁹ En el caso de Dalton, se trata del marxismo-leninismo (si bien combinado éste con muchos otros elementos, incluso la fe religiosa).¹⁰

    Ahora bien, sería posible realizar el análisis de su marxismo-leninismo con seriedad, no poniéndolo entre corchetes como error de juventud, pero aún habría potenciales tentaciones. Éstas toman la forma de un deseo de producir un estudio con mayor probabilidad de circular en los circuitos del mundo académico de hoy. Podríamos dedicarnos, por ejemplo, a un concienzudo estudio dedicado a colocar a Dalton en su contexto histórico–esto es, el momento en que a raíz de la embriagante victoria de los barbudos de la Sierra Maestra se creía que la vía de la lucha armada era perfectamente factible en todo el continente. Es decir, caeríamos en el clásico (o bien, trillado…) enfoque del texto en su contexto desde una perspectiva historicista más o menos convencional. Se trataría de la elaboración de un Roque-para-la-academia, esto es, un Roque cuya obra serviría más que nada para adelantar las carreras de los profesionales de la lectura insertados en los puestos universitarios. Y claro está, mientras más serios sus análisis, mientras más objetivos en sus esfuerzos por explicar a Roque a base de la coyuntura histórica, más apreciados dentro de ese medio académico cada vez más despolitizado.

    Este estudio, en cambio, se dirige hacia el rescate de un Roque-para-la-calle; es decir, un Roque cuya vida y obra se orientaban hacia el cambio radical de las estructuras socio-económicas que condenaban –y siguen condenando– a vastos sectores de la raza humana a la miseria absoluta. Con esto no quiero dar la impresión de ser un perfecto ingenuo que se imagina que un libro de esta índole vaya a llegar (por lo menos en este momento histórico) a las manos de campesinos o de obreros en las maquiladoras en El Salvador o en la frontera entre México y Estados Unidos. Sé que es más probable que circule la obra en medios intelectuales, incluyendo los susodichos académicos, de los países hispanohablantes –por lo menos en una fase inicial.

    Aquí hay que tomar en cuenta la larga, y distinguida, trayectoria de las universidades latinoamericanas (y de otras partes del mundo, huelga decir) en el terreno de las luchas sociales en busca de la justicia. De los recintos universitarios han salido millares y millares de militantes políticos de todo tipo. Los regímenes opresores siempre han castigado con saña estas instituciones porque saben que sus estudiantes, y sus profesores, han mostrado generosidad de espíritu al comprometerse con los procesos de cambio colectivo. Los sectores universitarios siempre han terminado confluyendo con los movimientos populares de variada índole, desde las organizaciones campesinas hasta los sindicatos de obreros industriales. En ese sentido, la obra que he intentado escribir idealmente tendrá un efecto filtración o de goteo en las luchas sociales, comenzando en el sector universitario para luego ir confiriendo efervescencia a las movilizaciones sociales que todavía se dan en nuestra coyuntura histórica.¹¹

    Pero para lograr esto, mi estudio adopta un enfoque que no deja lugar a dudas de que su objetivo principal es rescatar en la obra de Dalton aquella dimensión que le dice, sin ambages, al lector: ¡Comprométete con la lucha por la justicia! ¡Dedícate a transformar la sociedad para que los miles de millones de personas sumidos en la miseria a nivel mundial no queden así para siempre! ¡No te conformes con las ‘cosas como son’! Este enfoque suscitará, inevitablemente, muchas reservas, si no un rechazo tajante, entre colegas del gremio universitario que se han convencido (a base de la política de zanahoria o palo…) que nuestro quehacer profesional ha de caracterizarse por la supuesta objetividad que es la seña de identidad del investigador serio.

    Esta posibilidad (más bien, probabilidad) me trae absolutamente sin cuidado. La razón tiene que ver con mi firme convencimiento de que este es el tipo de estudio que le haría feliz a Roque, esté donde esté. Como veremos más adelante, éste sabía perfectamente que alguien de su talento como escritor, como intelectual, tenía amplias oportunidades de introducirse en el camino de la gloria cultural, del éxito académico, con la predecible cosecha de becas Guggenheim, de ofertas de puestos de profesor visitante en las más prestigiosas universidades de Estados Unidos y de Europa. Pero con total lucidez y con férrea convicción, escogió otro camino… Y si bien este camino lo llevó a un balazo en la cabeza, disparado por un compañero, sin duda lo seguiría prefiriendo al cómodo puesto de writer in residence en Princeton o Harvard, desactivada por completo su praxis revolucionaria a fuerza de dólares.

    Aquí ya escucho gritos acusándome de anacronismo por mi intento de reactivar, sin complejos, el vector revolucionario de la obra de Dalton. ¿No se da cuenta el autor de este estudio de que el momento de la Revolución ha pasado para siempre? ¿No se percata de que nadie, ni los más radicales de los militantes de izquierda, plantea la vía de la lucha armada para el cambio social? ¿No advierte que ni los veteranos de la lucha armada que han ocupado la presidencia de Brasil, de Uruguay y de El Salvador, hablan de cambio revolucionario, ni mucho menos de conseguirlo a través de las armas? ¿No ve que la Revolución bolivariana que proponía Chávez en Venezuela o Evo en Bolivia rehusaban el empleo de la violencia? ¿No ve lo que está haciendo el Partido Comunista en China? ¿No ve para dónde se dirige el actual gobierno cubano? Semejante intento de rescatar el vector revolucionario de la obra de Dalton no puede ser sino un lamentable ejercicio de nostalgia. ¿No es evidente que ni el mismo Dalton incurriría en semejante infantilismo si estuviera vivo?

    En esta última pregunta reside el punto clave. En efecto, ¿qué diría Roque si estuviera vivo hoy? ¿Seguiría escribiendo el tipo de poesía que encontramos en Poemas e historias de una lucha de clases?¹² ¿Se atrevería a hablar, incluso, de lucha de clases–término asociado con periclitados esquemas ideológicos? ¿No se avergonzaría, acaso, de su tomo teórico dedicado a defender el planteamiento de Régis Debray en ¿Revolución en la revolución? cuando el propio Debray declara haber visto la luz y, por tanto, haber madurado en sus posturas políticas?

    Justamente uno de los objetivos centrales de este estudio es revelar los mecanismos inherentes a la obra de Dalton que posibilitan un aggiornamento constante de su planteamiento teórico y de la praxis que éste sugiere. Como buen leninista, se daba cuenta Roque de la necesidad de no encasillarse en fórmulas rígidas, inamovibles, a la hora de buscar caminos de transformación social. Circunstancias históricas precisas requieren respuestas variables, dúctiles. Así las cosas, Roque no estaría abogando hoy a favor de las mismas estrategias y tácticas que a principios de los años setenta.

    Pero al afirmar esto, tampoco quiero decir que nuestro autor se estaría montando al carro del parlamentarismo capitalista al uso,¹³ contentándose con una gama de opciones de cambio más o menos dóciles. De nuevo, Roque era militante revolucionario. La gran pregunta es: ¿cómo debería configurarse la figura de dicho militante en el nuevo milenio? ¿En qué sentido se podría hablar de una ética guerrillera en un momento en que ya no se pegan tiros? ¿Cómo debería entenderse el mismo concepto de la Revolución? ¿Sería, tal vez, una especie de reformismo enérgico? ¿Bosquejaría con exactitud un proyecto emancipador o se contentaría con el cultivo de un desdibujado impulso utópico?

    Por supuesto que cualquier respuesta a estas preguntas debería considerarse como conjetural. Lo que yo procuraré hacer en este estudio es responder a partir de un análisis profundo de toda su producción, no sólo la literaria, esforzándome por ver hacia dónde se orienta. Adelantaré desde ya que Dalton, según mi lectura, no estaría elaborando posturas posmodernizantes, celebrando la praxis de la micro-política o de la política identitaria.¹⁴ Si bien simpatizaría con la liberación femenina, con el movimiento medio-ambientalista y con las campañas a favor de los derechos de los pueblos indígenas, etc., no dejaría de señalar con insistencia que detrás de todos estos males está, en última instancia, el sistema capitalista. Y al reflexionar sobre cómo eliminar los efectos nefastos de dicho sistema, no se contentaría con meros remiendos cosméticos sino que buscaría cambios estructurales ambiciosos, siempre fiel a la noción de un eventual triunfo de alguna forma del socialismo, y ¿por qué no?, del comunismo.

    En ese sentido, creo que las mejores herramientas para trasponer la lógica del proyecto daltoniano al contexto de hoy se encuentran en la obra de ese núcleo de pensadores de izquierda como Alain Badiou, Slavoj Zizek y Terry Eagleton, quienes se han negado a engrosar las filas del pensamiento débil de características posmodernas. Se negaría a renunciar a pensadores como Louis Althusser; estaría bebiendo todavía de las fuentes de los clásicos del pensamiento revolucionario–Lenin, Trotsky, Che Guevara, Fidel Castro–, esforzándose aún por encontrar principios vertebradores para una praxis política a la altura de este momento histórico. Simpatizaría con el espíritu del libro genial de Zizek titulado En defensa de las causas perdidas, cuyo lema proviene de Samuel Beckett: Try again. Fail again. Fail better (Intenta de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor.), y con el ensayo que acompaña su antología de escritos de Lenin del año 1917, Revolution at the Gates, titulado Lenin’s Choice. Es decir, se mantendría fiel a la noción de que las amargas derrotas sufridas por la izquierda revolucionaria en el siglo XX no deberían traducirse en un pasivo escepticismo, en una aceptación de la premisa de que el capitalismo (sistema que surgió sólo hace unos milisegundos en la Historia humana) es algo que se ha instaurado para siempre. Creería aún en un proyecto de transformación revolucionaria y no solo reformista, si bien mirando con total lucidez los parámetros históricos actuales.

    La clave de todo este esfuerzo de aggiornamento se daría a partir de su poesía más que nada. En su fundamental Un libro rojo para Lenin, Dalton habla de la vivificación poética del pensamiento revolucionario de Lenin (Prólogo, 28). Lo que yo quiero plantear, en cambio, es la vivificación revolucionaria del pensamiento poético de Dalton.¹⁵ Es decir, a través de la poesía no sólo se expresan las emociones, los afectos, etc., sino que se piensa. Y esa forma de pensar a través de la poesía es un elemento crucial para el susodicho esfuerzo por reconstruir un proyecto de izquierda para hoy.

    Para que tal proyecto prospere, siquiera mínimamente, tiene que haber una robusta cultura revolucionaria que lo sostenga. Nunca ha bastado simplemente una caja de herramientas analíticas que nos revelen los mecanismos de explotación y de dominio para movilizar a los sectores sociales más necesitados. Aunque es fundamental ver con lucidez las raíces sistémicas de la injusticia socioeconómica, también es necesario creer que sí es posible arrancarlas a través de la concertada acción colectiva y militante.¹⁶ En efecto, los grandes teóricos siempre han enfatizado el famoso factor subjetivo como base de cualquier cambio revolucionario, y los más perspicaces de ellos señalan el papel del arte, de la producción cultural en general, en la génesis de ese factor.¹⁷

    Aquí hay que destacar que otro objetivo del presente estudio es asegurar que la obra de Dalton cumpla su papel en la elaboración de una cultura revolucionaria duradera, esto es, una que siempre sea capaz de despertar las conciencias, bien que tengan que pasar años y años antes de que esto suceda; una cultura revolucionaria que siempre sea capaz de ser la chispa que prenda el fuego que arrasa las condiciones de explotación vigentes en el futuro. Si tengo éxito en mi esfuerzo, la obra de Dalton permanecerá preservada, con toda su inquietante potencia, dentro de una especie de cápsula del tiempo, lista para ser abierta y aprovechada para movilizar a los de abajo. Como dice la canción de Silvio Rodríguez, el tiempo está a favor de los pequeños–convicción que el autor de esta obra comparte plenamente. Como muchos lectores recordarán, la canción invoca la figura de Roque en un momento culminante.¹⁸ Me sentiré plenamente satisfecho si mi estudio ayudara a Roque a cumplir la misión que le atribuye Silvio en estos conmovedores versos.

    * * *

    Pasaré ahora a perfilar una serie de temas, o de núcleos conceptuales, que estarán presentes a través de la mayor parte de este estudio. Estos ayudarán en la tarea de poner de relieve ese legado poético-político y revolucionario que acabo de esbozar en los párrafos anteriores.

    Para comenzar, enfatizaría el hecho de que en Dalton el proyecto de la Revolución siempre está supeditado a la Vida en el sentido más profundo del término. Las condiciones de miseria, de opresión, de manipulación, etc. que han caracterizado a tantas sociedades a través de la historia son, en última instancia, anti-vitales; esto es, privan al ser humano de la oportunidad de aprovechar al máximo la maravillosa energía, la extraordinaria belleza, el estímulo espiritual e intelectual, el disfrute carnal, etc. que la Vida es capaz de brindarnos. La trascendente plenitud de la Vida nunca ha estado ahí al fácil alcance de la mano durante la Historia humana; más bien, gran parte de esta ha estado sujeta a la necesidad material, la cual ha impedido la capacidad del ser humano de acceder a la inherente potencial riqueza de la Vida en esta tierra. Y por supuesto, las estructuras socioeconómicas generadas a través de la Historia han sido un obstáculo incluso mayor que la terca realidad material en la consecución de una Vida plena para todos.

    De ahí la necesidad de la Revolución en el proyecto de Dalton. Sin ésta, quedarán los impedimentos infranqueables que separan al ser humano de su realización vital completa. Se hace la Revolución no para convalidar un análisis científico, no para avalar una postura ideológica, sino para brindar más Vida a los miembros de la raza humana. Los obstáculos, productos humanos ellos mismos, tienen que ser eliminados.

    Ahora bien, aquí está todo el problema de imaginar las condiciones precisas dentro de las cuales ya se habrán quitado esos impedimentos. En principio, se tiende a idear un momento del futuro, a veces muy remoto, como la coyuntura dentro de la cual habrán desaparecido esos obstáculos. En ese sentido, la ideología revolucionaria termina siendo un calco del esquema mítico cristiano dentro del cual el llamado Reino de Dios en la Tierra se instaurará. Este mito ha sido la inspiración no sólo para los creyentes ortodoxos, supeditados a las instituciones eclesiásticas, sino para muchos movimientos de reivindicación milenarista, desde la Cruzada de los Pastores (1251), los Ciompi (o Popolo di Dio) en Florencia (1378), y los husitas en la Edad Media hasta las huestes de campesinos alemanes que siguieron las prédicas de Thomas Müntzer durante la Reforma Protestante.¹⁹ El pensamiento utópico en general ha tendido a pensar en términos de un tiempo futuro dentro del cual esa utopía será realizable. Para el mismo Marx, la revolución social del siglo XIX forma parte de la poesía del futuro.²⁰

    También es cierto, sin embargo, que dentro de ciertas corrientes del cristianismo más temprano (denominados gnósticos muchas veces), el Reino de Dios no es un proyecto de futuro sino que es algo que existe ahora mismo y en el mundo material que nos rodea, no en un espacio etéreo vinculado a un distante cielo o paraíso. El Reino ya está presente, pero solo si tenemos los ojos abiertos para poder verlo. En uno de los más importantes textos pertenecientes a esta tradición, el Evangelio de Tomás, Jesús sugiere una y otra vez que el Reino ya existe, ya es perceptible. Y Jesús dice que él mismo ya está aquí presente entre nosotros. Si partimos un pedazo de madera con un hachazo, ahí lo encontraremos.²¹

    Pero, claro, más de uno objetará que afirmar semejante cosa parece una burla cruel, o incluso sarcástica. Si miramos alrededor nuestro con los ojos abiertos, vemos solo esas condiciones de miseria, de explotación, de agudo sufrimiento que evoqué arriba páginas. ¿Dónde está el Reino, el Paraíso prometido, en medio de un mundo que parece más bien un infierno?

    Aquí nos hallamos ante la paradoja planteada en el título de este libro. En efecto, ¿cómo puede algo ser un paraíso y un infierno simultáneamente? ¿No es una contradicción insuperable? ¿Puede darse un paraíso infernal o de un infierno paradisíaco? Estos dos opuestos, ¿pueden, en última instancia, ser lo mismo? ¿Y cómo encajaría esta paradoja dentro de todo el problema de un proyecto revolucionario?

    Conste que el punto de arranque para este planteamiento proviene de un texto del propio Roque, esto es, el Prólogo de Miguel Mármol donde nuestro autor define su bien amado El Salvador como cielo-infierno.²² Es decir, su mismo país pequeñito reúne, al mismo tiempo, las características bellas, positivas, de un paraíso con lo más horrendamente cruel y feo del infierno. Como veremos posteriormente, Dalton define a su país de las dos maneras opuestas. Conviven, se compenetran, elementos infernales y paradisíacos en una tensa y exasperante fusión que no permite una definición clara.²³

    Volvamos a la pregunta crucial: ¿qué tiene que ver todo esto con la praxis política, o incluso cultural, que nos pueda acercar al tan anhelado cambio revolucionario? La respuesta que ofrecería tiene que ver con esa tan compleja, y hasta inasible, alquimia interna que puede movilizar a la gente sumida en la cultura del silencio,²⁴ que puede apartarla de la aceptación estoica de las condiciones de opresión y de miseria que la aflige. La premisa que quiero plantear es que si imaginamos el paraíso, la sociedad justa instaurada por la Revolución, como algo al cual podemos acceder sólo después de haber dejado atrás el infierno de nuestro presente, tenderemos a quedar presos de una dinámica de perenne postergación. Poder tocar el cielo, por así decir, es algo únicamente realizable en un futuro remoto. Y al ser así las cosas, ¿por qué incomodarse? ¿Por qué arriesgarse?

    ¿Pero qué pasa, en cambio, si el Reino, si el paraíso, ya está aquí entre nosotros? ¿Qué pasa si pudiéramos ir sacando capas infernales de nuestra realidad inmediata, descubriendo el paraíso que ya mismo está al alcance de nuestras manos? ¿No nos sentiríamos más potenciados, más dueños de nuestro destino, no teniendo que proyectarnos imaginariamente hacia un futuro lejano donde se den las idóneas condiciones de posibilidad? Si el paraíso está presente en el hic et nunc, ¿por qué no lanzarse a la empresa de alcanzarlo con nuestra praxis actual?

    Este estudio intentará demostrar que, en efecto, Dalton procura cultivar actitudes orientadas hacia una praxis transformadora en el presente inmediato, buscando la manera de destapar el paraíso que late entre nosotros. Con esto no quiero sugerir que Dalton abogue a favor del espontaneísmo ingenuo. Al contrario, está perfectamente consciente de que un proceso de cambio profundo puede durar años y años, que puede costar mucho sufrimiento e incluso muchas vidas. Pero la fuerza para llevar a cabo cualquier esfuerzo de cambio siempre será más potente si partimos de la premisa que el mundo que queremos instaurar está ahí no más, en la otra ladera de la colina, y no en un futuro lejano. Ese El Salvador que es un cielo-infierno en el presente puede transformarse en un cielo a secas si solo lo creemos posible y si usamos nuestra cabeza para escoger el más acertado camino estratégico.

    * * *

    Ahora bien, ¿quiénes son los individuos que se dedicarán a llevar a cabo esta empresa transformadora? ¿Cómo es el auténtico militante revolucionario? ¿Y cómo es el artista cuya labor puede ayudar en la formación de éste? Parte de la tarea de este estudio es trazar cómo la obra de Dalton va configurando–tanto en el terreno ensayístico como en el de su poesía y su narrativa–el perfil del militante. Veremos que en la totalidad de su producción se encuentra un retrato matizado del tipo de individuo capaz de realizar la Revolución–no como modelo para ser copiado servilmente sino como una suerte de catalizador, como figura orientadora. Dicha figura encarna la habilidad de adaptarse, de realizar la actualización continua en su praxis, algo imprescindible para la militancia revolucionaria auténtica.

    Dalton también retrata ampliamente al artista capaz fomentar una conciencia emancipadora. Tomando en cuenta su propia praxis estética, tiende a enfocarse con preferencia en el creador de poesía. Podemos afirmar que nuestro autor elabora toda una poética revolucionaria a lo largo de su obra. Y cómo los escritores pertenecen al grupo más amplio de los intelectuales, veremos que Dalton también se afana en definir las cualidades de los miembros de ese sector que se comprometen con la causa revolucionaria. El rol del intelectual en los procesos revolucionarios es un tema que siempre ha provocado nutridos debates a través de la Historia, y la variante latinoamericana ha sido especialmente enconada en muchos momentos. Dalton fue participante activo en dichos debates, muchas veces esgrimiendo su hiriente sentido de humor.

    Pero en medio de todos estos esfuerzos por perfilar las cualidades tanto del militante como del artista y del intelectual comprometido con la causa revolucionaria, Dalton nunca se olvida del hecho de que siempre se trata, en cada caso, de un ser humano. Semejante observación podría parecer una obviedad, pero no lo es tanto si echamos un vistazo a la manera en que la izquierda revolucionaria ha abordado el tema. Con excesiva frecuencia damos con la noción de que cualquiera que se dedique a la Revolución debe convertirse en un ser granítico–un genuino instrumento material del proceso de transformación social. Si el individuo se concibe como integrante de un proyecto de masas, ¿por qué han de gozar de un estatuto especial los artistas y los intelectuales? Tratarlos como algo aparte, como si fueran seres de una trascendencia especial, representaría una recaída en planteamientos burgueses, para no decir abiertamente reaccionarios. Artistas e intelectuales han de aspirar a ser tan duros en su compromiso como todos los verdaderos militantes revolucionarios.

    Dalton, como observaremos, jamás cae en semejantes esquematismos rígidos–ni con respecto a los militantes en general ni la variante artístico-intelectual. Las revoluciones las hacen los seres humanos, no robots salidos de un manual confeccionado por un fanático pensador teórico. Y como son seres humanos, sufrirán de los mismos defectos de los que sufren todos. Es más: en algún que otro momento, se encontrarán con las mismas glorias y penurias que experimenta la raza humana en su totalidad; por más dedicados que estén a la Causa, también amarán, tendrán miedo, se pondrán alegres y tristes, se deprimirán, mentirán, sufrirán dudas, sentirán celos etc., etc. Por más que el artista o intelectual intente superar su contradictoria y débil condición humana para convertirse en militante revolucionario de verdad, no lo podrá hacer del todo–esto es, de forma perfecta.

    Y menos mal que así sea, puesto que si contemplamos los distintos fracasos de los movimientos revolucionarios a nivel global, con alarmante frecuencia se trata de intentos absurdamente rígidos de prescindir de la condición humana que caracteriza a sus propios militantes. En la medida en que estos hayan intentado asumir esa calidad férrea tan apreciada en cierto sector de la izquierda revolucionaria, mayor la frecuencia con la que han cometido abusos que terminaron alejando a esas masas cuya liberación supuestamente buscaban. Dalton concibe modelos de militancia política y artística que parten de una conciencia lucidísima del hecho de que es necesario trabajar a partir de materia prima intrínsecamente humana.

    En esta coyuntura llegamos a todo el problema de la imagen que Dalton va proyectando de sí mismo a través de su obra. Es un fenómeno que se da durante el proceso de lectura de todos los escritores en alguna medida, y mientras más grandes que sean, mayor la inversión anímica por parte de los lectores. A partir de nuestra propia experiencia como consumidores de los textos que caen en nuestras manos, todos tenemos nuestra imagen interior de Cervantes, de García Márquez, de César Vallejo, etc. Luego, claro está, tenemos la operación constante de las diferentes instituciones culturales y sus agentes. La gama va desde los catedráticos universitarios hasta los críticos de la prensa, pasando por los participantes en las tertulias literarias tradicionales (cada vez más escasas, dicho sea de paso) y en los chatrooms del ciberespacio.

    Aquí es necesario regresar al problema planteado arriba. La misma auto-representación (o self-fashioning)²⁵ que lleva a cabo Roque en su obra–mediante las frecuentísimas apariciones de su yo poético, mediante el hondo contenido autobiográfico en Pobrecito poeta que era yo…, etc.–genera la imagen de aquel dicharachero bebedor, mujeriego y divertido rebelde que siempre resulta más rentable en el imaginario colectivo. De ahí la desafortunada proclividad, destacada arriba, de no tomar tan en serio al Dalton de mirada férrea y de frío pragmatismo que se manifiesta en tantos otros momentos de su producción. El problema de la recepción de Dalton, especialmente en la actualidad, lo generó él mismo–no cabe duda. Roque mismo suministró material de sobra para los que lo quieren ver (¿vender…?) como el poeta maldito que por accidente se metió con unos fanáticos.

    ¿Qué pasa, sin embargo, si esta manera de ostentar sus diversas debilidades humanas fuera parte de una estrategia mayor (sí, tal vez inconsciente) de enseñar precisamente lo que planteé arriba–esto es, que las revoluciones las hacen los seres humanos que, incluso en sus momentos de más empecinada adhesión a la Causa, no dejan del todo la variopinta experiencia de vivir? ¿Qué pasa si, para no olvidar que la Revolución siempre está al servicio de la Vida, el revolucionario tiene que vivir ésta a tope–tal vez en parte porque la muerte siempre está ahí no más, a la vuelta de la esquina? La amenaza constante de la muerte, ¿acaso no será justamente lo que lleva al revolucionario, poeta o no, a zambullirse plenamente en lo que le pueda brindar de placer, de intensa satisfacción, nuestra pasajera estadía en este mundo? Ser revolucionario, ¿no se traducirá en una actitud de carpe diem muy singular? A saber, vivir a tope como parte de ese peligroso compromiso con la praxis revolucionaria cuyo objetivo es que la Vida sea para todos. Mientras que la mayoría de los modelos del militante revolucionario ejemplifican un ascetismo casi monástico, la vida y obra de Dalton apuntan en una dirección radicalmente diferente.

    Supuesto esto, también es cierto que la vida y obra de nuestro autor encarnan una constante lucha constante interior para establecer un firme equilibrio entre la necesidad de ser, por un lado, un clarividente duro, sin contemplaciones; por otro, la de recordar siempre que esa dureza tiene que estar al servicio de la Vida, en toda su bella plenitud. Congeniar los dos vectores requiere un esfuerzo titánico, lleno de altibajos de todo tipo. En el caso de Roque, vemos que volcarse demasiado hacia la Vida también puede conducir a sus rincones muy oscuros. Nuestro escritor no tiene dificultad en poner de relieve aquellas máculas de carácter–por ejemplo, su apego excesivo al alcohol–que pueden socavar su deseo de eliminar las injusticias que martirizan a su pequeño país.

    Si bien queremos presentar a Dalton como un rayo de luz que alumbra un camino liberador para nuestro futuro, recordemos que la luz está formada de una gama de colores, como un arcoíris. En efecto, hay colores más brillantes y alegres–el anaranjado y el amarillo–pero también más oscuros, como ese azul que raya en lo negro. Al estudiar la luz que emana de la obra de Dalton, procuraremos ejercer la función de un prisma, separando sus diferentes colores y matices, pero tomando en cuenta siempre su primordial unidad. Y recordaremos que la luz ilumina con diferentes grados de intensidad. En Dalton encontraremos esa luz que es como un láser–por ejemplo, cuando analiza sin piedad a los grupos dominantes y sus mecanismos de control social y económico–junto con la más suave o centelleante, esto es, cuando enfatiza que hacer la Revolución es siempre un acto de Amor al prójimo. Continuamente hemos de recordar, asimismo, que la luz suele dispersar el miedo, tal vez el estado anímico más dañino, más paralizador, para aquellos que quieran realizar cambios sociales profundos. La luz que sale de la obra de Dalton ayuda a neutralizar ese miedo que nos paraliza.

    * * *

    Pasemos ahora a la organización del estudio que los lectores encontrarán en las páginas que siguen. En general se podría decir que nuestro enfoque será de índole sincrónica, no diacrónica. Es decir, examinaremos la obra de Roque como un todo, sin preocuparnos por perfilar una evolución o génesis–tendencia típica de muchos estudios académicos más convencionales. Nos concierne, más bien, el legado completo de Roque, no los pasos que dio para llegar a ello.

    Empezaremos nuestro recorrido con la poesía de Roque, por formar ésta la piedra angular de toda su producción. Nos enfocaremos en lo que yo llamo núcleos vitales que toman forma en ella. Con este término me refiero a algo más trascendente que simples temas en el sentido tradicional. Son, más bien, las áreas de la experiencia humana que no sólo potencian la vida en el sentido más íntegro sino las que constituyen los obstáculos, los desafíos, que están en constante relación dialéctica con las primeras. Como se destacó arriba, la Revolución en la obra de Roque siempre está al servicio de la Vida, pero claro, la Vida lo abarca todo–desde los elementos más jubilosamente afirmativos hasta los que nos colocan al borde de la desesperación. El militante revolucionario nunca está aislado de todo lo vivido por sus congéneres. Como afirmé hace tiempo en otro contexto,²⁶ la poesía escrita por militantes revolucionarios como Roque nos abre una especie de ventana privilegiada sobre el mundo anímico de aquellos que se dedican a la magna transformación social. El compromiso revolucionario arranca de una compleja y polifacética imbricación con la experiencia humana total, y esto, repito, es lo que estaremos explorando en la poesía de nuestro autor.

    Es en esta coyuntura donde nos dedicaremos a explorar la forma, casi obsesiva, en que Dalton reflexiona sobre el problema del papel del intelectual en los procesos revolucionarios. Examinaremos próximamente los muchos escritos donde intenta definir de modo coherente la naturaleza de la labor del intelectual revolucionario, siempre atento a los muchos dardos que pueden ser lanzados hacia los que se atrevan a ponerse esta etiqueta. Más espinosa aún es la tarea de precisar el papel de ese sector de la intelectualidad revolucionaria que también se define como poetas. Para llevarla a cabo, Dalton se ve obligado a deslindar el papel que puede realizar la poesía misma en la división de labor revolucionaria. En una serie de ensayos, y en diferentes momentos de su propia poesía, Dalton tratará de explicar por qué un poema es, en efecto, una bella arma real en la lucha revolucionaria, no solo en un sentido metafórico.²⁷ Veremos quiénes son los poetas que con mayor solvencia han cumplido con su papel de revolucionarios que también escriben. Más que de influencias, se trata de afinidades electivas, o bien de maestros o mentores que le ayudaron a abrir los ojos ante la explosiva potencialidad de la palabra en el terreno de la contienda política.

    Como se considera poeta salvadoreño en lo más íntimo de su ser, Roque también revisa la historia literaria de su país, buscando sus antepasados, sus raíces en el humus cultural autóctona. Semejante labor incluye, por otra parte, un intento por deslindar lo que podríamos llamar una tradición negativa en las letras nacionales–pistas falsas, caminos equivocados, modelos dañinos o cómplices con el Poder.

    A continuación, nos centraremos en Pobrecito poeta que era yo…, su única novela acabada.²⁸ Aunque aquí también prestaremos atención a diversos núcleos vitales del tipo que encontramos en su poesía, más que nada se revelará cómo esta obra traza el proceso a través del cual se forja un escritor revolucionario. Nunca hay un solo camino posible. Las trayectorias son siempre múltiples, todas con sus diversas encrucijadas, baches y desvíos. Y mientras que se van explorando estas distintas trayectorias, la novela también genera una especie de poética –una poética que complementa y enriquece, incluso, la que Dalton desarrolla en su obra ensayística y en diversos poemas escritos a lo largo de su vida. Hasta diría yo que se trata de una poética novelada en última instancia. El notorio hecho de que Pobrecito poeta está llena de elementos autobiográficos convierte este texto en un instrumento privilegiado para ayudarnos a entender el proceso sinérgico por el cual pasó el propio Roque para llegar a ser tanto un poeta como revolucionario.²⁹

    Es más, toda esta complicada problemática se ancla en un contexto muy específico, esto es, el de su patria: El Salvador. Aunque la novela remite, por extensión, a la situación del artista revolucionario en muchos otros lugares del llamado Tercer Mundo, Roque siempre se empeña, de forma casi obcecada, en recalcar las profundas raíces salvadoreñas de su praxis como escritor revolucionario. Siempre parte de lo particular salvadoreño para elaborar sus planteamientos más universales.

    Seguidamente examinaremos una parte de la producción daltoniana que apenas ha recibido la atención de los estudiosos–a saber, el teatro. Por la misma dirección de su estética revolucionaria, es natural que Dalton haya decidido cultivar un género con la potencial de tener una mayor y más impactante difusión que la poesía. Recordemos la enorme admiración que sentía por Brecht y por su drama épico, no solo por la estética revolucionaria que encarnaba sino por su habilidad de entrar en contacto con públicos más diversos, alejados, muchas veces, de los circuitos culturales más convencionales. En lugares del mundo sin el hábito de la lectura (en gran medida por la escasez de libros, por el nivel de analfabetismo, etc.), el espectáculo teatral podría servir de medio fundamental para llegar a los sectores populares. Es más: Dalton podría pensar, incluso, que el espectáculo teatral sería más eficaz como instrumento de concientización que la misma poesía. Veremos que aun cuando Dalton estaba en la fase de integrarse en la lucha armada en El Salvador–con muchas otras cosas en la cabeza, por así decir–procuraba llevar adelante su labor teatral–claro está, siempre supeditada, ésta, al proyecto político. Y si Roque no hubiera llegado a su fin a una edad tan joven, creo que el vector de su creatividad que lo llevó al teatro también lo hubiera llevado a la cinematografía–medio con todavía mayor capacidad de difusión que el teatro.³⁰ Su guión para la televisión cubana –Donde se cuenta la vida y milagros, las aventuras económico-morales y las malandanzas de los nunca bien ponderados hermanos Frank y Winnall Dalton en las hermosas (aunque inestables) tierras centroamericanas de Guatemala y El Salvador pobladas como siempre de generales y mariposas –es un botón de muestra de lo que eran las inquietudes de Dalton respecto a esta praxis artística.

    Como enfaticé en otro contexto hace años,³¹ la manera en que un pueblo entiende cómo ha llegado a la situación sociopolítica y económica en la que se encuentra en el presente no puede sino afectar su visión del futuro y las posibilidades de modificarlo. Es más: al mirar el desenvolvimiento de su historia colectiva, el pueblo se forma una imagen del tiempo mismo–esto es, el medio a través del cual se plasma esa historia.

    De ahí, pues, la necesidad de acercarnos a una de las obras más conocidas de Dalton: Las historias prohibidas del Pulgarcito. Es en este poema donde nuestro autor intenta no solo elaborar una visión de la historia salvadoreña que sirva de acicate para la praxis emancipadora del pueblo sino que genere una imagen del tiempo que también sea un catalizador. Al referirse a las historias prohibidas de su pequeño país, Dalton subraya la apremiante necesidad de desarticular la ingente reserva de mentiras promulgadas por los Aparatos Ideológicos del Estado salvadoreño en su Historia Oficial.³² La enorme tarea implica no solo enfocar más claramente los acontecimientos históricos tergiversados por sucesivos regímenes opresores sino de revelar la existencia de otros que han sido borrados totalmente. Claro está, se trata de momentos que revelan la existencia de toda una tradición de lucha popular en El Salvador. Y se trata de convencer a los lectores que esa tradición aún está viva–que está al alcance de la mano en nuestro presente, lista para infundirnos de energía emancipadora. En ese sentido, Historias prohibidas constituye un ejemplo de historiografía, e incluso pedagogía, revolucionaria–esto es, una manera de entender la Historia para luego poder transformarla.

    Esto nos confronta con todo el problema del uso de las técnicas vanguardistas del collage y del montaje cinematográfico en la narración de dicha Historia. Como paso previo a nuestro análisis de Historias prohibidas, examinaremos cómo Dalton cuenta la misma historia en su El Salvador (monografía), una obra escrita durante su primer exilio cubano. Aquí Dalton narra siguiendo un estricto hilo cronológico, sin el despliegue de materiales insólitamente abigarrados que vemos en Historias prohibidas. Si los acontecimientos narrados son esencialmente iguales, ¿qué se gana con su disposición fragmentada y sus materiales tan heterogéneos? ¿Hay algo en el uso del collage que, desde la perspectiva política, convierta Historias prohibidas en un arma de movilización superior a El Salvador (monografía)?

    A continuación, pasaremos a Miguel Mármol, obra clásica del género testimonial latinoamericano y que forma parte, asimismo, del proyecto de historiografía revolucionaria que desarrolla nuestro autor. Aquí se trata no de la llegada de un intelectual o artista al compromiso revolucionario sino la formación de un militante obrero y personaje clave en la historia del Partido Comunista Salvadoreño. La obra plantea, tanto abierta como oblicuamente, el problema de la relación entre la intelectualidad revolucionaria proveniente de los sectores sociales altos y medianos con los intelectuales orgánicos de origen proletario.³³ Dalton, en su papel del compilador del testimonio, representa el primer grupo mientras que Mármol encarna la quintaesencia del segundo. Veremos cómo el texto explora puntos de convergencia entre estos dos tipos de intelectual militante–una convergencia absolutamente necesaria para el éxito de partidos de vanguardia. Dalton verá en Mármol no sólo un modelo del que militantes como él mismo pueden aprender mucho en el terreno de la concientización popular sino una fuente de inspiración histórica. Mármol, ya se sabe, fue testigo presencial–y víctima–de los llamados sucesos del 32: sucesos que para Dalton, como para todos los salvadoreños en general, constituyó no solo un trauma para la psique nacional sino un genuino parteaguas histórico.

    Cuando Dalton elabora esta obra en colaboración con Mármol en Praga a mediados de los años sesenta, la Matanza del 32 y sus horribles secuelas representan el obstáculo principal para la reactivación de una izquierda solvente en El Salvador. Entender lo que aconteció, aprender de los errores cometidos por el Partido Comunista de El Salvador (PCS) de aquella época y, sí, derivar inspiración del tesón manifestado por los heroicos protagonistas de aquella epopeya–todas son tareas imprescindibles, según Dalton, Para el lector. Mármol representa una especie de ancla histórica para los jóvenes militantes–un vínculo vivo con toda una tradición revolucionaria salvadoreña.³⁴ Y si bien es verdad que estas dos figuras están a punto de escoger caminos diferentes respecto al PCS, organización a la que los dos pertenecen en el momento de su encuentro, Dalton quiere rescatar al máximo el legado encarnado en este viejo luchador y testigo ocular de la Matanza.

    Pero rescatar su figura no significa monumentalizarla. El Miguel Mármol que aparece en esta obra se presenta con muchas debilidades y desperfectos–desde su creencia en supersticiones populares hasta su notable afición por las faldas. En parte, estos rasgos de Mármol se delinean con nitidez justamente por los motivos esbozados arriba: esto es, para mostrar que los militantes revolucionarios realizan su labor de transformación social padeciendo todas las taras de las que padece el resto de la humanidad. La historia de Miguel Mármol es la de un hombre que, gracias a su compromiso inquebrantable con su causa, pudo superar aquellas debilidades en su praxis política–esto es, sin asumir la condición de autómata.

    * * *

    Seguiremos nuestro recorrido con el considerable legado de Dalton en el terreno teórico-práctico de la lucha armada revolucionaria en Latinoamérica. Muchas de estas obras anteceden la confección de Un libro rojo para Lenin o se compusieron simultáneamente con éste. Las demás provienen de la época de su participación en la incipiente lucha armada en El Salvador. Toda esta producción es precisamente la que muchos estudiosos prefieren olvidar en sus esfuerzos por erigir un Roque-para-la-academia. Son textos que muestran que Roque, a la vez que escribía su poesía, era perfectamente capaz de recomendar, repito, la aplicación de métodos del Viet Cong vietnamita en la lucha guerrillera de El Salvador. Veremos aquí al Roque duro–el que está plenamente convencido sobre la legitimidad del uso de la violencia para llevar a cabo la Revolución.

    Pero al mismo tiempo veremos cómo engrana el empleo de la violencia con la lucha política en su totalidad. Es decir, para Dalton, la violencia es una sola herramienta de la lucha revolucionaria. Tiene que ser utilizada con muchas otras herramientas de diversa índole. Hay que usarla de manera inteligente, integrándola con otros tipos de praxis. No se debe ni romantizarla ni glorificarla. Para alguien que ama la belleza de la Vida, recurrir a la violencia representa un paso de enorme gravedad, uno cuyas implicaciones se han de sopesar meditadamente. Pero aparte de las implicaciones morales o éticas, tenemos el aspecto cabalmente pragmático de la cuestión. Es decir, ¿surte los efectos deseados o no? ¿Es eficaz o contraproducente?

    Fue sobre esta última serie de puntos donde Dalton se metió en disputas que fueron la causa de su asesinato. Como veremos más adelante, en la dirección del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en aquel momento había una propensión a recurrir a las armas sin tomar en consideración la necesidad de desarrollar movimientos de masas

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